sur des rêves et des bisous

By J0HNYU

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Sobre sueños y besos. Jaehyun tiene un sueño inalcanzable y mucha mala suerte, además de vivir estancado en e... More

quel est, ton rêve?
la première nuit
faible, trop fragile
agréable
pluie, mon cœur
connaître-moi, john
c'est juste toi et moi ce soir
tu ne m'aimes pas
sincérité
je suis amoureux de toi
vieux débuts
insuffisant
prenez soin de moi
alors, c'était ton rêve?

le monde ne finit pas ici

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By J0HNYU

en francés gracias al resentimiento que llevo encima porque no me concedieron la beca para ir un tiempo a francia.

el mundo no se acaba aquí.

   Pasos rápidos, un corazón acelerado.

   No puede llegar tarde de nuevo, no era su culpa tener que ser dueño de un teléfono tan antiguo que no hiciera bien su trabajo, no era su culpa que lloviera y hubiera un tráfico inmenso, ¡no era su jodida culpa!

   Maldice en su mente y baja del taxi porque llegará antes al trabajo andando que en un vehículo aunque para eso tenga que calarse hasta los huesos de agua. Ignora al conductor quien amenaza con ir detrás suyo para cobrarle lo que le debe, y es que no tiene sentido pagarle si apenas se han movido del lugar donde lo recogió.

Corre a toda prisa esperando no resbalarse y para su mala suerte ensuciar su vestimenta, no quiere tener que lavar aún más ropa ya que el clima no está a su favor y sus prendas no se secarían ni en sus sueños con la lluvia que lleva azotándolos desde hacía días (una preocupación un tanto estúpida si considera que la lluvia ya lo ha empapado y aunque no se ensucie, la ropa no se secará). Ese es uno de los motivos de su odio hacia los días lluviosos. Otro es porque le recuerda a alguien.

Pisa algún que otro charco, un coche pasa al lado suyo con velocidad y lo empapa aún más, se choca con un par de personas y después de casi perder el aliento logra llegar a su puesto de trabajo.

Mira la hora.

Media hora tarde. No sabe lo que le espera, teme porque tiene la advertencia de su jefe bien grabada en la cabeza. "Vuelve a llegar tarde y te quedas en la calle", las amenazas no dejan de resonar en su mente y tiene esperanza en que Yoo lo comprenderá, en que le dará una nueva oportunidad porque lo de hoy no había sido su culpa y no perdería su trabajo. De lo contrario... tendría que volver a casa, ¡y no! eso no está en sus planes, no desea ver cómo sus padres se ríen de él porque es un fracasado.

Traga saliva fuerte antes de entrar a la panadería y nada más ver el rostro de su jefe sabe que todo se ha acabado ahí. Que lo ha perdido todo y que si no encuentra un trabajo nuevo pronto, no tendría otra opción que decirle a sus padres que iba a volver a ocupar la habitación que había dejado hacía menos de un año. Las prisas por independizarse y su mala suerte le han jugado una muy, muy mala pasada.

Siente su vida hecha cenizas gracias a un fuego lleno de sueños que se hizo demasiado grande como para aguantarlo.

—Te lo advertí, Jaehyun —le recuerda sin una chispa de pesar, su jefe y supuesto amigo Yoo Youngjae, seguidamente dándole un sobre con lo que supone que es el dinero por los días del mes que ha trabajado.

Se fija en que parte de los clientes han puesto sus ojos en él y han sido testigos de la patética situación que le ha tocado vivir. Aprieta su mandíbula con fuerza ante la vergüenza de ser despedido frente a un grupo de personas y toma el sobre con lentitud, quizás intentando ganar unos segundos extras para que Youngjae pensara bien su decisión y le dijera que podía quedarse.

No obstante, la vida no es un cuento de hadas. Es más bien un juego difícil, contadas veces fácil, caro y exhaustivo a los ojos de Jaehyun por lo que le ha tocado vivir, que no es lo peor, pero sí algo como por lo que sentirse un total fracasado. Fracasado, fracasado, fracasado. Por supuesto. Lleva escuchando esa palabra por mucho tiempo de la boca de las personas que más dijeron quererlo alguna vez.

Se dirige hacia la cocina para devolver el uniforme, cabizbajo, y por un momento piensa en rogarle a Yoo una oportunidad. Pensamiento que descarta al instante porque no quiere rebajarse más de lo que debe, sabe que Youngjae no cederá ni una vez más, ya ha hecho la vista gorda ante sus faltas y retrasos demasiadas ocasiones.

Una vez ha devuelto las cosas, sale de la cocina color rosa pastel después de echarle un último vistazo. Echará de menos trabajar ahí; era un lugar pequeño y de ambiente sereno, siempre con un olor dulce que le hacía preguntarse por qué su hogar nunca olió a pan recién hecho o a bizcocho de yogurt, por qué su vida familiar siempre se había limitado a cumplir expectativas, por qué nunca fueron una familia afectuosa.

Si así hubiera sido, Jaehyun tal vez podría decir que el olor de la panadería le hacía sentirse como en casa. Y la verdad es que es algo que nunca tuvo en ella.

Camina por la calle aún mojándose y ganándose un par de miradas curiosas que intenta ignorar. Lo intenta, de verdad lo hace, aún así no puede evitar pensar que a la gente le parece un estúpido que no ha traído paraguas cuando ya han pasado varios días de lluvias incesantes. Hace como que le da igual, intenta no perder la cabeza, pero sabe que no puede huir de lo que siente: le importa mucho lo que la gente piense o diga de él. Y al intentar demostrar lo contrario la había cagado bien.

Casi no se percata de que ya está frente a su portal de no ser porque una voz conocida lo saluda. Es Seulgi, su vecina.

—¡Jaehyun! ¿Cómo se te ocurre salir sin un paraguas?

Tiene razón. ¿Cómo se le ocurría salir sin uno? Quizás porque... no tiene. Se fija en las botas que lleva ella y en las que lleva su hijo, en los chubasqueros, en los bonitos paraguas que sostienen ambos, en los guantes y las bufandas... él no ha salido sin protección porque quisiera. En verdad, no.

La amable mujer abre la puerta y Jaehyun le ayuda con las compras que lleva, más por obligación que por cualquier tipo de bondad que él pudiera poseer.

Antes de darse la vuelta para bajar las escaleras e ir al piso que le corresponde, Seulgi le pregunta si está todo bien.

—Todo está bien —responde sin el más mínimo interés de contarle la verdad. Solo acaban de despedirme, no pueden bajarme más el alquiler, mis padres siguen riéndose en mi cara y aún extraño a Dongs.

Ella quiere creerle pero no puede, hace tiempo que las palabras del joven dejaron de convencerla. Aún así, decide no seguir preguntando, no quiere hacerle daño porque sabe que desde el día en el que aquel conejo partió Jaehyun no se encontraba del todo bien.

—Me alegro, entonces. Sabes que estoy aquí si necesitas cualquier cosa, ¿sí? A Jisung le gusta que vengas a visitarnos.

Entonces desvía su mirada hacia el pequeño que se esconde tras la pierna de su madre y le sonríe. Está seguro de que Seulgi es una excelente y cariñosa madre y por un segundo, algo de envidia se posa sobre sus ojos. El niño sonríe de vuelta y sale corriendo hacia el interior de la casa.

El interior de la suya es algo de lo que no está muy orgulloso. Dos briks de leche sobre la encimera, abiertos y uno desparramado, restos de comida que siempre se olvida de limpiar, ropa mojada que tuvo que recoger hacía unos días por la lluvia y que, seguramente, ya olía mal. Era un asco. Si Dongs hubiera estado con él le habrían dado tres paros cardíacos, por lo menos, aunque la verdad es que Jaehyun piensa que siempre fue muy exagerado respecto a la limpieza.

Tal vez se cansó de su poco aseo y se fue también por eso.

Se sienta en su viejo sofá y abre el sobre para encontrarse una mensualidad completa. Le agradece a Youngjae su generosidad, pero el resentimiento es mucho mayor. De todas formas, no le alcanzará para pagar los meses que lleva de retraso y otra advertencia llega a su mente, igual que la de su jefe hacía una media hora.

"Tienes que pagarme lo que me debes. Es el último mes, Jung. De lo contrario, tendrás que irte". Y odia como todos intentan ser suaves con él y decirle que es una molestia de las formas más delicadas posibles, sabe que le tienen lástima porque de una forma u otra él siempre acaba agradándole a la gente, gente que creía conocer lo que le ocurría pero que no tenía ni idea.

La que más sabía era Seulgi. Y ella solo sabía una parte.

La mano le duele y le tiembla cuando coge su teléfono y marca el número que debería haber olvidado y aún así se sabe de memoria. No pasa demasiado hasta que la voz que más lo atormenta vuelve a penetrarse en sus oídos con rudeza, venenosa.

—Sabía que llamarías —burla la mujer.

—Volveré —con pesar, le informa—, volveré a casa, mamá.

—Sabes lo que eso implica, ¿no es así? —pregunta buscando hacerle aún más daño, destruir más su dignidad.

—Sí.

Corta la llamada porque no cree aguantar escucharla un segundo más sin echarse a llorar. No quiere que ella lo escuche así, no quiere que piense que le ha afectado en absoluto esa llamada. Sabe que su madre es consciente de su vergüenza, pero no quiere mostrarse aún más débil.

Con la fuerza que le queda, se abriga y mete su guitarra en una funda, seguidamente sale a la calle y las finas gotas que ahora caen atacan su rostro y ropa con timidez. Miedosas de hacerle aún más daño porque saben que su presencia lo hiere, conocen su fragilidad ante los días lluviosos e incluso ellas se ponen tristes porque su intención nunca fue hacerlo sentir mal.

Intentan acariciarlo y guardarlo del frío pero por más que lo intentan solo consiguen empaparlo y azotarlo con fuerza mientras disimula su llanto con ellas, mezcla las gotas saladas que caen de sus ojos con la lluvia esperando que nadie se dé cuenta de lo mucho que está llorando.

Se coloca una mascara típica de Corea en cualquier estación del año y se sienta en un banquito situado en una de las plazas más concurridas de allí.

Y canta mientras toca. Porque es lo único que le ha salido bien alguna vez. Se siente libre, se olvida de todo. De repente ya no llueve y hay un sol que le quema, no tiene frío, Dongs nunca lo dejó.

Watching my life passing right in front of mine eyes.
Hell of a story, isn't it boring?
Can't claim to care, never been reluctant to share.
Passing out pieces of me, don't you know nothing comes free?

Esta vez nadie se para a escucharlo. No hoy, porque todos buscan resguardarse de la lluvia que él, momentáneamente, no está sintiendo. Sin embargo, eso no lo detiene. Sigue cantando.

What mom don't know has taken it's toll on me.
It's all I've seen that can't be wiped clean.
It's hard to believe what it's made of me.

Vuelve a la realidad cuando no siente más las gotas. Alguien le tiende un paraguas. No puede verle el rostro porque lo tiene cubierto y además es muy alto, no le da tiempo a rechazar el paraguas porque el hombre lo arregla entre su brazo y la guitarra y se va después de decir algo sobre que el mundo no se acababa ahí. Tal vez porque lo vio llorando, pero no lo conoce, no tiene derecho a opinar.

Genial. Otra persona teniéndole lástima. Lo que menos necesita y lo que más rabia le da. Él no necesita la caridad ni las sobras de nadie.

Recoge su guitarra y se dirige de nuevo hacia casa, algo mosqueado y sin usar el paraguas que el desconocido le ha ofrendado. Mira al cielo sin estrellas de aquella ciudad que tanto odia y su mandíbula castañea, sus ojos se cristalizan de nuevo y aprieta el agarre de su mano con las asas de la funda de su guitarra.

Él solo quiere ser el artista favorito de alguien. Quiere ser cantante.

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