Forbidden [HANK x CONNOR]

By Daikiraichan

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Hank Anderson, teniente de policía de Detroit, vive su apacible y tranquila vida junto a su esposa Katherine... More

Capítulo 1: Fuerza magnética
Capítulo 2: Promises I can't keep
Capítulo 3: Not just a Machine
Capítulo 5: Hate me, please
Capítulo 6: Unfaithful
Capítulo 7: Falling away with you
Capítulo 8: This feeling
Capítulo 9: I think I love you...
Capítulo 10: El corazón quiere lo que quiere
Capítulo 11: Gasoline
Capítulo 12: The Letter
Capítulo 13: Nothing's gonna change my love for you (FINAL)

Capítulo 4: Lullaby of Cain

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By Daikiraichan

NOTAS DEL AUTOR

Lo prometido... 

¡Es deuda! 

AVISO PARA NAVEGANTES: Contenido ligeramente smut/pornográfico en este capítulo. Leed con precaución y alejados y alejadas de personas con problemas del corazón y hermanos/as pequeños/as ;) 

Credits: Illustration by @r_ura_nm (twitter) 


::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::


Abrió los ojos.

El dolor de espalda lo había despertado.

La sala se encontraba a oscuras y fuera no podía percibirse ningún sonido que no fuera el cantar de los pájaros mañaneros. Estaba amaneciendo. Miró su reloj.

Las 6:55 am.

Suspiró pesadamente y se intentó levantar del sillón, sintiendo su cuerpo crujir.

El dolor de cabeza casi lo vuelve a tumbar en el sofá. Los recuerdos de la noche pasada volvían con fuerza a su mente. La mano de aquel androide en su muslo.

Todavía podía incluso sentir su roce.

Su mujer todavía no se había despertado y agradecía haberse levantado él antes, no podía descubrir que se había quedado dormido en el sillón y que había huido de su compañía en la cama.

Porque eso es lo que había pasado. Se había negado compartir cama con su esposa en el estado en el que lo había dejado el joven.

Se sonrojó de nuevo y se sintió tremendamente sucio y asqueado de sí mismo.

Se había excitado y todavía no podía encontrarle una explicación. Lo que sí sabía con seguridad es que Katherine nunca se iba a enterar.

Decidió reunir fuerzas para levantarse sobre sus pies y caminar hacia la cocina para tomar un poco de zumo de naranja directamente de la botella. Bebió una gran cantidad, por la deshidratación que presentaba por la ingesta de alcohol. Se sintió incluso mareado por la resaca. Maldijo en voz baja.

Se limpió la boca y la barba con el brazo, y se apoyó en el poyo de la cocina. Sus pensamientos se encontraban desordenados y alterados. Suspiró fuertemente y decidió subir escaleras arriba y dar con su mujer en la cama.

La habitación estaba a oscuras y se quedó en el umbral de la puerta, mirando hacia el interior. Podía ver el rostro de su esposa entre el algodón de la almohada, ligeramente tapado con un poco de su cabello castaño; parecía descansar plácidamente. Su cuerpo se dejaba entrever entre las sábanas, aquella hermosa silueta que tanto deseaba.

Apoyó su cabeza en el marco de la puerta, y siguió observando a su mujer dormir, analizando su respiración.

Nunca se perdonaría hacerle daño. Katherine siempre había sido un ángel, su salvación. ¿Qué sería de él si ella decidiera irse de su lado?

Estaría completamente perdido.

Pero, entonces... ¿por qué se sentía perdido en ese mismo instante?

Intentó distraer a sus inquietantes dudas y recorrió lentamente los pasos que lo separaban de la cama mientras se desabotonaba la camisa y la dejaba tirada en el suelo. Se recostó en el colchón con mucho cuidado, intentando no despertar a su bella durmiente.

Cuando apoyó la cabeza en la almohada, unos brazos cálidos le abrazaron el cuerpo. Cogió suavemente una de sus manos, aquella donde llevaba la alianza de oro de su boda. La apretó un poco más fuerte entre sus rudos dedos, como en una silenciosa súplica.

Cerró los ojos.

Tenía que intentar dormir un poco más.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

- Qué suerte tenemos de tenerle de vecino...

Hank levantó la cabeza de los archivos que estaba estudiando para el caso en el que estaba trabajando. Su mujer se encontraba con los brazos abrazando su propio cuerpo, mientras miraba por el gran ventanal que tenían en la sala, justo al lado del despacho de Hank.

Su mirada esmeralda estaba fija en la silueta del androide, en el jardín delantero, donde se encontraba practicando lanzamientos con Cole, tal y como le había prometido.

El mayor chasqueó la lengua y frunció el ceño, volviendo a mirar sus carpetas, en busca de un motivo para perpetuar aquel asesinato.

- Es encantador, ¿no crees? –se dirigió directamente a su marido, mirándolo con una sonrisa-. Nunca habría imaginado que los androides podían ser tan parecido a los humanos. Es desgarrador pensar que antes los teníamos como a esclavos...

- ¿Es que ahora eres defensora de los derechos de esos cachivaches? –gruñó Hank, sintiendo un poco de irritación. No comprendía por qué su mujer no podía parar de hablar del joven. Necesitaba quitárselo de la cabeza un rato.

Connor había aparecido temprano aquella mañana. Hank había tenido la mala suerte de abrirle la puerta.

Cuando había enfrentado al joven en la entrada, le había sorprendido verlo vestido con ropas tan deportivas; con gorra, camiseta y pantalones cortos. Se había olvidado por completo que había dejado caer en la cena que iba a jugar a Baseball con Cole. No le hacía ninguna gracia dejar a aquel joven con su hijo a solas. Había intentado impedirlo, pero Cole era implacable, nada más verlo en la puerta había salido corriendo a abrazarle y a acaparar toda su atención. Connor solamente le había dedicado una mirada amable, seguido de una sonrisita y había pasado de largo al interior de la casa, con Cole entre sus piernas. Aquello a Hank le había hecho enfurecer, aunque no entendía muy bien el motivo.

Ahora que lo podía ver a través de los cristales de la ventana de la sala, no podía concentrarse en el maldito caso que tenía entre manos.

- No puedes negarme que es... perfecto –suspiró Kathy, a lo que Hank la perforó con la mirada, sin poder ignorar el creciente interés que mostraba ella por el joven. Se sintió celoso, sin poder evitarlo-. Hace que me sienta escuchada y única cuando hablo con él. ¿Habrá sido diseñado así apropósito? –se preguntó, mirando a través de la ventana.

- ¿Es que acaso te gusta? –preguntó bruscamente Hank, sintiendo el estómago revuelto.

- ¿Estás celoso? – Kathy lo miró de soslayo, con una sonrisa traviesa en el rostro. Se acercó al escritorio y puso una mano estirada sobre la mesa, acercándose a su marido-. Estás celoso –afirmó, sonriendo más abiertamente.

- No –Hank frunció el ceño y trató de ignorarla, haciéndose el dolido.

Kathy no perdió la oportunidad para sentarse sobre su marido en la silla, rodeando su cuello con los brazos.

- No tienes de qué preocuparte, cariño –apoyó su frente sobre la frente de Hank, ambos se miraron fijamente-. Tú lo eres todo para mí y ningún jovenzuelo, humano o no, podrá separarnos.

Hank recibió su delicado beso en los labios.

Cerró los ojos suavemente, correspondiendo por fin el abrazo de su mujer, estrechándola fuertemente entre sus brazos.

El momento romántico se vio interrumpido por un golpeteo en la ventana que daba al jardín. El matrimonio se separó de su beso y miraron a la vez por la ventana, para identificar qué era lo que estaba produciendo el ruido.

Encontraron la cara del joven androide, sonriente y con aspecto inocente, como si no supiera lo que acababa de interrumpir. Sus nudillos estaban golpeando la ventana suavemente. Hank chasqueó la lengua, irritado, y miró hacia otro lado. Kathy, en cambio, sonrió abiertamente, sin moverse de dónde estaba.

- Señores Anderson, perdonen la molestia –dijo Connor. Su voz estaba amortiguada por el cristal de la ventana-. Tenemos un pequeño problema en el campo de juego –dijo con una sonrisa nerviosa. Cole estaba atrás suyo, y miraba a sus padres con carita de susto.

Katherine frunció el ceño y se bajó de encima de su marido, teniendo el presentimiento de que algo había ocurrido y que debía ir a mirar fuera. Hank tenía intención de quedarse sentado, intentando trabajar, pero la curiosidad también podía con él, así que siguió a su mujer hasta afuera.

Connor y Cole los esperaban afuera. Allí, en su jardín, no parecía haber ocurrido nada, pero Cole tenía una mirada azorada. Hank enseguida se temió lo peor.

- ¿Qué has roto, chico? –preguntó Hank, con voz grave. Alzó la vista y vio la ventana lateral de los vecinos hecha añicos. Su mirada se horrorizó-. ¡Cole, por dios santo!

- No, papi, no he sido...

- No se preocupe, señor Anderson –la vocecita de Cole se vio interrumpida por el tono alto y claro de Connor, que acaparó la atención de ambos adultos enseguida-, yo pagaré los imperfectos. Al fin y al cabo, estaba yo jugando con Cole, es mi responsabilidad.

- ¡Pero...! –Cole quería protestar, pero su madre lo mandó a callar con la mirada.

- No, por favor, Connor, es culpa nuestra, ya sabíamos que algún día Cole rompería esa ventana. ¡Cuántas veces te he dicho que tengas más cuidado! –reprendió Katherine.

Cole iba a protestar nuevamente, pero entonces miró a Connor y este le dedicó un guiño con el ojo, compartiendo un secreto con el niño, quien recibió el gesto con un sonrojo.

- Lo siento, mami... -se disculpó suavemente Cole, para acto seguido ir a buscar el bate y el guante, que estaban en el césped y llevárselo a dentro de casa.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Después de que Connor arreglara el asunto económico con Charles Hussman, el vecino de la ventana rota, Hank y Kathy se despidieron del joven y le agradecieron las molestias. Reprendieron una vez más al jovencito Cole, que permaneció con la mirada clavada al suelo y entraron en su hogar, para empezar los preparativos del almuerzo.

Connor no comía, así que no lo invitaron a quedarse, cosa que Hank agradeció enormemente. Ya temía no poder desembarazarse del joven en todo el día. Necesitaba desintoxicarse de su mirada, aunque para decir verdad, el androide había estado bastante frío con él desde que había llegado por la mañana. Algo que Hank no podía admitir que le molestaba.

Parecía un adolescente caprichoso, no comprendía su comportamiento ni deseos. Decidió que iba a quitarle importancia por completo, mientras se concentraba en su plato de carne con patatas.

- ¿Cariño? –la voz de su mujer le sacó de sus discusiones internas-. ¿Estás bien? –preguntó mientras masticaba un bocado que se acababa de llevar a la boca.

Cuántas veces le había dicho que no hablara con la boca llena...

- Claro –dijo secamente mientras jugaba con la verdura de su plato-. Cole, cómete también los guisantes –le dijo a su hijo distraídamente, ya que Cole se encontraba exactamente haciendo lo mismo que él: jugando con la verdura.

- Sois dos gotas de agua... -refunfuñó teatralmente Kathy para luego soltar una risotada-. Hank, había pensado... -su tono cambió radicalmente, se aproximaba algo que podía no gustarle al teniente.

- Miedo me das...- dejó el tenedor encima del plato y la escuchó atentamente.

- Pues, verás... -le costaba arrancar porque sabía en el fondo que podía ser mala idea-. Connor me ha dicho que le gustaría aprender a conducir un coche "de verdad" ...

Hank no pudo evitar abrir la boca y los ojos, desconcertado. Kathy continuó, sin dejarle tiempo para negarse. Cole estaba expectante también de lo que podía pasar.

- ¿No te parece una manera muy bonita de darle las gracias por pagar los desperfectos de la ventana de los Hussman? Al fin y al cabo, fue nuestro Cole quien la rompió...

- ¡Ey! Ya vale, joooo –el niño se refunfuñó en la silla.

- Usted, a callar, señorito –Kathy le señaló con el dedo y lo mandó a callar.

Hank mientras tanto había cerrado los ojos y se llevaba la mano al entrecejo, el cual se masajeaba, intentando ordenador sus pensamientos. Su corazón saltaba en su pecho, disparatado.

- ¿Te parece buena idea, cariño? –preguntó finalmente la mujer, con una sonrisa inocente. Sabía que tal vez a su marido no le hacía mucha gracia. Había notado una cierta tirantez desde que Kathy había elogiado la perfección del joven; no quería seguir incentivando aquellos celos, pero no podía evitar sentirse atractiva e irresistible sabiendo que Hank podía ver tan siquiera una oportunidad de que Connor posara sus ojos en ella.

- Pues me parece una mala idea, cariño, qué quieres que te diga... -dijo de pronto Hank, con la mirada cansada. Si pudiera explicarle... si tan solo pudiera decirle. Pero sabía que bajo ningún precepto aquello iba a suceder.

- ¡Pero si se ha portado tan bien! ¿Qué más te da a ti enseñar al chico? –Kathy defendió la propuesta a capa y espada. En realidad, le había prometido al androide que Hank le daría clases de conducir la primera vez que había salido la conversación el día que había estado dándole clases a Cole-. Solo será una vez, es un androide, supongo que lo aprenderá todo enseguida. No te cuesta nada, cielo, hay que ser buenos vecinos.

Hank suspiró pesadamente. Cerró los ojos y... lo sintió. Sintió cómo cedía.

- Lo haré, cariño... lo haré –cogió el vaso y bebió del líquido un buen trago.

Sintió de nuevo ese nudo atando su estómago.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

El sonido del timbre retumbó levemente en sus oídos. Fue consciente en ese momento de que era la primera vez que, desde que el androide se había mudado a aquella casa, tocaba en la puerta como las personas normales.

Ninguna de las anteriores veces habían acabado demasiado bien aquellas visitas. En realidad, él sabía que no debía estar ahí, pero su mujer había insistido que le diera clases de conducir ese mismo día. Esperaba por su bien que el joven tuviera planes y que no pudiera dedicarle tiempo a ir a dar una vuelta en coche por el aburrido barrio.

Sintió los pasos del joven acercarse a la puerta y no pudo evitar tragar saliva dificultosamente. Empezaba a sentir los nervios inexplicables que lo ponían rígido.

La puerta se abrió, dejando ver la silueta del joven. Siempre andaba ligero de ropa... no pudo evitar pensar aquello el teniente, dedicándole una mirada distraída de arriba abajo. El joven volvía a estar sin camisa. ¿Es que podía sentir el calor del ambiente? Era algo que se preguntaba, pero que no iba a averiguar.

- ¡Hola, teniente! Qué sorpresa verle –le saludó Connor, con una sonrisa radiante, abriendo de par en par su puerta-. ¡Pase, no se quede ahí!

- Hola, Connor –saludó secamente el mayor, intentando mantener las distancias-. He venido porque Kathy me ha comentado que quieres que te dé unas clases de conducir –fue directo al grano, quería acabar cuanto antes mejor-. ¿Te viene bien ahora?

- ¿De verdad? –en sus ojos avellana relució la ilusión. Hank sintió cómo le dolía el pecho al mirarlo tan contento-. ¡Por supuesto! ¿Quiere pasar mientras me preparo? Por favor, no se quede ahí de pie, pase –y le dio paso.

Hank estaba evitando a toda costa entrar en su casa, pero se vio obligado. Pasó lentamente y se quedó esperando en la puerta, al lado del sillón.

- Enseguida vengo, voy a ponerme ropa –explicó Connor con una sonrisa, perdiéndose en el pasillo, en el cuarto del fondo. Suponía que se había instalado en la habitación de los Evans.

Echó una ojeada de nuevo a aquel salón. Vio el estuche del violín en el sillón, y unos libros en la mesita. Parece que había estado leyendo. ¿Es que no hacía otra cosa por la vida más que leer? Era un... androide extraño. Pensaba en ello cuando Connor apareció por la puerta del pasillo, ataviado con una camisa de botones, con las mangas remangadas para hacerla más veraniega y unos vaqueros.

- ¿Listo? –preguntó Hank, permitiéndose sonreír levemente.

- Más que nunca –respondió el joven, devolviéndole la sonrisa, pero ampliamente.

Ambos hombres cruzaron la carretera que separaba las calles donde estaban situadas sus casas y se internaron en el garaje de la casa de Hank. Dentro estaba el flamante clásico coche de Hank. Su color era negro azabache y su estilo era peculiar para la época. Connor no había visto anteriormente un vehículo parecido, pero lo miró fijamente y Hank pudo darse cuenta cómo su LED cambiaba de color de azul a amarillo. Aquello, se imaginó, significaba que estaba procesando información sobre su coche. Supuso que aquellas clases serían bastante cortas.

Quería alegrarse, pero en el fondo... no lo conseguía del todo. Frunció el ceño, enfadado con sus propios pensamientos y sentimientos.

- Bueno, este es mi coche. Te presento al Ford Mustang, cosecha de 1968. Un clásico. Un muy buen coche –y acarició el capó negro, como si fuera un ser vivo, con cariño. Connor imitó su movimiento mientras lo seguía y acarició también el capó.

Sin más dilación, Hank abrió la puerta del conductor y se metió dentro, sin esperar a que el androide lo hiciera. Connor se quedó paralizado, preguntándose si podía entrar también.

-Vamos, chico, súbete –dijo el teniente, mirándolo desde la ventanilla. Le dedicó una sonrisa amable, pues había sentido ternura al ver su confusión. Aquella faceta del androide no la conocía, siempre parecía muy seguro de sí mismo.

Connor abrió entonces la puerta del copiloto y se sentó al lado.

- Está bien, escúchame –y entonces empezó la clase de conducir.

Hank le explicó cómo funcionaba los mandos manuales. Connor observaba todo el interior del coche, mientras su LED brillaba con su luz amarilla, memorizando cada rincón.

- Y para arrancar, quitamos el freno de mano, apretamos embrague y metemos la primera –lo hizo lentamente-, y a continuación apretamos acelerador.

El motor despertó y el coche comenzó a moverse.

- Tienes que coger el juego de pies porque de lo contrario el coche se te calará –Hank hablaba como un experto en conducir. Era algo que le apasionaba de joven, en realidad le hacía sentir orgulloso que un androide quisiera aprender de él.

Salieron lentamente del jardín y empezaron a recorrer la carretera frente a sus casas.

- Ahora te enseñaré un poco cómo se maneja y luego... -giró suavemente en una esquina, cambiando de rumbo hacia la ciudad, alejándose del barrio-, luego podrás conducir tú, si quieres.

- ¿Me dejará conducir su amado coche? –preguntó el joven, entre sorprendido y halagado.

- Más te vale aprender bien, no respondo de mí cómo lo estropees –bromeó Hank, poniendo rumbo hacia un descampado, preparando el cambio de manos por el camino.

Cuando Connor hubo aprendido lo básico para manejarse por sí mismo, ya habían llegado al descampado. Allí había poco tráfico y estaban cerca de la ciudad. La intención de Hank era llevarlo por alguna zona de la ciudad y luego volver a casa. Connor aprendía rápido –o eso se imaginaba- así que daría por finalizada la clase y la experiencia en sí desde que llegaran al barrio.

- Bien, Connor, ahora te toca a ti –dijo, soltando el volante de forma dramática. Se hizo un silencio-. ¡Vamos! ¡Sal del coche! –le pidió el mayor de forma impetuosa con una media sonrisa. Él hizo lo propio y también se bajó.

- ¿Está seguro, teniente? – preguntó Connor, cuando llegó a la altura del asiento del conductor, donde Hank le estaba sujetando la puerta caballerosamente.

- Completamente... -le dijo, mirándolo fugazmente. Connor parecía estar buscando su mirada. ¿Ahora ya no lo ignoraba? Hank sintió un tirón en el estómago.

Se intercambiaron finalmente los asientos y cuando el androide estuvo dentro, cogió el volante con decisión. Hank lo miraba, supervisándolo, con las cejas arqueadas, a la espera de cualquier error que poder corregir. Se sentía como en superioridad de condiciones ante un androide diseñado para ser superior a los humanos. Lo cierto es que aquello le hacía sentirse muy bien.

De pronto el LED de Connor pasó a amarillo intenso y de forma totalmente fluida, rápida y con sumo control y manejo del vehículo, arrancó el coche y lo puso en marcha. Hank abrió los ojos, impresionado.

Los androides superaban con creces sus expectativas.

- Yo te voy a ir guiando, quiero que cojas algunas curvas –dijo, no muy seguro ya, el mayor, indicándole que girara en el próximo desvío.

-Entendido, teniente –contestó el joven, concentrado en la carretera. Miraba cada cinco segundos, como marcaba el reglamento, los espejos retrovisores y traseros.

No tardaron mucho en llegar al lugar, y es que Connor pisaba bastante el acelerador y el cambio de marchas era algo que se le daba de maravillas. Hank era un gran conductor y sabía reconocer uno bueno cuando lo tenía delante... Connor era un conductor profesional.

- Hemos llegado, aparca por aquí –dejó caer el teniente, señalando una explanada.

Se encontraban al lado de un parque, el atardecer ya se estaba acercando y el cielo se estaba coloreando de diversos tonos pasteles. Frente al parque, se abría un paisaje hermoso del río fronterizo con Canadá y el Puente Ambassador.

En el interior del coche se hizo un suave silencio. Connor se encontraba mirando el escenario al que lo había traído Hank, y su LED había cambiado nuevamente de color, de amarillo a uno azul. Hank quería preguntarle que qué significaban aquellas luces, pero sabía que no debía preguntarlo. Se quedaría con la duda.

- ¿Lo he hecho bien, teniente? – preguntó de pronto Connor, relajándose en el sillón del piloto, ladeándose para mirar a los ojos al mayor. Su pose era extrañamente atrayente.

- Menos mal que no eres un delincuente que tenga que perseguir... -bromeó Hank, haciendo alusión a su destreza al volante. Connor sonrió, pestañeando suavemente. ¿Por qué Hank sentía el corazón acelerarse de nuevo? Intentó relajarse-. ¿Habías estado alguna vez aquí? –le preguntó de pronto, intentando llevar el control de la conversación.

- No... es un lugar precioso –susurró Connor, pero sin apartar la mirada del teniente, que se encontraba mirando fijamente al horizonte, donde podía verse el puente colgante-. Gracias por enseñármelo.

- Aquí venía con Cole cuando era más pequeño, le gusta mucho venir a la ciudad –cerró los ojos, como recreándose en los recuerdos vívidos en su mente-. Hace tiempo que no lo traigo, me acordé de pronto de este lugar y te lo quería enseñar.

¿Por qué había dicho eso? Se había relajado demasiado, el efecto del androide en su cuerpo era algo incontrolable.

- Nunca nadie había querido enseñarme antes nada... -Connor lo miraba con otros ojos, ya no eran coquetos, eran intensos. Hank sintió temblar su cuerpo cuando el joven acercó su mano a la mano de Hank-. ¿Cómo podré agradecérselo...?

Y tomó fuertemente la mano de Hank, entrelazando sus dedos. Y no fue eso lo que más sorprendió al teniente, sino el hecho de que él no apartara la mano.

- Connor... -susurró, sorprendido de la ronquera de su voz. Aquella voz que había desgarrado su garganta no le pertenecía. Sintió que el corazón se le escapaba del pecho.

Lo notaba... notaba que algo se avecinaba, lo notaba en su estómago, en su bajo vientre. Y... ¿no pensaba hacer nada para evitarlo?

El joven se desabrochó dos botones de la camisa, dejando entrever su blanca y lechosa piel, como de porcelana; sus movimientos eran suaves, pero no se debían a la casualidad. Su respiración llenaba el coche, que comenzaba a contener un ambiente caldeado.

El androide frunció sus labios, y Hank se dio cuenta de que no podía parar de observarlos.

Las palabras se le apelotonaban en la boca. El sudor nervioso empezaba a aparecer en su frente. Los oídos le zumbaban con el latir de su alocado corazón.

Quería disculparse. Quería gritar. Quería bajar del coche. Quería quedarse para siempre en aquel lugar. Quería salir corriendo lejos de allí... Quería abalanzarse sobre el androide.

Quería...

Quería besarlo.

Sí... lo deseaba fervientemente.

Y Connor lo sabía.

Los ojos del androide lo perforaron en una intensa y salvaje mirada antes de abalanzarse sobre él. Pudo observar cómo su LED brillaba en un intenso rojo escarlata mientras el joven se sentaba a horcajadas sobre él y, de forma inmediata y demandante, apasionada y desesperada, buscaba sus labios en un voraz beso que Hank, dentro de su parálisis sorpresiva, recibió pasivamente, sintiendo cómo la lengua de Connor, ávida de descubrimiento, penetraba su boca, en busca de su propia lengua en el interior.

No pudo evitar soltar un gemido cuando el joven la encontró, acariciándola suavemente. Fue entonces cuando Hank pareció tomar control de su propio cuerpo, y llevó sus manos -que se encontraban alzadas a los lados del cuerpo del joven, pero sin tocarlo- hasta rodear su cintura, permitiéndose el lujo de posar una de sus manos en el culo del androide.

Connor separó los labios de los suyos, dejando un fino hilo de salida entre ellos, uniéndolos. Sus mejillas mostraban un sonrojo extraño, azulado, y los jadeos del mayor llenaban de vaho los cristales. El teniente podía sentir cómo su pene se endurecía contra la presión que ejercía Connor con su propio cuerpo. Podía sentir el calor recorrerle la piel. La ropa le quemaba. Los ojos de Connor lo miraban fijamente, mientras que la mano del joven perfilaba levemente su mentón. El delicado roce en su barba lo estaba enloqueciendo.

Lo deseaba. Lo deseaba. Le dolía de tanto que lo deseaba.

- Teniente... -Connor sonrió, travieso, mientras aquella mano que acariciaba el rostro del mayor, continuaba su recorrido, acariciando el pecho, con intención de seguir bajando e ir descubriendo su cuerpo...

Pero Hank lo detuvo.

Le agarró fuertemente la mano, y lo miró a los ojos. Su mirada azul estaba horrorizada. Su cuerpo seguía alterado, pero aún no había perdido por completo el control.

Ni tampoco la cordura.

- Esto está mal –dijo, tajantemente, mientras forzaba al joven a levantarse para darle margen de maniobra y abrir la puerta del copiloto para poder salir huyendo de su propio coche.

Cuando abrió la puerta, el aire frío del atardecer le chocó en la cara sonrojada. Salió a duras penas del vehículo y jadeó fuertemente una vez fuera, donde miró a todos lados, asegurándose de que nadie había visto lo sucedido. Connor se encontraba dentro del coche todavía, se había acomodado en el asiento del copiloto y tenía un gesto indescriptible.

Hank se agarró la frente, totalmente fuera de sí. Se sentía desesperado. ¿Qué es lo que había hecho? ¿Por qué había hecho semejante locura?

¿Qué coño le estaba pasando?

Ya no era dueño de su cuerpo.

Dio zancadas aireadas hacia el asiento del conductor, abrió la puerta con violencia y se sentó de golpe, cerrando con un portazo. No tardó en poner en marcha el coche y, mirando hacia el cristal trasero, empezó a darle marcha atrás.

En el coche se había instalado un silencio que ni siquiera podía describirse como incómodo porque un adjetivo como ese quedaría ridículo, era como escarcha de hielo entre los dos hombres. Connor tenía los brazos cruzados suavemente, apoyándolos en sus piernas. Parecía tranquilo, pero su LED cambiaba de colores constantemente, ninguno azul.

Hank conducía a gran velocidad por la carretera, de forma temeraria. Solo quería volver a casa rápidamente y desembarazarse de aquella situación que no quería asumir como real.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Habían llegado. Estaba enfrente de la casa del androide.

- Lo que pasó antes... -Hank cerró los ojos fuertemente, no quería recordarlo, pero no quería que Connor se fuera sin dejar totalmente claro que había sido un error. 

- ¿A qué se refiere? –preguntó Connor, como si hubiera borrado de pronto sus recuerdos. Hank lo miró sorprendido por la rapidez en la que lo había superado-. Muchas gracias por las clases, teniente, he aprendido del mejor –dijo antes de abrir la puerta del copiloto y bajarse del coche, como si nada hubiera ocurrido entre ellos.

Hank se quedó petrificado. No esperaba aquella reacción, pero en el fondo lo agradecía. Eso lo haría todo mucho más fácil... Vio como el chico se metía en su casa y sin más dilación llevó su coche al garaje. Todavía sentía en su cuerpo cómo le recorría la adrenalina que había sentido cuando el joven se había montado sobre él.

Jamás había sentido algo parecido.

Al llegar a su casa, su esposa lo recibió cariñosamente. 

Cole estaba durmiendo en casa de un amigo y Katherine había planeado una cena romántica para compensar el haberle obligado a hacer vida social con el vecino un domingo de descanso, pero ni siquiera quería esperar a probar la cena que había preparado, pues empezó a comérselo a besos casi traspasando el umbral de la puerta.

- Habéis tardado muchísimo, me estaba enfriando de tanto esperarte –le susurró entre besos, mientras lo desvestía, apasionadamente.

Hank, que todavía sentía la excitación reciente en su cuerpo, enseguida correspondió a sus caricias y besos, ayudando a su mujer para quitarse el abrigo y el resto de la ropa. Necesitaba del amor de su mujer para olvidarse de todo lo que había ocurrido. Ella siempre era el bálsamo que curaba sus heridas. 

- ¿Y esta sorpresa? –preguntó con una sonrisa el teniente, abrazando las curvas que le volvían loco. El cabello cobrizo le acariciaba la cara en cada movimiento, esparciendo su perfumada esencia.

- Shhh, ven aquí y hazme el amor –le exigió la mujer, atrayéndolo al sillón, mientras se desnudaba ella también. No podía esperar más, deseaba tener a su marido desesperadamente.

- Comamos primero, cariño... -intentó zafarse de las manos femeninas que lo retenían.

- Yo sí que te voy a comer a ti... -y con un jadeo divertido la mujer se agachó ante sus piernas y comenzó a desabrochar la hebilla de su cinturón. Sonreía traviesamente.

- Kathy... -jadeó Hank, dejándose hacer. Nuevamente tenía una erección bajo su ropa interior.

La mujer buscó entre su ropa hasta que liberó su miembro. El hombre la miraba fijamente, excitado, pero cerró los ojos al sentir las suaves caricias de los labios de ella sobre su pene.

Sentía la humedad, la calidez de sus labios, de su boca. El suave tacto de sus manos sobre su piel. 

Y en la oscuridad de sus ojos cerrados, apareció él... 

Connor

No abrió los ojos, pero aquella imagen se hizo tan nítida que parecía real.

Se imaginó que en ese momento era el androide quien se lo comía a besos, con sus labios jugosos y su piel de porcelana. Sus manos lo acariciaban y torturaban. Realidad e imaginación se fundieron en una intensa y envolvente dimensión.

Y por fin abrió los ojos, intentando escapar de aquellas imágenes; bajó su azul mirada, enturbiada por la lujuria, pero no vio a su mujer arrodillada en el suelo, no vio sus ojos verdes observándole con amor y devoción.

No.

En su lugar, le devolvía la mirada unos increíbles y profundos ojos marrones.

Y así, de forma sorpresiva e inesperada, sin despegar la mirada de aquellos iris avellana que lo atravesaban, se corrió en la boca de su esposa. 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

SOUNDTRACK 

Tightrope - Michelle Williams (The Greatest Showman) 

Y lo arriesgo todo

solo por estar contigo

Y lo arriesgué todo

por esta vida que elegimos

Pon tu mano en mi mano

Y prometamos que nunca la soltaremos

Estamos caminando sobre la cuerda floja

NOTA DEL AUTOR

¡¿Os ha gustado el capítulo?! ¡Decídmelo en los comentarios! Esto se está empezando a poner complicado para Hank... Tengo que aclarar que estoy muy en contra de las infidelidades y no es un tema que me guste pero... esta historia bullía en mi cabeza y tiene muchos rejos ocultos que iréis descubriendo. Os he dejado muchas pistas en el resto de capítulos, ¿os reto a encontrarlas? ;) 

No hace falta decir que la soundtrack de este capítulo está totalmente inspirada en Katherine y que me rompe mucho el corazón, ¿verdad?    

Muchísimas gracias por los amables y amorosos comentarios que me dejáis y también muchas gracias por las 10.000 lecturas en "El primer verano de Connor". No sé qué hacer para agradecerles tanto amor <3 

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