Ya todos habíamos llamado al resto y nos hemos reunido en el salón, de nuevo.
—Como ya os hemos explicado, más o menos, tenemos que salir del castillo para...— Gale me interrumpe.
—¿Por qué?
Finjo toser.
—Deja terminar a little princess.— contesta Owen, con cierto todo despectivo.
—No era necesario, gracias. Como os habréis dado cuenta, mi hermana está...
Miramos a mi hermana, jugando en el suelo con su osito de peluche.
—Puede que no haya crecido mucho, pero ha crecido y eso es lo que importa.
—Estoy bien, me siento bien, Janette.— me responde mi hermana, que creí que no me estaba escuchando.
—Pero no puedes quedarte así...— Ethan me interrumpe.
—¡Espera, espera! Yo llevo toda la vida con un problema por culpa de esas malditas flores, ¿¡y ahora que tu "hermanita" está mal vamos a buscar el antídoto!? No me jodas.— añade Ethan, que parece estar en modo Zaen.
—Yo os acabo de conocer...
—Ahí tiene razón la princesita.— Ían suspira.— Tampoco es que tengamos muchas opciones...
—Podríamos "salvaros" a todos; a pesar de que, es cierto, ella solo se ha preocupado por su hermana.— dice con cierto tono distante un chico que no había visto todavía. Tiene ojos de color castaño oscuro, y su cabello de igual color.
—¿Esa es la única opción, Ferb? ¿Ir porque a la niña le ha tocado esto? Es el destino, y punto.— Zaen aprieta con fuerza uno de los apoyos del sofá en el que hay algunos chicos sentados.
—La probabilidad de que esto ocurriera era a penas un 15'2%, pero igual que, la probabilidad de que Janette fuera la princesa era de un 6'5%... Creo que ella puede hacer cosas imposibles.— el tal Ferb me mira y sonríe, mirando al suelo, de una manera tímida, tal vez por haber cruzado miradas.
—Ya estás con los putos porcentajes...— Ciel le da un golpe en la cabeza a Zaen, que acaba de hablar.
—Creo que es hora de ir...— Leo me interrumpe.
—¿Crees que vamos a ir por ahí buscando algo que ni sabemos lo que es?
Antes de responder, lo hace Ían.
—Sabemos lo que es, Leo. Tú más que nadie, aparte de Robert.
Leo carraspea con los dientes.
—Está bien, pero necesitamos preparación. Nos vemos aquí cuando empiece a anochecer.
Toda la sala se va vaciando. Me acerco al albino con cara de pocos amigos.
—Gracias, amargado.— le sonrío.
—De nada, 'cara pan'.— en su cara se dibuja una leve sonrisilla.
Río.
Pues va a ser que tiene sentido del humor. Aunque sea poco.
Pasamos directamente a la hora del anochecer. Ya todos estamos reunidos, y preparados.
—Yo me he encargado de buscar los mejores palacios de los alrededores. Así que será como estar en casa.— sonríe Momo.
—Eso es genial, muchas gracias.
—¿De verdad vamos a hacer esto?— pregunta Zaen. Parece un poco más calmado.
—¿Tenemos algo que perder?
Nos quedamos en silencio. Ciel decide romperlo.
—Vayámonos antes de que me ponga a llorar como un niño pequeño.
Salimos del castillo. Varios carros nos llevan hasta la entrada del pueblo.
—A partir de aquí debemos seguir solos. ¿Alguno ha salido del pueblo alguna vez?
—Nosotros venimos del otro lado del muro.— dice Momo con voz de aventurero.
Río.
–Está bien. Debemos tener cuidado.
—¿Por qué, Robert?
—Porque me han dicho que, últimamente, las cosas han estado muy movidas...
No sé que significa eso, pero no me suena bien.
—Toma.— Leo me ofrece una pistola.— Guárdala.
La pongo en mi muslo, sujeta con un liguero para la propia pistola. Mis pantalones cortos ayudan para este tipo de cosas.
—¿Es necesario que llevemos armas?— pregunto mirando que todos cogen alguna.
—Nunca se sabe cuando serán necesarias.— Zaen se guarda una pistola y dos cuchillos.
Empezamos el viaje. Caminamos a paso ligero. Mi hermana va contando historias sin sentido a Momo; Leo camina, serio; Zaen va hablando con Ciel; Ferb, Robert, Will, Desirée y Abby van hablando de muchas cosas; Owen y Gale van juntos, pero casi sin hablarse; e Ían, Armin y yo vamos hablando, aunque el primero me pone un poco de los nervios.
Una señora se tira encima de mi hermana. Alice grita. Armin la aparta, agarrándola por los hombros.
—¿¡Qué le ocurre, señora!?
—¡¡Son ellas!! ¡¡Ellas tienen la culpa!!— la señora patalea y sigue intentando coger a mi hermana.
—¡¿Pero de qué hablas, señora?!— pregunta Zaen, con su cara de enfadado de siempre.
—¡Ella es la culpable de todo!— me señala.
Esa señora se desmaya en los brazos de Armin.
—¿Alguien sabe qué ha sido esto?
—No lo sé, pero parece que tenéis algo que ver...— responde Will.
—No sé, Will. Parece que esto se empieza a poner serio... — contesta Desirée, hablando –por fin–.
—Pero, ¿creéis que esto podría ser peor?— pregunta esta vez Abby.
—Creo que esto se puede poner peor... Mirad.— Armin le aparta el pelo del cuello a la mujer. Tiene una marca en forma de cruz casi en la nuca.
—¿Qué mierda significa eso?— habla ahora Zaen.
—No estoy seguro, pero parece una marca hecha por alguien. Como una cicatriz con arma blanca.— Robert habla de manera sabia, como siempre.— Aunque no estoy seguro, me parece que alguien la manipula de alguna manera. Alguien con mucha tecnología a mano, probablemente.
—Eso no es posible. ¿Quién querría controlar a una chica solo para decir esto?— Gale interrumpe a Owen.
—No creo que fuera solo por eso. Pero... Estaremos alerta de todas formas.
—Yo me ocuparé de todo, my princess.— Armin mira a la señora.— Me ocuparé de ella. Tendremos que llevarla al pueblo.
—Pongámonos a ello...— decido terminar la conversación.
Seguimos el viaje hacia el pueblo más cercano. La chica no se despertó hasta poco después de llegar. En fin, ahora Momo nos está guiando hacia nuestra estancia para pasar la noche.
Por fin, llegamos a una especie de palacete muy lindo. Entramos y cada uno tenemos que compartir habitación con otro. Decidimos elegir las parejas de la manera más adulta que se nos ocurrió: piedra, papel o tijera.
Como era de suponer, nadie estaba contento con el resultado; así que, decidimos elegir nosotros con quién dormir: Alice, conmigo; Zaen con Ciel; Leo con Momo; Will con Robert; Abby con Desirée; Ferb con Sebas; Gale con Owen; y Armin con Ían.
Ya había llegado la hora de dormir, así que, cada uno se fue a su cuarto.
—Buenas noches, Janette.
—Buenas noches, cariño.— sonrío y la arropo.— Mañana será un día largo...
—Lo sé.— me sonríe.
Apago la luz y me siento en mi cama. No me apetece nada dormir en este momento, pero, ¿qué otra cosa podía hacer?
Me levanto de cama, cojo una vela y voy por los pasillos. Llego a la habitación de Ciel y toco la puerta.
—Pasa.— se escucha la voz de Zaen.
Entro.
—Qué bien que has venido.— deja el libro a un lado de su cabeza. Está tumbado en cama. Me mira.— Ah, eres tú.
—También es un placer verte.— sonrío.
—Creía que eras Ciel, se fue al baño y creo que se lo ha tragado el retrete. En fin, siéntate.— señala la cama que tiene al lado, probablemente, del nombrado.
—Gracias.— me siento.
—¿A qué se debe tu visita?
—No quería dormir y me pareció un buen lugar para venir. Me mantenéis entretenida.
—¿Como payasos de feria?— sonríe de lado.
—No me refería a eso.— sonrío nerviosa.
—Lo sé.— me mira.— ¿Estás nerviosa?
—Para nada.
—¿Sarcasmo?
—No.
Su sonrisa es seductora y no para de mirarme, parece que quisiera leerme la mente.
—Estarías más tranquila si fuera Ethan. Ese estúpido niño tímido.— le interrumpo.
—Yo le veo muy tierno.
—Yo no le veo.— ríe.
—Eres idiota.
—No te pases.
Se levanta de su cama y se coloca en frente de mí.
—¿Has venido para saber más sobre esas flores?
—Creo que eres al único al que le han afectado, así que agradecería que me contaras el por qué.
Hace una mueca.
—No soy el único, princesita.
Se sienta a mi lado. Pone una mano sobre mi mejilla, pero su mano ocupa gran parte de mi cuello también. Más bien, tiene la mano en mi cuello y parte en mi mejilla.
—Pues entonces dime qué está pasando.
Acerca su cara a la mía, situando la otra mano igual que la derecha, pero en la izquierda de mi cuello.
—Eres idiota, princesita.— su voz se vuelve más grave. Sonríe de lado y se acerca aun más, haciendo que me sonroje.
Me levanto de la cama.
—Es tarde, debería irme.— me coge de la muñeca.
—¿De verdad...?— la puerta interrumpe a Zaen.
—¡No te vas a creer lo que me he encontrado por el camino!— Ciel nos mira. —¿Janette? ¿Cómo tú por aquí?— sonríe.
—Solo estaba de paso. Nos vemos mañana.— le devuelvo la sonrisa.
Zaen me suelta.
Me voy, lo último que escucho es por parte de Ciel: «¿Ha venido a verte o a verme?» y una pequeña risa por parte del pelinegro.
Vuelvo por los pasillos, pero no sé si a mi cuarto o hacia donde. Me encuentro a Ían.
—Buenas noches, princesa.
—Buenas noches, chico raro.— sigo caminando, pero él no me deja seguir el camino.
—¿Chico raro?
—Era una broma.
—Eso ya lo sé.— me mira.— ¿Qué haces fuera de tu habitacion a estas horas?
—Tan solo son las once y no tenía sueño...
—Qué irresponsable.— sonríe de lado.— A ver cuando me hablas de tu familia.
—¿Qué te importa mi familia?
—Es interesante tu historia.
—Yo no tengo historia.
Vuelvo a caminar. Se pone delante de mí.
—Todos tenemos historia.— me mira con seriedad.
—Qué serios estáis todos últimamente.— hago una pequeña risa, para calmar el ambiente, pero solo hace que se ponga más tenso.
—Nos vemos mañana, ¿no?
—A no ser que te escapes por la noche y por eso rondas los pasillos, sí.— me revuelve el pelo.
—No me escaparé.
—Eso espero.— se va por el lado contrario a mí. Le veo irse.
—¡Ían!
Se da la vuelta.
—¿Por qué me gritas?
—Para decirte que...si quieres que te cuente sobre mi familia, gánate mi confianza.
Ambos sonreímos.
—¿No hay otras maneras?— sigue con su sonrisa de lado.
—Tal vez, pero también tendrás que descubrir esas opciones.
Suelta una pequeña risa.
—Te veo mañana. Y, recuerda que tenemos una clase pendiente: la última vez te fuiste, después de que te contara la historia.
—Pero me quieres aun así.
Sonrío. Sigue su camino y yo el mío.