30 Días en detención ©

By jennifferplopez

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Ella tan fuego y él tan decidido a quemarse... ❝Nunca se está lo suficientemente jodido ni lo suficientemente... More

Sinopsis.
Prólogo.
Epígrafe + Dedicatoria.
Reparto.
Booktrailer + Playlist.
Conociendo a los personajes.
Capítulo 02.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 06.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo extra.
Capítulo 18.

Capítulo 01.

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By jennifferplopez


...

«Capítulo dedicado a Pigeonguedez mi mitad Jeza, porque me empujó a actualizar de una vez por todas. ¡Te amo, perris!»


🏫🏫🏫


Capítulo uno – El asiento sagrado.


El timbre que indica que las clases han culminado resuena recordándome que no podré ir a casa como de costumbre al salir del instituto, hoy empiezan mis días infernales en detención.

Termino de guardar todo lo que descansaba en mi pupitre en mi mochila para luego incorporarme y colgármela en un solo hombro. 

—Flavio, acércate un momento por favor— la voz suave, pero firme de la señorita Clenton interrumpe mi salida y yo tomo cortas respiraciones para mantenerme calmado y no faltarle el respeto.

En cuestión de segundos el aula se ve solo ocupada únicamente por la maestra de idiomas y por mi. Resoplando me acerco hacia dónde está descansando parte de su peso en su escritorio.

Maestra Amanda Clenton, mejor conocida en esta institución por la señorita Clenton, es una mujer alta con figura esbelta, su piel es pálida y hace un contraste fascinante con su larga cabellera color castaño oscuro, sus ojos del mismo color, sin contar la textura de su rostro refinada, tanto la nariz como la forma de su cara. Vestía de manera formal y jovial, con su toque sexi pero no demasiado, ese la caracterizaba.

Era hermosa, eso había que aceptarlo, la profesora más joven de la que presidía el instituto School Brunx. Por algo tenía a muchos de los profesores babeando por ella y gran parte del alumnado también.

Incluso Dorian, mi mejor amigo, me contaba las de sueños húmedos en los que la señorita Clenton era la protagonista y las dos o tres veces que se masturbó en clases solo viéndola.

Sí, en clases. Ni me pregunten cómo porque más detalles no le pedí.

El punto aquí era que no quería meterme en este líos, la maestra estaba comprometida con el subdirector de la institución, yo estoy optando por una beca y no está en mis planes joder lo único que podría ayudarme a cumplir mis sueños. Chicas hermosas habían de más, no necesitaba un acostón con ella, por más buena que esté y lo mucho que insista.

—Todavía estás a tiempo de aceptar mi oferta— habla arrastrando las palabras luciendo así más sensual.

—Entonces estoy asumiendo que usted se considera una mercancía para ponerse en oferta, ¿O no?

Frunce el ceño por mi comentario.

—Entiendes perfectamente a lo que me refiero, Flavio, no te hagas el tonto— espeta.

—Ya consiguió enviarme treinta días a detención ¿y aún así quiere seguir con esa estúpida idea?— hablo rozando la poca paciencia que me queda.

—Tú me llevaste a eso cariño.

Se me acerca arrinconándome en la paredes que da con la pizarra y el escritorio, e inclina su cabeza para olisquear mi cuello. A pesar de que usa tacones y es alta, le llevo una cabeza de altura.

Pasea sus manos por mi pecho y termina por llevarla a mi entrepierna. 

Respiro.

No quiero nada de esto, no quiero meterme en problemas, pero una mujer malditamente hermosa e insistente está toqueteándome y mi pene no entiende de razones, el muy cabrón y traicionero despierta ante sus toqueteos.

—Le dije que no me voy a acostar con usted— trato de formular la oración sin balbucear llevando mi mando a donde tiene la suya para intentar quitarla.

—Tu amigo no piensa lo mismo— susurró besando mi barbilla con rastros de barba de tres días.

Vuelvo y respiro.

—Mi amigo no piensa, que es muy diferente. Por suerte yo sí lo hago y soy el que tiene el control de mi cuerpo, incluso de esta parte— digo sujetando mi entrepierna luego de liberarla de sus manos—. Y ya he dicho que no me pienso revolcar con usted.

Gime.

—No sabes lo excitada que me pones cuando hablas así de autoritario y sucio. Pasa su lengua por mi labio inferior y me cuesta toda mi fuerza de voluntad agarrarla fuerte por sus hombros y separarla.

—De seguro no soy el único con el que quiere acostarse, vaya y busque a uno de los que viven todo el día con una erección por usted, estarían muy felices de saciar su necesidad— gruño.

—Bah, esos están sobrevalorados, claro que sí me he acostado con alguno, pero no me ponen así de húmeda como tú. Estoy segura que contigo disfrutaré bastante— lame sus labios recorriendo todo mi cuerpo con la mirada—. De seguro que eres un chico virginal todavía, por eso te resistes— se burla.

—Déjeme y sacio su curiosidad, sí he tenido sexo, y cuando hablo de eso me refiero a muchos tipos de sexo, suave, lento, rápido, animal, salvaje y en muchas posiciones, disfruto hacerlo en el piso, en la cama, en el baño, en muchas otras partes, posiciones y con otras personas, personas que no sean usted. No me subestime, puedo ser el chico con el coeficiente intelectual más alto del instituto School Brunxz y el más aplicado, pero eso no tiene nada que ver con mi vida sexual. Acepte de una vez que no quiero estar con usted, no me apetece.

—Al decirme eso sólo logras que quiera correrme contigo— muerde con fuerza su labio inferior.

—¿Por qué mejor no va y se masturba? Incluso puedo darle una foto si con eso me va a dejar en paz.

—Te prefiero a tí en carne y hueso, usando tu...

—¡Basta! Esto puede considerarse acoso— señalo.

—¡Por favor, cariño! Eres un hombre ya, deja esas bobadas, si no lo quisieras no tuvieras esa prominente erección.

—De poder controlar cuándo se me para y cuándo no, hace tiempo me hubiese programado el pene. Ya le dije que no me interesa ser su acostón, consigase a otro hormonal y a mí déjeme en paz. Ahora, con su permiso, voy tarde a detención.

Salí  del aula echando humos metafóricamente y con un empalme de los mil demonios.

Había pasado dos días básicamente rogándole a la señorita Clenton y al subdirector, que por cierto, es su prometido. Les pedí de todas las maneras posibles que no me mandaran a detención porque obviamente no he hecho nada, pero el señor Hamilton "subdirector" que está bajo el hechizo de su fogosa prometida dejó en claro que por faltar supuestamente seis días a clase de ciencias y llegar tarde diez minutos a la de idiomas es razón suficiente para permanecer treinta días en "el aula del infierno" nombre otorgado por mí, claro. 

No me sorprendió para nada las mentiras que les dijo la señorita Clenton a su prometido para enviarme como de lugar a detención. Teniendo en cuenta que es la sustituta de biología y la nueva maestra oficial de idiomas, sin obviar el hecho de que es la prometida del subdirector, era de esperarse que no pusieran en tela de juicio las acusaciones de esa fogosa mujer. Así es como me he visto envuelto en toda esta mierda.

Aún así tiene el descaro de seguir jodiendome para que acepte un encuentro sexual con ella.

Y aquí estoy aquí un miércoles luego de ese bochornoso numerito y con esta inapropiada erección caminando rumbo a la última aula del primer piso, donde supuestamente se encuentra la sala de detención. Tuve que preguntarle a algunos que otros compañeros ya que NUNCA había estado allí, sí, nunca. Por más extraño que parezca.

No es que sea del todo un chico bueno, o como muchos de ustedes suelen llamar, nerd.  Simplemente soy una persona centrada, que sabe perfectamente lo que quiere, pero que sabe y puede divertirse, socializar, tomar, ir de fiestas y claro, también me enrollo con algunas chicas, claramente sin ser un grano en el culo ni en el instituto, mucho menos en mi casa. No pertenezco a ningún grupo, ni equipo de deportes del instituto porque no me interesa en lo absoluto, no soy el típico badboy popular, de esos que aparecen en las películas americanas, dueño de los pasillos de toda la escuela y del que todos temen, o ese que ha follado con la mitad de la población femenina de todo el instituto. Soy conocido aquí, claro; pero no por nada de eso, sino por el simple hecho de ser bastante sociable, carismático, y buena onda con todos. —palabras de mis compañeros, no mías— también se debe a que soy el encargado de escribir en el periódico escolar, en el cual también tengo una columna dedicada a mis poemas, no es que sea constante publicando allí mis escritos, sino de vez en cuando, si uno de mis poemas logra gustarme demasiado lo añado a la columna. A parte de eso, solo suelo redactar las noticias, y avisos que me encargan desde la dirección.  Soy de hacer amigos en todos lados a donde voy, no sé. Diría que es parte del encanto "Flavio Montés".

Me detengo frente a las puertas del aula de detención y acto seguido le apropino dos golpes con el fin de que se me permita entrar. Al cabo de unos tres segundos alguien la abrió dejándome ver una numerosa cantidad de alumnos, las mayorías conocidos.

No mames.

Sí, suelo ver con mi mamá telenovelas mexicanas y me encantan.

Lo único en lo que puedo pensar es en la causa que los trae a todos aquí, no esperaba encontrarme con unos veinte alumnos.

Una voz burlona me saca de mis pensamientos.

—Creo que te equivocaste de aula, esta es la de detención, no la del consejo estudiantil— se burla Mike, conocido por ser el payaso sin gracia del instituto.

Antes de responderle me interrumpe el maestro encargado.

—Señor Montés, me anunciaron con anticipación su presencia aquí durante los próximos treinta días, pero no deja de sorprender el hecho de verlo— dice el maestro de cálculos y encargado de supervisar a todos aquellos que suelen —solemos, porque ahora me incluyo—, ser castigados.

—Créame, profesor Crover, a mi por igual me sorprende— respondo luego de darle un asentimiento con la cabeza en forma de saludo.

—Dedíquese a tomar asiento, luego me explica mejor esas famosas razones que lo traen por aquí— habla con tono divertido.

Al menos me tocó con el profesor Crover, que es uno de los maestros más llevaderos, lo atribuyo al hecho de que no es un soltero amargado, al contrario, está casado y tiene dos hermosos hijos. No los he visto personalmente, pero Crover aprovecha cualquier oportunidad en clases para hablar de ellos.

Repaso rápidamente todo el salón en busca de un pupitre donde poder descansar mi trasero, alcanzo a ver dos y me ubico en el que se encuentra en la cuarta y penúltima fila. El maestro Crover procede a explicar cómo funcionará todo esto a nosotros los nuevos en esta "experiencia", cuando la puerta del aula se abre y una figura en forma de chica da pasos dentro de la sala muy calmadamente para llevar unos quince minutos retrasada. El maestro se percata de su presencia y niega con la cabeza luego de soltar un leve suspiro, luciendo algo así como resignado. le dice:

—Señorita Grey, llegando tarde hasta a detención, dígame ¿Ahora qué hizo para honrarnos con su presencia?

La chica no parece inmutarse ni un poco por todas las miradas que se encuentran posadas en ella, al contrario, parece acostumbrada. Se limita a encogerse de hombros mientras dice: —Sería más fácil explicarle el qué no hice. 

El profesor junto con otros compañeros se echan a reír por su comentario, yo le regalo una mirada de incredulidad y vuelvo mi vista a mi cuaderno de apuntes en el que estoy escribiendo algunos poemas. Segundos despues de pronto alguien me golpea en el hombro, y cabe destacar que no es para nada amable. Levanto mi mirada encontrándome con el rostro hermoso —todo sea dicho—, de la chica de cabellera larga y castaña oscura que segundos atrás acababa de llegar.

—¿Qué?— pregunto rompiendo el silencio.

—¿Qué de qué?— cuestiona con desdén.

Su expresión no me decía nada, pues no dibujaba ningún rasgo en él, notaba que estaba intranquila porque repiqueteaba su pie en el suelo continuamente.

—Estás ahí parada viéndome como psicópata recién escapada de un manicomio y me acabas de golpear, ¿Por qué?

—Pues porque casualmente tienes tu trasero ocupando mi pupitre— responde como si le hubiese hecho la pregunta más idiota.

—¿Cómo dices?

—Genial, aparte de desubicado, es sordo— dice soltando un suspiro y mirando al techo como si pidiera paciencia.

Su comentario me saca un poco de balance y lo único que le digo es: —Perdón, no veo tu nombre por ningún lado y tampoco me dijeron que para pasar una estadía aquí tendría que hacer reservación.

—Dejalo Flavio, ese pupitre es prácticamente posesión de Miley, la costumbre viejo. Prácticamente vive aquí— se burla Josh, un chico de tercer año.

La llamada Miley se voltea y le da una mirada más allá de lo fulminante que lo hace callar y levantar sus manos en forma de rendición.

—Bueno, me vale si es su pertenencia o no, pero cuando llegué no estaba. ¿Ya conocen el refrán, verdad?— hablo haciéndola entrecerrar sus ojos hacia mi.

—Como sea que te llames, levanta tu cochino trasero y búscate otro asiento, ese es mío— habla cortante y sin dejar de desafiarme con la mirada.

—Deberías tú buscarte otro, chiquilla arrogante— contraataco.

Ella me observa como si quisiera saltarme a la yugular y ahorcarme lentamente, lo cual me divierte. Me tomo un minúsculo momento para repasarla y no quedo para nada disgustado al hacerlo. Es alta, delgada (nada voluptuosa, o curvilínea) me atrevería a decir que de cuerpo es normal, como cualquier otra chica, lo cual no la hace menos, lo que resalta en ella es su larga y oscura cabellera, al igual que sus ojos, que no son de colores claros, sino lo que yo llamo um color caquita, son grandes y hermosos aunque sus altos pómulos le dan un ligero toque de hundimiento, posee unos pómulos que lucen rellenos, ya saben, de esos que provocan ser apretados por las abuelitas y que hace su rostro aún más delicado. Es de tez clara, no pálida, sino levemente bronceada, labios pequeños, aunque no en exceso. Nada de ella es demasiado, al contrario, es como si fuese todo acorde. Es sin duda alguna la chica que llama la atención, no solo por su apariencia física, sino por su falta de interés en las personas y que a su vez, sus ojos parecen decir todo lo que sus labios no hacen cuando se lo propone, los mismos que ahora los lleva fruncidos en demasía.

Debo de controlar mis pensamientos, cada que veo a alguien que resulta relativamente interesante mis impulsos y pensamientos de escritor aparecen analizando de punta a punta a las personas, y otorgándoles una descripción digna de ser narrada en unas cuantas líneas.

Odio cuando sale mi lado escritor en el momento equívoco.

—Venga ya Miley, toma asiento en otro sitio, sabes que llegaste más de diez minutos atrasada— le pide el maestro Crover mientras ella cierra sus párpados con fuerza, exhalando varias veces, parece que en busca de calmar su ira.

Yo por mi parte me acomodo aún más en el que va a ser mi asiento en los próximos veintinueve días. Le obsequio una sonrisa triunfante y ella se encarga de mostrarme su arma mortal que resulta ser su dedo de enmedio.

—Es mejor que quites esa sonrisa comemierda si no quieres que te la borre yo, imbécil— Luego de eso se encamina dos pupitres más adelante de donde estoy.  Suelto una sonora risotada mientras escucho como el maestro Crover prosigue con lo suyo.

Es curioso porque su aura puede advertirte que es una chica distinta, que le importa muy poco por quién esté rodeada, pero no creas que es de las que visten de negro de la cabeza a los pies, o tiene perforaciones y tatuajes visibles. En definitiva no se ve como esas adolescentes en plena etapa emo, viste normal, como cualquier otra chica. 

Bien, este día no va tan mal después de todo, si ignoramos el episodio de la maestrita que parece estar en calor.

El señor Crover no ha parado de hablar ni para tomar aire, ha estado diciendo cosas totalmente irrelevantes. Es buena onda, pero cuando habla no se calla, sí, creo que parlotea hasta debajo del agua. Es de esos maestros que te cuentan sobre sus vidas,  sus hijos, esposas y hasta lo que hacen sus mascotas, no me quejaría si apareciera un día de improviso con una prueba o exámen, si al menos preguntara cómo se llama su hijo mayor o las travesuras que hacía su hija de pequeña todos pasaran con diez, pero no. Ahora entiendo cuál será mi castigo estos próximos veintinueve días.

Sin más que hacer saco mi libreta y me dispongo a culminar ese poema que me ha estado rondando en la cabeza durante días...

Encontré a una niña,

con el alma hecha de poeta,

y unos sentimientos llenos de arte.

A una niña,

que llora en versos,

y sangra a través de letras,

buscando poder sanarse.

A una niña,

que es súper linda y tierna,

pero por miedo al qué dirán,

solo se sonroja,

y agacha la cabeza,

tratando no sonreír.

A una niña,

que tiene la voz tan pura como un ángel,

pero que no lo nota,

por lo tímida que es.

A una niña que posee la sonrisa más linda,

y unos ojos llenos de brillo,

en los cuales, es imposible,

cada vez que la ves.

A una niña,

que por más que pase el tiempo,

no me arrepentiré de conocer,

por lo perfectamente imperfecta que es.”

Sonreí más que satisfecho con el resultado. Escribir me relaja, es como mi escape, el tiempo se me pasa volando cuando lo hago, ¡Jesús! Y como amo hacerlo. 

Plasmar todo tipo de sentimientos en un papel o una plataforma para que una persona que necesite un escape fuera de la realidad, por unos instantes,  por si necesitan algún empujoncito, algunas palabras de aliento las tenga... Para instruir a personas en el mundo maravilloso que es la lectura o inspirar a otros a escribir su propia historia. Escribo muchas cosas, desde poesías y poemas, hasta novelas,  relatos y todo lo que me pase por la cabeza. Me identifico más con el género de misterio, como amo los misterios, no puedo explicar el placer que siento al hacerlo. Quiero cambiar vidas y eso no sólo puede hacerlo un doctor, político o abogado, no. Un escritor puede hacerlo, sé de historias  que algunas personas han contado de cómo un libro les devolvió las ganas de vivir, de cómo unas simples letras les inspiró a seguir y les dió fuerzas, quiero que cuando una persona esté pasando por un mal momento me lea, para hacerlos olvidar un rato de sus vidas y llevarlos a otro mundo, quiero que mis letras toquen el alma de aquellas personas que las lea. También quiero montar mi propia editorial, ofrecerles la oportunidad a otras personas para que cumplan su sueño por igual.

Por esas y muchas más razones quiero estudiar literatura con el fin reforzar y perfeccionarme en el ámbito de la escritura;  para dedicarme a eso en cuerpo y alma. Solo espero clasificar para la beca que otorga el instituto. A pesar de ser uno público, el instituto School Brunx otorga una beca cada año a un estudiante que cumpla con ciertos requisitos, sea ejemplar y claro está, le beneficie en algún ámbito al instituto.

La voz del Maestro Crover me saca de mis pensamientos...

—Chicos,  ya pueden retirarse, los espero mañana a la misma hora, si llegan tarde se les sumará más días y eso afectará su historial académico — dice mirando a chica ruda sin ningún disimulo. 

—Ya, estaré temprano Sr. Crover. — responde esta en tono aburrido.

—Espero que lo suficiente para que puedas ocupar tu asiento, badgirl, de lo contrario mi lindo trasero se sentará en él una vez más — le digo dándole un guiño.

—Vete al infierno— gruñe.

—Oh, de allá vengo, pero ¿Qué crees? No aceptan más demonios allá — respondo con toda la diversión que podría tener.

La sangrona me da una mirada asesina antes de abandonar el salón.

«Ah, estos van a ser unos días épicos, los veo venir.»

🏫🏫🏫


¡Hola, chicuelos! Bienvenidos formalmente a esta travesía, ¡Bienvenidos al manicomio de emociones! espero que les guste leer esta historia tanto como a mi me está gustando escribirla. 

Me haría ilusión leer sus comentarios sobre qué les pareció el primer capítulo.

Recuerden seguirme a mi y la cuenta oficial del libro para ver más edits de este estilo y noticias.

IG. @jennifferplopez / @30diasendetencion.libro
Y la cuenta de Miley que ya está en instagram; @mileygrey__

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