Te conozco x los zapatos ©®

By vcarlabianca

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| C O M P L E T A | ✔️ COMEDIA ROMÁNTICA [+18] «Un par de zapatos pueden cambiar tu vida, sino pregúntale a... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1. Todo lo que no me gusta
Capítulo 2. Ya lo odio
Capítulo 3. Mala leche
Capítulo 4. Mascara de hielo
Capítulo 5. Fantaseando
Capítulo 6. Mala jugada
Capítulo 7. ¡¿Qué?!
Capítulo 8. Reacciona
Capítulo 9. El mejor
Capítulo 10. Planes nocturnos
Capítulo 11. Esto no entraba en mi plan
Capítulo 12. Ojo x ojo
Capítulo 13. ¡Ahora sí, te mato!
Capítulo 14. Un pequeño error
Capítulo 16. Fatal
Capítulo 17. Imbécil
Capítulo 18/1. Confusión
Capítulo 18/2. Una noche
Capítulo 19. Lárgate
Capítulo 20. Días desiertas
Capítulo 21. Su otra cara
Capítulo 22. Un viernes gris
Capítulo 23. Iker Sinclair
Capítulo 24. Una tras otra.
Capítulo 25. Negación injustificada
Capítulo 26. El doctor
Capítulo 27. Cita llena de casualidades
Capítulo 28. Sin paquete
Capítulo 29. Romina/Milla Flow
Capítulo 30. Encerrada pero libre
Capítulo 31. Ella es igual a mi.
Capítulo 32. Confianza
Capítulo 33. Familia
Capítulo 34. Romeo y su Julieta
Capítulo 35. El idiota de Sinclair
Capítulo 36. Decisión final
Capítulo 37. El trato
Capítulo 38. Y ahora...¡Basta!
Capítulo 39. Ciclo cerrado
Capítulo 40. Sentencia final
Capítulo 41. Orgullo contra orgullo
Capítulo 42. Amor y otras mierdas...
Capítulo 43. Familia
Capítulo 44. Digo que...
Capítulo 45. Así era una vez
Capítulo 46. Soy nada sin ti
Capítulo 47. Nuestra Vida. Final
Epílogo

Capítulo 15. Tensión extrema

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By vcarlabianca


SORPRESA 💛




«¿Qué diablos debo hacer para manejar a esta mujer?»

Estaba más jodido que nunca. Con cada día que pasaba a su lado me volvía preso de su locura y con cada día en el cual ella estaba ausente, mi autocontrol se evaporaba. Esa mujer tenía una influencia perturbadora sobre mí.

Había sabido desde cómo amanecí que no había forma de ser capaz de formar un pensamiento coherente. Lo único que quería era follarla. Motivo por el cual cancelé todas las juntas que tenía para ese lunes. Estaba perdiendo el control y, no solo sobre mí, sino sobre mi vida entera. Yo no me permitía el lujo de perder la cabeza, ni siquiera si se trataba de los tremendos y placenteros polvos que disfrutaba al lado de la señorita Flow. Tenía que concentrarme en mis prioridades y sobre todo en mi libertad.

La señorita Flow pasó su trasero y sus zapatos amarillos—los mismos zapatos feos—por mi empresa a las ocho en punto. La había escuchado hablar con alguien cuando están en la cocina preparándole el café—poniéndole bicarbonato en lugar del azúcar, que normalmente la recepcionista preparaba para toda la empresa en la mañana.

Luego de haberme asegurado que iba a recibir ese café especial, me dirigí hacia mi despacho. Era impresionante el poder que tenía esa mujer sobre mi pene, que desde que la había escuchado riéndose con la recepcionista no quería bajarse de ninguna manera.

Me senté en la silla de mi despacho y esperé a que la calentura se me baje. Y esperé...

Después de varios minutos de tortura, me incliné hacia mi escritorio y me tiré con fuerza del pelo, deseando calmarme y bajarme la puta erección matinal, cuando me sobresalté por haber escuchado un fuerte ruido que provenía del pasillo. Caminé hacia la puerta, abriéndola y notando el trasero de la señorita Flow— mirándolo, no arreglaba en absoluto el problema que tenía en mi pantalón, que estaba recogiendo unas cajas con... «¡Mi nueva colección de zapatos!»

—¿Te importa decirme qué demonios estás haciendo con mi nueva colección tirada en el suelo?— cuestioné y ella se levantó, girándose hacia mí y mirándome de una forma que parecía que me acabara de salir un tercer ojo.

De repente sentí la necesidad de proteger mis joyas. Conociéndola, esa mirada no predecía nada bueno.

—¡Milla, Íker!— La llegada de Emir— como siempre inoportuna, la hizo deslizar la mirada de mí para fijarse en él. —¿Enfadando al jefe desde la mañana?— Le dio un codazo a Milla mientras se dispuso a recoger las cajas en su lugar.

«Emir, eres un imbécil»

—¡Oh!— susurró Milla de repente con la intención de apoyarse en la pared, momento en el cual la agarré por la cintura, mirándola confundido.

—¿Te encuentras bien?— pregunté en voz baja y ella asintió ligeramente con la cabeza.

—Solo fue un mareo.

—¿Quieres que te lleve a la casa?— se ofreció Emir de inmediato.

«¿Quieres que te saque los dientes?»

—No, ya me siento mejor de todos modos— agarró mis manos y las alejo de ella. —¿Algún cambio en su agenda?— me miró atentamente.

—No— contesté mientras le hice señal a mi amigo a entrar en mi despacho—, mejor vete a la casa a descansar.

—¿Podrás manejarlo todo solo?— arqueó una ceja.

—Vete antes de que cambie de opinión— gruñí entre dientes.

—Sabes, no te mataría ser un poco más amable— se encogió de hombros. —De todos modos, con dejarme ir a la casa has superado el nivel de amabilidad que tenías planeado para mostrar durante este año.

—Soy muy amable— fruncí el ceño y ella sonrió. —Si tú fueras un poco más educada conmigo y me obedeces las reglas, todo estaría mejor.

—Ni una mierda te obedeceré algo que tú me estás pidiendo con tanta superioridad.

—¿A sí?— me acerqué a ella susurrándole al oído. —La próxima vez esa boca ya no se salva.

—¡Ah!— sacó un gemido sorprendido y ahogado.

Se mofó y luego se encaminó hacia su despacho . Sacudí la cabeza y me volví hacia el mío, cerrando la puerta detrás de mí.

—Eres tan patético, Iker.— gruñó Emir.

—Como si tú fueras mejor.

—Te gusta Milla.— soltó de repente y me detuve, empezando a reír. — Y esta es exactamente la reacción que esperaba ver.

—¡Dios, no!— negué con la cabeza, aún riéndome de su oscuridad mientras y tomé siento en mi silla.

—Soy tu amigo, tu único amigo y me estás mintiendo.— dijo.

—Buen argumento, pero no te estoy mintiendo. No hay absolutamente nada entre la señorita Flow y yo.— dije y él me atravesó con la mirada.

—¿Cómo van las cosas con tu familia?— Se acomodó en su silla.

—De mal en peor.

—¿Tu padre está peor?

—La enfermedad avanzó más rápido de lo que lo habíamos planeado.— suspiré largo pensando en él. —Mi madre me contó que...— me interrumpió.

—¿Tu madrastra? ¿No has visitado aún a tu padre? su tono era severo.

—No pienso hacerlo. Enfermo o no, me jode la vida.

—Iker...

—Mi decisión está tomada.

—¿Y Antonetta?— preguntó y sentí un grave disgusto.

—Sigue negándose— la miré a los ojos—A veces creo que nunca lo hará...— me quedé estupefacto cuando la puerta de mi oficina se abrió.

—Tenemos que hablar ahora mismo— la escuché decir y mi cuerpo empezó a ponerse furioso. —Emir, salte de aquí. Ahora.— añadió Antonella, fijándome con la mirada.

—Opino que es mejor que te salgas tú y, como soy el jefe, te ordeno a que te largues.— escupí enfurecido, levantándome de golpe de la silla.

—¿Tan enojado estás?— preguntó mientras que Emir se levantó también y se dirigió hacia la puerta.

—Disgustado— repliqué.

—Iker, vuelvo después.— me dijo Emir. —Adiós, Antonella.— la saludó antes de salir por la puerta.

—Iker...— empezó a hablar y cogí el teléfono.

—¿Es necesario llamar a la seguridad o te sales sola conversando con la poca dignidad que aún te quedó?

—¿Estás jodidamente bromeando?— preguntó incrédula. —Escúchame cinco minutos, por lo menos.

—Hacerlo significaría importarme. ¡Lárgate!— Me dirigí hacia ella molesto, agarrándola por el brazo y caminando con ella hacia la puerta.

—Yo no soy un animal para que me trates así.— se zafó de mí, agarré.

—Créeme, lo sé. Eres mucho peor.— le dediqué una mirada feroz.

—¿Ya no me amas? —Sus ojos se pusieron llorosos. —Perdóname.

—¿Perdonarte? Mejor me muero, ¿entiendes?—le espeté en la cara.

—Fue un error.

—Fue un jodido error lleno de intenciones.— dije áspero. —Qué hermoso hubiera sido si nunca me había enterado, ¿verdad? Tú y mi padre hubieran cantado victoria, pero mira cómo es la vida, que ahora los dos se pueden ir directamente a la mierda.— abrí la puerta y la empujé fuera de mi oficina.

Antonetta me miró furiosa y por primera vez tuvo el valor de mostrarse así como era. Una falsedad.

—Tienes mucho que perder si vas en mi contra. Recuérdalo.— habló y estuve a punto de acercarme a ella y sacarla a golpes de mi empresa cuando alguien me tocó el hombro por detrás.

Mis ojos enfurecidos se posaron en los de ella, y noté la cantidad de gente que estaba asistiendo al show. Milla no sacó una palabra, me miró y tras unos segundos alejó su mano de mi hombro. Cuando volví a mirar a Antonella, entendí que ya se había ido.

—Milla, tu café— mi asistente personal número uno le entregó a Milla el café que hoy en la mañana yo mismo se lo había preparado, pero por alguna razón ahora ya no quería que lo bebiera.

—Dale otro café— le ordené.

—Pero sí...— me miró dudosa.

—¿Qué?— le grité enfurecido y ella parpadeó. —¿Perdiste algunas habilidades entre ayer y hoy y ya no comprendes la palabra otra? ¡Ahora!— Volví a gritarle antes de darme la vuelta y encerrarme en mi oficina.

Una vez solo en el silencio de la oficina, empecé a tirar todo lo que tenía sobre el escritorio. Estaba que me llevaba el demonio. Mi vida completa era un verdadero caos, llena de aprovechadores y de gente que buscaba en mí su propio interés.

—¿Pero qué demonios te está pasando?— escuché la voz de Milla que había entrado en mi oficina y ahora miraba aterrorizada mi despacho.

—¿Qué te importa?— la miré a los ojos y ella cerró la puerta detrás de ella.

—La gente ya empieza a hablar de lo que está pasando. Bájale dos rayitas a tus nervios o las cosas degeneran.— me dijo en voz tranquila mientras empezó a coger las cosas que había tirado en el suelo.

Me dejé caer en el sofá de mi oficina, esforzándome en calmarme mientras Milla recogía las cosas.

—Déjalas, no es tu deber limpiar mi desastre.

—Esto quiere decir que en algún momento tendrás que devolverle el favor.— replicó sin mirarme.

Y una vez más silencio. Pasaron varios minutos en los cuales ninguno de nosotros dos no había sacado una palabra, hasta cuando sentí la necesidad de preguntarle la verdadera razón por la cual se quedaba callada, algo realmente sorprendente de su parte.

—¿No vas a preguntar nada?

Dejó los papeles sobre mi escritorio y se giró hacia mí. Su mirada y su rostro eran tranquilos y dulces.

—¿Estás mejor?— preguntó por fin y fruncí el ceño.

—¿No vas a cuestionar nada sobre lo que acaba de pasar?— insistí.

—¿Te encuentras mejor?— insistió también.

—Sí— contesté.

—No, no te voy a preguntar nada de lo ocurrido hace rato— se encogió de hombros. —Supongo que tendrás tus razones por haberte puesto así.

Y me quedé como un loco mirándola.

—Siéntate a mi lado— extendí mi mano y su mirada se fijó en ella. Al principio dudé y aun si no me había dado su mano, caminó hacia mí sentándose a mi lado. —Supongo que nunca has perdido el control sobre las situaciones que te rodean.

—Supones mal.— giró su cabeza hacia mí.

—¿Cómo lo manejaste?

—Así como lo ves— se encogió de hombros. —Me gusta creer que las cosas pasan por algo y que después del mal siempre llega el bien.

—¿Y si dura una eternidad?

—¿Y si dura un segundo?—sonrió. —Si le das mucha importancia a un problema, solo logras doblarle el poder que tiene sobre ti.

—Cómo se nota que no hayas tenido ningún problema.—repliqué con una sonrisa irónica.

Ella me sonrió y suspiró largo sin decir nada.

—Tú y yo somos peor que los peores enemigos— habló después de unos largos segundos—, pero no te deseo el mal, Iker, por esto creo que deberías tomarte unos días libres.

—No puedo. Tengo mucho trabajo.

—Sí, pero solo tienes una vida.— se levantó y arregló su vestido. —Sea cual sea la solución de tu problema, primero procura tener la mente sana y tranquila y solo después toma una decisión. — caminó hacia la puerta. —¡Ah!— se giró hacia mí sonriente. —Y un vete a la mierda en el momento oportuno te ahorrarán años de terapia, diazepam y esas cosas para la depresión.— me guiño el ojo de forma coqueta.

—Milla— la llamé cuando estuve a punto de salir por la puerta y se quedó en la puerta. —¿Tienes planes hoy?

—Depende de quién pregunte— replicó sin girarse.

—Un tipo que secuestró tu gato— sonreí sin darme cuenta.

Se giró hacia mí y sus labios crearon una sonrisa fatal.

—A las ocho estoy libre— asentí con la cabeza—, pero Iker, por favor, deja de ponerte ese perfume— se rió.

—¿Qué tiene mi perfume?

—Nada— se encogió de hombros. —Digamos que contiene pipí de gato.

—¿Qué?— me quedé boca abierta.

—No puedes secuestrarle a alguien el corazón sin pagar un precio.

—Te secuestré el gato.

—Entiéndelo por ti mismo— replicó y luego salió por la puerta.

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