Medicate

By RachelBarker07

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Long-fic Hermione Granger lleva recluida 6 meses en San Mungo, el asesinato de sus padres la ha dejado en un... More

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1. Piloto

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By RachelBarker07

~Hermione~

No puedo enfocarme en nada. Hay demasiado en mi mente y no consigo organizar mis ideas. Sé que estoy en San Mungo, no recuerdo exactamente quién me trajo aquí, pero se lo agradezco. Intenté permanecer lo más cuerda que pude por tres años en los que luchaba contra las alucinaciones, los terrores nocturnos y la ansiedad. Hasta que mi mente se quebró y terminé aquí por haber atacado a un empleado del ministerio que confundí con un mortífago.

Hay momentos en el día que logro calmarme. Mis recuerdos, al igual que mi lucidez van y vienen todo el tiempo. Algunas memorias me anestesian lo suficiente para dejarme en un estado catatónico, pero otros, en su mayoría, me envenenan.

Con el paso de los días he podido dividirlos y distinguirlos en dos clases: Los recuerdos brillantes de mis días de colegio; puedo ver a Harry y Ron caminando por Hogwarts, discutiendo sobre alguna bobería o tomando cerveza de mantequilla en Las tres escobas, mientras ambos se burlaban del bigote que les quedó por la espuma; conjurando mi primer patronus con Harry sonriéndome satisfecho o incluso del día en que la profesora Mcgonagall llegó a casa para informarle a mis padres que era una bruja. Esos recuerdos me hacen feliz y adormecen el dolor. Aunque no siempre es así. La mayor parte del tiempo estoy en otra sintonía, en la que recuerdo las cosas más horribles de las que fui testigo. Y aunque hago de todo para resistirme, la oscuridad de mi memoria cubre cada parte de mi mente y me hace revivirlo una y otra vez.

En los recuerdos opacos veo la mansión Malfoy, con el aliento putrefacto de Bellatrix Lestrange chocando en mi rostro mientras me tortura, mientras lastima mi antebrazo con su navaja venenosa; ahora fervientemente me la paso rasguñando la cicatriz con el único propósito de arrancarme el pedazo. También hay visiones del cuerpo inerte de Dobby en los brazos de Harry. Y si me concentro lo suficiente puedo escuchar los hechizos que lancé a todos los mortífagos durante la batalla de Hogwarts, a través del punto más crítico de la masacre.

Al final todos nos hicimos partícipes de la carnicería. Maté a varios con la maldición imperdonable, y cuál Voldemort sentí como mi corazón se partía en pedazos, luchando por continuar. Todo lo que jure no hacer lo hago para ayudar, para salvarme, por Harry y su triunfo, por todos los alumnos caídos que sin querer pise mientras corría para llegar a Ronald. Todos los Weasley lloraban desconsoladamente por la muerte de Fred. En el camino hacia ellos me encontré a Lavender Brown con la garganta desgarrada por Fernin Greyback, el hombre lobo salvajemente se alimentaba de su cadáver. Sin remordimiento alcé mi varita contra él y lo maté. Parte de mi se queda en los ojos congelados de Lavender. Conformé más avanzaba descubría lo fracturado que tenía el corazón. El último trozo de mi alma se queda con mis padres, siendo asesinados frente a mí por Evan Rosier, al cual maté en un ataque de ira.

Mi cerebro se apaga y enciende, se apaga y se enciende en cualquier momento, y cuando se reactiva aparecen en mi habitación todos los cuerpos de los muertos de guerra, bañados en sangre. Los conozco a todos: niños, jóvenes, adultos, mis padres, maestros, amigos; todos con el rostro rígido lleno de terror.

Grito y lloro hasta que los ojos me quedan secos e hinchados. Las manos de mis cuidadores me rodean y evitan que me siga haciendo daño.

Así es como todo se apaga por un momento...

~Luna~

Desde que Hermione fue internada, me dediqué a cuidar de ella a diario. Harry y Ron se ofrecieron para la tarea primero, pero al verlos Hermione se ponía tan mal que terminaba lastimandose mucho.

Nadie sabía que le ocurría, excepto yo.

Su corazón, su alma y mente estaban hechas polvo, muy probablemente jamás sería la misma. Había soportado demasiado tiempo, todo para que Harry resistiera la batalla, pero ahora estaba cansada y su cordura se había tomado unas buenas vacaciones. Era posible que si volviera a estar normal, no estaría del todo bien. Sería como yo, buscaría una ruta de escape para no llorar, la tomarían por una lunática mas.

—Se que estás en un lugar muy oscuro en el fondo de tu mente, debes intentar salir. —Le susurro, acomodando su cabello en una trenza floja. Nada de glamur, solo precaución. Acaba de tener su segundo episodio del día.

Esta vez no pudo lastimarse el antebrazo, la había vendado anticipadamente y adelantándome a que se jalara el cabello le hice un moño en alto que se deshizo a tirones. Tal vez la trenza funcionaría mejor.

Ya pasó, ya estás mejor. Pronto estarás bien, ya lo verás.

Le hablaba a susurros para que no se alterara, a veces lograba escuchar mi voz y me regalaba una triste sonrisa, hundiéndose casi de inmediato en ese oscuro mundo en el que vivía desde hace seis largos meses.

Antes de eso solo era una voluntaria ocasional. Mis horas de cuidado eran cortas, pero cuando Hermione fue ingresada me quedé de fijo para atenderla. Algunas veces Rolf, mi novio, me visitaba y ayudaba con ella. No la conocía, pero le duele ver a cualquier persona mal. Estragos de la guerra, dice.

Esa tarde no fue diferente a las anteriores. Llego para almorzar, pero no vino solo, vino con alguien que reconocí de inmediato.

—No has cambiado nada. —sonreí, saludando al hombre que lo acompañaba.

Lovegood. — respondió, su voz había engrosado un tono más, pero lo curioso era la manera en que miraba ansiosamente hacia la habitación de Hermione.

—Luna, Draco me pidió que lo trajera conmigo.

Mi novio y Draco Malfoy sé llevaban bien. Rolf había estado varios años trabajando para Lucius Malfoy en búsqueda de pagar su especialidad y en el camino conoció a Draco. En algún momento se habían hecho amigos.

—Cualquier visita es buena. —comenté, dejando un poco descolocado a Malfoy. Una reacción que siempre provocaba en las personas que no esperaban mi gentileza, pero a mí me apetecía darles a todos una oportunidad, sin importar quien fuera o lo que hubieran hecho en el pasado. —Vamos. — lo tomé del brazo como a cualquier viejo amigo y avise que entraría.

~Draco~

¡Al fin! ¡Al fin encontré a alguien cómo yo! ¡Al fin!, mis pensamientos giraban frenéticos, mientras la lunática Lovegood abría la puerta de la habitación de Granger.

Había buscado durante largo tiempo a alguien quebrado, alguien irreparablemente herido después de lo que pasó. Vivía esperanzado de encontrar algún moribundo tan loco como yo, y al fin lo encontré, la encontré. Tres años después, pero la encontré y lo mejor era que se trataba de nada más y nada menos que Granger.

El destino por fin me sonreía.

Cuando Scamander me contó la nueva actividad de su novia, la curiosidad me invitó a preguntar más y más, y ahora ahí estaba frente a la heroína de guerra, frente a Hermione Granger, la ratona de biblioteca, la princesa sangre sucia.

—Hermione, tienes una visita.— informó Lovegood con su empalagoso tono. La lunática fungía como madre de Granger. La levantó del sofá dónde estaba y la sentó en la orilla de la cama.

La pequeña habitación que la albergaba no era más que un espacio de cuatro por cuatro, paredes blancas, un mini sofá, una mesita de té completamente desnuda, una silla vieja de madera, una cama individual y una triste ventana que daba a la parte trasera del hospital.

Casi me sentí enfermo de estar ahí.

Lovegood me hizo señas para que usara la silla delante de la catatónica castaña, y sin decir nada más salió. Agradecí el gesto infinitamente, no quería que nadie oyera lo que le diría.

—Hola. —saludé más rápido de lo que pensé en hacerlo.

Granger no me miraba, no miraba nada en particular, sus pupilas vacias parecían un espejo de las mías e inevitablemente sonreí, era tan perfecto.

—Vine a... pedirte una disculpa. —mentí, debía mentirle al principio para que todo lo que planeaba funcionara. —Se que es bastante tarde, pero... cuando me dijeron que estabas aqui, supe que era el momento indicado. Espero que no pienses que solo vengo por eso, en realidad quise disculparme desde antes, ya sabes...

Por unos minutos que me parecieron eternos Granger permaneció perdida en su interior. Era como estar frente a una muñeca.

Malfoy. —susurró de pronto, enfocando sus ojos en mi.

Según lo que me había contado Rolf, Granger vivía aletargada casi todo el tiempo, solo con pequeños ratos de lucidez que cada vez sucedían menos. Y ahora yo estaba presenciando uno. Una bendición que no merecía.

Granger. —dije intentando no sonar emocionado por su respuesta favorable.

—Gracias. —volvió a susurrar, dejándome con la boca abierta. Creí que volvería a apagarse, pero sólo movió un poco la cabeza y continúo hablando. —aquella vez en tú mansión fingiste no reconocer a Harry, nos salvaste la vida.

No creí que me diría aquello, de hecho, estaba preparado para una reacción negativa. Yo representaba todo eso que la había dejado así. Tan quebrada que necesitaba estar confinada en el área de psiquiatría.

—Debí hacer más —confesé apenado. Una vergüenza muy real. Aquella situación podría haber sido diferente si mi antiguo yo, cobarde y estúpido, hubiera hecho algo para detener todo. Ahora era tarde para un arrepentimiento más profundo, ya estaba hecho el daño.

—Sabes... podía oírte mientras Bellatrix me cortaba. Podía oírte llorar y sabía que observabas. Eso me ayudó a no perder la cordura en ese momento. No me sentí... sola.

—No sé si habría podido hacer algo. —confesé. —Si Bellatrix hubiera alzado su varita para matarte no creo que tuviera el valor de detenerla. No en ese momento.

—Lo sé. Lo entiendo y... te disculpo.

No podía creer lo que me decía, sabia que era sincero por el estado en el que estaba, pero sonaba tan bueno para ser real que por un momento me sentí engañado. ¿Dónde estaba esa locura explosiva de la que me habían contado? La respuesta estaba en sus labios resecos y partidos, casi sangrantes, y las ojeras que se le habían depositado debajo de los ojos. Estaba mal claramente.

No le dije nada más, me levanté y salí huyendo.

Rolf y Lovegood me vieron irme, pero no me detuvieron. Así era mejor, ahora yo, comenzaba mi propio infierno mental.

Cuando llegue a la mansión sentía como la corbata me apretaba la garganta al grado de estrangularme. Un calor que no existía en realidad se apoderó de mí. Me saqué toda la ropa y como pude. abrí la llave de la bañera. No espere que saliera caliente, me zambullí de un salto en el agua helada.

Comencé a llorar y a maldecir cuánta cosa se me venía a la cabeza. Me aferre a los lados de la tina cuando un calambre cerebral me recorrió de la nuca a la punta de la frente.

Ya había comenzado el episodio. Perdería la razón por largo rato, hasta que los elfos entraran a sacarme del agua gélida. Entonces me vestirían y yo aún en el delirio preguntaría por mi madre.

—La señora ya no está con nosotros, amo. —responderían igual que siempre.

Me rescatarían, taparían y vigilarían toda la noche hasta la llegada de mi padre, pero eso ya no importaba, no estaba preocupado por la decepción que cruzaría su rostro. Ahora podía dejar de conmiserarme, al fin había encontrado una sanación, había encontrado a la loca de Hermione Granger.

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