The scent of your skin || Ome...

By birdyfics93

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Ser beta no es fácil. No cuando estás obligado a obedecer a los alfas. No cuando eres un esclavo. Jimin y Tae... More

~ Primera parte ~
~ Ser un beta ~
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19. ~El beta que decidió quedarse~
• Segunda parte •
• Conflicto Beta •
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By birdyfics93


Capítulo dedicado a Kath-ssi por leer esta historia antes de ser publicada y por ser la mejor escritora de Vhope del mundo.  💖✨

4

—Despierta, pequeño zángano—escuchó Taehyung que le decían desde la lejanía. Cerró los ojos con más fuerza—. Ya nos vamos.

En la semi-inconsciencia, abrió un ojo y lo cerró al instante. No. Quería dormir un ratito más. Hacía mucho tiempo que no descansaba de esa forma. Además, había tenido un sueño tan extraño. Había soñado que estaba en la casa del...

No pudo terminar sus pensamientos, porque una mano lo zarandeó con crueldad.

—¡Ah, despierta, mocoso! ¡Estás haciendo que me atrase!

Entonces, Taehyung dio un brinco en la cama recordando todo de golpe.

Había pasado la noche en la casa del viejo alfa en la montaña. Del Ermitaño, del señor Min. Se restregó los ojos y bostezó, todavía con la sensación de sorpresa.

—No tenía que despertarme así—medio gruñó al alfa, que estaba parado con los brazos en jarra.

El hombre enarcó una ceja.

—¿Le hablas así al que te dio comida? —preguntó este último, con un dejo divertido.

Taehyung reprimió un quejido, y sin responder, volvió a lanzarse a la cama, escondiéndose entre las colchas. La cama estaba tan tibia y acogedora, que quería quedarse ahí por lo menos un par de vidas más. Sin embargo, el señor Min no parecía de acuerdo con ello.

Se acercó unos pasos hacia la cama, tirando de las colchas otra vez, destapando al caprichoso adolescente.

—Tengo que ir a hacer unos negocios, pequeño borracho, y luego ir a buscar a mi hermana y al pequeño engendro ese que tiene por hijo y que tengo que llamar mi sobrino. Así que necesito que salgas de mi casa—decía el señor Min—. Te llevaré hasta el río. Después tienes que caminar cuarenta y cinco minutos para llegar al pueblo. ¡Vamos, vamos! Que te toca hacer ejercicio, beta holgazán.

Dicho eso, se dio media vuelta y salió de la habitación.

Taehyung, después de gruñir un poco, comenzó a recordar la velada de la noche anterior. El hombre había pasado gran parte de la noche contándole historias de su juventud y luego, como él beta no sabía leer, comenzó a leerle libros mientras compartían una cerveza añeja que el señor Min tenía guardada, según él, para el día en que se le ocurriera rescatar a algún beta tonto y no esclavizado de la calle. Tae no estaba muy seguro de que aquello fuera cierto. De todas formas, sabía que el alfa deliberadamente había evitado las conversaciones sobre temas personales. Cada vez que el menor trataba de preguntar sobre su esposa, el hombre se había cerrado.

No obstante, habían conversado sobre la familia del Alfa. La mayoría de ella vivía en Seúl. No obstante, era su hermana era la familia más cercana que tenía, puesto que sus padres habían muerto hacía muchos años. Ella tenía un hijo, de unos catorce años, llamado Yoongi. Un chico caprichoso y berrinchudo al que el señor Min no le tenía nada de estima. También se había enterado de que el alfa había llegado a Busán a los veinte años, después de que conociera a Sookie y, con sus estudios de literatura de la universidad, terminó trabajando en la Biblioteca del pueblo. De hecho, le había mostrado una de las salas de aquella casa, una que estaba llena de libros, estanterías en cada una de las paredes y que tenía un aroma peculiar, que a Taehyung extrañamente le agradó. Era como a tierra mezclado con el olor de las hojas de libros antiguos.

Luego de ello, habían vuelto al comedor, donde Taehyung tomó más vasos de cerveza de los que su cuerpo estaba acostumbrado, así que terminó haciendo un poco el loco y el viejo alfa tuvo que obligarlo a ir a acostarse. Así que su espectáculo de adolescente borracho por suerte no había durado mucho y lo mejor de todo, era que al dormir en una cama -que realmente era una cama y no una colcha hecha de paja-, había tenido el sueño más reparador de su vida.

Estaba por cerrar los ojos otra vez, cuando el señor Min volvió a asomarse por la puerta de la habitación de huéspedes.

—Rápido—insistió—. Salimos en veinte minutos—Y volvió a dejar la habitación.

Taehyung se levantó, fue al baño y volvió a la habitación a ordenar la cama, puesto que sentía que era lo mínimo que podía hacer por la hospitalidad del señor Min. Antes de salir, se cruzó el bolso que le acompañaba como si fuera un tercer brazo, y cuando salió, el alfa mayor ya se encontraba sentado en el asiento delantero de la carretilla, listo para ir al pueblo. Hizo una seña para que el muchacho se subiera en la parte de atrás, al lado de una caja de jugosas manzanas.

La primera parte del viaje la hicieron en silencio, hasta que pasado un buen rato el mayor preguntó:

—Tengo curiosidad, mocoso. ¿Qué edad se supone que tienes?

Taehyung alzó la cabeza de la manzana que llevaba mirando con hambre desde que habían comenzado el viaje, tragó saliva y volvió su atención al viejo.

—Cumplí dieciséis, señor Min—comentó imaginando cuánto podría enojarse el señor Min si sacaba la manzana sin preguntar.

El alfa arrió a los caballos para que anduvieran más rápido, antes de preguntar:

—¿Y por qué no perteneces a ninguna de las manadas? ¿No deberías ser un sirviente, holgazán?

Pese al tono bromista del alfa, Taehyung torció el gesto, olvidándose de la manzana y levantando la mirada hacia el camino de tierra frente a ellos. Árboles antiguos se alzaban a cada lado del camino, creando una especie de túnel verde, que a esa hora de la mañana se veía acogedor.

—Es una larga historia—murmuró, después de unos segundos.

—Bueno, tenemos bastante viaje por delante—dijo el viejo, encogiéndose de hombros—. Creo que puedes contarme sobre eso.

El beta suspiró todavía mirando el paisaje a través de la carretilla.

Él era un beta de Busán. Había sido criado en el mismo internado en que estaba creciendo Jimin, y quizá por eso el menor le agradaba tanto. Le recordaba a él mismo. Había pasado gran parte de su vida ahí, lamentándose de no ser el buen beta que las Superioras trataban de formar. Él no era bueno llevando bandejas, no era bueno cosiendo, no era bueno ni siquiera con la jardinería. Era un fiasco como beta.

Un día llegó a él la historia de que había betas que vivían por su cuenta y tan pronto como pudo, decidió largarse. Desde ese día, dos años atrás, se encontraba vagando en las calles junto a Channie, su mejor amigo.

—Nunca... nunca pensé que pudiera servir a alguna de esas manadas. —Taehyung dijo finalmente, alcanzando distraídamente la manzana que había estado mirando y dándole un mordisco. El anciano le puso mala cara, pero no dijo nada. Así que solo continuó: — En el internado, siempre estaba en los castigos, porque soy un beta muy torpe. No sirvo para ser el sirviente que los alfas necesitan y estaba seguro de que, si pasaba un día más ahí, las Superioras iban a terminar matándome por inservible. Ellas siempre decían que nadie iba a comprar a un beta tan desastroso, así que decidí irme antes de que eso sucediera. —Observó la expresión del señor Min para comprobar si había hablado de más, pero este último miraba el camino concienzudamente. Soltó un suspiro antes de continuar: — Así que arranqué del Internado, dos años antes de la Subasta.

El alfa asintió, sin expresar ninguna emoción. Tae se encogió un poco ante esto. Se sentía inseguro abriéndole su corazón así como así a alguien que no era Seokjin, Channie o Jimin.

—¿Y ahora vives en las calles? —preguntó el alfa con una extraña suavidad.

El castaño no podía decirle que, en realidad, vivía en las Madrigueras. La tierra prometida para los betas que escapaban de sus manadas o de los internados. Pero si era honesto, ese lugar era bastante parecido a vivir en las calles, así que no sintió que estaba mintiendo cuando sacudió la cabeza, afirmativamente.

—Vivo mejor de lo que aparento.

El señor Min soltó una risotada, todavía observando el camino. Si lo pensaba, jamás se había volteado a mirarlo ni siquiera una vez. Manejaba sus caballos concienzudamente.

—Me gusta eso que tienes—dijo el alfa. Una sonrisa colándose en las notas de su voz—. Eres un optimista. De verdad me agrada.

Las comisuras de la boca de Taehyung se alzaron tímidamente, antes de dar un nuevo mordisco a su manzana.

—¿Sabes qué, mocoso? Envidio un poco a los betas—dijo el viejo después de un rato de silencio—. No los envidio por toda esa mierda de la esclavitud y eso, pero... los betas son libres. —Taehyung lo observaba en silencio, enarcando una ceja. Discrepaba totalmente. —Es irónico, sí. Incluso paradójico, pero ustedes no se dejan guiar por una fuerza interior demasiado demandante. Sabes, hace mucho tiempo dejé de sentirme en sintonía con mi lobo y siempre he sentido que soy dos personas. El yo que ves y el yo que me domina. Los alfas y los omegas somos criaturas muy instintivas, en cambio ustedes son muy racionales. Incluso creo que serían buenos gobernantes—agregó soltando una risa— Y lo digo en serio. Los alfas solo sabemos dominar, mientras que ustedes saben dirigir. O podrían aprenderlo muy bien, ya que estamos. —Hizo una pausa, notando por el rabillo del ojo cómo el muchacho se le quedaba viendo con la cabeza ladeada—. No espero que lo entiendas, de todas formas. Pero me parece bien que lo sepas.

Taehyung jamás lo había pensado de esa forma.

—Y-yo creo que soy libre—susurró Taehyung, después de darle vueltas por un rato.

El alfa echó un vistazo por su hombro hacia el beta, por primera vez en lo que llevaban de camino.

—¿Ah, sí?

—Sí—contestó Tae, asintiendo vigorosamente. Apoyó sus brazos cruzados en la división del conductor de la carretilla, mientras el señor Min trataba de observarlo a ratos. —Aunque vivo en las calles, nadie me dice qué hacer, puedo elegir en buena parte qué comida r-robar para comer y además, ...p-puedo decidir sobre mí mismo.

El hombre asintió lentamente.

—Es lo mínimo que deberían poder hacer todas las personas—dijo el viejo, solemnemente.

Y por alguna razón, ninguno siguió hablando del tema durante lo que restaba del viaje.

El resto del camino lo pasaron llevando conversaciones triviales acerca de la gente del pueblo, burlándose de ellos e inventando historias de lugares lejanos. Taehyung no habría pensado que podría pasarlo tan bien junto a alguien tan viejo. Sobre todo, teniendo en cuenta que ese hombre era un alfa.

—Ya llegamos—dijo el señor Min después de un rato, parando los caballos frente al río. Los animales comenzaron a beber agua a pesar del furioso caudal—. Desde aquí tienes que caminar cuarenta y cinco minutos. Yo debo desviarme para ir a buscar a mi hermana.

—Y a su sobrino, el caprichoso—agregó Tae, burlándose.

El hombre trató de ocultar una sonrisa, arrugando la nariz.

El beta se bajó de la carretilla, rápidamente, acomodándose la ropa y su bolso, luego caminó hasta la parte delantera para poder despedirse.

—Ahm...—comenzó a decir el viejo, rascándose la nuca con incomodidad—. Las puertas de mi casa estarán abiertas para ti si vuelves a tener hambre. Pero antes de entrar te bañarás, ¿de acuerdo? —agregó rápidamente, con su natural voz gruñona—. Ah, y llévate un par de manzanas. Te servirán para el camino.

El beta trató de reprimir una sonrisita, pero no lo logró. Se subió a la carretilla, guardó las manzanas y luego se dirigió al alfa.

—No sé cómo agradecerle todo lo que hizo por mí, señor Min—dijo, la sinceridad colándose entre las palabras.

El hombre frunció el ceño, incómodo.

—No importa, rufián—aseguró, blandiendo su mano frente a su rostro—, y ya vete, antes de que se te haga muy tarde. Ah, y, Taehyung,—dijo el señor Min mirando cariñosamente al beta castaño—, sigue siendo libre.

El muchacho esbozó una amplia sonrisa cuadrada.

—¡Lo haré, señor Min! —exclamó asintiendo y despidiéndose con una mano, antes de darse la vuelta y emprender su camino de vuelta al pueblo.

🐺🐺🐺

Jimin no pudo pegar un ojo en toda la noche, mirando la ventana con anhelo, esperando ver a Taehyung aparecer por ahí. Abrazaba a su muñequito, que quedó tristemente sucio después de que las lágrimas del pequeño fueran a parar en él. ¿Por qué tenía que irse? ¿Por qué no podía quedarse hasta cumplir la edad necesaria y aprovechar los años que le quedaban junto a Tae-tae? Su pechito iba y venía, completamente triste.

El ambiente en el Gran Salón se tensó y se mantuvo así desde que el señor Lee había elegido a los betas que compraría. Jaemin no le dirigió la palabra a nadie después de haber sido rechazado y el pequeño Jimin no podía evitar sentirse culpable de haber sido escogido por sobre Jaemim, que era evidentemente mejor prospecto que él: más grande y mucho más fuerte.

El día siguiente no fue mucho mejor. La Superiora Yon llamó a todos los betas elegidos y los aisló de los demás, obligándolos a bañarse y a refregarse aceites para que su aroma se hiciera más fuerte y por mucho más dulce.

—Olemos igual que omegas—había dicho una de las gemelas elegidas, de la cual Jimin no sabía el nombre.

Jimin jamás había olido el aroma de un omega. Su vida se limitaba a las paredes del Internado, así que, por más que les hablaran sobre ellos, solo podía reconocer el aroma de los alfas, porque eran los únicos que pisaban ese lugar.

Más tarde ese mismo día, les alimentaron con un festín enorme, con los manjares más exquisitos, que Jimin no fue capaz de disfrutar. El pequeño beta sintió que les alimentaban como al ganado. ¿Les querían hacer engordar a propósito?

—Tienen que estar presentables—decía alegremente la Superiora Yon a otra de las alfas ahí. Jimin reprimió un escalofrío, porque jamás la había visto así de contenta—. Ese hombre es uno de los empresarios más importantes de Seúl y tiene muchos contactos. Espero que para final de año podamos cerrar un contrato de compras con él.

Jimin sintió miedo. No. No quería que Hyuna tuviera que pasar por el miedo a ser comprada otra vez.

Apenas empezó a oscurecer, las Superioras mandaron a todos los niños de vuelta a las habitaciones comunes. Jimin fue el último en salir, porque las mujeres le habían obligado a lavarse el cabello y peinarlo, hablando de lo muy sedoso que era y de lo mucho que le gustaba a la gente que su cabello fuera así de dorado. Ninguno de sus compañeros tenía el cabello de ese color. La mayoría de los betas tenían cabellos que pasaban por los distintos tonos de castaño, pero jamás rubio.

Entrada la noche, al fin cruzó el Gran Salón. Los demás niños betas ya debían estar durmiendo en las literas. Se pasó los puñitos por los ojos de lo cansado que se sentía después de un día tan extraño, sin notar que tres personas esperaban por él. Por lo mismo, soltó un grito ahogado cuando fue apresado por el cuello y arrastado hasta la parte trasera de una de las grandes puertas del lugar. Su corazón se disparó del miedo intenso que empezó a sentir.

Se retorció, tratando de zafarse, pero el agarre era demasiado fuerte. Estuvo a punto de gritar, cuando se dio cuenta de que Jaemin estaba frente a él:

—Dongyul, tápale la boca—ordenó su compañero de litera, probablemente al niño que se encontraba apresándolo. Dongyul era uno de los niños más grandes del Internado, uno de los más fuertes, uno de los primeros que comprarían en la subasta. El beta hizo caso enseguida a las palabras de Jaemin y el rubio comenzó a retorcerse con más fuerza ahora que ni siquiera tenía la oportunidad de gritar siquiera.

No entendía por qué lo estaban amordazando de esa forma. Los tres chicos que estaban frente a él -Seung, Dongyul y Jaemin- eran amigos de él. Jimin jugaba con ellos todos los días, compartían risas en los almuerzos y se compartían los juguetes que hacían. ¡Jaemin incluso era su compañero de litera y todas las mañanas se ayudaban a despertar para que las Superioras no los regañaran! Sin duda no podía comprender por qué le estaban haciendo aquello. ¡Eran sus amigos! Jaemin siempre había sido el más dominante de todos ellos, sí, pero jamás se había mostrado como una mala persona.

Ahora se encontraba frente al rubio, con los ojos furiosos, observándole con la peor expresión que le había visto jamás. El corazón de Jimin dio un salto en cuanto Jaemin, tratando de contener la rabia, dijo:

—Seung, dame las tijeras. —El beta a su lado obedeció con la misma rapidez de Dongyul. Jimin comenzó a retorcerse con más fuerza cuando vio al más dominante de ellos acercarse.

—Deja de moverte, Jimin—reclamaba Dongyul, apretando el agarre, pero ¿cómo podría hacerlo si se sentía desesperado?

Jaemin caminó unos pasos hasta el rubio, posicionándose frente a él y observándole con sus ojos fuera de órbitas. Cegado por el profundo desprecio que estaba sintiendo por su compañero de litera.

—El comprador quería llevarte por tu cabello, Jimin. —Cada palabra de Jaemin salía con rabia mal controlada, sumado a una expresión extraña y salvaje en el rostro. No parecía un niño de nueve años. —Él no me eligió porque tu estúpido cabello rubio se metió en el camino. Si te lo corto, el señor Lee se dará cuenta de que yo era una mejor elección que tú, Chimchim. Soy más fuerte. ¡Todos aquí lo saben! Soy yo quien tiene que irse de este lugar. ¡Tú ni siquiera querías ser elegido! —exclamó, fuera de sí.

Tomó un mechón del cabello de Jimin. El rubio dejó de retorcerse, demasiado atónito por la visión de Jaemin como un loco. Su compañero de litera aprovechó ese momento y acercó la tijera a su cabello, cortando y dejando caer las hebras de oro al suelo. La imagen pasó como un suspiro frente a los ojos de Jimin, y en cuanto reaccionó, comenzó a forcejear con toda la fuerza que tuvo jamás para lograr zafarse.

Dongyul se quejaba sonoramente, mientras que Seung no dejaba de lanzar miradillas preocupadas hacia todas partes, demasiado asustado ante la idea de que las Superioras pudieran aparecer.

—Deja de moverte o te voy a herir, Chimchim—dijo Jaemin, tratando de pescar otro de los cabellos del rubio.

Pero Jimin no se dejaba. No quería que cortaran su cabello. No tenía nada de malo, él no tenía la culpa de que ese alfa lo hubiera elegido a él. Jaemin tenía razón, ¡él ni siquiera quería ser elegido! ¿Por qué de pronto actuaba como si hubiese sido su decisión?

Comenzó a retorcerse, lanzando patadas al aire y tratando de evitar que su compañero de litera siguiera cortando su cabello, pero Jaemin tampoco quería rendirse, abalanzándose contra él.

En un momento, todo quedó suspendido. Jimin, en su desesperación, soltó una fuerte patada que alcanzó la mano de Jaemin, mandando las tijeras que sostenía por los aires.

Lo siguiente, fue una seguidilla de eventos desafortunados.

La tijera golpeo una lámpara de aceite encendida que, a su vez, cayó al suelo derramando su líquido hasta dar con una cortina. La llama viajó como una serpiente por el río de aceite hasta hacer que las enormes cortinas del Gran salón se encendieran como pasto seco.

Y en ese momento, el caos se desató.

🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸

Kath-ssi, si llegas hasta acá, tkm. 💖
~Birdie.

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