linger ・ frerard

By killyourselff

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Frank y Gerard han estado casados durante casi cinco años y se jactan de ser una de las parejas más estables... More

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By killyourselff


            Gerard puso los ojos en blanco, de pronto se sentía de vuelta en la adolescencia, teniendo que darle explicaciones detalladas a su madre para que lo dejara salir a vivir su vida de adolescente. Pero no se trataba de su madre sino que de Patrick, y no era un adolescente, aunque a ratos se sintiera como uno. Infló las mejillas y desvió la mirada a la pequeña hija de su amigo, que parecía demasiado divertida con lo que había en la pantalla de su ipad.

— No voy a hacer nada extraño —dijo Gerard, aunque no sabía bien qué quería decir esa palabra, al menos en ese contexto.

— Puedes confiar en mí, Gerard —dijo su amigo—. Sabes que puedes hablar de cualquier cosa conmigo... pero dime la verdad. Yo no voy a juzgarte.

Era estúpido que dijera eso, se sentía terriblemente juzgado en ese momento.

— Ya hemos salido antes —suspiró—. He ido a su casa, me acompañó al hospital, hemos desayunado juntos, ayer fuimos a beber y no pasó nada raro. Llamé un Uber y me vine a casa, solo.

— ¿Te has escuchado ti mismo? —Dijo Patrick, mientras abandonaba su lugar en el sofá para ir a ver a su hija, que de pronto había decidido que la lámpara en el mueble junto al sofá era más interesante que el video en la pantalla—. Haz ese ejercicio. Siéntate en soledad y escúchate a ti mismo.

— ¿Qué es lo que tengo que escuchar?

— Pareces totalmente desconectado con tu realidad, Gerard. Me preocupas.

— ¿Cuál es mi realidad? —Preguntó Gerard, con una sonrisa flotando en sus labios. De pronto la conversación se había tornado terriblemente incómoda.

— Tienes una hija que te necesita, Gerard. Acabas de terminar tu matrimonio y ahora necesitas un tiempo para ordenar tu cabeza, poner todo en orden.

— Tengo todo en orden —dijo Gerard—. Mi hija sigue siendo mi prioridad, pero en serio no le veo lo malo a, no lo sé, darme un espacio. Bert me hace bien, Pat. Me escucha, me trata bien... hace mucho tiempo no me sentía así de contento.

— No sé —Patrick suspiró, volviendo a sentarse junto a él—. Creo que es muy apresurado, eso es todo.

— ¿Apresurado? —Gerard alzó una ceja— No nos estamos acostando.

— ¿Me lo juras?

Gerard volvió a poner los ojos en blanco.

— Júramelo y me voy, para que termines de prepararte para salir.

— Bien... te lo juro, Pat.

— Y júrame que si te acuestas con él voy a ser el primero en saber.

— ¡Patrick! —Gerard exclamó, soltando una carcajada que fue coreada por su amigo casi de inmediato. La bebé se giró a mirarlos a ambos, y luego de las despedidas correspondientes, Gerard los acompañó hasta la puerta, besando la frente de la pequeña y luego la mejilla de su amigo.

Volvió a suspirar cundo estuvo solo, y se lanzó sobre el sofá, mirando al enorme candelabro en el techo. En cada una de las luces intentaba buscar respuestas al torrente de preguntas que corrían en su cabeza, aunque después de un rato decidió que no iba a encontrarla en la decoración de su casa, y decidió tomar su teléfono para ver sus mensajes. La primera persona era Bert, aunque no abrió su mensaje de inmediato. El segundo era Patrick, eran mensajes ya leídos. El tercero era su agente, preguntándole cuándo iba a enviarle las hojas que le estaba debiendo desde hace semanas y en las cuales había avanzado apenas un poco. Y luego estaba Frank, con una docena de mensajes que aun no se había atrevido a leer.

Era extraño lo que sentía, y no sabía descifrarlo bien. A ratos le pasaba que los enormes recuerdos que había dentro de esas paredes lo abrumaban y se encontraba así mismo suspirando, con el alma vacía porque lo extrañaba terriblemente. Había muy buenos recuerdos en todos los años que estuvieron juntos, y se preguntaba quién debía ser ahora que estaba solo, porque durante muchísimo tiempo no había existido una división en donde terminaba Frank y comenzaba él. Eran uno, y era genial vivir así. Se sentía tan completo y tan contento con su vida... pero ahora esa otra mitad no estaba, y se sentía perdido. Pero así mismo como lo extrañaba, el resentimiento también tenía un lugar en su mente. Los recuerdos más frescos eran esos en donde lo odiaba más... todas las cosas horribles que había tenido que escuchar de esos labios donde antes solo recibió amor. A ratos se preguntaba si el Frank de los meses recientes era el mismo que había convivido con él durante años. Quizás algo había cambiado su mente, quizás alguien... Pero no, Frank no era ese tipo de persona. Él amaba de forma demasiado intensa y demasiado pura como para siquiera poner los ojos en alguien más.

Lástima que él no era igual. Sus ojos se fueron de inmediato a ese sofá ante él y se vio ahí mismo, medio desnudo. Los años pasaban y seguía preguntándose qué era lo que lo había llevado a hacer algo así en su propia casa, y aunque en ese momento no recordaba bien cómo habían sido los meses posteriores a eso, sabía que eventualmente las cosas había vuelto a la normalidad. Y se preguntaba entonces si quizás, dentro de algunos años, iba a volver a estar con Frank y cuando mirara hacia atrás sus recuerdos serían tan borrosos como los que ese sofá le brindaba... ¿iban a ser esos meses posteriores al nacimiento de su hija solo una ventana?

¿En serio todo era definitivo?

Le temía terriblemente a todo eso... y se daba cuenta también que le temía a la soledad. Estaba tan acostumbrado de estar ocupado queriendo a alguien y siendo querido por alguien que en ese mismo momento, el amor que le daba su hija no bastaba... Entonces su mirada volvía al nombre de Bert en su teléfono, y ese aguijón que inevitablemente se clavaba en su pupila cuando veía a Bert sonreírle volvía a doler... ¿Estaba utilizándolo? Y si así era, ¿Bert estaba al tanto de eso? Algo le decía que sí, que quizás Bert estaba más al tanto que él mismo. Siempre había odiado la frase de "un clavo saca a otro clavo", pero en ese preciso momento estaba viviendo al pie de esa horrible frase.

— Pero las personas no son clavos —se dijo a sí mismo, para metérselo bien en la cabeza.

"¿Ya vienes?"

"Mejor te envío mi ubicación. Ven a mi casa."

Se vio tentado a lanzar el teléfono contra la pared luego de escribir eso, pero antes de hacerlo decidió enviar su ubicación. Y luego volvió a recostarse en el sofá. ¿Qué es lo que estaba planeando, de todos modos? Se cubrió la cara con ambas manos, y frotó su rostro hasta que vio luces de colores. Y luego se puso de pie, y fue al refrigerador para tomar uno de los imanes y escoger el tipo de comida rápida que iba a ordenar. Escogió una pizzería local, y luego de pedir una pizza y dos porciones de palitos de queso, fue a cambiarse la ropa. Cuando estaba en medio de eso decidió que mejor iba a darse una ducha, e intentó relajarse un poco en medio del vapor, aunque era difícil hacerlo cuando el subconsciente le ordenaba limpiar un poco más una zona específica de su cuerpo. Era estúpido encontrarse pensando en eso. Iban a comer una pizza y ya está. No iba a pasar nada más. Lo prometía por su anillo de matrimonio que estaba guardado en su velador, dentro de la cajita con los aretes de su difunta abuela.

Nada más.

— Hola —Bert sonrió cuando le abrió la puerta. Traía el cabello tomado en una coleta, y un sweater negro a juego con sus bermudas del mismo color. Gerard mordió su labio, se empujó un poco sobre él para mirar afuera, y luego le tomó del sweater para arrastrarlo consigo dentro de la casa. Lo miró por unos momentos a los ojos, y después de unos pocos segundos observándolo, comenzó a darle un beso que iba cobrando intensidad con cada momento. Al principio Bert reaccionó con sorpresa, pero pronto se unió al juego, y terminaron recostados sobre el amplio sofá. Gerard abandonó sus labios por pocos segundos, y los labios de Bert fueron de inmediato a besarle el cuello, con sus manos recorriendo su espalda y sus costados. Gerard sintió erizarse los vellos de su piel cuando las manos de Bert fueron a su abdomen, pero no lo detuvo, y decidió concentrarse nuevamente en los labios ajenos mientras sentía sus manos recorrerlo por debajo de la ropa, mientras sus propias manos se encontraban demasiado entretenidas intentando liberar los dos botones en la cintura ajena.

— ¿Qu... car... pa...? —Bert intentó hablar, pero Gerard no se lo permitía. No quería escuchar nada. No quería pensar nada. Solo quería sentir, sentirse vivo.

El timbre los interrumpió cuando la mano de Gerard había encontrado por fin la forma de meterse bajo los jeans y ropa interior de Bert, y la quitó de golpe, llevándose consigo un par de ensortijados vellos que el de ojos azules despidió con un sonoro quejido.

— Shhh —Gerard hizo el gesto hacia él, y luego ordenó sus prendas para ir a abrir la puerta. Pero encontró solo al repartidor de pizza ahí, y luego de tomar su billetera desde la mesita de centro para pagarle, lo despidió y volvió a girarse hacia Bert, con energías renovadas. Pero al ver la sala de estar veía la sombra de su infidelidad en el pequeño sofá, y luego a Bert recostado sobre el más grande y simplemente no podía... no podía.

Al menos no ahí.

— Ven, sígueme —dijo Gerard.

Comenzó a subir la escalera y se giró un par de veces para ver si Bert lo seguía, pero así era. Le dedicó una sonrisa y terminó de subir las escaleras, y luego fue a su habitación, y Bert fue detrás suyo. Cerró la puerta, y volvió a besarlo mientras sentía las manos de Bert volver a su cuerpo, estaba vez intentando quitarle la ropa.

Estaba desnudo de la cintura hacia arriba cuando llegaron a la cama, y antes de recostarse sobre la colcha dejó ir también sus pantalones y ropa interior. Bert estaba en condiciones similares, vestido solo por sus calcetines grises. Gerard soltó un suspiro cuando la barba ajena fue a raspar su cuello mientras lo besaba, y sus manos se enredaron en el cabello de Bert, quitándole la coleta y despeinándolo sobre su cabeza. Se quedó prendado en sus ojos cuando Bert alzó la vista. Era raro que eso no sucediera al ver lo azules que eran, y quiso decir un montón de cosas, pero decidió no hacerlo... en lugar de eso se alzó para besarlo, y empujó sus caderas hacia el cuerpo ajeno, rodeando su espalda e intentando eliminar cada pequeño espacio entre ambos.

— ¿Estás seguro de esto? —Preguntó Bert.

Gerard volvió a mirarle a los ojos y le dedicó una pequeña sonrisa que se traducía en confianza, y luego asintió una sola vez, volviendo a buscar sus labios porque en serio necesitaba de él. Sus besos, sus abrazos, su sexo... todo lo que tuviera para ofrecer.

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