Si Melody tenía que ser justa con ella misma debía admitir que se sentía extraña, y no sabía si en el buen o en el mal modo. Una vez que habían sido liberados por el profesor para su hora libre de almuerzo ella había deseado más que nada salir corriendo de allí para nunca regresar. Había algo en las cámaras, en las miradas de los adultos sobre ella que simplemente no le gustaba. Y una pizca de su alma sentía miedo estando allí, aunque no tenía modo de saber por qué. Se había abrazado a ella misma y se había escabullido fuera rápidamente, como si cada sencillo segundo libre fuera un tesoro. Y tal vez lo fuera para ella.
Se reunió de nuevo con Chris una vez fuera, y tuvo que admitirse a ella misma que la presencia del joven la reconfortaba en cierto modo. Quizás porque nunca antes había pasado mucho tiempo cerca de alguien, o al menos aquello le hacían creer sus recuerdos. Pero lo cierto era que Melody podía sentir como la soledad dolía, y en compañía de Chris dolía un poquito menos. Y aquello la hacía llorar y a la vez no, como si agradeciera la compañía y a la vez le trajera malos sentimientos. No era por él, sino por ella.
—¿Sigues sin saber por qué lloras? —preguntó él y ella negó con la cabeza—. Quizás sea lo mejor.
—¿Tú no querrías saber de estar en mi lugar? —preguntó Melody.
—Debe haber un motivo terriblemente doloroso detrás como para que incluso sin saber el por qué ya que no lo recuerdas sigas llorando. Dijiste que tenías pesadillas.
—Las tengo, pero cuando despierto poco queda de ellas para comprenderlas y no recuerdo nada relevante, solo tengo el horrible sentimiento que algo salió terriblemente mal.
—Terminaste aquí, por supuesto que algo salió mal. Todos fuimos capturados y encerrados aquí como animales en un zoológico.
—Sí. ¿Pero por qué? No dejas de decir que es porque tenemos algo diferente, una habilidad lo llamas.
—¿Crees en habilidades sobrenaturales? Poderes, un sexto sentido, como quieras llamarlo. Esas personas existen, tú eres una de ellas ya que estás aquí atrapada como todos nosotros. Pueden ser pasivas o activas, inofensivas u ofensivas, débiles o fuertes. Ellos nos categorizan con esos criterios dentro de una escala. Nos estudian, nos someten a pruebas, nos controlan. Si creen que puedes ser controlable terminas aquí en un hábitat natural, un conejillo de indias en su celda, de lo contrario... Si te resistes mucho, si ellos no logran controlarte, si te consideran un peligro intratable entonces se deshacen de ti.
—¿No pueden escapar de aquí?
—Nadie ha llegado siquiera al límite. Hay tanta vigilancia que les toma segundos cazarte. Además, todos creen lo que ellos les programan en la cabeza. Estos recuerdos, estas vidas falsas que creemos tener aquí desde siempre, nos aprisionan en Elysium. Si alguien se sale de su papel ellos lo corrigen al instante. Y si es imposible corregirte y lo recuerdas todo entonces no se te vuelve a ver. Pero nadie, jamás, ha logrado escapar.
—¿Qué hay de ti? ¿Qué tan lejos has llegado?
—Sigo aquí. ¿No?
—Pero eres consciente de la verdad, sabes lo que está sucediendo aquí.
—Y soy una paria social que supuestamente tiene esquizofrenia.
—No luces como alguien con esquizofrenia para mí.
—Gracias.
—Tú y tus amigos. ¿Cómo es que no se las han arreglado para salir de aquí todavía si todos andan al tanto de la verdad?
—Porque no hay modo.
—¿No tienen habilidades?
—Créeme, es imposible llegar al límite. Con las cámaras siempre encendidas es imposible salir de la academia siquiera.
—Desactiva las cámaras.
—No es tan sencillo. No sé dónde está el cuarto de vigilancia y créeme que llevo años buscándolo. Y ellos te detienen antes que te acerques demasiado.
—Eso es porque no puedes simplemente pretender encontrar algo escondido de ese modo, y tienes que hacerlo sin que se note. Debes buscar el punto de mayor señal en toda la academia, necesitan buena recepción para rápida comunicación en caso de tener una situación y además deben captar bien lo filmado por las cámaras. Consigues un mapa del lugar, trazas uno en base a lo que sabes, comparas y te fijas el punto que concuerde con lo que buscas y tienes. Pan comido —dijo Melody y Chris la miró sin palabras.
—¿Ya has hecho esto antes? —preguntó él y ella miró sus manos incapaz de responder—. Tal vez sí seas peligrosa para ellos. Llevo años intentando salir de aquí. Recuerdo a otro chico, antes que ellos lo hicieran desaparecer él me dijo que solo cuando la chica de los dibujos apareciera lograría escapar. Cuando Zachary te vio ese primer día dibujando...
—¿Crees que soy ella? ¿Por eso anduviste tras de mí?
—Dibujabas, y eras diferente a los demás. En mis recuerdos eres como un fantasma, una persona que siempre estuvo allí pero a la que sencillamente no me acercaría a hablarle. Es así para todos. Pero Zachary es inmune, el velo pasa a través de él como si no existiera. Debe ser a causa de su habilidad. Si él no te hubiera notado no creo que yo o cualquier otro lo hubiera hecho.
—Dijiste que tu mente era fuerte como para oponerse al velo.
—Lo es, este no se aplica del todo bien en mí, pero toma tiempo conseguir que ceda al menos un poco y debo ser consciente de aquello para oponerme. Lo hago cada vez que me acerco a ti para hablarte, el velo me hace creer que no hay motivo pero me esfuerzo por repeler aquel impulso que me impide acercarme a ti. Es así para todos.
—Me preguntaste una vez si mi habilidad era mental. ¿La tuya lo es?
—Es complicado, pero supongo que puedes decir que sí. Al menos en parte lo es. Existen muchos tipos distintos de habilidades, personas capaces de atravesar muros o desafiar la gravedad, videntes y mentalistas capaces de quemar tu cerebro con una mirada; controladores de elementos o psíquicos. Todas aquellas cosas que has imaginado como posibles, alguien es capaz de hacerlas. Y si ellos te encuentran y te atrapan terminas aquí. Muchos no saben de lo que son capaces en realidad. Y debes tener cuidado, porque si ellos ven que comienzas a utilizar tu habilidad y te consideran como un elemento hostil entonces te harán olvidar de nuevo o desaparecer.
—¿Pero si no recuerdas lo real entonces cómo sabes cuál es tu habilidad?
—La descubres, aunque eso puede tomar mucho tiempo ya que lo haces de modo accidental.
—No soy paciente.
—Si tu mente es fuerte puedes haber salvado algo de información. Solía preguntarme por qué cargaba siempre con una vieja versión de Carrie. ¿Conoces?
—Stephen King. Es su primera novela. ¿No? La chica que enloqueció y mató a todos —dijo Melody y Chris sonrió tristemente.
—Ese es el problema con la telequinesis, si pierdes el control las cosas se pueden ir al demonio muy fácilmente.
Ella se detuvo y lo miró incrédula. Chris se giró y la miró con su tranquila expresión pero había pena en sus ojos, como el peso de todos los recuerdos donde había perdido el control y las cosas se le habían ido de las manos. Melody sintió aquella pequeña alerta en alguna parte de su mente que la instaba a retroceder, a querer escapar de allí. Sabía, de algún modo, que no había broma alguna en sus palabras y el peligro que representaba. ¿Carrie no había destruido todo su pueblo y asesinado a muchos en el proceso? Pensó en las notas en clase que llegaban de su parte sin que él pareciera haberse movido, en el libro que había caído fuera de su lugar cuando habían discutido en la biblioteca.
—¿Es ahora cuando vuelves a creer que estoy loco y huyes en la dirección contraria? —preguntó Chris y ella negó con la cabeza.
—Todos estamos jodidos del mismo modo aquí. ¿No? Por eso estamos atrapados como conejillos de indias. Y, supuestamente, yo soy más peligrosa que tú.
—Eso parece.
—Y aún así aquí estás, permaneciendo a mi lado. No huiré de ti solo porque me digas que eres peligroso. Además, no eres lo peor allí afuera —dijo Melody y miró sus manos manchadas por el lápiz con el que dibujaba—. Yo soy peor.
—Si ellos te consideran peligrosa es porque sabías manipular bien tu habilidad, no significa que esta realmente sea ofensiva y una amenaza. Aquello no está escrito en tu expediente de hecho. Puede no ser física. Eres, como siempre lo fuiste, un gran punto de interrogación aquí. Creo que ni ellos realmente saben mucho sobre tu habilidad.
—Hay un desaparecido.
—Desaparecido no es lo mismo que muerto o herido, simplemente no sabes qué fue de esa persona.
—Y sin embargo sigues sin ser lo peor allí fuera —Dijo Melody y lo miró—. Ellos le temen, al chico de mis dibujos. Tú crees que es demasiado poderoso.
—Kate los escuchó decir que era capaz de matar a alguien con solo pensarlo.
—Entonces no eres lo peor que existe. Estamos aquí, no somos tan peligrosos, no si ellos lograron atraparnos y nos mantienen con vida. ¿Pero él? Te hace pensar si quieres encontrarlo, o si quieres molestarlo.
—Tú lo dibujas, tú eres quien en cierto modo lo conoce. Es real, eso te lo puedo asegurar, y por alguna razón está metido dentro de tu cabeza.
—Y aún así no sé nada sobre él.
—El enemigo de tu enemigo es tu amigo. ¿No? Me conformo con saber que él es como nosotros, y que ellos le temen.
—¿Y qué hay de ti? Dices ser capaz de...
Ella sofocó un pequeño grito cuando su mochila simplemente cayó de sus hombros al suelo y comprendió enseguida, por la seria mirada que le dirigió Chris, que no había lugar para cuestionar lo que había dicho respecto a su habilidad. Melody recuperó su mochila, fijándose con discreción que nadie se hubiera fijado en el hecho aunque este tampoco hubiera parecido inusual a la vista. En medio de la calle, en un espacio abierto, nadie les prestaba especial atención a dos adolescentes hablando.
—Lo soy —dijo Chris—. Es sencillo concentrarse en objetos pequeños y específicos, pero ellos no pueden saber cuan capaz soy de manipular mi habilidad. Un desliz, una muestra, y entonces te cogen de nuevo para hacerte olvidar o para no devolverte jamás. Por eso debes andar con cuidado de no cometer ningún error o que ellos vean lo que haces, y por eso estás aterrado como el infierno cuando eso sucede.
—Como Gabrielle.
—No nos faltan los ejemplos para temer por las represalias de dejar ver nuestras habilidades. Algunos pueden ocultarlas sin problemas, habilidades pasivas que nadie nota y a veces ni siquiera uno mismo sabe que lo son. Otros tienen más problemas para ocultarlas, las físicas son las más difíciles y deben ser controladas muy cuidadosamente.
—Tengo que salir de aquí. Tengo que hacerlo —dijo Melody, más para ella misma—. Vamos, no hay tiempo que perder.
Ella estuvo bastante cerca de cogerlo de la mano y tirar de él en una dirección para correr pero algo se lo impidió a último momento al mismo tiempo que tomaba consciencia sobre lo que casi había hecho como un gesto inconsciente. Miró a Chris, preguntándose por aquella acción al mismo tiempo que su corazón dolía por un desconocido motivo. Cerró su mano en el vacío, probando con agonía cómo se sentía aquello, y retomó su camino siendo seguida por Chris. ¿Qué tan mal de la cabeza tenía que estar para haber aceptado tan pacíficamente y sin cuestionar todo lo que él decía y el hecho que tuviera telequinesis? Tal vez él tenía razón al decir que ella en el fondo era consciente de todo aquello, o lo había sido, o quizás era el joven metido en su cabeza quien la estaba influenciando para que así fuera.
¿Hasta qué punto aquel desconocido no la influenciaba? No, él no sería capaz, ella sabía que así era. Y sin embargo era él quien ponía aquellas imágenes en su cabeza, si quisiera podría hacer que ella lo viera del modo que él deseara. Había tan solo un modo de resolver aquel dilema y era encontrándolo, pero para hacer aquello primero tendría que escapar de ahí. ¿Pero de todas las personas posibles por qué ella? ¿Acaso deseaba que hiciera algo estando allí? Tenía que recordar aquello importante que debía hacer, fuera lo que fuese, y tenía que hacerlo cuanto antes.
Se deslizó dentro del local de tatuajes reconociendo con familiaridad aquel aroma de adrenalina y fascinación por lo que la sociedad consideraba incorrecto. Pensó en el chico de sus dibujos. ¿Cuántas horas habría pasado él en un lugar como aquel? Los adultos seguramente lo mirarían como a un joven descarriado por la cantidad de tatuajes que tenía y exponía con orgullo, alguien peligroso y rebelde, prejuzgando por su aspecto. Y sin embargo Melody lo había dibujado con una sonrisa brillante y sincera, honesta, o velando por la seguridad de la chica que lo acompañaba. Era todo, menos lo que la sociedad debía pensar de él por su aspecto.
Ella observó los estantes llenos de piercings y agujas, casi se estremeció por el pánico que les guardaba a estas últimas. Reconoció las pequeñas máquinas de perforación y pensó en que debía conocer aquel fugaz dolor que provocaban, sus orejas eran la muestra. Los productos allí le resultaban tan prohibidos, y tan fascinantes por eso mismo. Extrañamente todo le resultaba tan cómodo y familiar. Los pequeños viales de tinta para tatuajes, los tintes para cabello, los distintos productos, los accesorios de cuero y tachas. Quería un par de botas, un buen par de botas de cuero negras y fuertes. Y se sentía tan fuera de lugar allí teniendo en cuenta cómo lucía, como una buena colegiala. Sonrió sin poder evitarlo y le dio rienda suelta a sus impulsos.
La mujer detrás del mostrador parecía mucho más interesada en su magazine por lo que Melody no dudó al momento de saltar de una a los problemas. Encontró el reproductor de música y subió el volumen hasta lo ensordecedor, disfrutando del retumbar del rock en los altavoces y dejándose seducir por Joan Jett. Se detuvo frente a un espejo para probarse los diferentes lentes que encontró y hacer muecas. Se dejó unos puestos antes de pasar a fijarse en el estante de maquillaje lleno de esmaltes de estridentes colores, oscuras sombras y fuertes brillos de labio. Delineadores de todos los tipos, pestañas postizas, tubos de lápiz labial. Ella sonrió con diversión mientras leía los nombres.
—No. No. No. No...
—¿Qué buscas? —preguntó Chris a su lado y Melody se giró para mirarlo.
—El rojo es demasiado común. Ya no estamos en los ochenta, sabes —dijo ella y sonrió triunfal al coger uno—. Perfecto. Es mi color favorito.
—¿Rosa cereza?
—Es divertido, y tiene un delicioso sabor —dijo Melody y se acercó más a él—. ¿Quieres saber un secreto? Tienes que ser bien despierto para poder meterte en buenos problemas. La música es siempre el primer paso. ¿Conoces el segundo?
—Tú pareces ser la experta en esto.
—Encuentra un tercer ojo.
Ella hizo un imperceptible ademán hacia la empleada sentada detrás del mostrador. Chris miró sobre su hombro solo lo suficiente para constatar que la mujer estaba pálida, casi al borde de un ataque de nervios, intentando no temblar. La fuerte música amortiguada sus voces y creaba una distracción perfecta para que ella no les prestara atención, y la mujer parecía mucho más inquieta por lo que estaba viendo en su ordenador. Desde donde ellos dos estaban parados el ángulo era perfecto para poder ver el reflejo de la pantalla en un espejo detrás del mostrador. La empleada estaba viendo la fotografía de una chica rubia de orejas perforadas y labios de color rosa cereza.
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