EXPERIMENTOS LOS ORÍGENES, DO...

By CarlosMauriciojr

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Este libro forma parte de la saga Experimentos Los Orígenes pero no necesitas leer Inmunes para entenderla El... More

DEDICATORIA
Primera Parte
1
3
4
5
6
7
8
9
10
Segunda Parte
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
Tercera Parte
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27
28
29
30
Epilogo
NOTA DEL AUTOR
ELENCO

2

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By CarlosMauriciojr

Shane

Por fin había amanecido.

El brillo del sol le dio inicio al día reflejando su intensa luz por medio de mi ventaba, como lo hacía cada mañana en que yo iniciaba mi rutina mirando mi rostro a través del espejo que tenía en el tocador de mi cuarto.

Veía el reflejo de una rubia delicada que repetía cada movimiento que yo hiciera, con la excepción de hablar ya que para ella eso era imposible porque solo era un reflejo. Una imagen sin emociones que era obligada a repetir todo lo que le dijesen sin tener la voluntad de nada, como una tonta obligada a ser siempre perfecta.

—Buenos días, Srita. Wintherdfield —y eso era lo que el mundo deseaba ver en mi.

Escuché la repentina voz de Héctor invadiendo mi espacio personal, como una ligera alarma que me traía de regreso a mi realidad y a la rutina que debía seguir todos los días.

Obtener una perfección iniciando con la imagen que le daba a los demás, lo cual me era imposible ya que a simple vista mi rostro parecía estar limpio, pero habían detalles que exponían mi descuido ya que tenía muy poco rubor en la piel, mi cabello aun no estaba alaciado, el cuello de mi camisa estaba arrugado, mi chaqueta tenía mal acomodado el bolsillo lateral y llevaba más de una hora atrapada entre el delirio de no saber por cuál de los novecientos diferentes tonos de labial y esmaltes debía de usar para verme perfecta.

Hacerlo era imposible ya que había muchos colores.

Unos parecían iguales que otros y todos estaban ahí para darme la obligación de saber elegirlos bien porque siempre había alguien que encontraba un detalle mínimo en ti y lo usaba para criticarte como sí el mundo se fuese a acabar.

"Te faltó más contorno en las líneas..."

"Es demasiada chapa..."

"¿Cómo puedes usar ese tono de labial si es obvio que no combina con el de tus uñas?. Digo acaso no sabes que el rojo carmesí es muy distinto al rojo de Venecia".

Y era odioso ya que para mi todos los tonos eran iguales.

Había demasiados rojos, naranjas, cafés, amarillos e incluso colores extraños, como el azul, morado o verde que a simple vista se veían tontos ya que nunca los utilizaba.

Ni siquiera sabía para que servían, ¿Entonces por qué los tenía?

Sí un miembro del Sexo Perfecto debe estar siempre maquillada lo minino que podrían hacer sería no darle tantas opciones.

Y Héctor lo sabía.

—Sí, Héctor —Él me miraba desde el marco de la puerta, notando mi temor por no lograr encontrar ese estúpido tono que no me hiciese ver como una completa perdedora— solo me falta cubrir la mejilla derecha.

—Cuide de no usar mucho rubor, eso resalta el brillo de su piel.

—Gracias Héctor —Y no tenía que repetírmelo.

Mi madre era experta en encontrar excusas para criticarme por cualquier cosa que hiciera; mi vestuario, los tacones, usar un tenedor de ensalada para carne o no tener el promedio escolar que ella tanto deseaba para mi, el cual era excelencia, porque eso era lo digno para un miembro del Sexo Perfecto.

Una persona que siempre debe de demostrar la perfección y superar a su predecesor, sin excusas ni falsedades.

Y yo lo odiaba serlo.

Odiaba mi vida.

Odiaba la rutina que debía seguir día a día.

Y odiaba tener que recordar lo importante que era darle honra a mis ancestros del Sexo Perfecto siendo como ellas cada mañana, iniciando por mi rostro.

—Se ve maravillosa —Pero Héctor tenía mucho cuidado con lo que decía.

Él siempre que se acercaba a mi procuraba no hacer movimientos bruscos ya que un Imperfecto.

Un miembro obligado a obedecer.

—Solo tiene que emparejar un poco este ángulo.

—Gracias Héctor

—De nada, usted sabe que siempre estoy para servirle —Héctor era mi niñero.

Él ha cuidado de mi desde que yo era pequeña, como un guardián que conocía cada cosa que pasaba por mi mente y recordaba todas las palabras que había dicho desde el día que aprendí a hablar.

Un trabajo que solo una verdadera madre haría.

—¡Héctor! —y que la mía no sería capaz de hacer— ¡¿En dónde está mi hija?!

—Ahhh.... ¡Se está terminando de arreglar, señorita Winthinfield!

—¡Entonces dile que se dé prisa!, ¡el desayuno ya se está empezando a servir!.

—Sí, señorita —Con la mirada que Héctor expreso me di cuenta de que él quería decir algo. Pero su status social lo obligaba a guardar silencio —. Recuerde no exponerse mucho al sol. Su piel se encuentra muy sensible.

—Lo haré.

—Y no le responda a su profesora de historia. Ella mantiene mucho contacto tiene con su madre.

En esa parte también concordaba.

La profesora Hemming parecía ser más una psicópata que una maestra de historia porque siempre estaba detrás de mí. Vigilando cualquier movimiento que hiciera y escuchando todas mis palabras, porque eso era lo que representaba a la hija de Marron Winthinfield, la dictadora del Sexo Perfecto.

Héctor me ayudó a terminar de acomodar mi cabello, en lo que yo me colocaba los pendientes que mi madre me hacía usar diariamente. También me puse ese tonto collar de diamantes y finalicé todo usando el bobo broche de oro que me regaló en mi cumpleaños número 21.

—Ya estas lista —y Héctor me contempló con orgullo— tu madre se sentirá orgullosa.

—Eso espero —pero yo sabía la verdad.

Mi madre nunca se sentiría orgullosa de mi.

Ella solo quería "Perfección".

Me coloqué los zapatos de tacón y caminé, teniendo el cuidado de no romperlos, entre el camino de mi cuarto que conducía hacía el gran comedor. Un punto de la casa en donde mi madre me esperaba sentada, como en casi todas las mañanas, junto a un plato vació y estando rodeada por varios miembros del Sexo Imperfecto.

—Llegas tarde.

—Tuve un contratiempo.

—¿Qué contratiempo?

—El Rubor.

—¿Rubor?

—No lograba emparejarlo.

—El Rubor es fácil de emparejar.

—No podía. Era muy difícil.

—Habrías podido sí prestarás más atención a tu rostro, Shane.

—Pero era muy difícil.

—Eso no es una excusa Shane. Un miembro del Sexo Perfecto puede con cualquier cosa. Y el maquillaje es una de las más vitales virtudes de nuestra perfección. Y eso hasta una niña lo sabe.

—Lo sé mamá.

Siempre que me repetía esas malditas palabras yo me sentía con deseos de poder ahorcarla y escapar, ya que para mí todo era igual.

Tenía que arreglarme bien, porque el maquillaje me daba una imagen más viva. "Cómo podía ser eso fuese posible". El maquillaje solo eran pinturas en la piel, pero no estudios o herramientas de trabajo.

Ni siquiera podía comerlo. ¿En qué me ayudaba?

En cuanto tomé mi asiento los miembros del Sexo Imperfecto comenzaron a realizar su trabajo rutinario. Unos se dedicaron a las tareas del hogar, tales como la limpieza y el mantenimiento de vigilancia, mientras que otros nos dieron el desayuno.

Las clásicas tres opciones preparadas, de las cuales solo podíamos elegir una y desechar las demás.

Yo elegí un plato que contenía un par de huevos fritos y una taza de café, sin pensar en tocar las dos el par de tostadas francesas que tenían para acompañar.

—Recuerda Shane que debes mantener la figura Shane.

—Lo sé, mamá.

—También debes cuidar tu colesterol. Y el huevo contiene mucho.

—Pero también contiene muchas vitaminas que son muy esenciales para el cuerpo.

Y en eso no me pudo refutar.

Ella tomó un plato de fruta con granola y queso cota ge, ya que para ella eso era lo que un miembro Perfecto debía de comer.

La fruta contenía muchas vitaminas y era incapaz de ocasionarle daños en nuestro metabolismo, a diferencia de los alimentos tóxicos hechos a base de grasas manufacturadas que comían todos los miembros del Sexo Imperfecto.

Ellos no tenían derecho a casi nada y mi madre lo disfrutaba.

Comía de su desayuno, pensando que el día iba a ser Perfecto para ella...

—¿Qué demonios es esto? —...hasta que un simple detalle pudiese hacer que cambiase de opinión.

Los miembros del Sexo Imperfecto actuaron en alerta al ver la reacción de mi madre.

Parecía molesta, como sí alguien hubiese tratado de envenenarla.

—¿Me pueden explicar qué rayos son estas cosas que se encuentran en mi melón?

Ninguno tuvo el valor de responder miembro respondió.

Todos guardaron silencio, ya que cualquier palabra que dijesen podía meterlos en un problema grave.

—¡Quiero una respuesta ahora! —Mi madre era un miembro con el poder suficiente para eliminar a un miembro inocente con solo tronar los dedos—. ¡HABLEN!

Pero nadie decía nada.

Los miembros del Sexo Imperfecto permanecieron tiesos al ver que mi madre estaba reaccionando como toda una demente.

Ella le dirigía la mirada a cualquiera, sin saber qué hacer, hasta que su mente se clavó en un objetivo.

—¡TÚ! —un miembro que, para su mala suerte, le había tocado la tarea de servirnos el desayuno.

El miembro parecía no tener más de cuarenta años, tenía la mirada quieta y guardaba silencio al ver que mi madre le estaba dirigiendo la mirada.

—Quiero que vengas aquí ahora —y no tuvo otra elección— me puedes decir qué es esto.

El miembro se quedó callado, como sí su cuerpo no le dejase pronunciar una sola palabra.

Sabía que iba a morir.

—¡Habla! —pero no decía nada— ¡Que hables! ¡Oh qué! ¿acaso eres mudo?

—No, señorita Winthinfield.

—Entonces explícame ¿Qué son estas cosas que están en la base de mi melón?

—Eh-h-h-h-h-h- No-o-o-o-lo sé señorita Winthinfield.

—¿Cómo qué no lo sabes, sí tu eres el encargado de la cocina.

Eso no era cierto.

El encargado era un miembro que contemplaba la tortura que sufría su compañero desde el otro lado de la cocina.

Un miembro inocente que iba a morir solo por qué no decía nada.

—¿No sabes qué son? —y mi madre no iba a esperar más tiempo.

Estaba frustrada y deseosa por saber la verdad.

—Son semillas —y como tal yo tuve que actuar.

—¿Qué?

—Semillas. Lo que está en tu melón son semillas —Mi madre bajo la guardia.

Le dirigió la mirada al melón y luego dejó ir al miembro como sí nada.

—Ya veo —pero mi respuesta no parecía ser del todo correcta.

Había salvado la vida de un miembro inocente con solo decir una palabra, pero mi madre no parecía estar complacida.

Ella quería que pasase otra cosa.

—Shane ya es hora de que te vayas a la escuela.

—Pero aun no he...

—Haz lo que se te dice Shane, o llegarás tarde clase de historia.

—Sí madre.

—Y recuerda que tu no debes hablar, a menos de que te lo pidan.

—Está bien.

Y con eso los problemas comenzaron para mí.

Sabía que mi madre no iba a tomar muy bien esa respuesta, ya que ella quería la de ese miembro fuese culpable por no responderle a la dictadora del Sexo Perfecto.

Había salvado su vida y ella se sentía decepcionada de mi.

—Y Shane.

—Sí madre.

—Recuerda, eres un Miembro del Sexo Perfecto. Tú debes es ser siempre Perfecta y preocuparte solo por los tuyos

—Está bien.

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