Medicate

By RachelBarker07

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Long-fic Hermione Granger lleva recluida 6 meses en San Mungo, el asesinato de sus padres la ha dejado en un... More

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By RachelBarker07

~Ron~

¿Olvidarlo todo?

Se que una sola palabra mia haría que Hermione saliera de San Mungo sin embargo, era incapaz de decirla. Había preferido mantenerla dónde sabía que estaba segura, dónde los demás no se enterarán de nada.

¿Se puede retroceder el tiempo?

No podía olvidar y tampoco quería hacerlo. Recordar me hacía saber que ella no era débil, ni frágil.

No me necesitaba...

El día que regrese a verla me informaron del alboroto que armó Malfoy y me aterró pensar que el imbécil supiera lo que Hermione escondía. Si él sabía y quería estar cerca no era más que para amenazarla con la verdad, tal vez para tener algo con que divertirse. Lo que Malfoy se trajera entre manos era mejor que lo fuera olvidando, no iba a permitir que le hiciera daño a nadie.

Entré en la habitación seguido por los ojos brillantes de Luna, me pareció más extraña de lo habitual. Hermione estaba sentada frente a la ventana con un libro de cuero negro con letras doradas en el regazo.

¿El libro que Malfoy le dió?

Me pare frente a ella y se lo arrebate, arrojandolo lejos de ambos. Hermione no se movió, sus ojos estaban vacíos y cansados, como si no hubiera dormido nunca. Me agaché frente a ella y la nombre, pero no me veía, no veía nada en particular. Puse mi mano junto a su oreja y dí un chasquido lo más fuerte que mis dos dedos me permitieron. Fue claro el clic dando un chispazo en su mente. Sacándola del trance.

—Ron. —me sonrió tan tiernamente que por un momento se me olvidó todo lo que había hecho, todo lo que me había dicho cuando la lleve a San Mungo.

—Hola nena. —respondí con un hilo de voz. Me desconcertó verla reaccionar tan fácil. —¿Cómo estás?

—Sedienta. —se pasó la lengua por los labios.

—Conseguiré agua.

—No, quiero posion rabbit.

—¿Poison...? De acuerdo.

Salí y busque a Luna, le dije que era lo que Hermione me había pedido y al escucharme la rubia dió un suspiro de alivio y entró casi empujándome.

—Hermione, cariño, no hay de momento lo que quieres, solo agua. —con su varita Luna apareció un poco de agua y comenzó a darsela con las palmas de sus manos. —no podemos darle nada de vidrio, es peligroso para ella.

—Entiendo.

Observé la escena, parecían una madre e hija. En el tiempo juntas se habían hecho tan cómplices que no necesitaban hablar. Hermione miraba a Luna y ella le daba más agua o le acercaba una manta. Antes de volver a salir recogió el libro maltrecho en la orilla del cuarto.

—Lo tirare.

—Gracias.

Volví a acercarme a Hermione. Le toque la mejilla y ella recargó su rostro en mi palma.

—Te extrañé. Necesitas mejorar para que nos vayamos.

—Cuando vienes me siento mejor.

—Vendré más seguido entonces. —prometí sin darme cuenta lo mucho que me alegraba tener un buen motivo para verla a diario, no podía negarlo, todavía la amaba.

—Ron... ¿Ya me perdonaste? —preguntó alejando mi mano de ella.

No sabía que contestar. No estaba listo para dar un veredicto aún, no sabía si podía perdonarla. En realidad entendía sus razones de hacer lo que hizo, lo que me costaba trabajo digerir era que ella fue quien lo hizo. Siempre la ví como una mujer demasiado benevolente, demasiado buena con el mundo.

—¿Te he dicho que tienes los ojos más hermosos? —ver sus iris chocolate me hacía perder el aliento, igual que siempre. —Te amo, Hermione. —volví a colocar mi mano en su mejilla. —necesito que estés bien para poder irnos lejos de aquí, comenzar todo de nuevo. Solo tú y yo.

—Solo tú y yo...

—Sí, ¿eso te gustaría?

—Me gustaría salir.

Estuve todo el día con ella hasta el anochecer. Hablamos de todo, de los años en Hogwarts, de mi familia, de Harry y el trabajo, hablamos como si nos estuviéramos conociendo de nuevo y todo el tiempo estuvo bien.

Cuando Luna entró nos avisó que era hora de irse. Le ofrecí llevarla hasta su casa. Se acercó a Hermione, le pidió que entrara en su cama, le dió un beso en la frente y apagó las luces, pero antes de salir se acercó a la ventana y bajo la cortina, pero dejó un poco abierto.

—¿Puede tener la ventana abierta?

—Hermione duerme muy bien por las noches y estuvo todo el día consiente gracias a ti, además el cuarto es muy pequeño y hace mucho calor. El calor genera nargles y torposoplos y no queremos eso, ¿verdad? Queremos que nuestra Hermione mejore.

—¿Luna, que rayos es poison rabbit?

—Una medicina, así le pusimos de cariño, como un juego.

—Raro, pero de acuerdo. Trataré de grabarmelo.

—No te preocupes por eso.

~Draco~

Después de mi enfrentamiento con Rolf pensé en lastimarlo, pero ya había demasiada sangre en mis manos, tanta que cuando llegue a casa, en mi alucinación nocturna, veía sangre escurriendo de las paredes. No pude evitar soltar un grito ante la imagen que mi locura me regalaba.

No había ido a ver a Hermione porque la psicosis no me dejó desde que ella sencillamente dijo que Potter era su mejor amigo y Weasley su novio, lo pronunció con tanta seguridad que de un momento a otro ya sudaba a mares. Cuando la deje en su cama sentía mis manos temblar, salí rápido y me enclaustre en la mansión durante esos tres días.

Mi padre y los elfos lidiaron con un loco que decía ver sangre en sus manos, que sentía que estaba quemándose vivo y que platicaba largas horas con su difunta madre. La madre que había matado el mismo.

Me sentí tan mal al regresar a la realidad y ver a mi padre ojeroso y cansado.

Cuando Lovegood llamó ya estaba mejor. Desayunaba después de tres días de no comer nada. Saber que ella me tenía confianza me dió mas fuerza. Iba dispuesto a todo con tal de robarme para siempre a Granger, pero Rolf me traicionó, contó todo lo que solo él, mi padre y los elfos sabían.

No importaba mucho, su amistad falsa me sirvió. Lovegood seguiría ayudándome, lo sabía al ver su mirada y la calidez cuando le besé la mano.

Un amigo perdido, una aliada ganada.

No regrese a la mansión. Hice guardia entre los arbustos del parque frente a San Mungo. La Lunatica no dejó la ventana abierta y no parecía haber movimiento dentro, Granger debía seguir mal. Al día siguiente ví a la comadreja, el pulso se me fue a mil y el cuello de la camisa parecía querer ahorcarme ahí mismo. El maldito pelirrojo no se fue, estuvo todo el día en su habitación. Varias veces logre ver la cabeza de Granger, tenía de nuevo el cabello recogido.

Al final del día ya tenía las palmas lastimadas de tanto enterrarme las uñas, estaba sangrando, pero apenas y sentía algo. Las luces de la habitación se apagaron y me moví nervioso. Esperaba que Lovegood no me traicionara.

No lo hizo, ahí estaba, se acercó a la cortina y dejó la ventana abierta. Sabía que miraba hacia donde yo estaba, sonreí creyendo que me veía y agradecí al ser supremo por su ayuda.

Espere un par de horas a que todo San Mungo se sumiera en la tranquilidad de la noche e hice mi aparición valiéndome de magia oscura. Tal y como me enseño Snape, me transforme en niebla y entre por la ventana.

—Hola.

—Hola. —saludé ansioso. Pensé que la encontraría dormida. —¿Todo bien, Granger?

Sentada tranquilamente en la orilla de su cama con las manos recargadas en sus piernas, un brillo mágico parecía rodearla. Granger esperaba, me esperaba.

—Ahora sí.

Mi corazón se detuvo dos latidos.

—¿A donde quieres ir está noche?

Roller Coaster. —respondió sonriéndome en la oscuridad de la habitacion.

—A la montaña rusa será.

Me acerque e igual que la primera vez la cargue entre mis brazos y volamos fuera de ahí, lejos de todo.

No dijo nada durante el camino. Para irnos tuve que valerme de un muggle, con un imperio logré que nos dejará su automóvil. Hice andar el transporte con la varita para que nos llevará a donde fuera que estuviera la dichosa montaña rusa. Volví a cambiarle la ropa, elegí algo más cómodo esta vez, un par de jeans y un jersey rosa que era como la recordaba. Yo iba simple también, un par de jeans de mezclilla y un jersey verde
Estábamos a juego. Cuando me disponía a soltarle el cabello ella se adelantó y jalo el moño imposible que le había hecho Lovegood.

—Me gusta así. —confesé sin mirarla. No estaba seguro de que se tomaría bien mis cumplidos.

Ya había escuchado sobre las "motañas rusas", pero nunca había visto una con mis propios ojos. Después de un par de horas en el auto, horas en las que me sentí muy cómodo viendo a Granger observando con sus ojos gatunos por la ventana mientras sonreía. Llegamos más pronto de lo que en verdad me habría gustado.

Era tarde, pero los muggles parecían muy cómodos en la noche, el lugar estaba lleno de luces y colores, artefactos eléctricos de toda clase donde las personas se montaban a jugar y gritar cual niños pequeños.

—Es esa. —señaló el juego. Un tren con rieles imposibles que giraban en direcciones empinadas era la famosa "montaña rusa".

—Vamos. —le acerque el brazo, pero ella lo rechazó dejándome un poco desinflado. Inmediatamente tomó con confianza mi mano y la encerró entre las suyas para comenzar a caminar. El contacto fue extraño, pero no la retire, incluso me sentí orgulloso de caminar con ella así, pensando toda la envidia que les daría a los demás que yo estuviera de la mano de la bruja más inteligente de nuestros tiempos.

Estuvimos tomados de la mano cual colegiales en la fila. Cuando por fin nos dejaron pasar Granger daba saltos de emoción, haciéndome sonreír de vez en cuando.

—No saquen los brazos. —indicó el sujeto que nos aseguró a los asientos

Iba a preguntarle a Granger porqué cuando ella se acercó a mí oído y comenzó a hablar.

—Me dan miedo las alturas.

—¿Y entonces qué hacemos aquí?

—Ya van dos veces que me llevas volando y no me he sentido incómoda, quería probar en esto. —sonrió mostrándome todo los dientes.

—Que fea eres. —dije esperando que también me dijera algo para molestar, pero fue todo lo contrario, me miró un par de segundos y dijo: —tú eres el Slytherin más guapo que he visto en mi vida, lástima que seas eso, un Slytherin.

Mi boca se quedó abierta justo cuando el tren comenzó a avanzar subiendo la primera pendiente lentamente. Granger se aferró a la barra de metal frente a nosotros y cerró los ojos, yo la imite. No sabía que esperar.

El tren se dejó caer de pronto y sentí como el estómago se me iba a la parte alta del cuerpo, los gritos de la gente me desconcertaron, no eran gritos de miedo o tristeza, parecían divertirse mientras el tren nos subía y bajaba por todo el camino, Granger soltó la barra de metal y alzó los brazos, intenté detenerla, pero me tomó la muñeca y me hizo alzar los brazos también.

Ni volando en caída en una escoba había sentido algo tan horrible, podía imaginar soltándome del maldito carrito de metal roido y estampandome sin piedad en el pavimento. Nada ocurrió obviamente, lo que fueron un par de minutos a mí me parecieron eternidades hasta que la máquina paró y la gente comenzó a salir del jueguito mortal.

Permanecí aferrado a la muñeca de Granger, sentía el corazón pegándo con fuerza en mi pecho.

—¿Asustado, Malfoy?

—Ni un poco, Granger. —imite a Potter y ambos reímos.

Salimos del juego dando trompicones. El mareo era fatal. A solo unos pasos nos estrellamos en el suelo. La melódica risa de Granger, que toda la vida me había parecido un dolor de cabeza, en ese momento me sonó cual coro celestial.

—¡Harás que me infarte! —grité con molestia fingida.

—¿Infartarte?, ¿Draco Malfoy tiene corazón? —preguntó divertida.

No le respondí, me abrí el jersey y le jale la mano para llevarla a mi pecho, aún sentía los latidos acelerados.

—Creo que si, tengo uno, negro y podrido, pero sigue ahí.

Ella pasó saliva y deslizó sus dedos alrededor de mi pecho, haciéndome sentir un escalofrío.

—¿Draco, mataste a tu madre? —su pregunta me hizo retroceder y empujarle la mano. Tenía pocas esperanzas de que Rolf no le hubiera dicho nada, pero eso era esperar mucho de un Scamander.

"Demasiado bueno para su propio bien", le decía mi padre.

Me levante rápido y sacudí la tierra y pasto que se me había pegado a la ropa.

—Vamos, te llevaré de vuelta a San Mungo.

—Quiero ir a nuestro hogar.

—Es noche. —espeté deseando que no insistiera.

—¡La noche nos pertenece! —gritó alzando los brazos como si no hubiera pasado nada. Cómo si no supiera que era un asesino.

Era cierto, la noche les pertenece a los locos, a los quebrados, a los malos.

No regresamos al auto. Hicimos una aparición conjunta en la casa de los locos, en nuestro hogar.

Granger ni siquiera me esperó para entrar. Se fue directo a la barra y pidió lo de siempre. Cuando llegue junto a ella me dió la copa con la bebida verde y la chocó con la suya.

—¡Salud!

—Detente un momento, Granger.

—¡Bailemos! —me jaló ambas muñecas y arrastras me llevó a la pista. De un momento a otro ella llevaba el mando de la situación. Sabia por que lo hacía.

Quería ayudarme así como la había ayudado cuando la traje allí, pero mi problema no era fácil de superar, tal vez nunca lo haría. Ya me había resignado a vivir con ataques para siempre. Al menos hasta que mi padre muriera, luego de eso acabaría matandome al no haber quién me detuviera.

Ese era mi destino y lo aceptaba.

—¡Granger, detente! —dije nuevamente, pero ella se había pescado de mi cuello mientras cantaba a todo pulmón la melodía en turno.

Sentí la llegada de un ataque. El calor en mis brazos mientras me sujetaba incrementó, podía sentir mis manos ardiendo tan fuerte que quería gritar. Debía llevármela antes de que no supiera ni quién era yo y la dañará. Aunque antes de eso la jale con fuerza, haciéndola chocar contra mi pecho. Soltó un quejido que apenas y fue audible por la música.

—Granger. —me acerque a su oído, la tomé con fuerza de la nuca. No quería que huyera cuando me escuchara. Se tenso al sentir mi agarre agresivo, pero no hizo movimiento de querer soltarse. —Asesine a mi madre, la mate porque entró a mi cuarto cuando yo tenía un ataque. La desconocí y le lancé una maldición imperdonable. —estaba destrozado.

Saber que eso la alejaría, ella misma pediría que la ocultaran de mi presencia y sin embargo, cuando termine de hablar su cuerpo volvió a relajarse, me miró sin mover sus pupilas de las mías con una expresión anhelante.

—Tus ojos parecen diamantes. —murmuró y volvió a pescarse de mi cuello.

Creí que posiblemente su locura le impedía entender lo que le acababa de decir, pero estaba muy equivocado. Comenzó a moverse despacio con forme a lo tranquila que era la canción, yo la seguí, esa posiblemente era la última vez que podría estar con ella, con mi enemiga.

Al dar la tercera vuelta, me atrajó hacia abajo y puso sus labios tan cerca de mi oído que un escalofrío me recorrió la columna vertebral.

—Evan Rosier no mató a mis padres.... lo hice yo. —susurró tan profundo que no tardé en procesar lo que me decía.

—Granger...

Ya no podía soportarlo más. No podía seguir fingiendo que estaba ahí con ella solo para calmar mis demonios, estaba con ella porque me gustaba, porque desde segundo año me gustaba, porque antes de que regresara Voldemort me había obligado a mirarla con un falso asco, y cuando me enteré que estaba débil, enferma e irrecuperable supe que podía acercarme a ella por fin.

La mire intentando entrar en su mente como en otras ocasiones, saber que pensaba, pero lo único que vi fue su rostro lloroso y con miedo. Tenía pavor de que la rechazará, de que la viera mal, no tenía idea de estaba muy lejos de eso. Con un dedo le empuje la cabeza de lado y comencé a besarle la mejilla. A pequeños besos recorrí todo su rostro hasta grabarmelo por completo.

Ella lloraba, pero la expresión de terror desapareció dando paso a una mueca de satisfacción que me hacía replantearme el secuestrarla y huir.

No lo hice, baile con ella horas dándole besos en los párpados, lamiendo sus lágrimas y rozando mi nariz en su cabeza.

Amándola discretamente.

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