Te conozco x los zapatos ©®

By vcarlabianca

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| C O M P L E T A | ✔️ COMEDIA ROMÁNTICA [+18] «Un par de zapatos pueden cambiar tu vida, sino pregúntale a... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1. Todo lo que no me gusta
Capítulo 2. Ya lo odio
Capítulo 3. Mala leche
Capítulo 4. Mascara de hielo
Capítulo 5. Fantaseando
Capítulo 6. Mala jugada
Capítulo 7. ¡¿Qué?!
Capítulo 8. Reacciona
Capítulo 9. El mejor
Capítulo 10. Planes nocturnos
Capítulo 11. Esto no entraba en mi plan
Capítulo 12. Ojo x ojo
Capítulo 13. ¡Ahora sí, te mato!
Capítulo 15. Tensión extrema
Capítulo 16. Fatal
Capítulo 17. Imbécil
Capítulo 18/1. Confusión
Capítulo 18/2. Una noche
Capítulo 19. Lárgate
Capítulo 20. Días desiertas
Capítulo 21. Su otra cara
Capítulo 22. Un viernes gris
Capítulo 23. Iker Sinclair
Capítulo 24. Una tras otra.
Capítulo 25. Negación injustificada
Capítulo 26. El doctor
Capítulo 27. Cita llena de casualidades
Capítulo 28. Sin paquete
Capítulo 29. Romina/Milla Flow
Capítulo 30. Encerrada pero libre
Capítulo 31. Ella es igual a mi.
Capítulo 32. Confianza
Capítulo 33. Familia
Capítulo 34. Romeo y su Julieta
Capítulo 35. El idiota de Sinclair
Capítulo 36. Decisión final
Capítulo 37. El trato
Capítulo 38. Y ahora...¡Basta!
Capítulo 39. Ciclo cerrado
Capítulo 40. Sentencia final
Capítulo 41. Orgullo contra orgullo
Capítulo 42. Amor y otras mierdas...
Capítulo 43. Familia
Capítulo 44. Digo que...
Capítulo 45. Así era una vez
Capítulo 46. Soy nada sin ti
Capítulo 47. Nuestra Vida. Final
Epílogo

Capítulo 14. Un pequeño error

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By vcarlabianca


Se acercó un poco más, con aliento cálido, a mi oído, y me susurró:

—Tu boca hoy me pertenece.— me agarró más fuerte en sus brazos mientras empujó la puerta, cerrándose detrás de mí. Su olor era adictivo o él era adictivo, no sabía exactamente qué era pero había algo que me congelaba el cerebro y encendía mi cuerpo en su presencia. —Quiero follarte la boca.— añadió, mirándome a los ojos y parpadeé.

Negué con la cabeza ligeramente mientras lo miraba a los ojos. Sentí cómo el rostro de su cuerpo se tensó y empezó a inhalar y exhalar con fuerza. En vez de apretarme más a su cuerpo, puso una distancia mientras no dejaba de mirarme. ¿Qué era lo que pasaba por su cabeza exactamente en ese momento?

—No es muy propio de ti huir de algo— parecía que algo realmente pasaba por su cabeza. — Nunca lo has hecho— afirmó de repente y mi corazón dejó de latir.

—Estoy a dos segundos de castrarte— murmuré entre dientes, de manera defensiva, evadiendo el tema.

—¿Por qué estás tan molesta?— habló en voz tranquila, tierna, totalmente diferente a la que normalmente acostumbraba a usar en mi presencia. Por primera vez podría decir que no tenía esa maldita tendencia de egocentrismo y superioridad.

—Por favor, dame el gato y acabemos con esto.

—Luego de enseñarte cómo debes chupar— replicó, agarrándome de la mano y saqué una carcajada irónica.

—No— volví a negarme—, no quiero hacer esto contigo. — sus ojos me miraron más oscuro que nunca y con un movimiento ágil me atrapó contra la pared. —¿Por qué demonios no te vas con otra para tener un polvo como el que deseas?

—Yo nunca dije que tú no eres el polvo que yo deseo.— su cara estaba a unos centímetros de la mía y notaba su respiración casi jadeando contra mi mejilla. —En verdad, hasta en este momento ni siquiera te había considerado un polvo.

Quería decirle que me dejara en paz, pero mi cuerpo una vez más reclama sus caricias y su sabor. Parecía una adición. Y yo no quería ser adicta a él.

—¿No me has considerado un polvo?— entrecerré los ojos dándole menos créditos que a un gallo. —Desde el momento en cuál llegué a tu maldita empresa, usaste tu poder de jefe para darme más trabajo que a cualquier empleado, de ridiculizarme en frente de tus socios, de mentirle a Emir que tengo herpes...— me calló con un beso totalmente inesperado.

—No me voy a disculpar por esto.— murmuró entre nuestros labios ardientes. —Pero, ¿aún no te has dado cuenta de que tú tienes más poder sobre mi de lo que tengo yo sobre ti?— sentí cómo mis ganas de golpearlo justo ahí bajaron considerablemente. No estaba acostumbrada a verlo vulnerable en absoluto.

Con un gesto ágil me giró y me apoyó las manos contra la pared. Mi piel se puso gallina en el momento en el cual sus manos pasaron por mi cintura, rodeándome y levantándome el vestido para poseer su mano sobre la tela de mis bragas mientras me cubría los hombros y el cuello con sus besos.

—¿Qué quieres que te haga?— me susurró al oído mientras me dio un azote ligero sobre mi pelvis y con su otra mano me agarró y tiró de mi pecho derecho. —Habla o consideraré que dejas en mis manos.

¡Dios, qué tentación!
¡Dios, qué demonio!
¡Dios, qué infierno!
¡Dios! ¿Por qué hay fotos del interior de mi casa en su portátil?

Me quedé boca abierta. No podría creer lo que estaba viendo. En la pantalla de su portátil había varias fotos de mi casa, incluso el puto baño.

—Me tengo que ir al baño— lo empujé de repente pero volvió a atraparme contra la pared. —Estoy haciendo pipí— me quejé.

—¿Ahora mismo?— se alejó de mí con frustración.

—Es algo fisiológico, no puedo manejarlo.—Le sonreí, pero en mi cabeza se desarrollaba la película La muerte de Sinclair.

—Está bien— suspiró resignado. —La última puerta en la parte derecha.— Me señaló y asentí con la cabeza, encaminándome.

El camino durante el pasillo parecía que nunca iba a acabar y justo cuando estaba a punto de entrar en el baño noté una puerta abierta. Me giré, miré a cada lado y me dirigí con pasos lentos hacia esa habitación.

—Señor Mustaque— sonreí en cuanto vi a mi gato que dormía, al parecer, en la cama de Iker.—Señor Mustaque, ven a tu mamá— susurré y noté que volvió a acostarse—. ¡Óyeme! Ven acá.

Me sorprendí en cuanto noté que mi gatito no se levantaba y que intentaba seguir durmiendo. Me dirigí en modo silencioso hacia la cama y la cargué entre mis brazos. Antes de salir del dormitorio, me aseguré de que el camino estaba libre y con pasos apresurados me dirigí hacia el baño, cerrando la puerta con la llave.

—A ver, Milla, ¿cómo te sales de esto ahora? — miré a mi alrededor y noté una ventana bastante grande. —¡Eres un maldito genio, Milla!— seguí el monólogo.

Justo cuando estaba a punto de sacar a mi gato por la ventana, noté que buscaba un lugar para hacer pipí, momento en el cual agarré un vaso en el cual Iker depositó su cepillo y la pasta, sacándolos y empecé a caminar detrás de mi gato.

—Señor Mustaque, eres mi favorito— me tragué la carcajada que amenazaba con salir mientras deslizaba el pipí de gato que tenía en el vaso dentro de la botella con perfume de Iker. — A ver cómo le queda el nuevo olor.

—Milla, ¿estás bien?— escuché la voz de Iker desde la otra parte de la puerta y unos ligeros golpecitos.

—Sí, sí — deposité la botella con perfume en su lugar. —Dame un minuto y salgo...por la ventana.— murmuré.

Saqué a mi gato por la ventana y luego abrí la puerta en completo silencio. Sin más, intenté salir por la ventana. Me sentí como la protagonista de una película de acción, o como la Caperucita Roja que estaba huyendo del lobo que quería comerla. Mi lobo quería lo mismo, pero evidentemente el contexto era diferente.

Una vez afuera suspiré aliviada, dándome cuenta de que ya no podría hacer nada en la casa, bueno, nada de lo que quería que él se entere. Si fuera capaz de montar cámaras de vigilancia dentro de mi casa, de seguro lo haría en el trabajo.

—¡Mis correos!— murmuré asustada. —¿Y si leyó mis correos?— me pregunté mientras saqué mi teléfono del bolsillo, marcando de inmediato el número de Irina.

—¡Hola, corazón!— contestó de inmediato.

—Una pregunta rápida.— hablé apresurada mientras caminaba hacia mi casa. —¿Me contestaste al correo que te mandé hoy?

Estoy en la campaña con Mario en casa de sus padres y internet es una mierda. ¿Es urgente? Si lo es, puedo ir a un bar o algo a ver si funciona mejor.

—No— contesté mirando hacia la casa de Iker, entendiendo la situación. —Hablamos luego tengo algo que hacer.

Ahora que sabía que Iker había jugado sucio, ya no había nada que me detenga en hacerle la vida imposible.

Entré en mi casa y luego de haberle dado de comer a mi gato me senté en el sofá de mi sala. Abrí mi portátil y busqué una película porno. Si quiere ver show, pues vamos a darle un show.
Con sutilidad busqué los lugares en cuáles él había montado las cámaras. Por lo que había visto en la pantalla de su portátil, solo tenía una imagen de cada habitación; por lo tanto, debía existir solo una cámara en cada estancia.

—Increíble— murmuré en cuanto la descubrí metida entre unos libros de cocina. —Al final, no eres tan imbécil.

Me acomodé en el sofá y luego de haber escogido la posición que iba a darle la mejor vista, subí el volumen del vídeo y comencé a tocarme mientras me sacaba la ropa.

Jamás había fingido cómo lo hice en ese momento. Seguí jugando hasta que me había quedado en ropa interior. Aumenté los gemidos y cuando ya consideré que había pasado bastante tiempo, miré fijamente la cámara y le señalé el dedo medio, para que después me acercase a ella, tirándola en el suelo, rompiéndola en pedazos.

—¡Maldito pervertido desvergonzado!— exclamé.

Iker se había metido con la mujer equivocada. Más que nunca quería tirarle esa prueba de embarazo bajo su nariz, pero para esto aún tenía que esperar un poco, si no mi credibilidad iba a ser nula. Pero...mientras tanto decidí divertirme con otras cosas.

—Si tanto te gusta usar una identidad falsa a través de los correos, a ver qué pasa si te devuelvo la jugada.— susurré pensativa. — A ver cómo te va a gustar si algún gay te estará mandando mensajes mientras te deja pensar que es una mujer.

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