Llámalo infierno © |COMPLETA|

Oleh EleSimo20

63.1K 4.3K 913

En cuanto Eduardo ya no es capaz de distinguir los comportamientos normales de los dañinos, está en peligro d... Lebih Banyak

ANTES DE LEER
SINOPSIS
¡IMPORTANTE!
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
NOTA AUTORA&CRÉDITOS

Capítulo 26

1K 87 15
Oleh EleSimo20

Primer capítulo de hoy:

Capítulo 26

Narra Daniela

Qué mala suerte la mía. Tanto que deseé que él regresara y decide hacerlo en el momento menos adecuado. Es evidente que escuchó lo que dijimos. ¿Cómo le hago creer que nada es lo que parece? ¿Cómo me salvo?

Volteo a ver a Viviana, buscando mostrarle a través de una mueca que se trata de una situación de emergencia y que necesito su ayuda. Ella ladea la cabeza y mis dedos se encorvan al instante. Con semejantes amigos prefiero estar sola. Primero habla demás y hasta me critica, luego se niega ayudarme. Bueno, hace unos momentos me amenazó con que no lo haría más... ahorita sólo lo está cumpliendo.

—Admito que la terapia es uno de los motivos por los cuales yo pospuse el divorcio —dice Eduardo, rompiendo el pesado silencio—. Pero porque esperaba que algo pasara ahí y te hiciera aceptar la idea de separarnos.

¿¡Qué!?

—Si no quieres seguir yendo, nadie puede obligarte. Pero no me gusta que hayas tenido la intención de ocultármelo. Tampoco me gusta lo de no buscar trabajo sólo para quedarte en mi vida... o lo de fingir ese mareo.

—Es que-

—No digas nada —interrumpe—. Ahora sí se acabó porque tengo la impresión de que todo esto no es sano. Si me afecta tanto es por algo. Y a pesar de la confusión en la que estoy hundido, me queda claro que no puedo más y que quiero que nos separemos. Legalmente. Quiero el divorcio.

Lo que yo quiero es fingir que escuché mal. Pero no... y esas malditas palabras retumban en mi cabeza e instalan el pánico en mi alma. Mi corazón se detiene y mis pulmones dejan de funcionar. Esto no... no, no, no. Esto no me puede estar pasando.

— ¡Un día me besas y el otro me pides el divorcio! ¿Quién te crees? ¿Qué te pasa?

— ¡Daniela! —exclama mi amiga, entrometiéndose en la conversación.

No le hago caso. Aunque me quedo callada por unos momentos, es sólo para observar a mi esposo, no para obedecerle a ella. Lo bueno es que mi reacción parece dejar una especie de culpa en él.

— ¡Además me prometiste que no nos íbamos a divorciar!

— ¿En serio te haces la víctima después de lo que acaba de oír? —pregunta Viviana— ¿En serio te extraña tanto su decisión después de todo lo que le hiciste?

Ganas no me faltan de callarla. Pero ni siquiera le dirijo la mirada, tengo cosas más importantes y urgentes que atender. Bruscamente avanzo hacia donde está Eduardo, con el propósito de verlo desde cerca, de tomarlo de la mano o... no sé, sólo quiero convencerlo de que no puede pedirme algo así.

—No nos hagas esto. Tú me amas y me puedes dar otra oportunidad. El otro día que nos besamos, lo comprobé. Sentí que por fin nos volvíamos a acercar.

—Yo estoy hecho un desastre. Yo ya no entiendo nada de lo que me sucede y de lo que siento. ¡No tengo nada que ofrecerte! Y si tú renunciaste al psicólogo, yo pienso buscarme uno. Porque estoy- No puedo más, entiéndeme.

Me deja muda. Me asusta. Es cierto que luce pésimo, que dejó de ser el hombre que era, que lo único que veo en su expresión es pena y confusión pero...

Quiero ayudarlo. ¿Pero cómo le hago si mi presencia sólo parece empeorar las cosas? ¿En qué momento se desmoronó todo? ¿Fue cuando le confesé que lo engañé? ¿O antes? ¿Qué puedo hacer? ¿Y si ese psicólogo le ayuda perdonarme y volver conmigo? Pero ¿y si pasa lo contrario? ¿Qué tal si sale de ahí convencido de que no tenemos un futuro juntos? Porque quizá logra entender lo del abuso y... Pero yo no soy un monstruo, yo no hice nada a propósito, no quiero que le hagan pensar eso.

—Los psicólogos no son buenos para nada... Por eso renuncié... No tiene sentido que vayas. No gastes tu dinero en eso. Tú estás dolido y confundido porque te fui infiel pero... con el tiempo va a pasar. Ya verás que...

Las palabras se desvanecen. No puedo contener más el llanto, como tampoco aguanto lo que está sucediendo. Lo estoy perdiendo. ¿Cómo voy a vivir sin él?

—Lo siento mucho. —es lo único que sale de su boca tras unos momentos en los que sólo se oyeron mis sollozos

—No, no lo hagas. ¡Te lo suplico!

—Viviana... cuídala.

Tras decirle eso, hace amago de dejar la sala. Por suerte reacciono a tiempo y lo agarro del brazo antes de que se aleje. Clavo los dedos en su ropa, asegurándome de que no se me va a escapar. Aunque dudo que le cueste trabajo zafarse... es más fuerte que yo. Sólo que ni lo intenta. En cambio Viviana se nos acerca y coloca su palma en mi hombro, sin tardar en pedirme que lo deje.

Dios, esto ya lo había vivido cuando se fue de la casa sin embargo ahora es mucho más doloroso. Ahora sé que se va para siempre, ya no me queda ni una esperanza. Y mientras más lo pienso, más lágrimas inundan mis ojos, más roto siento el corazón. Y la impotencia me atormenta cada parte del cuerpo, tanto que quiero romper algo para liberarme.

—Amiga, en serio, suéltalo.

— ¡Deja de meterte! —grito tan fuerte que me duele la garganta

No vuelve a sacar palabra, mientras que Eduardo traga en seco. Sus ojos parecen estar al pendiente de mí, como si... como si no deseara que algo lo pillara desprevenido. Como si estuviera un poco asustado.

—Te lo suplico, quédate conmigo.

—Por favor, Daniela... —su voz suena quebrada, ahogada— No me hagas sentir culpable. Yo... No puedo hacer esto. Por favor.

— ¡Pues tienes motivos para sentirte culpable! —replico golpeando su pecho con mis puños— ¡Me estás dejando! ¡Me juraste que sería para toda la vida! ¿No es así?

Agacha la cabeza y ya no puedo ver su rostro. Entonces lo tomo por la barbilla, obligándolo a encararme, a contemplar cómo me deja con su decisión. Mis dedos hacen presión sobre su piel hasta que poco después decido apartar la mano con brusquedad y usarla para otra cosa. Le doy una fuerte cachetada.

Me arrepiento de ello de inmediato. Algo tarde. Estando demasiado ocupada con asimilar lo que acabo de hacer y cómo me siento al respecto, no veo cuando mi amiga actúa. Apenas cuando siento sus manos sujetándome y tratando de alejarme de Eduardo, compruebo que decidió intervenir. No me opongo, simplemente estoy paralizada. Estoy rememorando una y otra vez la cachetada, pensando en que si los milagros fueran posibles, yo volvería atrás y no haría lo mismo. Abro la boca con intención de disculparme pero cambio de opinión. Debe haber algo más útil que pueda hacer para remediarlo...

Decido buscar su mirada, anhelando descubrir que él me entiende, que sabe que no era mi intención hacerle daño, que sólo estaba desesperada y que perdí el control. Sabe que la ira es mi enemigo. Sabe que actúo así.

Sin embargo veo lágrimas. No veo despecho pero tampoco algo que me tranquilice. Veo aturdimiento. Pena. Veo una razón más para dejarlo ir. Y de repente ya ni tengo el valor de seguir insistiendo... Lo he golpeado. ¿Con qué cara le pido que no se vaya? Lo único que puedo hacer es observar.

—Viviana, no la dejes sola. Cuento contigo.

Después de hablar como si yo fuera una niña y necesitara que otros me cuiden, desaparece del cuarto. Casi enseguida, mi amiga trata de abrazarme, cosa que no me apetece aceptar.

—Sé que estás enojada conmigo pero-

— ¡Cállate!—le exijo antes de que alcance terminar la frase; es que no me interesa oír nada, no me interesa saber que le pareció justo su manera de actuar

Aquí lo importante es que Eduardo no se dirigió hacia la salida sino hacia los dormitorios —o qué sé yo—, supongo que venía por algo. Aún estoy a tiempo de detenerlo. Una parte de mí me grita que lo deje en paz y esa parte sale ganando, pues sigo inmóvil. No dejo de recordar la cachetada, no sé por qué. Ni que fuera la primera... ¿Por qué me afecta tanto? ¿Por qué me siento confundida? Y tan culpable...

. . .

— ¿Quién era? —pregunta Viviana mientras se me acerca— ¿Y esos papeles?

La escucho y la entiendo pero no contesto. Estoy ocupada con asimilar lo que mi esposo me acaba de hacer. Sé que me lo había dicho pero pensé, más bien esperé que no fuera real... No sé si destruir estos papeles, si dejarlos caer de mis manos, si leerlos una vez más para asegurarme de que la primera vez entendí bien...

Eduardo no puede hacerme esto. Pero lo está haciendo, ¡maldita sea! Y aquí estoy yo, llorando porque no lo quiero aceptar, porque tan solo imaginarme sin él me desgarra por dentro, me deja una sensación horrible; llorando porque aún no se me ocurre ninguna otra manera de lidiar con esto. Es el principio del fin.

—Quiere el divorcio...

—Eh... lo sabíamos... Era solo cuestión de tiempo hasta que ibas a... recibir esto.

—Tengo que hablar con él.

Mi idea se gana un suspiro de su parte. No me importa ni eso, ni nada de lo que me tenga que decir. Se me acaba de ocurrir una idea y tengo que intentar convencer a Eduardo. Hoy mismo voy a verlo.

Arrojo los papeles en el suelo y me encamino hacia el salón, en búsqueda de mi celular. Recuerdo haberlo dejado en la mesa y compruebo que no me falla la memoria. Avanzo con pasos rápidos, mientras estoy pensando en el mensaje que quiero escribir.

Me están temblando las manos y apenas distingo lo que está en la pantalla, ya que las lágrimas no dejan de caer y me nublan la vista. Intento borrarlas, luego me pongo a teclear.

Daniela: Acabo de recibir los papeles. Supongo que necesitamos hablar del tema, del proceso... ¿Podemos vernos esta tarde?

Hice un esfuerzo sobrehumano para no reclamarle que haya dado el paso.

Eduardo: Lo que sea que quieras decirme, dilo. No hace falta vernos.

Por supuesto que se niega. En vez de tratar de convencerlo, decido llamarlo. Si no quiere verme, hablaremos por teléfono y ojalá no ignore mi llamada.

No lo hace.

—Sí... ¿Qué pasa?

—Dame seis meses. —propongo de inmediato

Consigo dejarlo callado. Puede que esté analizando mi idea o puede que esté demasiado enojado como para decir algo al respecto. Siendo honesta, la segunda opción es más realista. Hasta creo que de un momento a otro me va a colgar.

— ¿Estás ahí?

El silencio se prolonga demasiado, tenía que ponerle fin. Estoy esperando una respuesta de su parte.

—Dame seis meses, luego haremos lo que tú quieras.

— ¿Qué pretendes con esto? ¿Qué caso tiene esperar? Ahora o dentro de unos meses, igual vamos a separarnos. Y mejor que sea ahora, luego cada uno seguirá con su vida.

—Escúchame, es lo último que te pido. Ni siquiera es necesario que vivamos juntos. Sólo quiero que esperes seis meses. ¡Por favor!

—Está bien.

Vaya. No me lo esperaba.

— ¡Gracias! —suelto emocionada

Acabo de recibir mi última oportunidad de hacer las cosas bien y de recuperar a este hombre. Quizá van a ser los meses más difíciles de mi vida. Pero si esto vale la pena y si va a funcionar, puedo tener toda una vida por delante para ser feliz.

Dada por acabada nuestra conversación, me doy la vuelta porque quiero buscar a Viviana. Pero compruebo que ella ya está aquí. Lo más probable es que lo haya escuchado todo.

— ¿Qué te traes entre manos? —quiere saber

—Voy a buscar trabajo y voy a seguir con la terapia, por más extraña que me parezca. Ya no tengo nada que perder, acabo de perder lo más importante. Mi matrimonio.

No luce muy convencida. Quizá porque ya había escuchado antes parte de las cosas que acabo de soltar. Quizá porque no cree que tenga caso. Quizá porque no confía en mí.

—Pero no podría hacer nada sin tu apoyo.

—Quien te viera, pensaría que recapacitaste. Sin embargo yo sé que es sólo un momento de lucidez. A ver cuánto dura...

—Amiga, por favor...

—Sabes... a veces ni yo te soporto y tengo ganas de irme lejos, de dejarte sola... A veces odio haberte conocido, odio que me importas tanto y que no puedo dejar que te destruyas la vida.

No puedo creer lo que me toca escuchar...

—Y cuando menos te aguanto, me quedo porque te quiero, pero también por él. Porque no deseo que hagas una locura y que lo dejes con la culpa, que lo termines de destruir.

— ¿¡De qué hablas!?

—Sé que la primera vez que intentó irse de aquí, lo amenazaste con quitarte la vida.

Creo que sí recuerdo algo al respecto... Desvío la mirada, me siento algo avergonzada aun cuando se trate de una simple frase que salió en un momento de desesperación. No debieron tomársela tan...

— ¿Recuerdas el día que me mudé contigo? —cuestiona y yo asiento— Bueno pues... yo venía con maletas porque ya había hablado con Eduardo. Me había contado lo de tu amenaza y me había pedido ayuda. Él necesitaba escaparse de aquí pero también necesitaba que alguien se quedara contigo. Y ese alguien fui yo.

Un momento...

«Viviana, no la dejes sola. Cuento contigo.»

«Viviana, cuídala.»

—Son unos exagerados. Fue algo que dije cuando estaba mal y... Son puras palabras.

—Más te vale —replica ella—. Y ni se te ocurra volver a utilizar esas palabras para atarlo a ti. No te lo estoy contando por eso.

—Si yo hubiera tenido intención alguna de matarme, creo que ya lo habría hecho. Y sí, quizá sin darme cuenta lo dije para atarlo. Pero eso no volverá a pasar... Viviana, en serio. Necesito tu apoyo, no quiero que esto sea sólo un momento de lucidez. Quiero que sea el principio de algo mejor...

—Es que ya ni sé si estás consciente de tu problema. Un día parece que sí, otro que no. Y de esta manera, jamás podrás arreglarlo.

—Lo sé... Ayúdame.

—Está bien.    

Lanjutkan Membaca

Kamu Akan Menyukai Ini

275K 22.9K 25
Stiles se sintió atraído por Derek desde que lo conoció, todo en ese hombre la gustaba pero ignoro lo que sentía hasta que un pequeño accidente causo...
157K 6.6K 30
Elizabeth, una joven de 16 años marginada gracias a la traición de su mejor amiga, comienza una relación prohibida con uno de sus profesores, el cual...
55.4K 2.3K 35
Para él, bella era todo y más -Eres mi dahlia bañada en posesión. ¿Acaso es pecado tomar lo que me pertenece? ... -Tus labios me vuelven loco...
251K 23.2K 61
«Porque se necesita de un verdadero corazón de acero para sanar un corazón roto». Segundo libro de la saga «Corazón y alma». Tras abandonar Los Ángel...