One-Shots BxB (SFW)

By Foreversonamy

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¿Te gusta la diabetes? ¿Te gusta el BxB? Entonces este es tu libro. Aquí habrá una recopilación de las escena... More

Sueño
Columpio
Golpes 1/2
Golpes 2/2
Este no eres tú
Pocky Day

Enfermo

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By Foreversonamy

Un martes de pudin sin pudin es una verdadera tragedia. O al menos así lo pintaba el pelirrojo de la banda de los Animatrónicos, estando tumbado en casi toda la mesa del comedor mientras sus amigos lo veían con una gota de pena sobre la cabeza.

— ¡Esto no puede estar pasando! ¡Es el fin del mundo! ¡Mi pudin!— exclamaba dramático el chico de casi dos metros de altura, recibiendo leves golpes en la espalda por el castaño.

— Vamos, hombre, no te desanimes, sólo es pudin— dijo medio suspirando tratando de restarle importancia al asunto—. No es para tanto.

— ¿Que no es para tanto? ¡¿Que no es para tanto?!— repitió por segunda vez, tomando la camisa del castaño con furia— ¡Sin pudin, la vida ya no tiene sentido! ¡Es el fin del mundo, ¿no lo entiendes, Freddy?!

— Cálmate, Fox, estás siendo muy dramático— el rubio movía su mano tranquilamente, quitando las palabras del aire—. Siempre que te demoras en salir de clases y te quedas sin pudin creas uno de tus "numeritos".

— Cállate, lámpara oxigenada, tú no sabes lo que es que te quiten al amor de tu vida— replicó, refiriéndose claramente al postre, mientras escondía su rostro entre sus brazos y recibía más palmaditas en su espalda.

— Y hablando de amores de la vida— canturreó la única chica en el grupo, mirando al último integrante—. Bonnie, no has dicho nada en toda la mañana, ni siquiera te has entristecido por la falta de pudin, y has estado prácticamente pegado al móvil... ¿Qué le pasó a tu novio?— preguntó con claro tono de tratar de mosquearlo un rato.

Mientras los chicos reían, el pelimorado ni se había inmutado, estaba demasiado concentrado en la pantalla de su teléfono móvil, esperando que algún mensaje apareciera en su barra de notificaciones.

— Ya te he dicho que no es mi novio, Chica— respondió el chico, tocando el puente de sus gafas— , tan solo es mi maestro.

— Además de ser tu rival, Bonnie— lo codeó el pelirrojo, olvidándose de la tragedia del pudin—. ¿Por qué te preocupas tanto por él?

— Que seamos rivales en la competencia, no significa que lo seamos fuera de ella también— sonrió despreocupado—. Somos muy buenos amigos en realidad.

— Vaya, esa no me la esperaba— admitió el rubio rascando su nuca algo nervioso—. La única con la que tengo relación es Joy, porque es mi prima.

Alto, alto, alto... ¿Joy es tu prima?— intervino el castaño, ahora, con mirada oscura—. ¿Cómo es posible? Si ella es una bella, delicada y dulce angelita y tú... eres tú.

— ¡Ooooh, en tu cara, oxigenado!—  rió el más alto de todos.

Todos, salvo Bonnie, empezaron a reír contra el rubio, quien pasaba lentamente su dedo índice por debajo de su ojo derecho, pidiendo piedad por parte de sus amigos. El pelimorado estaba muy desanimado, su maestro no había aparecido en todo el día. Le había estado esperando en la entrada del instituto para verlo antes de clases, ya que sabía que llegaba tarde por culpa de perderse en las esquinas, algo que, la primera vez, se le hizo muy gracioso —y tierno también—, pero una profesora le hizo entrar al edificio antes de ver cómo cerraban las puertas. Le había mandado unos cuantos mensajes por su celular, pero no contestaba, ni siquiera los leía. Había preguntado a sus amigas, y aunque la peliblanca se negaba a hablar con él por ser "la competencia", la amable rubia con una trenza en un lado le explicó que tampoco sabían nada, algo que se le hacía más extraño. ¿Acaso había hecho algo que lo hubiera alejado inconscientemente de él? No sabía, pero de tan solo pensar que Bon no querría verle de nuevo... realmente le aterraba. Pensaba que él era como sus amigos de la banda, uno más. Pero qué equivocado estaba.

— Lo siento, chicos, debo irme— dijo medio susurrando por su fina voz, pero que igualmente llamó la atención de sus compañeros.

— Oh, ¿ya te vas?— preguntó la rubia, dejando el tenedor sobre su bandeja.

— Sí... Tengo cosas que hacer— contestó neutral, sin mostrar ninguna expresión.

Se despidió finalmente de sus amigos, saliendo de aquel edificio, agarrando las correas de su mochila con algo de fuerza e inseguridad, marchando hacia su destino: la casa de Bon. 

¿Qué? No era de extrañar que supiera dónde vivía su amigo, además de que no era la primera vez que iba. Sólo quería saber si estaba bien, era su responsabilidad preocuparse por él. Se sentía raro —bueno, más raro de lo habitual— sin tenerlo a su lado. Entonces sentía el frío del ambiente acariciar la parte de su cara y manos descubiertas, causándole ligeros respingos. No le gustaba el frío. Ya no tenía a donde mirar disimuladamente a través de sus grandes y casi opacos lentes, pues el rostro del contrario hablando de algo que lo emocionaba, con una agradable sonrisa, ya no estaba a su derecha como ya acostumbraba a estar. Sintió un repentino calor en sus mejillas, pero no supo el por qué. Unos minutos más tarde se encontraba en la puerta, sin saber qué hacer exactamente. Ni cuenta se dio cuando su dedo ya estaba presionando aquel pequeño botón que produjo un alto pero lindo sonido. Tras unos eternos segundos más la puerta principal se abrió, dejando al descubierto a una mujer de cabellos castaños y largos, ojos verde esmeralda y piel como porcelana.

— Bonnie, querido, qué alegría verte— pronunció con una agradable sonrisa que calmó al mencionado—. ¿Vienes a ver a Bon?

— Sí, me preocupé al no verlo en el instituto hoy y vine a ver si estaba bien.

— Oh, lo siento, cielo, no pudo avisarte. Mi pobre niño se resfrío mucho anoche, casi no podía dormir con la nariz taponada, así que decidí que se quedara en casa para que descansara un poco.

Ahora todo tenía sentido. Bon no lo estaba ignorando, es que estaba enfermo. Eso en parte alivió al pelimorado, pero no hizo que su preocupación disminuyera; es más, hasta había aumentado.

— ¿P-Pero está bien?

— Claro, está en su cuarto, probablemente dormido. ¿Quieres pasar a verlo?

No duró ni un segundo en asentir frenéticamente con la cabeza, haciendo reír dulcemente a la señora. Subieron las escaleras en silencio, tratando de no despertar al durmiente peliturquesa, quien se encontraba en su cuarto, con la luz apagada y la cortina cerrada, para que la luz no lo molestase. Estaba tapado hasta el cuello con sus sábanas, y respiraba por la boca —más que nada porque por la nariz le era imposible— con un pequeño hilo de saliva cayendo por la comisura de su labio inferior. Bonnie, al verlo desde la puerta  ligeramente abierta, sintió que sus ojos brillaban un poco y sus mejillas entraban en calor. La pequeña franja de luz que entraba le permitía ver levemente su cara, con los cachetes rojos por la fiebre y el sonido de su calmada respiración penetrando lentamente en sus oídos.

— S-Será mejor no molestarlo ahora— se excusó el pelimorado, cerrando la puerta cuidadosamente—. M-Mejor que descanse.

— ¿Hum?— la mujer lo miró confundida, pero rápidamente sonrió—  Está bien, ¿quieres ayudarme a preparar algo para que mejore?

— Claro— sonrió el chico—. Lo que sea para hacerle sentir mejor.

La madre del moreno sonrió muy contenta mientras llevaba al pelimorado hacia la cocina y le prestaba un delantal para que no se manchara. Haría la infusión que más le gustaba a su hijo; manzanilla con una cucharada de miel. Eso siempre lo hacía mejorar. Pero se sorprendió al ver que ya no quedaba ninguna bolsita de la infusión en el armario.

— Oh, vaya, no queda...— se apenó la mujer mientras se llevaba una mano a la mejilla.

— ¿No podría ir a comprar más?— preguntó el pelimorado haciéndose una pequeña coleta alta.

— No quiero dejar a mi hijo solo— respondió mirando a su invitado.

— Yo puedo quedarme a cuidarlo— se ofreció rápidamente el más bajo.

— ¿Estás seguro? No quisiera causarte molestias— sonreía apenada la mujer.

— No es ninguna molestia. Bon es mi amigo después de todo, y los amigos se ayudan— enseñó sus dientes en una mueca de alegría, sorprendiendo a la mayor.

— Vaya, no creí que Bon tendría un amigo tan considerado a parte de sus amiguitas— le acarició los cabellos largos al más bajo—. Está bien, te dejo a cargo de mi niño.

Bonnie rió levemente. Qué tierno sonaba, le despertaba la curiosidad de saber cómo era su maestro en sus días de pequeño.

— No se preocupe, señora. Lo cuidaré muy bien— hizo un saludó militar con una sonrisa confiada, haciendo a la mujer castaña reír ligeramente.

— Confío en ti, Bonnie— tomó su bolso, las llaves de casa y se despidió de pelimorado—. Si Bon se despierta, procura que no se levante de la cama, y dile que llegaré en un rato.

Al irse la madre del moreno, los ojos rubí del pelimorado empezaron a mirar con curiosidad la casa de su amigo enfermo. Paseaba por todas las habitaciones, mirando los muebles, las paredes y algunos cuadros que había colocados en estas. Hubo una en particular que le llamó la atención. Enmarcada con un marco de plata, estaba la silueta de un pequeño niño de piel morena, cabello corto turquesa y grandes ojos de color verde esmeralda, montado sobre un caballo de madera, sonriendo muy feliz a la cámara y una de sus manos alzada, como si saludara a alguien. Llevaba puesto un pijama azul claro con una capucha algo grande con dos orejas largas de conejo sobresaliendo de esta y, aunque no se notara, una suave colita de conejo por detrás. La tomó entre sus manos y rió muy suavemente, con un tono rojizo en sus mejillas. Sabía que se trataba de su maestro con apenas un año de edad, pero imaginar que alguien tan genial, "seguro" y, para qué engañarnos, atractivo como el peliturquesa fue alguna vez así de tierno y adorable, da una sensación de calidez muy agradable. Volvió a dejar la foto en su lugar y volvió a mirar por el salón. Pasó a subir las escaleras, ya que debía asegurarse de que su amigo estuviera bien. Abrió ligeramente la puerta del cuarto de Bon y entró sigilosamente, cerrando nuevamente la puerta tras él. Apenas podía ver bien por dónde iba, pero se guiaba por la tenue luz que traspasaba las persianas de la ventana. Se sentó con cuidado en la cama del peliturquesa, observando su rostro con cautela. Se mordió el labio inferior al notar sus mejillas enrojecerse. Se veía muy lindo dormido, además de que sus cabellos sueltos y desordenados le quedaban muy bien. Tuvo la tentación de retirarle el hilo de baba que caía por su mentón, pero creyó que así lo despertaría, y no quería eso. Se quedó observándolo un rato más, con una mano en su pecho, sintiendo cómo subía y bajaba lentamente por su calmada respiración, acariciando muy sutilmente sus cabellos del flequillo, apartándolos de su rostro. Después de unos minutos, la mirada del peliturquesa comenzaba a mostrar sus hermosos luceros esmeraldas, mientras soltaba un gruñido de cansancio. Enfocaba con dificultad lo que veía, y la cabeza le daba vueltas.

— ¿Boh?— el pelimorado se había dado cuenta de que su maestro comenzaba a despertar, y no se dio cuenta de que había pronunciado su nombre de manera muy tierna para el nombrado.

— ¿Eh?— Bon seguía demasiado dormido, y pensaba que era otra persona quien le llamaba— ¿Mamá?

Bonnie se sonrojó por aquella confusión, además de que la voz ronca de su amigo le había erizado la piel. Sonaba tan diferente a como acostumbraba a escucharla.

— N-No, maestro, soy yo, Bonnie— sonrió aún un tanto colorado, y al ver que el moreno lo miraba más despierto se puso un tanto más nervioso.

— ¿B-Bonnie?— Bon no sabía dónde esconderse. No podía creer que hubiera confundido al amor de su vida con su madre, ahora seguro que lo odiaría el resto de su vida, seguro— ¿Q-Qué haces aquí?

— Hum...— aquel tono con el que le había llamado su amigo le hizo sentir inseguro—. Bueno, vine a verte al notar que venías al instituto... Tu madre me dejó pasar y se fue a comprar para hacerte una manzanilla para que te sintieras mejor, por eso me quedé aquí, para c-cuidarte...— bajó la mirada tímido al pensar cualquier posible respuesta del contrario.

El peliturquesa se frotó lentamente los ojos y bostezó, tratando de despertarse un poco más, sentándose en su sitio. Miró adormilado a su acompañante, quien jugaba nervioso con sus dedos saliendo de sus mangas largas, una imagen que le causó una gran ternura. Sonrió mientras suspiraba y acercaba su mano a las del pelimorado, el cual lo miró con sorpresa. Susurró un "gracias" algo débil por su resfriado, pero que causó una dulce sonrisa en la carita de su amado en secreto.

— Siento no haberte avisado antes, Bonnie, no quería preocuparte— suspiraba con cansancio el de mayor estatura.

— No te preocupes, maestro, me alegro de que no hubiera sido algo peor que tu resfriado— el de piel clara le acarició la frente con tranquilidad, notando su elevada temperatura, y pasó a acariciar sus cabellos desordenados, haciendo sonrojar al enfermo, quien se fijó en la poca distancia que compartían.

— S-Será mejor que no te acerques mucho...— se alejaba con rubor en sus mejillas morenas— N-No quisiera contagiarte...

— Oh... No te preocupes, al igual que a los golpes, también soy inmune a los resfriados— rió ligeramente mostrando sus casi perfectos dientes blancos. Escuchó la suave risa de su amigo en sus oídos e hizo un puchero, cruzando sus brazos—. Es en serio, llevo casi seis meses sin pescar ningún catarro...

— Aún así, no quisiera ser más molestia de lo que ya soy— estornudó al sentir que le picaba la nariz, llegando a taparse con sus manos a tiempo—. Agh, me duele horrible la cabeza...

— No eres ninguna molestia, maestro— respondió dulcemente dándole un pañuelo para que se sonara—. Y me quedaré el tiempo que haga falta para que te sientas bien otra vez.

Bon negó con la cabeza y una sonrisa se formó en sus labios. Le encantaba el entusiasmo que siempre tenía aquel joven de cabellera morada. Tras unos minutos más de charla entre ellos, la madre del moreno llegó al momento, encontrándose a ambos hablando entre risas y pequeños susurros para que el peliturquesa no sintiera más dolor en su cabeza embotada. La mujer sonrió ante la buena compañía que tenía su hijo.

(...)

— B-Bonnie, no es necesario todo esto...— su rostro estaba muy rojo, y no solo por su fiebre, sino por la situación en la que se encontraba, en el baño, dentro de la tina llena de agua caliente y con el pelimorado ayudándolo a limpiarse.

Rebobinemos un poco... La madre de Bon había preparado la manzanilla con miel para su hijo, y el pelimorado se había ofrecido para llevárselo a su habitación. En cuanto abrió la puerta y fue  entregarle al peliturquesa la bebida caliente, se tropezó con la alfombra en el suelo de su cuarto y, obviamente, el líquido de la taza cayó justo encima del pobre moreno, quemándolo al mismo tiempo en  que soltaba un gran grito de dolor. Sintiéndose mal por haberle hecho tal cosa a su maestro, Bonnie se ofreció a ayudarlo a lavarse en el baño, y como ambos eran chicos, pensó que no habría problema.

— No, no, maestro, de verdad quiero disculparme por lo que ocurrió, no quise que esto pasara— tomaba un poco del agua de la bañera para echarla luego por los cabellos turquesas de su amigo.

— Y-Ya, pero yo ya puedo bañarme solo, n-ni que fuera un niño...— estaba muy avergonzado de que su amor platónico le ayudara a lavarse.

— Tonterías, no pensaba dejarte sólo en la bañera, no quisiera que algo te pasara— comenzó a lavarle el cabello con su champú favorito, lo había averiguado porque ya sabía cómo olía normalmente el cabello de su maestro.

— Hum...— formó un puchero el de mirada esmeralda, cerrando sus ojos y dejándose llevar por el leve masaje que hacía el pelimorado en su cabello—. De todas formas... Gracias por todo...

— No es nada, para eso están los...— hizo una pequeña pausa, como si quisiera buscar la palabra correcta— a-amigos...

— Sí...— susurró con un hilo de voz, sintiendo una raja en su corazón—, tienes razón...

Tras aquel pequeño baño, el de piel clara ayudó a su compañero a reposar sobre su cama con ropas limpias y cálidas. Le sirvió otro té, que esta vez sí llegó a las manos del peliturquesa en la taza. Tras beberlo, le entró de nuevo un gran sueño, y Bonnie ha debía irse a su casa.

— Maestro, debo irme— hablaba lento y suave el menor en altura, escuchando los ronquidos del contrario—. Quisiera quedarme todo el tiempo necesario hasta que te recuperaras... Como una de esas enfermeras de los hospitales que cuidan a los pacientes...— suspiró acariciando la frente del otro—. Al menos me alegro de que te encuentres mejor...— se acercó sutilmente, tan sólo para depositar un corto pero cariñoso beso en su mejilla colorada—. Vendré a verte mañana, Bon. Espero que mejores.

Se levantó lentamente de la cama de su amigo para luego sonreír con un pequeño rubor en los mejillas, saliendo igualmente de su cuarto. Bajó las escaleras, despidiéndose de la madre del moreno y saliendo finalmente de la casa.

Mientras tanto, el muchacho de cabellera turquesa no podía sonreír más de lo que ya hacía.

— Con tu presencia ya haces que me sienta mil veces mejor...

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