—¿Por qué estás siempre despierto?
Es lo primero que Harry le dice cuando entra en la sala a la medianoche del mismo día.
Está vestido con pantalones holgados y una camiseta blanca, descalzo, porque al parecer escuchó a Louis y no salió por la tarde, se quedó a cenar con ellos a ver televisión con ellos y se fue a la cama a una hora decente.
Pero al igual que Louis, ir a dormir temprano se queda en solo buenas intenciones.
—Soy una ave nocturna—, murmura. —¿Cuál es tu excusa?
—Dedicarme a la industria del entretenimiento durante los últimos diez años—, dice Harry con sequedad.
Se sienta justo en el sofá, Louis levanta los pies para hacer espacio para él.
Pero sus dedos de los pies están fríos e inmediatamente los acomoda debajo del muslo de Harry.
—Lógico—, dice Louis, mientras que Harry se toma un momento para bajar la orilla de los pantalones de Louis sobre sus tobillos, luego levanta el muslo un poco para meter los pies de Louis aún más y protegerlos contra el frío.
—¿A qué hora quieres salir mañana?—, pregunta Harry.
—No sé—, Sopesa Louis, mientras bosteza. —¿A la diez? Podemos dejar el auto en King Cross y luego tomar el metro.
—Buen plan, Batman.
Se sientan en silencio durante un minuto o dos.
La mano de Harry todavía permanece envuelta alrededor de su tobillo, suave e inmóvil.
Louis se pregunta si el gesto es consciente o si es deliberado.
—Hay un restaurante al que me gustaría llevarte—, dice Harry de pronto.
Su tono indicaba que lo ha estado pensando por un buen rato.
—¿Qué?
—No puedo ir a Londres a menudo—, explica Harry, mirando a Louis con mirada cálida. —Pero hay un restaurante italiano en Kensington, que sirve la mejor carbonara que he probado.
Hace una pausa, y luego agrega—: Quiero ir allí mañana para cenar. Contigo.
Es una petición en lugar de una orden, y Louis descubre que no hay nada en él que desee rechazarla.
—Está bien.
—De acuerdo... Bien.
Un estremecimiento acelera en el pecho de Louis, su estómago da un vuelco.
Harry está mirando fijamente su boca de nuevo, y le toma un largo momento apartar la mirada.
—¿Dónde estamos hoy?
—Liverpool.
—Oh, Jesús.