Inmemorables Recuerdos {Harry...

By randomnessence

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-Los sueños... -suspiró- los sueños hacen de nuestra experiencia un maravilloso recorrido eterno. Una tarde... More

P R E F A C I O
Capítulo 1. Limón.
Capítulo 2. Mar: igual a los ojos de papá.
Capítulo 3. La caída al lago.
Capítulo 4. Bumblidore.
Capítulo 5. Un recuerdo diferente.
Capítulo 6. Una extraña presencia.
Capítulo 7. El ataque.
Capítulo 8. Un explosivo recuerdo.
Capítulo 9. Voces.
Capítulo 10. La apuesta.
Capítulo 11. El Armario.
Capítulo 12. Fawkes.
Capítulo 13. Navidad: Black y los Weasley.
Capítulo 14. McGonagall vs Maggie y los Merodeadores (Parte 1).
Capítulo 15. La caída de McGonagall y el juego inesperado (Parte 2).
Capítulo 16. Un regalo para papá (Capítulo Navideño)
Capítulo 17. La persecución y el baile inesperado (Parte 3).
Capítulo 18. Una lluvia de recuerdos.
Capítulo 19. Lo Prometo.
Capítulo 20. Mamá: la pianista de la familia.
Capítulo 21. Lo único que tengo... son recuerdos.
Capítulo 23. La Tragedia II.
Capítulo 24. La Tragedia III. Recuérdanos siempre
Capítulo 25. Nueve Años Vacíos.
Capítulo 26. El Limón y el pelirrojo
Capítulo 27. Selecciones Inusuales
Capítulo 28. Cabras, Descubrimientos y Decisiones
Capítulo 29. Un vistazo al pasado
Capítulo 30. Una última visita

Capítulo 22. La Tragedia I.

208 12 20
By randomnessence


_____________ • _____________

»Ve por Ari... Y dile que papá la ama más que a nada en el mundo.

_____________ • _____________


»He añadido este soundtrack específicamente para una parte de este capítulo. Si deseas puedes reproducir el video en cuanto aparezca un asterisco (*) entre el relato.



31 de octubre de 1981.
Horas antes de la tragedia.


—Va a estar bien... ¿verdad? —Preguntó Albus a Poppy en un susurro. La mujer dejó de observar a Maggie y asintió levemente con la cabeza.

—Increíblemente no está herida, solo inconsciente. —Señaló. Albus clavó sus celestes ojos en ella—. Puede que despierte dentro de poco... pero de cualquier modo no va a mantenerse mucho tiempo con los ojos abiertos. Está muy... cansada, es como si hubiera estado librando una batalla enorme por un largo periodo de tiempo.

Minerva dejó salir un largo suspiro al escuchar las palabras de Poppy. Sus ojos apagados seguían clavados en Maggie y con uno de sus delgados pulgares acariciaba la pequeña mano derecha de la niña. La pequeña estaba más pálida que nunca.

—¿Qué debemos hacer? —Intervino Albus. Poppy suspiró también.

—Ya la he obligado a tomar una poción para que intente recobrar sus fuerzas. Lo único que podemos hacer momentáneamente es dejarla descansar. —Minerva aún la observaba con detenimiento y aún acariciaba su pequeña mano con ternura. Albus asintió con la cabeza y se aproximó a su esposa.

—Muy bien... vamos entonces, Min. Dejemos que Maggie descan...

—No pienso irme. —Masculló ella sin despegar la mirada de su hija. El director de cabello ya ligeramente canoso suspiró también y la rodeó para quedar frente a ella.

—Min...

—Albus, no pienso dejarla. —Murmuró—. Me quedaré... solo un poco más por si despierta. Te veré más tarde en nuestras cámaras. —Él bajó la mirada y meditó sus palabras por unos instantes. No tuvo el valor suficiente para discutir en un momento como aquel, por lo que sin más asintió y se encaminó a la puerta.

—Está bien... —Susurró. Poppy salió tras él—. No te tardes mucho, cariño... —Minerva asintió de una forma apenas perceptible mientras aún observaba a su hija.

Una vez que tanto la medimaga como el director desaparecieron la profesora por fin dejó de contener sus lágrimas. Con cautela extrema se acercó a la camilla de su hija de casi nueve años y la rodeó con sus delgados brazos. La niña se mantenía pálida, fría e inerte.

—No puedo permitir que esto siga ocurriéndote, mi pequeña... —Susurró mientras acariciaba su cabello—. No puedo permitirlo...

El silencio en la habitación cada vez era más y más insoportable. Maggie seguía inconsciente en sus brazos y aquello le partía el alma.

—Oh Maggie... —Susurró. Depositó un pequeño beso en su cabeza y volvió a tomar su mano—. Debe haber algo que pueda hacer para detener esto...

Se mantuvo meditando por unos instantes, mirando un punto fijo en la pared, y finalmente volvió a suspirar. Debía tener una seria conversación con Albus cuanto antes.

Maggie ligeramente se revolvió en sus brazos y aquello la devolvió a la realidad. No estaba dispuesta a sumirse en el incómodo silencio del ala del hospital de nuevo, por lo que sin más se dispuso a cantar una canción de cuna en voz baja; la misma canción que solía cantarle a Maggie cada vez que tenía una pesadilla desde que era bebé.

Las lágrimas volvieron con más fuerza en cuanto finalizó. Depositó otro beso sobre su lacio cabello y dejó salir un doloroso sollozo.

—Debo protegerte... —Con una de sus manos acarició su mejilla—. A ti y a Ariana...

—¿A-Ari...? —Susurró Maggie de repente. Los ojos de Minerva se abrieron enormemente—. Q-quiero ver a A-Ari... —la niña elevó la cabeza y observó a Minerva con los ojos entrecerrados.

—Amor, ¿cómo te sientes? —Preguntó la profesora tan rápido como pudo. Maggie sonrió con ligereza.

—¿Me lla-llamaste amor? —susurró. Minerva besó su pecosa nariz y asintió.

—Así es. ¿Cómo te sientes? —Repitió. Maggie cerró los ojos aún con la pequeña sonrisa trazada en el rostro.

—Mejor... —Susurró—. Gracias, Ma... —dijo extendiendo sus brazos. Minerva la estrechó en los suyos y la atrajo hacia ella en segundos.

—¿Por qué...? ¿Por qué dices eso...? —Preguntó, nuevamente con lágrimas en los ojos. Su sensibilidad y preocupación habían ido en aumento desde que Maggie había comenzado a ser atacada con mayor frecuencia.

Y, por supuesto, desde su último embarazo.

—Por cantarme... —La pequeña no tardó en responder— por quererme..., por llamarme amor —Minerva rio levemente al escucharla delirar mientras intentaba secar sus ojos. Maggie sonrió aún con los ojos cerrados al escuchar su risa y se acurrucó en su pecho—. Por cuidarme... —El corazón de la bruja se encogió—. Te quiero mucho, Ma... —le susurró. Minerva no pudo evitar sonreír mientras se enjugaba una lágrima con la manga de su túnica.

—Y yo a ti, cariño... —Le respondió. Maggie volvió a caer dormida en sus brazos de nuevo. Dejó salir otro suspiro y acarició su cabello—. Y yo a ti.






• • •




—¿Gi...gi? —Albus rio.

—¿Extrañas a Gigi, pequeña? —Preguntó Albus con una sonrisa trazada en el rostro mientras se encorvaba para tomar a la pequeña bebé en sus brazos—. Maggie estará aquí pronto, cariño, no te preocupes.

—¡Pap! —Exclamó mientras Albus la sacaba de su cuna. Él sonrió.

—Hola... —Saludó. Ariana carcajeó—. Alguien durmió bien... ¿eh? Estás muy contenta hoy...

—Esto está mal, Albus... ¡Esto está mal! Todo ha salido mal... ¡MAL! —Exclamó Minerva entrando abruptamente en la habitación. La pequeña bebé castaña dio un salto en los brazos de su padre al escuchar los gritos.

—¿Qué está mal? —Preguntó él preocupado. Rápidamente depositó a Ariana de vuelta en la cuna que yacía junto a él y se cruzó de brazos. Minerva se llevó una mano a la frente.

—Maggie, Albus. Maggie. —Bufó—. Nada funcionó... Mi pobre pequeña está inconsciente en el ala del hospital de nuevo...

—Poppy ha dicho que Maggie está completamente bien. —La interrumpió él—. Estará en el ala del hospital por un par de días, es verdad; pero pront...

—Esta no es la primera vez que Maggie termina en la enfermería sin razón alguna. —Lo interrumpió la mujer de cuarenta y seis años. El director la observaba fijamente—. Esto se ha salido de nuestras manos, Albus. Tú y yo sabemos qué está pasando.

—Pero acordamos que...

—Nuestros planes para proteger a Maggie han fallado, ¿qué no te has dado cuenta? ¡Él se ha apoderado de ella! —Albus se enderezó y se mantuvo perplejo.

—Minerva... —Sus músculos se tensaron. La mujer se colocó las manos en la cabeza en desesperación mientras sentía sus mejillas arder.

Su hija menor los observaba con atención desde su cuna.

—Debí haberme ido con Maggie cuando me lo pediste hace años, fue un acto estúpido el permitir que se quedara en el castillo.

—Queríamos que tuviera recuerdos... una vida, una familia...

—Pero tú nos ibas a enviar lejos... —Intervino ella, enfrascada en su culpa—. Aquel era el momento; Maggie y yo debimos habernos ido cuando pudimos... Esto es mi culpa, Albus... esto es mi culpa... —Lágrimas comenzaron a inundar sus ojos. Él reaccionó con rapidez y corrió hacia ella para envolverla en sus brazos.

Los ojos de Ariana también se cristalizaron.

—Sh... Minerva... no... —Ella escondió su cabeza en su pecho mientras negaba frenéticamente. El corazón de Albus se encogió—. Vamos a arreglar esto también, ya verás que...

—Maggie despertó poco después de que tú y Poppy abandonaron el ala del hospital. —Susurró ella entre sus brazos. Sus palabras frenaron al director—. Me agradeció por amarla, Albus. —La mujer elevó la mirada y no pudo evitar comenzar a llorar—. Me agradeció... por haberla protegido y por haber cuidado de ella siempre... cuando eso es lo menos que he hecho...

—M-Minerva...

—Me agradeció p-por algo que tú y yo sabemos que no es verdad. —Él trató de secar sus lágrimas con sus pulgares. Minerva intentaba con todas sus fuerzas detener su desesperado llanto, pero parecía ser imposible.

Él la atrajo más hacia su cuerpo y comenzó a frotar su espalda con ternura. Minerva mordió su lengua y volvió a ocultar su cabeza entre su pecho.

—V-Voldemort se ha apoderado de ella, Albus. —Susurró. Él detuvo sus movimientos.

—Maggie...

—Maggie siempre aparece inconsciente y sin heridas cuando sufre este tipo de ataques. —Lo interrumpió—. Desde que tiene aproximadamente cuatro años algo ha estado acechándola... Y ahora estoy segura de lo que es. —Albus negó con la cabeza e intervino de inmediato.

—Es posible que Maggie sea un obscurial, Minerva... y lo sabes. Después de esto creo que no cabe la menor duda. —Ella se despegó de sus brazos y negó de nuevo. Él suspiró—. Estos ataques son producto de la falta de control que Maggie posee sobre su magia. Ella no...

—Maggie no está bien. —Lo cortó ella—. Lo que tanto temíamos pasó... Albus ¿qué no te das cuenta? Todas las pesadillas de Maggie... aquella niebla que inundaba su habitación... sus repentinas caídas inconscientes sin rasguño alguno... Las palabras incoherentes que pronunciaba dormida... —Albus negó con la cabeza de nuevo. Minerva bufó en exasperación—. ¡Tienes una mente brillante y has sido aplaudido por ello, Albus! ¡¿Cómo es posible que te niegues a aceptar este error y asumir la culpa conmigo?! ¡Nuestra hija está en peligro! ¡Tenemos que hacer algo! ¡Pronto!

—Gi... Gi... Gigi... —Ariana se soltó a llorar y Minerva se volteó instintivamente. Soltó un cansado suspiro y se encaminó con rapidez a la cuna de la pequeña para tomarla en sus brazos.

—No... tranquila... lo siento... no quise exaltarte, cariño. —Susurró mientras mecía a su pequeña hija en sus brazos. Ariana sollozó—. ¿Qué te parece si vamos a visitar a tu hermana mayor juntas? Maggie ha preguntado por ti... Estará feliz de verte.

—Maggie adora tanto a Ari... —Susurró Albus volteándose también. Minerva ahora recorría la habitación con Ariana en sus brazos. Él soltó un suspiro al verlas.

—¿Nos vamos, cariño?

—¿Minerva?

La mujer dejó de observar el rostro rojizo de Ariana para elevar la mirada. Albus la miraba con tristeza.

—Minerva... —un nudo apareció en su garganta. Ella se volteó dispuesta a salir y dar por terminada la conversación, pero él rápidamente la detuvo llegando hasta ella y posando una mano sobre su hombro—. ¿Podrías... —ella se volteó de nuevo y por fin lo miró a los ojos— podrías perdonarme?

El corazón de Minerva se encogió.

—De cualquier forma... Algo está sucediendo con Maggie... Y no he sido capaz de mantenerla a salvo... —Los ojos de ambos se tornaron tristes. Ariana aún sollozaba—. Mi deber primordial es protegerlas. A mi Pelotita... a Ari... —sus ojos se posaron en Ariana, quien lo observaba fijamente—. A ti... —Ella rápidamente secó una pequeña lágrima que había logrado escapar de sus ojos con la manga de su túnica aún manteniendo la mirada fija en él. Albus no se molestó en contener sus propias lágrimas—. Les he fallado... —A pesar de ser un hombre tranquilo y dulce Minerva no había llegado a verlo llorar repetidamente. Muy escasas veces aquello ocurría, y el que estuviera haciéndolo justo en aquel momento frente a ella le partía el alma—. ¿Podrías perdonarme...? —Preguntó de nuevo. La profesora colocó una delgada mano sobre su mejilla y secó sus lágrimas con delicadeza. Albus posó su mano sobre la suya y con su pulgar frotó su piel. Minerva negó con la cabeza y se colocó de puntillas para besarlo por dos instantes. Él suspiró.

—No nos has fallado, Albus. —Susurró. Ariana los observaba atentamente y con pequeñas lágrimas en sus ojos—. No tienes porqué disculparte.

—Pero yo...

—Aún tenemos tiempo. —Su mano lentamente dejó su mejilla. Albus asintió—. Sea lo que sea... debemos detener esto. Maggie no puede seguir así...

—Tal vez si...

—¡ESTÁ AQUÍ!

—¡NO PUEDE SER!


- Una explosión se escuchó a lo lejos -


—¡TODOS A SUS SALAS COMUNES! ¡RÁPIDO! —Gritó un prefecto de Ravenclaw.

—¡NO HAY TIEMPO! ¡BUSQUEN UN LUGAR SEGURO! —Exclamó el profesor Flitwick seguidamente. Albus y Minerva se miraron horrorizados.

—No...

—Mortífagos... —Susurró Minerva con un hilo de voz, aferrando a Ariana a su pecho—. Están aquí... él está aquí... Tom... —Albus sacó su varita y abrió la puerta de la habitación aparatosamente—. Albus... no... no... Albus no, ¡no!

—Ve por Maggie. —Musitó él. Su dolor había sido remplazado por furia. Una rabia potente ardía en su interior—. No estamos preparados para una batalla. No tengo idea de cómo han sido capaces de entrar al castillo, pero no voy a permitir que nadie salga herido. —Minerva negaba frenéticamente con la cabeza. Él volteó para verla—. Es momento de enmendar este error, Minerva. Este es un plan mal formulado. Se ha presentado a plena luz del día a librar una batalla que no tiene razón de ser. Puede que haya traído un ejército de seguidores, pero no tiene idea de cuán improbable es su victoria.

—No voy a permitirlo. Hay otras maneras de detenerlo... de enmendar el error... de salvar a Maggie... —Él negó con la cabeza—. No puedes...

—Voldemort no va a lograr lo que quiere. —Afirmó él manteniendo su postura y posición de ataque—. No voy a permitir que destruya lo que más amo.

—Yo voy contigo. —Intervino ella. Su fervor de repente se vino abajo.

—No puedo permitir que te arriesgues, Minerva. No hay tiempo. Ve por Maggie, lleva a Ariana contigo y escóndanse en el ala del hospital. Confío en que nadie las encontrará allí; es probable que esta batalla se libre al aire libre.

—He dicho que yo voy contigo. —Musitó ella seriamente, aún envolviendo a Ariana en sus brazos—. Es mi deber.

—Minerva...

—Te cuidaré las espaldas como en los viejos tiempos. No pienso separarme de ti.

—No podemos dejar a las niñas solas.

—No estarán solas. Poppy puede encargarse de ellas mientras nosotros...

—¡NO RESPONDE! —De repente un agujero enorme apareció en la pared de su habitación y se escuchó otra explosión a lo lejos—. ¡¿Qué está pasando?! ¡Reacciona! ¡Reacciona, Maggie! ¡MAGGIE!

Albus y Minerva se mantuvieron estáticos al escuchar el nombre de su hija. Madam Pomfrey de repente se dejó ver por el enorme agujero humeante que se encontraba en la pared.

—¿P-Poppy...? —Las ropas de la medimaga estaban rasgadas e igualmente humeaban. Su cabello se encontraba completamente desarreglado y se le veía aun más pálida que de costumbre—. ¿Poppy qué...? —Otro estruendo llegó hasta sus oídos. Albus logró divisar a Maggie a lo lejos desde el otro lado del agujero y no tardó en seguirla—. ¡Albus! —Gritó Minerva.

Esta nueva era no tendrá fin... —Una voz áspera inundó los oídos de todos y cada uno de los presentes en el castillo. Ariana no tardó en soltarse a llorar de nuevo en los brazos de su madre—. Arrodíllense ante mí, Lord Voldemort. Su nuevo líder.

—Maggie, Pelotita detente, Maggie... ¡Maggie! —Albus no prestó atención a la voz que estudiantes y profesores se habían detenido a escuchar y se soltó a correr tras su hija, quien parecía no escucharle.

Las leyes que conocen por fin están por romperse. Después de tantas décadas bajo el mandato del Ministerio de Magia la libertad ha llegado a ustedes.

Poppy —Minerva se acercó a zancadas a la bruja, quien tenía los ojos bien abiertos y la piel erizada—. No puedo permitir que algo más grave ocurra. Ignora lo que está pasando y vete al ala del hospital.

—Pero...

—Necesito que te lleves a Ariana contigo. —Le dijo firmemente. La medimaga miró a la bebé de un año y luego a la profesora—. Albus me necesita... y no puedo llevarla conmigo. —Minerva aferró a la pequeña una última vez contra su pecho y besó su cabeza. Poppy asintió con los ojos llenos de lágrimas—. Poppy, si algo me pasa...

—No... —Poppy mordió su lengua y negó con la cabeza—. No... no. Minerva...

—Todo es posible. —Susurró—. Por favor... cuida de ella, ¿sí? —Lentamente despegó a la bebé de sus brazos y la entregó a Poppy.

—Mam... —La pequeña no tardó en soltarse a llorar. Minerva se arrodilló y tomó sus pequeñas manos en las suyas.

—Todo va a estar bien, cariño... —Susurró. Lágrimas brotaban de sus ojos también—. Mamá y papá te aman, Ari... —Rápidamente le depositó un beso en la cabeza y volvió a ponerse en pie. Poppy aún mordía su lengua para intentar no llorar—. Corre al ala del hospital y escóndanse ahí. ¡Rápido! —La medimaga sollozó y asintió con la cabeza.

—Mam... ¡Mam! —Escuchó Minerva mientras se alejaba. Poppy tragó el nudo que se había formado en su garganta y se volteó para empezar a correr hacia la dirección contraria.

Ariana lloraba amargamente en sus brazos.

(*)

Sin embargo, aún cuando ofrezco un futuro prometedor para todos los magos y brujas competentes, el destino de cada uno de ustedes está en sus manos... —Continuó la voz. Minerva intentaba secar sus lágrimas mientras corría.

—¡MAGGIE!

Únanse a mí... —Una oscura niebla comenzó a inundar los pasillos y una nueva explosión se escuchó a lo lejos. Minerva logró escuchar gritos—. O mueran siendo fieles a un mundo que ya no existe.

—¡ALBUS! —Gritó la profesora al divisarlo al final del pasillo.

—¡MINERVA VETE! —Gritó él mientras aún perseguía a Maggie.

La niña carcajeó.

Solo hay una única manera de salvar todas estas almas de una gran tragedia... —Susurró la voz. Minerva por fin logró alcanzar a Albus. Ambos corrían tras Maggie, quien no escuchaba sus gritos—. Una vida inocente por la salvación de muchas otras culpables.

—¡MAGGIE! —Minerva por fin logró tomar la mano de la niña e intentó jalarla hacia sí. Albus aumentó el paso y logró tomarla en sus brazos, levantándola del suelo.

Maggie instantáneamente dejó de moverse.

Sus ojos se tornaron completamente blancos. Tanto sus pupilas como sus córneas y su verde iris habían desaparecido.

—¿M-Maggie...?

La niña sonrió. Minerva miró horrorizada a Albus mientras se tapaba la boca con una mano.

Esta vez la voz provino de Maggie.

¿Acaso creíste que no iba a volver por ti, Minerva? —Susurró. Albus palideció y le devolvió la mirada a su esposa. Minerva se soltó a llorar—. Ya han escuchado las instrucciones. Ya saben qué hacer.

»Entreguen una vida por voluntad propia...

»O vean a sus iguales morir ante a sus ojos.

A-Albus... —Maggie poco a poco comenzó a desvanecerse en brazos de su padre. Minerva comenzó a enloquecer—. Albus Maggie ¡No! —Gritó—. ¡Maggie! ¡MAGGIE! —Fue cuestión de segundos para que la niña desapareciera por completo. Minerva cayó de rodillas y tapó su rostro con sus manos—. Maggie... mi Maggie...

Albus se mantuvo en silencio, estático y con los brazos abiertos y vacíos mientras miraba la nada.

Los sollozos de Minerva lo devolvieron a la realidad. Rápidamente se arrodilló y la tomó entre sus brazos.

—A-A... —Ella no tardó en soltarse a llorar. Él la atrajo más hacia sí.

—Yo iré. —Le susurró. Minerva elevó la mirada.

—A-Albus...

—No puedo permitir que se lleven a Maggie... por siempre.

Minerva clavó sus ojos en él y negó con la cabeza. Él suspiró.

—Alb-bus no... —Él besó su frente y se levantó del suelo. Ella sollozó dolorosamente.

—Maggie no es la culpable... Maggie no tiene la culpa de nada... —Minerva intentó levantarse también. Un nudo apareció en su garganta—. Vete, Minerva. Sal de aquí. Reúne a tantos estudiantes como puedas y trata de mantenerlos a salvo. Ve por Ari...

La profesora lo observaba fijamente. Él sonrió con tristeza.

—Y dile que papá la ama más que a nada en el mundo. —Susurró. Minerva intentó reprimir un sollozo mientras secaba sus lágrimas y volvió a negar con la cabeza.

—No. Yo voy contigo. No hay tiempo que perder... y-yo...

—No voy a permitirlo.

—Yo voy contigo, Albus. —Repitió. Él la miraba fijamente a los ojos—. Yo también soy responsable... y no puedo permitir que vayas solo. —Él negó con la cabeza. Minerva tomó sus manos en las suyas—. Ambos tenemos que salvarla. Vamos a ir por Maggie cueste lo que cueste.

»Vamos a traerla de vuelta juntos.

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