Hola, meloso:
Siempre fuiste fanático de los tatuajes, te parecía un arte maravilloso.
A mí también me gustaban, pero no me veía con un dibujo todos los días en mi piel.
Sin embargo, un día llegaste convencido, con una idea en mente: querías hacerte un tatuaje.
Pero no sólo eso, sino que querías que fuera compartido... conmigo.
De inmediato me negué. Era una completa locura.
La vida es para hacer locuras, fue lo que respondiste. Y eso bastó para que aceptara.
Toda la tarde la pasamos buscando uno perfecto para ambos en internet. Por suerte, no fue necesario batallar tanto porque encontramos el adecuado en poco tiempo. Al día siguiente fuimos al centro de tatuado más cercano y nos hicimos un pequeño ying-yang compartido en la muñeca.
Tú te hiciste el yang, me pareció lo más correcto. Por ende, yo tengo el ying.
Y eso es lo que somos, diferencias que se complementan, que no pueden existir sin el otro.
O al menos lo fuimos por un tiempo.
Pese a eso, no me arrepiento de habérmelo hecho, Trolli. Te agradezco por insistirme tanto aquella tarde, porque ahora conservo algo que estará conmigo permanentemente bajo tu nombre.
Sé que debería ser al contrario porque eso me recordaría a ti todo el tiempo, pero eso es lo que más me alegra. No quiero olvidarte, aún cuando todo el mundo me diga lo contrario.
Me pregunto, ¿a ti también te hará tan feliz como a mí tenerlo?
—Tu Mike.