Oblivion » Dramione

Por FerMata8

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Los personajes son de Rowling... Advertencia: Compatible con Séptimo libro solo hasta tarde en que el trío e... Más

La nueva orden del Fénix.
Luna Lovegood.
Percival Weasley.
Ronald Weasley.
Dean Thomas.
Theodore Nott.
Parvati Patil.
Precipicio.
El espía.
El Fedelio Roto.
Oclumancia.
La tumba sin nombre.
Veritaserum.
Marcus Flint.
Blaise Zabini
Severus Snape.
El elfo.
Emboscada en Grimmauld Place.
El último Horrocrux.
Memoriatus.
Tom Riddle.
Expiación.
Harry Potter.
Boda en la Madriguera.
Hermione Granger. (Parte 1)
Hermione Granger. (Parte 2)
Draco Malfoy.
Epílogo.

Daphne Greengrass.

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Por FerMata8

"El talento supremo consiste en exponer la propia desgracia con humor."

Los Patitos Feos- BORIS CYRULNIK
🥀

El solo tener a Granger cerca le revolvía el estómago. Pero no era la sensación prejuiciosa de sus días de Hogwarts donde verla era recordar a Potter. No. Ahora era diferente porque ella representaba para Draco una incógnita.

Según la versión del "Elegido" –una versión que él solo creía porque siendo bueno como era en Legeremancia, estaba seguro de que, aunque algo ocultaba, Potter no mentía del todo– él se había negado a matar a Granger, oponiéndose al señor Oscuro.

La madre de los pelirrojos –una de las pocas personas que le dirigían la palabra desde su llegada a aquel lugar— había dicho que aquello era una prueba de gran valentía, y él coincidía con ella: era una prueba de valor... Pero los slytherin no se caracterizaban por su coraje y sin importar lo que San Potter dijera, él se conocía bien: había decidido tomar la marca y hacer las cosas terribles que venían emparejadas a ello, con tal de mantener contento al Señor Oscuro y conservar así a salvo a su familia. Se había lamentado tristemente por no matar al viejo director cuando debió hacerlo, creyendo que quizás así, habría salvado a los suyos de la humillación que era tener su hogar sometido a los deseos de un mestizo. Y creía firmemente que si matar a Granger hubiese dado a sus padres un día más de vida, mientras que ser valiente y enfrentarse al Lord, los condenaba, él, Draco Malfoy, habría optado por la primera opción sin pensarlo dos veces.

Por eso la versión de Potter no cuadraba. Por eso ella representaba para él un misterio. Por eso, tenerla cerca le hacía reprocharse tanto la muerte de sus padres, como la culpa al desear que fuese ella quien hubiera muerto.

Y ella había tomado esa molesta costumbre de quedarse mirándole fijamente, con reproche, de seguro, por todos aquellos años de tortura en Hogwarts. Y aunque esto generaba en él una molesta "vergüenza" –así llamaba a esa sensación de garganta contraída y manos sudorosas– le mantenía la mirada para no mostrarse afectado. No podía mostrar debilidad.

Lo más cerca que había estado de ella fue una tarde en que la encontró junto al pelirrojo en la cocina. No sabía por qué, pero aquello lo hizo sentir más que incómodo, y cuando ella pasó por su lado, con sus labios rojos y sus mejillas especialmente sonrojadas, no supo bien si la mirada que le lanzó fue de rabia, por haber sido interrumpida, o más bien de alivio.

Con la llegada de Nott las cosas mejoraron algo, al menos hasta que éste encontró en Lovegood una conversación más entretenida –cosa que resultaba absolutamente incomprensible para Draco– pero recién la tarde en que Daphne Greengrass apareció en la puerta de entrada pidiendo asilo, fue que las cosas tomaron un rumbo inesperado, fuera esto obra de la ex slytherin o no.

Mientras habían estado en Hogwarts, la rubia hija mayor de los Greengrass no había sido particularmente cercana a Draco; al menos no tanto como lo fuera con Nott, por quien parecía tener una especie de encaprichamiento amoroso; pero al poco de estar en aquel lugar y comprender que la nueva distracción de su antiguo mejor amigo –dígase Luna– lunática– Lovegood– no dejaba a éste tiempo para ella, en lugar de hacer un berrinche y regresar con su familia, como el rubio habría esperado, la joven se tornó en una buena compañera de conversaciones, una excelente mediadora con el resto de los habitantes de aquel lugar –en su mayoría Gryffindors– que habían caído rendidos a su hechizo, y, por qué no decirlo, una "amiga" conveniente.

Y mientras más cercana se hacía Daphne a los demás, más empeño parecía poner en arrástralo a él con ella, al punto que no había transcurrido un mes desde que la rubia llegara, cuando Longbottom, la gemela Patil, una Hufflepuff cuyo nombre no recordaba, y hasta la menor de los pelirrojos –la enamorada de Potter, para ser exactos– le dirigían la palabra en conversaciones que, aunque incómodas, eran todo un avance para el silencio con que le habían tratado hasta entonces. Y es que Daphne había sabido hacerse realmente encantadora, tanto como él jamás imaginó que una joven mimada como ella pudiera ser. Seguro que algo había tenido que ver en ello su particular belleza, pero mucho más aquella increíble necesidad de aceptación que no la abandonaba nunca, aunque en sus tiempos de Hogwarts no se había notado tanto como ahora.

Fue también por culpa de Greengrass, que terminó una tarde, tras un largo año y medio de silencio, hablando con Hermione Granger.

🥀

Hermione no entiende por qué ha aceptado quedarse en el comedor junto a ellos. Junto a Neville, a Parvati, y a Daphne Greengrass, que sentada al lado de Malfoy no ha dejado de hablar. La rubia cuenta una anécdota cargada de ironía, pero debe ser graciosa, pues todos ríen, así que ella ríe también. No logra entenderla del todo pues su atención está completamente volcada en Malfoy. En sus ojos grises que la observan con insistencia. Ella gira su rostro hacia la rubia aparentando interés, solo para evitar la mirada de él, y la silla de él suena al instante siguiente. Cree que él se irá, pero Greengrass ha dicho algo que lo retiene. Y él habla. Hacía más de un año que Hermione no lo había oído hablar, y piensa que su voz ha cambiado bastante. Ahora es la voz de un hombre.

Ella gira sus ojos hacia él otra vez, para comprobar que él sigue ahí, con la mirada perdida en una taza de té que ha dejado enfriar sobre la mesa. Seguro que a él tampoco le gusta, piensa ella, pero no sabe como decirle a él que ella también piensa que Neville prepara un té nauseabundo. Y los ojos de Daphne están fijos en ella ahora, esperando una respuesta a una interrogante que Hermione no escuchó. Y la rubia ríe al confirmar que ella no ha estado atenta; ríe en aquel modo maravilloso que tiene de separar los labios dejando al descubierto su sonrisa perfecta, mientras sus ojos azules se clavan en ella. Daphne es hermosa. Todos lo dicen. En Hogwarts nunca se había sentido tan intimidada por aquella belleza como ahora, aunque claro, no es como si hubiesen compartido mucho en ese tiempo. Y Hermione vuelve a mirar a Malfoy aprovechando que Parvati ha cambiado el tema, y descubre que los ojos de él están fijos en la rubia. Él también es hermoso. Y ambos son Slytherin. Hannah ha dicho que están juntos y que por eso ella desaparece del cuarto que comparten por las noches, porque va a dormir con él. Algo se revuelve en el estómago de Hermione al pensar en Malfoy tocando a alguien de ese modo.

Y los ojos de él vuelven a quedar fijos en ella mientras los minutos transcurren y antes que ella lo note o sepa cómo, ellos dos son los únicos que quedan en la mesa, compartiendo un silencio incómodo.

"Dicen que te la pasas haciendo pociones", las palabras han dejado los labios de ella antes que pueda notarlo y él la observa con expresión incrédula. Hermione se muerde el labio y regresa su mirada a la taza entre sus manos, avergonzada de lo tonta que debe parecerle al buscar conversación.

"Dicen que Weasley y tú están juntos", es su respuesta en tono burlón, lo que la obliga a alzar su mirada y negar con la cabeza.

"Eso no es cierto", ella intenta mantener la calma creyendo haber encontrado una oportunidad para una conversación que creía imposible. No sabe por qué su corazón late a mil por hora ante la idea, pero entonces nota que él se está poniendo de pie, sin intención de seguir ahí.

"Díselo a alguien a quien le importe", y la agresividad de aquel comentario es incomprensible para ella que lo observa mirándola con aquella expresión que no le veía desde sus tiempos de Hogwarts, haciéndola dudar. ¿Es que no ha cambiado nada?

"No te haría daño conversar civilizadamente de vez en cuando", le advierte ella con paciencia. Él sigue de pie, con su sonrisa burlona, pero ya no parece tan pronto a irse. "No es bueno que estés siempre tan apartado del resto y..."

"Guarda tu lástima para los demás", ahora su tono es de rabia.

"No se trata de..."

"Guárdala para los elfos que quieran oír tus ridículos sermones idealistas...", se acerca a ella, lentamente, hasta quedar a su lado, y apoya una de sus blancas manos en la mesa. "Guárdala para los ilusos que creen que esta guerra acabará bien, y para el pobretón... Deja que te coja si eso alivia su miseria...", Ella se ha puesto de pie de un golpe, roja de ira, y alza su mano para borrar aquella sonrisa de su rostro pálido. Pero él es más rápido y enreda sus blancos dedos en su frágil muñeca y la aprieta. Y el pánico la domina y él retrocede espantado sin que ella comprenda la razón. No quiere quedarse a comprenderla, quiere huir. Pero su cuerpo tiembla descontroladamente haciendo imposible caminar. Alza su mirada a él, esperando encontrar en sus ojos una expresión burlesca, pero lo que encuentra la desconcierta. Él también ha retrocedido y su mirada proyecta algo muy similar al miedo.

El tiempo transcurre en un silencio incómodo que él interrumpe con la más inesperada de las frases, y ella tiembla al oír cuando aquellos labios finos sueltan un "Lo siento". Y realmente lo siente, ella puede leerlo en sus ojos, y vuelve a creer que él ha cambiado. Quiere creerlo. Lo ve caminar lejos de ella, con los ojos fijos en el suelo y ella dice lo único que se viene a su cabeza.

"Malfoy...", él apenas se detiene, "No es por lástima." El silencio entre ambos retorna y por un instante fugaz cree que él ha comprendido el mensaje, y luego lo ve perderse.

🥀

Draco no lograba entender lo que había ocurrido. "No es por lástima", dijo ella y él en verdad quería que sus palabras fueran ciertas: que no fuera por lástima; porque fue precisamente por creer que ella lo compadecía que la rabia lo dominó, haciéndolo decir cosas que no debió.

Pero lo peor de todo no era eso, sino aquel inexplicable estremecimiento que lo recorrió de pies a cabeza cuando sostuvo su muñeca. Aquella sensación vertiginosa que revolvió su estómago, y el modo en que su pulso se aceleró de un momento a otro. ¿Qué había sido eso? Con solo pensar en ello lo invadía el más profundo de los miedos, tanto más terrible porque no sabía realmente a qué temer.

🥀

Fue la misma profesora McGonagall quien sugirió a los de la Orden permitir el ingreso de Daphne al número doce de Grimmauld Place. Según la versión de la Directora de Hogwarts, habiendo huido sus padres de Inglaterra, en una clara negativa a unirse al señor Oscuro, Daphne sería blanco probable de represalias por parte de los mortífagos, lo quisieran o no, abundaban en el castillo.

En opinión de Daphne, Minerva McGonagall era una persona muy fácil de convencer, pues habían bastado unas cuantas mentiras respecto a supuestos "mensajes amenazadores" que nunca existieron, para que la mujer la llevara hasta su querido Theodore Nott, como la rubia había querido desde un principio.

Tras su primer día en la Mansión Black, Daphne llegó a dos conclusiones: primero, que con lo fácil que había sido para ella llegar hasta ahí, si Lord Voldemort se enteraba que el Elegido estaba viviendo con los de la Orden del Fénix, Harry Potter era hombre muerto. Y segundo, que lo que sea que había existido entre Theodore Nott y ella en Hogwarts, no tenía lugar aquí. No al menos mientras su ex mejor amigo siguiera embelesado por una rubia mucho más baja y fea que ella.

Pero una vez ahí, ya no podía regresar a Hogwarts, y lo curioso es que no le importó. El castillo, con la melancólica Pansy llorando por sus años perdidos con Malfoy, y los torpes de Crabbe y Goyle como únicos representantes masculinos de Slytherin, luego que Zabini se uniera a los Mortífagos, era un lugar verdaderamente deprimente para vivir. Aquí, con nuevos compañeros –y eran nuevos, porque en Hogwarts nunca se había molestado en conocer a ninguno– todo prometía ser más divertido.

—¿Y por qué no te llevaron con ellos? —preguntó Hannah Abbott cuando Daphne explicó cómo había terminado ahí mientras hacía gala de sus dotes culinarios preparando un chocolate caliente que nada tenía que envidiar al de Hogwarts.

—¿Bromeas? ¿Y arriesgarse a que mi legendaria belleza los delatara? —exclamó la rubia con el encantador sarcasmo que la caracterizaba— Solo podían llevar a mi hermana con ellos, como es una rubia común y corriente, nadie sospechará quienes son... —sonrió acercando una taza a Ginny que la observaba con suspicacia.— ¿No me crees?

—¿Es verdad? —la pelirroja tenía una ceja alzada en señal de reto.

—No —sonrió la rubia.— Pero es mejor que admitir que se querían deshacer de mí. —dijo encogiéndose de hombros, más sin dejar de sonreír mientras se llevaba la taza a los labios. Y vio como el rostro de Ginny demudaba su expresión— Aunque al final yo he salido ganando. ¡Con mis padres a su lado la pobre Astoria tendrá suerte si la dejan acercarse a un hombre antes que cumpla cuarenta!

Sabía que con sus verdades a medias y relatando sus desgracias con humor, se conquistaba la simpatía de los presentes sin riesgo de ganar su lástima. ¿Cómo podían compadecer a alguien que se burlaba de su propia tragedia? Y esperaba que su buena mano en la cocina, un talento que había cultivado en secreto en aquellas largas tardes de agonía en su hogar, le ayudara a conquistar también sus estómagos. Poco a poco se fue ganando la aprobación de todos en aquella casa, y Daphne habría podido vivir sus días felices coqueteando tranquilamente, de no ser por una frase que oyó decir a Ronald Weasley a través de la puerta, cuando un grupo de Gryffindors hacía referencia a su particular belleza:

"No me gustan las rubias"

Hasta donde ella sabía, la experiencia del pelirrojo se reducía a una temporada de besuqueos con una chica chillona cuyo nombre Daphne no podía recordar; y a su relación nunca concretada con Granger. En general, la opinión de alguien tan poco experimentado no le habría importado para nada, pero él dijo "las rubias", y eso definitivamente la incluía a ella, algo que el natural vanidoso de la joven no podía tolerar.

Por eso había pasado las últimas tres semanas haciendo todo cuanto estaba en su poder para llamar su atención del modo en que acostumbraba llamar la atención de los hombres. Pero los ojos de Weasley seguían fijos en Granger. ¿Qué podía ver en ella? ¿Su cabello deslustrado? ¿La simple delgadez de su cuerpo? Nunca había visto a nadie tan despreocupada al vestirse, ni tan mojigata al hacerlo, y, sin embargo, Weasley parecía embelesado ante su presencia, fiel a la posibilidad de una relación que no prometía grandes emociones. Pero Daphne estaba empeñada en hacerlo fijarse en ella y si para eso tenía que quitar a Granger del camino eso haría. Y la oportunidad se presentó ante sus ojos con más facilidad de la que ella habría esperado, y fue la tarde en que se percató por primera vez del modo en que la comelibros se quedaba mirando a Malfoy.

Los días siguientes, utilizó sus encantos para generar conversaciones donde eventualmente participaran ambos e hizo todo lo que estuvo en sus manos para que los demás aceptaran al rubio, pese a la reticencia de este. Y poco a poco, sus estrategias fueron dando resultado. Estaba segura. El único que parecía no advertirlo era Weasley.

—¿Has notado como Theodore y Lovegood parecen haberse hecho grandes amigos? —preguntó ella un día en que encontró a Ron en la cocina y se ofreció a servirle una porción de pastel de calabaza que ella misma había hecho esa tarde, para retenerlo. El pelirrojo terminó aceptando, más por cortesía que otra cosa, estaba segura, pero eso era lo de menos.— Me atrevería incluso a pensar que hay algo más entre ellos.

—Supongo... —respondió Ron con desinterés, al tiempo que recibía el plato que ella le extendía, y volvía a tomar asiento junto a la mesa.

—Es curioso, porque normalmente los Slytherin no se fijan en chicas de otras casas, pero supongo que esta guerra lo cambia todo, ¿no? —él asintió en silencio, con la mirada perdida, y ella se mordió los labios calculando que había llegado el momento de sembrar la duda.—Ahí tienes a Granger, por ejemplo. —los ojos de Weasley nunca le había parecido tan azules y brillantes como en aquel momentos en que los clavó en ella con una mezcla de expectación... y miedo.

—¿Qué... que ocurre con Hermione? —titubeó. A Daphne casi le dio pena su expresión. Casi. Pero en el corazón de la joven había poco espacio para sentir compasión por otros cuando se trataba de conseguir lo que quería.

—¿Es que no lo has notado? El modo conque ella y Malfoy se miran es más que evidente.

Lo que siguió a ello fue una larga exposición por parte de Ronald Weasley respecto a todas las razones por las cuales Granger jamás tendría ese tipo de intensiones con Malfoy. Pero a Daphne le pareció, y no estaba equivocada, que al retirarse de la cocina, el pelirrojo ya no lucía tan convencido de que aquellas razones fueran suficientes. Al día siguiente, la rubia contempló, con una sonrisa en sus labios, el modo en que Weasley apretaba los puños al descubrir a Granger con la mirada fija en Malfoy.

🥀

Cuando Neville se ofreció a acompañarlos en busca de un nuevo Horrocrux, Hermione tuvo un mal presentimiento. Pero el muchacho insistió y Harry terminó por aceptar.

—Nunca ha sido particularmente bueno en enfrentamientos. —le advirtió la joven a Remus Lupin cuando éste dio su aprobación— ¿Está seguro que es una buena idea que nos acompañe?

—Hermione, hace meses que Neville y los demás forman parte de la Orden, igual que ustedes. Se están preparando con aurores para enfrentar a los mortífagos cuando llegue el momento, y hasta ahora no les hemos permitido hacer más que una que otra misión de reconocimiento, como si se tratara de niños a los que debemos proteger. Quizás sea tiempo de que les permitamos demostrar que son capaces de algo más que jugar a estar en guerra.

Ron apoyó las palabras del hombre lobo y Harry guardó silencio, por lo que a Hermione no le quedó más que aceptarlo. Tal vez Lupin tenía razón. Después de todo, Neville y los demás no eran más jóvenes que ellos, sin importar cuán frágiles le parecieran a Hermione.

Pero tres horas después, en medio del bosque, la joven ya no pensaba igual. Atacados por un grupo de mortífagos que parecían más que enterados de la ubicación de Harry, vio como Neville se paralizaba ante el pánico y ella debió tomar su mano y correr, correr tan fuerte como pudiera lejos de todos, lejos de Harry y Ron, a sabiendas de que los mortífagos perseguirían al elegido. Era el único modo de poner a salvo a Neville: buscar un lugar lejos de los mortífagos para usar el traslador que lo llevaría de regreso al cuartel, sin temor a que los seguidores de Voldemort pudieran rastrearlos hasta allá.

—¡Neville! —gritó Hermione al muchacho para hacerlo reaccionar, creyendo estar lo suficientemente lejos de los mortífagos.— ¡Neville! ¿Puedes regresar solo al cuartel? Necesito volver con Harry y Ron. —Neville asintió paralizado— Activaré el traslador para que...

Los ojos de Neville se abrieron como plato y extendió la varita por sobre el hombro de Hermione haciendo que ella también se volteara al comprender que alguien había aparecido a sus espaldas.

EXPE.... —pero Neville no alcanzó a terminar el hechizo y la joven apenas logró esquivar el rayo rojo que golpeó el pecho de su amigo. La varita temblaba entre los dedos de Hermione apuntando al punto de donde había sido proferido el "CRUCIO", pero la figura se movió con tal agilidad que Hermione apenas logró percatarse de lo rápido que la tuvo junto a ella, hasta que su varita voló por los aires y una mano se enredó entre sus cabellos, alzándola del piso.

—¡Vaya, vaya! ¿Qué no es la mugrosa amiguita de Potter? —llego a sus espaldas una voz ronca, amortiguada por la máscara que cubría su rostro. Neville gimoteó algo desde su lugar en el suelo y el Cruciatus se oyó en el bosque por segunda vez, generando otro grito desgarrado por parte de su amigo.

—¡NO! —gritó Hermione y sintió como los dedos en su cabello apretaban con más fuerza y de un solo golpe llevaron su frente a impactar contra el árbol más cercano.

—Después me encargaré de ti, sangre sucia. —dijo el mortífago, antes de volcar su atención en Neville otra vez, mientras ella se desvanecía sobre el verde follaje del bosque. Su cabeza daba vueltas y sentía algo tibio correr por su frente. Intentó abrir los ojos pero todo era oscuro con destellos luminosos que le impedían ver. Oyó a Neville gritar otra vez, lo que la hizo recordar donde estaba y se sostuvo sobre sus brazos, abriendo y cerrando los ojos hasta conseguir ver algo. Su varita se veía borrosa a solo unos metros y se arrastró hasta ella como pudo. Hubo un nuevo grito de Neville ante otro golpe por parte del Mortífago, quien decía algo que ella no alcanzaba a comprender. Sus dedos se aferraron a la varita y Hermione se incorporó tambaleante hasta enfocar la figura frente a ella pensando que de no apresurarse su amigo moriría a manos del mortífago. Y apuntó hasta él.

—¡AVADA KEDAVRA! —la maldición salió de sus labios antes que ella tuviera tiempo de pensar en lo que había dicho. El rayo verde surcó el aire y por unos centímetros, solo por unos centímetros, se desvió de su objetivo. Pero esto fue suficiente para atraer la atención del enmascarado.

—¡Maldita! —gritó el hombre, dando tres zancadas hacia ella con la varita alzada. Ella cerró los ojos pronta a recibir el hechizo, pensando en que al menos sus padres no sufrirían al saberla muerta. Notó el destello verde que emitió el hechizo, pero después de haber sido dicho, ella siguió respirando. ¿Sería así como se sentía la muerte? ¿Cómo si nada hubiera cambiado? Y sus ojos se abrieron mientras la figura frente a ella se desplomaba contra el suelo. Y a su espalda, y con la varita aún alzada, encontró a la persona que ella menos hubiese esperado encontrar: Severus Snape.

—¿Puede caminar, señorita Granger? —fue todo lo que el hombre preguntó con su mirada impenetrable, y Hermione asintió confusa, extrañamente consciente de que el mismo mortífago que había dado muerte a Dumbledore era ahora el que le salvaba la vida.— Bien, porque creo que el señor Longbottom necesitará de su ayuda para regresar.

Hermione volvió a asentir aún conmocionada ante lo ocurrido y caminó hasta Neville, que se hallaba inconsciente sobre el piso. Cuando volvió a mirar y antes de que el traslador hiciera que todo girase en torno a ellos, la figura de Snape había desaparecido.

🥀

Draco trabajaba en el rincón del sótano donde tenía el equipo necesario para elaborar sus pociones, intentando modificar los ingredientes del Veritaserum para conseguir una fórmula más poderosa. No era ciertamente su pócima favorita, pero desde que Lupin destacara su talento en pociones, el rubio había descubierto que preparando los brebajes que la Orden requería, tenía libre acceso a los demás ingredientes, e incluso podía encargar de Hogsmeade los otros que necesitara para preparar sus propias pociones, muchas de las cuales no eran aún más que intentos fallidos, pero cumplían con mantenerlo ocupado. Y es que Draco en verdad necesitaba mantenerse ocupado para conservar la cordura en aquel lugar infestado de gryffindors.

Escribía en el rotulado de su última poción cuando sintió los pasos de un extraño descendiendo las escaleras y al instante siguiente, Hermione Granger emergía de las sombras para quedar de pie frente a él. Su enmarañado cabello tenía un par de hojas secas enredadas y su ropa estaba sucia. Pero lo más impactante era su rostro, más pálido que de costumbre, transmitiendo un cansancio y una angustia que no le había visto nunca, y en el borde derecho de su frente, justo donde comenzaba su cabellera, un par de rasguños con bordes rojos, se revelaban como el origen de la sangre seca que ensuciaba su cara. Draco no pudo evitar alzar una ceja en señal de asco, pero ella no lo advirtió.

—El profesor Lupin necesita que prepares más poción para dormir. —dijo ella con una voz que reflejaba su agotado estado. Draco hizo un leve gesto con la cabeza en señal de asentimiento.— Ha tenido que acabar toda la que tenía en Neville y... Y cree que necesitará más para cuando despierte... —El rubio no podía dejar de preguntarse a qué venían las explicaciones en ese momento, pero se mantuvo en silencio con el ceño fruncido, mientras ella seguía hablando.— Fue el Cruciatus... un mortífago lo hizo sobre él muchas veces y... No sé... El profesor Lupin dice que se repondrá, pero prefiere mantenerlo dormido hasta que acabe el dolor.

Draco habría querido preguntar si aquella sesión de cruciatus había tenido algo que ver con la búsqueda de los Horrocruxes que hacía Potter de vez en cuando, pero creyó que eso podía dar pie a una conversación, y lo que menos necesitaba él era tener que hablar con Granger.

—Dile a Lupin que la prepararé. —y volvió su atención a los frascos de cristal, esperando que ella entendiera con eso que debía irse. Para su molestia, al alzar los ojos otra vez, la joven seguía ahí, con la vista clavada en el piso restregándose las manos nerviosamente.— ¿Hay algo más que debas decirme? —preguntó molesto. Su presencia ahí lo incomodaba y la quería lejos pronto.

—Hice la maldición imperdonable. —Draco giró sus ojos hacia ella, extrañamente sorprendido ante aquella confesión, y se encontró con que a los restos de sangre esparcidos por su rostro, ahora se sumaban las lágrimas. Un estremecimiento recorrió su espalda ante aquella visión y un dolor extrañamente familiar, pero que no recordaba haber sentido nunca, oprimió su pecho. Era como si pudiera comprender de pronto toda la angustia que la joven transmitía a través de ese llanto, y como si esto le doliera a él también. Sin saber por qué, sintió la necesidad de anular la causa de aquel dolor, de consolarla, de impedir que volviera a sufrir de aquel modo nunca. Pero... ¿por qué?— No lo maté, pero... Nunca en mi vida había deseado tanto la muerte de alguien... Nunca creí tampoco que llegaría a utilizar ese hechizo... Yo no soy así. Yo no... —y el llanto se apoderó de ella sin dejarla seguir explicando nada. Draco sintió como algo explotaba dentro de él y lo obligaba a caminar hasta ella.

Hermione abrió los ojos como plato cuando se percató de lo cerca que estaba el rubio. Algo le oprimía el pecho al solo pensar en ello, y cuando él la tomó por el mentón con sus fríos dedos, un estremecimiento recorrió su cuerpo y el llanto se frenó en seco. Pero Draco no la miraba a ella, sino su frente. Quería concentrarse en la herida que había en su frente precisamente para evitar su mirada. Y alzó la varita hasta aquel lugar de dónde aún brotaban unas gotas de sangre roja y brillante... Unas gotas de sangre sucia. Sonrió al pensarlo, y ella advirtió esa sonrisa, pero no supo a qué se debía.

SANARE —dijo él, y ella sintió posarse un tibio calor en su frente, y al instante siguiente el dolor había desaparecido. Hermione llevó sus dedos al lugar para comprobar que la herida ya no existía. Habría querido agradecerle, pero la confusión respecto a la acción de Malfoy le impedía decir nada.

Y él no podía hacer más que mirarla. Mirar a aquellos ojos confundidos y a la extraña mezcla de duda y agradecimiento que había en ellos. Resultaba fascinante la sensación que se había apoderado de él al calmar en algo el dolor de la joven: era alivio. El más increíble de los alivios que había sentido nunca. Como si ayudarla con aquella nimiedad pudiera borrar en algo su comportamiento en el pasado, o incluso algo más que no lograba recordar.

—¡Hermione! —era Ginny quien la llamaba desde la escalera— Son Ron y Harry... ¡Lograron regresar!

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