The scent of your skin || Ome...

By birdyfics93

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Ser beta no es fácil. No cuando estás obligado a obedecer a los alfas. No cuando eres un esclavo. Jimin y Tae... More

~ Primera parte ~
~ Ser un beta ~
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19. ~El beta que decidió quedarse~
• Segunda parte •
• Conflicto Beta •
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By birdyfics93


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Taehyung estaba agazapado detrás de una carreta, esperando el momento preciso en que el beta que estaba alimentando unos pollos se descuidara. Estaba en el centro de la plaza del pueblo de Busán, el lugar donde la mayoría de las personas llevaba a cabo sus negocios. Los comerciantes se asentaban cada mañana, con sus mejores productos, esperando que el día fuera exitoso. Por ello, no era raro ver a comerciantes con sus mejores animales a la venta, en corrales improvisados. Es por eso que el adolescente sentía su estómago arder del hambre que sentía y si lograba hacerse con alguna de las aves, podría llevarle un buen bocado a Jimin al Internado.

Chimchim.

Sabía que en ese lugar no comía bien y un pedazo de pollo, a pesar de que no era una exquisitez, sería bueno para su salud. El niño era demasiado pequeño y estaba demasiado flaco. Tae realmente no podía comprender cómo era que las Superioras pretendían vender sirvientes a las grandes manadas si cuidaban tan mal a los pequeños betas que vivían ahí. Su pobre Chimchim estaba prácticamente en los huesos y eso no era bueno para un niño de ocho años.

Los alfas y omegas de la misma edad de Jimin y que veía recorrer las calles con tranquilidad, eran niños rechonchos, con las vidas hechas.

Injusto. Totalmente injusto.

Incluso él mismo estaba demasiado delgado, enjuto. Pasarse la vida robándose el alimento era duro, pero al menos, podía decidir en buena parte qué comer. Como ahora, en que miraba atentamente al mismo beta que alimentaba a las aves, tomar una pequeña cubeta y caminar en dirección al pozo del centro del pueblo.

La plaza era un lugar peligrosamente concurrido, pero Taehyung sabía que los pollos que se comercializaban ahí eran bastante más grandes que los que estaban en las afueras, y sentía tanta hambre en ese momento, que definitivamente no estaba pensando con la claridad necesaria para sobrevivir. Así que, aprovechando su oportunidad, salió corriendo a pescar una de las gallinas más gordas del corral. No obstante, y para su inminente peligro, no se percató de que uno de los guardias de la ciudad estaba pasando a metros de él y una señora ceñuda lo observaban.

—¡Está robando! ¡Ese beta está robando!—gritó la vieja omega con una voz aguda capaz de destrozar tímpanos.

Enseguida, todas las miradas al interior de la plaza viajaron hasta Tae. Alfas, omegas e incluso betas le observaban con expresiones que iban desde el enfado a la sorpresa, mientras que Taehyung, con el alma en un hilo, corría, olvidando la gallina, olvidando su hambre, solo preso de un miedo arrollador.

Había veces en las que pasaba eso, en las que no era lo suficientemente invisible al robar cosas. Momentos en que era lo suficientemente tonto, como para exponerse a pleno día en el lugar más concurrido del pueblo.

—¡Detente! —gritó el oficial, blandiendo una de sus mano en el aire, mientras que con la otra trataba infructuosamente de desenfundar una pistola de pólvora. Sin embargo, y para suerte del beta, el ritmo al correr no se lo permitía.

Taehyung ni siquiera echó un vistazo hacia atrás.

No podían atraparlo. No. Para un beta como él ser atrapado era muerte segura.

Y, por supuesto, no podía darse el lujo de abandonar a Jimin.

¡Por la Luna!, pensó Taehyung. Se encontraba asombrado y asustado mientras corría por las calles, tratando de zafarse de todas las manos que trataban de tomarlo. ¿Por qué había sido tan descuidado? ¿Cómo? Una mujer alfa se le cruzó en el camino, tratando de detenerlo y capturarlo, pero Taehyung, siendo tan delgado y tan ágil logró esquivarla con algo de dificultad.

Corrió por alrededor de cinco calles, metiéndose por los callejones y saltando verjas, trazando un laberinto mental con el que pudiera perder al oficial. Y cuando parecía que había logrado escapar, en una calle vacía, Taehyung decidió echar un vistazo hacia atrás.

Tuvo que tragar saliva con lo que vio.

Ya no se trataba de solo un oficial, sino que ahora eran tres los que le perseguían. Para rematar su mala suerte, al volver a intentar correr, Taehyung chocó de frente con el Ermitaño, un alfa mayor que vivía solo en las montañas y que bajaba únicamente a vender libros una vez a la semana a la plaza. No mucha gente le hablaba, porque no era un hombre al que le gustara mucho parlotear. Incluso había historias que aseguraban que el hombre había perdido a su lobo y que por esa razón se había ido lejos, lejos de todo el mundo.

Pero para Taehyung era lo menos que importaba cuando dio a parar al suelo por el impacto.

El Alfa Ermitaño lo observó sorprendido, pestañeando, antes de notar la mirada suplicando que le ofrecía el beta.

—¿Qué-...? —preguntó el Alfa.

Pero no fue necesaria una respuesta, porque cuando vio que el muchacho miraba hacia atrás, desesperado, mientras escuchaba voces como "¡Detengan a ese beta!", el alfa soltó un largo suspiro, pensando que se arrepentiría por lo que estaba a punto de hacer. Así que, con la firme de un alfa de edad, ordenó:

—Métete a la carreta, tápate con la manta y hazte tan pequeño como puedas, mocoso. ¡Ya, ya, ya!

Taehyung ni siquiera pudo reparar en el hecho de que la voz del Ermitaño sonaba muy ronca. No la había imaginado antes. Así que, sin detenerse a pensar si podía ser una treta para detenerlo y entregarlo a las autoridades, Taehyung se agazapó al interior de la carreta y se tapó con las mantas que el alfa utilizaba para resguardar los libros del ambiente.

Dos minutos después, sintió fuertes y rápidos pasos romper el tranquilo ambiente.

—¿Ha visto a un beta joven por aquí? —preguntó uno de los oficiales, jadeantes.

Taehyung no podía verlos. Así que solo oyó un ruido sordo, como de alguien arrastrando los pies.

Creo que sí—escuchó responder al viejo.

El cuerpo del beta se tensó en un santiamén, asustado. ¿El hombre iba a entregarlo?

Pasó corriendo hace un rato, debió pasar por aquí.

Ah, sí, sí—escuchó al viejo, con una voz refunfuñona. Taehyung estuvo a punto de saltar de la carreta del miedo, hasta que le oyó decir:—. Soy un poco ciego. Pero estoy casi seguro de haberle visto irse corriendo hacia aquellas casas. Estos betas de hoy en día, los de mis tiempos eran rectos como una flecha. Nada los hacía flaquear de sus actividades...

Gracias, Ermit-... Quiero, decir, señor—Se corrigió uno de los oficiales. Taehyung era capaz de sentir la —. Seguiremos buscando.

Sí, sí. Más les vale. Miren que andar dejando a escapar a eso delincuentes. Vergüenza debería darles por no ser capaces de atrapar a un mísero beta—gruñó el viejo alfa.

Tae escuchó algunos refunfuños molestos y algunos segundos después, escuchó cómo los fuertes pasos de los oficiales -o esperaba que fuesen ellos- se iban alejando cada vez más, hasta que finalmente ya no pudo oírlos. Luego, sintió como alguien arrastraba los pies por la gravilla y tuvo que reprimir un gritito asustado cuando el Ermitaño levantó la manta que lo ocultaba, abruptamente.

—¿Qué robaste? —preguntó el alfa con sequedad, entornando los ojos hacia el menor.

—U-una g-gallina, señor.

El alfa se le quedó mirando con una expresión desconfiada, analizando. En el intertanto, Tae temblaba de pies a cabeza. A pesar de que los oficiales finalmente se habían ido, era otra cosa encontrarse con uno de los personajes más misteriosos del pueblo. Por lo que realmente no esperó la siguiente pregunta que le hizo aquel hombre.

—¿Tienes hambre? —Taehyung pestañeó. ¿Qué? Ni siquiera supo qué responder. ¿Era alguna especie de pregunta capciosa? El viejo, sin paciencia alguna, resopló. —¿Tienes lengua al menos?

—Sí, sí—dijo el muchacho, teniendo que aclararse la garganta, puesto que la voz le salió afectada por el miedo—. Quiero decir, sí, tengo lengua... y hambre.

—Bien—replicó el viejo alfa, caminando hacia sus caballos. Tiró las correas y se subió al frente en la carreta, sentándose y ajustando las correas a sus manos—. Porque nos espera un camino de hora y media y me gustan las historias, por si no lo has notado—dijo apuntando los libros hacia atrás. Tae echó un vistazo, confundido, porque él no sabía leer. El viejo no le dio importancia, sin embargo. —Empieza a contarme qué hacías robando pollos en plena plaza del pueblo.

—¿C-cómo?

El alfa arrió a los caballos y estos comenzaron a caminar al instante.

—Vendrás a mi casa por supuesto—dijo este último, como quien no quiere la cosa—. Tengo algo de pan en esa bolsa, así engañas un poco el diente. Haré un buen estofado de pollo para ti y podrás descansar hasta mañana, pero empezando el día te vas. ¿Entendido?

Taehyung asintió vigorosamente, sin discutir ninguna palabra. No se veía en posición de hacerlo en todos modos. Así que se acomodó en la parte trasera de la carreta, juntando sus manos e intentando no tocar absolutamente nada.

Su estómago rugió con fuerza en ese momento y el alfa le echó una mirada curiosa, manteniendo aquella expresión refunfuñona de siempre. Taehyung debería haber estado asustado, pero, algo en su corazón se entibió al saber que el hombre se había preocupado por él.

Absolutamente nadie iba a creerle cuando les contara la historia de ese día.

🍂🍂🍂

Era temprano por la mañana y Jimin estaba jugando con su muñequito antes de que todos los demás niños se despertaran. El sol todavía no hacía su aparición por la ventana, por lo que las Superioras no habían ido a despertarles todavía. Aquello era un tremendo regalo para el niño, porque, aunque supiera que todo el día iba a sentirse cansado, poder jugar con su juguete real era increíble. ¡Incluso tenía pestañas! Él había tratado de hacerse muñequitos, pero ninguno era tan espectacular como el que tenía entre sus manos. Ah, cuánto quería restregárselo en la cara a Hyuna, quien era la niña que hacía los juguetes más bonitos de todo el Internado, pero había prometido a su hyung que lo escondería. De todas formas, las niñas betas dormían en la habitación del ala sur y los niños en el ala norte, así que no podía correr hasta allá para enseñárselo. Tendría que guardárselo para él mismo.

Primero de todo lo que tenía que hacer ese día (hacer su cama, lavar sus ropas, ir a clases de cocina, de cuidados de alfas y omegas, y de cosecha de vegetales), pensaría en dónde esconder su muñeco. Tal vez tendría que escaparse por la noche y esconder el muñeco en los Huertos. Aunque aquello podía no ser tan buena idea, teniendo en cuenta que su pequeño muñeco podría mancharse y colgarlo a la luz del sol después de lavarlo no era una opción en lo absoluto. Quizá podría esconderlo en los baños, aunque probablemente tampoco era un buen plan porque había más posibilidades de que los niños a los que les tocara limpiar lo encontraran y entonces lo perdería para siempre.

Cielos.

Ciertamente no era una tarea fácil para Jimin tratar de buscarle un buen escondite al juguete más genial del mundo.

A sabiendas de que las Superioras, aquellas mujeres alfas que dedicaban su vida a la crianza de betas para la venta llegarían en cualquier momento, escondió otra vez el muñeco en la almohada y se acostó mirando hacia la litera de arriba.

Ah, tenía tantas ganas de salir a jugar con su muñequito en las praderas.

Un fuerte golpeteo en la puerta lo hizo saltar en su cama.

—¡Arriba! —Gritó una de las alfas con voz poderosa y severa, aquella que, a pesar de ser betas, lograba generar un pequeño cortocircuito en los niños— Hora de levantarse, holgazanes. ¡Rápido, rápido!

Jimin se puso de pie de un salto, sintiendo un ligero escalofrío de nerviosismo recorrerle la espalda. Le tenía mucho pavor a la Superiora Yon. La mujer entró a la habitación y empezó a apuntar a niños betas.

—Tú, tú y tú—ordenaba Yon con voz severa y una fusta en su mano—. Lleven cuatro cubetas cada uno y llénenlas de agua. Rápido. Cinco minutos, ni más ni menos. Los demás, ordenen sus literas y apenas hayan terminado, párense a un lado de ellas.

Todos y cada uno de los niños se levantaron y comenzaron a ordenar sus camas. Jimin, en tanto, rogaba a la Diosa Luna que su muñequito no se escapara de la almohada. Estiró las mantas y cuando tomó su precario cojín, lo golpeo hasta que tomó una forma normal. Su pulso se aceleró en el proceso, pero trató de respirar suavemente, tal como Taehyung le había enseñado para calmarse. A pesar del temblor en sus manos por el miedo, supo mantenerse lo suficientemente tranquilo como para que la Superiora no sospechara de él.

Apenas hubo terminado, se paró a un lado de la cama, rígido como una tabla y mirando hacia el frente como todo buen beta lo haría. Jaemin, el chico que ocupaba la cama de arriba de la litera, se paró a un lado de él igual de rígido y apenas respirando.

Los betas que habían sido enviados a llenar baldes con agua, volvieron y los dejaron a un lado de la Superiora. Ella les hizo una seña con la cabeza para que corrieran a arreglar sus camas.

Uno a uno, todos quedaron de pie, mientras la Superiora se paseaba por entre las camas revisando que las sábanas estuvieran perfectamente estiradas.

—¡¿A esto le llamas hacer una cama?!—gritó Yon a un asustado beta de siete años que fue severamente golpeado con la fusta en un brazo. El niño reprimía las lágrimas tan fuertemente como podía. — Hazla de nuevo hasta que puedas hacer algo bien, por la mismísima Luna.

Jimin sintió cómo sus rodillas temblaban incontrolablemente cuando la Superiora pasó por su lado. No era como si estuviera demasiado asustado, ¿no es así? Todos los demás niños parecían intranquilos y sus respiraciones angustiadas se oían a pesar del canto de los pajarillos en las afueras. Él no se veía muy diferente de los demás, ¿no? Sin embargo, su corazón latía tan fuertemente que temía que todos en aquella habitación pudieran escucharlo. El miedo de que encontraran su juguete era tan grande que podía sentir bajo su camiseta del pijama que estaba sudando frío.

Jimin se quedó completamente en silencio cuando la mujer alfa se detuvo frente a la litera que compartía con Jaemin. La observó detenidamente y luego les lanzó una mirada llena de desdén a ambos.

Cuando siguió su camino, Jimin casi se deja caer al suelo del alivio.

Yon terminó de revisar las literas unos minutos después y, habiendo finalizado, caminó raudamente de vuelta al principio de la habitación, a un lado de las cubetas.

—Llenarán los recipientes que están al lado de sus camas y se limpiarán. Completamente bien. Quiero que sus pieles brillen. Hoy vendrán compradores y que quiero que por una vez en sus miserables vidas luzcan a lo menos presentables. ¡Rápido, rápido! Vendré a revisarlos en diez minutos—sentenció la Superiora Yon y acto seguido, dejó la habitación.

Los suspiros aliviados de los betas comenzaron a recorrer toda la habitación. No obstante, Jimin era el único que todavía sentía nervios en el estómago.

Oh, oh. Esto no pintaba nada bueno.

Los murmullos y las conversaciones entre los niños se extendieron por toda la habitación como si fueran contagiosas.

—¿Crees que compren a alguno de nosotros? —preguntó Jaemin al beta más pequeño, llenando el recipiente que tanto él como Jimin compartían.

El rubio lo miró, suspirando, y dijo con su aguda vocecita:

—Espero que no.

Jaemin lo miró con los ojos abiertos como platos.

—¿Que no quieres irte de aquí, Chim?

¡Claro que no!, tuvo ganas de decir. Jimin no podía irse, ¡tenía que esperar a Taehyung! No podía abandonarlo.

—Tae... Quiero decir, he escuchado que no es nada bueno que te compren siendo tan joven—murmuró Jimin, mojando un paño y luego pasando la tela por sus brazos.

Tuvo que reprimir un quejido. Aquella tela parecía más bien una lija.

—No lo creo—dijo Jae, convencido—. Los Superiores dicen que una vez que salgamos de aquí iremos a cumplir nuestro verdadero propósito en la vida. Eso suena lindo, ¿no? Creo que estaremos mejor afuera que aquí —decía el niño, soñador, sacándose la camiseta raída que traía y limpiando sus brazos. —Quiero estar lindo. De verdad quiero que me compren—murmuraba con la inocencia de la edad que tenía.

Jimin no podía evitar que su estómago doliera ante la sola mención de poder ser comprado. No. Él no podía abandonar a Taehyung.

—Supongo que sí—murmuró a Jae, no muy convencido.

Sin embargo, eso fue suficiente para que el otro niño quedara tranquilo y tarareara felizmente.

El pequeño beta rubio miró hacia la ventana. Recién había pasado una noche de las tres que demoraría su hyung en volver. Quería que Taehyung viniera ahora. Antes de que alguien fuera capaz de arrebatárselo de los brazos.

Y deseó aquello con todas sus fuerzas mientras aquella tela como lija seguía irritando su piel.

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