Jueves 1/02/2018
Creo que es posible estar viva y muerta al mismo tiempo. Lo pienso porque es la única oración que podría resumir justo como me he sentido estos últimos años. Sonreír y llorar son dos cosas completamente diferentes, sin embargo, para mí significan exactamente lo mismo. Ambas son sinónimo de tristeza y dolor. No puedo dejar de cuestionarme qué sentido tiene vivir sin poder hacerlo realmente. Es una pregunta que ha estado rondando mi cabeza estos últimos meses, quitándome el sueño mientras intentaba encontrar una respuesta lo suficientemente buena como para prohibirme volver a pensar en ella. Para auto-convencerme de que la vida no tiene por qué ser algo feliz, de que no tengo derecho a vivir de la forma en que desearía ni a tomar las decisiones que me gustaría. Para aceptar finalmente que, quizás, algunas veces, las personas no tienen la vida que sueñan. En ocasiones, tenemos que conformarnos con ver salir el sol cada mañana e iniciar día tras día la rutina de nuestra vida: fingir que todo va bien, vender al mundo que somos felices a pesar de no haber probado nunca el sabor de la felicidad. Es por esto que en todo este tiempo he llegado a una conclusión: en el mundo existen dos grupos, reyes y súbditos. Y yo definitivamente pertenezco al segundo.
Un súbdito no puede tener sueños y expectativas, porque nunca será capaz de cumplirlos. Está condenado a ser una marioneta, a servir en la construcción de la felicidad de alguien más, pero nunca a fabricar la suya propia. Los súbditos somos prisioneros de las decisiones de los reyes, quienes son los encargados de diseñar nuestro futuro a su antojo, sin tener en cuenta en ningún momento nuestros deseos y nuestras esperanzas. Es decir, somos privados de nuestra felicidad para nuevamente satisfacer la suya propia. Se apoderan de nuestras vidas, nos arrebatan todo lo que somos y, cuando finalmente obtienen lo que querían, las destrozan, nos destrozan. Soy súbdita porque así es exactamente como me siento, como si me hubieran arrancado una parte de mí, la hubiesen exprimido al máximo y me hubiesen abandonado a mi suerte al terminar.
Aún no he encontrado una respuesta que me convenza de aceptar que el destino que mi padre quiere para mí es el que realmente merezco. Lo peor, es que cada vez estoy más convencida de que mi búsqueda es una pérdida de tiempo, de que no encuentro ninguna respuesta porque no existe. Pues, ¿cómo va a aceptar alguien renunciar a vivir para satisfacer los deseos de otro? No tiene ningún sentido, y ser consciente de ello después de anularte durante años duele como si durante ese tiempo hubiera crecido alrededor de mi corazón un rosal y, ahora, alguien tratara de sacar las espinas una a una. Sin embargo, lo que más me atormenta es no haber opuesto resistencia, haber aceptado tan a la ligera que me manejaran sin siquiera cuestionármelo. Mi padre podrá ser el culpable de haberme arruinado los últimos cuatro años de mi vida, pero yo no he hecho nada para detenerlo. De alguna forma, yo también he sido cómplice del rey. Un peón. No sé si algún día podré perdonarme todo el dolor que me he infringido, pero lo que sí sé es que nunca más voy a permitir que nadie me maneje. En el pasado, podrán haber decidido quién era. Sin embargo, a partir de hoy, yo soy la única capaz de decidir quién soy y quién seré. Nunca más volveré a ser súbdita de ningún rey, yo soy mi propia reina, y como súbdita solo trabajaré para construir mi propia felicidad.
—No estoy segura de que esa sea una buena idea Halsey.
—Puede que no lo sea, que aún necesite unos retoques, pero no me niegues que en el fondo crees que puede funcionar.
Leslie se encuentra sentada delante de mí tomando un café y un donut de chocolate mientras piensa sobre la efectividad mi plan. Llevábamos una semana sin vernos porque ella había tenido que viajar con su equipo a Japón, debía asistir a un acto publicitario de la marca para la que trabaja en el Campeonato Internacional de Motociclismo, Jelux. Por ello, en cuanto me dijo que ya había vuelto a España, le pedí que nos reuniésemos en el Café Verde para contarle todo lo que había pensado esta última semana, todo lo que he planeado para deshacerme del control que mi padre ejerce en mi vida. Finalmente he despertado, tengo veintiún años y no estoy dispuesta a continuar cumpliendo todas sus órdenes. Ahora mismo, solo estoy dispuesta a arriesgarme a vivir mi vida sin importar las consecuencias.
—Es muy arriesgado. No quiero que te pase nada.
—Solo necesito que me ayudes Les, no puedo hacer nada de esto sin ti —mi voz suena desesperada, y así es exactamente como siento en este momento—. Eres la única capaz de hacer que funcione. Por favor, ayúdame. Sabes lo importante que es esto para mí.
—Lo sé, créeme —traga. Con ese simple gesto ya sé que va a ser ella quien, finalmente, pronuncie en voz alta todo lo que a mí me da miedo admitir—. Pero también sé que si algo falla, puedo despedirme de ti para siempre. Ahora soy yo quien pide comprensión, Halsey ¡No quiero perderte! Y sé que si cometemos un error y tu padre se entera que he sido yo quien te ha ayudado con todo esto, nuestra amistad puede irse a la mierda. No solo eso, también puedo perder mi trabajo —contesta mientras sus ojos se humedecen. Está a punto de romperse. Me duele verla así sabiendo que soy yo la única culpable de todo.
Conozco muy bien a Leslie y sé cuánto se está esforzando para no dejar salir ninguna lágrima. Su cabeza debe estar echa un lío. Es muy difícil tener que elegir entre ayudar a tu mejor amiga a ser libre y tu vida, entre una segunda oportunidad para la que ha sido tu hermana durante años y todo el trabajo y todo el esfuerzo que te ha llevado construir y alcanzar tus sueños. Es una decisión muy difícil, ya que escoger la primera opción significaría arriesgar todo lo que tienes para tratar de darle la oportunidad a tu mejor amiga de vivir sin frenos, de soñar sin límites y de ser feliz sin restricciones. Sin embargo, elegir la segunda podría salvar toda tu vida, todo por lo que has luchado y todo por lo que siempre has soñado; no obstante, el precio sería demasiado alto: destruir casi por completo todas las opciones que tu mejor amiga tiene de volver a ser libre.
A pesar de la lucha que debe estar librándose en su interior, aún está intentando ser fuerte. Todavía no ha dejado escapar ninguna lágrima. Desea que sea feliz tanto como yo, pero el miedo a perderlo todo está ahí y eso es inevitable. La entiendo porque a mí me pasa lo mismo, no quiero que la despidan del equipo por mi culpa. Y menos sabiendo cuánto se ha esforzado para llegar donde está. Además, tampoco me gustaría perderla por nada en el mundo. Es mi mejor amiga, la única persona que se quedó a mi lado cuando todo se vino abajo. Solo ella estuvo hay para escucharme, para levantarme y para apoyarme. Nadie más se quedó, todos me abandonaron cuando las cosas dejaron de ir bien. No me importa que no compartamos la misma sangre, para mí Leslie no es solo mi mejor amiga, es mi única familia.
>>El plan es bueno y puede que funcione. Pero también podemos fallar y no voy a negar que eso me aterra como el infierno.
—Y no voy a juzgarte por ello Les, yo también estoy cagada de miedo. ¿Para qué negarlo? Seguro que ya lo has olido desde tu asiento —bromeo intentando relajarla. Sin embargo, rápidamente vuelvo a ponerme seria, pues lo que voy a decir ahora no es ninguna tontería—. Sé que de las dos, tú eres aquí la que más arriesga. Pero confío en nosotras, y te pido que tú también confíes, porque podemos lograrlo. No me cabe ninguna duda.
Por mucho que intentemos ser fuertes, no siempre lo logramos. A veces el dolor nos vence y no tenemos la fuerza suficiente para hacerle frente. No somos de piedra, sentimos y podemos rompernos. No es nada malo, es natural. Eso es lo que le está ocurriendo a Leslie. Ha tratado de combatir el dolor y ha fracasado. Se está rompiendo y puedo verlo todo desde mi sitio. Soy testigo de cómo las lágrimas se arremolinan en sus dulces ojos azules e inician un lento descenso por sus mejillas. Esta situación me parte el corazón y me hace odiarme aún más. Si no hubiera sido tan estúpida, si no me hubiera dejado manejar como un títere, nada de esto estaría pasando. Leslie no estaría asustada y ahora no tendría que arriesgarlo todo para ayudarme a enmendar mi error.
— ¿Sabes? Deberías dedicarte a vender Avon en lugar de intentar convertirte en entrenadora física personal. Se te da bien convencer a la gente. Estoy segura de que yo te compraría jabón —sonríe mientras bromea sobre el tema. Eso es algo que siempre he admirado de ella, siempre consigue reírse de los problemas. Su broma consigue contagiarme su sonrisa.
—Trataré de obviar el hecho que acabas de mandarme a vender jabones mientras debatimos un tema de vida o muerte.
—Lo superarás, créeme —esta vez su sonrisa es aún mayor. Sin embargo, la risa es sustituida rápidamente por el silencio—. Confío en nosotras. Voy a ayudarte a librarte de una vez por todas de ese gilipollas.
Mi corazón da un vuelco cuando la escucho. Aún hay esperanza para mí—. Gracias Leslie. No sé cuánto te debo ya. Realmente espero poder devolverte algún día todo lo que haces y lo que has hecho por mí —estoy a escasos segundos de echarme a llorar. No sé cuánto más podré contener las lágrimas. Hasta hace unos meses pensé que todo estaba perdido para mí, que no tenía futuro ni tampoco sueño. Ahora, gracias a Leslie, todavía tengo esperanza—. Eres la mejor, por eso sé que el plan va a funcionar.
—Lo sé, soy increíble. El sueño de cualquiera. Ahora vamos a dejar el sentimentalismo a un lado y vamos a hablar del plan. Dime, ¿qué es exactamente lo que tengo que hacer?