Lunes 18 de junio de 2012.
No sabía que te gustaban tanto las películas románticas hasta que me invitaste a ver 500 días juntos en tu salón, con las palomitas de tu madre y las chucherías de la tienda de dos calles más arriba. Aquel día lloraste como si alguien falleciera, y para molestarte solo te llamaba magdalena.
Y luego te reías, y volvías a llorar. Una montaña rusa que no dejaba de subir y bajar constantemente. Intentaba atraerte hacia mis brazos, pero lo único que hacías era alejarte cada vez más: hasta que caíste del sillón y nos quedamos mirando desconcertados, y estallamos en una lluvia de carcajadas que inundaron el sofá.
"¿Vas a seguirte riendo de mí o me vas a ayudar?" preguntaste tendiéndome la mano para que te ayudara a levantarte.
Dejé de reír a duras penas e hice lo que me pedías. Te sentaste sobre mis piernas y acariciaste el bello de mi pecho con la yema de los dedos cuando conseguimos acomodarnos de nuevo.
"Uhmm..." susurraste.
Sentí un escalofrío.
"¿Ocurre algo?" te pregunté, apoyando la cabeza en el respaldo.
"Gracias" levantaste la cabeza y sonreíste.
Acaricié tu barbilla e hice un intento de rozar tus labios con los míos. Apenas. Un roce inocente.
Pero te moviste. Y seguiste mirando la película con las mejillas sonrosadas.
"Por un lado quiero olvidarla, pero por otro sé que es la única persona en todo el universo que podría hacerme feliz".