Huracán ✔️

By paolacalderongt

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Emily Preston es una joven con muchos sueños; lucha para poder lograrlos día con día, para ello todas sus act... More

Prefacio
Piloto
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 1

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By paolacalderongt

El sol estaba por ocultarse. El sonido de los arreglos a un motor se escuchaba a la perfección, los pasos fuertes de un hombre hacían eco con lo viejo del edificio, mientras seguía caminando.

—¿A dónde fuiste hoy? —preguntaba un sujeto con el ceño fruncido.

—Anduve por allí.

—No se te ocurra decir que fuiste otra vez a ver a Berta.

—¿Qué hay de malo con eso? —preguntó, sin dejar a un lado su bombón color rojo.

—Sabes perfectamente la respuesta.

—¡Basta Layo! Sabes que tengo mucho cuidado con lo que hago.

—¿Y la chica quién es?

—¿Cuál?

—La de ropa fina.

—No lo sé, me la encontré por casualidad.

—Dime algo.

—¿Qué?

—¿Fuiste por Berta, o por ella?

—No voy a responder eso —sonrió.

—No voy a permitir otra vez que te pongas en riesgo.

—¡Cálmate! No está pasando nada.

—¿No? ¿Estás seguro? Prométeme que no volverás a esa zona.

—No puedo hacer eso.

—¿Por qué?

—Por qué no, no puedo.

—Leonardo, soy tú hermano. Le juré a mi papá que te protegería, pero no puedo hacerlo si te mantienes lejos.

—Ya no soy un niño Layo.

—Eso dices tú, pero lo sigues pareciendo.

Leonardo "Leo" era el nombre de aquél sujeto con el bombón rojo y traje elegante. Una realidad muy diferente demostraba al llegar a su casa; ya que no era una casa real, más bien un cierto asentamiento en un hotel viejo a la salida de la ciudad. Allí vivían él, su hermano mayor Layo la novia de este, y otros amigos. En total eran siete personas.

—Mañana en esta dirección —decía Lara entregándole una nota a Leo en donde estaba sentado.

Lara era la novia de su hermano.

—¿A qué hora?

—Ocho.

—Es muy temprano, normalmente ha sido a las diez u once, para que las calles estén libres.

—Sí lo sé, justo pregunté por eso, pero necesitan revisar los autos antes.

—Gracias.

Para ese momento su atuendo ya había cambiado, y una camiseta blanca era su mejor atavío, acompañado de unos pantalones de lona azul y unas botas negras.

—No deberías pelear con tú hermano.

—No peleamos.

—Bueno, al menos hazle caso.

—Trataré.

Su voz era fuerte.

«¡Emily Santoro! Tienes buen apellido» decía mientras veía una foto. Luego de sentarse a descansar.

—¿Y esa quién es? —preguntaba Bryan, su mejor amigo al ver la fotografía.

—No lo sé. Me la encontré tirada y me pareció linda.

—¿Qué pasa contigo?

—¿Qué pasa de qué?

—Llevas bastantes días yendo a la zona prohibida y no hablas mucho. Y ahora resulta que una chica te parece linda.

—Solamente estoy cuidando el terreno. ¿Y qué tiene que ver que la mujer en la foto me parezca linda?

—Que el Leo que yo conozco no diría linda como descripción.

—¿Qué diría entonces?

—Buena, mamacita —rio.

—Ni una sola palabra de esto a mi hermano —le pidió.

—Lo que usted diga su señoría.

La vida de Leo era muy diferente a la que seguramente Emily se había imaginado con tan solo verlo, no tenía un trabajo formal, ni siquiera una casa formal. Y su mejor forma de ganar dinero eran las carreras de auto u otras apuestas. Justo era el mejor corredor del grupo, por ello Lara le había pasado una dirección ya que al otro día habría una carrera importante en la que el premio eran diez mil dólares.

Al día siguiente como todos los días, se levantó de mañana y pasó por una lavandería en donde trabajaba una "amiga" para llevarse otro traje.

—Lo tengo que entregar hoy Leonardo —decía la muchacha.

—Lo regreso antes del mediodía, sabes que soy puntual. De esto depende que te pueda invitar a cenar.

—Ok, está bien.

Su trayecto era largo y tardado. Usaba taxis para moverse de un lugar a otro, y así evitar que alguien lo viera. Sabía perfecto que era una zona prohibida para él y cualquiera de sus amigos.

La fotografía de Emily la encontró luego que se metió a la casa de Matt, para buscar a Berta, pero justo se distrajo con los documentos y fue allí en donde vio la foto. En una cosa ya había mentido y era que no llegaba al edificio para ver a Berta con su jefe, si no que para poder ver a la chica de la fotografía.

—Permítame ayudarle —dijo sosteniendo la puerta del auto.

Se apresuró para poder hacerlo recién observó que el taxi iba llegando.

—Gracias —sonrió ella, aunque se notó a la perfección que estaba incómoda.

—¿Todo bien? —preguntó Chuck.

—Sí, gracias —respondió ella—. Muy amable caballero.

—Quise aprovechar que hablamos ayer para poder ser inoportuno hoy e invitarla a salir —dijo.

La voz de Leonardo era fuerte y gruesa, pero el tono que usó lo hizo escucharse amable y confiable.

—El tiempo está corriendo —dijo Chuck.

La puerta aún no se cerraba.

—Perdón, lamento la espera —respondió ella y cerró la puerta.

—¿Qué dices?

—Lo lamento, pero tengo un horario que cumplir en mi trabajo.

—¿Qué te parece mañana?

—¿Mañana?

—Sí. Si tienes libre me gustaría invitarte a comer.

—No sé.

Emily estaba muy confundida.

—Si te ánimas, llámame —pidió, mientras extendía su mano para entregarle un papel con un número.

—¿Qué es? —preguntó ella con desconfianza sin agarrarlo.

—No muerde —sonrió él.

—No, quizás no. Pero he visto muchos programas en los que le ponen algo al papel y te drogan —dijo ella.

Leo sonrió.

—No tiene nada de eso. O mejor, anota tú número para poder llamarte —pidió sacando un bolígrafo.

—Me tengo que ir.

—¿Segura?

—Sí —dijo y sin más que decir entró al edificio.

Leonardo se quedó muy pensativo, pero sin evitar una sonrisa. Emily le había gustado desde la primera vez que la vio en la fotografía que encontró en casa de Matt.

Pensó qué hacer, hasta que se animó a entrar al edificio.

—¡Buenos días! ¿En qué le puedo servir? —preguntó Margaret muy amable.

—Buenos días. Quisiera pedirle un favor solamente.

—¿Cuál?

—Podría entregarle esto a la señorita Emily Santoro —pidió.

—¿De parte de quién?

—Eso no importa realmente —dijo.

—Perdone, pero no puedo pasar esto sin tener un nombre.

—Leonardo —dijo entre dientes.

—Perfecto yo se lo doy.

—Gracias.

Cuando salió vio la hora, así que se apresuró a salir de la ciudad lo más rápido posible. Pasó a la lavandería a entregar el traje y nuevamente volvió a su ropa normal. Una camiseta y pantalones de lona.

—Hoy tengo carrera por si quieres ir —le comentó a la muchacha.

—¡Claro!

—Te veo entonces —le guiño un ojo y se fue.

La pobre muchacha siempre se atontaba cuando lo miraba, que no se dio cuenta que Leo no le dio la dirección de en dónde iba a ser la carrera.

—Layo te estuvo buscando ¿En dónde andabas? —le preguntó Lara.

—Por allí —sonrió él—. ¿Ya está el auto listo?

—Sí, justo por eso te buscaba tú hermano, necesitamos que lo vayas a probar.

—Ese no es problema lo hago ahora mismo —dijo, mientras Lara le entregaba las llaves.

Leo era un amante de los autos y con ello de la velocidad. Su hermano era muy bueno para manejar pero no tanto como él, por eso, la mayoría de veces era Leonardo el que competía. Aunque todo era un trabajo en equipo, Brayan y Tony se encargaban de darle mantenimiento a los autos. Layo en conseguir los repuestos que se necesitaran, y Lara en estar pendiente de las carreras.

Quizás el único defecto con el que se le podría describir era su terquedad y las mujeres. Justo eso era un problema actual. Emily le había gustado y estaba interesado en conocerla. Sabía que no se podía presentar como tal así que usaba cualquier forma para atraerla. Su terquedad no ayudaba, ya que no importaba lo que dijera su hermano y sus amigos. O sobre lo peligroso que era ir al centro de la ciudad; no le importaba nada y se la jugaba solamente por conocer a la mujer que en ese momento le quitaba el sueño.

—¿Y cómo se llama? —le preguntaba Layo acercándose a donde su hermano estaba.

—¿Quién?

—La chica.

—¿Cuál chica? —sonrió.

—La que hace que vayas a terreno del enemigo.

—Emily —dijo manteniendo su tono de voz fuerte.

—Sabes que...

—No pasa nada Layo, todo está bien —lo interrumpió.

—¿Hace cuánto la conoces?

—Ayer —sonrió nuevamente.

—¿Ayer?

—Sí. No sabe quién soy aún y que se va a enamorar de mí.

—Solamente ten cuidado hermano, no quisiera que vayas a la cárcel otra vez porque difícilmente sales, y no creo que se nos presente otra oportunidad para sacarte.

—No te preocupes, estoy teniendo cuidado.

—¿Qué hacen aquí? —preguntaba Lara.

Estaban en el techo del hotel. Desde allí se veía toda la ciudad.

—Hablando con mi hermanito —bromeó Layo tocándole la cabeza.

—Ya es hora —rio Lara—. ¡Vamos a ganar diez mil dólares!

—Nos servirá para hacer este lugar más decente —comentó Leo.

Todos estaban muy emocionados, tenían buen rato sin estar en una carrera, pero ahora estaban de vuelta. Sabían que con Leo en el timón era seguro que el premio era de ellos, por eso se podían tomar la libertad de celebrar antes de tiempo.

—Yo invito la cena hoy —gritó Tony antes de subir a su auto para acompañar a su amigo.

Cuando llegaron ya había bastante gente, la hora de reunión era a las ocho, pero ellos llegaron media hora después, justo a inscribirse, se habían saltado las reglas. Cosa que no era problema ya que por ser una carrera ilegal la única regla de la que hablaban era sobre los problemas que posiblemente daría la policía cosa que no les preocupaba, ya que tenían intervenidas la señal, por lo que les era fácil saber sobre los posibles inconvenientes.

Justo Por eso iban todos, siempre tenían un plan B en caso de que hubiera dificultades.

Y tal como se había planeado Leo ganó los diez mil dólares.

Para celebrar fueron a un lugar especial, todos los que habían participado en la carrera estaban allí; El grupo de Leonardo y su hermano era respetado por lo que no se corría con miedo de que alguien se atreviera a intentar si quiera robar lo que habían ganado esa noche.

Mujeres era lo que más sobraba en ese lugar. A Layo ninguna se le acercaba ya que Lara estaba allí, pero a Brayan, Tony y a Leo les sobraban.

—¿Me vas a invitar a dormir contigo hoy? —le preguntaba a Leo una chica.

—La verdad esta noche no creo.

—¿Estás seguro? —su tono de voz era de coquetería.

—Totalmente, mejor deberías asegurar el sueño con alguien más esta noche —dijo él muy cortante.

La chica solamente le hizo una mala mirada y se fue.

—¿Qué te está pasando? —preguntó su hermano.

—¿De qué?

—Nunca te ha gustado dormir solo y menos cuando ganaste una carrera.

—Lo que pasa es que no voy a dormir solo —dijo, mientras le daba una mordida a un taco.

—¿Qué dices? —preguntaba Lara dudosa.

—Nada.

—¿Estás hablando de la chica? —preguntó Layo con mala cara.

—Sabes, tengo que ir de casería. Lara te encargo que me lleves otra porción para el desayuno de mañana —le pidió.

—¿A dónde vas?

—A buscar a mi acompañante de esta noche —dijo poniéndose de pie y luego de terminar su comida se fue.

Eladio "layo" se quedó molesto, ya conocía a su hermano y por lo mismo sabía que iría a la ciudad a buscar a la mujer que lo traía loco en ese momento.

Leonardo conocía a la perfección la dirección de Emily ya que estaba en una fotografía que le había tomado al archivo que encontró en casa de Matt en dónde vio su foto. Y justo en el momento en que iba a arrancar el auto, una llamada de un número desconocido entró.

—Hola —contestó con desconfianza.

—¿Puedo saber cómo sabes mi nombre? —preguntó una voz femenina al otro lado.

Él supo de inmediato que era ella.

—Creí que llamabas para cuadrar la hora mañana.

—No, no es por eso.

—¿Entonces por qué llamas? Sólo para saber cómo sé tú nombre.

—Sí.

—La recepcionista me lo dijo.

—¿Margaret?

—¿Así se llama? No sabía cómo se llamaba, pero ahora ya lo sé, igual que como me enteré de tu nombre.

La excusa fue perfecta de tal modo que Emily se la creyó.

—Perdón.

—Mejor dime ¿Qué planes tienes para mañana?

—Muchos —sonrió.

—¿Segura?

—Sí.

—¡Lástima! Igual cuando quieras divertirte sólo llámame.

Emily no respondió.

Justo cuando la llamada terminó se recostó en el respaldo del auto y no pudo evitar reír, le daba gusto hablar con ella. No la conocía realmente, pero le emocionaba pensar en conocerla. 

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