Aunque tú no lo sepas

By quemalamemoria

133K 7.7K 2.4K

Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o ci... More

Prólogo
1.- Al cantar
2.- Que nos sigan las luces
3.- She's a rainbow
4.- Count on me
5.- Shake it out
6.- Confesiones de invierno
7.- Sí, pero no
8.- Flaca
9.- Juego de seducción
10.- Everytime you go away
11.- No hubiera dudado
12.- Hoy no me encuentro
13.- Solamente vos
14.- Querría
15.- I need you
16.- Don't dream it's over
17.- So what
18.- Alguien
19.- Adiós
20.- No
21.- Con las ganas
22.- Amar pelos dois
23.- Live forever
24.- Ain't no mountain high enough
25.- A quién le importa
26.- No rain
27.- Vete de mí
28.- I'm still standing
29.- City of stars
30.- Soñar contigo
31.- Te quiero
32.- Mientes
33.- Heaven
34.- Los charcos
36.- Demons
37.- Eres tú
38.- Lucha de gigantes
39.- Je t'aime... moi non plus
40.- A song for you
41.- Adoro
42.- Eres
43.- Entra en mi vida
44.- Catch and release
45.- This is me
46.- Fil de llum
47.- Sólo si es contigo
48.- Alma mía
49.- Frío
50.- Desconocidos
51.- Todo mi amor eres tú
52.- Como el agua y el aceite
53.- Kooks
54.- Mireia
55.- Canción de cuna
56.- Mirarte a los ojos
57.- Tengo ganas
58.- Burbujas de amor
59.- Aunque tú no lo sepas
60.- Tu canción
Agradecimientos

35.- Take my breath away

2.1K 132 33
By quemalamemoria

"Mirando me quedo esperando

aún anticipando amor, nunca dudando

para convertirnos en los predestinados

entrando y retornando a algún lugar para esconder

mirando en cámara lenta, cuando te vuelves y me dices:

¡quítame la respiración!".

"Take my breath away" – Berlín (1986).

ALFRED:

Falta solo una semana para Navidad, en realidad faltan apenas cuatro días. Los voy tachando mentalmente en mi calendario particular. Y sé que te llevo huyendo desde hace muchos días, cuando tu hermano habló conmigo la noche antes y a la mañana siguiente te sacó a rastras de la habitación para darte algo muy importante, o eso te dijo mientras me sonreía y cerraba la puerta para dejarme con un palmo de narices. Había abierto el sobre mientras tú hablabas con él. Siete fotos, con una conocida marca del corazón asociada y una frase escrita en un papel: "Retroceder para avanzar, caer para levantarse, hablar escuchando para comprender". Le daba vueltas, pero no entendía nada. Y sabía que tú habías visto las fotos, porque lo habías comentado con tu violinista, hacíais una buena pareja cómica, ella una mujer con los rasgos muy marcados con tu cara de niña al lado...

Pero el contenido de las fotos, de las que me pides insistentemente hablar, y yo siempre encuentro la excusa adecuada en mi cerebro, me atormenta. Me agobian, me maltratan psicológicamente. Sé que tengo respuestas para tus preguntas, pero no estoy seguro de que te vayan a gustar. Sabes, por mi propia boca, que desde Pamplona he bebido los vientos por ti, pero esas fotos están hechas menos de una semana después de nuestra primera —y desastrosa— cita en una habitación de hotel. No te percibo enfadada, sino receptiva. Pero no quiero, no estoy preparado para enfrentarme al abismo de que me partas la cara en pedazos y tener que seguir viéndote todos los días.

Y me estaba empezando a agobiar, a no volver a dormir por las noches, a echarte de mi lado con tal de que no vieras mi miseria... estabas ahí, pero yo no quería que estuvieras cuando me entraba la flaqueza mental. Así que había aprendido a sobrellevar esos momentos sin ti. Y sé que era injusto, porque tu mirada era de preocupación absoluta. Aunque yo me empeñaba en decirte todos los días cuando nos íbamos a dormir que todo estaba bien. ¡Mentiroso!

Mi madre también está muy preocupada, sé que incluso te ha llamado. Me lo ha dejado caer varios días seguidos y en uno de esas llamadas he podido escuchar como tratabas de tranquilizarla diciendo: "Para él está siendo un poco duro, no está acostumbrado a esta presión, pero él es fuerte, se pondrá bien, y yo haré todo lo que esté en mi mano para que se sienta cómodo". Y sé que lo intentas, pero yo te echo de mi lado. Quizás buscando suavizar tu decisión por las fotos. Sé que tú también las has visto, si no, no me pedirías hablar de ellas, si bien yo he retrocedido. Antes no había tabúes entre nosotros, ahora parece que he construido un muro de cemento armado que nos separa aunque compartamos el mismo colchón todas las noches. Me agobio, me falta el aire, salgo al balcón pero no es buena idea, un fotógrafo me apunta con su objetivo, me quedo con ganas de hacerle una gran peineta pero me contengo. Me visto y bajo a desayunar, o más bien a dar vueltas a mi café...

Roi, tu road manager, me pilla por banda. Él tampoco tiene buena cara. Y sé por qué. Seguramente, salir a la terraza a dar acordes inconexos a las cuatro de la mañana, no le sea de demasiada ayuda. Me da un abrazo cuando me ve, tengo una relación demasiado especial con él. No somos amigos, pero nos conocemos demasiado bien.

—La respuesta no es la huida... —me dices mientras esperas tu desayuno.

—Lo siento por el concierto nocturno.

—Yo no hablaba de eso...


Sé bien de lo que esperas que hablemos, porque el sobre me acompaña a todas partes. Y seguramente Javier te haya dejado bien al tanto de lo que me pasa, porque tu preocupación desde que se ha ido, es demasiada. Cuando yo formo parte de algo secundario, tu preocupación debería ser tener contenta a la artista, no a mí. Pero te agradezco tus atenciones, no hay que ser maleducado en esta vida.

—¿Ya lo has conseguido? —mira el sobre y niego con la cabeza, sé que sabes lo que hay dentro—. Ay, Alfred... yo no me esperaba esto de ti.

—Estoy decepcionando a mucha gente, ya lo sé.

—¿Y a ti mismo? Porque en la vida es importante mirarse el ombligo de vez en cuando. En realidad, vamos a dejarnos de tonterías... ¿has hablado ya con ella de las fotos de la discordia?

—¿De qué estás hablando?

—De lo mismo que habla toda la prensa del corazón. Aunque estemos a un océano de distancia de casa, mi madre no deja de llamarme para preguntarme si es verdad que Amaia te ha cruzado la cara después de un concierto porque la estás poniendo los cuernos con tu ex... Joder, ni para una telenovela... me lo voy a apuntar... quizás salga de pobre antes de lo que espero. Doce fotos que no fueron nada baratas.

Algo hace clic en mi cabeza. Abro el sobre y saco las fotos. Las cuentas, solo siete. Y entonces te sonríes. Javier me la ha jugado y a su hermana quizás le ha dado la secuencia completa o lo que me estás intentando decir es que esperas que yo hable con Amaia y me sincere para enseñarme el resto de las fotos, o yo qué sé. Me estoy poniendo muy nervioso, noto como el aire no pasa por mis pulmones todo lo rápido que yo espero. Así que me sacas hasta la terraza. Pequeña pero acogedora, lo que necesitábamos, los dos.

—Aquí solo hay siete fotos.

—Las mismas que ha publicado la prensa. ¿Para qué necesitas las cinco restantes?

—¡Porque necesito saber qué hay en ellas!

—Entonces, definitivamente, la respuesta no es la huida.

—No te puedo comprender.

—No me quieres comprender...

Y allí aparece ella y tú te levantas y ella se sienta y yo quiero salir corriendo pero ni mi cerebro ni mis piernas parecen decididos a tomar la misma decisión en el mismo instante, así que termino por quedarme allí con cara de póker y sin entender nada. Trato de guardar las fotos rápidamente, pero ella saca su sobre de su mochila. Y apoya la palma sobre el taco de siete fotos. Niega con la cabeza, sin gesto alguno en su cara. Eso sí que me preocupa.

—Toma —y me tiende el sobre con su nombre—. No tengo todo el día. Llevo más de dos semanas detrás de ti y si antes pensé que tú te podías cansar de mí, tú deberías empezar a pensar que yo me puedo cansar de estar detrás de ti como un perrito faldero. Necesito un nosotros, no quiero un tú y yo por separado, porque eso ya lo he conocido y no me ha gustado, quiero tener un nosotros contigo. ¡Vamos, cógelo!

Cojo el sobre pero no lo abro y noto como vas perdiendo la paciencia, pero me estoy empezando a bloquear, a sentir cómo mi cuerpo viaja a una velocidad muy distinta de mi mente y me lo quitas de las manos y lo abres. Y creo que te has dado cuenta de lo que me está pasando, porque me abrazas y me pides perdón por ser tan dura. Aunque yo quiero pensar que tienes razones para ser tan duras, llevo dos semanas huyendo de ti, aunque tú antes hubieras huido de mí. Somos la pareja de las huidas. Joder, qué paja mental.

Estás a punto de llorar, he empezado a conocerte lo suficiente. Así que mi cerebro por primera vez decide tomar una buena decisión y se acerca a la mesa, quizás esperando que tú me des la siguiente indicación de lo que esperas, pero no hay ningún gesto por tu parte. Permaneces en silencio, y me acercas tu sobre. Creo que ya sabes lo que hay en el mío, porque no miras más allá de la foto que empieza la secuencia. Aunque evitas todo contacto visual con algo que no sea yo.

—Antes de que las veas, te pido perdón por no haber tenido la suficiente confianza contigo como para hablar esto antes de saberlo todo y actuar como una niñata malcriada... pero aquella periodista sembró la duda en mí.

Suenas sincera, y comienzo a mirar. Hasta la séptima foto, ahí me detengo y suspiro varias veces, no sé si las siguientes serán las que yo espero que sean. ¡Y sí, lo son! Dejo que el aire entre en mis pulmones, mientras me recuesto en la silla. No sé qué decir... Vuelvo a sentir el bloqueo hasta que siento esa caricia tuya, tan nuestra, en mi nuca, con tus dedos jugueteando con el pelo naciente. No dejes de hacerlo nunca, por favor.

—Llevo esperando dos semanas para hablar contigo sobre esto...

—Lo siento.

—Eh, eh —y me agarra la cara y me da un largo beso—. Nada de lamentos. Estamos aquí para hablar de esto, de nosotros —y remarca bien ese nosotros.

—Tenía que habértelo contado.

—Bueno, yo también tengo que contarte algunas cosas...

Desde aquella pregunta, había decidido alejarme de las redes sociales. Entraba, hacía mi posteo de rigor y me olvidaba de ellas. Ni siquiera mamá había entrado a mencionarlas en nuestras llamadas pero sé que la entrevista de tu ex, ha sido de todo menos bonita. Marta me había dejado caer sutilmente que la prensa había decidido acampar en dos sitios: la casa de mis padres y la casa de tus padres. Y digo sutilmente porque sus palabras exactas fueron: "Enfrente de la casa de tus padres hay un fotógrafo al que le haría hijos gemelos hasta que fueron impares", ¡viva la sutileza!

—Tengo un pasado un poco oscuro...

—Ella se puso muy pesada.

Los dos hemos tratado de abrir la conversación, pero tú guardas silencio, así que esta vez me toca ser el primero. Empiezo a sentirme agobiado, sé que es una gilipollez porque no es nada malo, fue ella la que vino a buscarme y, por suerte para mí, fuera quién fuera el fotógrafo, había decidido seguir disparando hasta el final de la secuencia. No había sido una buena época para mí.

—Siento no haber sido sincero contigo. Se puso muy pesada, creo que había bebido demasiado y digamos que las cosas se le fueron de las manos... estaba su novio delante y, en cuanto pude, me largué de allí.

—¿Tú confías en mí? —no era una pregunta cualquiera, ni fácil.

—Sí, claro. Pensé que te iba a sentar mal... y que quizás no te iba a gustar, no sé... no quería comerte la cabeza con tonterías.

—Para mí no es ninguna tontería. Si para ti es importante, para mí lo es.

—Lo siento mucho —dije con un breve hilo de voz.

Pero me levantas la cabeza y me vuelves a abrazar. Me preocupo por si alguien puede estar viéndonos, pero me dices que ya basta de esconderse, que no estamos haciendo nada malo, y que hay que empezar a naturalizar las cosas. Eso me asusta. No estoy preparado, estoy seguro. Ni siquiera ahora que sé que no te has enfadado porque tú has visto las fotos claras desde el principio...

—Yo tuve dudas... —y no entiendo nada—. Cuando la periodista hizo la pregunta, no quise preguntarte y por eso me evadía de ti. No quería respuestas, porque me daba miedo que no me gustaran. Lo siento.

—Sabes que puedes preguntarme cualquier cosa...

—Oh, sí, perdona —me sueltas con tono irónico—, la pregunta adecuada sería: "¿Alfred, has vuelto a follar salvajemente con tu ex?". Justo lo que estaba pensando.

—Bueno, es una pregunta como otra cualquiera. Contigo también todo es demasiado salvaje, a veces.

Me besas casi con urgencia, hasta que noto tu sonrisa dibujándose contra mis labios. Te he echado de menos, necesitaba sentirte todavía más cerca, pero te vuelves a alejar. Joder, mira que te gusta jugar conmigo.

—¿Y tú confías en mí?

—A veces me llegan las inseguridades por sorpresa —y me pilla por sorpresa—. Te he dicho que tengo un pasado oscuro. Muy oscuro. Y seguro que tu madre y la mía ya están al día... ¿no has visto las redes sociales? —niego con la cabeza—. Pues casi mejor. Así te vas a enterar de todo de primera mano, de la propia interesada. Solo espero que no me juzgues.


Tu gesto se ha torcido. Ha perdido la luz, y ha entrado en esa sensación de oscuridad que te inunda cuando algo no te gusta, te asusta o directamente no sabes lo que esperas de eso. Te agarro de la mano y tiro de ti hasta la habitación, sé que necesitas intimidad para abrirte en canal. Has pronunciado las palabras "muy oscuro", no has dicho nada más. Y sé que eso no es preludio de algo que te vaya a costar poco contarme...

Me siento en la cama y te sientas, pero me das la espalda. Así que te doy espacio. Me tumbo y me sigues. Te abrazo fuerte por detrás. No entiendo por qué no me quieres mirar, lo que me hace asustarme todavía más. Aunque al final lo comprendo, es una etapa de tu vida de la que seguro que no has hablado en profundidad con nadie más que un terapeuta y con tu hermano, porque tu hermano es como tu Pepito Grillo particular, y esto no tardas mucho en confirmármelo.

—Esto solo lo sabe Miriam y mi hermano... —tiras de mí, y yo no me puedo pegar más, suspiras—. Bueno, aunque en realidad a estas horas ya lo debe de saber toda España... cabrón...

—Bueno, pero aquí solo estamos tú y yo... Solo estamos nosotros.

Silencio absoluto. Cuando tú y yo estamos así, es el momento de las revelaciones. Todas han tenido su momento, pero este me asusta realmente. No sé qué puedo esperar. Solo sé que me estás dejando sin respiración de tanto apretarme contra ti... aunque pensándolo bien, déjame sin respiración tantas veces cómo quieras.

—¿Alguna vez te has sentido atraído por otro hombre?

—No, pero nunca he cerrado puertas a nada en esta vida. Nunca digas nunca.

—Antes de Mario hubo otras personas —y suspiras largamente.

—Lo sé, me lo contaste —traté de recordar cuántas, pero no fui capaz—. ¿Dónde está la importancia de eso?

—Era una mujer...

La culpa inunda tu voz, tímida e insegura. Y no entiendo por qué. No hiciste nada malo. Pero tardo poco en entenderlo...

—Quiero decirte que no fue nada serio...

—¿Y qué pasaría si lo hubiera sido?

—No me gustan las mujeres...

—Si te gustaran tampoco sería un problema —digo riéndome—. Así podríamos hacer un dos por uno...

—No estoy bromeando —te beso el hombro en señal de disculpa—. Pero fue diferente. A veces pienso qué hubiera pasado si no hubiera conocido a Mario...

—¿Te gustaba de verdad?

—No lo sé, ¡qué horror! Era algo diferente a gustar. No era amor, pero tampoco era solo sexo. Digamos que invertíamos bien el tiempo... ¿no te ha pasado nunca?

—Sí, con mi ex yo también invertía muy bien el tiempo... Te hacía sentir diferente, aunque no fuera lo que estabas buscando en ese momento —asientes brevemente con la cabeza—. A veces sabemos que algo no va a durar para toda la vida porque no es lo que buscamos, pero es lo mejor que podemos encontrar en ese momento.

—¿No estás enfadado?

—¿Por qué iba a estarlo?

—Cuando Mario se enteró de esto no le gustó un pelo...

—Porque es imbécil.

Te ríes. Y me alegro de haber distendido un poco el ambiente, aunque sea por unos breves minutos. Pero estoy seguro de que hay algo más que quieres confesarme y no creo que sea algo parecido a esto, sé que tiene que ser más duro porque jugueteas nerviosa con mis dedos, como haces cuando estás a punto de soltar delante de mí una bomba atómica.

—Tuve una época de excesos... —y antes de que me dé tiempo a abrir la boca coges carrerilla, por lo que no te interrumpo, mejor que lo sueltes todo a la primera—. No es una época de la que me sienta orgullosa, pero pasó. Conocí bien el infierno, lo probé casi todo, me pasaba días enteros sin pisar por casa... y al final el cuerpo te pasa factura. Aprende a decir no, Alfred. En primer lugar a ti mismo. Se puede ser feliz, sin meterte mierda en el cuerpo. Con los años he aprendido a convivir con las adicciones del pasado, pero no ha sido fácil. Por poco me pierdo por el camino.

—No debió ser fácil para tus padres.

—En verdad, el único que estuvo ahí fue Javier. Le pedí, bueno, más bien le supliqué cuando me desperté llena de tubos en una habitación de hospital, que no les dijera nada... no quería enfrentarme a eso. Así que él me ayudó a ver la luz. Digamos que es un Pepito Grillo muy especial. Por eso siempre es duro conmigo, porque me conoce bien y sabe dónde tengo el abismo. No fue una época gloriosa, sinceramente. Pero llevo casi diez años limpia y créeme, estoy bien.

—Has dicho que casi te pierdes por el camino...

—Me pasé de vueltas una noche. Yo usaba esa frase estúpida de que no había nada de lo que preocuparse cuando mi hermano ponía el grito en el cielo, porque yo controlaba. La primera mentira. Nunca controlas. Siempre necesitas más. Y más, y más, y más... hasta que pierdes el control. Y te pasas de farra todos los días, sin control, sin pensar... por suerte, digamos que pudimos contarle alguna mentira piadosa a mi madre. Algo así como que me había pasado con la medicación, y que había mezclado con alcohol lo que no se debía —guardas silencio, no está siendo fácil, lo sé, no te voy a interrumpir—. Luego mi hermano fue mi sombra, y se lo agradeceré toda mi vida. No fue una época fácil. Y ahora el abismo ha vuelto. Y tengo miedo de que te asuste.

—¿Y no será que tú le estás dejando volver? A mí en esta vida ya no me asusta nada... excepto que me saquen tan feo en las fotos del corazón.

Por primera vez te vuelves y puedo ver algo parecido al enfado y el miedo en tus ojos. Me dibujas toda la mandíbula, pero no dices nada. No sé qué está pasando muy bien ahora mismo en tu mente, me asusto un poco. Sonríes. Y ahí sí que definitivamente ya no entiendo nada.

—Sí, quizás sí. Pero no está siendo fácil... porque mi madre está a muchos kilómetros, y aunque mi madre siempre sabe, quiere que yo le cuente las cosas y esto no me he atrevido a contárselo nunca. ¿Entiendes lo complicado que es todo? —asiento con la cabeza, y tú me acaricias la cara—. No sé cómo va a reaccionar a todo esto y me da miedo... Y quizás no sea lo que tú esperabas de mí.

—Para mí eres una gran caja de sorpresas, y por eso me gustas —noto cierta melancolía en tus ojos—. Y no quiero que dejes de serlo nunca, pero quiero que confíes en mí. Para lo bueno y para lo malo. No necesito que sigamos huyendo de nosotros mismos. Necesito que haya un nosotros, que sigamos siendo tú y yo, pero que exista un nosotros.

—¿Y si vuelvo a caer? —suenas preocupada, asustada, casi a punto de saltar por los aires de la inquietud.

—Estaré aquí.

—Espero que no te asustes demasiado pronto. Aunque si no te has asustado ya dudo que lo hagas... y dime Alfred... ¿qué esperas tú de mí?

—Que me dejes sin respiración. Toda la vida.

¡Maldita sea! Cuando estás a punto de devorarme, y de que no salgamos en todo el día de aquella habitación, alguien nos saca de nuestro mundo tan particular con un golpe seco de nudillos. Mi mente viaja inmediatamente a Roi... ¡lo voy a matar, prometido! Me levanto a abrir, y te sonríes mirando a mis pantalones, mi amigo ha decidido hacer acto de presencia en el momento más inoportuno...

Abro la puerta y de algo estoy seguro, no te va a gustar lo que vas a ver, pero me tapa la boca con su mano, pequeña pero matona, mientras entra en la habitación y te observa con los ojos cerrados tirada encima del colchón. Se para a tu lado, y creo que notas su presencia, porque te sobresaltas. Y me miras casi esperando que yo te saque del embrollo, pero no sé muy bien qué decir, ni qué hacer. Te levantas rápido, quizás esperando que no te eche la bronca, pero llegas tarde. Ni siquiera tu abrazo, cariñoso y deseado, hace cambiar su opinión.

—¿Crees que con un abrazo se me van a pasar todos los cabreos que he pensado en el avión que nos ha traído hasta aquí? ¡No, señorita, no! Y mira que se lo dije a tu hermano... —y supe que esperabas que yo tomara parte, así que intenté hacerlo, pero fue misión imposible.

—¿Por qué no vamos a comer por ahí y aprovechamos este día de sol en México? —dije tratando de desviar el tema sobre el que nos estábamos empezando a centrar, pero su cara me hizo saber que la había cagado en proporciones épicas.

—Alfred...

—¡Mamá, no se dice así! —y la tratas de aleccionar sobre dónde acomodar la sílaba tónica, pero apaciguo las aguas, por tu bien y por el mío.

—Tu madre me puede llamar como le dé la gana.

—¿Lo ves? ¡Pues ya está! Qué desastre de habitación, mira él que ordenadito... que bien todo y tú que tan desastre todo como siempre.

—Si has venido para decirme eso, no sé si ha sido una buena idea —sé que te ha frustrado tanto como a mí que nos hayan dejado con el calentón a punto de empezar...

—No, claro que no he venido hasta aquí para eso —y su tono pasa a ser seco, serio, duro—. Hemos venido a pasar las navidades con vosotros y, sobre todo, a que nos des una buena explicación. Da gracias que tu padre me ha convencido para no cruzarte la cara ni a ti ni a tu hermano después de la entrevista de ese crápula... porque ganas no me han faltado, puedes estar segura.

Y nos deja allí solos con una sonrisa mientras empieza a cerrar la puerta de la habitación. Mira que yo soy raro, pero tu madre me acaba de superar. Vuelve a asomar la cabeza antes de que oiga el traqueteo final de la puerta. Me mira fijamente.

—Contigo, ya tendré una larga conversación, querido —me señala con su dedo índice—, porque tenemos algunos asuntos pendientes. Seguro que Javier ya te ha ido preparando, y si no Amaia, te puede ayudar...

Noto como Amaia chasquea la lengua tirándose encima del colchón y arrastrándome con ella. Trato de no reírme cuando me quieres dejar sin respiración, porque hoy no me has dejado sin respiración, ya se ha encargado tu madre y la han bastado menos de cinco minutos. Pero no puedo dejar pasar la oportunidad de aliviar un poco lo que me pasa contigo, tenemos muchas tensiones que aliviar... otra vez.

—Me parece que lo de dejarte sin respiración será en otro momento.

Y sales de la habitación sonriendo de oreja a oreja, mientras yo pienso en si debo sentirme afortunado porque he conseguido vencer otra barrera más, o debo sentirme totalmente frustrado porque seguramente tu madre no te va a quitar los ojos de encima... ni a mí tampoco... 

Continue Reading

You'll Also Like

152 33 27
Según cuánta la leyenda todos tenemos un hilo rojo,un hilo rojo invisible que nos conecta con la persona que amaremos más que ha nada,las personas pu...
6K 575 17
Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede esti...
6.9K 395 25
♡𝚂𝚎𝚐𝚞́𝚗 𝚌𝚞𝚎𝚗𝚝𝚊 𝚎𝚜𝚝𝚎 𝚖𝚒𝚝𝚘 , 𝚝𝚘𝚍𝚘𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚖𝚘𝚜 𝚌𝚘𝚗𝚎𝚌𝚝𝚊𝚍𝚘𝚜 𝚊 𝚊𝚕𝚐𝚞𝚒𝚎𝚗 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊𝚗𝚝𝚎 𝚞𝚗 𝚌𝚘𝚛𝚍𝚘́𝚗 𝚒...
34.7K 775 62
(AITEDA) ¿Podrá ser o no? "Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias...
Wattpad App - Unlock exclusive features