Giro de guion

By lachinaski

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Aurora es un caos, su vida consiste en recordar con quién se acostó la noche anterior, intentar no pasarse co... More

¿Qué pasó con Ion Garrochotegui?
Hoy no me puedo levantar
Soy un desastre
Sufre, mamón
Teatro de la oscuridad
Adiós papá
Rey del Glam
Falsas costumbres
Queridos camaradas
Ellos dicen mierda, nosotros amén
Ay qué pesado
Calle melancolía
Me cuesta tanto olvidarte
El blues del esclavo
Me colé en una fiesta
Flojos de pantalón
Lluvia del porvenir
Cumpleaños feliz
Cruz de navajas
Mundo indómito
Qué hace una chica como tú en un sitio como este
Enamorado de la moda juvenil
Naturaleza muerta
Escuela de calor
No controles
Feo, fuerte y formal
Veneno en la piel
Veteranos
Manos vacías
Terror en el hipermercado
Segunda Parte: El nudo gordiano

La mala reputación

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By lachinaski






La mala reputación




El calor de los focos, tres kilos de maquillaje empastándole la cara, las cámaras rodeándole, la ilusión de todo un mundo tras su espalda que solo existe en la primera pantalla. Ancianos seniles, babosos, con problemas de oído y dicción, aplaudiendo a destiempo cuando lo indica el animador, abucheando si sus ojos repletos de cataratas alcanzan a verlo en un cartel. Las tres horas de peluquería, los cambios de vestuario. El estrés de un guion que se escribe conforme avanzan las horas. La adrenalina de una buena raya de coca a tiempo.

Raúl sonríe ampliamente, mirando el objetivo de la cámara que tiene ante sí. Subido a la tarima de las noticias, con el último traje de Hugo Boss que se ha comprado y la barba recién recortada, enseña sus dientes blanqueados a un público que se lleva de calle todo el rating de la sobremesa. Amas de casa, ancianas y adolescentes de todo el país lo observan atentamente, tiene una noticia, una bomba que soltar, la cortina de humo para que todo el mundo prenda la televisión o les siga en streaming con el fin de saciar el suspense que lleva creando desde que ha comenzado la emisión.

A veces piensa que ha nacido para eso, que manipular las mentes de los incautos es su gran don y tener la sangre fría para que no le importe en absoluto una herramienta innata que le fue proporcionada para poder llevar a cabo su cometido. Es el rey de las marionetas, un as de las máscaras. El público solo es un simulacro para encargarse de los individuos. Allí él es el rey, quien maneja los hilos. Nadie escapa de su tercer ojo, ni tienen el valor para enfrentarse a él. Ha convertido a la televisión en su feudo y a esa panda de fenómenos que la pueblan en sus esbirros. El mundo es suyo ahora mismo y él lo sabe, así que se ajusta la corbata, carraspea para aclararse la garganta y señala con el dedo para que toda España se dé por aludida.

—Lo había anunciado —su voz suena clara, fuerte, imperante—. Alguien conocido, de una familia importante. Joven, guapo y exitoso.

Tras de sí hay una pantalla, frases llenas de impacto aparecen en ella, aumentando la tensión entre el público, que se muere por saber de quién está hablando.

—Un embarazo no deseado, señoras y señores —prosigue, moviendo las manos como si fuese un político. Y, en cierto modo, su trabajo es similar, ambos venden historias a la gente—. Un respetado miembro de la alta sociedad de nuestro país ha pagado una importante suma de dinero para que no se sepa que su hijo dejó embarazada a una chica. Hablamos de alguien muy importante, señoras y señores. De un icono de esta nación.

En su mente puede escuchar el redoble de tambores, aunque sabe que desde producción se habrán encargado de poner la música adecuada para que todo el mundo pueda escucharla en sus casas.

Hace una pausa dramática, cerrando ligeramente los ojos. Manipular, extorsionar, mentir, siempre ha sido su santísima trinidad. Uno no llega a nada en la vida jugando limpio, las reglas están para utilizarlas en favor personal, es lo que le ha hecho llegar dónde está.

Cuando abre los ojos voltea la cabeza, mirando la pantalla. La cara de Alonso de la Vega aparece, sonriendo junto a una muchacha rubia ante el letrero de Hollywood. La música empieza a retumbar por todo el plató, los ancianos tardan en obedecer las órdenes para ponerse a murmurar, el maquillaje empieza a dale demasiado calor con tanto foco encima, pero acaba de destapar un escándalo y España entera está en vilo.

—¡Efectivamente, señoras y señores! —Mira de nuevo a cámara, otro golpe de efecto—. Alonso de la Vega, el hijo pequeño del Capilla, habría dejado embarazada según mis fuentes a una chica en los Estados Unidos. Por lo que he podido saber, la muchacha abortó, pero a cambio le pidió al menor de los hijos del Capilla una suma importantísima de dinero.

Entonces entra Bonet, conductor del programa y gilipollas sin remedio, con esos andares de prepotencia que a Raúl tanto le sacan de quicio. Piensa que la mayoría de sus colegas son una pandilla de inútiles buenos para nada, aunque en realidad eso es lo que más abunda en el mundo de la farándula, quizás por eso le ha resultado tan fácil siempre hacer lo que le diese la gana. Con tener algo de cerebro basta para llegar alto, eso o pagar un buen agente. Pero Raúl no tiene agentes, todo lo suyo prefiere gestionárselo sin terceros pululando por ahí. Siempre ha pensado que para hacer las cosas bien uno tiene que encargarse por sí mismo.

—¿De cuánto estaríamos hablando? —Pregunta Bonet, que en realidad solo está repitiendo lo que probablemente quiera saber el público.

Raúl ladea una sonrisa en ese teatro de guiones a medio terminar y kilos de silicona, la pantomima es su mayor virtud. Se dirige de nuevo a los telespectadores, seguro de sí mismo, altivo.

—No está asegurado —advierte—. Repito, no está asegurado, necesito que me lo confirmen mis fuentes, pero podríamos hablar de una suma entre diez y veinte mil euros.

Bonet abre los ojos, emulando un gesto de entre sorpresa y horror, puro teatrillo para encandilar a las masas. Entonces, tal y como le han indicado desde producción, se voltea hacia la cámara sin alterar su cara de circunstancias y hace un gesto cortante con la mano.

—Señoras y señores, no se despeguen, no se vayan, le pido apenas cinco minutos. Cinco minutos para poder terminar de digerir esto. Volvemos inmediatamente con el bombazo de la semana, solo aquí, en Qué te cuentas.

El director grita corten y todo el mundo se relaja de repente. La mascarada se revela entre las sombras, con rostros cansados y miradas esquivas. Nadie se grita entre bastidores, aquellos que no se soportan optan por ignorarse, sencillamente. Cuando las luces se acaban el teatro llega a su fin.

Bonet se retira en seguida, como diva que es, a beber si agua con gas y tomarse un tentempié. Raúl baja de la tarima, necesita un cigarrillo antes de volver de publicidad, lleva cerca de tres horas sin echar una calada. Se dirige rápidamente hacia la zona de entre bastidores para salir por la puerta de emergencia, tiene poco tiempo pero el suficiente.

—Siempre me fascina cómo averiguas todas esas cosas.

Frunce el ceño al escuchar esa voz, justo antes de abrir la puerta. Lo único que quiere es fumarse un puto cigarrillo en paz, no tiene tiempo ni ganas para discutir con hurracas.

Martina Latini se halla justo a su lado, con los brazos cruzados y una ceja enarcada. Esa mujer que alguna vez fue un icono para su generación y ahora ha quedado reducida a payaso de circo sigue manteniendo su actitud prepotente pese a ser una estrella venida a menos. En realidad es de las pocas personas con algo de cerebro en ese programa, y en el mundo de la prensa rosa a nivel general, aunque siempre le han podido los sentimentalismos.

—Siento haberte pisado la noticia de los Kennys, pero tampoco tenía demasiado futuro. Ese par ya no le interesa a nadie.

Lejos de ofenderse, la mujer achina sus ojos azules, clavándolos en él. Raúl saca pecho, es una pelea de gallos, no puede ser menos.

—De la Vega se va a poner hecho una fiera cuando se entere de esto —canturrea, hay cierto matiz burlón en el tono de su voz—. Estoy segura de que se las ha apañado para que semejante papelón quede lo más enterrado posible. Y vas tú y lo sacas a la luz cuando apenas hace una semana que Alonsito anda por España.

—Ya sabes que mis fuentes siempre han sido muy eficientes.

La mujer chasquea la lengua, negando con la cabeza.

—Todo el mundo se pregunta cómo consigues adelantarte siempre a los demás, o simplemente saber este tipo de cosas.

—Y todo el mundo sabe que es mejor no meter las narices en asuntos ajenos —responde él con calma—. No juegues con fuego, Latini.

Martina suelta una carcajada.

—Ay cielo, a mí hace mucho tiempo que dejó de interesarme quién coño eres o de dónde narices has salido —se encoge de hombros—. Pero ten cuidado, una cosa es tener a Silva como enemigo, que probablemente se dio un golpe en la cabeza al nacer, y otra muy diferente jugar con peces gordos como Eduardo de la Vega.

Martina se acerca a él, dándole una ligera palmadita en el hombro para luego susurrarle al oído:

—Uno debe saber dónde está su lugar, Raúl. Las ligas grandes no son para los chichos como tú.

La mujer se marcha, dejando tras de sí un hedor a perfume barato el ceño de Raúl fruncido hasta casi juntar sus cejas del todo. De repente se da cuenta de que sus mandíbulas están tensionadas, los dientes le rechinan ligeramente por la presión. Tiene todas las articulaciones tensas, está repleto de rabia. Esa zorra de Latini ha sabido darle en el punto exacto, se voltea para decirle algo pero ella ya ha desaparecido.

Raúl intenta contenerse para no darle un puñetazo a la puerta, ¿pero quién se cree esa imbécil que es? Decirle a él algo así. Él puede estar en el lugar que le dé la real gana, es más inteligente que todos ellos, ¿qué puede hacerle un inepto como De la Vega? Absolutamente nada, ese tipo solo es un inútil más, como sus hijos. Un bueno para nada que gracias al dinero de su familia pudo hacer algo con su vida, como la mayoría de los que están ahí. Esa gente, pusilánimes sin más talento que el saber gastar, no son rivales para él. Jugar en ligas grandes dice, ¿para qué quiere jugar cuando puede controlarlas? Raúl es un marionetista experto, siempre lo tiene todo controlado, a él jamás se le escapa nada. Sus planes son perfectos, sus estrategias también. Esa estúpida de Latini no tiene ni idea.

Se pasa una mano por la cara, debe relajarse. No puede dejar que una tontería así le ponga nervioso. Inspira hondo, saliendo para fumarse el ansiado cigarro.

Si De la Vega se cabrea pues que vaya a buscarle.

A él quien le busca, le encuentra.






—No, no me vengas con esas, ¿eres consciente de lo que has hecho?

Eduardo va de un lado a otro, está que se sube por las paredes, ese inútil de su hermano ha dejado que se sepa lo de la chica a la que embarazó y el cabronazo de Álvarez, como de costumbre, no ha tardado en gritarlo a los cuatro vientos para que se entere toda España. Y sí, a él tendría que darle igual que su hermano pequeño sea subnormal perdido, el problema es que cuando pasan ese tipo de cosas quien se pone como una bestia parda no solo con uno, sino con los dos, es su padre.

Eduardo de la Vega padre es una bestia parda, su ira podría arrasar de cuajo todo el Amazonas, si ya de normal se pasa la vida quejándose absolutamente de todo y maltratando a todo ser vivo que tenga en un radio de cincuenta kilómetros a la redonda, es mucho mejor no averiguar cómo es capaz de ponerse si alguien consigue enfadarle de verdad. Sobre todo cuando se trata de su imagen pública, la cual siempre ha celado como si se tratase de un tesoro perdido. O eso cree él, claro, porque en opinión de Edu lo de divorciarse dos veces de mujeres que terminaron poniéndole tan verde que ni los pimientos en cualquier medio de comunicación dispuesto a escucharlas o pasearse por los acontecimientos públicos con chicas con edad para ser su hijas no es algo que le ponga en muy buen lugar. Pero bueno, al viejo que cualquier persona con sentido común lo tache de medio pederasta por andar con veinteañeras solo le refuerza el ego, cosas de masculinidades mal llevadas.

—Escúchame —le grita—, yo no pienso salvarte el puto culo esta vez, si no has sabido callarte la puta boca te jodes, pero al papá lo aguantas tú.

Alonso, en la otra línea, es quien quién le ha llamado, hecho un manojo de nervios. Como siempre, la caga y luego pretende que otros le saquen del lío. Pues no es así, ya va teniendo una edad para aprender a arreglárselas solito.

—Te juro que no lo he ido contando —parece al borde de un ataque, pero Edu no dejará que eso le haga dar su brazo a torcer—. De verdad Edu, te lo prometo.

—Tú prometes muchas cosas —le espeta.

—Pero es verdad —insiste—. Que no se lo dije a nadie, ¿tú te piensas que voy por ahí fardando de visitar clínicas abortivas? ¿Qué mierda de imagen tienes de mí?

—Pues la que tú y tus colegas os habéis creado, no me extrañaría nada que lo hubieses ido fardando cuando ibas ciego por ahí, que tú eres muy de eso Alonso.

—Una cosa es fardar de a quién me follo y otra hablar de abortos, gilipollas.

Eduardo suelta un suspiro, le gustaría tener más fe en él pero se le hace demasiado difícil. Alonso tiene unos amigos repugnantes, del estilo que había en la fiesta de Fran, niños ricos que basan su autoestima en ir de gallitos por el mundo, presumiendo de las chicas con las que se acuestan y de lo machos que son porque no les hacen ni puto caso después de cuatro polvos. Tienen una visión de la masculinidad de lo más tóxica. Alonso puede jurar las veces que quiera, pero él no terminará de fiarse nunca, ¿cómo está tan seguro de que lo dijo pero ya no se acuerda? Su hermano pequeño es de meterse cogorzas importantes, no sería de extrañar que se le hubiese escapado.

—Edu por favor —suplica, como un niño pequeño—. Por favor ayúdame, papá me va a matar.

—Es que te lo mereces —responde, lacónico—. Siempre estás igual, ¿cuándo vas a sentar la puñetera cabeza? No te digo que te cases y tengas churumbeles, pero podrías dejar de tratar a las tías como muñecas hinchables. A ver cuándo te entra que no por meterla sin condón eres más hombre, sino un subnormal de mierda al que le importa un huevo pillar el puto sífilis o algo peor.

—Ya lo sé, ya lo sé —solo lo sabe cuándo las cosas le salen mal, por supuesto, porque necesita a alguien que le cubra las espaldas. Tampoco pide que su hermano sea un adulto hecho y derecho, apenas tiene veintiún años. Pero coño, un mínimo de decencia, que tampoco es tanto—. Fue un desliz, te lo juro. Edu no sé qué hacer, me están llamando todos los periodistas.

Edu suspira porque no le queda otra, porque al final Alonso es retrasado mental pero tampoco puede considerarse un mal chaval, solo alguien que ha tenido unos referentes de mierda en su vida y no sabe como gestionarse. Y aunque debería dejarlo a su suerte, porque se lo merece, no puede. Es su hermano a fin de cuentas, y nadie va a dar nada por él, ni su madre, mucho menos el viejo, que jamás ha movido un pelo por ninguno de sus dos hijos.

—Con papá te enfrentas tú solito —dice finalmente—, a ver si una buena bronca te sirve de algo.

—No me jodas.

—Si no lo haces paso de tu puta cara.

Alonso calla durante algunos instantes antes de responder, resignado.

—Bueno...

—Yo me encargo de averiguar cómo coño se ha filtrado esa información —le asegura—. Pero Alonso, dime la verdad, ¿estás seguro de que no lo has ido contando? Mira que cuando te metes eres un puto plasta.

—¡Te lo juro! —Exclama, y por alguna razón Eduardo le cree.

—Vale, pues quedamos así. Ya me cuentas como te ha ido con el papá.

—¿Y si me mata?

—Pues le denuncias.

Cuelga el teléfono, dejando al pequeño con la palabra en la boca. Se queda un rato mirando la pantalla, no le apetece tener que lidiar con nadie. Pone el modo avión para que no le molesten y tira el teléfono sobre el sofá, justo antes de dejarse caer. Joder, menudo lío, detesta la prensa rosa con toda su alma y pocas cosas le dan más angustia que verse involucrado en alguno de esos escándalos.

Álvarez es un auténtico hijo de puta, Edu nunca ha comprendido por qué parece tener ese don para no solo captar exclusivas, sino pillar justo las que pueden hundirle la vida a la gente. Pareciere como si tuviese una especie de radar para los escándalos morbosos. Lo que es seguro, se dice, es que carece completamente de alma. Edu ha conocido a muchos tertulianos y periodistas del corazón, cada uno con sus cosas, todos desagradables por norma general, pero incluso personas tan detestables como la padre de Aurora denotan aunque sea algo de compasión algunas veces. Álvarez no, es como si le hubiesen arrancado la conciencia y colocado hielo en lugar de sangre corriendo por sus venas. Nadie se mete con él porque temen las repercusiones que pueda tener el cabrearlo, al no tener filtros, ni códigos, ese hombre es capaz de terminar con cualquiera sin apenas despeinarse. Pero Edu nunca le ha temido, ni siquiera cuando pasó lo de Ion, siempre le ha parecido un pobre infeliz. Eso sí, nunca podría darle lástima tampoco, ese pedazo de mierda se merece la plaza que tiene adjudicada en el infierno.

Se enciende un cigarrillo, repasando mentalmente a las personas que podrían darle alguna pista sobre quién anda diciendo esas cosas de Alonso. Aunque tampoco tiene muchas esperanzas, las fuentes de Álvarez siempre han sido totalmente secretas, es como una especie de Varys, el personaje de Juego de Tronos, tiene pajarillos por todos lados, siempre con los ojos bien abiertos y los oídos puestos en las conversaciones. Le susurran y él coge lo que le conviene para sacar tajada de ello. Aunque Edu siempre ha querido mantenerse al margen de esa gentuza, no deja de ser un humano más, y como tal le resulta inevitable hacerse ciertas preguntas en ocasiones, como la eterna incógnita de quién cojones es en realidad Raúl Álvarez y por qué él sabe tanto mientras que los demás, nada. Es como un fantasma, conocido todo en el mundo de la televisión. Cuando se apagan las cámaras no tiene familia, ni amigos, ni pareja, es como un espectro que solo vive ante la pantalla y, sin embargo, se pasea por las vidas de todos para averiguar hasta el último detalle.

Suena el timbre, haciéndole dar un respingo por la sorpresa, el embrollo con su hermano le ha tenido totalmente abstraído. Se levanta sin muchas ganas, repasando mentalmente las opciones que tiene para intervenir en semejante berenjenal. Mientras se acerca a la puerta remata lo que le queda del cigarro.

Al abrir se queda de piedra, la figura de un joven algo más bajo que él pero bastante más fornido, moreno y con el rostro casi tapado por un gorro y gafas de sol hace que se le cierre la boca del estómago repentinamente.

—Si Mahoma no va a la montaña... —comenta, con cierto tono de reproche.

Eduardo, que ha vivido demasiados altibajos durante los últimos días, no está para ese tipo de sorpresas. Sin embargo, hace de tripas corazón y contesta con lo único que puede.

—¿Qué coño haces aquí, David?






—Y entonces el subnormal me suelta un rollo súper paternalista sobre mis capacidades y no sé qué mierda.

Mara se sienta, está indignadísima, o al menos eso intenta aparentar. En realidad resulta bastante difícil saber hasta qué punto se toma las cosas en serio porque siempre tiende a dramatizar cualquier acontecimiento de su vida. La chica se enciende un cigarro con ansia, haciendo una de sus habituales pausas. Tras darle un par de caladas, y sin cambiar su gesto de indignación absoluto, vuelve con su verborrea.

—Y yo en plan pero tronco, ¿qué me estás contando? Estaba por decirle: mira tío, no eres mi puto padre, de hecho tienes edad para encontrarme con tu puta foto en Tinder así que relaja con las lecciones de vida. Ni que fuese el puto Dumbledore, colega.

—Fijo que no folla.

Ana siempre resuelve las cosas así, con respuestas cortas y prácticas. Lleva desde que han llegado pegada al teléfono móvil, Aurora se pregunta si realmente está escuchando la conversación. Probablemente no, a ella los dramas costumbristas de esa índole le traen sin cuidado.

—Además que tengo que ir a puto clase los miércoles, ¿me explicáis el drama? —Suelta un enorme bufido. Mara es la típica hija única, le gusta que las cosas salgan como a ella le dé la real gana y si no lo consigue se pilla una rabieta de niña pequeña. Tener que alterar su horario de no hacer absolutamente nada productivo la tiene sumida en la pura cólera—. Qué puta rabia, coño. Es que tendríais que escuchar al tío eh, puto sermonero, machista de mierda.

—Pues eso, que no folla —canturrea Ana, sin apartar la mirada del teléfono—. Si follase no se pondría tan pesado, los tíos son así de simples.

—En fin, que paso —sentencia Mara, algo más calmada—. Qué le den, yo ya fui a la tutoría de mierda. Se acabó.

—Total, folle o no, fijo que lo hace fatal —interviene Aurora, encogiéndose de hombros.

—Aurora tía, la respuesta a todo no pasa porque los tíos follen mal.

Pili aparece, riéndose por lo bajo, los momentos plagados de drama sobreactuado siempre la ponen de buen humor. Deja un par de cervezas sobre la mesilla del comedor, se han reunido las cuatro en su casa porque Ana les ha avisado de que tenía algo muy importante que decirles, pero como de costumbre ha llegado la última así que Mara se ha puesto a informarles sobre su rocambolesca tutoría con el profesor ese que tiene.

—No, pero yo creo que follar el tío folla, porque está bueno, así que la única opción es que folle como el culo. Eso lo veo más plausible.

—¿Es un cachondo? —Al fin Ana se digna a contribuir activamente, alzando la vista para mirar a Aurora con incredulidad.

—No es mi tipo, pero yo le daba.

—Es un pijo gilipollas —tercia Mara, captando la atención de Ana—. A ti te molaría.

—¿Por lo de pijo o lo de gilipollas? —Pili enarca una ceja, haciendo que todas se echen a reír a carcajadas.

El ambiente queda distendido de repente, Aurora coge una cerveza, llevándosela a la boca. Últimamente está de buen humor, los periodistas han disminuido, el acoso está cesando y ella tiene una cita esa misma tarde, que seguramente terminará en una sesión de buen sexo, así que no puede pedirle mucho más a la vida.

—Y hablando de follar —por supuesto, es Pilar la que saca el tema. Pese a que tienen una buena relación tras la ruptura, y ambas han rehecho sus vidas, Pili no se corta un pelo cuando ve que Aurora anda quedando más de la cuenta con alguien—. ¿Nos vas a hablar de tu nuevo ligue?

Mara chasquea la lengua, desviando la mirada. Es la única de las tres que sabe lo de Cris. Bueno, al menos de forma oficial, pero porque la conoce del colectivo.

Aurora se hace la remolona, detesta hablar de ese tipo de cosas cuando tienen que ver con su propia vida personal. Entre la terapia que lleva desde que era adolescente y sus estudios de Psicología ha aprendido que una forma de solidificar las ideas, pensamientos y darle forma a las emociones es verbalizándolo todo. Cuando algo se queda en la mente no es más que un concepto abstracto, pero las palabras definen las cosas, les dan cuerpo, imagen. Aurora detesta hablar de lo suyo por eso, para ella el hecho de definir supone limitar, cuando tiene que enfrentarse a la eterna pregunta de qué está haciendo con una situación determinada siente angustia, desazón. Como si de repente alguien dejase caer una enorme jaula sobre ella.

Le da un sorbo a la cerveza, algo incómoda. Lleva quedando con Cris varios días, pero no se ha parado a pensar en ningún momento qué quiere de todo eso, ni tampoco tiene previsto hacerlo. Ella es así, conoce a alguien, vive el momento y cuando se acabe la magia pues hasta luego. No le gusta complicarse, la gente se pasa la vida rompiéndose la cabeza por personas que no son más que pasajes en una novela entera, capítulos que antes o después llegarán a su fin. ¿Y todo para qué? Al final las relaciones se rompen e incluso las mejores novelas llegan a su fin. Estresarse por ello es una pérdida de tiempo y energías impresionante, la veda está llena de cosas malas como para andarse preocupando de líos amorosos.

—Nah, ya sabes, una chica de por ahí —responde, evasiva—. Es maja y eso, no sé.

Pili enarca una ceja, mirándola con cierto recelo. La conoce mejor que su propia madre, sabe que Aurora no se mojará hablando de ello, por eso disfruta tanto pinchándola.

—¿Y para ella también eres una chica de por ahí?

Qué hija de puta es, cómo sabe meter el dedo en la llaga. Aurora la fulmina con la mirada, a lo que Pilar hace como si no hubiese captado nada.

—Yo qué sé —frunce el ceño, cabreada—. Hemos quedado unas veces, tampoco es para tanto. Yo no busco nada serio y siempre lo dejo claro, lo demás ya...

Las tres la miran con cara de circunstancias, haciendo que Aurora se sienta repentinamente muy atacada. Jode, ¿por qué tienen que ser tan pesadas? Putas guardianas de la moral, ni que sus vidas fuesen mucho mejores. O sea todo bien con mirarla como si fuese una especie de monstruo circense solo porque pasa de poner etiquetas a los líos que tiene, pero luego ellas no se miran a sí mismas. Que bueno, Pili está con Paloma y todo bien en esa relación, pero cuando ambas se conocieron acababa de salir de una relación de puta mierda dónde su novia la bloqueaba cada dos por tres de todas sus redes por ataques psicóticos que le daban. La retardada de Ana se ha pasado los últimos dos años rompiendo y volviendo con el mismo tío hasta que ha podido dejarlo definitivamente, y ahora se tira a tres pavos a la vez a los que tiene engañadísimos de la vida porque ninguno sabe de la existencia del otro. Y bueno, luego está Mara, que va de liberal de la vida y deme follo a todo quisqui pero está obsesionada con el peor gilipollas que han conocido ninguna de ellas en los últimos cinco años y que la manipula como quiere. O sea que no tienen ninguna moral para decirle nada. Ella será incapaz de tener relaciones afectivas serias con nadie, pero al menos no hace el gilipollas.

En el fondo, el problema de la gente es que no sabe aceptar otras formas de vivir el sexo, el amor o en general la forma de relacionarse. Aurora nunca ha tenido pareja, de hecho la persona que más ha durado en su vida fue Pili, pero nunca consideró que fuese su novia. Es incapaz de etiquetar lo que tiene con los demás, pero sobre todo no se ve al lado de nadie durante demasiado tiempo. No le gusta, coartaría su libertad, sería como si le cortasen las alas. Aurora es una persona que a veces desaparece durante días, que hace, dice y se comporta como le da la gana. Ni la gente que le paga un sueldo puede controlarla, ¿cómo tener a una persona dependiendo de ella? Las parejas no son para la gente libre, al final se convierten en una cárcel y ella en algo así terminaría con ganas de morirse. Así que bueno, prefiere quedar como un monstruo insensible a terminar dentro de una jaula.

—En fin —Mara suelta un suspiro, terminando con el tenso silencio que se ha formado entre todas ellas—. Ana, ¿tú no venías aquí a contar no sé qué?

Ana sonríe en ese momento, ya no lleva el pelo gris a lo Daenerys, ahora se lo ha teñido de un rubio palidísimo, súper platino, su peinado es muy rollo Rafaella Carrá porque se ha dejado el flequillo ultra recto, parece una especie de Cleopatra albina. Se levanta, aclarándose la garganta para hacerse oír debidamente, como si estuviese a punto de dar un discurso. Junta sus manos, nerviosa, y las mira a todas con emoción antes de hablar.

—¿Sabéis ese viaje terapéutico que hice para arreglar mis ideas sobre lo del Migue?

Mara alza las cejas.

—¿Te refieres a las dos semanas que te pasaste en Bali bebiendo mojitos en un resort de cinco estrellas?

Ana le dirige una mirada asesina, ambas suelen tener bastantes choques en ese sentido. No es misterio para nadie que Ana está montada en el dólar, pero al contrario que Aurora ella sí que se gasta la pasta en un montón de cosas extravagantes, como bolsos de ochocientos euros o viajes por todo lo alto a hoteles de Abu Dabi.

La chica hace caso omiso a los aguijones de su amiga, dirigiéndose hacia las otras dos.

—Bueno, tuve mucho tiempo para pensar, ya sabéis que descubrí el yoga en ese viaje, fue súper revitalizante.

—Te gastaste más de diez mil euros en descubrir algo que hacía mi madre en los setenta durante las huelgas de la facultad —la interrumpe Mara de nuevo—. Podrías haberte ido al Retiro cualquier sábado por la mañana y te salía gratis la broma.

—¿Vas a seguir igual de borde todo el puto rato? —Le espeta Ana, cabreada.

Mara esboza una sonrisa maliciosa, le encanta sembrar la discordia, es otro de sus puntazos infantiles. Ana hace una mueca, intentándosela devolver sin éxito. Acto seguido, opta por ignorarla para poder seguir con lo suyo.

—Bueno, mientras estaba encontrándome a mí misma me di cuenta de que durante todo el tiempo que había estado con Migue mi vida se había bloqueado, tenía las energías saturadas, ¿entendéis por dónde voy?

Pili mira a Aurora con cara de circunstancias, esta se limita a sonreír. La madre que la parió, que Ana se ha vuelto mística, lo que le faltaba por ver.

—Dos años de mi vida con un puto vago que no hacía nada. Yo siempre he sido una persona con ambiciones, con ganas de hacer cosas, de llegar a algo en la vida.

—Carolina Herrera te manda calendarios de adviento con productos cosméticos por valor de mil euros para que lo saques en tu Instagram —comenta Mara, sarcástica—, ¿de qué coño estás hablando?

—Digo de construir algo yo, Mara. Lo de Instagram fue suerte, yo no nací siendo influencer, ¿sabes? —Respira hondo, exasperada—. En fin, no os he querido comentar nada porque cuando se hablan de estas cosas se cagan, pero ahora ya está todo hecho así que puedo daros la primicia: ¡he decidido abrir una revista de moda online!

Ana está emocionadísima, pero el resto de las chicas se ha quedado totalmente en silencio. Las tres están pensando lo mismo, conocen a su amiga perfectamente, ella siempre emprende nuevos proyectos que luego deja a mitad porque le surge algún viaje a Punta Cana o le invitan a la Semana de la Moda de Milán y prefiere andar por ahí codeándose con Rihanna. Ana nació en una cuna de oro y gracias a ello puede vivir del humo, al igual que Aurora, no está hecha para llevar un negocio serio.

—Tú no sabes nada de llevar una revista —Mara es la primera en romper el silencio, ganándose el odio de Ana al instante.

—Lo que Mara quiere decir es que... bueno, no sé tía, ¿tú estás segura? —Pili pone lo mejor de su parte para calmar las aguas—. Eso de lo que hablas es una empresa, no cualquier cosa.

—Ya os he dicho que llevo meses planeando esto, no es algo que se me haya ocurrido ahora. Sabía que no me tomaríais enserio, así que he ido montándolo todo sin decir nada. No he llevado nunca una revista, pero no estoy sola en esto, lo hemos montado entre varios instagramers de moda. Todos tenemos contactos de sobra, sabemos del tema y contamos con los recursos para movernos rápido en el mundillo. De hecho, si quería hablar con vosotras no era para tener vuestra aprobación, sino para invitaros a la fiesta de inauguración que tendremos en dos semanas. Aunque visto lo visto, les puedo regalar vuestras entradas a los del Carrefour Express que hay abajo, seguro que lo aprecian mucho más.

—Venga Ana, no te piques —tercia entonces Aurora, viendo que la conversación se está yendo de las manos—. Nos ha tomado por sorpresa, pero sin más. Seguro que te va de puta madre, tu sabes mucho de ropa y esas movidas.

—Era una broma, mujer —asiente Mara, algo menos invasiva—. Si sabes que lo hago por joder.

—Si tía, estamos contigo a tope —dice Pili.

El rostro de Ana se ilumina de repente, está que no le cabe la emoción. Da un par de saltitos, aplaudiendo, pletórica. Suelta un pequeño grito que saca en Mara una mueca de desaprobación, justo antes de abrazarlas una a una con efusividad.

—¡Sabía que podría contar con vosotras! ¿Entonces me ayudaréis?

Las tres la miran con los ojos como platos, sin entender nada de lo que está pasando.

—¿Cómo que si te ayudaremos? —Pregunta Pili, desconfiada.

Ahora quien las observa con malicia es Ana. Aurora conoce esa sonrisa, algo está tramando y, como de costumbre, van a quedar todas pringadas. 


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