Forbidden [HANK x CONNOR]

By Daikiraichan

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Hank Anderson, teniente de policía de Detroit, vive su apacible y tranquila vida junto a su esposa Katherine... More

Capítulo 1: Fuerza magnética
Capítulo 2: Promises I can't keep
Capítulo 3: Not just a Machine
Capítulo 4: Lullaby of Cain
Capítulo 5: Hate me, please
Capítulo 6: Unfaithful
Capítulo 7: Falling away with you
Capítulo 9: I think I love you...
Capítulo 10: El corazón quiere lo que quiere
Capítulo 11: Gasoline
Capítulo 12: The Letter
Capítulo 13: Nothing's gonna change my love for you (FINAL)

Capítulo 8: This feeling

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By Daikiraichan


NOTAS DE AUTOR

¡Siempre corriendo! Desde que empecé el reto de KINKTOBER estoy muy agobiado, pero me lo estoy pasando muy bien. Espero que la demora de este capítulo haya valido la pena. Bienvenidos/as a los nuevos lectores de este fanfic, que va llegando a más gente y me hace muy feliz. ¡Gracias por dejarme muestra de vuestro amor!

Sin más, empezamos.

Credits: Illustration by @io_io307 (twitter)


:::::::::::::::::::::::::

Hank tiró fuertemente de las cuerdas que sujetaban el maletero del coche que parecía a punto de reventar si metía tan solo una pieza de equipaje más. Terminó sudando por el esfuerzo, antes de levantar la mirada del vehículo y enfrentar a su familia, que se preparaba para embarcarse en esas ansiadas vacaciones que les había prometido tantas veces a lo largo del año.

- Vamos, Cole, cariño, no hagas esperar más a papá –advirtió Kathy que llevaba ya un look veraniego que le sentaba muy bien, rejuveneciéndola varios años más, con un traje largo floreado y el cabello recogido en una trenza casual.

- ¡Ya voy, mami! –Cole salía corriendo de la casa con algunos juguetes especiales bajo el brazo. Paró de pronto delante del coche, pero sin entrar dentro-. ¿Dónde está Connor? –preguntó el niño, mirando de un lado a otro.

Kathy abrió la puerta trasera del coche para que Sumo también entrara y ocupara gran parte de los sillones de atrás. Levantó la vista por encima del capó para ojear la casa del vecino, en busca del androide.

Hank también llevó su mirada curiosa a la casa del joven, buscándolo con la mirada.

Todavía se acordaba del pasado fin de semana que habían vivido, tan intenso y tórrido. Los días habían pasado volando, y sabía que ambos habían quedado con ganas de seguir viviendo en aquella habitación de hotel, amando sus cuerpos noche tras noche. Cerró los ojos al recordar la esencia del joven.

- ¡Ahí está! –gritó Cole, sacando de los recuerdos a su padre, que abrió sus ojos azules y los clavó en la puerta de enfrente, que se abría y dejaba salir a un Connor ataviado con pantaloncillos cortos y camisa de botones de mangas cortas.

- Connor, ya nos vamos –anunció Kathy con una enorme sonrisa. La idea de compartir sus vacaciones familiares con el nuevo amigo de la familia Anderson al principio le había parecido mala idea, pues quería momentos de intimidad con su marido, pero luego, al ver la ilusión de su hijo –quien había propuesto la idea de forma espontánea días antes-, había decidido que sería un aliciente para todos para pasarlo incluso mejor.

Connor saludó con la mano, amablemente, mientras sonreía con aquel gesto sencillo y tierno que Hank comenzaba a adorar.

- ¡Yo os seguiré desde mi coche! –dijo, acercándose al vehículo autodirigido, tocando con la palma de su mano el mango y abriendo la puerta-. ¡Nos vemos allí!

Y desapareció dentro del vehículo, no sin antes guiñarle un ojo a la familia.

Pero Hank sabía que se lo guiñaba solo a él. Ya habían establecido bien las pautas para comunicarse sin levantar sospechas. Hablaban un idioma íntimo y desconocido para el resto de personas que observaban a su alrededor.

Con decisión, abrió la puerta del piloto y se metió dentro. Esperó a que todos estuvieran instalados y después de recibir un beso en la mejilla de parte de Kathy, que estaba emocionada e ilusionada por las vacaciones, partieron hacia su destino.

"Detroit Lake's Station"

Así rezaba el cartel que indicaba que por fin habían llegado, después de un largo trayecto en coche, donde habían cantado, jugado al "veo, veo" y hasta Cole se había echado una pequeña siesta sobre Sumo que, acostumbrado a pasear en coche por las visitas al veterinario, se portaba de maravillas en los asientos traseros.

Hank y Kathy habían intercambiado conversaciones normales. Todo entre ellos parecía como siempre y Kathy se sentía tremendamente segura entre su familia, ni se imaginaba que la insistencia de Hank mirando por los espejos retrovisores no eran por mantener la seguridad dentro del vehículo, sino para localizar a su amante, que los seguía de cerca por la autopista y las carreteras comarcales.

Dejaron los coches en los estacionamientos habilitados para ellos y, después de horas de viaje, por fin estiraron las piernas, tocando tierra firme.

La vista desde allí ya podía describirse como majestuosa. La gran montaña de las cordilleras que separaban Canadá de EEUU se alzaba majestuosa. Los frondosos bosques vernes rodeaban aquella postal, desembocando su salvaje belleza en un apacible lago en forma de cuenca que bañaba las orillas más cercanas a la zona de camping.

Connor, que todavía no se había bajado del coche, se encontraba admirando la estampa con los ojos muy abiertos y su LED procesando datos en color amarillo. Aquel era un lugar idílico. Jamás había tenido la oportunidad de viajar anteriormente... ahora entendía cuál era la necesidad de los humanos de conocer nuevos mundos.

Pronto se reunieron los Anderson junto al androide, para completar el grupo y deshacer el equipaje incrustado en el maletero del Mustang 69 de Hank. Como eran tantos bártulos, Connor no dudó en echar una mano.

- Deja que te ayude con eso, cariño –le dijo a Kathy amablemente, quitándole de los brazos una pesada maleta, que debía contener una caseta de campaña.

- Oh, gracias, Connor, siempre tan atento –le dijo la mujer, aceptando la ayuda. El androide sólo llevaba una pequeña mochila que parecía portar un sencillo saco de dormir. Kathy se preguntó si realmente él necesitaba dormir...- ¿No trajiste caseta de campaña?

- Sí, lo que pasa es que es bastante plegable, sólo llevo eso en mi mochila –sonrió inocentemente-. Ya sabes, no necesito comer ni beber nada así que... ¡todo son ventajas!

Kathy se rio.

- La verdad es que sí, contigo son todo ventajas –le siguió la broma la mujer, poniéndole una mano delicadamente en el hombro, creando cercanía.

Hank observaba la escena desde atrás. Cole y Sume estaban correteando ya bastante adelante, investigando el entorno y su mujer y Connor charlaban amenamente justo a unos metros de distancia de él. Él llevaba la mayor parte de la carga y no quería despegar el ojo de aquellos dos que conversaban. No sabía bien por qué, pero le molestaba que Connor se dirigiera a Kathy. Le hacía sentir tremendamente incómodo y culpable.

Llegaron a la zona de camping; Hank tuvo que dejar todas sus cosas allí, a custodia del resto de la familia mientras se aproximaba a la recepción para pagar la reserva del lugar. La zona que habían escogido estaba entre una caravana y unas cuantas casetas de campaña de otras familias, muy cerca del lago y algo escondido entre la maleza. Era un lugar lleno de paz; no podían creerse que no se escuchara el ruido de la ciudad desde allí; y es que si cerraban los ojos sólo escuchaban pájaros y el sonido del agua moverse cuando alguien se tiraba desde el muellito de madera.

- Este lugar es un paraíso –dijo Connor, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada. Sus labios finos dibujaban una sonrisa sincera-. Nunca había visto nada parecido.

- Me alegro mucho de que hayas venido con nosotros –le dijo Kathy, mirándolo fijamente, preguntándose qué tipo de vida habría tenido anteriormente a la libertad. Decidió que en esos días que estarían ahí, se lo preguntaría, indagaría sobre su vida pasada-. ¿Me ayudas a montar esto?

Connor rio y asintió con la cabeza, acercándose a lo que parecía una estructura metálica que al montarse acabaría siendo una caseta de campaña tradicional. Hank era tradicional para absolutamente todo, incluso para irse de camping.

El androide en cambio tenía un moderno sistema de refugio, lo que se llevaba en el año 2038. Cuando Hank apareció para socorrerles a ambos montando la carpa a la vieja usanza, el joven aprovechó para demostrarles los avances de la tecnología. El joven solo tuvo que colocar una fina esterilla de tela que había sacado de su pequeña mochila, y con un mando a distancia colocado a la altura de su pecho, justo en el centro de la esterilla, la tela cogió forma de iglú alzado, como si una fuerza magnética la alzara hasta dar con el dispositivo que sujetaba el androide. Con aquel mando podía controlar su temperatura ambiental e incluso darle colores y decoración a gusto.

Cole, que había estado mirando la escena, se quedó sorprendido y quiso también probar él a montar la curiosa caseta de campaña. Connor le dio en el gusto, desarmándola rápidamente y enseñando al niño a usarla. Hank no se sintió para nada sorprendido.

- Malditos androides... ¡aprende!, no hay nada más auténtico que respirar la naturaleza desde una de estas –y le dio una palmadita a la tela elástica de la que ya comenzaba a parecer una caseta de campaña familiar-. Con esos cachivaches no disfrutas de la verdadera experiencia.

- Tú drías lo que quieras, cariño, pero estas navidades tiramos este trasto y nos compramos algo así –comentó su mujer, decidiéndolo de forma unilateral. Hank refunfuñó y Connor se rio de la situación.

- Debería probarlo, teniente, lo de modernizarse de vez en cuando –bromeó el joven, no sin una nota de travesura en su voz. El mayor lo miró intensamente, sabiendo que iban a estar jugando con fuego durante todos los días que estuvieran ahí.

No es que no se hubiera alegrado de que Cole tuviera la brillante idea de suplicar que el androide fuera con ellos de vacaciones; sería un hipócrita si se mintiera a sí mismo diciéndose que no le había encantado imaginarse con Connor en aquel lugar. No obstante, estaba empezando a sentir el peligro inminente de que el joven androide no se iba a comportar como debía. Que iban a terminar arriesgándose más de la cuenta, consiguiendo descubrirles ante los ojos de su mujer. Algo que sabía a ciencia cierta que no deseaba que ocurriera. Y por la que estaba totalmente convencido de que haría cualquier cosa por evitarlo.

Cualquier cosa...

La hora de almorzar llegó pronto y como buena zona recreativa, tenía un apartado de asadero donde las familias de todo el camping podían también hacer amistades. Tomaron asiento en una gran mesa hecha con madera de los árboles que les rodeaban, sentándose en sillas rústicas en forma de tocones de árboles cercenados. Kathy preparó el mantel para no manchar la que sería a partir de ese momento, la mesa de los Anderson y Hank empezó a preparar el fuego de la barbacoa comunitaria que tenían adjudicada.

Connor miraba la escena enternecido, mientras de vez en cuando jugaba con Sumo, el perro de la familia. Él nunca había tenido una familia, ni nada que se le pareciera. Desde que la revolución le había dado la libertad de la que ahora gozaba, aquella había sido la estampa más hogareña que había tenido cerca de él. Y le gustaba, realmente le gustaba.

LE gustaba la idea de tener un perro como Sumo, de poder acariciarlo y cuidarlo. De tener un hijo como Cole, al que desenredarle el suave cabello y ayudarle con los deberes.

Pero lo que más le gustaba, que lo hacía soñar despierto, era tener un marido como Hank. Hank Anderson, ese hombre que miraba en ese momento, encender el fuego de la barbacoa, con la camisa abierta, con manos fuertes, brazos que lo protegerían de todo mal.

La única que sobraba en aquella estampa era Kathy.

La miró por un segundo, sintiendo que su LED procesaba sus intensos sentimientos, cambiando de color a amarillo. La mujer estaba haciendo amistades con los vecinos. Siempre tan atenta y amable. No pudo evitar hacer un gesto de desaprobación con la nariz, arrugándola suavemente.

De pronto escuchó cómo una persona se caía al suelo, desatando una cascada de miradas y de expresiones de sorpresa. Llevó sus analizadores ojos a la escena, que se sucedía detrás de Hank.

Una chica de estatura baja y complexión delgada y pequeña, se había tropezado con una raíz y se había quedado sentada en el suelo. Su cabello, ondulado y castaño, caía sobre su cara. Un joven apuesto, de rizos sobre la frente y elegante porte, se había abalanzado a ayudarla mientras le animaba con palabras de cariño.

Hank, que era un hombre de acción, dejó la fogata sin supervisión para acudir a la ayuda de la jovencita.

- ¡¿Está usted bien?! –le preguntó Hank con voz grave. Connor observaba toda la escena.

- Ay, qué vergüenza –dijo la chica con voz nasal, siendo tremendamente adorable-. Sí, no se preocupen, de verdad, estoy bien –y se rio, aceptando la ayuda del que parecía su pareja, el de pelo rizado-. Gracias, cariño.

- Amelia, eso te pasa por pasarte todo el tiempo cantando y pensando en pajaritos preñados –le reprendió cariñosamente su novio, que de la preocupación había pasado directamente a una actitud burlona, aunque la abrazaba con cariño.

- Calla –la chica le dio un pequeño golpe en el hombro, mientras se limpiaba el vestidito que llevaba puesto, quitándose la pinocha que le había manchado el trasero-. Gracias, caballero, no fue nada.

- ¡Hank! ¿Está bien la chica? –preguntó Kathy, llegando a la escena, ya un poco tarde-. Perdona, cariño, ¿te has hecho daño o algo? –la mujer analizó las piernas de la joven y vio que tenía un pequeño rasguño en una rodilla-. Te has arañado, espera aquí, te traigo una tirita que tenemos en el botiquín.

- ¡oh, pero si no es nada, no se preocupen! –rogó la joven, totalmente sonrojada.

- Cariño, es verdad, tienes un poco de sangre –El joven la cogió entonces en volandas, robándole un gritito de sorpresa a la chica.

- ¡Bryan, bájame ahora mismo! –le pidió ella mientras el chico la acercaba a la mesa donde Connor observaba toda la escena, para sentarla en el tocón justo frente a él.

El androide se sintió entonces en la obligación de levantarse, para analizar la herida. No era un androide médico pero sabía auxilios básicos.

- Déjeme verle, señorita –pidió amablemente Connor, haciendo que el chico que se llamaba Bryan se apartara. Bryan lo miró con el ceño fruncido, dándose cuenta de su luz intermitente en la sien-. Voy a proceder a analizarle la herida, no se mueva.

Entonces Connor tocó levemente la pierna de la joven y miró la herida, sacándole fotografías mentales para bucear en su sistema para encontrar información de ayuda.

- Es superficial. Con un poco de agua oxigenada para desinfectar y un vendaje ligero en las primeras horas será suficiente para que no se complique –sentenció, con voz monótona.

- Vaya, ¡gracias! –dijo la chica, sonriendo mientras volvía a poner la pierna en el suelo. Hank estaba ahora al lado de la pareja.

- Mi mujer ha ido a buscar el botiquín a nuestro campamento –aclaró-. Si queréis podéis quedaros a comer, tenemos comida de sobra.

- No se preocupen, han sido muy amables –le dijo Bryan, con una sonrisa enorme y genuina. Hank envidió su juventud-. ¿Has visto la que has armado, Amelia? –bromeó de nuevo con la joven, haciéndola sonrojar.

La pareja se dio unos arrumacos mientras Kathy llegaba con el desinfectante. Connor se había vuelto a sentar en su sitio y observaba a la pareja, envidiando su naturalidad. Se tocaban a cada momento, buscaban cualquier excusa para entrelazar los dedos, para acariciarse por encima de la ropa. No paraban de sonreírse el uno al otro, parecían enormemente felices.

Su LED se tornó a rojo por unos momentos. Sus sentimientos eran muy intensos. Él quería tener lo que ellos tenían.

Hank en cambio, también miraba la escena de su mujer curando la herida de la joven, como si de una hija se tratara. Y también era consciente del comportamiento de la pareja. Se vio reflejado a él y a su mujer, hacía unos cuantos años. La vivacidad con la que se reían, con la que compartían la intensidad en sus miradas. El amor floreciendo de sus auras.

Sintió una punzada en su corazón. Una punzada que identificaba como remordimiento y nostalgia.

Él estaba destruyendo aquello que esa pareja atesoraba.

En un intento de abandonar esos sentimientos, posó su mirada sobre Connor, que también lo estaba mirando fijamente.

Y en aquella ocasión, sin saber muy bien por qué, tuvo que apartar la mirada.

Le quemaba mirarle.

::::::::::::::::

La tarde había transcurrido sin más sobresaltos. La pareja de Bryan y Amelia estuvieron compartiendo tiempo con los Anderson de forma muy agradable. Hacía poco se habían casado y estaban celebrando su luna de miel en aquel lejano lugar. Realmente eran unos aventureros, puesto que su casa se encontraba en Los Ángeles y estaba visitando todo el país con sus mochilas. Todo un reto de enamorados que Connor moría por probar. Con Hank, por supuesto.

"Algún día", se prometió a sí mismo.

Cuando la pareja por fin se había marchado a su enclave, Connor comenzó a sentirse dueño de nuevo de la atención de la familia Anderson; atención que se habían robado durante horas los Decharts. No les guardaba rencor, pero prefería que no volvieran a acercarse a sus humanos, ya que habían hecho que Hank se portara extraño y distante con él.

Cole había tenido la idea de encender una hoguera para asar lo que ellos llamaban "marshmallows". Connor descubrió que era nubes de malvavisco, viscosas chucherías blancas que se pinchaban en una rama y se ponían morenas al fuego. Para hacer la hoguera necesitaban madera, y Hank se había ofrecido a traerla. Connor supo que aquella era su única oportunidad para tener un momento de intimidad con el teniente.

- Yo le ayudaré, teniente –le dijo, totalmente convencido, levantándose del crículo que habían hecho alrededor del lugar donde iban a encender el fuego.

- Está bien... -aceptó Hank, sin rechistar.

Ambos se alejaron de Kathy y Cole y comenzaron a entrar en la linde del bosque que tenían justo al lado. Hank caminaba con las manos en los bolsillos, sintiéndose un tanto distraído. Aquella pareja le había hecho reflexionar sobre el daño que estaba haciendo sobre lo que tanto tiempo le había costado construir.

Y Connor lo sabía. Por eso actuó, rápido.

- Hank... -susurró, cuando estuvo seguro de que estaban lo suficientemente internados en la espesura y lejos de miradas atrevidas.

- Aquí no, Connor... -le rogó Hank, sabiendo las intenciones del joven apasionado.

Pero el androide no se caracterizaba por ser obediente. Chocó su cuerpo con el robusto pecho de Hank y lo hizo apoyarse en un árbol grueso y cercano, que los recibió cálidamente. Los besos del androide eran urgentes, sus suaves labios frotaban los del hombre, con intención de despertar la pasión entre ellos.

Hank intentó resistirse, pero enseguida cedió. Aquel aroma que siempre le caracterizaba, dulce y apetecible, aquella piel tersa y suave, lo más suave que había tocado nunca, lo llamaba. Posó una mano en la mejilla y acarició su cara. Los labios del androide se posaban sobre los suyos, mientras suspiraba.

- Llevo todo el día queriendo besarte –le dijo Connor, agarrándole el cuello, pegando su cuerpo seductoramente, restregándose, haciéndole saber que era suyo-. ¿Tú no llevas todo el día pensando en esto?

- Sabes que sí... -le dijo el mayor, soltando un gruñido mientras le agarraba fuertemente el culo. Ese culo que era solo suyo y que le regocijaba saberse poseedor de aquel cuerpo.

- Hagámoslo aquí –le propuso el joven, llevando una mano a la bragueta del mayor-. Nadie se dará cuenta.

- No podemos, Connor –Hank le apartó la mano de su zona más sensible, en vano, pues la traviesa mano de Connor volvió como un metal atraído por un imán-. Ah, sabes que eso me vuelve loco, no lo hagas –gimió el mayor, sintiendo cómo el androide le palpaba todo su miembro sobre la ropa, despertando la bestia que dormía en su interior.

- Mira cómo me pones... ¿no ves que te necesito? –le dijo Connor con el ceño fruncido, mientras le cogía la mano a Hank y se la posaba sobre su propia bragueta abultada. El joven ya estaba excitado y presentaba una erección. Hank gimió en el beso que el androide le daba.

Ambos hombres se comían a beso mientras se manoseaban furtivamente entre la maleza. Connor quería empezar a desembarazarse de la ropa y de sacar a pasear la erección de Hank, para darle una bienvenida a la naturaleza con una buena mamada. Pero decidió primero frotar su culo contra la polla de Hank, sobre la ropa. Se puso de espaldas a él, y pegó su trasero a la bragueta de Hank, mientras que con una mano acariciaba la nuca del mayor y éste le frotaba también el paquete sobre la ropa.

Estaban gimiendo, un tanto desatados por la pasión, pero no lo suficientemente fuerte como para no escuchar el crujido de unas ramas.

Connor abrió los ojos de pronto y su LED pasó a brillar de azul a rojo fuerte.

- ¿Papá? –preguntó Cole, apareciendo de la nada entre los helechos. Se quedó en silencio mirando a Connor y a su padre-. ¿Qué hacéis? –su gesto mostraba extrañeza genuina.

Se separaron rápidamente. Hank sentía el corazón latirle en la cabeza, ahogándole por el terror que sentía atenazarse en la garganta. Connor se acercó al niño y le acarició la cabeza, con una sonrisa.

- Tu padre me estaba ayudando, pensé que una araña se me había caído encima –le explicó con voz suave. El niño lo miraba con ojos enormes infantiles-. Le tengo mucho miedo a las arañas, ¿tú no?

- No... ¡las arañas molan! –dijo el niño, pasando de extrañeza a su estado normal de hiperactividad. Parecía no haber entendido lo que había visto con sus ojitos.


El olor que despedían los marshmallows era tremendamente apetitoso. Pero él todavía no podía ingerir alimentos. Esperaba que, en un futuro, los avances tecnológicos que los suyos estaban exigiendo le permitiera disfrutar de la comida, ese placer reservado solo para los humanos.

La familia Anderson estaba rodeando la hoguera mientras comían gustosamente. Hank sonreía y reía con su mujer y su hijo de historias de miedo que no daban miedo. Connor estaba en silencio, analizando la escena. Aquello solo lo había leído en libros. Lo que veía allí era una escena típica de la literatura.

La familia feliz.

Él no entraba dentro de ese cuento. Cosa que le hizo sentirse tremendamente solo, triste y vacío. Su habitual brillo seductor desapareció por unos momentos de sus ojos.

- ¿No cuentas tú una historia de miedo, Connor? –pregunto Kathy, sintiendo que el joven se había quedado fuera del círculo, no físicamente pero sí mentalmente. Estaba intentando incluirlo en la actividad.

- ¿Puedo? –preguntó el androide, con un hilillo de voz. ¿Querían que fuera parte de aquella escena de cuento? ¿Qué perteneciera a la familia feliz? Hank lo miró, aprobando la propuesta de su mujer-. Está bien... Dejadme que piense... -puso una mano en la barbilla, analizando qué podía contar.

Cole se encontraba expectante. Admiraba enormemente a Connor, lo veía como un amigo especial y tenía intención de lucirse en el colegio cuando empezaran las clases. Sería el niño con el amigo más molón de la escuela.

Connor recordó una historia que había leído en un libro, y le pareció acertada para contar alrededor de una hoguera. Se acercó a la escena, sintiendo el calor del fuego, que miró atentamente, sintiendo cómo las llamas intentaban seducirle con su sinuoso baile.

- Una noche, cuando tenía unos 6 años...-comenzó a relatar el androide, sacándolo literalmente de su memoria, su voz era lúgubre-, estaba en mi cama durmiendo con mi hermana, mi madre estaba en el baño y mi padre estaba trabajando. Desde mi cama podía ver toda la cocina y de repente vi una figura negra con forma de hombre sentada en la mesa, saludándome durante un buen tiempo y sin emitir ningún ruido –hizo una pausa dramática, Cole puso cara de susto y Connor lo miró fijamente a él-. Me giré y me tapé con la sábana, pero tenía mucha curiosidad y cuando volví a mirar todavía estaba ahí, en la misma posición, mirando hacia donde yo estaba, saludando...-Cole se tapó los ojos con las manos-. Entonces fui corriendo al baño y me encerré con mi madre. Desde entonces empecé a oír a eso de las ocho de la mañana una taza golpeando la mesa de la cocina. Pensé que me estaba volviendo loco hasta que hace unos años hablé con mis padres sobre ello y me dijeron: -miró al suelo, haciendo una pausa-. "¿Tú también escuchabas eso?". –y acabó con un susurro, mirando fijamente a Hank y a Kathy, como metiéndose en el papel de la historia.

- Mierda, Connor, esta noche no voy a poder dormir por tu culpa –dijo Hank, sintiéndose tremendamente perturbado por su historia de miedo. Connor estalló en una carcajada genuina.

- Tranquilo, querido, éste de aquí ronca como un cosaco y no hay bomba nuclear que lo despierte –le dijo Kathy, mientras daba palmaditas en el brazo peludo de Hank.

Connor tuvo ganas de decirle que no hacía falta que se lo explicara, que lo sabía perfectamente.

Se mordió los labios en su lugar y sonrió, manteniendo sus pensamientos bien guardados bajo llave, dentro de su cabeza. Su LED brilló en un curioso color amarillo. Hank se dio cuenta de aquel cambio de humor y se intercambiaron unas miradas.

::::::::::::::

La noche ya era cerrada en el campamento y la mayor parte de las familias y parejas que estaban acampadas a los alrededores estaban durmiendo o disfrutaban casi en silencio de sus compañías.

Kathy salió de la caseta que compartía con su familia para tomar aire. Fuera hacía algo de frío, así que se sujetó el jersey y quiso dar un paseo para coger de nuevo el sueño. Siempre que variaba la cama, sentía problemas para conciliar el sueño. Le pasaba desde la juventud y ya lo tenía más o menos controlado. Solo necesitaba cansar un poco su cuerpo, así que decidió acercarse al lago.

Era una hermosa cuenca de agua tranquila, que ahora con la oscuridad del cielo, se veía más negra que la boca del lobo. La montaña estaba de fondo y las estrellas brillaban intensamente en el cielo, sin la contaminación lumínica de la ciudad. Le gustaba aquel lugar, le transportaba a otra época. Cerró los ojos y aspiró el aroma de la naturaleza.

Pronto escuchó un sonido de roce y cremalleras y miró hacia la dirección de su caseta de campaña y vio al joven androide saliendo de su curioso iglú. Sin saber muy bien por qué, se escondió rápidamente entre los árboles más cercano, rodeando un poco la orilla del lago. Desde ahí podía vigilar a Connor, que no entendía qué hacía levantado a esas horas. Suponía que no podía dormir tampoco...

El joven recorrió también la poca distancia que le separaba del lago y pareció admirarlo igual que lo había hecho ella. No entendía por qué estaba ocultándose del joven, que tan bien le caía, pero algo le decía que debía dejarle ese momento de intimidad. Y no se equivocaba.

Abrió la boca al ver cómo el androide comenzaba a desvestirse lentamente. Solo podía ver su espalda. Se tapó la boca con la mano al ver que el joven se quedaba completamente desnudo delante del lago.

Con pasos suaves, el chico metió primero un pie y luego otro dentro del agua. No parecía afectarle el sereno del ambiente nocturno ni la fría superficie del agua. Su cuerpo siguió internándose en el mar negro. Kathy estaba hipnotizada, no podía parar de mirarlo.

De pronto, la figura del joven desapareció bajo el agua, haciendo ondas en el manso lago.

Su cabeza apareció nuevamente, como una sirena emergiendo de las profundidades. Kathy no podía quitarle la vista de encima. No quería que supiera que estaba vigilándolo, así que no emitía ningún sonido ni movimiento. Creía ser imperceptible para el androide.

Pero Connor se sabía observado.

El joven nadó grácilmente hasta hacer pie nuevamente, y comenzó a caminar hacia la orilla, saliendo del agua al ritmo de sus pasos. Las suaves ondas del líquido iban mostrando su lampiño cuerpo, sus abdominales, su pelvis. Sus atributos masculinos...

Kathy se sonrojó a ver la figura desnuda del androide. Connor se llevó las manos al cabello, escurriéndose el agua, mientras sonreía levemente al saber que Kathy le clavaba los ojos desde el interior del bosque.

"Vamos –pensó el joven-. Mírame bien..."

Su LED brillaba fuertemente en la oscuridad de la noche.

Su color: rojo sangre.

::::::::::::::::::::::::::::::::::.

SOUNDTRACK

This feeling, de The Chainsmokers

Me dicen que piense con la cabeza,

no con esa cosa que tengo en el pecho.

Esta vez tienen sus manos en mi cuello,

pero tú eres al que yo quiero,

si eso está tan mal,

entonces ellos no saben

lo que es este sentimiento.


Gracias a without_you_now por descubrirme esta canción tan perfecta para esta historia

::::::::::::::::::::::::::::::::

NOTAS DEL AUTOR

Solo quiero decir que ya falta menos para llegar al final. No os voy a adelantar cuántos capítulos son, pero lo tengo todo estructurado desde hace tiempo y ya nos estamos acercando. Esta historia me ha gustado mucho pensarla y armarla y espero que os guste tanto como a mí me está gustando escribirla.

Adoro a este Connor que tengo en mi mente. ¿Comprenderemos sus intenciones? ¿Dejaremos de sufrir con Kathy? ¿Es Hank culpable o víctima? ¡Cole al final vio algo que no debía! Pero el pobre, es tan pequeño que no entiende todavía...

¿Habéis entendido el cameo de este capítulo? Me encantó escribir esa parte, creo que terminaré escribiendo un fanfic de ellos... no sé si soy capaz, pero ganas no me faltan.

Gracias a todos y todas, como siempre, de llegar hasta aquí. ¡Os compensaré en siguientes capítulos la demora! 


NOTA: Créditos de la historia de terror: https://www.cabroworld.com/2016/08/16/3-historias-terror-cortas-te-dejaran-helado/

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