—¡Esto es injusto!
Mi grito resonó por todo el edificio, literalmente. Mi dulce madre tenía un viaje de negocios gracias a su nueva ascensión como jefa en las empresas Stark.
A mi me alegraba esa idea, lo único que me desagradaba era que me dejaría sola con su estúpido esposo.
—Lo siento, Jema —dice ella, arrastrando su maleta por los pasillos —. Sabes que es importante, además quiero que tú y Anthony se lleven bien de una buena vez.
Gruñí apretando mis puños, justo cuando llegabamos a el ascensor. Ella suspiró y volteó a mi, con una gran sonrisa.
—Sabes que te amo, no hagas esto por él, haz esto por mi —acaricia mo rostro con suavidad —. Nunca te he pedido nada, solo te pido ésto.
Respiré profundamente. Mi madre había sido la única en mantenerme toda mi vida, luego de la ausencia de mi padre.
Ella no se encontraba donde estaba por ser novia del millonario, ella se encontraba ahí porque había trabajado para ello y por eso la admiraba más que a nadie.
No tenía superpoderes ni disfraz, aún asi era mi héroe.
—Está bien, pero no te prometo nada.
Las puertas del ascensor se abrieron mostrando a un fuerte hombre de ojos azules.
—Señora Stark, felicidades — felicitó el hombre a mi madre, ella le sonrió.
—Gracias, Steve. Sabes que puedes llamar Pepper. Nos vemos.
Ella besó mi mejilla y se adentró a el ascensor.
—Tú debes ser la Señorita Stark.
Apreté los dientes.
—Señorita Potts, rubia —digo enojada.
Una risa se escucha a nuestros costados haciendonos girar, era mi padrastro partiendose de la risa.
—Te acaba de llamar rubia —se carcajeaba mientras sostenía su estómago, enarco una ceja.
—¿Y tú de qué te ríes, anciana?
Tony dejo de reír, esta vez comenzó a reír el rubio.
—Lo lamento, señorita Potts, todos en el lugar hablan de usted como la "señorita Stark".
Volteé lentamente a Tony y lo asesiné con la mirada, él se encogió de hombros.
—Descuida, errores técnicos, al parecer la tecnología de esta porquería de edificio no es tan avanzada como todos piensan.
Bum, justo en su orgullo.
—¿Perdón?
—Perdonado —sonreí y volteé a el rubio —. ¿Tú eres?
—Steve Rogers, un gusto —respondió él, extendiendo su mano para estrecharla, la acepté.
—Jema Potts —le respondí de vuelta.
—¿Cuántos años tienes? ¿No deberías ir a la escuela?
Me encogí de hombros ante su pregunta.
—Tengo catorce y no, no asisto a la escuela.
Él frunció el ceño.
—No me mal interpretes —reí — Hace tiempo me eligieron en un grupo pequeño de jóvenes superdotados para pasarlos de grado avanzado. Ya estoy graduada de la escuela, cuando cumpla dieciocho años comenzaré la universidad.
Él asintió sorprendido.
—¿Porqué nadie me dice ese tipo de cosas? —escucho la molesta voz de el castaño, quién tomaba de un vaso de cristal lo que yo creía Whisky.
—Porque no eres mi padre.
Editado.