Hasta que vuelvas a sonreír (...

By dannygaray60

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Después de una larga y cruenta guerra, el mago Alleister Dundalk, quien a sus 25 años fue pieza clave en la v... More

0. El héroe suicida
2. Fortaleza y debilidad
3. Una infeliz sonrisa
3.5. Un extraño sentimiento
4. El pueblo sin nombre
5. Una efímera noche
6. La profe María
7. Las memorias de María #1
8. Rifles y Manzanas acarameladas
9. El héroe vagabundo
10. Buenas noches

1. Una leyenda que heredar

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By dannygaray60

Al encontrar a su único hijo llorando acurrucado al tronco de un árbol, el ex general Allen Dundalk habría de recordar aquella tarde invernal cuando la guerra acabó.

En ese entonces el país de Eclair había pasado por una cruenta guerra entre los habitantes, levantados en armas, contra la guardia del gobierno.

De manos de su hermanastro, Wilbert Hyukes, Allen se enteraría del final del dictador Erae Mund.

---El ataque al palacio de gobierno fue un éxito ---informó Wilbert después de haberse bajado de su caballo---. O al menos en parte... Erae se había escapado, pero después me enteré que Anastasia se anticipó a sus movimientos. Ella se había llevado a un pequeño escuadrón hacia el sur, cruzando la frontera con Riemburgh y ahí mató a Erae usando magia de ataque.

---Oh, Wilbert... ya me estabas asustando ---comentó Allen con un suspiro de alivio---. Solo imagina el descontento de todos si ese maldito hubiera recibido asilo en Riemburgh.

---Estoy de acuerdo. De verdad que Anastasia es increíble, pensé que había cometido una locura al no encontrarla en el palacio.

---Bien sabes que ella siempre ha sido impulsiva, con eso de que tiene un sexto sentido que no le falla.

Asintiendo con la cabeza y con un inseguro «tienes razón», Wilbert se acomodó su chaqueta debido a la corriente de frío que le había envuelto. Acto siguiente su mirada se posó en los alrededores del devastado pueblo de Tahara.

---¿Ningún sobreviviente?

---Ninguno... por ahora ---comentó Allen suspirando amargamente---. La guardia nacional hizo destrozos aquí y el pueblo obviamente se defendió. En fin, ya recogieron todos los cuerpos que han encontrado los muchachos.

---Han tenido la mala suerte de estar en medio del conflicto... ---las palabras de Wilbert salieron involuntariamente.

El general Dundalk rechinó los dientes al escuchar este comentario.

---Yo... estaba a punto de mandar un grupo de defensa a este lugar, pero más tropas de la guardia aparecieron dispuestos a atacar nuestra base... en ese momento pensé que era primordial proteger nuestro «punto de convergencia». Los magos estaríamos en una gran desventaja con perder otro suministro de poder mágico... y entonces dejaríamos de ser el arma principal en la batalla ---el rostro de Allen mostraba claramente su remordimiento, al igual que la fuerza con la que apretaba sus manos---. Fui un egoísta, Wilbert. No pensé en los demás. En aquellos que nos apoyaban, yo...

---No sigas, hermano. Estabas en una situación difícil. Nosotros no teníamos experiencia, por favor entiéndelo... has hecho lo mejor que pudiste.

Y Wilbert tenía razón.

A pesar de que entre los revolucionarios hubieran personas que se hacían llamar como «General», eso no quería decir que de verdad fueran militares. Todos eran simplemente civiles, desde niños y jóvenes con toda una vida por delante, hasta los adultos de almas marchitas. No sabían nada sobre la guerra, ni de las estrategias de batalla o cualquier otra cosa similar. Si se hacían llamar de esa manera era solo para no perder el control de mando en una batalla que siempre parecía tan lejos de terminar y tan cerca de acabar con sus sueños y esperanzas.

---Defender a la gente... o atacar al enemigo ---musitó Allen---. Aún después de que esto haya terminado a nuestro favor, no sé cuál de estas dos opciones era nuestra prioridad.

Y claramente elegir las dos era imposible. Apoyándose en sus conocimientos sobre las artes mágicas, Allen Dundalk comprendía que la principal ley de la magia guardaba estrecha relación con la ley que imperaba en las batallas armadas.

Para recibir algo, es necesario hacer sacrificios en dependencia del objetivo. Este principio, los magos de aquel mundo lo llamaban «la ley de la permutación equilibrada». Los soldados simplemente lo entendían como «matar o morir».

El general Dundalk sabía que no había forma de romper el equilibrio que regía la magia y la guerra, sin embargo aún le costaba aceptarlo.

---Allen... ¿Y qué haces aquí todavía?

---¿Recuerdas aquella vez cuando se quemó nuestra casa? ---inquirió el mago evocando un hecho de la niñez al mismo tiempo que empezaba a caminar.

---¿Eh? Ah, sí ---inconscientemente su hermano le seguía el paso---. Cuando empezó el incendio estabas desesperado buscando como apagar las llamas echándole toda el agua que encontrabas, pero nuestra madre forcejeó para sacarte ya que el fuego se estaba extendiendo.

---Ese momento se me vino a la mente cuando me pregunté si de verdad no habían sobrevivientes en este pueblo, pero recordé por qué mi madre se empeñaba en sacarme de la casa. A veces, para salvar una vida, significa huir lejos del peligro.

---¿Qué? ¿Y eso qué tiene que ver con lo que te pregunté? ---y entonces Wilbert divisó el pequeño bosque cercano a donde se dirigía su hermano, comprendiendo así sus palabras.

---¿Me puedes acompañar? ---preguntó Allen---. Los muchachos ya se están preparando para irse, pero a mí me gustaría revisar un poco más.

Su hermano aceptó inmediatamente y juntos se aventuraron al bosque.

Haciendo uso de la magia, Allen y Wilbert realizaron marcas visibles en los troncos de los árboles y también dejaron señalizaciones en el suelo arrimando hojas y piedras con tal de no perder el tiempo revisando lugares ya explorados.

---Por cierto, hay otra cosa que venía a informarte ---mencionó Wilbert mientras realizaban las labores de búsqueda.

---¿Qué cosa?

---Debido a que Anastasia usó magia ofensiva en territorio extranjero, el ejército de Riemburgh la ha apresado. Ella se ha metido en un buen lío y vine para discutir sobre qué debía hacer ahora.

---Solo déjala.

---¿¡Ah!? Pero si han arrestado a Anastasia.

---Por eso mismo ---respondió Allen sin exaltarse---. Estamos hablando de Anastasia, ella no deja nada al azar. Bien sabía que usar magia fuera de Eclair llamaría la atención del ejército. Seguramente ese era parte del plan. No estoy del todo seguro, pero tal vez esa sea la manera más rápida y directa de establecer contacto con el gobierno de Riemburgh.

---Pero eso ha sido arriesgado, pudo haber desencadenado otra guerra...

Interrumpiendo sus palabras, Wilbert hizo memoria en las aspiraciones de Anastasia Olsen y sobre como la mayoría de los aliados comentaban que ella sería la gobernadora ideal de una nueva Eclair. Entonces una vez más, él pudo seguir la línea de pensamiento de su hermano.

---Wow... ella no va perdiendo el tiempo... ---comentó Wilbert anonadado por las acciones de su compañera de armas, quién junto a Allen, fueron los ejes centrales en la victoria de los civiles. Sin embargo, ella destacaba sobre los dos hermanos por su capacidad estratégica, inteligencia y un gran poder de persuasión.

La búsqueda improvisada de sobrevivientes avanzó a grandes pasos. En cuestión de cuarenta minutos, abarcaron una buena cantidad de terreno, pero sin resultados positivos, hecho que iba mermando el estado de ánimo de los hermanos.

Justo cuando iba a marcar otro árbol ---quizás el último--- Wilbert encontró a alguien recostado sobre el tronco del mismo.

---¡Hey! ¡Allen, aquí! ---inmediatamente avisó a su hermano y procedió a inspeccionar a la persona en cuestión, no obstante la emoción duró poco al ver cuatro flechas perforando la ancha espalda del fallecido, clavadas justo sobre los pulmones.

Cuando llegó Allen, pudo advertir de inmediato que no había nada qué hacer por el hombre, cuya muerte le resultaría irónica años más tarde.

---Parece que está abrazando algo ---comentó Allen al notar una enlodada manta rodeada por los brazos del difunto---. Es... ¡es un bebé! ---exclamó sacándose de inmediato su chaqueta para coger al pequeño de piel pálida, que tiritaba de frío pero que no emitía sonido alguno---. No, no, por favor no...

El frágil y pequeño cuerpo seguía inmóvil y entonces una angustia creciente se iba apoderando de Allen, que empeoraba con cada segundo el temblor de sus extremidades al mismo tiempo que aceleraba su corazón. Sin embargo al momento en el que él se temía lo peor, el bebé empezó a llorar.

Los hermanos se vieron envueltos por el grito angustioso de un pequeño que aún se aferraba a la vida.

Ese fue un llanto que reverberó con fuerza en aquel desolado lugar e hizo que un nuevo sentimiento aflorara en el alma del joven mago; un sentimiento que había sido cultivado por las cercanas experiencias con la muerte en la guerra.

En aquella remota tarde invernal, Allen Dundalk experimentó el profundo deseo de dejar una huella indeleble de su existencia en ese mundo y entonces decidió darle a ese bebé sin familia ni hogar, una leyenda que heredar.

Diez años después, el ex general se preguntaría el porqué de ese recuerdo sin saber que era una sutil premonición de las desgracias venideras.

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