Estar en sus brazos siempre ha sido la cuna de mis mejores momentos, en especial cuando antes de dormir me coronaba con un beso en la frente y un cuento. Solo que esta vez lo que antes paz me producía, por alguna razón que no conocía mi corazón detenía.
Me descargó en la parte trasera del auto, la misma que fue el refugio de tantos deseos cumplidos. Ya no mami no me miraba por el retrovisor para ver si estaba sonriendo, en su mirada había cosas que yo no entendía. Por confusas razones que no comprendo me negué a como siempre con un beso calmar sus anhelos y flagelos. No lo sé, pero creo que tengo miedo.
En mis mañanas todo ha sido un cuento, papi el superhéroe de mis sueños protegiéndome de miedos y monstruos en la cama, encendiendo luces de sustento, llegando siempre a tiempo. Mami, ella es viento, ella es fuego, ella es las estrellas que en la noche cuento, mami es todos los dígitos del 1 al 10, cada uno de los colores que me sé y el dibujo abstracto en la pared.
El carro se detuvo, junto con él también el murmullo de mi mami diciendo que todo estaría bien. Se bajó sin mirarme y puso seguro en la puerta, salió corriendo con algo extraño en sus manos. No miro atrás. Mientras ella se iba observe por mi ventana un joven extraño que por otra ventana él miraba, en su semblante una mueca extraña, algo se asombraba, algo le desesperaba.
De repente dos gritos se escucharon, uno el de mi padre el otro de alguien extraño, una dama que se expresaba como quien culpas tiene de nada. Después de todo el escándalo dos disparos, las aves a sus cielos se marcharon y de aquel chico de la ventana lagrimas bajaron, lucía devastado.
Corriendo llegó mami con un semblante asustado, y en su blusa blanca un color rojo estrellado, no dijo nada solo me cargó en sus brazos, y es que al final de cuenta qué más puedes hacer con un niño de cinco años.