Te conozco x los zapatos ©®

De vcarlabianca

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| C O M P L E T A | ✔️ COMEDIA ROMÁNTICA [+18] «Un par de zapatos pueden cambiar tu vida, sino pregúntale a... Mais

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1. Todo lo que no me gusta
Capítulo 2. Ya lo odio
Capítulo 3. Mala leche
Capítulo 4. Mascara de hielo
Capítulo 5. Fantaseando
Capítulo 6. Mala jugada
Capítulo 7. ¡¿Qué?!
Capítulo 8. Reacciona
Capítulo 9. El mejor
Capítulo 10. Planes nocturnos
Capítulo 11. Esto no entraba en mi plan
Capítulo 12. Ojo x ojo
Capítulo 13. ¡Ahora sí, te mato!
Capítulo 14. Un pequeño error
Capítulo 15. Tensión extrema
Capítulo 16. Fatal
Capítulo 17. Imbécil
Capítulo 18/1. Confusión
Capítulo 18/2. Una noche
Capítulo 19. Lárgate
Capítulo 20. Días desiertas
Capítulo 22. Un viernes gris
Capítulo 23. Iker Sinclair
Capítulo 24. Una tras otra.
Capítulo 25. Negación injustificada
Capítulo 26. El doctor
Capítulo 27. Cita llena de casualidades
Capítulo 28. Sin paquete
Capítulo 29. Romina/Milla Flow
Capítulo 30. Encerrada pero libre
Capítulo 31. Ella es igual a mi.
Capítulo 32. Confianza
Capítulo 33. Familia
Capítulo 34. Romeo y su Julieta
Capítulo 35. El idiota de Sinclair
Capítulo 36. Decisión final
Capítulo 37. El trato
Capítulo 38. Y ahora...¡Basta!
Capítulo 39. Ciclo cerrado
Capítulo 40. Sentencia final
Capítulo 41. Orgullo contra orgullo
Capítulo 42. Amor y otras mierdas...
Capítulo 43. Familia
Capítulo 44. Digo que...
Capítulo 45. Así era una vez
Capítulo 46. Soy nada sin ti
Capítulo 47. Nuestra Vida. Final
Epílogo

Capítulo 21. Su otra cara

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De vcarlabianca

Gracias por cada comentario y voto que me regalan a través de los capítulos y más que todo por cada sentimiento que me hacen sentir mientras estoy leyendo sus reacciones.
❣️

Buena lectura estrellitas 😘




Hay cosas por las cuales uno se arriesga a llegar al infierno...

«Juégate esto ordinario con corazón de Satan, ¡Brinda por esto!»

En ese punto dos cosas estaban seguras.

Uno, estaba dispuesta a alterarle hasta las moléculas de su feroz ADN para hacerlo sufrir. Iker Sinclair iba a entender muy pronto que cada demonio tiene a su diabla. Y esa afirmación no tenía ningún rastro de romanticismo, sino crueldad pura.

«Jajajaja Mila eres peor que una cucaracha voladora»

«Ríete ahora, pendeja, porque como bien sabes lo que das, regresa como un bumerán. Atte: Tu cerebro, que no va con tus decisiones.»

Dos, su cara era todo un poema.

Cerré los ojos y alcé la mirada al techo. Si seguía viéndole esa cara, iba a estrellarme en una carcajada y a adelantarme. Y yo no quería que él tuviera ni la menor duda con referencia a mi broma. Durante unos momentos será «El papi arrogante», luego iba a aclarárselo. Solo quería verlo morir y ya.

—¿Estás segura?— se aclaró la voz y preguntó mientras deslizó la mirada de la prueba que se encontraba en su mano hacia mí. Me tensé al instante. —Evidentemente lo es.— añadió y expiré aliviada.

«Vas a arder al infierno, Milla.», exclamé hacia mis adentros.

Podía oír la sangre corriendo por mis venas y sentir los latidos acelerados de su corazón. Su rostro se había puesto un tanto pálido y sus manos mostraban un cierto temblor, pero en el mismo tiempo conservaba la misma posición segura, elegante y jodidamente atractiva.

—Es lo que es.— soltó de repente. —¿Qué propones que hagamos?

«¿Hagamos? ¿Qué propongo? No llegué tan lejos con mi plan...»

—Tú eres el experto.— repliqué mientras que mis neuronas corrían en busca de un desarrollo. «¡Puto Iker! Siempre debes llevar todo a otro nivel... ¿No pudiste limitarte a un paro cardíaco?»

—¿Qué?—me dedicó una mirada escéptica.

—El experto en maravillosas...propuestas—susurré, y la última palabra apenas resultó audible. ¡Joder, aún me molestaban mucho sus palabras!

«¿Qué? ¿Dónde está la crisis que deberías hacer, dónde quedó el desmayo, dónde es mi drama?»

—Lo que dije en esa noche fue una tontería— habló con rapidez, dejándome envuelta en titubeos. —Quise recibir una respuesta y fue lo único que se me ocurrió.

—¿Una respuesta a qué?—se quedó pensativo un momento, rascándose la barbilla.

—A mis incertidumbres—se tomó un momento para contemplarme disimuladamente de arriba abajo.—, sobre mis sentimientos de posesividad.

—No entiendo.—me miró con desconfianza.

—Probablemente ni yo me entendí a mí mismo en ese momento.— se rascó la nuca un tanto incómodo mientras dibujo una pequeña sonrisa melancólica en su rostro. —Quería saber si...— se detuvo por unos segundos pero luego soltó. —Si tuviste algo con el senador. Si hubieras aceptado esa propuesta significaba que ya estabas acostumbrada a tener relaciones de tal género, relación que los hombres como él procuran tener.

Me quedé perpleja.

—Iker— relajé mi rostro— ¿Qué tanto lo criticas cuando procedes igual a él?

—No soy igual a él, para nada.— replicó ácido. —Simplemente conozco muchos hombres iguales a él.—una ligera tensión atravesó mi cuerpo cuando noté su puño apretado.

—No voy a negar que conozco a ese hombre, pero evidentemente no en la forma en cuál tú pensaste—me encogí de hombros—Precisamente porque lo conozco, puedo ver similitudes entre ustedes dos. ¿Acaso tú no usas a las mujeres para satisfacer tus propios deseos?

—No pienso solo en mí. No recuerdo haberte dejado insatisfecha alguna vez.— levantó una ceja y sentí cómo mis mejillas empezaron a arder.

—Admito que fue un error meterme contigo.— dije y sus ojos perdieron unas tonalidades del brillo que normalmente los caracterizaba.

—Y ahora tendrás que aguantarme una vida.

—¿Qué?— lo miré como si hubiera sido un idiota que había dicho la más absurda frase del mundo.

—Vamos a tener un hijo juntos, ¿no?— dejó la prueba de embarazo sobre su escritorio y se levantó encaminándose hacia mí. —Independiente del odio que me tienes e indiferentemente del daño moral que te provoqué, él no tiene la culpa.

Mi barrera que había construido y la determinación que había sentido a través de los días amenazaba con caer. «Que fuerza de voluntad la mía...».

—Sé que lo del viernes fue una tontería y realmente lo siento.— habló cuando ya llegó en frente de mí.

«Aléjate, aléjate, aléjate»

—Hiciste todo por el bien de tu empresa, ¿no? Me habías dicho que no querías que los problemas personales de tus empleados interfieran con el trabajo.

Sus ojos estudiaban cada gesto y mímica que mi semblante hubiera podido adelantar sin mi consentimiento y que mi cuerpo hubiera podido ofrecerle, dándome por entender que cualquier pequeño error podría llevarlo a una conclusión.

—No— negó ligeramente con la cabeza. —Esto fue personal.— dio un paso hacia mí, inundándome con su olor. —Definitivamente fue un gesto egoísta de mi parte que solo tenía un propósito, mi paz emocional.

—Iker— murmuré su nombre mientras se me acercó cada vez más fuerte.

De repente, unos fuertes gritos se escucharon del pasillo de la empresa, haciéndonos a los dos girar la cabeza hacia la puerta.

—¿Ahora qué...?— intentó hablar pero le deposité la mano sobre la boca, callándolo, intentando a escuchar mejor y a deducirte a los dueños de esas voces.

—Parece ser Emir.— presumí.

—Y mi hermana— alejó ligeramente mi mano de su boca. —¿ Adónde crees que vas, eh?— me agarró del brazo en cuanto me di la vuelta para salir al pasillo y ver con mis propios ojos quién peleaba y cuál era la manzana de la discordia.

—No sé si te has dado cuenta, pero hay pleito ahí afuera— lo miré enojada mientras pasó por mi lado dejándome atrás.

—Exactamente. Te quedas aquí.— demandó con una mirada algo divertida. Bipolar.

—¿Cómo??— chillé volviendo a encaminarme, notando como que se volteó y cruzó de brazos, impidiéndome avanzar.

—Una mujer embarazada no debe estar en medio de una situación que pueda producirle una alteración.— dijo y puso los ojos en blanco. —Es peligroso.

—¿Peligroso?— saqué una risa mientras intenté pasar por él. —Iker, en serio, quítate.— me borré la sonrisa en cuando noté que se había convertido en una estatua. —No estarás halando en serio.— incliné la cabeza hacia un lado.

—Aja.— murmuró inexpresivo.

—A ver, a ver, gorilita que se cree guardaespaldas, yo camino sola por las calles desde cuando tengo razón, vivo sola, me cuido sola—enumeré.

—También hablaremos sobre esto.— me cortó.

—¡Iker!

—No sales, fin de discusión.— levantó las cejas saliendo por la puerta y cerrándola detrás de él.

—Pero será imbécil el idiota, ¿cree que me perderé el show?— Hablé sola hasta que entendí que él había salido y que yo seguía ahí en su oficina como una sumisa. —¡Para afuera, Milla!— exclamé levantando la mano como si iba a una guerra en pleno desarrollo.

En cuanto salí de su oficina, me quedé delante de la puerta viendo cómo Íker se había interpuesto entre Emir y Valentina, que seguían gritándose en el mismo tiempo, mientras que todos los empleados estaban mirando el espectáculo.

—Te dije que te quedarás dentro— me dijo molesto, distrayéndose por unos momentos que su hermana y sus amigos usaron para acercarse, haciéndolo volver a meterse entre ellos de manera apresurada.

—¿Dijiste esto?— fingí amnesia. —Me parecía que habías dicho algo, pero no supe exactamente qué.— sonreí. —Niños traviesos, ¿qué les pasó?

—La próxima vez te voy a encerrar.— dijo Iker.

—Pasa que este imbécil...— empezó a decir Valentina pero Emir la interrumpió con una carcajada sarcástica a alto volumen.

—¿Imbécil?—cuestionó incrédulo. —Iker, creo que el cambio de aire no le fue benéfico a tu hermana, ¿por qué no la mandas de regreso a Londres? Hasta compro los billetes si es necesario.

—Cuánta amabilidad—escupió.

—Yo también conozco un espécimen así, pero lo gana fácilmente al tuyo.—hablé sin pensar, divertida por la situación.

Por un momento miré toda esa escena en silencio desde mi lugar, preguntándome si Iker y yo nos veíamos igual de patéticos en nuestros momentos.

—Paren, paren— dije mientras me acerqué a ellos. —Vamos a arreglar esto como gente madura. Con palabras, no con gritos.

—Buen consejo, deberías tomarlo en cuenta para la próxima vez cuando te alteres sin razón.— replicó Iker y le di un codazo en el estómago.

—No hablé contigo.— lo fulminé con la mirada. —Contigo no se puede hablar.

—¿Pero contigo, sí?— se alejó de su hermana y Emir poniéndose frente a mí. —Acaso yo te puse una araña en la oficina, o pipí de gato en el perfume, o pastillas en el café, ¿eh?

—No— dije obvia—pero me las pusiste en la comida. ¡Oh! Y me leíste los correos y me vigilaste la casa, hasta el puto baño. ¡Maldito pervertido!— exclamé y noté sus mejillas ruborizadas y poco después el silencio que nos envolvió.

—¿Qué?— se rió Valentina. —Hermanito, pero qué cosas más...particulares.

—¡Oh, mierda!— bajé la cabeza avergonzada.

—Si no quieren ser despedidos, les recomiendo a todos volver a sus putos lugares— ordenó Iker de repente y cada uno de los espectadores se esfumó con rapidez. —Valentina, ve en mi oficina.— dijo. —Mejor, ve con la señorita Flow.—reconsideró la situación cuando notó la presencia de Emir.

—Señora Flow.— lo corregí levantando un dedo. —Creo que ya puedes llamarme, señora.

Íker parpadeó, entendiendo la indirecta.

—Como sea— siseó apático mientras dejó que su amigo entrase en su despacho.

—Toma, Milla, te compré un café.— dijo Valentina entregándome mi café favorito de Starbucks's.

—¡Ay!— extendí mi mano alegremente con una sonrisa de oreja a oreja, pero Iker la agarró, pasándolo por mi nariz para que después tome un sorbe de mi café. MI CAFÉ.

—La señorita...— tosió, reglándome una mirada cómplice. —La señora tiene prohibido beber café.

—Sabes que no es una enfermedad, ¿si lo sabes, no?—susurré y mi jefe dio un paso adelante y me miró a los ojos de manera tajante.

—Sin café— vociferó y me guiñó el ojo mientras tomó un otro sorbe de mi cafecito bendecido que fue alejado de mí en contra mí y de su voluntad para ser saboreados de esos labios carnosos traidores...

—¿Y a este qué le pasa?— preguntó Valentina riéndose.

—Pasa que...existe un karma.

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