El primer verano de Connor [C...

By Daikiraichan

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¿Qué puede pasar cuando al teniente Anderson y a su compañero Connor les fuerzan a irse juntos de vacaciones... More

Día 1: Vacaciones
Día 2: Actualizaciones
Día 4: Lágrimas
Día 5: Desconexión
Madrugada Día 6: Deseos
Día 6: Connor
Día 7: Hank (FINAL)
La primera Navidad de Connor (BONUS)
EXTRA DE AMOR #1
EXTRA DE AMOR #2

Día 3: Emociones

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By Daikiraichan


Podéis matarme si queréis. Sé que he tardado un poquito en subir este capítulo y que hace unos días que no he podido contestar vuestros amorosos comentarios. ¡Lo siento muchísimo! 

Espero poder compensarles con este capítulo que me ha salido del corazoncito. ¡Mucho contenido azucarado! Nos estamos volviendo puros y castos... esto no puede seguir mucho tiempo así... jajajajajaja ¡Espero que os guste, gracias por todos los comentarios tan cariñosos, divertidos y comprometidos que me dejáis! 

NOTA: La ilustración no es mía, desde que sepa autor/a ¡lo pongo por aquí!


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Se despertó sobresaltado en plena madrugada, sintiendo como un sudor frío le recorría todo el cuerpo; hacía un calor intenso en la habitación y dentro de sí mismo sentía una ardiente sensación recorrerle todo el cuerpo.

Miró a su alrededor y observó como el androide "dormía". Connor se encontraba en estado de suspensión. Ya lo había observado en ese estado otras veces, se quedaba totalmente catatónico, mientras su led brillaba débilmente, procesando actualizaciones y otras mejoras del sistema que solo trabajaban cuando su consciencia se apagaba.

Observó su rostro, que aparentaba una apacible paz. Observó detenidamente sus jóvenes rasgos, su eternamente joven rostro, con sus párpados delicadamente cerrados, sus gruesas cejas, sus pecas en la piel (hay qué ver lo realistas que podían llegar a ser...), sus labios perfectamente delineados...

De pronto sintió una punzada en la entrepierna. Rápidamente se destapó el cuerpo, que se encontraba tapado con una suave sábana y descubrió que estaba totalmente erecto. Se avergonzó terriblemente y sintió como su cara se sonrojaba alocadamente. ¿Estaría ya excitado cuando se había despertado? Hacía años que no tenía una erección nocturna... podía ser por el efecto del alcohol, recordaba vagamente que había habido una chica en la playa que le había coqueteado...

Hank cerró los ojos y frunció el ceño, chasqueando la lengua, consternado por las reacciones y emociones que le envolvían. Respiró pesadamente y se sentó en la cama con los pies en el suelo. Connor dormía plácidamente, desconocedor de la tormenta que se estaba desatando a su lado.

Después de lo que pareció una eternidad, Hank no pudo más con su instinto y se levantó, poniendo rumbo al baño, cerrando la puerta tras de sí.

~~~~

Connor sintió cómo sus procesos despertaban de pronto. Tardó unos segundos en procesar su alrededor, analizándolo todo fríamente, y notó enseguida que el motivo de haber despertado de su letargo era que el teniente Hank no se encontraba a su lado. Aún en estado de suspensión estaba atento de las constantes vitales de su compañero. Lo buscó con la mirada entre la oscuridad de la habitación y consiguió vislumbrar una tenue luz por debajo de la rendija de la puerta.

Se incorporó suavemente y con los pies descalzos tocó la fría madera del suelo. Sintió el frío colarse por entre su piel sintética y se sorprendió de lo real que parecía la sensación. Mientras dormía había procesado las mejoras y las actualizaciones recientes y ya comenzaba a sentir con más intensidad los cambios de temperatura, tal y como le pasaría a un humano. Tenía curiosidad de averiguar cuántas más habilidades y capacidades habían agregado a su software.

Con pasos suaves se acercó a la puerta del baño, y recordando lo incómodo que se había sentido Hank cuando había entrado mientras él lo usaba, se preparó para llamar a la puerta con toques decidido de su mano derecha. Sin embargo, antes de que sus nudillos golpearan educadamente la puerta, pudo escuchar a Hank dentro del baño.

Lo que escuchó le hizo abrir los ojos de sorpresa.

Lo escuchaba jadear.

Eran jadeos entrecortados y suspiros rápidos. Escuchaba el roce de piel con piel.

Se quedó congelado delante de la puerta, con la mano alzada. Dentro de su cabeza se estaba decidiendo por varias posibilidades. ¿Estaría ocurriéndole algo malo a su compañero? ¿Necesitaría de su ayuda?

Pero algo dentro suyo, algo irracional que jamás había experimentado anteriormente, le decía fuertemente que no tocara la puerta. De que era un error hacerlo y que debía dejar a Hank en la intimidad del baño.

Hizo caso a esa "voz" interior y con suavidad, sin hacer ruido, volvió a la cama. Cuando se acostaba entre las sábanas, sintió el agua del baño correr y a Hank haciendo ruidos dentro de la habitación. Casi de inmediato se abrió la puerta del baño y él, en un arrebato, se hizo el dormido, sin saber muy bien por qué. Cerró los ojos y se quedó rígido en su lado de la cama. Escuchaba atentamente los movimientos del teniente, que se acercaba a la cama, maldiciendo por lo bajo.

~~~~

Caminaba arrastrando los pies. Se sentía tremendamente desgraciado; hacía años que debía acudir a la masturbación para calmar sus deseos, que decrecían cada año un poco más. Desde que su hijo había muerto en un trágico accidente y su esposa lo había abandonado por no poder soportar la oscura deriva hacia donde dirigía su vida, no sabía lo que era estar con una mujer. Lo había turbado profundamente haberse excitado de pronto, como si fuera un adolescente.

Se paró delante de la cama, justo donde Connor seguía durmiendo (aunque se había cambiado de posición...) y volvió a observarlo atentamente. Ahora que se había movido podía recorrer con la mirada su blanco cuello, incluso perderse entre las rendijas que el pijama revelaba entre los botones de la camisa. La luz de la luna era la única luz que conseguía entrar por la ventana, débilmente iluminaba el bungalow y el cuerpo del androide, y el ruido del mar era como una canción de cuna que ponía banda sonora a la patética escena: Un viejo, amargado y solitario, acosando con la mirada a un joven ser, de inteligencia y capacidades superiores, construido y ensamblado con una diabólica perfección; no podían culparle por desearle pues su belleza muchas veces era andrógina, como la de una jovencita de blanca piel. Los hacían así intencionalmente... había una retorcida intención de perturbar a los humanos con la belleza etérea de los androides, recordándoles a los simples mortales la superioridad eterna que observaban.

Sin temor, porque el androide se encontraba en suspensión y sabía que no despertaría, acercó su mano a la frente del joven y le acarició el cabello ondulado, apartando un mechón rebelde de encima de los párpados. Tenía el pelo suave, fino...

Sacudió la cabeza, ahuyentando sus pensamientos y recorrió el camino hacia su lado de la cama, donde se dejó caer pesadamente, cansado de la vida y de aquellas vacaciones que recién comenzaban y con muy mal pie. Se recostó, acomodándose en la almohada y cerrando los ojos. Pronto saldría el sol y todavía quedaban muchos días para volver a su querida rutina en Detroit.

Antes de volver a desconectarse, Connor abrió lentamente los ojos en la oscuridad de la habitación, fijando la mirada en un punto infinito, sin entender lo que acababa de pasar y de lo que sentía en su interior.

~~~~

La mañana siguiente lucía hermosa y despejada. En el cielo de Hawaii no existía ni una sola nube que arruinara el maravilloso día de playa que se presentaba. Incluso Hank había alabado la luz y el brillo del sol, en la terraza del Bungalow, donde ahora desayunaban tranquilamente.

Connor se había vestido con ropas ligeras, pues empezaba a experimentar el calor tal y como un humano podía sentirlo. Sentía el pegajoso aire caliente envolverle, y no tuvo más remedio que ponerse pantalones cortos, unas sandalias y una camisilla de asillas. Su blanca piel casi deslumbraba al sol desgarrador. Hank también tenía un look similar, pero con un sombrero de paja que le cubría el cabello y la cara.

Se encontraban sentados en la mesita de desayuno en la terraza del bungalow, y el mar, que estaba tranquilo como un plato, lo tenían de espalda. La brisa del mar entraba y salía de la casa y podían disfrutar de unas vistas maravillosas desde allí. Los empleados del hotel les habían traído un desayuno basado en fruta fresca y Connor se había atrevido a probar pequeños granos de uva y unos frutos rojos. Elegía siempre alimentos pequeños y que estaban compuestos sobre todo de agua, para poder digerirlos fácilmente.

Hank parecía haber olvidado por completo lo que había pasado anoche, o eso creía entender Connor al ver cómo el teniente no hacía mención a su borrachera ni tampoco a la escena que habían protagonizado en medio de la playa. En el fondo lo agradecía porque ni siquiera entendía por qué lo había cogido en brazos de aquella manera ni por qué le había molestado que aquella mujer le coqueteara. Tampoco quería que mencionara nada de lo que había pasado en la madrugada, pues se suponía que él dormía profundamente, aunque había sido testigo de todos los comportamientos erráticos del mayor y también aquello le causaba sensaciones contradictorias. ¿Estaría haciendo algo mal para que el teniente Anderson se comportara de esa manera? Por mucho que consultaba en sus archivos e información en red, no encontraba una respuesta que le clarificara los sentimientos de su compañero. Parecía deprimido, errático, excitado y confundido.

- Hoy deberíamos ir a la playa, teniente –propuso Connor, mirando al infinito del mar. Desde el Bungalow no podían ver la orilla de la  playa porque estaban al oeste, pero si afinaba el oído podía escuchar el griterío de niños disfrutando en la orilla-. Hace un día increíble y le vendrá bien tomar vitamina D directa de los rayos del sol.

- ¿Sabes nadar? –Preguntó Hank, con una sonrisita irónica-. Te advierto de que yo no voy a rescatarte si te ahogas... -y dio un sorbo a su café.

- No sólo sé nadar, sino que no puedo ahogarme. Recuerde, teniente, no necesito respirar –Contestó cortésmente el androide, mirando fijamente al mayor.

- Eres un maldito listillo, Connor, un día te va a pasar factura... -riñó Hank, frunciendo el entrecejo. Siempre tenía alguna contestación que lo desarmaba por completo. Era insoportable a veces.

Ambos hombres se quedaron en silencio, observando el paisaje que se abría paso hacia el infinito. Hasta que uno de ellos rompió el silencio:

- Está bien –Dijo Hank, de pronto-. Iremos a la playa, intentemos pasarlo bien en estas mini vacaciones.

Y lo decía de corazón. Había tomado la determinación de intentar disfrutar de aquella oportunidad, de aquella compañía que se brindaban mutuamente. Hacía años que no se iba de vacaciones con nadie, que no compartía momentos de alegría con nadie...

~~~~

En la mano derecha llevaba una pequeña nevera con agua y bocadillos y en el brazo izquierdo agarraba unas toallas y una sombrilla; caminaban por la arena blanca llena de turistas, toallas y hamacas de colores; niños jugaban allá donde posaba la mirada y las palmeras que estaban desperdigadas por todo el paisaje ni siquiera se movían. El mar se encontraba inmenso frente a ambos y aquella postal representaba el paraíso para él.

Connor lo miraba con cara ensoñadora, Hank pudo observar cómo emociones muy humanas se reflejaban en sus iris castaños.

Eligieron un sitio cercano a la orilla y colocaron la sombrilla y las toallas encima de las hamacas que habían alquilado, en la sombra que proyectaba la sombrilla, dejaron la nevera y las sandalias de ambos. Hank se reclinó enseguida en su hamaca y abrió la nevera, sacando una cerveza. Connor lo miró con reproche, tan temprano y bebiendo... pero enseguida se le quitó al ver a unas gaviotas volar por encima de sus cabezas. Las observó graznar y planear hasta la orilla.

- Pareciera que nunca hubieras visto una de esas ratas voladoras...-comentó Hank con un murmuro mientras daba otro sorbo a la lata. Llevaba el sombrero de paja y también unas gafas de sol para proteger sus azules ojos del brillo del mar y la arena blanca.

- Me fascina el volar de los pájaros... parecen la representación viva de la libertad.

Su reflexión se quedó entre ellos mientras Connor se quitaba la camisa de botones que llevaba puesta, de esas típicas con flores ya que pegaban muy bien con el paisaje de Hawái, y dejó paso a su pecho prefecto, sin ninguna cicatriz ni tara en su piel. Hank le clavó la mirada desde detrás de los oscuros cristales de las gafas. Seguidamente, el androide se deshizo de sus pantalones cortos y quedó en bañador. Su bañador era corto y ajustado, dejaba entrever que era un androide preparado para la acción si surgía ocasión... Se preguntaba Hank que por qué habría accedido a comprarle aquella prenda tan provocativa y lo cierto es que no había pensado nunca en que aquella imagen pudiera llegar a perturbarle o incomodarle.

Protegido desde detrás de las gafas, Hank aprovechaba para mirar con más detalle el cuerpo del androide. Era un cuerpo atlético, con largas piernas, glúteos masculinos y espalda y hombros marcados. Era la imagen perfecta de cualquier hombre humano. Nadie podría decir que fuera un androide, a no ser que le hicieran un corte en un brazo y empezara a sangrar thirium, esa sustancia azul que se desvanecía para el ojo humano a las horas.

-¡Teniente! –llamó Connor, sacándolo de sus pensamientos-. ¡Quítese toda esa ropa, que debe estar asándose con todo este calor!

- Desde que sientes calor, te has vuelto más insoportable que de costumbre... -Se incorporó y empezó a desnudarse, no sin antes sentirse bastante incómodo con la presencia del androide.

En comparación con él, Hank era un hombre robusto, envejecido y desaliñado. Tenía su cuerpo lleno de cicatrices y marcas, vello corporal canoso y un abultado abdomen que había descuidado con el pasar de los años...

Sin embargo, a pesar de todo aquello, Connor lo observaba con atención, capturando todos sus movimientos. No parecía sorprendido por su fealdad, al contrario, parecía entusiasmado por la idea de poder compartir aquel momento con él. Eso hizo que Hank sonriera efímeramente. Aunque le costara admitirlo, le gustaba estar con él ya que sentía que el androide era el único que no lo juzgaba.

Una vez que ambos estaban en bañador (Hank se había comprado un bañador en forma de bermuda, no era tan atrevido como el joven androide), Connor sacó de su bolsa un bote de protección solar en crema y se lo enseñó.

- Debe ponerse protector solar porque a esta hora del día los rayos UVA y UVB son muy fuertes y perjudiciales para su piel, teniente –explicó el androide, acercándose y sentándose en la hamaca de Hank, quien no tuvo más remedio que hacerle sitio.

- Vale, mamá...-Hank le cogió el bote de crema y empezó a aplicarse en los brazos, pecho, piernas... -Ya está, ¿contento?

- Le falta toda la espalda, teniente, es la zona donde más alcanza radiación del sol –Se acercó al mayor y le cogió el bote de las manos-. Deje que yo se lo aplique.

Y acto seguido se puso crema en la palma de la mano y empezó a aplicarlo en el hombro derecho del teniente, quien se sorprendió por el tacto frío y el roce de la piel de Connor. No quiso ser grosero y se rodó, dándole la espalda al androide para facilitarle la tarea. Allí, encima de la hamaca, Connor comenzó a masajearle la espalda, colocándole el protector solar blanco en toda su extensión.

La aplicaba de forma muy exhaustiva, acariciando su nuca y sus vértebras, incluso su zona lumbar, acercándose al borde del bañador, pasando por sus caderas y cintura. Cuando hubo acabado, Hank se encontraba extrañamente turbado y sonrojado. Aquellas caricias habían despertado algo en él. Recuerdos de su esposa, en la playa, aplicando el bronceador, recorriendo su cuerpo con las manos...

- Ahora sí está usted listo –terminó Connor, apunto de guardar el producto, pero Hank le cogió de la muñeca.

- Espera, todavía faltas tú –Dijo Hank, de pronto, sorprendido por el descuido del androide-. Si estás sintiendo el calor y el frío, no sabes qué efecto puede hacer en tu piel estar expuesto tantas horas al sol, además eres más blanco que un fantasma... Trae eso, yo te ayudo –aquello lo dijo más suavemente, casi como si le costara hablar.

Connor sonrió suavemente, incluso dejando ver sus perfectos y blancos dientes; pocas veces Hank había visto a Connor sonreír así, aquella imagen se le grabó en la retina, por muy efímera que hubiera sido. Cogió el bote de crema y se puso en las manos, y con algo de descuido, no con tanto esmero como el androide había tenido, aplicó la crema protectora por la espalda del joven, que se la ofrecía sin prejuicios. Algunos viandantes que pasaban cerca no pudieron evitar mirar la escena de aquellos dos hombres aplicándose protector solar.

Cuando acarició su cuerpo, casi de inmediato, al sentir sus formas bajo las palmas de sus manos, sintió que se ponía duro como una piedra, como si un rayo lo atravesara de arriba abajo, y seguidamente, en su bañador, comenzó a notarse un sospechoso bulto. Tragó saliva fuertemente, y se quedó paralizado. Connor notó la tensión en su compañero y empezó a analizar sus constantes vitales, fijando su mirada de reojo en el mayor. Su corazón se había disparado en pulsaciones y su tensión arterial había subido.

-¿Se encuentra bien, teniente? –preguntó inocentemente el androide, girando el cuerpo para mirarlo de soslayo.

Pero Hank reaccionó muy rápidamente, cogiendo la toalla y poniéndola sobre su entrepierna y actuando muy exageradamente.

-¡Venga, salpica de aquí! –casi le gritó el teniente, instándolo a levantarse de su hamaca-. Ya estás listo para achicharrarte en tu hamaca si quieres –en sus mejillas se notaba un enrojecimiento de vergüenza.

El joven se levantó animado y con intención de meterse en el agua enseguida.

-Vamos, teniente, ¡vamos a bañarnos! –le propuso el joven con muchísimo entusiasmo.

-Yo por ahora no voy... Pero vete tú, vete abriendo camino –le dijo Hank, mientras hacía ver que estaba muy a gusto, abriendo otra cerveza y llevándosela con apuro a los labios.

-¡Vamos, teniente, no sea aguafiestas! –le reprochó el androide, sin poderse creer que no fueran juntos a disfrutar del mar.

-¡Ya voy, maldito androide, deja descansar a este viejo carcamal! –Hank le hizo un gesto con la mano y le instó a alejarse. Connor obedeció lentamente, dejándolo solo en la zona que habían elegido para las hamacas.

Debajo de la toalla sentía su pene ardiendo y no comprendía qué le estaba pidiendo su cuerpo. Se maldijo en voz baja y se miró debajo de la toalla.

-¡Se puede saber qué coño te pasa...! –le preguntó suavemente a su miembro, que no se avergonzaba de su comportamiento adolescente. No le quedaba otra que esperar a que pasara el vergonzoso momento, solo tenía que concentrarse en hacerlo desaparecer.

~~~~

En la orilla, Connor se empezaba a mojar suavemente los pies con el agua salada. Sintió un escalofrío. Nunca se había bañado en el agua del mar por placer, sólo había saltado al agua desde Jerico huyendo de los humanos que querían apresarlos. Aquellas imágenes recorrieron su memoria de forma veloz.

Se sentía decepcionado de que el teniente no lo acompañara en ese momento clave en su desarrollo personal. Aquella experiencia sería totalmente nueva para él, el sentir cómo el agua del mar, cristalina y esmeralda, lo cubría por completo, mientras sus pies acariciaban la cremosa arena mojada.

No pudo evitar mirar hacia la figura de Hank acostada en la hamaca. Lo buscó con la mirada y comprobó que el mayor no se encontraba donde lo había dejado hacía unos minutos. Sintió una pequeña presión en el pecho de preocupación. ¿Había una alta tasa de secuestros en Hawái? Se preguntó rápidamente, intentando buscar información en su sistema sobre la delincuencia que había en esa zona, cuando una bola de arena le golpeó de lleno en la cara.

Aquel golpe lo cogió desprevenido y le hizo tambalearse, cayendo torpemente hacia la orilla, consiguiendo poner el brazo debajo de su costado, evitando darse un golpe seco contra el agua. Al incorporarse de rodillas en la orilla, mojándose mitad del cuerpo hacia abajo, buscó la fuente del golpe, cuyo proyectil ya había comprobado, por su sabor,  estaba constituido de arena mojada.

Encontró a su flanco a un Hank que se reía traviesamente y que preparaba otra bola, incluso más grande que la anterior.

Connor sonrió de oreja a oreja, y comprendió que aquello era un juego. Un juego en el que él podía ganar perfectamente. Se puso a cuatro patas en la orilla, mientras el suave mar lo intentaba arrastrar lejos de la orilla, y cogió una buena cantidad de arena empapada con una mano, luego fue un poco más lejos del mar y cogió arena seca, para compactar su proyectil. En esas, Hank ya le estaba lanzando la suya, la cual esquivó casi sin problemas.

-¡Te vas a enterar, Hank! –le gritó, mientras corría con la mano alzada, agarrando su bola de arena, apuntando en pleno pecho del teniente.

Por supuesto, le dio de lleno e incluso pudo escuchar como Hank se quejaba por el impacto.

-¡Haces trampa, maldito androide! ¡No es justo! –gritó Hank, aun sonriendo y volviendo a cargarse de proyectiles arenosos.

Tuvieron una buena guerra de bolas de arena, hasta que se persiguieron mutuamente por la orilla, ya que Hank había comido mucha arena por culpa de las habilidades sobrehumanas del androide. Connor se dejó atrapar en el agua por el teniente, quien lo agarró fuertemente entre los brazos, para darle su merecido.

Lo cogió de la cabeza y lo intentó hundir en el mar, cosa que consiguió ejerciendo muchísima fuerza mientras reía fuertemente. Hank hacía tiempo que no se reía de aquella manera, incluso le dolían las mejillas de la poca costumbre. El androide estaba bajo el agua, atrapado en su agarre, hasta que, de un movimiento estilizado y propio de una sirena, el chico se le escapó de entre sus brazos y buceó lejos de su vista.

Hank se vio en medio del mar, calmado y cristalino, sin saber de dónde saldría el androide para intentar atraparlo. Tenía todos los sentidos alerta, pero Connor apareció de pronto frente a él, pegándose a su cuerpo, y lo agarró fuertemente del cuello y de los hombros y lo tiró hacia debajo del mar, hundiéndolo por completo. Connor, sabiendo que él era un humano y que podía ahogarse, lo soltó enseguida, liberándolo.

El mayor sacó la cabeza de debajo del agua, echando su cabello mojado hacia atrás y abrió los ojos lentamente, sintiendo el sol ejercer su efecto reconfortante mientras el agua le llegaba hasta los hombros. Relajó su cuerpo y se dejó llevar, flotando de forma natural.

Connor lo observaba a unos metros de distancia, sólo tenía fuera del agua de la nariz hacia arriba, y lo acechaba como un tiburón acecha a su presa. Estaba tremendamente sorprendido con la capacidad de flotar de los humanos, algo que él no tenía ni sería capaz de replicar por muchas actualizaciones que le instalaran. Su cuerpo estaba hecho de una aleación muy pesada y no respiraba como para guardar aire en su interior que le hiciera flotar. Miró al teniente con una especie de anhelo que no sabía explicar ni describir.

  ~~~~  

Llevaban horas en la playa, y Hank sentía su cuerpo rendido del ejercicio y los juegos. Hacía años que no disfrutaba tanto y la diversión se pagaba con agujetas todo el día siguiente. Como ya el sol estaba cayendo en un declive antes del atardecer, decidieron que debían recoger sus cosas y volver al Bungalow. Ya habían disfrutado del agua, de la tranquilidad, de la lectura en la hamaca, de las risas de los niños... ya Hank había tenido suficiente sociedad por hoy, tal y como le había dicho al androide.

Si hubiera sido por Connor se habrían quedado mucho más. Había descubierto que adoraba la playa, que adoraba la sensación que le embargaba cuando sentía el cuerpo liviano como una pluma y que podía nadar y sentir el agua del mar rodearle y acariciarle. Le gustaba la sensación del sol calentar su piel, de la arena bajo sus pies y la brisa marina desordenar su cabello. Le gustaba la sensación de ver a Hank feliz, tan feliz como lo había visto hoy. Quería guardar en su memoria cada segundo pasado con Hank en esas vacaciones, porque sabía que serían los recuerdos más preciados que tendría en su existencia. Lo echaría de menos cuando volvieran a la normalidad de los días grises en Detroit.

Cuando ya hubieron recogido y puesto en marcha hacia el hotel, Hank ya le había dejado caer que le iba a compensar por la noche anterior. Era la primera vez que hacía alusión a lo que había ocurrido la noche anterior; Connor no le comentó nada, no quería que la magia del momento que habían vivido se desvaneciera todavía.

Al pasar al bungalow, todavía mojados y con salitre del mar, decidieron que debían vestirse con ropas limpias y bañarse con agua dulce. Primero se bañó Hank, quien salió ya vestido del baño con ropas veraniegas y después fue Connor quien se internó en el baño. Nunca se había bañado en una bañera o ducha ya que los androides no se ensuciaban ni sudaban... pero intentó seguir su instinto. Se desnudó y se metió en la bañera, la cual empezó a llenar de agua para así remojarse y quitarse el salitre que se pegaba en su cuerpo. Se lavó la cabeza con lo que parecía Shampoo y con la esponja que había utilizado Hank se estregó la piel -que todavía se encontraba húmeda-, quitándose la arena pegada sobre todo en sus pies, entre las uñas y en las rendijas de su cuerpo. Sonrió al notar la sensación resbalosa del jabón sobre su piel. Se sentía feliz... nunca había sentido anteriormente nada parecido.

Cuando salió del baño, salió con una toalla enrollada en la cintura y otra en los hombros. Todavía no estaba seco del todo, pero la calidez del ambiente haría el trabajo restante. Hank ya estaba preparado en la entrada, y cuando lo vio salir del baño con la toalla, lo miró fijamente. ¿Pretendía cambiarse delante de él? No comentó nada, pero desvió la mirada hacia la ventana, incómodo.

Connor cogió su ropa limpia y dejó caer la toalla para empezar a vestirse. Hank tragó saliva y no pudo evitar mirar de reojo la escena. El cuerpo desnudo del androide era perfecto, una réplica perfecta de un humano. Echó un rápido vistazo, por curiosidad, mientras el chico se vestía.

- ¿A dónde piensa llevarme, teniente? –Preguntó el joven mientras se colocaba los pantalones y cerraba la cremallera.

- Tú termina de vestirte de una maldita vez... ¡qué rápido eres para unas cosas y qué lento para otras! –rechistó el teniente, cruzándose de brazos y haciéndose el disimulado. Sentía las mejillas rojas por lo que había visto recientemente.

La pareja salió del hotel y puso rumbo hacia el centro de Honolulu, la capital de Hawái. El atardecer podía verse en el cielo, mezcla de colores pasteles que a Connor le arrancaron una suave sonrisa. Caminaban tranquilamente por el casco antiguo de la ciudad, escuchando como el ambiente nocturno comenzaba a despertarse. Hank no le había dicho hacia dónde iban, pero sus pies lo seguían como si de un cachorrito de pastor alemán se tratara. Hank parecía muy decidido, como si conociera la ruta.

De pronto empezaron a alejarse del gentío, de los clubs y locales nocturnos y se comenzaron a meter en una zona más vegetal y natural. De pronto Connor se dio cuenta de que iban hacia un hermoso parque natural. Sonrió nuevamente, sorprendido, aquel parque estaba lleno de pájaros de todo tipo y los recibían con sus voces estridentes y cantarinas.

-¡Esto es precioso! –exclamó el androide, viéndose rodeado de naturaleza y de sonidos que le trasladaban a un remanso de paz.

-Sabía que te gustaría...-comentó Hank, haciéndose el duro. En su interior se sentía tremendamente satisfecho por haberle robado una sonrisa al androide.

Comenzó a caminar lentamente hacia un banco situado justo debajo de un árbol. Connor seguía ensimismado viendo a los pájaros volar de un lado a otro, incluso había algunos en el suelo, recogiendo palitos para construir sus nidos. Se dio cuenta al rato que Hank lo observaba desde el banco de piedra, y fue a dar con él, con el corazón acelerado por la emoción. Se sentó a su lado, suavemente, y alzó la mirada, hacia las ramas que cubrían sus cabezas. De aquel árbol se originaban cantos intermitentes de varios pájaros que se preparaban para descansar en la noche venidera.

Cerró los ojos por un momento y se dejó llevar por la sensación. Sonrió tímidamente. Hank le pasó el brazo por detrás de los hombros, por el respaldo de piedra del banco, como un gesto de afecto y camaradería.

- Sé que ayer no estuve muy fino... y me dijiste que te gustaban los pájaros porque eran libres así que... bueno, aquí estamos –dijo Hank, un poco inseguro de las palabras que estaba escogiendo. No sabía por qué, pero sentía que le debía una disculpa al androide.

- Gracias, Hank... -susurró Connor.

De pronto, el androide abrió los ojos y espontáneamente se giró y dejó caer un tímido beso en la mejilla del mayor. Sintió en sus labios el cosquilleo de la barba y sonrió al separarse. El contacto entre los dos solo había durado unos efímeros segundos.

Acto seguido, el androide siguió mirando los pájaros, reposando la cabeza en el brazo de Hank, estrechando la distancia entre ambos. Para él aquel beso improvisado había sido solo una muestra de afecto que sabía que era realmente común entre humanos y en su interior había sentido que era la mejor manera de agradecerle a Hank la sorpresa, era un gesto que resumía la inmensidad que sentía en su interior al verse sentado allí, sin la presión de una misión que cumplir, concentrado solamente en poder escuchar el canto de la libertad. Un sencillo gesto de cariño humano para expresarle a Hank todo lo que había aprendido a sentir por él.

Connor no se dio por enterado de la mirada que Hank le estaba dedicando, que mantenía fijamente en su perfil apacible. Si lo hubiera mirado, habría pensado que acababa de cometer un grave error, ya que la mirada de Hank era una mezcla entre confusión, sorpresa y un pequeño fulgor de decepción.

¿A qué estaba jugando ese androide? ¿Por qué había hecho eso? Esos pensamientos estaban volviéndolo loco. No sabía qué quería de Connor, no sabía por qué se sentía tan contrariado. Se sentía incómodo e incluso irritado.

Con un poco de brusquedad, apartó el brazo de la cabeza del androide y se levantó, dejando claro que ya era hora de volver al hotel.

-Creo que ya es hora de ponernos en marcha –Dijo el mayor, evitando la mirada de Connor, que no había notado el cambio de actitud y que todavía seguía en un estado ensoñador.

La noche ya estaba cayendo en la bahía y el camino era largo, tenían que ponerse en marcha pronto si querían llegar a la cena. En eso intentó concentrarse el teniente, que trataba de apartar de su mente los recuerdos de ese beso en la mejilla. De forma inconsciente, mientras caminaban en silencio, se llevó la mano al lado de la cara donde los labios de Connor habían estado. Sintió un ardor en la zona, como si sintiera todavía el efímero contacto.

Frunció el ceño contrariado y aumentó la marcha. Solo quería llegar a la cama y desconectar.

Aquellas vacaciones se le estaban haciendo tremendamente largas. 

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