The scent of your skin || Ome...

By birdyfics93

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Ser beta no es fácil. No cuando estás obligado a obedecer a los alfas. No cuando eres un esclavo. Jimin y Tae... More

~ Primera parte ~
~ Ser un beta ~
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19. ~El beta que decidió quedarse~
• Segunda parte •
• Conflicto Beta •
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By birdyfics93

           

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¿Cuánto tardaría Taehyung en aparecer?

Un Jimin de ocho años miraba la ventana de su habitación con ansiedad. Los demás niños betas estaban durmiendo en sus literas, tranquilamente, pero él esperaba pacientemente a que apareciera Taehyung por la ventana.

Ya estaba molesto. ¿Por qué tenía que tardar tanto?

Ese día había sido especialmente malo. Sin querer, había botado la bandeja de la comida durante el almuerzo y las Superioras lo castigaron, por lo que tuvo que pasarse todo el día fregando las extensas escaleras del Internado. Le dolían las rodillas y tenía las manos rojas de tanto utilizar limpiadores potentes para quitarles las enormes manchas de tierra a cada escalón. Había sido una tarea titánica y cansadora, pero era eso o pasar un día en los castigos. Reprimió un escalofrío. Jimin prefería mil veces limpiar, a tener que pasar todo un día encerrado en una habitación tan pequeña.

—Buuu~—Escuchó susurrar a alguien tras de él y al voltearse, vio aparecer una cabeza castaña, seguido de un cuerpo muy delgado.

Taehyung al fin.

—¡Hyung!—exclamó el pequeño Jimin en cuanto lo reconoció, lanzándose sobre los brazos del adolescente.

Siempre lo extrañaba, siempre esperaba la noche para que el mayor se dejara ver en el Internado, mientras todos los demás dormían.

—Shhhh—lo silenció el mayor—. Haz silencio o vas a despertar a los demás niños, Chimchim. —Tae pasó las piernas por el alféizar, cayendo con un golpe sordo en la habitación. Jimin hizo espacio, sonriendo, sin notar que el mayor lo escaneaba con los ojos. Unos segundos después, Tae lanzó una mirada desaprobadora a Jimin—. Déjame ver tus manos—le ordenó.

El niño rápidamente las escondió tras de sí, negando con la cabeza obstinadamente.

—Nop.

—Jimin—siseó Taehyung acercándose levemente a él y entornando los ojos, severo—, déjame ver tus manos. Te lo ordeno.

—Tú no eres un alfa—desafió el pequeño Jimin, arrugando la nariz altivamente. Nadie tenía por qué ordenarle cosas, él no tenía por qué cumplir—. Los maestros dicen que solo a ellos debemos obedecerlos.

Taehyung se lo quedó mirando de hito en hito, sorprendido. Y luego, soltando un ligero suspiro, se dejó caer en el suelo, ante la altiva mirada del menor.

—No tenemos por qué obedecerles, Jimin—soltó.

No obstante, Jimin resopló, incrédulo.

—Tenemos que hacerlo, porque los betas nacimos...

—... para servir. Lo sé, lo sé. No es necesario que me lo recuerdes. Ya me llenaron bastante la cabeza con esas cosas cuando era un niño, Jiminie. Y es una gran mierda. —De pronto, sintió un pellizco en el brazo—. ¡Auch!

Era el niño, que le miraba con el ceño fruncido y con los brazos cruzados, mientras esbozaba aquella mueca obstinada y caprichosa que a Taehyung le parecía muy graciosa.

—Hyung no debe decir malas palabras—le dijo el niño—. Los maestros dicen que un buen bet-...

—Sí, sí—le cortó Tae, enfurruñándose—. Los maestros dicen muchas cosas. Y yo, que soy tu amigo, digo que eso es pura mierda. No me mires así, es la verdad. Ah, y no vuelvas a golpearme. Tengo dieciséis años y tú solo tienes ocho. Me debes respeto, porque soy mayor que tú. —Le dijo, desordenándole el cabello mientras Jiminie gruñía suavemente—. Además, te traje una sorpresa.

El niño alzó la cabeza sin poder evitarlo, sus ojos brillaron de la emoción. En un lugar como el Internado, las sorpresas era un milagro. 

—¿Una sorpresa? —preguntó, casi a regañadientes, pero Taehyung sabía que, en realidad, estaba tratando de ocultar su emoción.

El mayor rebuscó algo en su bolso ante la atenta mirada del niño, quien terminó dejándose caer en el suelo a su lado.

—Te traje un muñeco—le dijo el adolescente a Jimin, una vez que lo encontró—. Se lo robé a un niño omega con el que me crucé hoy.

            El beta menor frunció el ceño, colocando sus puñitos en las caderas, mirándole de esa graciosa manera reprobadora que a Taehyung le derretía el corazón.

—No está bien que robes, hyung

Taehyung se encogió de hombros.

—Tampoco está bien que tú y estos niños estén aquí dentro, pero aquí están, ¿no? —Jimin ladeó la cabeza, sin comprender—No es nada, pequeño Chimchim. Ten. Es precioso, ¿no crees? Yo creo que se parece a ti. Tiene el mismo cabello rubio y los mismos ojos oscuros.

El menor tomó el muñeco entre las manos y sintió que sus ojitos se aguaban. A pesar de que quería mantenerse firme en su opinión de que su hyung no debía robar, la emoción lo terminó sobrepasando. Jamás en su corta vida había tenido un juguete de verdad. Solo estaba permitido que los niños alfas y omegas los tuvieran, por lo que los betas se conformaban con hacerse pequeños muñequitos del material que encontraran. Hyuna, por ejemplo, siempre hacía juguetes con restos de cosas que encontraba en la cocina, pero no eran tan hermosos como lo que tenía entre sus manos. El juguete estaba hecho de tela, con pelo sedoso y ojos bordados. ¡Era precioso!

Taehyung, por su parte, se dedicó a observar a Chimchim. Sabía por experiencia que un lugar como el Internado, no era un buen espacio para crecer. Los niños, por lo general, eran tratados con demasiada severidad. Por lo cual, siempre tenía que escanear al menor en busca de heridas o señales de que estaba dañado y las encontró al observar las manitos rojas de Jimin.

—¡Lo sabía!—exclamó Taehyung en un susurro y sin previo aviso, haciendo que Jimin diera un salto. El adolescente le agarró una de sus manitos y la revisó—. Lo sabía. Estuviste limpiando, ¿no es así? ¿Qué fue lo que hiciste esta vez, Jimin?—le reprochó Tae.

El menor tiró su mano, volviendo a esconderla tras su espalda. Sus mejillas se tornaro rojitas y trataba de apartar la mirada, avergonzado.

—¡Esta vez no lo hice a propósito, hyung! Se me cayó la comida en el almuerzo y la Superiora se enojó—murmuró, esbozando un puchero triste. Taehyung, en tanto, estiró la mano para secar una lagrimita que se le escapó al niño—. Ni siquiera me dejaron cenar.

Taehyung reprimió un suspiro. Por supuesto. Apretó cariñosamente una de las esponjosas mejillas del mejor y le dedicó una sonrisa suave.

—Entonces, debes tener hambre.

Chimchim, otra vez siendo obstinado, desvió su mirada.

—Nop—respondió, haciendo énfasis en la última letra.

Taehyung entrecerró los ojos, desconfiado. Pero todavía con una sonrisa entre los labios.

—¿Tengo que poner mi oreja en tu pancita para comprobarlo, Jiminie?—canturreó, acercando su mano juguetonamente al espacio cercano a su ombligo.

El pequeño beta reprimió una sonrisita, mientras cruzaba sus brazos tratando de protegerse de las manos de Taehyung.

            —No, no tienes permitido tocar mi pancita.

—Entonces, si no tienes hambre, seguramente no querrás comer el exquisito y crujiente pan que tengo guardado en mi bolso—le dijo Taehyung, buscando un paquete en su mochila. Cuando lo encontró, abrió el papel revelando un pan que no era exquisito ni crujiente, pero con el que a Jimin, con el hambre que sentía, se le hacía agua la boca. 

Tae extendió le extendió el paquete, pero el menor lo alejó con las manos.

—¿Qué vas a comer tú? —le preguntó a su amigo de sucia cabellera castaña. 

—Yo ya comí—le dijo Tae, empujando el pan otra vez hacia él—. Anda, disfruta.

El niño, en vez de tomar el trozo de pan, puso su pequeña manito en la mejilla del adolescente. Tae sintió como de pronto su corazón se estrujaba. Jimin tendía a hacer esas cosas que lo dejaban sin palabras. Y así se observaron a los ojos, repentinamente tristes.

—Estás muy delgado, hyung. Debes comer más—susurró Jimin con su dulce voz aguda.

Tae, de pronto, esbozó una gran sonrisa, enseñando todos sus dientes. A Jiminie se le antojaba la sonrisa más hermosa del mundo, pero no se veía como si realmente fuera feliz. 

—¡Como muchísimo!—le mintió su amigo, sobándose la barriga—. Mi pancita siempre está rebosante de comida. Eh, no me gruñas que es cierto. ¡Hoy comí cinco zanahorias al almuerzo! Estaban ensillando un caballo cuando las robé. ¡El pobre beta me siguió por diez cuadras antes de perderlo! —contó Taehyung, soltando una risotada. Jimin le dio un golpe en el hombro y le hizo un gesto para que se callara. El mayor comprobó que ninguno de los niños hubiera despertado antes de decir—. Lo siento, lo siento. Pero anda. Come que si no el pan se va a perder.

—¡No se va a perder! —reclamó Jimin.

—Es cierto, no se va a perder. Porque si no te lo comes tú, me lo voy a comer yo.

—Compartamos, hyung—concilió el niño, partiendo el pan a la mitad y entregándoselo a Taehyung.

El mayor se quedó observando a Jimin a los ojos, decidiendo qué hacer, antes de darse por vencido y aceptar el trozo.

—Bien—dijo, arrugando la nariz—. Pero solo lo acepto porque si no la pelea no va a terminar nunca.

Jimin sonrió, a sabiendas de que Taehyung también tenía hambre. Se quedaron comiendo en silencio, mientras ambos se lanzaban miraditas juguetonas. Cuando al fin terminaron, Tae tomó el muñeco que había quedado tirado en el suelo.

—Escóndelo—le dijo a Jimin, mirándolo severamente—. Nadie puede ver tu muñeco, porque realmente no sabemos qué podrían hacerte si las Superiores se enteran. —Taehyung de pronto soltó un quejido, pensando en lo mala idea que sonaba darle ese juguete a Chimchim—. Ay, ya me estoy arrepintiendo, Jiminie. ¿Sabes qué? Mejor me lo llevo y lo traigo cuan-...

—¡No! —le interrumpió el niño, mirándole con desesperación—. Prometo que seré cuidadoso, ¿sí? Lo esconderé. Nadie sabrá que lo tengo. Ni siquiera Hyuna lo sabrá, ¿sí? Ni siquiera ella. En serio—pidió con un puchero.

Taehyung lo miró a los ojos y soltó un suspiro, negando con la cabeza. 

—Soy un sensiblero contigo, ¿sabes? Es peligroso, Jimin. —Puso una mano en el hombro del niño. —Prométeme que, si alguien se llega a enterar del muñeco, lo tirarás a la basura o lo quemarás, ¿de acuerdo? Es muy bonito y todo, pero no es más importante que tú, ¿entendido? —Vio al niño asentir de manera débil, y aquello no lo hizo sentir tranquilo, así que insistió volviendo a preguntar: —Jimin, ¿realmente lo entiendes?

—Sí, hyung—repitió Jimin, pestañeando lentamente, como lo hacía de manera inconsciente cada vez que quería conseguir algo.

El adolescente resopló, no obstante, mantenía una sonrisa en el rostro.

—Bien, ahora me tengo que ir antes de que te encuentren despierto—le dijo, poniéndose de pie.

Jimin le agarró el pantalón con sus pequeñas manitos, tirando de la tela para hacer que volviera a sentarse.

—¡No! ¡No te vayas! —le pedía.

Cada vez que el niño hacía eso, algo se partía en el corazón de Taehyung. Pero no podía quedarse. Estar ahí, era poner en problemas a su pequeño Jimin. Las Superioras eran personas muy severas y los castigos, muchas veces –por no decir todas las veces- eran demasiado exagerados. Así que lo mejor era no quedarse mucho tiempo, por si alguna de ellas decidía revisar las literas del ala sur.

—Tengo que irme, Jiminie, no es seguro para ti que yo esté aquí—le dijo suavemente agachándose a un lado de él. El niño le observaba con sus grandes ojos de cachorro, pestañeando como si fuera a ponerse a llorar—. Vine solo para traer el muñeco. Acéptalo como regalo de cumpleaños.

Jimin, sorbiendo por la nariz, frunció el ceño, confundido.

—Pero yo no estoy de cumpleaños, hyung.

—Como regalo de cumpledías, entonces—bromeó el mayor, desordenándole el cabello otra vez, mientras Jimin trataba de zafarse de su mano, un poco ofendido pero si saber por qué—. Ya. Ve a la cama a dormir.

Jimin puchereó con el muñeco entre sus manos.

—¿Vendrás mañana?

—No, mañana, no y no me pongas esa carita de perro mojado. Vendré esta semana, ¿sí? Cuenta dos noches y a la tercera, estaré de nuevo en tu ventana.

Juntos caminaron hasta la cama del niño, que era la cama de abajo en la litera. Taehyung movió las mantas, dejando que Jimin se metiera adentro y luego lo tapó.

—Esconderé el muñeco en tu almohadón y mañana le buscarás un lugar más seguro, ¿de acuerdo?

Jimin asintió, mientras veía cómo el mayor escondía el juguete, con manos rápidas. Apenas terminó, empezó a dejar suaves caricias en el cabello de Chimchim. Estuvieron así un rato, hasta que el menor dijo con suavidad:

—Hyung, prométeme que nunca me abandonarás.

Taehyung se quedó mirándolo un rato, observando sus ojillos asustados y sintiendo cómo su corazón se apretaba. No era la primera vez que Jimin decía algo como eso y siempre su corazón se estrujaba, dolorosamente, ante la idea de fallarle. Porque, ¿era una promesa que él realmente podía cumplir? Viviendo en las calles como vivía, siempre estaba en peligro. Sin embargo, viendo los ojitos anhelantes del pequeño, esperando por su respuesta, reprimió un suspiro y dijo, con toda la seguridad que pudo:

—Siempre voy a estar contigo, Jimin.

Los ojitos del menor brillaron, a pesar de la oscuridad de la noche.

—¿Siempre?

—De alguna forma u otra, siempre lo haré—prometió. Vio a Jimin bostezar, mientras se pasaba sus manitos empuñadas por los ojos. — Tienes sueño, pequeño—le dijo antes de darle un beso de buenas noches en la frente—. Duerme, Jiminie. Mañana es un largo día.

—Te quiero, hyung—le dijo el menor, en un susurro adormilado.

—Y yo a ti, niño—murmuró el adolescente, con una suave sonrisa.

Cuando Jimin cerró los ojos, rápidamente, Taehyung caminó hasta la ventana y se quedó algunos minutos sobre el alféizar mirando al niño con aprehensión. Odiaba dejarlo ahí, en aquel estúpido Internado para betas, pero sus posibilidades, por ahora, eran mejores al alero de las Superioras. Jimin no podía vivir en las calles junto a él. Al menos, no ahora que era apenas un niño, un bebé. Taehyung soltó otro largo suspiro, odiándose por no poder brindarle algo mejor. Por no ser un alfa que pudiera darle protección o un omega que pudiera cuidarle.

Era solo un beta fugitivo.

Cerró los ojos, sacudiendo la cabeza y sabiendo que esto era lo mejor que podía ofrecerle a su Chimchim. Así que cuando al fin se sintió preparado, dio el salto desde el alféizar de la ventana hasta la tierra, hasta el camino que lo llevaría de vuelta a la cruda realidad que le había tocado vivir.

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