Si no tardas mucho

By sacodehuesos79

17.9K 730 217

Si no tardas mucho, te espero toda la vida. Esta pequeña escena, no tiene nada que ver con Seis Años y una... More

Someone like you
Down the rabbit hole
La paz de verte dormir
Say something

Si no tardas mucho

5.6K 178 52
By sacodehuesos79


¿Dónde se torció?

Aitana se lo pregunta muchas veces cuando no puede dormir, como esa misma noche.

Su abuelo, amigo de los refranes, suele decir que Árbol que nace torcido, su tronco nunca endereza.

Quizá ellos son así. Quizá nacieron torcidos.

Al fin nacieron de una mentira. O de un engaño.

Se mintieron a sí mismos durante tanto tiempo y engañaron a los demás al negar lo que había entre ellos.

Pero en algún momento después del primer beso se creyeron invencibles.

Tú y yo, nacidos para la gloria.

Los millones de mariposas que revoloteaban en su estómago cada vez que él la miraba, subían raudas a su cerebro y acallaban las voces traicioneras que le susurraban que aquello no podía terminar bien.

Ella no quería que terminase bien. Solo quería que no terminase.

Ahora se arrepiente de todos los besos que no le dio cuando no tenía que escuchar al resto del mundo. Allí dentro.

¿Cuándo empezó a morir?

En los momentos de sinceridad consigo misma, es capaz de reconocer que no ha muerto.

Si lo analiza, cada una de las emociones que sentía entonces sigue presentes.

Su estómago aún se precipitaba al suelo cada vez que él la besaba en los últimos tiempos. Su piel se erizaba y sentía fiebre cuando notaba su mano, grande y cálida en la base de la espalda.

Así que no. No ha muerto.

Tendría que averiguar cuando las voces traicioneras se convirtieron en gritos que ya no podía ignorar.

Pero las peores son las voces que no son gritos.

Está la voz de su madre. Suave. Preocupada. Expresando los temores naturales de una madre por su hija que apenas acaba de abandonar la niñez.

Está la voz de su padre. Ronca. Aterrado de haberla puesto en el punto de mira para quedarse a medio camino al vincular sus carreras.

Y la voz de Olga. Constante. Cómo un canto de sirena. Pintándole un futuro brillante y lleno de emociones y experiencias que no llegarán si se queda junto a él.

Y la propia voz de su cabeza, una amalgama de todas las anteriores y sus propios miedos e inseguridades.

Tienes diecinueve años, le susurra. Hay tanto que nunca has experimentado.

Nunca ha vivido sola.

No importa si el ruido de la puerta al quedarse sola en su nuevo piso por primera vez sonó como un trueno que anunciaba tormenta.

No importa si le sobran metros de espacio y metros de cama y le faltan voces y risas.

Nunca ha tenido un rollo de una noche.

Se pregunta como será y se siente tentada de hacerlo, la primera vez que se sitúan en compás de espera.

Localiza al hombre más guapo de toda la discoteca y pestañea. No tiene que hacer mucho más.

Pero llegado el momento de la verdad siente náuseas y repulsión ante la idea de besar a otro hombre.

Será cuestión de tiempo, le dicen sus amigas. Conocerá a decenas de hombres espectaculares, modelos, cantantes, deportistas.

¿De verdad quiere estar atada a alguien cuando eso suceda?

¿De verdad quiere cerrarse a todas esas posibilidades?

Miedo.

¿Cuándo pudo el miedo más que todo lo demás?

Siente ganas de llorar y reír a la vez cuando lee que sentía a Luis como un lastre.

Es ella quien se siente estúpida, pequeña e ignorante, cada vez que comete un error o una estúpida falta de ortografía. Hay bromas que no entiende, hay libros que no ha leído, hay toda una vida que no le ha dado tiempo a vivir.

Se levanta de la cama y pasea por el piso vacío. En esa casa nunca llegó a haber objetos personales de él. Tampoco en el piso nuevo de él hay nada que le pertenezca. No han llegado a fabricar recuerdos en el sofá o en la cocina. Todos se quedaron en veinticinco metros cuadrados.

Octubre está llegando ya a su fin y empieza a hacer frío por las noches. Se cuela entre los dedos de los pies y sube a su estómago donde se ha hecho un hueco permanente en las últimas semanas.

Quizá no sea frío. A lo mejor es ese miedo.

Miedo a lo que pasaría si estaban juntos. Miedo a lo que pasaría si no lo estaban. Miedo a no volver a sentir nunca más lo que ha sentido en el último año de su vida.

Abre la nevera e intenta recordar que tiene que ir a la compra. Aunque Olga ha dicho que contratará a alguien para que limpie y se encargue de esas cosas. No hace falta que se preocupe.

"Soy joven y debo disfrutar de lo que me está pasando. Tengo derecho a equivocarme, a cometer errores"

Se lo repiten mucho, Olga, sus padres, su representante. Se lo repiten tanto que empieza a repetirlo como un mantra en todas sus entrevistas.

Si se para a pensarlo, quizá lleva algún tiempo utilizándolo como excusa cuando hace algo con lo que no está cómoda.

Como pedirle un tiempo.

O como pedirle que demostrase menos su cariño. Era lo correcto.

Recuerda vagamente la reunión en Universal en la que diez expertos explicaron la conveniencia de perfilar una imagen de mujer joven independiente. Es lo que vende explicaron.

Utilizaron muchos términos técnicos en inglés y se proclamaron abanderados de la lucha feminista.

Aitana solo recuerda haberse sentido algo sucia al terminar la reunión.

Pero era lo correcto. Aunque echase de menos sus bromas y sus insinuaciones. Aunque se le llenase el alma de orgullo al pensar que ella, que se sentía tan poca cosa, era capaz de inspirar semejantes declaraciones de amor.

El piso nuevo es precioso. Una decoradora ha escogido cada detalle con mimo mientras ella trabaja.

Cada detalle refleja su personalidad. Eso es lo que tiene que decirles a los periodistas de la revista de estilo que vendrán a hacer fotos en un par de días.

Pero es mentira. El piso nuevo es demasiado grande y se siente demasiado sola y está en Madrid.

Y no tiene mucho sentido estar en Madrid sin él. Madrid sin él es grande, sucio y ruidoso.

Se vuelve a meter en la cama y no puede dormir. Da vueltas enredándose en unas sábanas que no han conocido aún el sudor de una buena noche de sexo.

Cierra los ojos y recuerda la última vez que estuvieron juntos de esa forma. La noche de la fiesta sorpresa de Roi

Ya no estaban juntos para entonces. La última pausa había sabido demasiado a un stop. Solo que ninguno de los dos había querido darle nombre, ni hacerlo público y oficial.

Por eso a nadie le extrañó que se fueran antes, porque él tenía un vuelo al día siguiente.

Por eso a nadie la extrañó, solo a ellos, meterse en el mismo taxi y ella no protestó cuando él dio la dirección de su piso nuevo.

Sentados en la oscuridad del asiento trasero, Aitana se mantenía en silencio.

Tenía miedo de echarse a llorar si hablaba. No recordaba haber visto nunca a Luis tan enfadado y triste. Al menos no con ella.

Pero no dijo nada cuando salió del taxi tras él y tampoco dijo nada cuando le siguió hasta su piso nuevo.

Porque necesitaba más que nada que Luis dejase de estar triste. Y dejar de estarlo ella también de paso.

Empezó mal. Empezó sucio y agresivo por parte de ambos. Empezó en el pasillo de la entrada y siguió en la encimera de la cocina.

Y claro, en esos momentos más que nunca, tuvo que reconocer que no había muerto todo lo que sentía.

Porque mientras follaban sin mirarse a los ojos no había problema. El problema fue cuando, sin querer, cruzaron la mirada.

Cambió todo sin palabras. Donde había brusquedad pusieron caricias. Donde mordiscos, besos. Y al final, los líquidos de sus orgasmos se mezclaron con las lágrimas.

Aitana, que no había llegado a desnudarse, más que por las prendas estrictamente necesarias, les recogió de donde habían caído por el suelo.

No hablaron. Pero ambos supieron, sin ningún atisbo de duda, que había sido la última vez.

No tenían fuerzas para superar los escollos. Y si seguían intentándolo, iban a acabar odiándose.

Y eso era lo único que ninguno de los dos estaba dispuesto a permitir.

Podían estar furiosos, enfadados y resentidos. Pero no con el otro. Nunca con el otro.

Cinco días después lo hicieron público.

Quince días después ella sigue dando vueltas en la cama sin poder dormir.

Siempre ha dormido mal. Pero cuando estaban juntos Luis le hablaba hasta que se quedaba dormida.

Se gira y ve el piloto de notificaciones dibujar un patrón de luz verde intermitente en la pared oscura. Coge el teléfono para apagarlo por completo.

Recuerda su voz rugosa en su oído hablando de todo y de nada.

No dudaba seis meses atrás cuando él la ayudaba a dormirse en la otra punta del mundo.

En un par de semanas emprenderá de nuevo el vuelo. Los Angeles y Miami esta vez.

Recuerda la vez que le recitó la tabla periódica hasta que por fin cerró los ojos.

No se permite pensarlo demasiado antes de marcar su número.

Es posible que no conteste.

Pero, en el fondo, sabe que sí lo hará.

Porque las rupturas, en realidad, nunca son mutuas. Siempre hay alguien que da el primer paso y en este caso ha sido ella.

Y el sigue esperando.

Lo sabe con certeza cuando responde antes de que acabe el tercer tono de llamada.

- No puedo dormir- le dice antes de que él pueda saludarla, a modo de explicación.

El suspira y le oye encender una luz. No sabe si está en casa o en algún hotel. Intenta no seguir su agenda.

Tiene miedo de que él le diga que se tome una pastilla o que vea la televisión.

- Cuéntame-reconoce el sonido del mechero al encender un cigarrillo y se traga las ganas de decirle que no debe fumar.

Ya no es su novia. Suspira. No quiere decirle que le echa de menos, aunque sea cierto. Sería egoísta por su parte.

- ¿Somos amigos?

Podría enumerar las cosas que echa de menos. Sus besos, sus caricias, las cosquillas de su barba en el cuello y, dios santo, sus abrazos. Quizá lo que más echa de menos son sus abrazos.

- Vamos a decir que somos ex civilizados de momento- oye al otro lado de la línea- aún duele demasiado para ser amigos.

Le molesta saber que en ese momento se está llevando la mano al pecho, donde le duele. Le molesta conocerle tanto y seguir teniendo la certeza de que no puede funcionar.

- Yo quiero ser tu amiga Luis.

- No puedo. Aún no.

- ¿Por qué?- es estúpido preguntarlo, lo sabe, pero no tiene sueño y, por lo rápido que han contestado, él tampoco estaba durmiendo.

Luis suspira exasperado.

- No creo que pudiera soportar que me contaras que te has enamorado de otro Aitana.

Siempre puede contar con él para la verdad, sin medias tintas sin anestesia.

No quiere pensar siquiera en la posibilidad de ver a Luis con otra. Se pone enferma solo de pensarlo.

- Ese no es el problema y lo sabes Luis. Yo te quiero.

El suspiro se convierte en una risa seca y sin humor que nunca le había oído antes.

- Ya

Raras veces se puede expresar más con una palabra tan corta.

No van a volver a diseccionarlo. Ella le quiere. Él la quiere. Y hay cientos de razones que han existido siempre pero que antes estaban más dispuestos a ignorar.

- La semana que viene me voy a Estados Unidos otra vez. No vuelvo hasta el lanzamiento del disco.

No lo dicen pero saben que será más fácil. Los amigos comunes no se verán obligados a escoger pasar tiempo con uno o con otro. Aunque el reparto de lealtades se hizo en cuanto la noticia fue pública. Ricky, Nerea, Raul, Amaia y Alfred para ella, Miriam, Roi y Agoney para él. Solo Ana se esfuerza realmente por intentar ser imparcial y, a veces, Aitana sospecha que es pura empatía porque ha pasado por una situación similar no hace tanto. En el fondo, Ana es de Luis sin pestañear.

En apariencia ella se ha quedado con más amigos en el reparto. Pero no se engaña. Con Nerea y Ricky acabará intercambiando felicitaciones impersonales por su cumpleaños, con Raul en un futuro quedará de vez en cuando para ir a cenar, y Amaia y Alfred...bueno, esos juegan en su propia liga.

Luis se ha quedado con los corazones de león, leales hasta el fin. Se ha quedado con los que le van a obligar a salir a divertirse y le sujetarán la cabeza para vomitar cuando se emborrache demasiado.

- Intenta disfrutarlo. Y no quemarte.

Aitana sabe que los dos piensan, aunque no lo dicen, que la otra vez acababan de empezar. Él la esperaba despierto para poder hablar solo un ratito más. Y todo parecía posible.

- ¿No me odias si te digo que te echo de menos?

Se hace un silencio que se extiende entre ellos pegajoso y pesado. Aitana llega a pensar que la comunicación se ha cortado cuando le oye contestar.

- No voy a odiarte jamás.

Si él fuese menos él, le resultaría más fácil recordar porque esta es la decisión correcta.

Pero es todavía más difícil a las dos de la mañana, sabiendo que están a cinco minutos en taxi de distancia.

Sabe que si se lo pide estará ahí estrenando las sábanas en menos de quince minutos. Y después de empaparlas bien de sudor quizá pueda conciliar por fin el sueño.

Pero porque ella también le quiere se muerde la lengua.

- Dentro de un tiempo un tiempo a lo mejor dices algo diferente.

No se puede resistir a escucharle decir una vez que nunca podrá odiarla. Es egoísta y mezquino y lo necesita más que el siguiente soplo de aire que respira.

- Dentro de un tiempo voy a seguir queriéndote Aitana, pero voy a seguir teniendo diez años más que tú, y vamos a seguir teniendo vidas diferentes.

Aitana se encoge bajo el edredón y se hace una bola para combatir los pinchazos en la barriga que siente cada vez que repasa los motivos que tiene para no estar con él.

Dentro de un tiempo habrá vivido más. Dentro de un tiempo no sentirá estarse perdiendo cosas. Dentro de un tiempo, quizá haya tenido, por fin, tiempo para madurar.

Y será más fuerte para escuchar menos a las voces traicioneras. Y tendrá argumentos para contradecir a las voces bienintencionadas.

Pero no puede pedirle que espere.

No sabe cuánto tiempo es dentro de un tiempo.

Un mes es poco. Cinco años parece sacado de un manual de tortura.

Cómo puede saber uno cuando estará preparado para el amor de su vida.

- Toda la vida

Ella está casi segura de que aún no le ha pregunta nada. Aún.

- ¿Qué?

- Toda la vida, Aitana, lo que estoy dispuesto a esperar.

Quiere gritarle que no es cierto, que quizá lo piense ahora que las heridas están frescas, pero en unos meses, o en un año a lo sumo, otra la habrá sustituido como inspiración a sus rimas, otra más inteligente, otra más alta, más fuerte.

Otra más valiente y más dispuesta a hacer frente a los huracanes.

- No te lo puedo pedir.

- No lo estás haciendo

Se quedan en silencio otra vez. Es Luis quien lo rompe esta vez.

- Lo que tú y yo tenemos no es corriente, ni normal y no se encuentra tantas veces en la vida. Porque iba contra toda lógica que nos enamorásemos, y parecía imposible que llegáramos a tener algo pero pasó. Quizá no es nuestro momento.

- ¿Cuándo esté preparada puedo llamarte?

Intenta mostrar más seguridad de la que siente. Demostrarle que ella también cree que pueden tener esperanza en un futuro juntos y al decírselo, siente que respira mejor de lo que lo ha hecho en las últimas semanas.

- Siempre. Pero no tardes mucho. 

Continue Reading

You'll Also Like

257K 6.2K 52
⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯ જ⁀➴ 𝐅𝐄𝐄𝐋𝐒 𝐋𝐈𝐊𝐄 .ᐟ ❛ & i need you sometimes, we'll be alright. ❜ IN WHICH; kate martin's crush on the basketball photographer is...
22.7M 797K 69
"The Hacker and the Mob Boss" ❦ Reyna Fields seems to be an ordinary girl with her thick-framed glasses, baggy clothes, hair always up in a ponytail...
226M 6.9M 92
When billionaire bad boy Eros meets shy, nerdy Jade, he doesn't recognize her from his past. Will they be able to look past their secrets and fall in...
635K 14.2K 41
In wich a one night stand turns out to be a lot more than that.