Huracán ✔️

By paolacalderongt

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Emily Preston es una joven con muchos sueños; lucha para poder lograrlos día con día, para ello todas sus act... More

Prefacio
Piloto
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 14

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By paolacalderongt


No había espacio de tranquilidad para Emily, estaba molesta por lo de su trabajo, nunca se esperó ser suspendida, y menos por no haber cometido ninguna falta. Pero más que eso, estaba molesta, por la desesperación que sentía en ese momento, deseaba ver a Leo, o al menos escuchar su voz.

«No, no, es un criminal» pensaba.

Le costaba hacer razonar al corazón, estaba en una lucha de decepción por lo que sabía, y una misma lucha de enojo por lo que sentía y lo cuál no podía evitar.

No llevaba mucho tiempo en casa, pero sentía que habían pasado siglos. Y en un momento de atreverse buscó el papel con la dirección que Leo le dejó, y luego de verla una y otra vez se animo a ir a buscarlo.

«¿Qué estás haciendo Emily?» dudaba, en lo que abría la cochera, y como primera vez luego de bastante tiempo sacaba su auto.

Pero no deseaba quedarse con ese sentimiento por lo que condujo, por más de dos horas, no solamente por culpa del trafico si no que por las dudas que se presentaban en el camino. No le hizo ninguna gracia el paisaje que vio cuando llegó, en efecto era un edificio abandonado.

«Esto es una locura, Emily» pensó.

Se había parqueado a un costado, y desde allí observaba todo. Ni siquiera se veían luces en el.

El crepúsculo estaba en ese momento por lo que la falta de luz del sol, le daba cierto aspecto desagradable al lugar y sobre todo de desconfianza, al ver a un joven salir de aquel lugar se ánimo a bajar y preguntar por Leo.

Había mucho miedo en ella, sus huesos estaban entumecidos, ya que ni siquiera estaba segura de si Leo le había sido sincero en eso.

—¡Hola! —saludó.

El joven no le respondió.

—Busco a Leo, ¿Sabes si está? —preguntó.

—¿Quién lo busca? —preguntó él.

Era Brayan y al verla, llegó a pensar que los habían descubierto.

—Emily, Emily Preston.

—Ok, dame un momento.

Justo iban saliendo para ir a la carrera en el momento que Emily llegó.

—¿Quién es? —preguntó Tony, volteándola a ver.

—La chica de Leo.

—Con razón está todo loco —agregó Tony.

Brayan solamente rio, y fue a llamar a Leo.

El atuendo de Emily, se combinaba con unos jeans negros, una blusa celeste y un abrigo negro que le llegaba hasta las rodillas, juntamente con tacones altos, también negros. Usaba el pelo suelto, y su maquillaje era muy natural.

—Te buscan —decía Brayan.

—¿Quién? —preguntó confundido.

—Emily Preston.

—¡¿Qué dices?! ¡¿Está aquí?!

No pudo ocultar su asombro, y felicidad.

—Afuera.

—Saca el auto por favor —pidió, dándole las llaves.

Salió prácticamente corriendo para poder verla.

—No creí que fuera cierto lo del edificio abandonado —dijo ella al verlo.

—Lamento que las decepciones sigan.

—Eso no importa en este momento.

—¿Qué haces aquí?

Él estaba emocionado.

—No sé por qué, pero quería verte. ¿Van de salida?

—Tengo una carrera.

—Bien, entonces creo que mejor me voy —sonrió con nerviosismo.

—Porque mejor, me acompañas, así puedo mostrarte este mundo.

—En realidad fue una locura que viniera.

—Pero lo hiciste y ni siquiera llamaste.

Los demás continuaban sacando los autos.

—No lo sé.

—¡Vamos! Estoy temblando de la emoción por verte aquí, y si estás aquí es porque sé que sientes lo mismo que yo, y creo que lo mejor es que me conozcas tal cual soy.

—Ok, está bien.

Sus miradas se cruzaron en ese momento. Ninguno tenía idea de lo que pasaría, y tampoco entendían bien lo que sentían, pero sabían que querían vivirlo.

—Pero, primero hay que guardar tú auto —dijo Leo.

Extendió su mano para pedirle las llaves.

—Emily, se las dio sin ningún problema. Pero sentía su cuerpo entumecido, y mucho más cuando se dio cuenta que los amigos de Leo la observaban.

«¡Esto es una locura!» pensaba.

—¡Listo! ¿Vamos? —preguntaba Leo, luego de guardar el auto de ella.

—Sí, ¡vamos! —sonrió.

—Me permiten presentarles a alguien importante —decía Leo.

Caminó hacía donde estaban sus amigos.

—¡Claro! —agregó Tony.

Todos fueron amables con ella, incluso a Lara le agradó mucho. Y a Layo de cierta forma le dio gusto conocerla, Emily no tenía la mala planta que le notó a Berta cuando la conoció y, al contrario, le daba confianza.

Fue a Barbara a la única que no le hizo nada de gracia verla allí.

—Muy bonita la presentación, pero les recuerdo que vamos a llegar tarde si no, nos vamos ahora —agregó, subiendo a su auto—. ¡Vamos Neco! —gritó.

Todo se voltearon a ver, pero en efecto, Barbara tenía razón por lo que subieron a sus autos y manejaron hasta el lugar de la carrera.

Brayan iba en un mismo auto con Tony; Layo con Lara; Barbara con Neco y Leo con Emily. Este ultimo era el más feliz de todos en ese momento.

—El lugar no sé si te va a gustar, pero...

—No importa, yo vine, así que... no creo que haya cosa más fea que el edificio —sonrió Emily—. Tus amigos son bastante agradables.

—Sí, y estoy seguro que les agradaste.

—¿Eso es bueno?

—¡No te imaginas cuánto!

—¿Y qué hacen en ese lugar al que vamos?

—Correr, apostar, divertirse, pero sobre todo comer —rio.

—¡Comer! Perfecto.

—Perdóname por haberte mentido.

—No importa en este momento.

—¡Enserio no puedo creer que estés aquí!

—Yo tampoco, créelo. Pero estoy aquí, porque necesito saber quién es el tipo con el bombón rojo que esperaba al otro lado de la calle, y ese que me ha hecho en tan poco tiempo sentir cosas que no sé qué son. Si miedo, ilusión, o frustración —sonrió.

—Lo más probable es que se amor.

—Quizás.

Cuando llegaron, para Emily fue fácil notar que estaba muy lejos de todo aquello que había conocido antes, y de lo que estaba acostumbrada. Había chicas y autos por todos lados, hombres gritando o contando dinero y la música era alta, el vestuario de los demás era muy diferente al de ella, por lo que sabía que no era su mundo. Sí, el de Leonardo.

Cuando él bajó del auto, muchas chicas se le acercaron, sobre todo al ver que Barbara estaba lejos de él. Todos entendían que ya no estaban juntos.

—¿Vas a bajar? —preguntó Leo.

Emily estaba con cierto miedo, al ver a tanta gente de raro aspecto.

—No, creo que no. Yo espero aquí en el auto.

—Vienes conmigo, no lo olvides —sonrió Leo.

Para Emily fue un gesto agradable, sobre todo al ver que él no le prestó atención a ninguna de las chicas que tan descaradamente se le ofrecían.

—Al parecer ya te cambiaron —le susurraba una mujer a Barbara, al ver que Leo ayudaba a bajar a Emily del auto.

—¡Vete de aquí si no quieres una cicatriz en el rostro! —exclamó Barbara.

Para ella no era fácil ver tantas atenciones de parte de Leo, con Emily. Lo comprendía y apoyaba de cierto modo, pero no dejaba de ser difícil el verlo con alguien más, y más cuando ella sabía que él estaba enamorado.

Muchos al ver a Emily, comenzaron a lanzar piropos, cosa que la hizo sentir incomoda.

—¡Es mi chica! —gritó.

Fue suficiente para que volvieran a su asunto, y dejaran de silbar o decir cosas que incomodaban a Emily, quien para nada estaba acostumbrada a eso. Y mientras a Emily la acción de Leo, le agradaban, a Barbara le dolían.

—Es tú turno —decía Lara acercándose.

—De acuerdo, te la encargo —le pidió a su cuñada.

—¿Cómo qué te la encargo? —preguntó Emily.

—Tengo que correr.

—Pues entonces voy contigo. No me lo tomes a mal, pero... el que me mintió y necesito me enseñe su mundo completo es él —le dijo a Lara.

—¿Quieres ir conmigo?

—No, con él —señaló a otro—. ¡Claro que contigo!

—Emily, no sé si sea una buena idea.

—¿Por qué?

­—Es peligroso.

—Igual, no importa.

—¿Segura?

—Sí, muy segura.

—Es mucha adrenalina.

—No importa, igual voy a tener muchos días para poder superar el susto —sonrió.

Se veía muy segura, por lo que a Leo no le quedó de otra que aceptar que fuera con él.

—Eso sí, te voy a pedir una cosa.

—¿Cuál?

—Tienes que ganar. Digo, si me voy a subir a un auto con un maniático, necesito sentirme feliz de que estoy con el ganador.

—Eso sin duda —sonrió Leo.

Ambos subieron al auto. Emily estaba nerviosa, pero era algo que deseaba hacer. Leo la veía de reojo y no podía evitar sonreír, por ver lo asustadiza que se veía, y más, cuando se puso el cinturón y no lo soltó en ningún momento, a pesar, que aún no estaban en la línea de salida.

—¿Todo bien?

—No me hables mientras manejas —respondió ella.

Sus ojos se hacían muy grandes.

Leo solamente sonrió, y se concentró en el acelerar el motor, la carrera estaba a punto de comenzar.

Una chica fue la encargada de indicar la salida, y en el momento que sus brazos bajaron la adrenalina se aceleró.

La vista de Leo se concentraba en la carretera, que se había cerrado ilegalmente. Sus pies se coordinaban a la perfección, entre el acelerador, el clutch y el freno que ni siquiera usaba. La palanca de cambios ni siquiera se volteaba a ver por un segundo, era un experto en lo que hacía.

El sonido de los motores se escuchaba a la perfección, así como el quemar de llantas que ocasionaban algunos de los otros conductores.

Emily a penas volteaba a ver a Leo, y por momentos cerraba los ojos, por tanta velocidad que llevaban.

«Voy a morir» pensaba, sin dejar de sujetar con fuerza el cinturón.

Cuando la carrera terminó y en efecto Leo ganó, suspiró con fuerza.

—¡No puedo creer que las chicas aquí andan prácticamente desnudas! —exclamó.

Sus manos temblaban, pero fue lo único que se le ocurrió decir.

—¡Es una locura! —respondió Leo.

—¡Así se hace hermano! —gritaba Tony acercándose.

Los dos bajaron del auto, ante la euforia de los que estaban allí.

—¿Te asustaste? —preguntó Neco.

Emily sonrió solamente.

­—Creo que ya eres parte del grupo —agregó Lara.

—Creí que escucharíamos gritos, pero no. Bien hecho —dijo Layo también, luego de felicitar a su hermano.

Emily estaba muda, y aunque intentaba disimular, no podía controlar que sus manos temblaran. Leo fue el único que lo notó, pero no dijo nada al respecto.

—¡Vienen para acá! —gritó Barbara.

Se refería a los policías. Por lo que un alboroto se causó y corriendo lo más rápido posible cada quien subió a su auto y condujeron lejos del lugar.

Para Emily todo aquello era una experiencia muy diferente, no tenía palabras para describirlo. Fueron los primeros en llegar al edificio.

—No quise preguntarte allá, pero... ¿Estás bien?

—Asustada, solamente eso.

—¿Gustas quedarte?

—Mi intención de respuesta es un no, pero... estoy temblando, sé que lo sabes. Es que... esto es completamente nuevo para mí, y no puedo manejar así, creo que nunca más podré hacerlo —sonrió.

Leo la invitó a entrar, y subieron a la parte más alta para ver la ciudad desde allí.

—Sí soy sincero no sé que decirte —agregaba él.

—No tienes nada que decir.

—Igual...

—Me gusta tú mundo, no sé por qué, pero me gusta —interrumpió ella.

—Me encantó que estuvieran en el asiento del copiloto. Emily, no sé que va a pasar con esto, pero quiero que sepas que...

—No digas nada —dijo ella, silenciándolo—. Nunca imaginé que esto fuera real, pero, —lo vio fijamente—. Lo que siento sí lo es, y... estoy aquí porque si soy sincera conmigo misma, tú eres lo único real que tengo, todo lo demás lo construí en base a fantasías y sueños imposibles, porque si volteó a ver todo eso, no tengo nada. Y aunque sé que eres muy distinto a lo que en algún momento soñé, eres real y es lo único que me importa, por eso estoy aquí.

A Leo se le hizo imposible no besarla, por lo que un beso fue el sello de aquel momento.

—Te amo Emily, te amo, créeme que es verdad.

—Te creo ­—sonrió ella—. Y aunque no me lo has preguntado, sí quiero ser tú chica.

—Y yo tú clavo —rio él.

Las risas y besos, hicieron aquel momento único y especial.

Ninguno de los dos tenía idea de qué pasaría, no tenían idea de nada, como nunca lo habían tenido. Pero estaban seguros que no importaba lo que sucedería, querían vivirlo. Sus sentimientos eran más fuertes que cualquier razonamiento que les aconsejara dejar de verse. Ella aún pensaba en Julio, pero sabía que lo que sentía por Leo, nunca lo había sentido ni siquiera por su ex novio, era ese mismo sentimiento lo que no la hacía dudar de su decisión, al momento de salir de su casa, tenía muchas dudas, pero luego de estar allí con él, y de lo que había vivido esa noche, solamente sabía una cosa. Quería a Leo en su vida, y ella quería estar con él.

En el despacho de don Emilio, aún estaba él y su hijo. Ambos estaban trabajando en un asunto que Mouro les había encargado, por lo que se habían quedado hasta tarde.

—¡Qué extraño! Tú hermano no responde —decía el señor.

Había estado intentándola localizar desde la tarde.

—Seguramente esta molesta.

—¿Sabes si sale con alguien?

—Sí, eso parece.

—¿Qué estás haciendo revisando esos archivos? Son casos viejos.

—Lo sé, pero justo necesito comprobar algo.

—Sí no es importante, mejor concéntrate en lo que lo es.

—Créeme que sí es importante —respondió Emmet—. Se trata de tú hija.

—¿De Emily?

—Sí.

—¿Qué sucede?

—El chico con el que sale se me hace conocido.

—¿Y qué tiene que ver eso, con que estés desordenando el archivo viejo?

—Esto —dijo, sacando un folder.

—¿Qué es eso?

—Sabía que no me estaba equivocando y que lo había visto en alguna parte.

—¿De qué hablas Emmet?

—De esto papá —sacó una fotografía que estaba dentro del documento—. Este es el hombre con el que sale mi hermana —dijo, con la fotografía de Leonardo en la mano.

—¡¿Estás hablando enserio?! —preguntó don Emilio muy sorprendido.

—Totalmente, ¿Sabes que significa eso papá? ¡Libertad! —sonrió Emmet.

—No entiendo.

—Este es el tipo que Mouro busca como loco, lo sabes. Podemos negociar que se lo entregamos a cambio que nos libere de todo —indicó muy seguro.

Don Emilio no se veía muy seguro, pero el comentario de su hijo lo puso a pensar.

En la casa de Eleazar las cosas se percibían tranquilas, exceptuando por el caminado con prisa que Lagarto llevaba, necesitaba darle cierta información a su patrón que no podía esperar.

—¿Qué sucede? —preguntaba Eleazar un poco confundido.

Ya estaba dormido cuando Lagarto entró.

—La mujer de hoy resultó muy eficiente, acaba de llamar para avisar que Mouro ya tiene un nombre.

—¿Cuál?

—Emily, le falta el apellido.

Para Eleazar la noticia fue como que le echaran un balde de agua fría.

—¿Qué más dijo? ¿Cómo se enteró?

—Mouro tiene un informante, y según parece los Burgos estuvieron en una carrera hoy, y la señorita estuvo allí.

—Me lleva Lagarto, me lleva —decía Eleazar.

Pensaba en qué iba a hacer.

—¿Cuáles van a ser sus ordenes patrón?

—Quémele la casa, queme el apartamento en el que ella vive —dijo muy seguro.

—Pero...

—Nada Darío, solamente encárguese de que ella no esté allí, y verifique con el hombre que la sigue que siga lejos.

—Igual no termino de comprender patrón ¿Por qué quemarle su casa? Creí que usted no se tomaba esos problemas así.

—No sea torpe Lagarto, usted sabe que nunca haría nada malo con tal de lastimarla. Pero si Mouro ya tiene un nombre estoy seguro que es cuestión de días para que sepa un apellido, por lo mismo, cuando Burgo se entere que el apartamento de Emily se quemó, va a tomar medidas y va a pensar que fue Mouro, eso nos dará tiempo.

—Ahorita mismo encargo a alguien para que se encargue.

—Perfecto, igual le voy a pedir que me consiga toda la información sobre la compañía en la que trabaja Emily, tendré que visitar a su jefe.

La cara de Eleazar demostraba preocupación, toda la tranquilidad que sentía se había esfumado. Más que nadie conocía a Mouro, y sabía que cuando supiera el nombre de Emily la guerra comenzaría, sobre todo cuando notara que era la hija de sus propios abogados. Únicamente una cosa le interesaba a Mouro, y era dar con los Burgos, por lo mismo no se tocaría el corazón con tal de conseguir lo que deseaba.

«Mi princesa» pensaba.

La conversación entre don Emilio y Emmet se había alargado. Ambos discutían sobre la idea de Emmet.

—Eso serían más problemas, creo que lo mejor es llamar a Eleazar en este momento y comentarle lo que está sucediendo.

—¿Crees que no lo sabe? Ese hombre debe saber todo sobre mi hermana.

—Por lo mismo, es claro que es el único que se interesa por ella, eso nos ayuda, como su familia va a protegernos a nosotros también.

—Pero ¿Crees que Mouro va a quedarse tranquilo cuando se entere que tú hija, sale con el enemigo? ¡Nos va a matar papá!

—Igual tenemos que hablar con Eleazar —agregó don Emilio agarrando el teléfono.

—Sí vas a llamar a alguien que sea a Mouro —dijo Emmet, interrumpiendo que su padre marcara.

—Escúchame bien Emmet, ya sé que estás preocupado tanto como yo, pero no voy a cometer un mal error dos veces en mi vida —indicó don Emilio muy seguro.

Fue suficiente para que su hijo sintiera vergüenza, Emmet estaba asustado de cierto modo, por eso su actitud, pero sabía que su papá tenía razón y el decirle que sabían que Leonardo Burgo salía con su hermana, más bien sería darle más armas para que siguiera cometiendo más crímenes, y sus acciones quedaran impunes, además, ellos seguir siendo cómplices de todo.

En el edificio por su parte, todo estaba normal, excepto por Barbara a quién le dolía saber que Emily estaba allí. Tony por su parte celebraba la parte del dinero que le tocó, y hacía planes para el futuro. Bryan y Neco hablaban, sobre la vida. Y Eladio, con Lara cenaban algo.

—¿Te agradó? —le preguntaba Layo.

—Sí, me recuerda a mí, con esa ropa cara —respondió ella, sin dejar de comer sus frijoles—. Y sé que a ti también.

—Me parece que es confiable.

—Me parece que quiere a tú hermano.

—¿Por qué lo dices?

—¿Ya viste su auto? Es claro que no es de una familia adinerada, y que es de esas mujeres trabajadoras que luchan por lo que tienen.

—¿Cómo sabes eso?

—Su auto y su ropa está impecable, si fuera millonaria poco le importaría; pero la pintura, y sus zapatos están impecables, eso quiere decir que cuida sus cosas, porque le cuestan.

—Lo de adinerada lo sabemos, igual ese abogaducho debe vivir con comodidades que Mouro le da.

—Igual no creo que tenga mucha relación con su papá, o al menos de que no tienen mucha relación sí estoy segura que no la tiene.

—Me asombras.

—Lo investigué, ella trabaja en una oficina de bienes raíces, muy alejada del corrupto de su papá y hermano.

—Eso no quita mi preocupación.

—¿Por qué sigues empecinado en ver el lado feo de todo? Ella está aquí, la conocimos y a todos nos agradó, eso es bueno.

—A Barbara no.

—A Barbara nunca le va a agradar porque le está quitando a Leonardo, de no ser así te aseguro que a ella también le agradaría.

—Me preocupan los problemas Lara, eso es lo que me preocupa.

—Igual ya tenemos muchos, uno más ni siquiera se notará. Leo se ve feliz, sabes que era la primera en pensar que Barbara arreglaría todo, pero ahora que la conozco a ella, entiendo que se quieren.

—Llevan poco tiempo.

—Sí, pero ¿Ves como la ve Leo? Eso es amor, y el amor no sabe de tiempo o de problemas.

Y tal cuál lo decía Lara, sucedía. En el último piso del edificio. Estaba un Leo y Emily conversando sobre la vida, y observando la ciudad desde la mejor vista que podía haber. No tenían sueño, y no planeaban dormir, más que hablar sobre ellos, y así poder seguir nutriendo ese sentimiento que desde ya sentía. Esa noche los problemas para ellos no importaban. Aunque en ese mismo momento, los hombres de Eleazar estaban cumpliendo con su trabajo y los de Mouro también. 

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