Sweet Hell II [Camren]

Da camilatopsss

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Segunda parte de la bilogía Sweet Hell. Cuando Camila Cabello creyó que su vida no podría ser más complicada... Altro

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
NOTA
Capítulo 4 (Maratón 1/3)
Capítulo 5 (Maratón 2/3)
Capítulo 6 (Maratón 3/3)
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 (1/2)
Capítulo 18 (2/2)
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24 (1/2)
Capítulo 25 (2/2)
Capítulo 26
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
Capítulo 27
Capítulo 28
NOTA ACLARACIÓN
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
NO ES UN CAPÍTULO
Capítulo 33
Capítulo 34
IMPORTANTE
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
NOTA: LEAN POR FAVOR
Capítulo 41
Capítulo 42 (Doble capítulo 1/2)
Capítulo 43 (Doble capítulo 2/2)
Capítulo 44
Capítulo 45 (Penúltimo)
Cuestionario Pre-final
Capítulo 46 (ÚLTIMO)
Epílogo
NUEVA HISTORIA CAMREN
HOLA DE NUEVO

Capítulo 32

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Da camilatopsss

Hooooola lindxs, ¿Cómo están? ¡¡LO SIENTO, LO SIENTO, LO SIENTO!! Me han llegado mensajes por todos lados, de todas la maneras habidas y por haber. De veras que no tenía pensado tardar tanto en actualizar, pero le avisé que estoy de vacaciones y que me resulta complicado sentarme un rato. Peeeeeero, aquí estoy, espero que no me odien mucho😊😊😊

Bueno, antes que nada... como en el anterior libro, voy a preguntaros algo "¿Queréis saber cuántos capítulos quedan para el gran final?" Votad, y si gana el SÍ lo diré, si gana el NO, os tendréis que llevar la sorpresa 🤔

Sin más dilación... ¡¡DISFRUTEN Y COMENTEN MUUUCHO!! Les adoro 🌹🌹🌹 

Narrador omnisciente durante toda la historia 

¿Sabéis eso que dicen de que la vida es tan puñetera, ¿que siempre tiene preparado algo peor para nosotros? ¿Que no deberías conformarte con lo primero que se cruza en tu camino? ¿Que nada bueno puede salir de algo mejor? Amelie lo sabía, lo sabía a la perfección. Podía sentir la presión inundar su pecho, las lágrimas deslizarse por sus mejillas cual río sin retorno, y la respiración atascada en algún lugar recóndito de su garganta. Ni siquiera era consciente de lo que ocurría, y un sinfín de malas vibraciones cargadas de culpabilidad la reconcomían desde dentro. ¿Por qué la dejó sola? ¿Por qué le permitió ser impulsiva? ¿Por qué no meditó las posibles consecuencias de un ataque sin precedentes? Era demasiado tarde para cuestionares los miles de "y si" que rondaban por su mente, los jodidos y puñeteros "y si", esos que tanto daño han provocado, y que tantas muertes emocionales han presenciado. ¿Y si hubiera ido con ella? ¿Y si no la hubiera abandonado? ¿Y si hubiera detenido toda aquella mierda en primer lugar? Joder, ¿y si todo abarcaba en la sencilla razón de portar el sello Jauregui en su sangre?

- Tenemos que hacer algo – susurró de pronto Normani a su lado.

Amelie desvió la mirada hacia donde la abogada señalaba, observando cómo Lauren se mantenía estática frente a la ventana, con un vaso de whisky entre los dedos y la expresión indescifrable. Apenas había formulado un par de palabras en las últimas horas, tan solo se dedicaba a merendarse una copa de alcohol tras otras y mover los pies con desespero.

- La conozco – añadió Normani entonces – explotará de un momento a otro.

- ¿Y pretendes que sea yo la que se acerque? – preguntó Amelie con cierto tono incrédulo – ni de coña me pongo ni a dos metros de ella ahora mismo.

La abogada suspiró sonoramente y se dio por vencida. ¿A quién pretendían engañar? Nadie en su sano juicio se atrevería a dar un solo paso en vano, ni siquiera habían decidido si Lauren sería capaz de matarlas, gritarles, o si simplemente meditaba en silencio la posibilidad de lanzarse desde lo alto de aquel edificio. El caso es que tampoco querían averiguarlo.

- Han pasado cinco horas y aún no tenemos noticias.

Cinco horas. Las cinco putas horas más largas de su existencia. Se suponía que la policía central del Nueva York se encontraba peinando la zona del reciente delito en aquel instante, sin embargo, Amelie tampoco consideraba que le dedicaran suficiente ímpetu teniendo en cuenta que no podían dar por desaparecida a Camila hasta trascurridas una serie de horas pautadas. ¿Qué mierda de protocolo era ese? Michael Jauregui casi había firmado aquella acción con su nombre, y la policía aún era incapaz de aceptar que a medida que pasaban las horas, menos posibilidades tenían de encontrarla.

- Crees... - la voz se le quebró – bueno... ¿Crees que esté bien?

- Por supuesto que lo está – se oyó de pronto, con la voz firme – tenemos que mantenernos unidas, es lo que ella querría.

Dinah se acercó a su amiga tras exhalar aquellas palabras, abrió ambos brazos y la invitó a refugiarse entre ellos. Se mantuvieron así unos minutos, sollozando al unísono y sintiendo la calidez de sus cuerpos apropiarse del momento. Podían sentir el dolor magnificado de la otra tatuado en sus propias almas, tal como si fueran una sola, y de hecho, incluso creían ser capaces de experimentar las sensaciones de Camila a lo lejos. Y creédme, no parecían para nada buenas.

- Va a volver – susurró la rubia en el oído de su amiga – es Camila de quien hablamos, se aferrará a la vida como una leona hambrienta.

- ¿Y si no tiene opción? Y si... - le costaba - ¿y si ya está muerta?

Dinah sintió todos sus órganos detenerse ante tal ocurrencia. En primer lugar, no estaba acostumbrada a lucir como la fuerte del grupo, ya tenían a Camila para eso, y si no, Amelie se encargaba personalmente de ocupar su puesto en la cadena alimenticia. Y, en segundo lugar, a pesar de que aquella pequeña posibilidad rondase por su mente, creía que formularlo en voz alta lo convertía en algo meramente real. Y no, ella no estaba dispuesta a perder a su mejor amiga. Ni de coña.

- Es culpa mía – continuó entonces Amelie - ¿Nunca has pensado que si yo no le hubiera ofrecido mi ayuda en su momento, no nos encontraríamos aquí en primer lugar?

Dinah frunció el ceño aparentemente confundida, para luego separarse con lentitud de su amiga y mirarla directamente a los ojos, invitándola a continuar:

- Quiero decir – se encogió de hombros, cargando de obviedad su teoría – sin mi ayuda en un principio, a lo mejor Camila no se hubiera inmiscuido de esta manera en la guerra entre apellidos, no lo sé – hizo una pausa – en ocasiones pienso que fui yo la que la arrastró hasta aquí, la que la animó a seguir luchando contra mi padre... y – parecía quebrársele la voz – en el fondo era por mi propia venganza hacia él, era yo quien deseaba verle sufrir – cogió aire, completamente devastada - ¿Soy una egoísta? – preguntó entonces - ¿Debería ser yo la que estuviera en su lugar? ¿La he empujado de una patada hacia su propia desgracia?

Amelie había comenzado a llorar a medida que el monólogo avanzaba, y a Dinah se le partía el corazón ante la escena. Quería explotar, quería confesarle que ella también estaba jodidamente asustada, sin embargo, prefirió asumir el papel del que Camila sin duda estaría plenamente orgullosa, así que agarró a su amiga sin ser brusca por ambas mejillas y la obligó a fijar sus miradas como dos imanes atrayentes:

- Escúchame bien Amelie – susurró mirándola directamente a los ojos – nadie tiene la culpa de nada, Camila hubiera llegado hasta Michael de igual forma – y asintió, para que la otra la imitase – tenemos que mantenernos con la cabeza fría y las energías positivas. Tenemos que mandarle toda nuestra fuerza a Camila para que vuelva a casa cuanto antes – sonrió, con tristeza – porque va a volver, te lo prometo.

De pronto, el sonido tenue de dos toques en la puerta las interrumpió. Todas desviaron la mirada hacia la entrada y tragaron saliva, ninguna se atrevía a mover un solo músculo. Lauren tomó la iniciativa y se acercó para abrir con cautela y encontrarse con el jefe de policía frente a ella. Le hizo pasar con un gesto indiferente, sin tan siquiera saludarle, para luego volver a su posición inicial junto a la ventana y el whisky quemando su esófago cual lava ardiente, solo que esta vez clavó sus pupilas verdes incesantes en él:

- No hay rastro de ella – escupió el hombre sin más.

Un sonoro suspiro cargado de desesperación se apoderó del ambiente. Se ojearon entre ellas, sin saber qué decir, hasta que Amelie comprendió en aquel instante, que no era el momento de lamentarse, que Camila se encontraría moviendo cielo y tierra para encontrarla si fuese al revés, y que mierda, le debía la mitad de sus logros a aquella cabezota controladora. Así que, exhaló aire sutilmente y dio un par de pasos hacia él:

- ¿Y ya está? – preguntó sin miedo - ¿No piensa decir nada más?

- Hacemos todo lo que está en nuestra mano – aseguró el policía – sin embargo, tenemos que detener la operación hasta que transcurran las horas acordadas. Hemos hecho un barrido del perímetro debido a las amenazas recibidas, y a la nota que la señorita Jauregui nos ha hecho llegar – se encogió de hombros – pero de resto, no contamos con ninguna prueba vigente que asegure que la señorita Cabello se encuentre en peligro.

- ¿Está de coña? – añadió Dinah entonces, acercándose también a él - ¿Necesitan la mitad de uno de sus brazos para comprender lo que está pasando, o qué cojones está diciendo?

El silencio se apoderó del momento, era notable la exaltación a la que estaban expuestos todos los allí presentes. El policía podía llegar a comprenderlo, pero tenía las manos atadas de par en par, se limitaba a hacer lo que su profesión le permitía. Se relamió los labios dudando un segundo, para luego negar con el vaivén de su cuello:

- Siento mucho toda esta situación – dijo, con sinceridad – de veras que vamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para encontrar a la señorita Cabello en caso de que no aparezca en las próximas horas.

Y entonces, como el sonido catastrófico de la tierra agrietándose en vereda, una carcajada que retumbaba ironía por todos sus poros se hizo presente en el eco de la sala. Todos desviaron su mirada hacia Lauren, quien aún reía balanceando la copa de alcohol entre sus dedos y apretando la mandíbula por micro segundos. De pronto, tras dedicarle un último sorbo a su whisky enloquecedor, depositó el vaso en la mesa a su derecha provocando un estruendoso sonido, y por fin reaccionó, dando un par de pasos al frente y posicionándose más cerca del policía. El resto de ellas retrocedieron, asustadas.

- Dígame – exhaló entonces, con la voz ronca - ¿Qué es exactamente lo que va a hacer usted, señor inspector?

- No entiendo su pregunta, señorita Jauregui.

Lauren suspiró y movió su cuello provocando un crujido sonoro, parecía prepararse para la guerra. Amelie incluso arrastró a Dinah un poco más hacia detrás, conocía lo suficiente a su hermana mayor como para deducir que estaba a punto de estallar en mil pedazos, y creédme, no deseaba para nada estar cerca cuando ocurriese.

- Lo que digo – continuó entonces, sin perder la firmeza – es que si piensan encontrarla de la misma forma en que llevan buscando a mi padre siete meses.

- Señorita Jauregui – respondió el policía, sin dejarse amedrentar – nuestro equipo está altamente cualificado, nadie mejor que nosotros para encontrar a su ex mujer.

Y otra carcajada sarcástica se apoderó del aire, casi como si se riese de él en su cara. De hecho, es precisamente lo que estaba haciendo.

- Y una mierda – escupió de pronto, estallando por fin - ¿Sabe cuánto tardé yo en ponerme en contacto con mi padre? – preguntó burlona – usted y su equipo son unos incompetentes que no saben hacer otra cosa que cagarla – sonrió, de nuevo - ¿Ustedes van a encontrarla? – se acercó a él, tanto, que quedaron frente a frente – por encima de mi cadáver.

El policía tragó saliva y se removió nervioso sobre su sitio, sin embargo, su apariencia permitía intuir que estaba acostumbrado a vivir aquel tipo de situaciones. Seguramente familiares asustados, desesperados o desesperanzados. Pero, seamos sinceros, las pupilas de Lauren se encontraban inyectadas en sangre, y su ceño tan fruncido, que parecía querer explotar como bomba de relojería en cualquier instante.

- ¿Qué quiere decir con eso?

- Quiero decir – añadió ella sin pelos en la lengua – que si espero a que ustedes sean los encargados de encontrar a mi prometida – lo dijo sin más, como si el "sí quiero" hubiese sido formulado – lo único que recibiré serán los dedos de su mano – gruñó muy cerca de su rostro – y no pienso quedarme sentada a ver cómo la matan.

- Debe dejarnos hacer nuestro trabajo, señorita Jauregui. Le aconsejo que se mantenga al margen, por el bien de todos.

El resto de las allí presentes observaban la escena estupefactas, esperando lo peor. Y entonces, Lauren esbozó una sonrisa traviesa con sus labios, una sonrisa que podría amedrentar a cualquiera. La bestia había despertado. Lo supieron en el momento en que, en un acto rápido, agarró al policía por el cuello de su camiseta y lo empotró contra la pared más cercana, recibiendo un gemido de dolor por su parte. El hombre se mantuvo estático, sin mover una sola facción de su cara, y la ex directora lo miró directamente a los ojos:

- Escúcheme bien pedazo de mierda – gruñó entonces cual leona a la que le han arrebatado sus crías – voy a encontrar a Camila, la encontraré aunque tenga que levantar cada puñetero centímetro de esta ciudad con mis propias manos – asintió para sí misma – ustedes por su lado, y yo por el mío. ¿Queda claro?

- ¿Sabe que puedo detenerla por agresión a la autoridad?

- He dicho que – añadió acercándose más a su boca si eso fuese posible – si ha quedado claro, señor inspector. Solo asiente si lo has entendido, y si no – chasqueó la lengua – deténgame si le sale de los cojones, porque voy a pegarle una hostia ahora mismo.

El hombre estaba a punto de responder, sin embargo, fueron interrumpidos nuevamente por el caminar de unos pasos agigantados haciéndose eco en la sala. La puerta se había quedado abierta, así que básicamente aquel ático se había convertido en un evento gratuito, ¿acaso quedaba alguien más por asistir a la fiesta? Definitivamente sí:

- Suéltale – gruñó el nuevo integrante señalando al policía.

Lauren, al escuchar aquella voz, deshizo el agarre en la camiseta del hombre y comenzó a darse media vuelta para mirarle. Y de pronto, sin darle pie a reacción alguna, lo siguiente que sintió fue un puño áspero golpearle el rostro provocándole perder el equilibrio y caer rendida en el suelo. El tercero en discordia se abalanzó sobre ella con la intención de continuar con su pelea, sin embargo, lo detuvieron agarrándolo por detrás:

- ¡¡Jack!! – gritó Dinah mientras trataba de contenerlo - ¡¡Déjala!!

Jack la observaba con las pupilas inyectadas en rabia, los dedos enredados en un puño y la mandíbula tan apretada, que pronto se le necrosarían los dientes. Respiraba de manera exaltada, y Lauren se limitaba a permanecer en la misma posición en el suelo, con una expresión de súplica plasmada en el rostro.

- Hija de puta – escupió el hombre entonces – todo esto es culpa tuya, tuya y de tu asqueroso apellido – gruñó fuera de sí – no deberías de haber aparecido nunca en la vida de Camila, por tu culpa – repitió señalándola – por tu jodida culpa mi sobrina va a morir, le has jodido la vida.

Un silencio sepulcral se apoderó del ambiente. Nadie se atrevió a decir nada, permanecían en un estado de completo shock. Lauren se limpió el rastro de sangre que decoraba su comisura derecha y permanecía sin mover una sola fibra nerviosa de su cuerpo. Al fin y al cabo, no le parecía extraño que aquel hombre quisiera enmendar su rabia contra ella, de hecho, le parecía lo más lógico. Jack Cabello siempre la odió, y aunque en los últimos meses pareció entrar en vereda, el camino más sencillo era culparla. Maldita sea, todos necesitamos culpar a alguien cuando nuestro corazón se rompe en mil pedazos, y el tío de Camila no sería la excepción:

- Escúchame bien – continuó acusándole con su dedo índice – juro por dios que como Camila no aparezca sana y salva, te mataré con mis propias manos.

El policía decidió interrumpir la escena carraspeando y posicionándose en medio de ambos:

- Creo que todos estáis un poco exaltados – y los miró tratando de apaciguar la situación – tenga cuidado con lo que dice señor Cabello, puede ser utilizado en su contra.

- Cierre el pico – gruñó Lauren, sorprendiendo al resto – y lárgese de una maldita vez.

El hombre asintió, comprendiendo que su presencia sobraba en aquella montaña rusa de emociones. Se despidió de manera cordial y desapareció por fin cerrando la puerta. El silencio volvió a retumbar de inmediato, y Lauren continuaba en la misma posición. ¿Que por qué no reaccionaba? Podría noquear a Jack con tan un solo un ágil movimiento, sin embargo, no lo haría. Ni quería, ni podía. En cierta medida se lo merecía, y creédme, ella también se auto culpaba.

- Lo siento – escupió de pronto, desde el fondo de su alma – lo siento muchísimo.

Aquella era una escena digna de enmarcar: Lauren Jauregui pidiendo disculpas a alguien que no fuese ella misma, y para colmo, a un Cabello que la enterraría viva sin tan siquiera planteárselo. Jack la ojeó desde arriba, tratando de leer algo de piedad en su mirada. Hasta que, de pronto, Amelie decidió romper la tensión que flotaba en el aire y se acercó a su hermana mayor para tenderle la mano con el fin de ayudarla a ponerse en pie.

- Esto es absurdo – dijo entonces la más pequeña – todos estamos aquí por el mismo motivo, ¿y en serio vamos a recriminarnos cosas? – posó sus pupilas en Jack – tú eres tan culpable como lo somos todas, ¿o acaso me equivoco?

Jack apretó la expresión y apartó la mirada, tratando de huir. Amelie alzó ambos brazos y dio una vuelta sobre sí misma:

- Por el amor de dios – escupió devastada – estamos perdiendo el tiempo decidiendo quién tiene la culpa mientras Camila está ahí fuera sola – hizo una pausa – sola y asustada. ¿Quién cojones piensa que es importante esto ahora? Lo único que debería apremiar es buscarla y encontrarla antes de que el lunático de mi padre la mate. Porque lo hará – afirmó sin miedo, consiguiendo la atención de todos - ¿O es que acaso voy a tener que escribirlo en una pizarra para que os deis cuenta?

Más silencio, justo en la herida. Amelie se removió de nuevo y avanzó a pasos agigantados hacia Jack, para fulminarlo directamente con los la mirada:

- Si quieres unirte a nosotras – se encogió de hombros – eres bienvenido. Ahora, si has venido a insultar a mi hermana, puedes irte por donde has venido – y se enfocó hacia la puerta – esta mujer – añadió señalando a Lauren – es la única capaz de encontrar a Camila con vida, así que tú mismo, o estás solo – hizo una pausa – o estás con nosotras.

Jack pareció dudar un segundo, echó una mirada de reojo a Dinah buscando aprobación, y esta le hizo un gesto que emanaba positivismo. Nadie se atrevía a juzgar el hecho de que aquel hombre no se fiara un pelo de la familia Jauregui, sin embargo, se suponía que aquella exasperación grupal se debía a que todos ansiaban encontrar a Camila sin rasguño alguno, y cinco mentes pensantes eran mejor que una. 

- Está bien – dijo por fin, observando a Lauren y tendiéndole la mano de forma cordial – tregua.

- Tregua – respondió la ex directora con seriedad.

Jack, de pronto, comenzó a buscar algo entre sus bolsillos con desespero. Sacó una pequeña caja de cartón grueso y suspiró sobre su sitio. Luego, se la ofreció a Lauren a regañadientes y se pasó una mano por el cabello:

- He recibido esto – afirmó con la voz quebrada – no entiendo muy bien por qué me lo ha enviado a mí, además, no sé lo que significa.

Lauren observó el objeto entre sus manos y tragó saliva. Podía sentir todas las fibras de su organismo tensarse al mismo tiempo. ¿Y si no estaba preparada para lo que escondía aquella caja? Su padre se había convertido en un completo desconocido para ella, y a aquellas alturas de la historia, ya no era consciente de lo capaz que podía llegar a ser de cualquier cosa.

- Hazlo – la incitó Amelie – ábrela.

Todos prestaban atención a la escena, hasta que la ex directora cogió aire profundamente y se armó de valor por fin. En cuanto sus pupilas captaron lo que albergaba aquel trozo de cartón, definitivamente sintió sus piernas flaquear y tuvo que agarrarse a la pared más cercana para no caer desplomada de nuevo. Michael estaba dejando claro que conocía los puntos débiles de Lauren, y que, sin lugar a duda, los usaría en su contra.

- No me jodas – escupió entonces la más pequeña – qué hijo de puta, es un sádico. 

Jack pedía explicaciones con la mirada, abrasadoramente perdido:

- ¿Alguien puede decirme algo? – preguntó confuso – es un anillo, vale. ¿Y qué? ¿Es de Camila? ¿Lo llevaba puesto acaso?

- No – respondió por fin Lauren, con la voz quebrada – es mi anillo de pedida, el que Camila estuvo a punto de darme esta noche.

La ex directora lo elevó para observarlo con cautela, sintiendo unas ganas infinitas de matar a su padre a sangre fría hacerse presentes en la boca de su estómago. Aquel anillo no solo incluía un mensaje de guerra, sino que para colmo, Michael ansiaba ejercer eco en la llaga. El magnate de la moda conocía a la perfección lo que significaba para su hija mediana el simple hecho de no haberse podido comprometer con Camila aquella noche, y por si fuera poco, ese no era el final de la historia... el anillo venía decorado, decorado con sangre.

- ¿Es de ella? – se le ocurrió preguntar a Dinah.

- ¡Yo que mierda sé! – gritó Amelie, perdiendo los nervios – no vamos a hacerle una prueba de ADN como comprenderás.

Lauren continuaba en silencio escaneando el objeto brillante entre sus dedos, y de pronto, sin exhalar una sola palabra, caminó hacia la cocina ante la mirada atenta de los allí presentes. Se escuchó el agua del grifo correr, y la ex directora volvió a hacer su aparición en la sala colocándose el anillo aún húmedo en su propia mano.

- ¿Estás de coña? – añadió Amelie incrédula - ¿Vas a ponértelo?

- Este anillo me pertenece – respondió la otra sin más, echando un vistazo para ver cómo le quedaba – lo necesitaré para cuando me case con Camila.

Amelie no pudo evitar dejar escapar una sonrisa de sus labios. Adoraba cuando su hermana mayor asumía las riendas de la situación, y sobre todo si implicaba asegurar que contendría matrimonio con Camila. Aquello solo podía significar una cosa, y Lauren se encargó de exhalar en voz alta las palabras que rondaban la mente de Amelie:

- Voy a encontrarla – afirmó, con la voz grave – voy a levantar cada puñetero escombro de esta ciudad con mis propias manos – se acercó entonces a su vaso de whisky y se lo terminó de un trago - la encontraré viva y en perfecto estado – continuó – pienso enterrar vivo a mi padre, ni siquiera me vale con que se pudra en la cárcel, oh, no – esta vez casi gruñó – lo quiero muerto, no descansaré hasta escuchar su último suspiro – hizo una pausa – Y luego me casaré con Camila delante de su tumba si hace falta, aunque sea lo último que haga – se encogió de hombros, despreocupada - ¿Quién está conmigo? – añadió dándose la vuelta para mirarles.

Los demás se quedaron con la boca abierta sin poder formular una sola palabra. ¿Es que no se daba cuenta que hablaba como una jodida narcotraficante?

- Yo estoy contigo – respondió entonces Amelie.

Se acercó al centro y posicionó su mano con la intención de que los demás hiciesen lo mismo. Ahora se las daba de jugadora de algún tipo de deporte colectivo.

- Yo también – añadió Dinah uniéndose a ella.

Un par de segundos más tarde fue el turno de Normani, y Jack y Lauren se ojearon entre ellos como si tratasen de meditar la reacción del otro. Hasta que, contra todo pronóstico, el hombre agarró la mano de Lauren y las llevó a ambas hasta el centro, simbolizando un momento de unión entre apellidos. Sonrieron incluso. 

- ¿Juntos? – preguntó Amelie cerciorándose.

- Juntos – repitieron todos al unísono.

Y sellaron la escena elevando las manos y exhalando una especie de grito de guerra. Estaban seguros de que la encontrarían. Lauren estaba segura de que la salvaría. Estaba segura de que sus dotes del pasado la llevarían hasta su ex mujer. Estaba segura de que si existía alguien cualificado para traerla de vuelta a casa, esa era ella sin duda. Lástima que... bueno, que aquella extraña unidad que habían decidido crear no les preparara para lo que se avecinaba.

 Lástima que Lauren Jauregui no hubiera comprendido que, el poder no era suficiente para ir en contra de la corriente. En ocasiones, la intención no es suficiente para luchar en contra del destino, y en aquel caso en concreto, el destino de Camila Cabello ya estaba escrito, y sí, de colores rojos. La pregunta era... con su propia sangre, ¿o con la de cualquier otro/a al que tanto quería? El destino es muchas cosas, pero por encima de todo, es jodidamente caprichoso. 

No olviden votar, comentar o seguirme si os ha gustado.

So, hagan sus apuestas con ese final de capítulo. Espero no tardar en volver, kisses, con todo mi amor, Julia💜 

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