Forbidden [HANK x CONNOR]

By Daikiraichan

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Hank Anderson, teniente de policía de Detroit, vive su apacible y tranquila vida junto a su esposa Katherine... More

Capítulo 1: Fuerza magnética
Capítulo 2: Promises I can't keep
Capítulo 3: Not just a Machine
Capítulo 4: Lullaby of Cain
Capítulo 5: Hate me, please
Capítulo 6: Unfaithful
Capítulo 8: This feeling
Capítulo 9: I think I love you...
Capítulo 10: El corazón quiere lo que quiere
Capítulo 11: Gasoline
Capítulo 12: The Letter
Capítulo 13: Nothing's gonna change my love for you (FINAL)

Capítulo 7: Falling away with you

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By Daikiraichan

NOTAS DEL AUTOR

Advertencia: Capítulo con escenas smut/yaoi/porno/lemon. Prohibido hermanos pequeños y personas con problemas del corazón. 

Credits: Illustration by @BECOMEHUNYA (twitter)

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Sus pasos firmes se escucharon contra el linóleo de la comisaria, amortizados por el murmullo de las idas y venidas de víctimas y agresores.

Los agentes de policía lo miraban atentamente cuando pasaba al lado de sus escritorios, buscando la mesa donde pudiera leer la placa de "Teniente Anderson". Miraba atentamente su alrededor, dejando claro que sólo tenía un objetivo: encontrar a Hank.

Y cuando lo división al fondo de la gran oficina llena de personas y papeles, no pudo evitar sonreír, alegrándose enormemente de verlo.

El LED de Connor tintineaba fuertemente en azul cuando se acercó al escritorio del teniente, que mantenía la cabeza gacha, observando unas fotografías atentamente.

- Buenos días, teniente –dijo con voz melosa, esperando sorprender a su oyente. Sabía que no lo esperaba allí, no después del affaire que habían mantenido la noche anterior y que no podía dejar de revivir una y otra vez en su cabeza.

Hank abrió los ojos de par en par y levantó la cabeza rápidamente, enfrentando la mirada avellana del androide. Su gesto se convirtió en un gesto malhumorado y de evidente enfado hacia su presencia.

- ¿Pero qué coño haces tú aquí? –le espetó sin miramientos, perforándolo con la mirada. De inmediato observó alrededor, asegurándose de quiénes se encontraban observando la escena.

Cuando se percató de que la mayoría de sus agentes estaban ocupados, se levantó del sillón y cogió a Connor de la mano, acercándolo amenazantemente a su cuello.

- No deberías estar aquí... -susurró, enervado por el atrevimiento del androide. Connor se rio.

- Solo pasaba por aquí y quería saludar –le respondió, pestañeando varias veces con dulzura, sabiéndose irresistible para Hank.

- Vamos a hablar tú y yo –murmuró Hank, tirando fuertemente del joven, dirigiéndole hasta el cuarto de baño de la comisaría.

Mientras caminaban con paso rápido y furioso, Gavin Reed, que se encontraba en su escritorio, masajeando una pelota anti-strees, estaba mirando la escena desde la distancia. Frunció el ceño, confundido. Cuando el desconocido y el teniente Anderson desaparecieron por la puerta del servicio, él se predisponía también a seguirlos; incluso llegó a bajar un pie de su mesa, para reincorporarse, pero apareció el detective Mattew, con quien compartía un caso importante, y le robó la oportunidad de incordiar a la pareja.

Chasqueó la lengua, molesto, y con mala gana dejó de mirar hacia el baño y dirigió su atención al joven detective que lo bombardeaba con datos sobre un crimen.

Ya dentro del baño, Hank se cercioró de que no había ningún agente en los cubículos y cuando estaba seguro de que se encontraban solos, presionó a Connor contra la pared, en un arranque de rabia.

- ¿Qué coño pretendes? ¿No te has dado cuenta de que pueden vernos? –susurró indignado, sujetando al joven androide con fuerza de la chaqueta. No podía creer que se hubiera atrevido a aparecer por su puesto de trabajo. Tenía el corazón acelerado por el terror que sentía recorrerle por las piernas-. Esta es mi comisaria, no puedes aparecer aquí cuando te dé la gana.

- Discúlpeme, teniente... -dijo Connor, con la mirada entristecida. Pero Hank se dio cuenta de que era fingido. Enseguida las manos del joven se encaramaron en la nuca de Hank y pudo notar como el chico aprovechaba la cercanía para pegar su cadera contra la del mayor, haciendo presión en los puntos estratégicos. Hank sintió un escalofrío-. Lo echaba mucho de menos después de lo de anoche... no podía parar de pensar en usted –ronroneó, sonriendo seductoramente mientras una de sus manos caminaba lentamente por el cuello del teniente.

Hank le cogió de las manos con fuerza y lo apartó. No quería caer en ese juego otra vez.

- Mira, Connor...- se separó del joven, que lo perforó con la mirada en señal de advertencia, como si le estuviera diciendo "ten cuidado con lo que me vas a decir". Su LED empezaba a brillar de color amarillo.

La conversación se interrumpió un segundo porque un joven policía entró al baño. Pidió disculpas al ver al teniente con el joven desconocido delante de los lavabos, pero Hank actuó con normalidad, intentando demostrar que era lo más normal del mundo estar hablando con alguien en el baño tanto rato.

Mientras el joven orinaba, se escuchaba el chorro caer entre el sepulcral e incómodo silencio que se había instalado entre los dos hombres, que se miraban atentamente, intentando comunicarse a través de los ojos. Hank se había dado cuenta de que Connor lo miraba con deseo, y eso, aunque no pudiera remediarlo, le había encendido una llama muy profunda en su ser.

Aquel joven apuesto y endemoniadamente perfecto, de todos los hombres que podía escoger, lo deseaba a él.

El sonido de la cadena del váter siguió a la puerta del cubículo y en unos segundos volvieron a estar a solas. Hank intentó retomar la conversación, pero Connor se adelantó.

- Lo de anoche... –le dijo, con voz melosa, mientras salvaba la distancia que les separaba. Ahora era él quien acorralaba a Hank contra la puerta de un cubículo-. Quiero que se repita –hizo una pausa que aprovechó para manosear a Hank por todo su pecho, bajando hasta sus caderas-. Ahora.

Y con decisión, agarró el paquete de Hank por encima de la ropa.

El teniente no pudo evitar sentir un respingo involuntario mientras abría los ojos de par en par. El androide se le abalanzó sobre los labios, buscando besarlo, aprovechando que Hank se encontraba sorprendido. Y nuevamente, Hank no pudo resistirse. Supo en su interior, que aquello era lo que había estado deseando toda la maldita mañana. En ese momento, con los labios suaves y deliciosos del androide sobre los suyos, se sintió nuevamente vivo. Gimió de forma involuntaria y sin darse cuenta, rodeó al androide con sus manos, incluso apretando una de sus nalgas de forma posesiva.

- Dios mío, ¿pero qué estamos haciendo? – murmuró en un momento de lucidez, cuando Connor liberó su boca para mordisquear el lóbulo de su oreja. Sentía el corazón latirle en la garganta.

-Sé que lo está deseando...–dijo con una sonrisa divertida, sobre su oído, haciéndole cosquillas.

El androide, con una de sus manos abrió el cubículo donde tenía acorralado al teniente y entraron al interior como una estampida, cerrando la puerta tras de sí. En aquel reducido espacio, ambos hombres dieron rienda suelta a la pasión. Hank comenzó a jadear de anticipación, mientras le abría la camisa al androide, dejando su pecho al descubierto, llenándolo de besos y saliva. Mientras tanto Connor agarraba la ya incipiente erección del mayor a través de los pantalones, deseando bajarle la cremallera para sentir su suave y deliciosa piel. Hank, que se sentía tremendamente excitado, no sabía si por el riesgo de que los descubrieran o porque se había quedado con ganas de más la noche anterior, no quería juegos ni preliminares; fue brusco y demandante; cogió al androide por los hombros y le dio la vuelta con rapidez, pegando el pecho del joven a la puerta del cubículo.

- Ah, sí, teniente...-respondió Connor con sorpresa, sintiendo cómo el mayor se bajaba la cremallera. Aquel sonido, para el androide, era la antesala del paraíso-. No sabe cuánto lo necesito...

Con rapidez, el joven se desabrochó el cinturón y no tuvo ni tiempo para bajarse la ropa, pues el mayor tiró de ella hasta dejarlas colgando en las rodillas del androide. Ahora lo tenía expuesto totalmente, con su culo desnudo y su pene chocando contra la puerta. No hubo preliminares, no los necesitaban, estaban demasiado excitados y apurados.

Connor gimió roncamente cuando sintió la polla de Hank penetrándole de una embestida. Hank le llevó la mano a la boca de inmediato, quedándose inmóvil unos segundos. Alguien había entrado al baño. El androide gemía sordamente y meneaba su cadera, haciendo que el pene erecto que se encontraba en su interior, se frotara gustosamente. Hank también intentaba aguantar la respiración agitada.

En el cubículo de al lado, se encontraba un agente. El tiempo parecía haberse detenido. Los dos hombres se movían muy suavemente, con los ojos cerrados y las mejillas sonrojadas; el teniente de rojo escarlata y Connor de un azul cielo.

Cuando escucharon que el policía se lavaba las manos en el lavabo, Hank sintió en su estómago el borde del orgasmo sobrevenirle. Y cuando escuchó el sonido de la puerta del baño volviéndose a cerrar, quedando ellos dos solos en el cubículo, soltó un ronco gemido mientras agarraba fuertemente al androide por la cadera y le hundía una, dos y hasta tres veces la polla, corriéndose, largamente, en el interior del joven, tal y como había ocurrido la noche anterior. Y se sintió en la gloria, cerró los ojos y tiró la cabeza hacia atrás, mientras los espasmos del orgasmo lo recorrían desde la punta de los pies hasta la punta de la nariz. Connor arañó la madera de la puerta donde seguía empotrado, y sus labios lucían una sonrisa satisfecha, de poder.

El teniente Anderson era suyo, y aquello solo era una pequeña prueba de que, Hank Anderson lo deseaba.

Lo deseaba más que a nada en el mundo.

Y Connor también lo deseaba a él.

Gavin observaba la puerta del servicio cuando de pronto vio a Hank salir. Lo miró detenidamente. Parecía... diferente. Más ligero y joven.

Y poco después de salir el teniente, vio salir al joven desconocido. Pudo mirarle la cara e incluso tuvo la oportunidad de intercambiar una fugaz mirada con él. El joven se fue sin despedirse de Hank, a quien se suponía que había ido a ver, y se marchó tan tranquilamente como había aparecido.

Gavin frunció el entrecejo. Se sentía tremendamente confundido y suspicaz.

Aquella cara... esos ojos...

Le resultaban ligeramente familiar.

Pero... ¿dónde los había visto antes?

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Y lo que más había temido Hank desde el día que conoció al androide, finalmente ocurrió.

Los días pasaban uno tras otro, como piezas de un rompecabezas infinito y cada día que pasaba, más añoraba los encuentros furtivos que mantenía con el androide de piel de porcelana.

Al principio eran puntuales, rebuscados y planeados, pero poco a poco, se fueron convirtiendo en una rutina necesaria en la vida de Hank Anderson. No podía detener su ansia de Connor, necesitaba cada día un poco más; Era adicto al deseo que la mirada del androide proyectaba. Un deseo dirigido hacia él. Solo para él.

Cuando lo desnudaba y lo poseía, se sentía lejos de la mortalidad. Se sentía poderoso, como si todo aquello fuera un premio por una vida repleta de esfuerzos y de dedicación hacia los demás. Hank se había olvidado de satisfacerse a sí mismo a lo largo de los años, y ahora se estaba cobrando todo lo que la vida le debía.

Y se lo estaba cobrando en carnes; lampiñas, brillantes y sedosas carnes. Se lo estaba cobrando a la vida con cada sensual gemido que arrebataba de sus labios color cereza. Él era el dueño ahora de esos gemidos, y también de su piel... Su piel, aquella piel lo enloquecía día y noche. Los ojos avellana del joven lo perseguían, estuviera despierto o durmiendo. Lo buscaba, a través de las ventanas, en las constantes clases particulares que impartía a su hijo, en las chácharas inocentes que su mujer mantenía con él por la tarde mientras tomaban cafés...

Era tan miserable. Hank lo sabía. Había descubierto la verdadera oscuridad que albergaba en su alma, y es que era un ser miserable.

Pero no podía parar de serlo. Lo había intentado y había fracasado estrepitosamente, ya ni siquiera se esforzaba en autocastigarse. Había asumido que aquello era una enfermedad de la que no tenía escapatoria.

Era imperdonable, la manera en la que, en alguna cena a la que invitaban al joven, ambos hombres se miraban, en secreto, con Kathy desconocedora de lo que ocurría debajo de la mesa como testigo mudo; un roce sobre una rodilla, un pie juguetón entre las piernas... Se odiaba por compartir aquellos endemoniados juegos a los que Connor le empujaba.

Era culpable de convertir todos los lugares comunes que compartía con su familia, en la antesala del pecado. De llenar de quejidos y jadeos el asiento trasero de su coche, de robarle besos a aquellos dulces labios tras las cortinas de su sala de estar, de mentirle descarada y despiadadamente a la que era la mujer de su vida, para escabullirse a la casa de enfrente y desatar la pasión sobre el joven y frágil cuerpo de un androide que había conseguido arrebatarle la razón.

Ya ni siquiera se excitaba cuando Kathy lo buscaba.

Y se odiaba por hacerle daño. Él realmente la quería. Sabía que la amaba.

Pero una mirada seductora que no era la de ella lo miraba constantemente. Aparecía cuando cerraba los ojos, cuando la intimidad en su cama, con su mujer, aparecía. Como advirtiéndole quién era realmente su dueño.

Ahora le pertenecía por completo a él. Aquel joven había conseguido hacerle perder el control de su propia vida.

Y estaba justo en ese momento, en el que se daba cuenta de que comenzaba la debacle de una hermosa época de su vida. Se estaba dando cuenta justo en ese instante de que había perdido las riendas. De que pronto se quemaría con fuego... Pero estaba dispuesto a seguir jugando, arriesgando toda su fortuna a la ruleta.

- ¿Que tienes un congreso este fin de semana? –Katherine se había quedado atónita con la noticia. Hacía años que Hank no participaba en ese tipo de eventos formativos para el cuerpo policial, porque odiaba aquellos encuentros nacionales. Muy diplomáticos, siempre comentaba.

- Sí, cariño –afirmó Hank, con la vista puesta en el libro que estaba leyendo. Le habían dado las dos semanas de vacaciones que le habían prometido devolverle y las empezaba ese próximo fin de semana. Connor le había convencido para hacer una locura-. Debido a todos los cambios legislativos, voy a llevar una ponencia sobre la mente criminal divergente. Los tiempos cambian, cariño, hay que seguir reciclándonos –se excusó, sin mirar el rostro desencajado de su mujer.

- Ya casi no pasamos tiempo juntos...-la señora hizo un mohín mimoso, buscando el calor de su marido-. ¿No puedes decir que te has puesto malo?

Hank se rio suavemente. En el fondo sentía que en su corazón se le clavaban miles de puñales por todo aquel daño que le estaba haciendo a su mujer. Kathy no se merecía aquel engaño.

- No te preocupes, mi amor –le dijo, calmándola con un beso en la mejilla-. Vendré enseguida y después podremos irnos de vacaciones cómo habíamos dicho –y con eso, cerró el libro, preparándose para dormir.

- Nos vendrán genial unas vacaciones en familia –dijo Kathy, con voz ensoñadora-. Buenas noches, mi amor –y le dio un beso en los labios.

Hank respondió suavemente, pero, aunque Kathy había tenido intención de profundizar el beso, el teniente no respondió entusiasmado; se hizo el que tenía mucho sueño y cansancio y terminó rápidamente el contacto. Le deseó buenas noches también y apagó la luz de su lado de la cama, poniéndose de lado, para coger la postura más cómoda para dormir.

Tardó horas en conciliar el sueño.

La culpabilidad lo devoraba por dentro.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Se había despedido de su mujer en el rellano de su puerta con un beso cariñoso en los labios. A Cole le había dado también un beso en la frente y le había revuelto el pelo mientras lo dejaba jugando con sus amigos en el patio.

Portaba un maletín con folios en blanco. Su supuesto discurso. Un cheque en blanco hacia la perdición.

Al montarse en el coche, el alma le pesaba, pero ahora que sobrepasaba la salida de la autopista, rumbo al corazón de la ciudad de Detroit, cada vez sentía más lejana la vida que supuestamente le pertenecía. Las obligaciones y compromisos que había adquirido como padre de familia, como marido, como hombre noble e íntegro. Todo aquello quedaba atrás, mientras aceleraba el motor de su Ford Mustang.

Miró el reloj. Eran las 10:00.

Debía hacer una pequeña pero importante parada.

Arrimó su coche en la zona habilitada para ello en la estación de servicio. La gente entraba y salía de las tiendas de comestibles en medio del nudo logístico. Observaba el panorama dentro de su coche, tamborileando los dedos contra el volante, esperando.

Recibió un mensaje en su móvil, el cual ojeó. Era su mujer, deseándole buena suerte y diciéndole que le amaba. Iba a responder que él también la amaba, pero entonces la puerta de su coche se abrió por el lado del copiloto.

Con elegancia, un joven irrumpió dentro del vehículo, cogiendo asiento con facilidad, ya que conocía perfectamente aquel coche, testigo de muchos momentos de intenso placer.

Portaba unas gafas de sol que le ocultaban la mirada y vestía de forma jovial, mostrando parte de su perfecta piel del pecho en una camisa de botones de manga corta. Hank dejó el móvil, olvidado, a un lado, mientras lo devoraba con la mirada. Su perfecta nariz, sus lunares, estratégicamente colocados alrededor de sus mejillas, sus brillantes y suaves labios cereza...

Connor sonrió y como siempre que le sonreía, sintió su estómago agitarse por múltiples mariposas.

- ¿Es que no piensas darme un beso? – preguntó suavemente el joven, como en un ronroneo, bajándose las gafas a la altura de sus ojos, mirándolo intensamente sobre los oscuros cristales. Su LED brillaba intensamente, tan azul como el cielo.

Él sabía cómo despertarle. Él sabía qué teclas tocar para enloquecerlo con tan solo un gesto. Nunca había sentido nada parecido.

El teniente se dispuso a mirar alrededor, paranoico de que alguien conocido pudiera observar la escena que iba a suceder, pero Connor no le dio tiempo, le cogió el rostro entre las manos y se llevó los labios del mayor hacia los suyos, entrelazándolos en un beso que inmediatamente se tornó húmedo. Entre ellos no existía nada que no fuera apasionado. Sus caricias desprendían electricidad; sus besos incendiaban todo a su paso.

Cuando se separaron para reanudar la marcha, el corazón de Hank saltaba alocadamente en su pecho.

- Que comiencen nuestras vacaciones –dijo Connor, colocándose de nuevo las gafas en su sitio.

Parecía irradiar felicidad.

Hank no pudo evitar sonreírle, contagiándose de esa extraña felicidad. 

Llegaron al corazón de la ciudad donde habían alquilado una habitación en un edificio discreto. Todo aquello había sido idea del androide, era él quien había hecho la reserva y quien había elegido el lugar. Hank solo se había dejado llevar.

Aquella loca idea le había horrorizado en una primera instancia, no obstante, solo tardó veinticuatro horas en aceptarla. Necesitaba saber lo que era estar todos esos días con Connor, sin interrupciones, sin excusas de por medio. Sin el agotador proceso de tejer una red de mentiras lo suficientemente creíble para que Kathy no sospechara nada.

Cuando entraron en la habitación, donde iban a poder disfrutar de la libertad, Hank sintió un fuerte vértigo. Su cara reflejó algún sentimiento confuso, porque Connor percibió su preocupación.

- ¿Qué te pasa, Hank? –la confianza ya era suficiente como para dejar de llamarle teniente, a pesar de que a veces lo seguía utilizando en la cama porque sabía que al mayor le gustaba-. ¿Te encuentras bien?

Connor era muy atento y cariñoso cuando estaban a solas. No sólo sabía jugar sus cartas y ser seductor, sino que era el perfecto compañero y anfitrión. Acarició la curtida piel de la cara de Hank y le acicaló el cabello, mientras se apoyaba en su pecho, buscando su calor.

- No te preocupes por nada, yo me encargaré de todo –le susurró, mientras le daba pequeños besos en la comisura de los labios, para calmarlo, sabiendo que tal vez se sentía abrumado por la dura realidad de serle infiel a su esposa.

Pero a Connor le agradaba la idea de saber que lo había elegido a él. Que, a pesar de todo, estaba ahí con él, que había aceptado su propuesta de pasar un fin de semana solos. Sabía que Hank deseaba compartir algo más profundo con él, no solo apasionados encuentros escondidos entre las paredes de su casa o entre el volante y el sillón de su coche en fríos descampados. Y eso a Connor le agradaba. Le hacía tremendamente feliz. Le hacía experimentar un sentimiento que, hace tiempo, se creía único para los humanos: amor. 

El joven androide deshizo el equipaje y organizó todo en la elegante habitación de hotel. Aquella habitación no tenía cocina, solo servía para dormir, por lo que el androide había planeado varias actividades en los alrededores. Lo tenía todo calculado. Iba a ser una escapada romántica. Una escapada perfecta.

Cogió un sobre que tenía guardado en el bolsillo de su camisa y se fue a reunir con Hank, que se encontraba mirando por el gran ventanal que atravesaba por completo la pared principal de la habitación. Desde ahí se podía ver toda la ciudad y parte del lago. Era una vista preciosa.

El androide se posó por detrás del hombre, agarrando suavemente su cintura, mirando también él tras los cristales de la ventana. Hank sintió una extraña paz, manteniéndose así durante unos segundos.

- Te tengo una sorpresa –dijo por fin el androide, ofreciéndole el sobre al mayor, quien lo cogió con curiosidad-. ¡vamos, ábrelo! –le apremió con emoción infantil brillando en los ojos.

- ¿Qué estás tramando? –preguntó Hank con una sonrisa, mientras abría el sobre y rescataba del interior sendas entradas para un local nocturno especializado en Jazz-. Oh, mierda, Connor, ¿cómo has conseguido esto? ¿Cómo sabes que me gusta el Jazz?

Connor estaba satisfecho. Muy satisfecho con su reacción. Se veía reflejado en los iris azules de Hank, que brillaban con ilusión.

- Porque fui detective en otra vida –le dijo, misteriosamente, mientras le guiñaba un ojo. Hank se estremecía siempre que hacía aquello-. Es esta noche, y el local está cerca, así que podemos aprovechar y cenar... ¿no soy el mejor novio del mundo? –preguntó, divertido.

Hank lo abrazó suavemente, y en su cara surgió una pequeña sombra. No sabía si era el mejor novio del mundo, ya que él era un hombre casado con otra persona. Se odió internamente por todo aquello.

- Escucha –Connor lo volvió a mirar intensamente, como adivinando sus pensamientos-. Sé lo que estás pensando, te conozco... -acarició su rostro; siempre lo tocaba con cuidado, como si se fuera a romper bajo la presión de sus suaves manos-. Este fin de semana es nuestro. Solos tú y yo.

- Connor... -Hank entrecerró los ojos. Quería creerle. Quería saber lo que era vivir aquella aventura que la vida le había puesto en medio sin la presión de la culpabilidad ahogándole el pecho.

- Shhh... solo bésame –y lo agarró del cuello con sus brazos, mientras le ofrecía sus labios en bandeja, para que los besara, mordisqueara y saboreara cuanto quisiera.

Aquello era el bálsamo de sus heridas, lo que lo curaba todo. Acababa con sus dudas y sus sufrimientos. Jamás había experimentado aquella fijación por unos labios humanos. Besar aquellos labios... le vendaban los insistentes ojos de la consciencia. 

Y los besó, oh, sí los besó... los besó hasta que no quedó nada de lo que arrepentirse.

:::::::::::::::::::::::::

El restaurante que habían elegido antes de escabullirse a la vida nocturna de la ciudad, donde les esperaba un espectáculo de blues y Jazz que seguramente Hank jamás olvidaría, se encontraba relativamente cerca del hotel, y era un elegante y pudiente restaurante. Ambos tuvieron que ponerse chaquetas para poder entrar y un metre les había acompañado a su mesa, que ya tenía Connor reservada con antelación.

Hank era teniente de policía, y a pesar de lo que muchos creían, la policía de los Estados Unidos de América no contaba con grandes sueldos. Se había arriesgado el culo por los ciudadanos de aquel país incontables veces, pero los honorarios por aquella hazaña eran más bien humildes. Todo aquel dinero salía del bolsillo del androide. Hank se había preguntado cómo era que un profesor androide pudiera contar con el suficiente dinero para llevar a cabo aquel plan.

- Los androides no tenemos tantos gastos como vosotros los humanos, ¡más ventajas de estar conmigo! –le había respondido, divertido por sus preguntas, mientras levantaba una copa de vino, brindando por lo que él consideraba una prueba más de la superioridad de los androides frente a los humanos.

La cena transcurrió entre risas y bromas sugerentes. Connor solo bebía, su plato se encontraba triste y vacío, pero Hank, que se había pedido un salmón bien hecho y estaba ya disfrutando de los últimos bocados de su deliciosa cena. Se sentía relajado. En el joven androide había descubierto una interesante compañía, con el que compartía muchas cosas más además de caricias entre las sábanas.

- Necesito pasar al baño, creo que he bebido demasiado –dijo Hank, una vez terminaron la cena. Se sentía extraño dejando que Connor pagara absolutamente todo, pero sabía que desde que se levantara para ir a los servicios, el joven androide aprovecharía para pagar la cuenta.

Connor vio al teniente levantarse. Lo miró embelesado. Si sus circuitos se volvían locos por algo, ese algo era Hank Anderson. Aquel hombre... Lo hacía suspirar. Él sabía que era un androide divergente, desde hacía muchísimo tiempo, pero Hank se lo había confirmado. Desde el primer momento que lo vio, lo supo. 

Hacía latir su corazón biónico, todo a su alrededor parecía desaparecer cuando aquellos ojos azules lo miraban. Lo quería solo para él.

Sus intensos pensamientos se vieron interrumpidos por la mirada insistente de un desconocido que se encontraba delante de su mesa. Creyendo que se trataba del camarero para pagar la cuenta, le dirigió la mirada, no sin cierta desgana, porque quería seguir analizando al objeto de su deseo.

Sin embargo, cuando cruzó los ojos con aquel desconocido, su LED empezó a cambiar de colores, enloquecido, hasta marcar un rojo furioso. Se levantó de golpe de la silla, haciendo un ruido desagradable con ella, al arrastrarla.

- ¿Qué haces tú aquí? –preguntó el desconocido. Miraba a Connor con malicia. El androide perdió aquella aura de seguridad que siempre le envolvía y pareció convertirse en una muñeca, frágil y asustadiza. Bajó la mirada, mientras fruncía las cejas-. Ey, te estoy hablando, mírame cuando te hablo...

El desconocido se acercó al muchacho y lo intentó coger por el mentón, para levantarle la mirada, Connor intentó desembarazarse, sin éxito. Los ojos avellana reflejaban temor.

- Oye, si estás solo, ya sabes, tú y yo podríamos... -le dijo mientras le sonreía lascivamente, agarrándole fuertemente el mentón, como pellizcándoselo.

Fue en ese momento que Hank regresaba al salón, y fue testigo de la extraña escena.

Solo vio cómo aquel hombre tocaba a Connor y sintió fuego en sus entrañas. Abrió los ojos de par en par y se enrojeció rápidamente debido a la ira. Cuando descubrió que Connor se encontraba alterado, con su LED parpadeando en rojo, sonaron todas las alarmas en la cabeza del teniente, quien se acercó a la escena con los puños cerrados, clavándose las uñas en las palmas.

-Disculpe –y le cogió el hombro al desconocido, de forma brusca. No pretendía ser amable-. ¿Te está molestando, Connor? –le preguntó al joven, con el ceño fruncido.

- ¿Quién es este? –preguntó el individuo, mirando de arriba abajo a Hank, como despreciándolo. El desconocido vestía elegantemente y tenía el pelo rubio ondulado engominado hacia atrás. Parecía una persona adinerada y bien posicionada-. ¿Es que ahora andas con ancianos?

- Ya es suficiente –Hank se acercó a Connor y lo cogió del brazo, interponiéndose entre el desconocido y el joven-. Vámonos.

- Eh, eh, ¿a dónde crees que te lo llevas? –el desagradable hombre intentó detener a la pareja, cogiendo a Hank por el hombro, a lo que el mayor reaccionó sacando la placa, que siempre llevaba en el cinturón cuando iba de paisano, y poniéndosela delante de la cara.

- Policía de Detroit –dijo, identificándose-. Le ruego que se mantenga alejado de nosotros si no quiere problemas. ¿Está claro? – amenazó Hank, bajo la curiosa mirada del resto de comensales de otras mesas. Los ojos azules del mayor eran desafiantes. El personajillo rubio se achantó al comprobar que se trataba de un policía y retrocedió con las manos a la vista, con temor a que tal vez Hank sacara una pistola, como en las películas, y le disparase.

Cuando la pareja salió del restaurante, hacía frío en la calle. Connor estaba todavía con la vista algo perdida y parecía afectado por lo que acababa de sucederle.

- ¿Quién era ese pijo de mierda? – preguntó, extrañado de la situación, que no parecía tener sentido para él-. ¿Y por qué te hablaba de esa manera?

Connor se mantuvo en silencio, con la vista fija en la acera. Su LED seguía de color rojo escarlata. 

- ¿Connor...? –susurró Hank, comenzado a preocuparse por el joven.

-Abráceme, teniente –rogó de pronto el joven con voz débil, buscando inmediatamente cogido entre su amplio pecho.

El mayor lo recibió entre sus brazos y lo acurrucó, mientras la transitada calle se llenaba de diversas figuras que iban y venían, invisibilizándolos entre la multitud. 

Por un momento, Hank sintió cómo Connor estaba a punto de quebrarse entre sus brazos. 


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SOUNDTRACK 

Falling away with you - Muse

so I'll love whatever you become

and forget the reckless things we've done

I think our lives have just begun

I think our lives have just begun  


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NOTAS DEL AUTOR

¡Casi no lo escribo!

Lamento la tardanza. Con el KINKTOBER estoy teniendo problemas incluso para encontrar tiempo para dormir. Estoy atrasado un día en el reto y este capítulo tenía que salir con más prioridad, así que lo sientooooo. 

Este ha sido un capítulo transitorio, la relación de Hank y Connor comienza a desarrollarse. Hay sentimientos fluctuando... ¡y muchas preguntas! ¿Os acordáis de las teorías y las pistas? Pues pronto se desvelará todo. A ver cuántas habéis adivinado. ¡No os olvidéis de decirme en los comentarios si os ha gustado! 

Ahora me voy a dormir, y espero poder escribir un relato para el KINKTOBER que aglutine dos fetiches para arreglar el retraso.  

¡GRACIAS A TODOS Y TODAS POR LEERME HASTA AQUÍ! 

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