Por un momento (One-Shot Rago...

By ragoniac

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One-Shots inspirados en lo que Raoul y Agoney hacen en la vida real y en lo que, tal vez, pasa en los hoteles... More

"Por un momento"
AUNQUE CUESTE (Por un momento II)
Sin miedo a nada ("Por un momento" IV)

"Lo bueno está por llegar" (Por un momento III)

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By ragoniac

Galicia les espera esa noche. Raoul tiene unas ganas inmensas de salir al escenario y sentir el calor de A Coruña. Siente tantas cosas sobre el escenario que duda de la existencia del día en que deje de querer subirse a él. Además, ahora que las cosas con Agoney no están tan tensas como semanas atrás, se siente mucho mejor con uno de los dos temas que tiene que interpretar.

Y... no quiere admitirlo, y no lo hará, no en voz alta, pero se muere de ganas de que Agoney escuche la letra que debe cantar junto a él, que la escuche, la entienda y, de alguna manera, sienta lo mismo que siente él. No pensarías que iba a marcharme con las manos vacías por ti.

Cada día le echa más de menos y esta es una realidad. De hecho, le da rabia haber tenido que volar desde Barcelona (cortesía de Universal habiendo reservado los vuelos con mucha antelación y poniendo el lugar de partida como su ciudad natal). Le hubiera gustado compartir vuelo con el canario.

Escuchan el estadio llenarse de euforia mientras los profesionales trabajan en sus peinados, maquillaje y vestuario. Los bailarines repasan sus coreografías cantando las melodías con los nombres de los pasos y formaciones que deben cumplir.

- ¿Nerviosa? – pregunta Raoul a Miriam, pues esa noche tiene pensado presentar su single a su tierra.

- No sabía que se podía estar así de nerviosa.

- Lo harás genial.

Raoul pasea por el camerino por puro aburrimiento mientras espera a que le retoquen el pelo. Divisa a Agoney en una de las sillas con una de las maquilladoras retocando sus ojos. Se acerca porque no tiene motivos para no hacerlo.

- Pareces un mapache.

- Calla, idiota – ríe Agoney. Él también se siente mucho más relajado con Raoul y, de hecho, se tiene que morder los labios muchas veces para no sonreír como un... encoñado.

- ¿Qué vamos a hacer hoy?

La maquilladora suelta una carcajada y Raoul le resta importancia, centrándose en los párpados oscuros y medio abiertos de Agoney, centrando ahora un poco de atención en él.

- ¿No te van a peinar?

Raoul frunce el ceño en confusión y se gira hacia uno de los espejos. Sí, será mejor que le apliquen un poco de laca... tiene los mechones por todos lados, suaves y finos, un poco más rubios bajo la luz de los focos que rodean el espejo.

- Estoy esperando a mi turno, listillo.

- Pues es una pena. Ya sabes lo que pienso.

Y claro que lo sabe. Una ola de calor le acelera el pulso. Agoney siempre le ha dicho que su pelo favorito es el que le queda después de haberle comido a besos en la cama. Despeinado, increíblemente suave, deformado por sus dedos.

Como los ojos de Agoney han sido liberados de la brocha de maquillaje, los abre completamente para fijarlos en Raoul. Raoul... sonrojado a más no poder e intentando pensar en lo que sea menos en Agoney en su cama. En lo que sea.

- ¿Qué vamos a hacer hoy? – repite, esta vez sin mirarle a los ojos y respirando hondo.

Agoney se da cuenta de que ha sido un error sugerirse de tal manera, pero no era la intención. Era un cumplido... bastante arriesgado, sí, pero en ningún momento quería encenderlo. Aun así, lo que más le duele es que Raoul se está obligando a apagarse.

Agoney se siente horrible por pensarlo, pero se muere de ganas de sentirse deseado por Raoul, y verle siendo capaz de ocultar el remolino de llamas y recuerdos que le consume por dentro le hace sentir enternecido y frustrado a la vez. Enternecido porque joder, podría devolvérmela en forma de golpe bajo o incluso de beso desesperado... podría, pero no lo va a hacer porque le respeta mucho más de lo que le desea. Y eso Agoney lo sabe. Y por eso le frustra, porque en parte está convencido de que un par de sus besos le harían mucho más bien que la puta distancia que él mismo exigió. Joder, deja de echarle de menos.

- Discurso y manos. Lo de siempre.

Raoul estudia cada palabra que dice, atormentado todavía por la insinuación de Agoney y sus ganas de llevarlo a algún lugar escondido para no dejarle olvidar lo bien que funcionan piel contra piel. Discurso. Y. Manos. Lo. De. Siempre.

- Discurso y manos. Vale.

Su piel vuelve al tono pálido nórdico usual y se permite un par de segundos más evitando la mirada del canario para acabar de recomponerse.

- Discurso y manos. Bien – esta vez lo repite hasta contento, contento por haber sido capaz de huir de ese momento.

- Discurso y manos, sí – Agoney lo dice algo divertido.

Raoul, al fin, le devuelve la mirada.

- Joder... - susurra.

La maquilladora deja de mirar a Agoney para mirar a Raoul. Arquea una ceja y Raoul niega con la cabeza, restándole importancia.

- Que me lo has dejado guapísimo, eso es todo. Y me voy ya.

Se va por donde ha venido, dejando atrás un Agoney sonrojado y una profesional confusa. Agoney se ríe por lo bajo, incapaz de contenerse y mueve la mano con aire despreocupado para que continúe trabajando en su rostro.

*

Cuando Alfred y Marina salen al escenario, Raoul siente que se le va a salir el corazón por la boca. No por las miles de personas mirándole, sino por la persona que va a rozarle los dedos en unos cuantos minutos... ¿Puedes, corazón del demonio, por favor, relajarte?

- ¿Listo? – pregunta Agoney, preparando sus in-ears y comprobando su micrófono por última vez.

- Siempre – sonríe pícaramente para ocultar sus nervios.

El público responde como siempre, con los ojos brillantes turnándose entre los dos artistas que recorren el escenario con cierta incomodidad y nerviosismo. Raoul disfruta como un niño pequeño viendo las sonrisas entre el público, escuchando los gritos cada vez que su camino y el de Agoney se cruza. ¿Sinceramente? Él también quiere gritar.

Discurso y manos. Lo de siempre. Todo va bien, todo va mejor de lo que había ido desde que retomaron la gira. En redes sociales, la gente comenta lo bien empastadas que están sus voces, lo bien que les queda la ropa... lo encoñados que vuelven a estar. Raoul quiere gritarles que nunca dejaron de estarlo.

*

"Que lo bueno está por llegar" se cantan el uno al otro. Lo sienten. Lo saben. Raoul se cree invencible en ese momento, capaz de todo. Capaz de esperar tres años por ese chico, capaz de besarle ahí mismo.

*

La noche cae sobre el hotel en el que pasarán la primera y última noche en A Coruña. Tienen que madrugar para coger un autocar en dirección a Valladolid, así que no quedan muchos en la sala de estar ya entrada la madrugada.

De hecho, solo quedan Ricky, Nerea, Agoney y Raoul. El uno por el otro, aunque no lo admitan. Si compartieran habitación, podrían estar descansando desde hace ya dos horas. Sin embargo, a Agoney se le ha antojado descansar en el sofá envuelto en su manta de Mickey Mouse y a Raoul se le ha antojado compartir espacio con él.

Nerea es la primera en caer y dirigirse a su habitación para dormir. Ricky les hace compañía más rato, pues está revisando sus actuaciones y comentándolas con Raoul.

- ¿Eres consciente de que cada vez te van a pedir más con esto de lamer a Mimi en el escenario? – Agoney parece divertido por la situación y a la vez preocupado.

- ¿Y de lo tuyo con Cepeda?

Raoul, de manera totalmente involuntaria, imita el sonido de una arcada.

- Perdona, pero si vuelves a decir "lo tuyo con Cepeda" refiriéndote a Agoney, muy probablemente te arranque el peluquín, Ricardo Merino.

- Mira esta, celosa.

Todos ríen, pero Raoul se siente lo suficientemente avergonzado como para lanzarle un cojín y refugiarse tras otro.

- Bueno, pareja, me voy a dormir. Que sin mí activo, el autobús será un aburrimiento.

Se despiden con un par de intentos de pelea cariñosa, algún suave puñetazo en el pecho del otro, pero a Raoul le encanta su relación con Ricky. Agoney se despide más cariñosamente, usando su voz de Mickey Mouse y removiendo el pelo de Ricky.

Una vez solos, ninguno de los dos sabe qué hacer ni decir. En realidad, se les ocurren mil cosas que hacer, pero no pueden hacerlas.

- Tienes a todo el mundo loco con Eloise.

- ¿En serio?

- Sí, Ago. Las redes sociales arden, de verdad. Estás despelucando a media España.

Se muerde el labio y le mira con evidente emoción en el rostro.

- Me llena mucho, Raoul. Mucho.

Raoul hincha el pecho con una inspiración repleta de amor por ese chico mirándole con el rostro medio pintado y el cuerpo escondido bajo una manta adorable.

- ¿Puedo... puedo ver algún vídeo?

- Pues claro. Ven aquí.

Agoney se arrastra hasta acabar al lado de Raoul. Raoul siente el calor que irradia con la manta y quiere abrazarle, pero se centra en utilizar su teléfono ágilmente. Ágilmente porque quiere evitar justo lo que pasa a continuación, que Agoney descubre que su fondo de inicio no es nada más ni nada menos que sus dos rostros extremadamente felices, su cara parcialmente refugiada en el cuello del moreno... en una de esas camas en las que vieron el atardecer de Adeje.

- Adeje... - suspira Agoney.

Raoul se queda inmóvil un total de un segundo y medio, pero se obliga a volver a la carga para canalizar el dolor que le ha invadido al sentir que su mayor secreto ha sido descubierto.

- ¿Eloise o Symphony? – Agoney nota los esfuerzos increíbles que Raoul está haciendo para huir del tema, pero hoy se siente increíblemente egoísta.

- ¿Tienes más?

- ¿Actuaciones?

- Fotos.

Raoul traga saliva y gira el rostro para encontrarse con Agoney. Les separan escasos centímetros. Al fin y al cabo, están ambos mirando el mismo teléfono.

- Las tengo todas – decide sincerarse.

Agoney encierra una respiración en su pecho y cree que va a explotar. Sus ojos bailan entre los de Raoul y sus labios. Los cierra y agacha el rostro solo un poco, lo suficiente para que su nariz roce el hombro de Raoul. Entonces vuelve a levantar la cabeza.

- No puedo dejar de pecar de egoísta hipócrita, pero necesito verlas.

- No puedo dejar de pecar de gilipollas enamorado, pero las voy a ver contigo.

Raoul abre la galería y se mete en la carpeta "Él", la cual contiene una cifra desmesurada de fotos juntos. Desmesurada porque se conocen de hace relativamente poco y su teléfono es más Agoney que teléfono. Culpa suya, totalmente. Culpa suya guardar incluso las fotos de Agoney desayunando despeinado, sus manos entrelazadas en sus sábanas, los vídeos fallidos de cuando cantaron canciones con la intención de acabar publicándolas. Guarda incluso una captura del momento en que, tras acabar de cantar "Tu canción", Agoney todo emocionado, compartieron el beso más dulce de la historia de los besos.

Deja el móvil en manos de Agoney y no le duele en absoluto. Al fin y al cabo, ahí es donde tiene su jodida vida. En las manos más pequeñas y templadas, más llenas de caricias que jamás podrá borrar de la memoria de su piel.

Desliza las fotos con tanto cuidado que se respira un aire de intensidad y tensión tremendo. Pasada la media hora de observar sus mejores sonrisas en la playa, en las montañas, mirando ballenas, sobrevolando Tenerife en helicóptero, paseando perros de una perrera y dormidos el uno sobre el otro, Raoul siente las lágrimas amenazar con romper su coraza, y eso sí que no puede permitirlo, no mientras Agoney lo tenga a dos centímetros, totalmente capaz de reconocer el sonido de sus sollozos.

Agoney deja caer su cabeza sobre el hombro de Raoul, regalándole un motivo para morder la increíble sonrisa que se le dibuja en el rostro. Se siente tan lleno que levanta el brazo, apartando momentáneamente la cabeza de Agoney de su cuerpo, para poder rodearlo y sentirlo cerca, muy cerca, tan cerca como pueda. Se acomodan para poder seguir mirando las fotos que comparten, acabando Agoney recostado en el pecho de Raoul y Raoul acariciando allá donde la mano que le rodea le permite.

Una lágrima ha conseguido lo que pretendía y cae, silenciosa y cuidadosa, por el rostro de Raoul. En un intento de ocultarla contra el cabello de Agoney, deposita un suave beso sobre el mismo, dando gracias a la vida por haberle regalado la oportunidad de sostenerlo durante unos segundos. O unas horas.

Raoul ha dejado de prestar atención a las fotos, las cuales Agoney analiza con cuidado. Ha dejado de mirarlas y ha cerrado los ojos, obligándose a aferrarse al tacto de Agoney sobre su cuerpo y no olvidarlo nunca. Sin embargo, tiene que abrirlos cuando escucha su nombre escapar los labios de Agoney.

- ¿Qué es esto? Menudo cabrón.

Varias fotos de Agoney dormido pasan bajo su dedo que no las deja de deslizar. Hay tantas fotos y aun así Raoul las sabe reconocer con sus diminutas diferencias.

- Tío, que estoy desnudo.

- No exageres, estás tapado con la sábana.

- Pero...

- Y no te atrevas a quejarte porque tú tienes iguales o peores mías. Además, sales bonito.

- Qué rabia me das cuando tienes razón. En lo de salir bonito, no en lo de las fotos.

Raoul ríe y Agoney siente su risa a través del pecho que sostiene su cabeza. Y se quiere morir de lo mucho que le gusta.

- Mis fotos son mucho mejores.

- Porque eres buen fotógrafo.

- Porque tengo buenos modelos. Y ahora cállate.

Lo hace, más por no saber qué decir que porque se lo haya pedido. Acaricia su cabello y lo siente relajarse bajo su tacto. Agoney estira las piernas y las deja sobre las de Raoul, dándole más superficie para acariciar, esta vez con la mano que le quedaba libre.

Los minutos pasan, las horas, los días... Raoul pierde la cuenta, pero las fotos están llegando a su fin, así que supone que ha debido pasar mucho tiempo, muchísimo, teniendo en cuenta el amor con el que las cuida Agoney.

- Fue precioso, ¿verdad? – pregunta en un susurro distraído mientras amplía una de sus fotos favoritas, Raoul dormido con Bambi en su regazo.

- ¿Adeje?

- Lo nuestro.

- No hables en pasado, por favor – la voz rasgada de Raoul envía escalofríos a Agoney.

Agoney suspira, bloquea el teléfono y pasa su brazo por el pecho de Raoul, abrazándose a él y dejando caer la manta de sus hombros.

*

Se despiertan a tiempo de coger el autobús por la insistencia de Ricky y sus gritos desesperados buscándolos por los pasillos.

Agoney, todavía acurrucado en el cuerpo de Raoul, levanta la cabeza y deshace su pequeño cobijo. Alza la mirada y encuentra a un Raoul somnoliento que le da ganas de comérselo a besos. Y lo hace. Una vez Ricky les ha avisado que tienen media hora para desayunar y subirse al autobús, se incorpora en el sofá a la vez que Raoul estira el cuerpo, dejando ir los sonidos agudos que tanto echaba de menos Agoney. Y es por eso y porque si no lo hace cree que le dará algo, que se acerca cautelosamente, deja a su nariz jugar con la del rubio y sella sus labios con un beso rápido y suave.

Raoul está tan sorprendido que se deja besar, pero no sabe bien bien qué está pasando ni qué hacer ahora. El olor de la piel de Agoney le abruma, le despierta y le hace agarrar su cuello para acercarle más y prohibirle que se separe. Se encarga de atrapar su labio inferior con los suyos y a Agoney no parece preocuparle demasiado, pues rodea su cuello con los brazos.

Siente la necesidad de sentarse en su regazo y sentirle cerca, más cerca todavía, pero cuando nota que Raoul tiene la misma intención y que su mano se desliza hasta su cadera, siente miedo de tirarlo todo por la borda y lo aparta con cuidado por el pecho.

La respiración agitada de Raoul le corta la respiración.

- Joder, Raoul.

- No pasa nada, tranquilo. No pasa nada. Estoy bien. ¿Estás bien? Estamos bien.

Sus intentos desesperados por no asustarle y acabar alejándole del todo se ven reflejados en el miedo que desprenden sus ojos.

- Estoy bien.

- Pues venga, levántate que nos tenemos que ir.

Le hace caso, se levanta. Pero tiene que retroceder cuando siente el tirón en su muñeca.

- Un beso más, por favor, amor. Uno.

Y se lo da. Solo uno, como le ha pedido, y abandona la sala de estar con su manta entre las manos y las mejillas sonrojadas.

*

El viaje se les hace increíblemente pesado, especialmente para Raoul, que pasa la mitad mareado. Nerea le insiste en que se vaya a lo asientos de delante una vez se despierta y las náuseas no le dan tregua.

- Ago, dile que se vaya delante – Nerea se gira para hacer contacto visual con Agoney.

Agoney, despertado con los gritos de Nerea, abre los ojos, asustado.

- ¿Qué dices?

- Raoul, que está mareado y no me hace caso. Dile que se vaya delante, a ver si te hace caso a ti.

- Estoy bien – pero su voz no hace justicia sus palabras. Está rasgada y apagada.

- Y una mierda, amiguito. Venga, tira para adelante.

El suspiro frustrado de Agoney arranca una sonrisa a Nerea. Se pone en pie y avanza hasta la fila en la que ambos rubios descansan. El rostro de Raoul está pálido a más no poder y mantiene el cuerpo tan recto como el asiento le permite.

Alarga el brazo y acaricia su mejilla para obligarle a abrir los ojos. Le tiende la mano y Raoul la mira con curiosidad.

- Ni una protesta más, tira.

Raoul deja caer la cabeza contra la ventana, pero no puede decir que no a la mano que Agoney le tiende. La coge y el frío de sus manos estremece a Agoney. Se abre paso por el pasillo, apartando piernas de bailarines que duermen y brazos de compañeros que también descansan, y lo conduce hacia las primeras filas, donde no hay nadie.

- ¿Te quedas?

- Me quedo.

Raoul se sienta con la espalda erguida y toda su concentración en no notar los movimientos del autocar, aunque eso no hace más que hacerle más consciente de ellos. Enseña su mano a Agoney y le pide que se la coja para tener otras cosas en las que pensar. No la suelta hasta que llegan a su destino.

*

El público de Valladolid merece más que un campo lleno de barro y un cielo oscuro y amenazante de tormenta, pero los chicos no dudan en dar el cien por cien de sus cuerpos y voces para hacerles disfrutar.

Agoney y Raoul disfrutan su dúo como no lo hacían desde Madrid... se permiten mirarse más de lo acordado, se permiten hacer un "manos y discurso" en vez de un "discurso y manos" e incluso se permiten ser capturados por miles de cámaras mordiéndose las sonrisas tras acabar la actuación. Se permiten mostrarse... encoñados. También se permiten abrazos jamás dados en actuaciones como "La revolución sexual", pero es que Raoul no puede evitar saltar sobre su cuerpo y bailar con él, entusiasmado con la idea de, paso a paso, estar volviendo a ser lo que eran.

También se permiten, y esto sorprende al mismísimo Agoney, leer redes sociales hablar de lo enamorados que parecían y analizar cada cosa que podía atarlos. Se habla mucho de Raoul y Agoney abriendo una cortina a la vez para saludar a la gente esperando fuera, pero no se habla nada de los besos que comparten esa noche antes de dirigirse a sus respectivas habitaciones. Eso prefieren que no se vea, porque se sienten niños escondiéndose para decirse que se quieren y que se están esperando. Que, poco a poco, se están reconstruyendo.

Es por eso que, un par de días mas tarde, con toda la mudanza a Madrid montada, vuelven a compartir pedacitos en redes sociales, tan sencillos como indicar que les gusta una publicación que, de alguna manera, les une. Tan sencillo como subir una foto juntos, que es algo que Raoul veía inviable semanas atrás. Pero lo hace, y la camufla entre dos fotos grupales. Tampoco añade una descripción, porque no hay palabras.

Y no recibe una respuesta pública de Agoney, pero se marcha a dormir sonrojado por el mensaje de texto que recibe con su nombre.

"Cada día te quiero mejor. Bona nit."



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