Por un momento (One-Shot Rago...

By ragoniac

15.2K 743 493

One-Shots inspirados en lo que Raoul y Agoney hacen en la vida real y en lo que, tal vez, pasa en los hoteles... More

"Por un momento"
"Lo bueno estΓ‘ por llegar" (Por un momento III)
Sin miedo a nada ("Por un momento" IV)

AUNQUE CUESTE (Por un momento II)

3.3K 177 104
By ragoniac

Madrid siempre le ha gustado. No sabe si tanto como para vivir en ella, pero está a punto de descubrirlo. Se siente muy orgulloso de su (única) estantería repleta de vinilos y, aunque intenta no hacerlo, sabe que a Agoney también le gustará.


No, no van a vivir juntos. Todavía. Pero a Raoul no le cabe en la cabeza un futuro sin un susurro canario llenando cada esquina de ese piso tan vacío y hueco.


Raoul sabe que no debe ilusionarse, que las cosas han quedado claras entre ellos y que no se puede permitir poner fecha al beso que más ganas tiene de dar, el beso que les devolverá lo que un infierno les quitó un par de meses atrás. Sabe que no debe, bajo ninguna circunstancia, dejar que Agoney sepa que está montando su piso en función de lo que ambos podrían querer en ella. Pero también sabe que es algo obvio, algo que Nerea no ha tenido que investigar demasiado para darse cuenta. Y para echarle bronca. No tanta como Mimi, pero bronca.


Se sienta en su sofá y observa su mayor logro en su nuevo piso. Pasan minutos y minutos en los que espera con ansias la confirmación de que Agoney volará a Madrid en las próximas horas. La espera por parte de Nerea, claro está. Ellos no hablan desde el último concierto... si a eso se le puede considerar hablar.


Por suerte o por desgracia, pasarán los últimos días antes del siguiente concierto juntos en Madrid. Y es por eso que no le quedan uñas que morder, que ha montado su estante favorito y que está inquieto, de los nervios, emocionado y asustado. Recuerda el último beso en la puerta de su habitación en el hotel. Joder, como para olvidarlo.


Agoney ha decidido coger el vuelo un día más tarde y Raoul sabe el motivo, pero no quiere darle demasiadas vueltas para no caer en lo de siempre. Pero en lo de siempre cae cuando, al día siguiente, se reencuentra con el moreno en casa de Nerea.


- Hola, chiquitina - dice con su voz más tierna, más Mickey Mouse, mientras abraza a la rubia.


- No estamos solos, espero que no te moleste.


Raoul lo escucha a pesar de su intento de susurrar, pero sobre todo lo siente por la manera en la que los hombros de Agoney se congelan y sus manos se aferran un poco más a la espalda de su amiga.


Levanta la cabeza y deshace el abrazo, cobijando a la chica bajo su brazo mientras alza la mirada, repasando de los pies a la cabeza, hacia la persona que más ganas tiene de ver, abrazar, besar, tocar. Amar. Pero claro, no puede demostrarlo. No puede porque no quiere darle esperanzas.


Agoney, frío para ocultar que realmente le necesita pero que no está listo para dejarse descubrir. Raoul, cálido y con la mano tendida para hacer sentir al otro chico cómodo y seguro, refugiado, en su presencia. Ambos sienten lo inevitable, amor, y ambos lo están sacrificando para poder salvarlo como merece. Como merecen.


- Raoul - es tan cordial que a Raoul se le hace un nudo en la garganta.


- Ei.

Demasiado frío. Demasiado roto.


- ¿Me ayudas a subir la maleta? - por lo menos su sonrisa es demasiado grande para su agrado y la tiene que morder. A Raoul le gusta saber que por dentro se están moviendo cosas aunque todavía no las quiera mostrar.


- Aprovechando mis dotes de botones por lo que veo - siente que el cielo se despeja, que el hambre acaba en el mundo, que el miedo desaparece cuando, después de mucho tiempo, ha podido bromear con Agoney.


- Siempre.

Es un alivio saber que las comidas en grupo siguen siendo poco incómodas, que sus amigas y Ricky están trabajando lo más duro para devolver la normalidad a sus vidas. Es un alivio poder pedirle la sal a Agoney, sentado al otro lado de la mesa, a pesar de que la ensalada ya sabe a océano, y que se la pase con una pequeña sonrisa.


- No está tan sosa, te dará algo con tanta sal.


En la mesa reina el silencio por la interacción tan natural y espontánea. Raoul quiere llorar de emoción pero sobre todo de miedo por haberse convertido en algo tan inusual, digno de silencio sepulcral. ¿Hasta dónde habían llegado?


- Esto... Me quemé la lengua con café y me he quedado sin sensibilidad en la lengua, así que ya paro, que igualmente no sabe a nada.


Se quiere dar un cabezazo cuando escucha su propia voz añadir un ligero tono de interrogación al final de su muy absurda excusa, delatándose una vez más.


- ¿Café?


- Café.


- ¿Ahora te gusta?


Mierda. Podría habérselo currado un poco más y utilizar, por lo menos, una bebida caliente creíble con la que haberse quemado... siendo Agoney la persona a la que estaba intentando engañar. Agoney, que le ha preparado decenas de zumos por las mañanas y chocolates por las tardes.


- Bueno...

Una carcajada suave y fina de Agoney consigue sonrojar a Raoul. Le resta importancia y se niega a comer su ensalada, asquerosamente salada. Nerea come cautelosa, sin dejar de hacer viajar sus ojos entre los dos chicos. Mimi y Ricky hablan en voz baja, lanzando pequeñas miradas en su dirección.


- ¿Quieres mi plato? Estoy lleno - ofrece Agoney.


- Y una mierda. Te lo vas a comer enterito.


- No me apetece.


- Si quieres te lo doy como si fueran avioncitos.


- ¿De verdad, chicos? - suelta Nerea, dejando caer su tenedor en el plato, levantando la atención de Ricky y Mimi. - ¿Delante de mi ensalada?


Es una suerte que la impulsividad de la rubia haya robado el rubor de las mejillas de Agoney, pues iba a ser demasiado evidente. No le des motivos para quererte, se recuerda. Solo vas a hacerle daño, no lo merece.


Es la hora de la siesta y en casa de Nerea se nota. La pequeña está envuelta en una manta y abrazada por Mimi, ambas en una fase bastante avanzada ya del sueño. Ricky descansa con los pies de las chicas en su regazo y con la cabeza de Agoney en su hombro. Juega con su teléfono e intenta ignorar que la mirada triste de Raoul no deja de recorrer al chico que descansa sobre él.


- No va a desaparecer. Aunque dejes de mirarle. 


O sea, Raoul piensa, me ha pillado repasando cada centímetro de Agoney.


- Le vas a despertar - regaña tan flojo como consigue. 


- Está totalmente fuera de combate. Toca una trompeta, si te apetece, que este ya no se despierta en un buen rato.


- Lo sé...


Ricky se da cuenta de que ha tocado algo en Raoul que ha ensombrecido sus ojos. No quiere los detalles, pero sabe que han compartido cama noches suficientes como para conocer sus rutinas de sueño. Lo que tal vez no sabe es que Raoul pasaba tantas horas observando el rostro canario que, por las mañanas, cuando se reía de él y le llamaba dormilón, le daba vergüenza admitir que no llevaba encima las horas suficientes de sueño. Por su culpa. Por tener los labios más atractivos y el rostro más pacífico una vez hundido en el sueño profundo.


- Lo siento.


- No. No... lo sientas. 


- Raoul, hace ya tiempo que no hablamos. 


- ¿Y tiene que ser ahora? Se va a despertar y seguro que no ha dormido en más de un día entero.


- ¿Cómo estás?


Ricky parece ignorar la ansiedad creciendo en el pecho de Raoul. Aun así, como su tono no acaba de ser demasiado elevado y ninguno de los otros tres presentes parece estar despierto, decide no llevarle la contraria. No quiere desesperarle y obligarle a alzar la voz. Además, siente que necesita hablar con alguien. Y quién mejor que la persona con la que Agoney se ha sentido lo suficientemente cobijado como para reposar unos minutos con él. Le envidia.


- ¿Te digo la verdad o te miento y quedo bien? Como la mierda, Ricky. Se me escapa. Entre mis putos dedos. Y no puedo hacer nada, no quiero hacer nada, me niego a hacer nada.


- ¿Piensas quedarte de brazos cruzados?


- Es lo que me ha pedido. Eso pasa por encima de todo.


Ricky piensa durante unos segundos y Raoul los utiliza para mirar el pecho de Agoney subir y bajar con la misma frecuencia todo el rato, sus labios entreabiertos.


- Le quieres.


- ¿Quieres un Nobel por descubrirlo?


- Lo estás haciendo muy bien. Esto de mantenerte al margen. No lo admitirá nunca pero te lo agradece muchísimo.


- ¿Tu crees?


- Yo sé.


Raoul asiente. Más por querer callarle que por estar de acuerdo.


- Ricky... - lo susurra.


Deja que el peso de su cabeza recaiga en su cuello y la hunde entre los hombros, mirando al suelo.


- Me está matando - su voz se quiebra lo suficiente como para dejar un vacío de silencio a continuación que utiliza para recomponerse.


- La pregunta es... ¿estás dispuesto a morir?


- No te pongas melodramático.


- Responde.


Lo medita. Sabe la respuesta. No sabe cómo explicarla. Es muy grande para sus labios tan pequeños.


- No sé qué sabes y poco me importa, la verdad. Pero el día en que puso fin a esto... dios, Ricky.


- No tienes por qué explicarme nada, de verdad. Lo siento.


El nudo en su garganta se hace cada vez más grande y quiere acercarse a su cuerpo y besar sus labios para poner fin a ese dolor físico que siente. Sus labios le piden a gritos juntarse con los suyos.


- Para pasarme la vida pensando en qué hubiera pasado si no le hubiera dejado ir, prefiero que esto acabe conmigo. Que él acabe conmigo. Tiene todas mis armas. Que las use cuando le de la gana. Estoy aquí, a punto de tiro. Y no me estoy moviendo.


- ¿Tienes miedo?


- Mucho.


- ¿De qué?


- De no saber si volveré a tenerlo como le tienes ahora mismo, vulnerable y confiado encima tuyo. Me aterra no recordar si le dije que le quería la última vez que le hice el amor.


Ricky le mira y abre la boca para contestar, pero Agoney se remueve a su lado para volver a acomodarse, esta vez con un brazo cruzando su abdomen. Y Raoul cierra los ojos porque le duele.


La noche se presenta aburrida y no tienen plan, así que Raoul, agotado de pensar, se despide de todos.


- ¿Dónde pasas hoy la noche? -le pregunta Nerea.


- Creo que me voy a mi piso.


- ¿Vas a dormir en el suelo?


- En el sofá. Me apetece.


No le apetece lo más mínimo. Pero Agoney se ha acurrucado en el sofá y mira la televisión con la mirada tan cansada que sabe que ha llegado el momento de retirarse.


- Vale, pero ponte alarmas porque mañana tenemos lo del Carrefour.


- ¿Vosotras dormís aquí las dos? - les pregunta a Mimi y Nerea.


- Los tres - contesta Ricky.


- Los cuatro - añade con un hilo de voz Agoney.


Raoul frunce los labios en un intento desesperado por no dejar ir alguno de sus motes cariñosos antes de dar las buenas noches y desaparecer entre las calles de Madrid.


Agoney no tarda en dormirse, derrotado por el vuelo y por el nítido recuerdo de Raoul susurrándole que le quería la última vez que le hizo el amor. Pues claro que lo hiciste, quiso gritarle bajo el efectivo intento de parecer dormido esa misma tarde, si eres un puto romántico. Claro que lo hiciste.


Las entrevistas del día siguiente meten el dedo en la herida varias veces y Agoney sabe que la ha cagado en algunas respuestas, pero también sabe que jamás se mostrará vulnerable ante su público y que excusará sus modales bajo cualquier excusa de libertad y su temida transparencia a la hora de dar declaraciones. Lo que sea menos confesar que se siente roto y que no sabe cómo gestionarlo pero que, poco a poco, siente que mejora. 


Cada vez que deja caer que le molesta que le relacionen con Raoul desvía la mirada a su rostro e intenta encontrar dolor, pero solo encuentra una mirada llena de calma que no le teme en absoluto. Raoul no tiene miedo a mirarle y sostenerle la mirada, no le asusta exponerse delante de las cámaras. Tampoco podría ocultarlo si quisiera. Agoney se siente cobarde por huir de su mirada, de su contacto, de su presencia. Pero le aterra dejarse llevar. Es pronto. Lo estropearía todo en un brote de ira por cualquier tontería y lo suyo con Raoul merece mucho más


El corazón de Raoul se para cuando, en mitad de una entrevista, Agoney se dirige a él para decirle que no ha escuchado nada de su música. Se le para el corazón pero lo oculta con la mirada más fija y cálida que le puede regalar. Y no la aparta de su rostro, incluso cuando este se agacha y desvía la mirada.


Supone que es por eso que, esa noche, tras escribir y reescribir el mismo mensaje de texto varias veces, le envía un trocito de canción a Agoney. "No hace falta que lo escuches si no quieres, lo siento por ser tan gilipollas y no haber hecho esto antes." Añade un "te echo de menos" porque lo considera conveniente y porque es una verdad que necesita que Agoney escuche.


Agoney espera a que Nerea caiga rendida a su lado en la cama para levantarse y dirigirse al salón. Se acomoda en el sofá con los dedos temblorosos y suspira antes de escuchar lo que Raoul le ha enviado. Se siente como un niño el día de los Reyes Magos.


"No me importa con quien vayas a dormir ahora"


Se le para el corazón. Su voz. Dios. La voz que tantas veces ha escuchado en esas versiones que grabaron y que nunca llegaron a compartir con el mundo.


"Sé que el día de mañana, aunque cueste, estaré ahí. Es difícil, lo sé, a mí me cuesta también"


Siente que le va a salir el corazón por la boca, que va a despertar a Nerea con sus latidos y respiraciones agitadas. Nota que la herida se hace más grande, le duele. Le duele por él mismo pero le arde por el chico desgarrado que confiesa su dolor en esa nota de voz. Le rompe.


"Son tus labios, tu olor tu piel."


"Nuestro amor no es real, solo quieres jugar"


Una sacudida envía lágrimas a sus ojos y no les quiere dar el permiso de hacerse con su control tan fácilmente, pero es la siguiente frase la que consigue hacer de su corazón un conjunto de cristales recién rotos. 


"No puedo más"


Son las tres de la madrugada cuando Raoul recibe una llamada. Se asusta. Salta en su propio sofá y busca a tientas el teléfono.


- Raoul...


- Ago. Ago, ¿dónde estás?


Silencio. Demasiado.


- ¿Estás bien?


Una respiración agitada y lejana. El cabrón está llorando y ha alejado el teléfono. Se desespera.


- Agoney, por favor. Contesta.


- Estoy... no te creo. No, te creo. Lo que no me creo es que estés tan lejos y seas tan fuerte y tan bueno y no me creo que cojas el teléfono a las tres de la mañana para oírme llorar cuando sabes que lo odio. No me quiero creer que me ha tocado la puta lotería contigo y lo estoy llevando de pena. No sé qué creo, que soy imbécil. Que deberías haber nacido americano para triunfar como te mereces, para tener lo que te mereces. No te merezco, dios mío, Raoul, no te mereceré nunca.


A Raoul se le va a salir el corazón del pecho. No quiere escuchar la voz rota de Agoney, no mientras le confiesa esas barbaridades y mucho menos cuando no puede estar a su lado para acariciarlas con sus manos. 


- ¿Dónde estás? Necesito verte.


- Necesitas dejar de esperarme. ¿No lo ves? No estoy a la altura y no lo voy a estar. Te mereces... todo. Y te ofrezco nada.


- ¿Dónde coño estás?


- No lo sé, no lo sé, no lo sé. Un parque. Hace frío.


- No cuelgues, por favor.


Se pone unas depotrivas tan rápido como puede y no se molesta ni en peinarse antes de recoger sus sudadera negra y las llaves.


- Necesito que me digas alguna referencia de dónde estás. Hay muchos parques.


- Estoy a dos calles de la casa de Nerea.


- Ya voy. Háblame. Por favor - hay dolor y desesperación en su voz. Quiere estar a su lado. Lo necesita.


- Tienes una voz preciosa. Tienes talento. Tienes lo que pocos tienen.


- ¿Has escuchado la canción?


- Ha sido la peor decisión. Va a acabar conmigo.


Raoul ríe mientras corre con el viento congelándole la cara.


- Te odio - dice el canario, esta vez con un tono mucho más tranquilo y casi nada tembloroso. 


- No es verdad.


- Debería.


- Tal vez.


- No es verdad - gruñe.


- Te contradices, amor.


No se arrepiente. Esta vez, no. A Raoul le rompe que Agoney pueda llegar a creerse insuficiente. Agoney, la persona que nadie nunca va a merecer, pensando que no merece a otra. Raoul quiere matarlo a besos.


- Me gusta. Que me llames amor.


- Lo sé. Lo eres.


- No me gusta que lo sientas de verdad. Ojalá no lo sintieras.


- Deja de decir tonterías. Soy mayorcito. Sé dónde me meto.


- ¿Dónde te metes?


- Donde vale la pena meterse.


- ¿Y cómo pretendes salir?


- No lo pretendo.


Silencio al otro lado de la línea.


- Joder, qué frío. ¿Cuánto llevas en la calle?


- ¿Una hora? No lo sé, te he escuchado cantar como cincuenta veces.


Se hace el silencio a ambos lados de la línea mientras Raoul intenta orientarse en la oscuridad de la ciudad. 


- ¿Es por mí? - la voz de Agoney le saca de sus pensamientos.


- ¿Qué?


- La letra.


Raoul suspira un par de veces. 


- Depende de lo que hayas entendido.


- He entendido que un gilipollas que no te merece te está haciendo daño.


- Entonces no.


- ¿Entonces de qué va?


- De un gilipollas que está dispuesto a luchar por alguien.


- "Nuestro amor no es real, solo quieres jugar"... - recita el canario y a Raoul le de un vuelco el corazón.


- Es... complicado. No es literal. Ya sabes lo que pienso. Voy a estar ahí por muy difícil que sea.


- Te odio.


- Otra vez, Agoney. Que no es verdad y lo sabes.


Cuando Raoul llega al parque, diferencia la silueta de Agoney en uno de los bancos de madera. Se acerca a él aún con la llamada aún abierta. No sabe qué decir.


- Hola.


- Hola.


Una ventada de timidez les acaba de arrollar y vuelven a ser dos niños en los castings de un programa de talentos, sonrojados y cargados de incertidumbre. Quién les iba a decir que todo eso existiría. 


- Toma - le ofrece su sudadera negra y la acepta sin rechistar. Será por el frío, pero sobre todo por la necesidad de conservar el olor del rubio en su cuerpo.


- Gracias.


Se miran. Poco más hacen durante un par de segundos.


- No te odio.


- Ya lo sé.


- Dímelo.


- ¿Qué?


- Lo que me has dicho por teléfono, dímelo.


- Amor, no te ofendas, ¿vale? Pero hemos hablado un buen rato... 


Los ojos de Agoney brillan y su cuerpo de acerca más al de Raoul, su voz es incluso más suave. Raoul siente que le quiere confesar un secreto, que le va a revelar el mayor enigma del mundo, que le va a pedir que le quiera, que se va a dejar querer de una vez por todas.


- Eso. Otra vez. Por favor.


Raoul ya sabe lo que quiere, pero no quiere dárselo aún. 


- Llámame... llámame. Amor. 


Hay cierto desespero en su voz y sus manos lo acompañan, pues las arrastra con ganas hacia las frías mejillas de Raoul y las deja ahí, paseando sus ojos por los labios que tantas ganas tiene de ver articular una sola palabra. 


- Amor.


Es un susurro. Es un susurro pero a Agoney le vale. Un susurro que le sacude el cuerpo y le obliga a sujetar con más fuerza las mejillas de Raoul, bajarlas al cuello y acariciarlo. 


Raoul se quiere morir, siente sus manos en su cuello, en todas partes. Y no pretende comprarlo con sus palabras, pero siente que le va a estallar el pecho si no vuelve a ver el destello de tranquilidad en sus ojos cuando vuelve a susurrar su nombre de forma cariñosa.


- Amor. Amor, amor, amor...


Un sollozo de Agoney ahoga su última palabra y le amenaza con dejarle sin aliento. Agoney está llorando delante suyo con una sonrisa en los labios que no acaba de entender. 


- No te vayas, no me dejes. Me muero de miedo - las palabras de Agoney obligan a Raoul a morderse el interior de sus mejillas. - Yo sé que no te merezco, lo sé, pero-


- Cállate.


- Cállame.


Raoul abre los labios y observa la cara de la persona más bonita que ha visto en su vida. Se muere de ganas de besarla. Busca en ella rastros de arrepentimiento, de simple cordialidad. Busca y solo encuentra pena y dulzura. Siente que se derrite.


Junta sus dos frentes y deja que sus narices jueguen durante unos segundos. Pero no se besan. No se besan porque Raoul sabe que no es lo que quiere, que se lo ha pedido como prisionero del miedo, pero que, conociendo a Agoney, se torturará toda la noche con haberle besado. Como pasó la última vez. Y Agoney tampoco le besa porque no cree que sea justo.


- Los besos de esquimal siempre fueron los mejores - dice Raoul.


- Los nuestros lo eran. 


- Lo seguirán siendo. No me voy a ningún lado, Ago.


Pasar la noche separados no es algo de lo que se alegren, pero juntos han decidido que es lo mejor. Además, ambos guardan el olor del otro sobre sus cuerpos y es la primera vez en semanas que consiguen dormir sin echarse (demasiado) de menos. 


Al fin y al cabo, no les importa con quién vayan a dormir ahora. Saben que el día de mañana, aunque cueste, estarán ahí. 


NOTA: No tenía pensado continuar este one-shot, pero supongo que las cositas que van pasando estos días me motivan a escribir. Supongo que se va a compartir en una especie de serie basada en hechos reales pero llevada a la ficción. Espero que os guste y espero que vengan más.

Tw: ragoniac_

PD: mil gracias por el amorcete que estáis dejando en este shot y en mi fic principal, LAGOM.


Continue Reading

You'll Also Like

1.3M 57.8K 104
Maddison Sloan starts her residency at Seattle Grace Hospital and runs into old faces and new friends. "Ugh, men are idiots." OC x OC
43.8M 1.3M 37
"You are mine," He murmured across my skin. He inhaled my scent deeply and kissed the mark he gave me. I shuddered as he lightly nipped it. "Danny, y...
773K 28.7K 103
The story is about the little girl who has 7 older brothers, honestly, 7 overprotective brothers!! It's a series by the way!!! πŸ˜‚πŸ’œ my first fanfic...
55.1M 1.8M 66
Henley agrees to pretend to date millionaire Bennett Calloway for a fee, falling in love as she wonders - how is he involved in her brother's false c...