Giro de guion

By lachinaski

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Aurora es un caos, su vida consiste en recordar con quién se acostó la noche anterior, intentar no pasarse co... More

¿Qué pasó con Ion Garrochotegui?
Hoy no me puedo levantar
Soy un desastre
Sufre, mamón
Teatro de la oscuridad
Adiós papá
Rey del Glam
Falsas costumbres
Queridos camaradas
Ellos dicen mierda, nosotros amén
La mala reputación
Ay qué pesado
Calle melancolía
Me cuesta tanto olvidarte
El blues del esclavo
Flojos de pantalón
Lluvia del porvenir
Cumpleaños feliz
Cruz de navajas
Mundo indómito
Qué hace una chica como tú en un sitio como este
Enamorado de la moda juvenil
Naturaleza muerta
Escuela de calor
No controles
Feo, fuerte y formal
Veneno en la piel
Veteranos
Manos vacías
Terror en el hipermercado
Segunda Parte: El nudo gordiano

Me colé en una fiesta

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By lachinaski







Me colé en una fiesta


Cuando se organiza una fiesta no se hace con la pretensión egoísta de pasárselo bien, sino pensando en el disfrute de los invitados. Dedicarse enteramente a los demás no solo marca la diferencia entre un buen anfitrión y un chapucero sin talento, sino también entre un guateque que apenas dará algunas fotos salvables para Instagram y el evento del año. Ana siempre ha tenido muy claro que sus fiestas no son una diversión, son un trabajo a tiempo completo. Debe asegurarse de que todo esté perfecto, que nada se salga de lo planeado, por ello se dedica en cuerpo y alma a satisfacer las necesidades de sus invitados.

Tras hacerse fotos con los fans que han tenido la fortuna de poder asistir a uno de los mayores eventos que tendrán lugar en lo que queda de año, Ana se ha pasado por las dos cabinas de DJs, la que está en la zona cubierta y la de la terraza. En la sala de abajo la música es de un electrónico más chill out, mientras que arriba reina la fiesta con los éxitos más actuales. Dos salas completamente acondicionas para las necesidades recreativas de los asistentes. El catering también está cumpliendo su función y se ha alegrado mucho de haber pedido bebida de más, porque al final casi todos son una pandilla de alcohólicos que no paran de empinar el codo.

Es bastante difícil ser el centro de todo, hasta el cortador de jamón quiere una foto con ella, a veces le gustaría poder multiplicarse para poder atender como se merecen a todas las personas que quieren disfrutar de su compañía. Pero no puede, qué complicado es estar en su pellejo.

—Tía, esta ginebra es un poco caspa.

Ana se voltea, Aurora tiene una botella de Gordon's en la mano. Ana ha estado tan ocupada recibiendo a los invitados que apenas ha podido hablar con sus amigas, pensaba que estaban en el piso de arriba, al aire libre fumando, así que la presencia de Aurora en la planta de abajo la deja desconcertada.

—El camarero me ha dicho que no tiene Gin Mare.

—La botella de Gin Mare vale treinta pavos —enarca una ceja.

—Bueno pero aquí está la jet de la society, ¿no? —Aurora chasquea la lengua—. Qué poco chic, tía.

—No voy a gastarme treinta pavos por botella para que esa panda de youtubers sacados de frikilandia lo mezclen con Fanta de limón —le quita la de Gordon's—. Y esto se vuelve a la barra, que es para todos.

—Ahora no te pongas comunista tía que no te pega nada —se queja Aurora. Evidentemente ya va medio borracha, es típico de ella ser la primera en abrazar la ebriedad.

—¿Dónde están las demás? —Pregunta Ana, si puede darse un respiro le gustaría pasar a saludarlas y fumarse un piti, de verdad que necesita el descanso.

—No sé tía —Aurora hace un intento bastante lamentable por quitarle la botella, pero Ana se la esconde en la espalda. Su amiga frunce el ceño, al cabo se resigna, chasqueando la lengua—. Mara anda por ahí depresiva perdida, creo que esta noche vomita.

—¿Por el subnormal ese?

—Sí, yo que sé, al final se lo folló —se encoge de hombros—. Y bueno, Pili está intentando huir de su legión de fans con Paula, así que andan perdidas por ahí. Dame la botella, va.

—Aurora, no quiero que te metas nada esta noche, ¿entendido?

—Ni que yo fuese una drogadicta, tía.

Ana enarca una ceja, le parece redundante tener que recordarle aquella vez en la que terminó tan puesta de cocaína que se subió a una barra de la discoteca más cara de Ibiza y terminó enseñando las bragas porque la muy tonta se cayó de culo hacia atrás, o como cuando casi les detienen en Formentera por escándalo público, o aquella vez que se hizo un trío en un baño, o en general todas las ocasiones en las que ha terminado hasta el culo sin preocuparse por evitar ser portada de todos los programas del corazón al día siguiente. Ana no quiere que todo el trabajo que ha realizado se quede en la absoluta nada por culpa de la incontinencia de su amiga respecto al consumo de estupefacientes, así que necesita cubrirse las espaldas.

—Venga, vamos a buscar a estas —bufa, mejor dejar a Aurora controlada que tenerla por ahí vagando haciendo a saber qué.

Ana coge a su amiga de la mano, arrastrándola por toda la sala. Cuando vislumbra a Hugo entre la gente, se acerca hacia él con aire demandante.

—Flor, voy arriba un momento, ¿te encargas tú de esta zona?

Hugo se ha vestido tremendo para la ocasión, lleva unos taconazos imposibles dignos del mejor de los equilibristas, Ana no sabe muy bien cómo es capaz de llevar semejantes rascacielos sin sentir que se le parte el pie en dos. Ella está acostumbradísima a llevar tacones pero aun así terminan por matarla al cabo del rato. Además de eso, Hugo se ha puesto un abrigo de pelo rosa que le llega a la altura de la cintura, unos pantalones de campana y sus mejores pendientes. Va ideal para cualquier foto robada que puedan sacarle.

—Nena yo no doy abasto con esto —suelta un suspiro melodramático—. ¿Por qué tenías que invitar a los cringe esos de los videojuegos? Me están alterando la energía seriamente.

—Porque los youtubers de gameplays tienen a toda la generación Z detrás de ellos, qué quieres que te diga.

—Uno de esos ex marginales de instituto público ha intentado ligar con Amy Miau, ¿puedes explicarles que esto no es La Dama y el Vagabundo? Por favor, me van a salir canas con ellos.

Ana suspira, intentando buscar con la mirada al grupito de adictos a los videojuegos. Los ha invitado por mera publicidad, una persona como ella jamás se relacionaría con ese tipo de gente, solo son una pandilla de frikis resentidos con el mundo porque de niños tenían granos y no ligaban, pero como todos los púberes de España los siguen como si fuesen dioses pues es lo que toca. De todas formas se ha asegurado de invitar a los más decentes, nada de básicos con tendencias homófobas o inútiles que hablan de hembrismo porque conocieron a una chica que no se la quiso chupar por ser famoso. Una cosa es tener a gente cutre en su fiesta y otra aceptar escoria social.

—Te prometo que bajo en quince minutos máximo y me encargo del tema, ¿vale?

Hugo no parece demasiado convencido, pero finalmente accede, asintiendo con la cabeza. Sin embargo, cuando Ana se voltea, Aurora ha desaparecido. De repente, la chica siente un miedo atroz que se manifiesta mediante la presión que se agolpa en la boca de su estómago. El lugar está oscuro, lleno de cabezas que sobresalen como sombras entre las luces de neón y Aurora se ha evaporado, mimetizándose entre el gentío.

—La madre que la parió —murmura. Tiene que encontrarla antes de que sea demasiado tarde.







—¿Pero quieres decirme qué coño te pasa ahora?

Mara desvía la mirada, hace tiempo que habla lo mínimo del tema porque sabe que todas sus amistades, sin excepción, están hasta las narices de que Jaime ocupe el ochenta por ciento de sus pensamientos. Se censura, claro, pero durante los últimos días ha sido muy duro no tener a nadie para poder explayarse abiertamente más allá de su terapeuta. Esta le ha dicho que debería plantear a sus amigos que por más hasta los huevos que estén, ella tiene derecho a sentirse mal y expresarlo, pero Mara está tan agotada mentalmente que ni siquiera tiene ganas de eso.

—¿Es por el subnormal?

Ana invitó a su amiga Sandra, que se ha pasado la última media hora mirando a todos los famosillos de medio pelo como si estuviese en una especie de parque recreativo. No conoce a nadie más que Aurora, pero encontrar a esta e una fiesta o tener la oportunidad de hablar con ella más de cinco minutos es una misión imposible, siempre desaparece, va dando tumbos. Aurora en lugares como este se encuentra dentro de su elemento, parece que haya nacido para emborracharse.

Mara se muerde el labio, indecisa. Quiere contárselo a Sandra pero no hacer un drama de lo sucedido, además se siente bastante ansiosa.

—Le he escrito —responde, casi en un susurro.

Sandra se cruza de brazos.

—¿Cómo que le has escrito?

Mara suelta un suspiro, mirándola finalmente a los ojos.

—Ya no aguantaba más —siente como la voz se le quiebra. En verdad no tenía ganas de salir pero lo ha hecho porque quedarse en casa sería mucho peor. Sola le da demasiadas vueltas a la cabeza y termina por deprimirse el doble—. La situación digo, es demasiado para mí.

Sandra la mira sin entender, está confundida. Mara tampoco sabe muy bien como expresarse, después de que ella y Jaime se despidiesen estuvo literalmente un día en la cama, no le apetecía salir, solo llorar a mares o autocompadecerse de su vida. El desgaste emocional esta vez se ha sentido mucho más fuerte, como si su cuerpo y mente ya estuviesen muy machacados y no aguantasen tanto como hace tiempo. Mientras intentaba levantarse sin éxito, sintiendo una rabia tremenda hacia ella misma, tomó la decisión de que ya era hora de dejarlo con Jaime. Siempre lo había intentado cara a cara, pero en cuanto le veía le resultaba imposible resistirse, algo hay en su mirada, su sonrisa, que le impiden completamente actuar como una persona racional. Y aunque detesta tener que hablar las cosas importantes de forma virtual, la única forma práctica que ha encontrado para terminar con todo ha sido vía WhatsApp.

—Le he enviado un mensaje para dejarlo —responde, casi como si estuviese vomitando las palabras. Ve que su amiga parece bastante sorprendida, no la culpa por su incredulidad—. No podía decírselo a la cara, así que le he escrito un texto enorme diciéndoselo todo.

—¿Y qué es todo exactamente?

Mara se enciende un cigarro, ya lleva medio paquete y apenas han pasado unas horas desde que se lo ha comprado.

—Pues que estoy enamorada de él, que sé perfectamente que no soy correspondida y que por eso mismo tenemos que dejar de vernos. Que no puedo más, que a mí esta situación me tiene destrozada emocionalmente. Le he pedido por favor que no me hable más ni intente contactarme por un tiempo —mira a Sandra—.Ya está, se acabó.

La chica se queda en silencio durante algunos instantes, analizando lo que Mara le acaba de contar.

—¿Y qué te ha dicho?

Mara desvía la mirada.

—Tengo los datos apagados desde que le he enviado el mensaje, no me atrevo a reactivarlos.

Sandra está a punto de decir algo, pero en ese momento aparece Ana bastante nerviosa, parece algo acalorada, como si hubiese estado corriendo.

—¿Habéis visto a Aurora?

Mara alza las cejas. Cómo no, la Coch se ha puesto borracha y anda por ahí haciendo de las suyas, como si lo estuviese viendo. Lo irónico es que Ana suele ser la primera que la anima a beber o la acompaña en sus maldades cuando andan por ahí de fiesta, pero claro la cosa ya no es tan divertida cuando su fiesta de súper pijos de internet entra en juego.

—Había ido a buscarte —responde con cierta indiferencia.

Ana se lleva una mano a la cara, da la impresión de estar muy desesperada.

—Tía que esto es serio, ya sabes cómo se puso en el compromiso de Goya.

—¿Te refieres a esa fiesta en la que te pillaron follando con uno en el baño? —Mara enarca una ceja, ladeando su sonrisa.

La anfitriona le responde con una mueca, detesta que le recuerden hasta qué nivel puede llegar a ser cómplice de escándalos. Picar a Ana resulta súper fácil porque en el fondo es un poco básica, aunque por más que Mara disfrute de fastidiarla un poco sabe que la tía no es mala persona. Tiene buen corazón.

—Va, no te rayes, seguro que aparece en un rato —intenta tranquilizarla—. ¿Quieres un poco? Es ron.

Le ofrece un cubata, Ana se lo piensa durante algunos instantes antes de aceptar y beberse medio de un trago. Queda claro que su estrés está alcanzando cuotas problemáticas para la salud.

—¡¿Pero qué coño me estás contando?!

Tanto Mara como Ana se voltean, Sandra tiene la vista perdida en algún punto de la terraza, con los ojos muy abiertos y una expresión de estupefacción total. Las dos amigas se observan, confusas por tal reacción. La pelirroja mira entonces a Mara, pareciera que hubiese visto un fantasma.

—Tía, que está el Cortefiel ahí.

Mara suelta una risa, la idea le parece tan descabellada que su cerebro no la ha procesado como posibilidad plausible. Es una broma, seguro.

—Tía, que te hablo puto en serio, mira.

Sandra señala con la cabeza hacia la derecha. De repente a Mara ya no le parece tan divertido, está empezando a comprender que su amiga no le miente, que no hay broma alguna por absurdo que parezca todo. Es entonces, mientras su cerebro lo procesa todo, que alarga el cuello y lo ve. Efectivamente, ahí está. Sin la gabardina ni el chaleco a lo británico, pero con las mismas pintas de estirado.

—Me cago en mi puta madre —exclama por lo bajo, mirando a Ana casi por inercia—. ¿Qué cojones hace mi puto profesor de la facultad en tu fiesta?

Ana, que parece todavía más confundida que las otras dos, mira hacia dónde la están señalando.

—¿Tu profesor de qué? —No parece reconocer a nadie entre la gente.

—Tía, el que mide casi dos metros —insiste—. Lleva la camisa blanca y una americana en la mano, ¿lo ves?

La chica asiente, pero no parece extrañada.

—Tía, ese es Carlos Sotomayor —le dice como si tal cosa—, ¿cuál es el problema?

—¿Pero tú me escuchas cuando yo te hablo o qué?¿No te acuerdas cuando os conté que tuve una movida chunga con un profesor de la uni? ¡Si dije que era ese!

—Ah —la chica se encoge de hombros—. No sé tía, la verdad es que creo que no te estaba escuchando y se me pasó el nombre. Yo sabía que hablabas de un Cortefiel, pero hasta ahí.

—Y me lo dices tan pancha, serás capulla.

Ana vuelve a echar un vistazo entre la gente antes de dirigirse hacia las chicas.

—Tía, ¿el Sotomayor es tu profe? Ay tía pues fuiste super imbécil, ya te vale jugársela así —chasquea la lengua, negando con la cabeza—. Con lo majo que es, no tienes perdón.

—¿Me puedes contestar de qué cojones lo conoces tanto?

—Es de la urbanización de toda la vida —responde como si Mara tuviese que darlo por hecho o algo—. De hecho toda la gente con la que está son amigos del club social de la urba. En verdad yo con quien tengo más relación es con su hermano pequeño, pero Carlos me dio clases de tenis cuando yo tenía... no sé, diez años o así. ¡Qué fuerte, lo tenéis en la uni! Pues Sandra tía, ya que esta no puede llevarse bien con él por tonta del culo intenta hacerlo tú, es súper buena gente.

La pelirroja se lleva una mano a la boca, intentando no explotar de la risa. A Mara, sin embargo, la situación no le hace ni puñetera gracia, ¿por qué cojones tiene una amiga tan lela que pasa olímpicamente de su puñetera cara cuando le está hablando? O sea, le parece no solo una falta de respeto sino una ofensa a su honor. Encima la hija de puta se lo dice tan tranquila, como si no pasase nada. Cierto es que poca veces ha mencionado el nombre del tipo, porque siempre le hace referencia utilizando el apodo, pero aun así está segura de haberlo repetido lo suficiente como para que la inútil de Ana lo reconociese. De verdad, menuda pandilla de inútiles tiene como amigos.

—Ay vamos a saludarle va —propone Ana, bastante motivada. Parece haberse olvidado momentáneamente de Aurora.

Tanto Mara como Sandra se miran, a ninguna de las dos les apetece un carajo tener que ir a saludar al tipo. Ver a tus profesores fuera del ámbito académico, por jóvenes que sean, siempre resulta incómodo. Es como juntar dos vidas totalmente paralelas que deberían mantenerse al margen la una de la otra por el bien del funcionamiento cosmológico y el orden de las cosas.

—Mejor ve tú —responde Sandra en tono conciliador—. Le estaba terminando de contar una cosa Mara, ahora luego si eso nos pasamos.

—De verdad, qué rancias —Ana chasquea la lengua—. Bueno, ahora vuelvo.

La chica se marcha y las dos chicas pueden al fin respirar en paz.

—Joder —bufa Mara—. Si es que estas cosas solo me pueden pasar a mí, las putas coincidencias, parece que he nacido para eso.

—Tía, menudo saque tiene el hijo de puta —Sandra está mirando hacia el tipo, intentando ser disimulada sin conseguirlo porque la sutileza no es una de sus mayores virtudes—. Lleva un copazo de whisky interesante.

Mara dirige su mirada hacia allí por curiosidad, viendo como en ese mismo instante Ana le está dando dos besos al hombre, saludándolo con toda la simpatía del mundo.

—Vaya tela, ahí tienen todos pinta de haber estado en Nuevas Generaciones del PP.

—Seguro que más de uno está afiliado, ¿qué te apuestas? —ríe Sandra.

En ese momento, ven como Ana se voltea y las mira directamente a ellas, señalándolas mientras le dice algo al Cortefiel. Tanto Mara como Sandra se paralizan al sentir la mirada del hombre dirigirse hacia su posición. Ya no hay más risas ni comentarios socarrones, ahora las dos tienen la imperiosa necesidad de matar a la puñetera Ana.

—Hija de puta —murmura Mara.

—Cabrona de mierda —responde Sandra—. ¿Vamos?

Mara pone una mueca.

—¿Acaso nos queda otra opción?

Sandra suelta un suspiro, son como dos cerdos yendo al matadero.







Aurora mira la pantalla de su teléfono móvil totalmente oscura, lo tiene apagado desde hace varias horas porque en el fondo no tiene huevos para encenderlo y atender alguna de las múltiples llamadas que Cris lleva haciéndole desde por la mañana. La responsabilidad nunca ha sido su fuerte, menos todavía cuando tiene que ver con las personas. Sabe que es egoísta, narcisista y una falta de respeto, pero Aurora nunca suele reparar en ese tipo de cosas, no está acostumbrada.

Hoy se suponía que ambas debían ir a un concierto dónde Cris le presentaría a algunos amigos, le dijo que sí antes de que Ana fijase el día de la fiesta, pero aun así ha preferido ir al evento de su amiga. O sea, no es nada personal, pero Aurora prefiere una barra libre y un montón de imbéciles metiéndose coca en el baño que seguramente compartirán con los demás a meterse entre un montón de punks contemporáneos a beber litros de cerveza en medio de la calle. Lo que pasa es que al principio no se atrevía a decírselo a Cris por si ella se enfadaba, luego se le fue olvidando que tenía que comentárselo porque sabía muy bien que no iría y su mente lo asimiló hasta el punto de borrar la idea de aceptar el plan de la chica. Y bueno se lo iba a decir ayer pero se le pasó, así que ha decidido hacer lo que siempre cuando la caga con uno de sus ligues: desaparecer.

Siempre es la misma movida, se le olvida que ha prometido o dicho algo, así que cuando se ve acorralada opta por esfumarse de mala y reaparecer pasados algunos días con cualquier mala excusa. Tampoco le preocupa demasiado, ella hace lo que le da la gana, condicionarse por alguien no ha entrado nunca en sus planes, pero se lleva muy bien con Cris y no le gustaría que se fuese todo a la mierda tan pronto. Bueno, ya se le ocurrirá algo, ella siempre ha tenido mucho talento para las excusas.

Se rellena otra vez la copa, esto de poder beber infinitamente es su mayor perdición. A ver si dejan de pinchar esa música electrónica de mierda y se marcan un buen JBalvin, que tiene muchas ganas de bailar.

—¿Ya vas ciega o qué?

Reconoce la voz de Novillero al instante. Es raro ver a Eduardo de la Vega en acontecimientos así, no le gustan demasiado esos ambientes, sobre todo porque hay muchas cámaras, pero supone que prefiere eso a tragarse un drama de Ana por mal amigo.

—Estoy en ello —responde, llevándose el vaso a la boca—. Raro verte por estos antros de perdición, Novillero.

—La idiota de tu amiga invitó a mi hermano —se encoge de hombros—. Estoy vigilando que Alonso no vuelva a provocar un aborto.

Aurora suelta una carcajada, Novillero siempre ha tenido un humor bastante negro, cuando eran más adolescentes era su forma de defenderse frente a las críticas. Sobre todo, piensa ella, es algo que desarrolló para frenar las acusaciones y malos tratos por parte de su padre.

—Pensaba que a estas alturas Eduardo de la Vega ya habría movido sus hilos para que se dejase el tema a un lado, me sorprende que en el especial de hoy lo hayan tocado.

—El cabrón de Álvarez se le ha adelantado, me temo —Novillero frunce el ceño, apartando la vista—. Es un hijo de puta.

—Bueno, como todos.

Aurora no le da mucha importancia a la imbecilidad de Raúl Álvarez, así como muchas personas se han preocupado tanto por lo que pueda decir esa sabandija como por su persona en sí, la chica siempre ha optado por ignorar su existencia. Hay veces que no puede hacerlo porque ha coincidido con él y no le queda otra, pero la mayor parte del tiempo se olvida de que existe. Es un imbécil y un infeliz. En su opinión personal tiene pinta de follar fatal, seguro que por eso tiene la necesidad de putear a todo el mundo.

—Me ha amenazado —comenta Novillero.

La chica le dirige una mirada de soslayo, su amigo tiene las mandíbulas tensas. Ver a Novillero tan enfadado no es habitual, hace falta mucho para hacerle saltar la paciencia de esa forma.

—Con contar lo de David —aclara—. Ese tío es un hijo de puta.

De verdad que no quiere quedar como una zorra insensible, pero es que se la suda muchísima. Sí, Raúl Álvarez es escoria, toda la puta España lo sabe, no es nada nuevo. Asiente fingiendo afectación mientras le da un sorbo a su bebida para disimular.

—Ya sabes cómo es, le gusta lo del miedo. No te rayes.

—El cabrón lleva jodiéndonos desde que éramos unos adolescentes, Auro. Ya estoy cansado de que se crea con derecho a destrozarnos la vida, ¿no entiendes que es su forma de vengarse por no haberle dado las respuestas sobre Ion?

Aurora mira entonces a Novillero con una seriedad poco habitual en ella, lo que deja al chico algo intimidado.

—Espero que no estés insinuando cualquier...

—No, no voy por ahí —le aclara—. Lo que intento decirte es que ya va siendo hora de pararle los pies. Nunca nos va a dejar en paz.

La chica chasquea la lengua, de verdad cuánto melodrama en un momento.

—Eduardo tío, pasa de él. Le jode más que lo ignoremos, en serio.

—¡No! —Exclama—. Ese tío es una rata, oculta algo, todo el mundo lo sabe. Aurora, tenemos que llegar al fondo de todo esto, Álvarez no es un tertuliano de poca monta como todos, sabes tan bien como yo que ese tipo tiene algo muy oscuro detrás.

—Bueno, ¿y si es así qué? —Está cansada de tanta tontería, la vida de Raúl Álvarez le importa una puta mierda, es la última persona de este mundo en la que le apetece pensar en esos momentos—. Me la pela Edu, como si le gusta vestirse de muñeca hinchable y salir forrado en látex por las noches. Es un ser humano que me resulta súper indiferente, no me apetece prestarle atención y tú deberías hacer lo mismo.

—¿Y permitir que siga extorsionando a la gente? Es un mafioso de mierda, Aurora.

—De verdad, qué Gryffindor te pones cuando quieres —bufa ella con hastío—. Deja de hacerte el puto héroe y bebe un poco, lo que necesitas es pasar el rato y olvidarte de ese subnormal.

Novillero hace un mohín, tiene un sentido de la justicia súper desarrollado, además es un tozudo de narices y cuando algo se le mete en la cabeza no puede parar hasta conseguirlo. Sin embargo, Aurora pasa olímpicamente, el mayor desprecio es no hacer aprecio, esa ha sido siempre su política con Álvarez. Seguramente su amigo tenga razón y el tertuliano oculte un montón de cosas, ¿pero qué más da? Aurora no conoce a nadie que le importe menos en la vida que ese parásito, prestarle más atención de la conveniente le da muchísima pereza.

—Voy a investigarle —anuncia el joven, haciendo que Aurora ponga los ojos en blancos—. Se lo merece.

—No te metas en líos, Eduardo —le advierte ella—. Álvarez tiene muchos contactos.

—Eso es cosa mía.

La chica mira a su amigo, de verdad que no se puede ser más cabezota. Sabe que nada de lo que le diga podrá hacerle cambiar de opinión, Edu es increíblemente tozudo cuando se lo propone. No obstante, solo espera que se le pase pronto el cabreo, no sabe hasta qué punto puede ser peligroso meter las narices en los asuntos de Álvarez. Lo único que puede desearle, porque la va a necesitar, es buena suerte.







En la escala de situaciones más incómodas de los últimos tiempos Mara podría equiparar esta a la vez en que felicitó a una administrativa de la universidad por su embarazo y resultó que solo estaba gorda, pero al menos de aquella pudo escapar rápido, en esta se siente totalmente acorralada. Sandra y ella se han visto obligadas a presentarse ante el Cortefiel para no quedar como unas puñeteras maleducadas, aunque a ella le hubiese dado igual salir corriendo, pero su amiga tiene mucho mejor saber estar.

Ana está pletórica, parece divertirle mucho toda la situación, es un demonio salido de los infiernos. Lo único que la consuela es ver en la expresión del Cortefiel cierta tensión, es obvio que él tampoco se encuentra muy cómodo. Al fin de cuentas ha de guardar una imagen cara a los alumnos, así que probablemente verlas allí le ha coartado según qué libertades.

—La verdad es que me sorprende que os conozcáis —comenta el hombre por decir algo, porque la verdad es que llevan en silencio como dos minutos porque nadie sabe qué decir.

—La vida da muchas vueltas —responde Ana, divertida—. Mara y yo salimos con el mismo grupo de vez en cuando, nos presentó Aurora Coch.

El Cortefiel alza las cejas, como comprendiendo de dónde puede salir una unión tan poco común. Lo cierto es que en circunstancias normales Ana y Mara jamás se hubiesen conocido, no salen por los mismos sitios ni llevan vidas que puedan cruzarse con facilidad.

Sandra y Mara se miran, no saben qué narices decir, tampoco se les ocurre nada de lo que hablar con ese tipo. Lo único que quieren es salir de allí.

—Y bueno Carlos, ¿tú hermano qué? —Inquiere Ana, hablándole con toda confianza—. Que se marchó hace meses y solo sé de él lo que veo en el Insta.

—Vuelve dentro de nada —el Cortefiel se saca un cigarro, llevándoselo a la boca—. Ya va siendo hora de que sea un poquito responsable, que no está de más.

—Ay no seas así, de verdad —la risa de Ana es falsísima—. Cuando vuelva dile que me llame, quiero verle la cara algún día de estos. Por cierto, que me han dicho estos que has venido con alguien, ¿has vuelto al ruedo por fin o qué?

El tipo se tensa de repente, mirando a Ana con cierto horror. Luego dirige su atención a las chicas, para luego devolvérsela a la anfitriona. Se saca el cigarro de la boca, no sabe dónde meterse.

—Es una amiga —aclara con mucha seriedad—. Nada serio.

—Ya, ya, nada serio —Ana niega con la cabeza—. No hace falta que vayas de discreto.

—No tengo que darte explicaciones sobre mi vida privada —le espeta con sequedad—, pero tampoco me hace gracia que terceras personas hablen sobre ella. Es una amiga, Ana, y espero que mañana la gente tenga eso bastante claro, ¿nos entendemos?

La chica rueda los ojos, asintiendo con desgana, como una niña pequeña a la que le toca ceder aunque no quiera. El Cortefiel las mira de reojo, es obvio que se siente bastante incómodo hablando de sus cosas teniendo enfrente a dos alumnas. Por mal que le caiga el tipo, la verdad es que Ana se ha pasado. La tía suele tener cero empatía para estas cosas, habla de todo sin tener en cuenta el contexto, no puede ir aireando las miserias de la gente porque sí. Quizás el tipo tenga novia o no, pero sea lo que sea ya lo dirá él.

—Bueno, yo tengo que ir al baño —anuncia Mara, ya va siendo hora de cortar el momento, porque se está alargando demasiado. Mira al Cortefiel de reojo—. Ya nos veremos.

El hombre asiente, haciendo una especie de mueca que poco se parece a una sonrisa, pero lo intenta. Mara coge a Sandra de la mano, que se despide con un gesto y ambas se pierden entre la gente.

—Joder tía, qué horror —comenta la pelirroja—. El tío estaba casi que peor.

—Ya —responde, lacónica. Le ha venido a la cabeza que debería volver a encender los datos del móvil, a ver si Jaime le ha contestado o qué.

—Yo creo que le ha sentado fatal lo que ha dicho tu amiga, no se le ve un tío muy dado al salseo. Igual me he fijado en la tía con la que estaba, llevaba un vestido súper chulo, ¿tú la has visto?

—Pues tía, la verdad es que me la suda —responde, acompañando sus palabras de un sonoro suspiro—. A quién se tire ese tío o se deje de tirar no es mi tema. Sandra, tengo que hacer algo.

La pelirroja entiende al instante su mirada, la cara de preocupación que pone lo dice todo. Además, también se le nota que no tiene ganas de drama, pero está resignada a comérselo porque sabe que lo habrá.

—¿Vamos al baño de verdad, entonces?

Y Mara asiente, notando cómo la presión de su pecho aumenta conforme la idea de saber qué es exactamente lo que le ha respondido Jaime se hace cada vez más nítida.








Ana es toda una manipuladora de narices, le encanta divertirse a costa de las desgracias ajenas. Desde su posición privilegiada, Aurora ha contemplado la escena protagonizada por sus amigas con la diversión bailándole en los ojos, ha sido como ver el momento cúspide de cualquier sitcom, cuando el enredo llega a su punto álgido y ocurre una especie de elipsis. No hay nada que disfrute más que ese tipo de cosas en la vida real, normalmente tiene que beber mucho para no aburrirse pero en esos casos se permite parar un poco, sobre todo cuando capta ciertas cosas que le resultan de lo más interesante. No sabe qué han hablado esos cuatro, pero el lenguaje corporal le ha desvelado muchas cosas. Quizás sean suposiciones suyas, va un poco ciega en realidad, pero nadie le quitará el placer de pasar un buen momento.

Aurora tiene alma de cazadora, pero no solo para comer o matar, uno de sus pasatiempos favoritos siempre ha sido jugar. Ver una presa fácil para comprobar hasta dónde puede llegar, envolverla con sus garras por el mero placer de verla nerviosa, revoloteando de un lado para otro confusa, sin saber qué hacer, sintiendo que son sus últimos segundos de vida antes de ser devorada. Es una sensación con la que siempre ha disfrutado, no por una cuestión de poder, sino mera diversión. Le gusta ver cómo la gente se intimida en temas de sexualidad, lo mucho que se reprimen, es una forma de constatar cuán tabú es todavía el sexo, pero sobre todo hasta qué punto una mujer siendo dueña de su propia sexualidad puede intimidar a otras personas.

Lo reconoce en seguida, porque el tío está muy bueno. Aurora no tiene un tipo de hombre o mujer definidos, le da igual que sean más altas, rubios, de ojos verdes, con caderas prominentes o tetas pequeñas, no le importa si tienen barba o visten desarrapados. Ella simplemente ve a una persona y le resulta atractiva o no, fin. El profesor de Mara está muy bueno según ella, es cierto que tiene pinta de repipi pero más allá de eso le parece un tío guapísimo. Su mandíbula es recta y marcada, sus rasgos finos y un pelo castaño claro, ligeramente cobrizo, que resalta mucho sus ojos azules. Es un tipo guapo y ahora mismo está solo, fumando frente a la cornisa. Aurora se sonríe, es un depredador a punto de atacar.

—Sotomayor, ¿verdad?

El hombre no se ha percatado de su presencia hasta ese momento, Aurora sabe bien cómo hacer las cosas. Al verla la reconoce, puede verlo en su mirada, pero se extraña al mismo tiempo.

—¿Perdón?

—No nos conocemos, si es eso lo que te estás preguntando —por supuesto que es eso, qué sino. Aurora va algo borracha ya, las cosas le dan bastante igual en ese punto—. Ana es amiga mía.

Él parece recordar algo repentinamente.

—También eres amiga de Mara, claro —parece entenderlo todo de golpe. Ella asiente—. Hace rato que no las veo, pero creo que esta última iba al baño.

—No las estoy buscando —tiene la mirada fija en sus ojos, sin apartarla ni un momento. Su voz suena provocativa, algo juguetona—. He venido a hablar contigo.

El que parece muy perdido es él, no está entendiendo nada y eso lo hace todo mucho más divertido.

—Eres un tío bastante atractivo, ¿te lo han dicho alguna vez?

El hombre se tensa, es evidente que no está acostumbrado a que sean tan directos con él, menos todavía una mujer. Aurora en verdad lo piensa, siempre ha creído que uno se ahorra muchos dramas y tonterías cuando va con la verdad por delante, ¿de qué sirve callarse lo que se piensa sobre otros? Son convenciones sociales absurdas. Los hombres tienen como deporte decirles constantemente a las mujeres lo que piensan de ellas sin que estas se lo hayan pedido, ¿por qué las chicas no pueden hacer lo mismo?

—Eh... gracias —responde, incómodo. Le da una calada al cigarro, apartando la vista.

—Me preguntaba si te apetece tomar una copa o algo.

Aurora sabe que va a decirle que no, obviamente. A los tipos como él no les gustan las chicas como ella, es demasiado recto para eso. Pero da igual, no va buscando un polvo, solo pasar el rato y de paso comprobar algo que le lleva comiendo la cabeza desde hace un tiempo. Aurora tiene muchas ideas a lo largo del día que se le olvidan conforme le vienen hasta que tiene la oportunidad de sacarlas de nuevo a la luz, algo así le sucede con este tío.

—La verdad es que estoy con alguien —le responde, señalando hacia una chica morena que hay cerca de los sofás. Está bastante buena también, el tío tiene buen gusto—. Lo siento.

—¿Es tu novia?

Traga saliva, el cabrón está mintiendo.

—Nos estamos conociendo —asiente.

Aurora tiene que esforzarse por no echarse a reír, tiene una corazonada pero es una lástima que no pueda comprobarla. Algo le dice que no sacará nada de ahí, el tipo está demasiado intimidado, quizás ella ha entrado muy a degüello. En fin, tampoco quiere acosarlo demasiado, ya se divertirá más en otra ocasión.

—Bueno, sé aceptar un no a la primera —le asegura, comenzando a marcharse—. Buena suerte con tu novia.

Mientras se aleja, Pilar aparece de repente, no la ve desde el inicio de la fiesta. Ella y paloma se la pasan huyendo de las cámaras y evitando entrevistas durante los eventos de ese estilo.

—¿Qué estabas haciendo? —Pregunta, mirando al hombre de soslayo.

—Tantear el terreno y formular teoremas —responde la chica, bebiéndose lo que le queda del cubata dando un solo trago.

—¿Pero qué dices? —Ríe Pili.

—Ya sabes que yo me hice famosa actuando en telenovelas, llevo el drama en la sangre —responde, sacándose un cigarro—. Mis culebrones favoritos son los de la vida.

—Miedo me das...

—Hasta que al final os encuentro, vosotras lo de mirar el móvil no lo conocéis, ¿no?

Ana parece bastante cabreada, a Aurora le gustaría excusarse con eso de que lleva el aparato apagado, pero entonces tendría que dar muchas explicaciones y no le apetece comerse una charla sobre lo egocéntrica que resulta en sus relaciones personajes y lo hija de puta que puede llegar a ser.

—Mara está fatal, le ha dado un ataque en el baño, pero de los chungos.

Aurora y Pilar se miran con cara de circunstancias, preocupadas. Saben muy bien lo que significa eso.

El puto Jaime de los huevos.








Mara siempre había pensado que la gente exageraba cuando hablaba de corazones rotos, todos esos rollos del dolor, la angustia, no eran más que mitos de Hollywood o tonterías de la gente, que necesitaba llamar la atención porque tras una ruptura andaba baja de autoestima. Pero tras ver la contestación de Jaime ha podido sentirla por sí misma. No es un dolor punzante, ni una especie de ahogamiento como cuando se tiene ansiedad, es más bien como si algo se derrumbase dentro de ella, creando un estruendo enorme que se empeña en dejarte seco a base de provocar lágrimas. No puede parar, de verdad que lo ha intentado, en ningún momento pensó realmente que pudiese afectarle tanto, pero ahora se da cuenta que los corazones rotos existen y a ella se lo acaban de hacer añicos.

Aurora acaba de llegar, está leyendo el mensaje. Tuerce el gesto con disgusto, ella siempre ha sido la que menos tajante se ha mostrado con el tema de Jaime, seguramente porque no es la más delicada a la hora de gestionar sus andanzas sexuales, pero por primera vez Mara la nota bastante a disgusto.

—Qué poca clase tiene este tío —chasquea la lengua, devolviéndole el teléfono—. Podría haberlo hecho de forma decente, pero no le ha dado la gana.

—Ese es el problema —solloza Mara—. O sea... ni siquiera se ha esforzado en quedar bien, eso es todo lo que le importo.

Empieza a llorar de nuevo, todas sus amigas la observan con una mezcla entre rabia y compasión que empieza a ponerla de los nervios, porque no quiere dar pena. Lleva años aguantándose para que nadie le tenga lástima, es un sentimiento que no puede soportar, pero por más que lo intenta es incapaz de no llorar. Es como cuando se está malo del estómago y no se puede parar de vomitar, ella tiene una sensación parecida con el llanto. Vomita lágrimas.

Pili le pide el teléfono, al principio no ha querido leer nada para no ponerse de mal humor, ella le dijo desde el principio que se alejase de Jaime y llegó un punto en el que se negó a escuchar nada de él.

Siento mucho que estés así, Linda —empieza a leer, poniendo un tono despectivo—, pero ya sabes que tengo una vida muy ocupada y no tengo tiempo para plantearme ninguna relación. Sabes que eres una chica súper especial para mí, espero que te siga yendo bien en la vida y que volvamos a coincidir algún día.

—Es que no se puede ser más insensible —comenta Sandra, agitando la cabeza.

—Como si fuese una tía a la que conoció hace un mes —asiente Ana, indignadísima—. O sea yo flipo colega, lleváis en contacto como dos años, ¿de qué mierdas va?

—Es para cortarle los huevos, hijo de puta —Pilar le devuelve el teléfono—. Escúchame Mara, bloquéalo de una puta vez, este tío va a volver.

—No, no —Mara niega con la cabeza—. No va a volver, no le importa nada, ¿es que no lo ves? Solo me quería para follar, ni un mínimo de respeto. O sea chicas, yo no le pedía que me quisiese —las mira, todavía con lágrimas en los ojos—, solo que me tuviese respeto. Ni cariño le exigí, bastaba con algo de consideración, ¿pero qué es eso? Prácticamente me ha dicho que vale, que adiós, con buenas palabras. O sea me siento usadísima.

—Escúchame —Pilar se pone de rodillas frente a ella, está muy seria—. Sé que estás en la mierda y nada hará que te sientas mejor, pero tómate esto como el mazazo que necesitabas para despertarte. Ese tío no tiene vergüenza, es un puto cretino. Pero si quieres mi opinión, creo que es tan cabrón que ni siquiera te ha tomado en serio. Esta mierda de respuesta me suena muchísimo a un: bueno, está histérica y tal, voy a dejarla en paz unos meses hasta que se le pase la tontería y luego vuelvo a probar suerte. Es un puto Mr.Big de la vida, siempre va a volver.

—La verdad es que yo estoy un poco con Pilar —asiente Ana—. No creo que vuelva en unos días, pero fijo que te contacta pasado un tiempo. Tal y como te ha respondido...

—Que no, que no va a volver —insiste Mara, necesita creer que Jaime no es tan mala persona. Puede ser un egocéntrico narcisista, quizás solo la haya utilizado, puede que no le tenga siquiera una pizca de cariño, pero nunca lo ha considerado alguien genuinamente malo. Imbécil sí, pero mala gente no. Si después de todo lo que le ha dicho el tipo volviese, le estaría demostrando ya no solo que pasa de tomarla en serio, sino que además es un cabronazo capaz de hundir a alguien con tal de satisfacer a su polla y Mara no quiere pensar que alguien pueda caer tan bajo—. Yo creo que ya está chicas, ya está. Es que... Joder, he sido tan tonta. Todos me lo decíais y yo ahí, cabezota perdida. Ha sido culpa mía.

—A ver, ahora no te vas a machacar —entra Sandra—. Es verdad que tú hiciste mal al no expresar tus sentimientos cuando empezaste a sentirte mal, pero el capullo este siempre se ha comportado como un cretino integral. Además que ya tiene una edad, tú has intentado hablar de vosotros muchas veces y él no ha querido, el tío sabía que algo pasaba pero en lugar de ir de frente prefirió escurrir el bulto hasta que tú no pudieses más. Mara ahora no es momento de que te crucifiques a ti misma, suficiente has pasado ya.

—Eso tía —asiente Ana—. Ahora vas a estar unos días fatal, acuérdate de mí cuando corté con el innombrable. No vas a mejorar mañana ni pasado, pero por fin te has librado de un peso enorme y podrás avanzar. Jaime no te estaba dejando seguir con la vida, te tenía súper bloqueada.

—Además estás demasiado buena y eres muy joven para ese puto subnormal —acota Pili—, que encima tampoco es un tío súper guapo.

—A mí no me gusta nada —dice Pili—. Tiene una nariz horrible.

—Es normalillo —tercia Sandra—, normalillo tirando a pringado de instituto que iba de grunge. Si no fuese por las pintas estas medio roqueras que me lleva daría bastante pena. Tú estás muchísimo mejor. Debería dar gracias al cielo porque alguien como tú se haya fijado en él, que es un puto esperpento en comparación.

En otro momento las palabras de sus amigas seguramente harían más efecto, pero en ese instante siente tanto odio hacia sí misma. Por haberse dejado embaucar, por no ver las señales de alarma, por dejarle pasar tantas putadas sin partirle la cara. Tenía la esperanza de que algún día las cosas fuesen a mejor, o por lo menos que el tipo demostrase algo de empatía, pero ni algo tan sencillo ha tenido. Ese sentimiento de haber sido usada, como si se tratase de una muñeca hinchable con cerebro propio, se le clava en el pecho como una losa terriblemente pesada.

Se siente muy cansada, como si llevase días trabajando en algo físico, con las extremidades entumecidas.

—No sé, me encuentro mal —murmura finalmente—. Esto ha sido una pérdida de tiempo enorme.

—Bueno tronca, piensa en lo que te han dicho estas —por primera vez Aurora entra en la conversación—. Tú estás mucho mejor, pasa de ese idiota y fóllate a medio Madrid.

Todas se voltean hacia ella con una mueca de reproche. Mara no se lo tiene en cuenta, Aurora es pésima para este tipo de situaciones, sus relaciones sentimentales le han importado tan poco siempre que no se ve capaz de empatizar. Lo intenta, pero sus consejos siempre quedan muy superficiales, no sabe profundizar en el dolor de sus amistades. Mara antes era un poco así, Jaime ha supuesto su primer amor y hasta que no lo conoció siempre iba a la par con Aurora en ese tipo de temas, aunque puede presumir de no cagarla tanto al hablar.

—Como se nota que nunca en la vida te han roto el corazón, tía —le suelta Pili, es la única que en cierto modo tiene derecho a dejarle caer ese tipo de perlas.

Aurora frunce el ceño, ofendida, pero no dice absolutamente nada. Desvía la mirada, evidentemente molesta.

—Ana, lo siento pero me quiero ir —murmura Mara, no quiere seguir en ese lugar, necesita dormir durante dos días o algo.

—Claro tía, ni te disculpes.

—¿Quieres que te acompañe? —Se ofrece Pili—. He venido en coche.

—Puedo ir yo con ella —dice Sandra.

—No tía, que yo de todas formas me tenía que ir pronto porque tengo un rodaje mañana a primera hora —insiste—.Mara, ¿te llevo a casa?

La chica alza la vista, se siente como espectadora de una película, sin ser parte de ella. Sus amigas se encuentran en un primer plano bajo su ángulo de visión, ajenas al caos que está viviendo dentro de sí.

—Por favor —asiente, en un tono que casi parece de súplica.

Antes de levantarse Mara relee otra vez la contestación de Jaime, sintiendo al instante una nueva punzada en su pecho. Una voz interna, fuerte, le dice que debe bloquearlo ahora mismo. Fuera Whatsapp, Facebook e Instagram. Baraja la posibilidad, tentando a sus dedos de darle al bendito botón, pero justo cuando está a punto se echa para atrás.

Todavía se siente incapaz de bloquearle, y eso solo puede terminar mal. 



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