Llámalo infierno © |COMPLETA|

By EleSimo20

63.2K 4.3K 913

En cuanto Eduardo ya no es capaz de distinguir los comportamientos normales de los dañinos, está en peligro d... More

ANTES DE LEER
SINOPSIS
¡IMPORTANTE!
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
NOTA AUTORA&CRÉDITOS

Capítulo 20

1.2K 92 12
By EleSimo20

Capítulo 20

Narra Daniela

Dejo el consultorio sintiéndome más confundida que antes de entrar. Además de pedir información, esa mujer me habló de algo llamado terapia cognitivo-conductual, de la importancia de lo que sentimos, pensamos y hacemos porque, según ella, lo que pensamos influencia lo que sentimos y hacemos. O algo así. Y que durante las próximas semanas me ayudará a evaluar los pensamientos que me llevan a hacer cosas que perjudican la relación con Eduardo. Y que habrá que encontrar las ventajas y las desventajas de aquellos pensamientos. Averiguar si son realistas. Y buscar las alternativas. Si es necesario. No sé. Un lío. Ya no sé si es buena idea, además voy a perder dinero. Mucho dinero.

Viviana sonríe al verme. Hago una mueca mientras me voy atravesando el pasillo para acercarme a ella.

—Ay, dudo que te haya ido tan mal. —comenta

—Me confundió. Bueno, no cuando me pidió completar esos cuestionarios... El punto es que quiere que intentemos la terapia cognitivo-conductual. Claro, si estoy de acuerdo y se resulta adecuada y...

—Todo va a estar bien —me calla—. Sé a qué se refiere la psicóloga. Y sí puede servir. Te puede ayudar a identificar si hay algo mal en tu manera de pensar que te hace actuar como lo haces. Y luego te puede ayudar a hacer unos cambios.

Habla como la psicóloga. Se nota que estudia psicología...

—Y tuviste razón. Dijo que tengo que cooperar y que hasta me va a dar tareas.

—No te desanimes.

—Es que... Además de todo esto... Puede que sea demasiado tarde. Eduardo está muy distante conmigo desde que se enteró que le fui infiel... Se quiere divorciar, no me cabe ni la menor duda...

No sucedió lo que yo esperaba. Las cosas no cambiaron para bien después de que la semana pasada me pidió los detalles de aquella fatídica noche. Hasta me atrevo creer que empeoraron. Quizá porque le revelé lo del beso. Pésima idea. Me duele sólo recordar su actitud.

—Lo de la terapia te puede ayudar. Él verá que estás dispuesta a hacer lo que sea para recuperarlo, para que estén bien.

— ¿Tú crees? —cuestiono dudosa— Es que... Cuando le conté sobre mi idea de ver un psicólogo, no lo vi muy entusiasmado.

—Ay pero ¿qué querías ver? Además ¿tú qué harías en su lugar? ¿Cómo reaccionarías si te engañara? Tienes que entenderlo. Tienes que ser realista.

Me limito a fruncir los labios. Ella me anima a acompañarla rumbo a la salida del edificio, así que empezamos desplazarnos sin prisa y sin volver a sacar palabra. Hasta que llegamos afuera y nos toca decidir hacia dónde vamos.

— ¿Almorzamos fuera?

—No creo... Mi situación económica-

—Yo invito —interrumpe—. Porque estoy muy orgullosa de ti. Diste el primer paso y a veces el primer paso es el más difícil.

Logra sacarme una pequeña sonrisa. Y no porque esté de acuerdo con que deba estar orgullosa sino porque me está apoyando. No sé qué haría sin ella.

. . .

Cada hora que pasa resulta infernal. Mil dudas y preguntas que me carcomen por dentro, que me llenan de miedo... Estoy cada vez más inquieta, mi paciencia está llegando a un límite. Si Eduardo no regresa ya...

Vuelvo a dejar el sofá para acercarme a la ventana y ver si llegó, si está estacionando su coche ahí fuera. Y al igual que las otras veces, no lo veo. Hundo los dedos en el cabello, aún más desesperada. Él ya no trabaja y no hay muchos lugares a donde podría ir, así que esa maldita idea sigue presente en mi cabeza. Sí, eso debe ser: se está vengando. En estos momentos debe estar revolcándose con otra... ¿Habrá vuelto a ver a Jacqueline? ¿Y si nunca dejaron de verse?

Me dirijo hacia la mesa hallada al centro de la sala y cojo mi celular, pues lo tengo que llamar. No aguanto la incertidumbre. Y si no va a contestar, no sé qué opciones me quedan.

¡Ah, menos mal!

—Oye ¿dónde estás?

—Disculpa pero no puedo hablar en este momento. Cuando vuelvo te explico.

—Pero-

—Tengo que colgar —avisa, callándome—. Nos vemos más tarde. Adiós.

Y es justo lo que hace: cuelga. Alejo el celular de mi oído mientras mis dedos se encorvan, lo sujetan con más fuerza. Ganas no me faltan de arrojarlo contra el suelo pero al final opto por el sofá. Al tener ambas manos libres, vuelvo a revolverme el cabello. ¿Por qué no me dijo? Hubiera podido utilizar esos segundos para decirme donde está, no para avisar que no puede hablar... ¿Y por qué está tan ocupado? De lo que sé, ya no le interesa su carrera. ¿Habrá cambiado de opinión? ¿O estaba con otra?

Dos horas después, lo oigo abrir la puerta principal y salgo al pasillo sin pensarlo dos veces. No puedo esperar más, quiero oír ya sus explicaciones y ojalá no se trate de lo que sospecho. Mi repentina presencia parece dejarlo impasible. Lo único que obtengo es una mirada pero las palabras no salen.

— ¿Dónde estabas?

—Trabajando. —replica

— ¿Cómo? Pero habías... ¿Cuándo lo decidiste? ¿Por qué? —hace amago de abrir la boca pero no alcanza contestar— Ah, ya sé. No quieres verme la cara durante todo el día. Necesitas una ocupación y estás dispuesto a retomar esa carrera que había dejado de interesarte.

—Últimamente ninguno de los dos trabaja. No podemos seguir así ¿no crees?

Tal vez tenga razón. Aun así, aquí hay algo que no me gusta.

— ¿No merecía que me avisaras? Sé que te cuesta hasta dirigirme la palabra pero...

No continúo. Se me hace que solita di con la respuesta. Él casi no me habla, somos como dos extraños que viven bajo el mismo techo. Supongo que tampoco piensa darme explicaciones cada vez que sale o que toma una decisión. Pero no puedo aceptarlo. No es así como quiero que sea nuestro matrimonio.

—No me hagas esto...

—No te estoy haciendo nada. —apunta él

— ¡Eres distante! Y por lo visto, muy reservado —disminuyo la distancia entre nuestros cuerpos—. No me castigues...

Noto que mi cercanía lo hace girar la cabeza hacia un lado, como si quisiera evitar algo, como si quisiera escapar. El gesto me quema el alma. Pero no puedo rendirme. Atrapo su rostro entre mis palmas y lo obligo a encararme. Siento su mandíbula tensándose tras el acto y veo en sus ojos que no está de acuerdo con lo que hago. Sólo que yo tampoco estoy de acuerdo con lo que él hace. Y no soporto que me rechace... cuando yo me muero de ganas de besarlo.

Mis ganas terminan venciendo. Sus labios son destino irresistible para los míos, así que no espero más y me aferro a él, uniendo nuestras bocas en un intento de besarlo. Por desgracia, Eduardo se opone, echando un poco la cabeza hacia atrás. Lo suficiente como para romper el contacto.

— ¿Lo ves? ¡Por eso hice lo que hice! —estallo empujándolo con todas mis fuerzas

Retrocede pero no pierde el equilibrio.

No me siento mejor. Mis músculos no se relajan, de hecho mi cuerpo está cada vez más tenso. Mientras más consciente estoy de que fui rechazada por mi esposo, más me hundo. No hay justificación que valga y que calme lo que hay ahorita en mi corazón. Y no hay muchas maneras de lidiar con ello... más que desquitarme.

El coraje y las lágrimas nublan mi mirada pero creo ver que no le cae bien mi actitud. No me importa. No puede importarme. Su imposibilidad de perdonar sofoca, hiere y aumenta el desespero. Su comportamiento es insoportable.

— ¿Cómo no iba a dejarme seducir si tú actúas así? ¡Dime! —exijo golpeando su pecho— ¡Contéstame!

Repito el acto una y otra vez pero es como si cada golpe alimentara mi rabia porque me veo incapaz de parar. Entre tantos pensamientos confusos y emociones venenosas, hay algo que no logro descifrar pero que me está controlando. Y que me hace sentir que sólo desquitándome recobraré la calma y podré sentirme en paz. Está corriendo por mis venas, encendiendo mi sangre, dándoles vida a mis extremidades; fuerzas para atacar.

Hasta que de repente sus manos —más fuertes— se adueñan de mis muñecas.

— ¡Basta! ¡Suficiente!

Su grito me hace mudar mi atención en su semblante. Luce furioso. Lo fulmino con la mirada mientras trato de recobrar el aliento y considero la posibilidad de liberarme de su agarre. Miro mis dedos temblorosos, mis manos atrapadas en su firme agarre y ya estoy dudando de mi victoria. No podría lograr que me suelte.

Durante un par de segundos no sucede nada. No se oye nada más que mi respiración entrecortada.

Y bruscamente él me suelta y se aparta. Luego lo veo partir.

. . .

— ¿Está bien para ti si primero decidimos de qué vamos a hablar hoy? —pregunta la psicóloga muy calma— Es algo que haremos a principio de cada sesión para asegurarnos de que tenemos tiempo de hablar sobre lo que te preocupa. A eso le llamamos preparar la agenda. Yo tengo una lista de cosas que me gustaría incluir, luego te preguntaré si tienes algo que añadir. ¿Te parece bien?

—Sí... —murmuro, tratando de parecer segura de mí misma

En realidad no entiendo gran cosa pero trato de armarme de paciencia, pues no me quedan muchas soluciones... Y Eduardo dejó de hablarme, el miedo me acompaña a diario pues me parece en cualquier momento vendrá con los papeles de divorcio.

A medida que pasan los minutos, la impresión de que esto es una pérdida de tiempo casi me impide concentrarme. Me cuesta mucho trabajo rechazar el afán de salir corriendo. Incluso podría decir que esto es aburrido. Le digo que no tengo nada que añadir a su lista, pues no sé muy bien que debería incluir. Muestro mi acuerdo cuando me explica que en cada sesión tendré que rellenar unos cuestionarios, al igual que hoy. Cuando quiere saber cómo me sentí durante la última semana, me resumo a decirle que igual. Y ella le echa un vistazo a las hojas completadas que tiene delante.

Y de pronto una pregunta llama mi atención.

— ¿Pasó algo importante y que yo debería saber desde la primera vez que nos vimos?

Cierro los párpados para contener las lágrimas. Lo único que se me cruza por la cabeza es ese incidente... cuando lo volví a golpear.

—Sí. Sabe que uno de los motivos por los que estoy aquí es que... suelo agredir físicamente a mi marido. Pues hace unos días lo volví a hacer.

— ¿Y eso es algo que influyó la manera en la que te sientes?

—Sí. Bastante.

—Bueno —dice mientras apuntas un par de cosas— ¿Pasaron otras cosas que crees que deberían ser mencionadas?

—Nuestra relación no va nada bien... eso es ya algo constante. No, más bien creo el incidente hizo que esté aún más molesto conmigo. Ni me habla —suspiro—. No sé si es por eso o porque le fui infiel.

—Entonces no te habla... —vuelve a apuntar en su cuaderno— Debido al tiempo que tenemos a nuestra disposición hoy, te propongo que volvamos a esto en otra sesión. Si estás de acuerdo.

Asiento de inmediato.

—Si no tienes nada que añadir, me gustaría que a continuación repasáramos los problemas que has tenido. Todos esos incidentes que se fueron acumulando y que al final te hicieron venir aquí.

—Estoy cerca de un divorcio que no deseo. No sé muy bien cómo llegué aquí, todo indica que soy una pareja abusiva pero nunca me di cuenta. O sea nunca hice una cosa pensando quiero ser abusiva, quiero lastimarlo. Cuando hablé con mi amiga, ella me lo dijo... El punto es que no sé cómo lo hago, no puedo controlarlo.

—Tratas de decirme que no entiendes por qué y cómo lo haces.

—Sí. ¡Quisiera controlarlo!

—Bien. Te sugiero que éste sea unos de los objetivos. Que durante la terapia aprendas a controlar tu comportamiento. Vamos a apuntarlo. ¿Puedo hacerlo yo o prefieres-

—Puede hacerlo usted —interrumpo y enseguida noto que empieza escribir—. Y quiero evitar el divorcio. No quiero separarme.

—No quiero prometerte que podemos intervenir y cambiar lo que tu esposo desea hacer. Pero puedes aprender nuevas maneras de lidiar con los conflictos de pareja.

—Suena bien.

—OK. Vamos a añadir este objetivo —propone y anota—. Como tarea para la próxima vez te propongo que repases esta pequeña lista y decidas si hay más objetivos que quieras añadir.

—Bueno.

—Ahora quiero que nos enfoquemos en el impacto de los pensamientos en el estado de ánimo. Te pediría que pienses en un ejemplo personal concreto pero ya me ofreciste uno. Me dijiste que hace unos días golpeaste a tu marido. ¿Podrías contarme más?

—Se había ido sin decirme a dónde. Y las horas pasaban y no sabía nada de él.

— ¿Recuerdas lo que estabas pensando en esos momentos?

—Pues... Qué lo que él hacía era inaceptable.

—Entonces pensaste que lo que él hacía era inaceptable. ¿Y cómo te hizo eso sentir emocionalmente?

—Frustrada. Muy enojada.

—Bien —replica y agarra una hoja—. ¿Qué te parece si hacemos un esquema? Tu ejemplo es muy bueno para reflejar cómo, en una situación específica, tus pensamientos influyen tus emociones.

Dicho eso empieza escribir. Escribe una frase luego dibuja una flecha debajo de la cual escribe otra frase. Eso se repite una vez más. Al terminar me muestra la hoja en la que hay ahora tres frases: (Situación) Se había ido sin decir a dónde, (Pensamiento automático) Lo que hacía era inaceptable, (Reacción emocional) frustración y enojo.

—Así es cómo tú viste la situación —dice señalando con su bolígrafo la primera frase—, lo que te llevó a pensar esto —señala la segunda frase— y lo que pensaste te hizo sentir esto —señala la última.

Asiento con lentitud mientras observo.

— ¿Puedes explicarme con tus propias palabras la relación entre los pensamientos y las emociones?

— ¿Haber pensado eso me hizo sentir de cierta forma? ¿Es eso? Me está diciendo que yo reaccioné así por culpa de lo que pensé y no por culpa de lo que él hizo.

Me mira por unos instantes y siento que me está estudiando. ¿¡Qué dije!?

—Vamos a buscar más ejemplos que reflejen la relación pensamiento-emoción —dice—. Pero antes quisiera explicarte cuál sería tu tarea. Si estás de acuerdo, me gustaría que durante los próximos días estés al pendiente de lo que pasa en tu cabeza cuando tu estado de ánimo cambia para mal. Y que anotes esos pensamientos.

No digo nada. No es que suene complicado pero dudo recordar que tengo que anotar cosas...

—Y la semana que viene podremos evaluar juntas tus pensamientos. Es para ver si son acertados o no. Y cuando no lo son, te enseñaré a ver las situaciones de manera más realista. Y puede que te sientas mejor. Por ejemplo, es posible que descubramos que lo que tu esposo hizo no fue inaceptable y que aquí se trata de tu necesidad de estar en control y de saber todo lo que hace. Es una característica muy común en las relaciones abusivas. Pero ya hablaremos de eso. ¿Crees que habrá problemas con la tarea?

—No, puedo intentarlo.

—Muy bien. Si no, no pasa nada, trabajaremos la semana que viene en eso.    

EXPLICACIÓN:

Para escribir las escenas con la psicóloga(incluyendo las que vienen en otros capítulos), necesité el siguiente libro: Cognitive Behavior Therapy, Basics and Beyond (Second Edition) – Judith S. Beck, Aaron T. También necesité informaciones de otros libros, artículos etc. y parte de los conocimientos(generales) que me quedan de la universidad.

Pero aunque hice lo mejor que pude, estoy léjos de saber con exactitud todo lo que sucede en el consultorio de un psicólogo, de saber todo el proceso.

No creo que era necesario explicarlo pero igual.. es que es un tema muy complejo y difícil de mostrar en una historia. 

Continue Reading

You'll Also Like

233K 14.1K 25
Grace ha decidió alejarse de Theo pero... ¿Cuanto tiempo podrá estar alejada de él? ¿Que otras sorpresas le aguardan? La persona que amo, secuela de...
1.4K 242 21
Un mafioso es comprometido con una adorable chica, sin saber que detrás de esa inocente, se esconde una monstruosa criatura. Por Viviana Valeria V.
29.6M 2.3M 43
Emily Malhore es hija de los perfumistas más famosos del reino de Mishnock. Su vida era relativamente sencilla, pero el destino le tenia otros planes...
4.6K 870 59
El invierno llegó. Pero no el que todos esperaron. Ilhea fue atacada por Kainhet y Arani fue secuestrada por el Rey. Ahora, ella lucha contra el peor...