Sabía que Seokjin no lo quería, sabía que no lo consideraba suficiente para Taehyung, era verdad que habían vívido lleno de lujos por varios años, pero ahora Hoseok rodaba los ojos cuando su suegro hacía menos su origen, Seokjin pudo haber nacido en cuna de oro, pero su situación económica justo ahora no era algo para presumir, Hoseok podría jurar que eran incluso más pobres que sus propios padres.
No era el fin del mundo pero para Seokjin que estaba acostumbrado a lujos tal vez lo era, por eso Hoseok entendía el desprecio de Seokjin, él había arruinado los planes que tenía para Taehyung, que se casara con un niño rico de buena posición económica como Jimin y no con uno como él.
Pero el hombre tenía que poner los pies en la tierra, ahora él era el esposo de Taehyung, le iba a dar dos nietos, su odio era absurdo y estúpido desde el punto de vista de Hoseok.
Seokjin ni siquiera había preguntado por los bebés nunca, nunca había querido tocar su vientre como lo hacían Jennie o Namjoon.
Y no es que a Hoseok le importara, tener a Seokjin encima de él intentando escuchar a los bebes sería inmensamente raro, pero un "como estan los bebes hoy" no le hacían daño a nadie.
—Maldición— se quejo al sentir las pataditas de sus bebés en el estomago. Al principio le habían sorprendido y olvido el dolor pero cuando pasaba regularmente era bastante abrumador y doloroso.
Dejó la ropa húmeda que estaba lista para tender y se relajo un rato en el sillón, al menos hasta que los bebés se tranquilizaran.
Estaba apunto de cerrar los ojos, cuando Seokjin apareció con sus venenosos comentarios.
"Tomando un descanso como si no hubiera nada que hacer"
"Pero claro como tu te encargas de sostener esta casa no tienes porque ayudar en los quehaceres, ¿Puedes recordarme cuanto dinero traes al mes?"
"Sólo eres una boca, no, tres bocas más que alimentar"
Hoseok rodó los ojos, sin ganas de pelear fue por el cesto de ropa y subió a la azotea a tender las prendas.
Algo estaba mal con él, tal vez el embarazo afectó su memoria o tal vez era una de esas veces en las que guardaba algo tan bien para no perderlo pero terminaba olvidando dónde lo guardo, pero no recordaba que este fuera uno de esos casos, no había porque.
Buscó de nuevo debajo de la cama y después en los cajones del armario sin éxito.
Suspiró y fue hasta la habitación de Jennie.
La muchacha estaba chateando frente a su computadora.
—Perdón por molestar— le dijo, ella no le dio importancia y le preguntó que necesitaba —¿has visto mis estambres y la ropita que había hecho para los bebés?
Jennie cerró su lap —Appa los tiró dijo que había hablado contigo acerca de que le hacían daño a los bebés— suspiró —¿era mentira verdad?