Medicate

By RachelBarker07

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Long-fic Hermione Granger lleva recluida 6 meses en San Mungo, el asesinato de sus padres la ha dejado en un... More

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By RachelBarker07

~Hermione~

—Ha venido Harry, ¿Lo recuerdas? — preguntó Luna mientras me cortaba con tranquilidad las uñas. La dulce rubia tarareaba alegre, mirando mis dedos con detenimiento.

—No. —respondí sinceramente, mi momento de lucidez comenzaba y estaba nerviosa por saber cuánto duraría. Últimamente era poco lo que aguantaba. —¿Le he hecho algo malo?

—Le arañaste los brazos, pero no te preocupes, él está muy bien y no se molestó. Creo que se debía a los torposoplos que traía en el cabello, eran demasiados, seguramente los sentiste como amenaza. —afirmó sonriéndome.

—Lo siento.

—Todo está bien.

—¿Ron también ha venido?— pregunté casual, esperaba que después de todo este tiempo dejará de tenerme miedo y viniera a visitarme.

La última vez que lo ví me pesqué de su cuello mientras intentaba sacarle los ojos con la cuchara de mi almuerzo. El trance me había confundido y creí que era un mortífago.

—Vino hace un par de días, pero estabas descansando y prefirió dejarte dormir. Esas flores son de él. — comentó señalando un florero de plástico con tres rosas que ya habían perdido su frescura. Los pétalos sueltos habían caído sobre la mesita.

—No me gustan las rosas. —Luna solo asintió.

Quería preguntar más cosas. El día, la hora, quien más me había visitado, pero en ese momento llamaron a la puerta. Dí un pequeño brinco al pensar que podía ser Harry de nuevo, quería que me viera en mi momento de normalidad y pedirle una disculpa por el momento amargo que seguramente le había hecho pasar.

Luna se levantó con calma, guardándose el cortaúñas en el pantalón, y dejando entrar al visitante.

—Hola. No te esperaba de nuevo, adelante. —Luna salió dando paso a la persona que entraba. —Por favor, avísame antes de irte.

Malfoy simplemente asintió, quedándose quieto hasta que Luna cerró la puerta tras de ella. Lentamente se giró y me observó por unos segundos antes de hablar.

—Hola. —saludo con timidez. Me pareció una broma de mal gusto, él no era así, odiaba que los que me visitaban se comportaran como gatitos asustados por mi presencia.

No le respondí. Lo ví acercarse un poco más como si desease comprobar mi estado mental del momento.

—¿Como te sientes? —preguntó con calma mientras hacia un ademán de quitarse el saco, pero solo lo abrió un poco

—Cuerda.

No entendía que quería Malfoy conmigo, recordaba que sus disculpas me habían sacado del trance hacía dos días y que las había aceptado e incluso le agradecí por las cosas que hizo por nosotros en su momento, pero era extraño verlo de nuevo.

Sabía que por mucho que se arrepintiera de sus actos, seguiría considerándome una persona desagradable. ¿Quería burlarse de mí estado mental?

En cuanto escuchó mi respuesta pareció entristecer, como si le hubiera dicho lo contrario. ¿Entonces quería verme en mi estado más deplorable?, ¿Que podía ganar?

—¿Querías que estuviera mal?  — pregunté directamente, pero él no respondió. Llevaba consigo un portafolios, de él extrajo un libro grueso y nuevo.

—No se si aún leas. —Extendió el libro, pero no lo tomé. Ya me habían llevado libros antes y todos terminaron hechos pedazos. Ese libro no iba a tener un final diferente. —Es sobre... enfermedades mentales.

No supe si era una burla, pero su mano temblorosa acercándome el libro me indujo a un recuerdo, uno de los oscuros.

Perdí la lucidez instantáneamente.

Cuando regresó mi cordura, ya era de noche. No había nadie conmigo y lo único que iluminaba mi habitación era la luna, seguramente había hecho daño a alguien, pues las puntas chatas de mis dedos me dolían terriblemente, y aún tenía cabellos rubios alrededor de la palma.

¿Serían de Malfoy o de Luna?

~Draco~

La lunática se ganó mi respeto luego de ese día. Granger se me fue encima y Lovegood pareció olerlo, entró como bólido y la contuvo igual que haría con un animal salvaje. Me pidió que me alejara, deje el libro sobre la mesita de noche y salí.

Esperé a que los gritos pararan para ver si Lovegood salía sana y salva, o si terminaría devorada por la bestia en la que se convirtió Granger. A los pocos minutos lo hizo. Despeinada y con manchas rojizas en los brazos por el violento agarre de Granger.

—Mañana tal vez. —me dijo, dándome unas palmadas en el hombro.

Creí que me pediría que ya no volviera, pero sus gestos decían lo contrario, parecían agradarle mis visitas y en ese punto ya no me detendría.

Ese día no tuve un episodio, me había sorprendido todo lo ocurrido. Encontrar a Granger lúcida era toparme con la sabelotodo insufrible de Hogwarts. Al momento de verla entera entristecí. Creí que tal vez se estaba curando, pero su cordura se desvaneció rápidamente y se lanzó sobre mi, dispuesta a hacerme daño y tal vez si Lovegood no hubiera intervenido sé lo habría permitido.

El alma me regresó al cuerpo cuando pasó, allí estaba lo que buscaba, seguía presente su locura y eso me hacía sentir satisfecho.

En cuanto me metí a la cama y recordé sus pequeñas y maltratadas manos dando de puños sobre mi pecho, una parte de mi cuerpo que hacía mucho no despertaba comenzó a hormiguear. Tuve el pensamiento de autocomplacerme, pero desistí en cuanto escuché a mi padre abriendo la puerta para comprobar cómo estaba.

Al día siguiente hice mi tercer intento, debía apresurarme, Rolf me dijo que Potter y Weasley habían estado visitándola, que algunas veces lograba entablar una conversación civilizada, pero que la mayor parte del tiempo se les lanzaba a la yugular. Al parecer esos idiotas desataban sus emociones más profundas y enloquecía.

—Espere por favor. —me pidió una de las enfermeras que hacía guardia frente a la puerta de Granger. En el interior se oían gritos, llanto y golpes.

Después de unos minutos Rolf y la lunática emergieron de la zona del desastre.

—Ya está bien. —sonrió Lovegood, se veía agitada —¿Quieres entrar?, Posiblemente no te hable, pero no te hará nada. Ya gastó toda su energía en nosotros. —sonrió y pude notar un leve temblor en su voz. La lunática comenzaba a cansarse, se podía notar tan visiblemente que me hizo sonreír. Eso facilitaba las cosas para mí.

—Gracias.

Entré listo para ser ignorado por la chica catatónica que me describían. El libro que había llevado el día anterior seguía inmóvil en la mesa de noche. No saludé, ni me detuve a observarla, me dirigí al libro, lo tomé y me senté frente a ella. Granger tenía la vista en el infinito. Podría quitarme toda la ropa y pasear desnudo frente a ella y ni lo notaría.

—Fue escrito por muggles. —comencé casual, señalando el libro como si nuestra conversación se hubiera pausado el día anterior y hoy volviera a darle una continuación. —Me parece una joya literaria. Encontré un par de trastornos que me van de maravilla. —dije con ironía y por fin Granger me miró. Luchando por conectarse a la realidad para responderme. —Hay una parte que me gustaría que leyeras, habla de lo imperdonable. —tuve miedo de pronunciarlo, era una palabra que podía desatar el gatillo de su locura. Sin embargo, nada ocurrió así que continúe. —Dicen que muchas de las heridas, conductas agresivas o destructivas, desviación, perversión, todo eso se puede llegar a sanar con terapia, pero que hay una excepción, un límite emocional que es lo imperdonable, algo que nos dañó permanentemente y que nada puede borrar, esa clase de cosas solo nos llevan a...

—La autodestrucción. —completó. Ya estaba conmigo de nuevo.

—Sí, al parecer no todo en la vida tiene solución. —dije convencido y volví a extenderle el libro, esta vez si lo tomó, pero no lo hojeó como pensé que haría. Lo abrazó contra su pequeño cuerpo y me miró con curiosidad. —Una lectura adecuada para el momento, tal vez te diviertas leyendo.

—¿Que haces aquí, Malfoy?

—Platico contigo. —respondí con obviedad. —¿Y tú qué haces aquí?

Se quedó meditando un momento, sus ojos miraron el techo en busca de la respuesta.

—No lo sé, supongo que es el sitio donde una sangre sucia debe estar. —se mordió los labios resecos por la falta de agua.

Mientras lo decía, recordé Hogwarts, siempre que la insultaba hacia eso, se mordía el interior del labio. ¿Quería que me fuera? Seguramente la respuesta era "", pero no me desanimaría por ello. No me iría sin algo de ella, lo que fuera que me diera.

—¿Quieres salir? —ignore lo que dijo y eche mi plan a andar. Ella negó con la cabeza agachándose, para luego de unos minutos responder en un murmullo: "Si, quiero".

Volví a sonreír y me levanté, me hubiera gustado quedarme más tiempo y disfrutar de su lucidez, pero era el momento de irme. No le dije adiós, la vería en unas horas.

Al salir comencé a jalar mi corbata, tenía mucho calor, pero estaba seguro que era un problema mío, el aire acondicionado en el hospital funcionaba perfectamente.

—¿Cómo fue? —preguntó inocentemente Lovegood.

—Bien. Todo bien. —hice amago de irme, pero me detuve a solo unos pasos de la salida. —Hace mucho calor ahí dentro, deberías dejarle esta noche la ventana un poco abierta. —sugerí y me fuí.

~Luna~

Ocho y media en el ala de psiquiatría y todos los cuidadores y voluntarios comenzaban a irse, el cambio de turno para los que laboraban y el final de jornada para los altruistas. De noche solo quedaban las enfermeras y sanadores del turno nocturno.

Cuando Hermione tenía días inquietos, era común que le recetaran una poción para dormir que yo le suministraba antes de irme, pero esta noche quería que estuviera conciente.

La habitación en la que estaba no era tan restringida como las otras, Harry pidió que no se le considerara como una demente, él afirmaba que solo era un problema pasajero que su fuerte amiga superaría pronto. Sus ataques eran cortos y en cierto modo algo controlables, así que los sanadores accedieron con la condición de estudiarla.

Harry aceptó.

—Me voy, Hermione. Por favor, intenta relajarte y todo estará bien. —pasé mi mano por su mejilla.

Ella permaneció con la mirada perdida, viendo el muro junto a su cama y abrazada al libro que Draco Malfoy le había llevado. Le di un beso en la coronilla de la cabeza y tome el pomo de la puerta para irme, pero me detuve un momento antes de salir, regrese de nuevo y abrí un poco la ventana, solo unos cuantos centímetros, levanté la cortina para ver fuera. El jardín del hospital estaba iluminado por varios faroles en un camino que se perdía más allá de la vista, todos resplandecientes a excepción de uno en el medio. Bajé nuevamente la cortina y salí.

—Recupérate pronto.

~Hermione~

—Despierta, Granger.

Una mano me movió con mucho cuidado, se sintió casi como una caricia. Abrí los ojos e intenté enfocar la vista en la persona frente a mi, pero no lograba ver de quién se trataba debido a la oscuridad del cuarto.

—¿Qué pasa? —respondí confundida, me incorporé y solté el libro de psicología de Malfoy. Unos brazos me envolvieron y cargaron por completo.

En ningún momento sentí miedo, me dejé llevar hasta la ventana sin luchar. Mi cara chocó con un pecho y duro cálido, el aroma a menta me dio una pista de quién era. El cuerpo que me cargaba se sentía fresco, igual a una brisa nocturna.

—No hagas ningún sonido. —pidió en un susurro, al parecer él había entrado por esa misma ventana. —No voy a lastimarte. Confía en mí.

Le creí totalmente.

Una bruma negra comenzó a cubrirnos  ayudada por la luz de la luna, ví como ambos nos convertíamos en neblina y salíamos de ahí volando. Odiaba las alturas, pero podía sentir la esencia de Malfoy en todo mi cuerpo, apretándome para que no sintiera miedo.

La sensación de giros no duró mucho, en cuanto Malfoy tocó suelo me dejó bajar.

—¿Te gustó? —preguntó sonriendo.

Era raro verlo sonreír, no era una sonrisa muy estética, su boca se torcía hacia la izquierda dejando entrever una hilera de dientes blancos, rodeados de músculos faciales tensos. ¿Le dolería sonreír?

—Volamos. —reafirmé. Él extendió aún más su sonrisa.

—Ven. — señaló unos arbustos junto a nosotros, nos encontrábamos en el jardín frente a San Mungo. Fuera de la cerca.

Lo obedecí. Malfoy sacó su varita y con un ligero toque, me cambió la ropa por completo. El uniforme blanco que todos los enfermos psiquiátricos usaban en el hospital se transformó en un vestido de cuentas doradas que brillaba al menor movimiento.

—Mucho mejor.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

—A dónde quieras. —respondió mientras me veía de arriba a abajo, comprobando su trabajo.

—Pienso en muchos lugares, pero... son muggles. —confesé cohibida. Después de todo estaba hablando con el príncipe serpiente y loca o no, tenía claro quien era y que le disgustaba.

Me sentía un poco mareada, el aire del exterior resultaba muy diferente al que había dentro de mí habitación, tenía miedo de perder la razón en cualquier momento.

—Bueno, entonces hoy yo elijo y mañana iremos a alguno de esos lugares con más calma. ¿Te parece? —dijo quitándole todo el hierro al asunto.

—Sí. —Acepté. Y lo hice porque no tenía idea de qué estaba haciendo Draco Malfoy conmigo.

No tenía idea porque había logrado salir tan fácilmente de San Mungo, sabía que no me tenían tan restringida, mi ventana no poseía barrotes y rara vez me daban tranquilizantes. Así fue como pidió Harry que me trataran, con la más normalidad posible. Aún así cada noche sabía que Luna le ponía seguro a la puerta y cerraba la ventana, pero ahora estaba ahí con Malfoy, escondidos tras lo arbustos que apenas nos cubrían medio cuerpo, a las tantas de la noche. Con Malfoy. Draco Malfoy.

Sin decirme más el rubio me tomó por la cintura para hacer una aparición conjunta.

El estómago se me apretujó igual que siempre que aparecía, pero inmediatamente se me olvidó al ver el lugar donde estábamos.

—¡Espero que el ruido y la gente no te incomoden! —dijo casi gritando para que lograra oírlo.

Malfoy me había llevado a una discoteca. Nos habíamos aparecido sin problema en el interior. Todo el lugar estaba oscuro, solo la pista de baile estaba iluminada por luces neón de color verde, amarillo, morado y azul que giraban en todas direcciones. La intensidad de la música saltaba en nuestros pechos haciéndonos vibrar.

No sabía si lo estaba haciendo para llevarme aún más a la locura, ya que desde que estaba internada la gente solía hablarme a susurros o a veces ni siquiera hablaban. No estaban muy seguros de cómo sucedía, pero en ocasiones el tono de voz o una palabra mal empleada me desencadenaba un episodio que podía durar días.

Estando ahí y aún con todo el ruido, las personas y la compañía de Malfoy, nada mal había ocurrido, seguía coherente y clara.

—¿Bailamos o quieres beber algo primero? —me preguntó al oído. No había soltado mi cintura, pegado atrás de mi sin tocar nuestros cuerpos totalmente.

No se porqué, pero no me incomodaba en absoluto.

—¡Bebida! —grité, sentía la boca seca cuál desierto. Deslice mi lengua por mis labios para sentir lo reseco en ellos.

Pegados como si fuera algo natural, nos encaminamos a la barra donde un elfo doméstico servía tragos a todos los que se acercaban. Pareció reconocer de inmediato a Malfoy. Sin decirle mucho le ordenó que nos sirviera "lo de siempre". Con un chasquido el elfo doméstico apareció dos copas con un líquido verde que burbujeaba.

—¿Qué es? —pregunté.

—Le dicen "poison rabitt". Te hará muy bien. — Draco bebió todo el líquido de un solo trago. La copa inmediatamente volvió a rellenarse.

Miré el rostro de Malfoy iluminado por las luces estroboscópicas del lugar, tenía la cara más recia de como lo recordaba, perdiendo un poco de esos ángulos puntiagudos. Había ganado de nuevo todos esos kilos que le faltaron durante nuestro quinto año, se veía saludable. Una ligera barba lo hacía parecer unos cuantos años más grande.

¿Que hago con él? Debería estar en mi cama en San Mungo. ¿Por que me trajo aquí? ¿Por que deje que me sacará del hospital una persona que me odia?

Malfoy sonrió como si hubiera escuchado todo lo que pensaba.

—Todo está bien, bebelo y vamos a bailar.

—No puedo. —deje la copa en la barra y lo miré fijamente. —tu eres Draco Malfoy y yo soy una sangre sucia, no deben verte conmigo. No sé que hago aquí.

Malfoy se miró la mano izquierda, en su dedo anular tenía un anillo de plata en forma de serpiente, los ojos del accesorio eran un par de diamantes verdes. Se quitó la pieza de plata que debía pesar más de lo que aparentaba. El aro no se cerraba totalmente, la cola del anillo era puntiaguda y se veía incluso afilada.

—Dame tú mano.

—¿Para qué?

No dió respuesta, jaló mi mano y enterró el pico en mi palma hasta hacer un corte largo y profundo. Dí un salto al sentir el dolor. La sangre brotó haciendo un pequeño charco. No me soltó, con la otra mano estrelló su copa hasta dejarla puntiaguda de la boquilla, acercó mi palma a ella y dejó caer la sangre dentro. Yo solo lo miraba atónita.

En un movimiento que nunca imaginé acercó con violencia sus labios al recipiente de vidrio, los cristales se le incrustaron en la boca haciéndolo sangrar. Bebió tranquilamente el "poison rabbit" con mi sangre y la suya. Combinadas en un trago oscuro.

—Bailemos. — dijo azotando la copa vacía contra el piso. De su boca escurría la sangre, su sangre pura y roja, su rostro no demostraba dolor o enojo, se veía complacido con su acto. Extendió su mano hacia mi y repitió:  —Bailemos.

~Draco~

Lo sabía, Granger llevaba por lo menos veinte minutos lúcida en un lugar que tenía todas las cosas para sacarla de quicio, incluido yo. Me sentí tan poderoso, los inútiles sanadores no habían logrado ningún avance en seis meses, y yo raptándola logré veinte minutos de cordura en un ambiente inadecuado. ¡Que les den a todos por el culo! Me sentí grande, pero entonces ella mencionó "sangre sucia" y todo se desdibujó rápidamente.

El calor en mi cuerpo aumentó y supe que me daría un ataque ahí mismo, pero si ella podía permanecer cuerda a mi lado yo también haría lo mismo. No era momento de que me viera vulnerable, yo debía ser su todo, su fortaleza. Bebí su sangre y me pareció lo más dulce que hubiera probado en mi vida en combinación con la mía, agria.

Deliciosa sangre sucia.

Después de eso no se negó a nada de lo que sugerí, tomó mi mano y me dejó llevarla al medio de la pista. Miré hacia el elfo de la barra que inmediatamente sintió mi mirada y cambió la canción. Nadie nos notaba, a nadie le importaba. El vestido que había elegido para ella le sentaba de maravilla.

—Deja suelto tu cabello. —le pedí, odiaba que lo tuviera sujeto. Una de las características más hermosas de Granger era su indomable cabello crispado y amarrarlo era un crimen.

—Pero...

Negué sacando mi varita y haciéndolo yo mismo. El encantamiento le aflojó el moño desordenado que tenía, su cabello era más largo de lo que recordaba en nuestros días escolares, fácilmente le llegaba al trasero. Algo en mi pecho se agitó al verlo libre, igual de hermoso que siempre.

Ella pareció confundirse en cuanto escuchó un grito, seguido de otro y de otros, llanto y desesperación se apoderaron de una parte del lugar. Algunas parejas a nuestro lado se tensaron, pero siguieron bailando, los demás miraban la escena con tranquilidad.

—Acércate más. —la cogí fuerte de la cintura y comencé a darle vueltas, pegada totalmente a mí, intentando que mirara mis ojos y no alrededor.

—¿Malfoy, en dónde estamos? — preguntó alarmada.

—En mi hogar. — deslicé mi palma por su rostro lentamente sintiendo su piel caliente. El toque la estremeció, cerró los ojos y me acerqué a su oído para susurrarle: —todos aqui estamos dementes.

Granger no abrió los ojos, sonrió cuando escuchó que los llantos se transformaron en carcajadas desquiciadas.

—Vive aquí, conmigo. —le pedí y continué haciéndola girar mientras me deleitaba con su imagen serena.

Pronto todo se convirtió en felicidad, le gustaba que la hiciera girar, que la llevara de arriba a abajo, de un lado al otro mientras las luces de colores le daban en el rostro, haciéndola brillar de nuevo. No quería que nunca más se apagara.

—No deberíamos estar aquí, es muy noche. —pronunció.

—La noche es tu Dios ahora... nada más importa. Nadie más importa.

~Luna~

Le conté a Rolf lo que había hecho y definitivamente no estaba feliz.

—¿¡Y si la lastima!?

—Creí que confiabas en él.

—Lo aprecio mucho, pero Draco no está bien, no cómo aparenta. Tal vez está incluso peor que Hermione.

—Tú lo llevaste a San Mungo.

—Porque me dijo que sólo quería disculparse con Hermione, pedirle perdón por los años de colegio. No esperaba que la acechara a diario.

—¿Y si sabes que tiene un problema por qué no lo has ayudado?

—La única ayuda que podría darle sería internarlo en San Mungo, pero estoy seguro que idearía la manera de aparentar estar normal frente a los sanadores. Se ha convertido en un loco funcional para que nadie desconfíe de su cordura.

—No están locos, Rolf, están tan cuerdos como yo. Si es cierto lo que dices, entonces creo que podrían ser un buen apoyo entre si. —me acurruque en su pecho para dormir.

—¿Y si en vez de ayudarla le hace más daño? Draco se ha metido en lugares muy oscuros, con personas muy enfermas y no creo que Hermione pertenezca allí.

—Tal vez todos pertenecemos...

—Tú no, amor. —Rolf me marcó un pequeño beso en la frente, igual a todas nuestras noches.

Sabía de a que lugar se refería. Mi padre y yo fuimos muchas veces y no había sitio mejor. La gente solía llamarlo "La casa de los locos", un gran espacio lleno de música y luz, en donde la gente atormentada, las personas que necesitan un tiempo fuera, iban a relajarse o a explotar hasta quedar vacíos para enfrentar la vida al día siguiente. En la casa de los locos no hay nadie cien por ciento bueno, ni cien por ciento malo, nadie te juzga, nadie te ataca, es un hogar para los quebrados.

—Hermione va a mejorar.  —le susurré a Rolf que movía su pierna con ansiedad. Estaba preocupado aún cuando no tenía por qué estarlo. No podía platicarle que conocía el sitio. Él estaba entero, sano y no necesitaba saber todo eso.

No ahora, y esperaba que nunca.

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