ATRACCIÓN MORTAL: inocencia p...

By DanielaCriadoNavarro

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🔞ATENCIÓN, ESTA HISTORIA ESTÁ CATALOGADA COMO MADURA🔞 ¿UN BILLONARIO TAMBIÉN PUEDE SER UN A... More

~PRESENTACIÓN.~
BOOKTRAILER DE ESTA HISTORIA.
Capítulo 1. Darien. Noche de desenfreno.
Capítulo 2. Samantha. Como una heroína de otra época.
Capítulo 3. Darien. El rey rana.
Capítulo 4. Samantha. El despertar de la Bella Durmiente.
Capítulo 5. Darien. En la madriguera del Lobo Feroz.
Capítulo 6. Samantha. El gato y el ratón hacen vida en común.
Capítulo 8. Samantha. La madrastra malvada de Cenicienta.
Capítulo 9. Darien. La ondina.
10. Samantha. Historia de una que hizo un viaje para saber lo que era el sexo.
Capítulo 11. Darien. El músico prodigioso.
Capítulo 12. Samantha. El lobo y el hombre.
Capítulo 13. Darien. El jugador.
Capítulo 14. Samantha. La cena de la Bella y la Bestia.
Capítulo 15. Darien. El ogro del bosque.
Capítulo 16. Samantha. Rapunzel.
Capítulo 17. Darien. Los deseos ridículos.
Capítulo 18. Samantha. El flautista de Hamelin.
ANTEPENÚLTIMO. Capítulo 19. Darien. La dama y el león.
PENÚLTIMO. Capítulo 20. Samantha. El hábil cazador.
21. FINAL. Darien. El príncipe intrépido.
EPÍLOGO. Y fueron felices y comieron perdices...
LISTA DE REPRODUCCIÓN EN SPOTIFY.
LISTA DE REPRODUCCIÓN EN YOUTUBE.

Capítulo 7. Darien. El ratoncillo, el pajarito y la salchicha.

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By DanielaCriadoNavarro

«La mucha pasión no guarda razón».

Refrán popular.

  El móvil sonó y Darien enseguida lo atendió.

¡¿Qué diantres es esa foto que acabas de colgar en tu perfil?! —le preguntó Rick sin más preámbulos—. ¿Desde cuándo sales en serio con alguien y yo no me he enterado? —Antes de responder le echó una ojeada a Samantha, que se encontraba ensimismada en sus reflexiones. 

Se alejó hasta la otra punta de la estancia, y, risueño, le contestó:

—¡Estoy siguiendo tu consejo, Letrado!

¡¿No me digas que esa rubia impresionante es la chica que pisaste con el Lamborghini?! —lo interrogó, asombrado.

—No la pisé, solo estuve a punto de hacerlo —le aclaró, hablando bajito—. Y sí, es ella, Samantha.

¡No me lo puedo creer, sinvergüenza, hasta en eso tienes suerte! —y luego inquirió—: ¿Ya te has acostado con ella?

  Le echó otro vistazo a la joven: continuaba perdida en sus meditaciones así que se sintió libre de seguir hablando.

—¡Qué me dices! —susurró, un poco sorprendido—. Estoy siguiendo tus consejos al pie de la letra, tratándola lo mejor posible, pero el sexo no entraba en la lista. Sabes que si la meto en la cama igual después todo se lía y vienen los problemas, no te olvides de que el lanzamiento del programa es lo primero en estos momentos. Es más, yo debería estar ahí en lugar de tomarme estas vacaciones.

¡No te has tomado vacaciones nunca! —repuso el amigo—. Eres un obseso del trabajo. Además los chicos están concentrándose en tus nuevas ideas y la publicidad del invento actual va viento en popa. Todos están a la expectativa porque hemos lanzado el rumor de que la N.A.S.A nos ha adquirido un programa similar, aunque más complejo, para la llegada del hombre a Marte. —Y ante estos argumentos Darien se tranquilizó—. Analizándolo desde un ángulo distinto al tuyo, la posibilidad de que te acuestes con la muchacha creo que sería positiva. Tienes que volverla loca por ti con tu técnica, así la tienes comiendo de tu mano y distraída en las próximas semanas. Pasado un mes, ya no representa ningún problema para la compañía.

—¿Alguna vez me has visto estando con alguien durante un mes? —le preguntó, escéptico—. ¿Y por qué no me dijiste antes que me la follase también?

¡Obviamente porque no sabía que estaba tan buena! —apuntó Rick con rapidez—. Eres mi amigo, no te iba a obligar a acostarte con un cardo.

  Darien volvió a reírse, Richard siempre lo divertía.

—Igual podrías habérmelo sugerido antes —lo regañó en cuanto pudo dejar de carcajearse.

¿Qué diferencia puede haber entre antes o ahora? —lo interrogó, intrigado.

—¡En que siguiendo tu consejo de mantenerla contenta la estoy ayudando a ligarse a su mejor amigo! —y luego le resumió—: Lleva enamorada de él desde hace años. La foto la colgamos para darle celos y parece que ha funcionado.

¿Y desde cuándo un novio real o en potencia te ha frenado? —Y le tocó el turno a Rick de reírse con ganas.

—Si te soy sincero, la metería entre las sábanas con gusto. —Y la voz indicaba que lo estaba considerando—. No representaría ningún problema, es guapa y callada, no es de esas que dan todo el día la lata... Pero bueno, la contra es que se encuentra demasiado pendiente de ese hombre...

¿Y tú, el rey del erotismo, vas a aceptar así por las buenas que un tipejo te gane en la atención de una mujer? —Y Rick sonó desconcertado—. ¡No me puedo creer lo que escucho!

  Se sintió bastante picado, como si el colega criticase su hombría.

—No te burles, sabes que si me lo propusiera podría tenerla en mi cama en un santiamén —fanfarroneó un tanto picado.

¡Pues comprobémoslo, desde el instituto no lo hacemos! —lo retó Richard—. Te apuesto a que en los próximos siete días no eres capaz de follártela. Si tantas dudas tienes es porque la chica te parece difícil...

—¡Hecho! —aceptó Darien, y, luego, con cara reflexiva le preguntó—: ¿Y qué apostamos?

Si gano me quedo con tu Lamborghini y la morena —respondió al momento.

—El Lamborghini está hecho trizas y la morena pronto caerá en tus brazos como fruta madura —le recordó.

No me importa, me doy más que satisfecho con eso —insistió Rick, interesado.

—Participo únicamente con la condición de que sea solo para follártela, es demasiado zorra como para llegar a algo serio con mi mejor amigo —le anunció, sincero—. Nos vimos solo una vez y ya me estaba enviando esas guarradas.

Tranquilo, es evidente que solo la quiero para eso, para que me haga a mí las guarradas en lugar de hacértelas a ti —y luego le preguntó—: Y si ganas tú, ¿qué quieres?

—La casita de la playa que te dejó tu abuelo al morir, esa de la que siempre te quejas por las goteras y que nunca vas a visitar o a arreglar —estipuló, moviendo la cabeza de arriba abajo.

¡¿Esa antigualla?! —se sorprendió Richard—. ¡Si no vale nada! Como mucho solo cien mil dólares.

—Pero me encanta, el dinero no importa —y luego con voz que sonaba emocionada le explicó—: Me recuerda al pueblito de Australia en el que nací.

¡Hecho! —exclamó Rick—. Hemos cerrado el trato, entonces, solo falta que te pongas a ello. Creo que en esta ocasión te costará un poco más, tiene un rostro muy inocente, no me extrañaría que fuese virgen. Recuerda: dispones solo de una semana para conquistarla. ¡Ya me veo ganador!

—¡¿Inocente?! —Y comenzó a reír sin control, como si el otro hombre hubiese dicho el chiste más divertido de todos los tiempos—. Le va el hip hop y practicar parkour, ¿quién podría ser inocente estando todo el día en la calle?

Igual te equivocas. —Le dejó caer Richard, anhelando que fuese así.

—No me equivoco. —Y luego se percató de que no habían fijado las reglas—. Una pregunta: ¿consideramos válido los viajes y el empleo de cualquier suma de dinero o fijamos un límite máximo? Sabes que mis recursos son casi infinitos.

Mi instinto me dice que por una vez vas a necesitarlos todos, Darien, así que ahí te doy total libertad . —Y lanzó una carcajada.

—¡Adelante, entonces! —y con tono presuntuoso añadió—: Te iré informando de los avances, así que vete organizando para poner la escritura a mi nombre. ¡Empieza el desafío!

  Y a esta tarea se dispuso inmediatamente, empleando el ingenio, el atractivo masculino y sus recursos de seducción. Pero sin ser directo, claro. Nada de proponerle que se acostase con él, como hacía con todas. Al estar enamorada de Larguirucho  tenía que ser de lo más sutil, provocar que lo deseara cada vez más.

  Por este motivo decidió que con Samantha emplearía la estrategia del pajarito, picoteando poco a poco. Una mano, en apariencia inocente, por aquí. Un elogio por allá. Rememoró cuánto lo había impresionado el vídeo de la morena y cómo había causado que deshiciese el coche contra la señal y que se empotrase en el árbol. Así que, copión, decidió hacer algo similar. Al apreciar que tenía toda la atención se desnudó delante de ella, a sabiendas de que su físico era impresionante y que la tentaría. Luego utilizó la jugarreta de la ducha: ella creería que no había peligro de ver nada, pero al entrar él se encendería la luz interior y tendría una visión panorámica de sus atributos masculinos y de cada movimiento.

  Así que se enjabonó con lentitud, acariciándose, para despertar en Samantha todo el erotismo dormido por culpa de encontrarse enganchada al amigo. ¡Vaya tipejo idiota! Además, utilizó un gel de baño muy exclusivo que según la publicidad tenía feromonas, un ingrediente que hacía irresistible al que lo usase y que volvía locas a las mujeres. Se frotó, minucioso, los glúteos y se acarició con parsimonia las piernas, el pecho, la espalda, invirtiendo tanto tiempo que los dedos de las manos y de los pies se le arrugaron. El clímax de la farsa se produjo al final del baño cuando, más que lavarse su gran salchicha, se masturbó. Por supuesto cuando comprobó que se endurecía intentó frenar la erección, ¡tampoco había que pasarse!

  Se colocó una toalla alrededor de las caderas, cuidando que quedase al límite de caerse. Salió secándose la cabellera con otra y miró al ratoncillo: se hallaba roja como la grana. Normal, pues por el rabillo del ojo comprobó que durante todo el proceso lo estuvo mirando fijo. A juzgar por los colores y por la cara de culpabilidad, no necesitaría los siete días que había apostado con Rick.

  Se hizo el tonto, como que no se daba cuenta del acaloramiento de la chica, y continuó explicándole:

—Ya sabes, Samantha, una oportunidad como esta te arrepentirás si la rechazas. ¿Te das cuenta de lo difícil que resulta que algo así se vuelva a repetir?

  Intentó hablar natural y sin doble sentido, pero estaba seguro de que ella no solo pensaría en el trabajo que le ofrecían, sino también en la posibilidad única de liarse con él.

  Tuvo ganas de largar una carcajada porque se veía tan tensa que en cualquier momento le comenzaban a chirriar los dientes de tanto apretar una mandíbula contra la otra para no babear. Decidió que, por ahora, ya había ido demasiado lejos, sin duda la dejó con muchos calores en la parte baja. Consiguió su objetivo, mostrándole qué magnífico cuerpo había debajo de la ropa y mandándole el mensaje subliminal de que lo aprovechase.

—Bueno, Samantha, ahora es mejor que salgas y que me dejes vestir —le pidió, haciéndose el recatado—. No me gustaría que me vieras desnudo. —¡Como si ella no lo hubiese visto al completo, qué risa!, pero era necesario hacerse el despistado.

—Sí... sí...Claro que sí. —Y salió del servicio con una cara tan culpable que daba pena verla, corriendo como si la persiguiera el Diablo.

  Escuchó cómo cerraba la puerta del baño y también la de la habitación y empezó a reírse sin poder parar. ¡Hacía tiempo que no se divertía tanto con una mujer!

  Después de carcajearse durante diez minutos o más sintió algunos remordimientos. Tal vez Samantha estaba un poco despistada a consecuencia del accidente. ¿Se habría comportado como un cretino con ella? «¡No, qué va!», se dijo, convencido. «La he cuidado en el hospital y la tengo en mi casa como a una reina. Además, le he comprado el mejor vestuario y los más exclusivos accesorios que el dinero puede conseguir. ¿Por qué razón me voy a sentir culpable?»

  Cuando terminó de arreglarse fue a su encuentro. Se hallaba en la salita de la suite, sentada sobre el sofá hecha un ovillo y analizando el móvil con cara de fastidio.

—¿Qué pasa? —le preguntó enseguida, acomodándose al lado de ella.

  La joven olfateó el aire y le confesó:

—Tu perfume huele genial.

—Me alegro de que te guste. —Y el comentario le confirmó que iba por buen camino porque antes de la ducha Samantha apenas reparaba en él—. ¿Qué te pasa? Noto que algo te ha sucedido. ¿Qué te molesta?

—¡Adrian! —Frunció la nariz y él pensó que así, ciertamente, parecía un ratoncillo olisqueando una rodaja de queso—. Quiere que nos veamos y que arreglemos la situación.

—¡Felicitaciones, la fotografía ha hecho más efecto! —Y aplaudió, pues en el fondo se encontraba feliz por ella, pensando a toda máquina cómo podría utilizar esta coyuntura en su favor—. ¿Y qué le respondiste?

—Felicitaciones no. —Lo miró a los ojos y volvió a ponerse roja, ¿recordaría con nostalgia cómo se recorría el cuerpo desnudo con las manos mientras se duchaba?—. Quiere que arreglemos la situación los tres, con Karen también.

  Y se le notaba el enfado a la legua. Supo, entonces, cómo darle el remate final y metérsela en la cama con poco esfuerzo.

—Mmm. —Fingió hallarse pensativo—. Pues ambos podemos darle bastante que pensar al Señor Larguirucho. —Se hizo el enigmático.

—¿Sí? —lo interrogó, escéptica—. No se me ocurre cómo...

—Pues a mí sí, Samantha —le respondió enseguida; después le pasó la mano por encima del hombro, acercando el cuerpo al de ella de tal modo que quedaron pegados uno contra el otro—. Te diré lo que vamos a hacer...



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