Te conozco x los zapatos ©®

By vcarlabianca

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| C O M P L E T A | ✔️ COMEDIA ROMÁNTICA [+18] «Un par de zapatos pueden cambiar tu vida, sino pregúntale a... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1. Todo lo que no me gusta
Capítulo 2. Ya lo odio
Capítulo 3. Mala leche
Capítulo 4. Mascara de hielo
Capítulo 5. Fantaseando
Capítulo 6. Mala jugada
Capítulo 7. ¡¿Qué?!
Capítulo 8. Reacciona
Capítulo 10. Planes nocturnos
Capítulo 11. Esto no entraba en mi plan
Capítulo 12. Ojo x ojo
Capítulo 13. ¡Ahora sí, te mato!
Capítulo 14. Un pequeño error
Capítulo 15. Tensión extrema
Capítulo 16. Fatal
Capítulo 17. Imbécil
Capítulo 18/1. Confusión
Capítulo 18/2. Una noche
Capítulo 19. Lárgate
Capítulo 20. Días desiertas
Capítulo 21. Su otra cara
Capítulo 22. Un viernes gris
Capítulo 23. Iker Sinclair
Capítulo 24. Una tras otra.
Capítulo 25. Negación injustificada
Capítulo 26. El doctor
Capítulo 27. Cita llena de casualidades
Capítulo 28. Sin paquete
Capítulo 29. Romina/Milla Flow
Capítulo 30. Encerrada pero libre
Capítulo 31. Ella es igual a mi.
Capítulo 32. Confianza
Capítulo 33. Familia
Capítulo 34. Romeo y su Julieta
Capítulo 35. El idiota de Sinclair
Capítulo 36. Decisión final
Capítulo 37. El trato
Capítulo 38. Y ahora...¡Basta!
Capítulo 39. Ciclo cerrado
Capítulo 40. Sentencia final
Capítulo 41. Orgullo contra orgullo
Capítulo 42. Amor y otras mierdas...
Capítulo 43. Familia
Capítulo 44. Digo que...
Capítulo 45. Así era una vez
Capítulo 46. Soy nada sin ti
Capítulo 47. Nuestra Vida. Final
Epílogo

Capítulo 9. El mejor

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By vcarlabianca

Dejaré esto aquí, una linda sorprecita para ustedes. Gracias por sus votos y comentarios, la verdad es maravilloso leerlos.





Tal y como esperaba, la empresa estaba completamente vacía cuando me dirigí hacia la pequeña estancia que todos usaban como bufete. Cogí dos tazas de café mientras me imaginaba la cara que pondrá el señor Sinclair cuando se encontrara dentro de una situación difícil de manejar.

—Señorita Flow— me sobresalté en cuanto escuché su voz detrás de mí—, voy a salir dos minutos para coger la comida que pedí— dijo con una tranquilidad extraña.

Asentí ligeramente con la cabeza mientras escuchaba el sonido que hacía la cafetera y sentí el olor de café inundándome todos los sentidos. Debo admitir que a precio de unos segundos me sentí realmente mal por haberle preparado esa broma, más cuando me enteré de que había sido tan precavido como para pedir comida, pero de inmediato recordé la vergüenza que pasé y la falta de respeto que me mostró y me volví a poner furiosa.

—Mejor te pongo dos pastillas— murmuré. —¿Sabes qué? Vamos a lo grande, que sean tres.— dejé caer lentamente la última pastilla que tenía en el café mezclándolo con la café-cuchara, sonriendo como una psicópata.

Estaba sentado en su silla mirando unos papeles. Sobre la mesa había dos cazuelas con comida, por el olor pude adivinar que se trataba de pasta. Mis neuronas empezaron a aplaudir.

Al sonido de mis tacones chasqueando contra el suelo, giró; sus profundos ojos celestes encontrándose con los míos.

—Vamos a comer primero— me invitó, INVITÓ, con un gesto, a tomar asiento. —Creo que los dos merecemos un momento de tranquilidad, ¿verdad?

—No podría haberlo dicho más claro, señor Sinclair— respondí, depositando su café en su parte y el mío en la mía.

—Iker—dijo entonces y levanté la mirada mientras deposité mi café a un lado. —Hoy nos vamos a tutear, de todos modos solo estamos tú y yo aquí. Solo— enunció cala sílaba.

Si mantuviera la boca cerrada sería perfecto. Bastaría con actuar igual a un hielo, como siempre lo hacía... «Espera... Esto es nuevo. ¿Por qué me trata tan bien de repente?»

—Iker...— intenté pronunciar su nombre confiada pero me vi balbuceando, «Milla, ponte las pillas, mija.»—, espero que te guste el café que te prepare.

Entrecerró los ojos y me miró durante unos segundos, luego se mordió el labio inferior, asintió con la cabeza y agarró la taza de café para tomar un sorbe.

—Igual a cómo me la imaginé.

—¿Qué?— cuestioné aun conservando una ligera sonrisa.

—Caliente y con cantidades perfectas—habló en tono sexy, conquistador, atractivo. —, casi no se nota que...— perdí el aliento y lo miré fijamente. — la miel no tiene la cantidad que normalmente me gusta.— añadió y respiré tranquila.

—Entonces espero que lo disfrutes— me senté en la silla, doblándome las rodillas sin acercarme mucho al escritorio para no cortarle la vista que tenía sobre mis piernas.

Y lo hizo. El maricón pervertido lo hizo sin dudarlo ningún momento. Clavó su vista en mis piernas sin ninguna vergüenza, ni siquiera intentó disimularlo, y como si esto fuera de lo más normal, añadió:

—No queremos enfriarnos.

— ¿Qué?

—Que no queremos que nuestras pastas se enfríen.— subió lentamente su mirada hacia mis ojos. —Vamos a comer, luego nos encargamos del preestablecido.

Ok. Necesitaba calmarme de inmediato. Mi conciencia me golpeaba moralmente por mi acto tan desquiciado y ahora parecía que todo lo que él decía tenía cierta referencia a mi acción.

—¿Te están gustando?— preguntó y le hice una señal de "like" con el dedo ya que tenía la boca llena. —Disfrútalas.— añadió antes de seguir comiendo.

—Realmente son muy buenas.— afirmé.

—Por lo que veo, no eres una de esas personas que no comen cosas que engordan.— lo escuché decir y saqué una risa mientras moví mi tenedor.

—¿Tengo cara de chiflada?— levanté una ceja mientras seguía riéndome— Solo tengo una vida, una que no pienso desperdiciarla entre dietas.

—Milla— tomó una pausa, empujando la comida a un lado e inclinándose sobre la mesa. —¿Qué piensas sobre la concurrencia?— lo miré con el ceño fruncido.

—Yo creo, que cuando uno está en concurrencia con alguien está intentando sacar lo mejor de si mismo. Por lo tanto, lo veo como algo oportuno, una posibilidad de superarse.

«¡Dios! ¿De dónde tanto calor de repente?»

—Así que, bajo su juicio, es algo benéfico— asintió con la cabeza mientras se apoyó en su silla, mirándome fijamente, teniendo la puntas de los dedos unidas. —Dime Milla, ¿qué tal lejos estuvieras dispuesta a llegar para cumplir tu meta?

—Depende.— me encogí de hombros.

—¿Depende de qué?— cuestionó de inmediato.

—Depende de si es algo serio o no, de si lastimo a alguien a lo largo de mi percurso.

—¿Te consideras una buena jugadora?

—¿A dónde va todo esto?— Empujé la comida a un lado también, inclinándome sobre el escritorio helado como su corazón de hielo.

—¿Cuál es el límite de la integridad cuando está en concurrencia?— se inclinó nuevamente sobre el escritorio, quedándonos de cerca. —Contéstame, Milla, ¿te consideras una persona íntegra?

—Mucho. ¿Tú, Íker?

«¿Pero de dónde tanto calor?»

Iker no contestó. Agarró la taza de café y la bebió toda de un golpe, dejándome con el ceño fruncido. Había un otro problema también, me moría de calor y Dios sabe qué me pasaba, pero lo único en que pensaba eran los botones abiertos de su camisa, su piel que lucía increíble y sus labios.

Mi jefe siguió mirándome mientras su rostro se tensó. Luego, unas ligeras gotas de sudor se deslizaron por la parte lateral de su cara. Me aguanté las risas que sentía pero al mismo tiempo sentí cómo mis ganas de saltarme sobre él crecían exponencialmente. ¿Qué demonios me pasaba?

—¿Te molesta algo, Milla?— cuestionó con una sonrisa extraña.

—Definitivamente no, ¿a ti, Iker?

—Todo bajo control.— contestó.

—Perfecto.

«¿Cómo que bajo control? ¡No, no, no! ¿Por qué demonios no lo admite? , ¡Dios mío! ¿Y si lo sabe?. No, no lo sabe. «Si lo sabía, no se había bebido el café.»

—Voy a recoger la comida, creo que deberíamos empezar con el trabajo.

Me atravesó con la mira pero no dijo nada. Todo aquello hubiera sido mucho más fácil si él no fuera tan guapo. ¿Por qué estaba tan tranquilo? Podía manejar su mal humor, pero ese misterioso silencio me ponía de los nervios.

Me levanté de la silla y caminé en su parte para agarrar la taza de café, pero me quedé a medio camino con mi mano cuando había puesto la mano en el final de mi espalda, antes de deslizarla poco a poco hasta posarla sobre la curva de mi trasero. El calor de su mano atravesaba mi vestido y todos los músculos de mi cuerpo se tensaron. ¿Qué demonios estaba haciendo? Mi cerebro me gritaba que apartara la mano y mandarlo directamente al infierno de donde había salido, pero mi cuerpo actuaba por su propia cuenta. Mis pezones se habían endurecido y dejé mi mano caer sobre el escritorio para sostenerme.

—Eres una jodida mentirosa, Milla— su voz quedó rompiendo el silencio mientras que su mano bajaba por mi músculo, acariciándome con la punta de sus dedos. —Creo que ahora sí te encuentras en una situación un tanto imprevista.

Bajé la vista para mirarlo a los ojos y nuestras miradas se encontraron.

—No entiendo.— murmuré mientras noté su pecho subiendo y bajando, cada respiración más intensa y profunda que la anterior.

—La jugada maestra te salió de lo peor— se levantó de golpe, girándome y atrapándome entre su cuerpo y el escritorio. —Pero como bien sabes, cada acción tiene una reacción, así que realmente quiero ver cómo manejaras esta situación.

Me encontraba en una situación conflictual conmigo misma. Sabía que había pasado demasiado tiempo desde el momento en el cual debía abofetearlo y alejarlo de mí pero me costaba gestionar mis sentidos, todo estaba jodidamente alterado dentro de mí. Nunca me había sentido así, y mucho menos había esperado sentirme así con él, el capullo del siglo.

—Lo sabías— murmuré aun, mirándolo a los ojos.

—Para la próxima, más cuidado.— sonrió atrevido y prepotente. —Cometiste muchos errores novatos. Primero, no me creí ni una mierda del pretexto que invocaste acerca del viaje a Roma, tú me odias, por lo tanto, nunca irías conmigo a un lugar cercano, imagínate si hablamos de uno tan alejado. Dos, compraste la viagra con la tarjeta de crédito que yo te regalé cuando empezaste el trabajo, ¿no pensaste que iba a checarla si pienso que estás tramando algo? Y al final, tres, de repente fuiste muy amable y sonriente.

—¡Que te den!— dije en voz baja y grave. —Espérate...—lo miré incrédula. —¿Me pusiste algo en la comida?—cuestioné.

—Solo lo mismo que tú me pusiste en el café, pero evidentemente la versión creada para mujeres.— sonrió aún con los ojos fijos en los míos.

Sus dedos empezaron a descender por mi muslo hasta llegar al borde de mi vestido. Levantó de ella hacia arriba y luego sus dedos recorrieron el borde de mis bragas. Colocó un dedo entre mi piel y el borde de mis bragas, tirando de ella lentamente para que después la soltara de repente. Inspiré bruscamente.

—¿Cuántas pastillas me has puesto?

—Tres.— enuncié con cierto orgullo.

«¡Milla, agárrate las putas bragas mojadas y aléjate de él! Vete de allá ahora mismo.»

—Estás consciente de que yo no me quedaré así.— levantó una ceja mientras metió los dedos bajo la tela y respiré profundo. —Qué húmeda estás—deslizó su mano por mi clítoris antes de meter un dedo en mi interior.

Cerró sus ojos lentamente mientras parecía aliviarse del mismo deseo que yo sentía por él. Le miré en el regazo y noté el bulbo de su pantalón. Con una clarísima expresión y acción de furia hundió un otro dedo en mi interior, haciéndome debilitarme. Con un movimiento rápido me arrancó las bragas y me subió sobre su escritorio, separándome las piernas.

Gemí sin querer cuando sus dedos se movieron en mi interior con más fuerza. Quería apartarlo, mi parte racional quería apartarlo, pero mi cuerpo entero lo deseaba. Quería más, mucho más. Maldita sea, se le daba muy bien.

—Más— para mi horror absoluto me vi pidiéndole más.

Mi cuerpo se había convertido en mi mejor enemigo. Él abrió los ojos de repente y me fijó, luego dijo:

—Te gané— me susurró al oído—, y hasta que tú logras ganarme a mí una partida, me perteneces.

—Será mejor que estés preparado para acabar lo que has empezado— repliqué mientras incliné mi cabeza hacia atrás.

—¿Esto es lo que quieres?—Me agarró el rostro con su mano, obligándome a mirarlo mientras se bajó la cremallera del pantalón. — ¿Me quieres dentro de ti? Te gusta jugar pervertida, ¿verdad?

—Calla.—le agarré la corbata y acerqué su boca a la mía con agresividad. Sus labios eran más perfectos de lo que parecían. Sus besos tocaban hasta el último ángulo, recorrían el pedazo más escondido y penetraban cualquier profundidad alguna vez imaginada. Estaba perdiendo la cabeza.

—¿Estás segura?— preguntó mientras gimió dentro de mi boca.

—No, pero hazlo.— enredé mis dedos en su cabello, tirando de él ligeramente mientras sus mansos pasaban por mi cuerpo, hasta que con un solo movimiento se empujó completamente en mi interior.

—¡Mierda!— exclamé para disimular el gemido tal alto que hubiera podido salir.

—Nunca te han follado así antes, ¿verdad?— habló en voz ronca mientras que sus caderas golpeaban mis muslos, hundiéndose en mí con profundidad.

—Tampoco te emocionas, me han follado mucho mejor.

¡Mentiras! Nunca me había sentido tan dominada, sucia, pervertida, desvergonzada como en ese momento. Nunca había perdido la compostura o la razón. Pero que me partiera un rayo si iba a confesárselo.

—Mentiras— sonrió cuando notó que mi interior se había apretado, anunciando la llegada del orgasmo, momento en el cual se quedó de mí sin moverse. —Confiesa, Milla, o te juro que pararé, haré que me la chupes y tampoco te haré correrte.—añadió mientras se movió un poco tanto como para incitarme más. —Te prometo que te lo daré si lo aceptas.

—Eres el mejor— admití y sentí sus dedos sobre mi clítoris.

Sentí la forma en la cual sus labios unidos con los míos dibujaron una sonrisa. Los escalofríos y el calor se apoderaron de mí, haciéndome aferrarme más fuerte a su cuerpo. Agarré su mano y él entrelazó nuestros dedos mientras perdía el control por completo. Estaba en plena gloria y, conociendo el estado que llevaba por dentro, Iker profundizó más el beso, dejándome sin aliento.

—Ahora te toca a ti— me susurró al oído cuando aún intentaba recuperar mis fuerzas—Quiero verte tragar.

Bajé mi mano a su erección dura y gruesa, acariciándolo con movimientos lentos mientras lo miré a los ojos.

—Necesito tu boca. Ahora— habló en voz ronca.

Me bajé del escritorio y justo cuando pensó que iba a ponerme de rodillas, le di la espalda caminando hacia la puerta.

—Ni de coña.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo?

—¿Dejándote con las bolas llenas?— Me detuve en la puerta mientras le di un último vistazo. —¡Ah! Y cuando dije que eres el mejor, me refería a que eres el mejor capullo.— añadí y luego salí por la puerta a toda velocidad.

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