Llámalo infierno © |COMPLETA|

By EleSimo20

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En cuanto Eduardo ya no es capaz de distinguir los comportamientos normales de los dañinos, está en peligro d... More

ANTES DE LEER
SINOPSIS
¡IMPORTANTE!
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
NOTA AUTORA&CRÉDITOS

Capítulo 13

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By EleSimo20

Siento la necesidad de aclarar que si no contesto a todos sus comentarios es porque a veces no sé qué decir y otras veces no quiero decir algo que vaya a revelar cosas. No sé si me hago entender.

Pero ya lo había dicho antes(quizá lo hice en otras historias), me encanta cuando dejan sus opiniones y siempre las leo. 

¡Gracias por el apoyo!

Capítulo 13

Narra Eduardo

Quiero tomar el primer avión y largarme de este hotel y de esta ciudad pero el corazón no me deja. Tampoco acepta todas las ideas que cruzan por mi cabeza acerca de la mujer que amo. Mi corazón se niega aceptar que ella es una persona muy difícil y que es muy probable que sea la causante de la mayoría de nuestros problemas. Mi corazón se niega asimilar que esta relación es tóxica, al menos para mí. Pero es que no es posible que sea normal todo lo que ocurre. No es posible que un matrimonio obligue a la gente a soportar todo lo que a mí me toca soportar.

Reviso el reloj; lleva media hora fuera, ya que insistió comprarme los medicamentos. En cualquier momento puede volver y no sé qué vaya a ocurrir luego. Quizá regrese el pesado silencio que hubo después de quejarme de que todo esto es demasiado. Quizá me haga un escándalo... Me siento preso, en todos los sentidos. No sé qué rayos me pasa, estoy decepcionado y amargado. Quisiera botarlo todo a la basura. Sin embargo la amo demasiado. Además no puedo ser tan cobarde y renunciar... Como dijo un día: el divorcio sería el camino fácil...

Vuelvo a acostarme en la cama, con intenciones de dormir. Me siento horrible, me siento cansado. No sé cómo me gané este resfriado, no es el tipo de regalo que esperaba en mi cumpleaños pero... Me toca lidiar con el.

La llegada de un mensaje me hace estirar la mano hacia la mesita de noche.

Jacqueline: ¡Feliz cumpleaños!

Jacqueline... Cómo quisiera pedirle un consejo. Pero aunque mi esposa no esté presente y no hay manera de que se entere, pienso cumplir mi palabra. Bueno, sí puede enterarse si pasa como ayer, cuando se metió en mis mensajes. Suele ser tan entrometida que un principio hasta me molestó. Pero si le reclamo algo, dice que tengo cosas que ocultar. Mejor que haga lo que se le pegue la gana.

En cuanto al cumpleaños... es de todo menos feliz.

Eduardo: ¡Muchas gracias!

No tiene nada de malo agradecerle. Sólo espero que no inicie una conversación. Arrojo el teléfono a mi lado y cierro los ojos. Trato de no pensar en nada, sólo quiero descansar. Por desgracia no consigo despejar mi mente, no puedo dejar de buscar justificaciones para lo injustificable. ¿¡Quién te regaña por haberte enfermado!?

Pues parece que Daniela lo hace. Porque Daniela se enoja por lo que sea, falta que me reproche que el cielo no está azul. Aquí algo anda mal. Y hoy constato que mi plan de tener cuidado para no hacerla enojar puede fallar. Simplemente hay cosas que yo no puedo controlar. Mierda, ni siquiera sé qué será lo siguiente que la pondrá de mal humor.

Viéndole el lado bueno, esta vez no me golpeó. Quizá eso deje de ser un problema... O quizá no fue una discusión fuerte y no sintió esa rabia que la hace perder el control.

. . .

Llevamos un par de horas en esta situación y ninguno de los dos hace algo al respecto. Ella ni siquiera me habla, a no ser que quiera saber sobre mi estado o recordarme que debo tomar mis medicinas e hidratarme. Pasa la mayoría del tiempo acurrucada en el sillón, con el teléfono en sus manos. Hay momentos cuando la sorprendo mirando con tristeza por la ventana. Y en esos momentos siento una gran culpa por haberme enfermado.

Como ahora. Estaba tan entusiasmada por hacer este viaje, se puso tan contenta cuando le avisé que podíamos ir. Y no hay que olvidar que gastó todos sus ahorros... ¿Y qué consiguió? Pasar el fin de semana en un cuarto de hotel.

—Lo siento.

No sé qué es lo que lamento. Pero odio verla así.

—Bueno —contesta sin voltear a verme—. Ya no pienses en eso.

—Deberías salir sin mí. No me gusta que te conformes con mirar por la ventana...

No dice nada.

—Salgamos los dos. Me estoy sintiendo mejor —miento—. ¿Qué dices?

—No tengo ganas.

Es evidente que sigue molesta y a decir verdad, no me quedan muchas opciones para tratar de contentarla. Algunas opciones ni siquiera pueden ser tomadas en cuenta. Me gustaría acercarme, abrazarla y cosas así pero... cuando está así, no gano nada, al contrario. Además estoy enfermo y no quiero contagiarla. Bueno... respirar el mismo aire no creo que ayude mucho a evitarlo. Pero rechazó la idea de alquilar una habitación más. Me pregunto si la razón por la que lo hizo es que lo pagaría yo.

—Daniela...

—No —me corta—. Y ya no quiero hablar de eso.

Genial. Entonces pasaremos las vacaciones sin dirigirnos la palabra, hasta que ella decida que quiere lo contrario. Estoy cansado. Emocionalmente. Y no quiero lidiar con otra pelea que puede tener desenlace violento, prefiero aguantarme su silencio. Por más que duela.

Unos ratos después, el silencio incómodo es interrumpido por una llamada. Alcanzo el teléfono y contesto, bajo la mirada interesada de mi esposa. Hoy me ha llamado mucha gente para felicitarme y ella hizo siempre lo mismo: se quedó viéndome. Hasta pude sentir sus inmensas ganas de oír las conversaciones completas.

Y sé que ésta es de la que más le interesarán al descubrir que se trata de Luis —que según ella, es mala influencia, mal amigo y todo ese rollo.

—Y lamento no poder decirte estas cosas en persona —aclara él después de felicitarme—. Vendría a París pero no quiero arruinar tu luna de miel.

Me saca una sonrisa pero es llena de amargura, pues enseguida recuerdo que el viaje terminó siendo un fracaso.

—Déjame decirte que tu mujer me impresionó. Los dos sabemos lo que opina de los viajes. Y sabemos que piensa un millón de veces antes de gastar su dinero. Así que... Estoy impactado. Sólo te digo que lo aproveches, eh.

Hago una mueca ante la última frase. Su tono sugiere ciertas cosas.

—Ya sabes, duro contra el muro.

—Cállate.

—No te quito más tiempo —avisa divertido—. Otro día hablamos.

Al dar por acaba la conversación, la triste realidad me golpea. Estoy lejos de tener un fin de semana inolvidable, encima me siento responsable porque los esfuerzos de Daniela no tuvieron el resultado esperado.

—Se tardó un poco ¿no te parece?

Su comentario me deja confundido.

—Mira qué hora es... ¿Tan ocupado estaba que no pudo llamar antes?

—Qué más da... Lo importante es que lo hizo.

—En fin. Nunca vas a comprender que son todos unos falsos. Estás muy contento porque llaman ¿no? Quién sabe qué tan sinceros son...

Logra entristecerme. No tiene caso añadir algo, por lo tanto ya ni me esfuerzo. Como tampoco pienso esforzarme a salvar nuestras vacaciones. Y si los boletos no estuvieran comprados, le propondría que nos fuéramos hoy mismo.

. . .

¿Hasta cuándo? Observo el reflejo de mis rasguños y de mi labio roto, sin dejar de preguntármelo. Me siento el hombre más patético de esta tierra. Los meses pasan y aún estoy permitiendo que una mujer me golpeé cada vez que se le pega la gana y siempre guardo la esperanza de que no volverá a repetirse. Pero no puedo esperar que no se repita más si no soy capaz de evitarlo, si ya nada me sale bien...

No sé qué me está pasando, tampoco cómo arreglarlo. Soy un desastre y no es una sorpresa que ella ya no tenga paciencia. Más bien es una sorpresa que siga a mi lado, que siga amándome cuando no merezco absolutamente nada.

Las lágrimas están quemando mis ojos, intentan salir y lavar la pena. Sin embargo no cedo, no quiero llorar; aunque me explote el pecho, no lo voy a hacer. Lo hice una vez o dos y no me ayudó. Acabé sintiéndome más miserable. Más débil. Más imbécil. No puedo olvidar que una ocasión ella me vio y se rió en mi cara y me pidió que no me hiciera la víctima. Supongo que tuvo razón. Pero no lo había podido evitar. Logró lastimarme, como muchas otras veces...

De pronto mi celular empieza sonar, así que decido salir del baño y averiguar quién es, para luego decidir si vale la pena contestar o no. Espero que no sea Luis. La supuesta falta de tiempo ya no puede ser mi excusa, tendré que inventarme otra. Pero nada me hará aceptar que salgamos... No estoy de ánimos. A decir verdad, no quiero seguir siendo su amigo. También espero que no me llamen del trabajo. No me convencerán aceptar ese nuevo proyecto.

Mierda. Es Jacqueline. Casi por instinto le echo un vistazo a la puerta, queriendo saber si Daniela está por entrar. Si llega, me preguntará quién es. Y si le digo... No quiero otro escándalo. ¿Qué hago?

Al final, rechazo la llamada. Pero sospecho que el sonido llegó a oídos de mi esposa. Ojalá no venga. Dejo el celular en la cama y me paso ambas manos por la cara. Suelto un largo suspiro, sin saber por qué. Como que necesito alivio. No ayuda. Permanezco inmóvil por varios minutos, incapaz de decidir qué hacer.

— ¿Quién era?

Me sobresalto. Mi corazón se detiene por unos segundos. Mi mente me grita que conteste, o la voy a enojar, sin embargo mi boca no coopera. Daniela decide ingresar al cuarto y averiguar por su cuenta.

—Qué insistente —se queja mientras mira la pantalla—. Pero veo que rechazaste la llamada. —añade y arroja el celular sobre el colchón

—Fue lo mejor.

Lo digo nada más por decir algo. Hace mucho tiempo que dejé de entender qué es lo mejor o lo peor. Parece que es lo que deseaba oír, ya que exhibe una sonrisa llena de satisfacción.

—Voy a preparar la cena. —anuncia justo antes de que el silencio se vuelva incómodo

No tengo hambre. Asiento, por dentro siento alivio de que decida dejar el cuarto. No me dura, pues cambia de opinión a último momento y hasta comienza acercarse a mí.

— ¿Estabas... llorando?

Dos veces mierda. ¿Y qué se supone que voy a decir?

—Eduardo... —noto que su tono se ablanda, que pone esa cara de niña arrepentida— Sabes que yo no quería. Sabes cómo me pongo. Perdóname ¿sí?

¿Quién soy yo para no perdonarla? Nuestro matrimonio es un desastre y llevo gran parte de la culpa. Sus arranques de rabia nunca dejan de doler pero... bueno, así es ella. Y la amo con toda mi alma. Eso es lo único positivo que aún soy capaz de sentir... Amor.

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