Profesor Grullón (Editando)

By LyluRys

1.7M 111K 26K

Bienvenidos al salón de clases del profesor Grullón. Él te recibirá con su habitual mal humor, actitud arroga... More

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Epílogo
Capítulo Extra
♪PLAYLIST♪
Book Trailer
Agradecimientos

Capítulo Tres

96.2K 7.9K 3.3K
By LyluRys

—El trabajo es tuyo, Evenin —anuncia la voz de Isabel por mi teléfono sin contrato...y me quedo sin palabras—. Hola, ¿sigues ahí?

—Sí, sí, estoy aquí —le aseguro en voz baja despertando de mi estupefacción.

—¿Puedes empezar mañana mismo?

—Sí, sí puedo.

—¿Dirás algo más que "sí, sí"? —comenta con un toque de humor.

—Lo siento, es que no me lo esperaba —respondo tapando con mi mano mi risa nerviosa.

—Me lo imagino. El señor Edmon me habló muy bien de ti y aunque tus otras referencias son impecables, no iba a contratarte, pero a última hora decidí que las jóvenes como tú merecen una oportunidad de ir añadiendo más experiencia a su currículum.

Vaya. Que amable de su parte. —Gracias de verdad, Isabel, muchas gracias. Lo haré bien y no tendrá quejas de mi trabajo —le respondo con sinceridad.

—Ah, eso lo veremos cuando regrese el lunes y revise si hiciste bien el trabajo que te dejaré en la lista —explica en su habitual tono serio—. Este fin de semana será uno de prueba. El señor Avilés ya sabe que he contratado a alguien para que haga las tareas de la casa mientras yo no estoy. Él no estará en la casa tampoco, así que podrás trabajar a tus anchas.

—Está bien —convengo, y saber eso alivia un poco los nervios por comenzar en un nuevo empleo.

—Trabajarás de nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde. Puedes prepararte lo que desees de comer. Como ya te dije antes, la nevera y la alacena están repletas de comida. Así que, chica, aprovecha y aliméntate bien —declara, aunque más bien sonó como una indirecta. ¿Qué quiso decir con eso? Sé que estoy delgada, pero tengo lo mío bien distribuido y no es por estar siguiendo alguna dieta moderna. Bueno...la verdad es que con tanto problema no he podido alimentarme bien últimamente. Isabel sigue hablando—: Pasa por la casa cuando salgas de tu trabajo para mostrarte cómo es por dentro y explicarte varias cosas. Te daré una copia de la llave de la puerta trasera de la cocina para que puedas venir en la mañana.

—Lo haré. Allí estaré sin falta y a la hora indicada.

—Bueno, eso sería todo. Cualquier otra cosa o alguna duda que tengas me llamas a este número. Buenas tardes, Evenin.

—Igualmente, Isabel —cuelgo y un chillido de júbilo sale de mi boca, pero lo cubro rápidamente con mi mano porque, aunque la clase del profesor Gruñón aún no ha comenzado, él ya está oteando desde su escritorio la fuente de ese sonido.

Bajo mi cabeza y respiro profundo para calmarme porque de lo contrario, me voy a poner a bailar de felicidad en medio de la clase y no quiero eso. Me contrataron. Tengo otro trabajo. Bendita sea mi suerte. Ahora las cosas mejorarán después de estar mucho tiempo metida en el atolladero. Tengo que rehacer mi presupuesto con ese dinero extra que ganaré y aún así gastar solo lo necesario. No puedo sacar la sonrisa de mi cara, pero sí lo hago cuando el chirrido que hace la silla del profesor al arrastrarse me hace levantar la cabeza, porque eso significa que la clase comienza ahora. Los murmullos de mis compañeros cesan por completo y miramos hacia el frente.

—Guarden todo lo que no sea un lápiz —ordena el profesor Gruñón y luego esboza una amplia y perversa sonrisa que nos deja a todos pasmados y después muy aprensivos—. Haremos el examen hoy.

—¡Qué!

—¿Cómo?

—¿Por qué, profesor Grullón?

Todos estamos murmurando y exclamando atónitos, lo que lo hace sonreír mucho más. ¡Tirano y abusador! Esto no puede ser posible, pero sí lo es porque él ya está repartiendo papeles a la primera fila de estudiantes. En los rostros de mis compañeros hay verdadero miedo porque este examen es muy importante para nuestra nota final. El profesor lo sabe, pero le importa un bledo. Ellos no dirán nada y se resignarán...pero yo no puedo.

De repente me posee la rabia y me levanto de mi asiento. —No estamos preparados para el examen final, profesor —digo sin vacilar y todo se paraliza alrededor como si fueran de esos efectos especiales que le ponen a las películas.

Mis compañeros parece que no respiran y el profesor...me mira perplejo, como si no pudiera creer que alguien le cuestione y lo desafíe. Él sacude su cabeza y me mira por tanto tiempo, que mi valentía amenaza con debilitarse, pero no la dejaré y me mantengo fuerte.

—Repítalo, señorita Roa. Creo que no la escuché muy bien —dice en un tono de voz peligroso que amedrenta, pero yo no me amilano.

Le repito: —No estamos preparados para el examen final.

Él camina con los papeles en sus manos hasta que se detiene frente a mí y todo el tiempo se sintió como el acecho de un animal salvaje a su presa...o sea a mí. Su presencia es abrumadora, no puedo negarlo. No tiene puesta su chaqueta azul y con su camisa blanca de manga larga y esa corbata roja, luce todas las "ies" otra vez: impecable, imponente e inalcanzable. Con su postura dominante, siento que me está aplastando sin tan siquiera tocarme ni hablarme. En sus ojos zafiro hay algo tan intenso que me deja sin aire en mis pulmones y sus pupilas están dilatadas, como si esto...le excitara. Trago para aliviar la repentina resequedad en mi boca y no puedo creer que siento mi cuerpo responder ante tal derroche de testosterona y superioridad. Mi respiración es pesada, mis pezones luchan por liberarse de mi bonito sostén de encaje, y hay un latido conocido en mi bajo vientre que me deja desconcertada. Él lo nota, todo, y el fantasma de una cínica sonrisa hace aparición en su atractivo rostro.

—Déjeme aclararle las cosas, señorita Roa. —Su tono helado me enfría hasta los huesos—. Soy el profesor, esta es mi clase, esta es mi aula y hago lo que me plazca. Si digo que el examen es hoy, entonces es hoy. Si me da la gana de cambiarlo, lo hago, y nadie tiene que decir nada al respecto porque es indignante que con sus jóvenes mentes, no estén preparados para tomarlo cuando ya deberían dominar el material estudiado. ¿Entendió eso?

—No, no lo entiendo, pero lo que sí entiendo es que usted no es un hombre de palabra —le espeto sin dudar y los demás jadean conmocionados. Frente a mí, el profesor Grullón me mira como si lo hubiese abofeteado con todas mis fuerzas, y luego siento la ira que sale a raudales por cada poro de su cuerpo, pero me mantengo en mi postura—. Usted dijo que hoy nos daría un repaso y que el examen sería el lunes. El álgebra no es fácil, estamos aprendiendo y es su deber enseñarnos. ¿No dijo usted y cito "responsabilidad ante todo"? Pues creo que eso debe venir de ambas partes. —Sigo lanzándole mi discurso y él lo toma ahora...con una calma engañosa y con sus brazos cruzados en su pecho, pero con una mano en su mentón afeitado. Yo continúo—: Si el examen es hoy, de seguro que vamos a reprobar porque todavía hay estudiantes que no comprenden muy bien el material que se ha dado, y si reprobamos, entonces no nos graduaremos. Si nos da el repaso, al menos estaremos más preparados para el lunes. De lo contrario, me temo que tendremos que hablar con el director Roldán sobre esta situación —termino y él sigue en su postura.

Esperando. No habla. Solamente me mira...como si quisiera castigarme por ser tan insolente. Carraspea, baja los papeles a la altura de su abdomen, y alzando una ceja pregunta: —¿Ya terminó? —Abro la boca para responder, pero él me corta—: No acepto muy bien las amenazas, señorita Roa, pero de eso hablaremos una vez hayamos terminado el repaso de hoy. Se quedará después de clases —sentencia y se gira para irse, pero yo...

—No puedo quedarme. Trabajo en el...

—No me gusta repetirme y no me presione —declara en tono mordaz y lanzando dagas por esos ojos azules—. Es suficiente con sus cinco minutos de fama. Ahora siéntese. Comenzaremos con el dichoso repaso y el lunes será su último examen.

Debería estar aliviada porque no nos dará el examen hoy, ¡pero esto no puede ser! ¡No quiero hablar con él ni quiero llegar tarde a mi trabajo! ¡Argh! Enfurruñada, tomo mi asiento y también estoy tratando de aplacar el martilleo en mi pecho ante mi atrevimiento. ¿De verdad desafié al profesor Grullón?

Sí, lo hice.

Miro a mis compañeros y ellos me observan entre maravillados, sorprendidos y como si fuera su superheroína. ¡Uf! Respiro profundo, y mientras de mala gana el profesor comienza con la clase, mi valentía se va desinflando hasta que solo queda una extraña sensación de expectación. Entonces vuelvo a rezar.

Que Dios y todos los ángeles en el cielo me ayuden a lidiar con la ira del profesor Grullón.


***

Ya van cinco minutos desde que los estudiantes dejaron el aula y el profesor no se ha movido de su escritorio, moviendo el bolígrafo sobre sus papeles y no da muestras de querer hablar conmigo, que espero de pie y ansiosa frente a su mesa. Sorpresivamente, el repaso fue muy esclarecedor y hasta el profe contestó todas las dudas. Estoy segura de que saldremos muy bien en el examen final. Estoy asustada. Esto no es normal en él y no sé qué esperar ahora mismo. Son las tres y cinco de la tarde y me quedan veinticinco minutos para salir y llegar a mi trabajo en el supermercado. El señor Edmon es muy estricto en cuanto al horario se refiere y no quiero mi primer regaño en los largos meses que llevo trabajando allí. Claro, como el profesor Gruñón tiene dinero y un trabajo asegurado, pues no le preocupa que los demás no lo tengamos.

Cansada de esperar, me armo de valor y me acerco más a su escritorio para preguntarle: —¿Profesor...? —Pero él no me deja ni tan siquiera comenzar mi pregunta cuando se levanta bruscamente de su silla y camina decidido y muy enojado hasta que se detiene frente a mí, sus manos sobre sus caderas.

—¿Qué demonios fue eso, señorita Roa? ¿Quién se cree que es para quitarme autoridad delante de mis alumnos?

—No quise hacer tal cosa...

—¡No he terminado! —interrumpe—. ¿No le enseñaron modales en su casa? Fue una total falta de respeto...

—¡Un momento, profesor Grullón! —le espeto molesta también—. En ningún momento le he faltado el respeto, solo le dije lo que nadie se atreve a decirle. La verdad. Usted estaba cometiendo una injusticia y no me podía quedar de brazos cruzados.

—¿Y se siente bien ahora que hizo su buena acción del día? —me cuestiona con desdén.

—La verdad, sí —contesto desafiante.

—Vaya, toda una buena samaritana —Su tono es puro sarcasmo—. Me pregunto si sus buenas acciones también se aplican a otros aspectos.

—¿A qué se refiere? —Mi ceño se frunce.

—No se haga la tonta, señorita Roa. ¿Cree que no me di cuenta de cómo me mira también? Usted me desea.

—¡¿Q...qué?! —balbuceo atónita y él se ríe con descaro.

—Sí, lo haces —afirma vehemente—. Tengo mucha experiencia con las mujeres y créame cuando digo que sé muy bien cuando una quiere saltar sobre mí. Aunque...admito que estoy tentado —acepta con voz de seda y mirándome de arriba abajo—. Eres muy atractiva, Evenin. Demasiado. Pero no soy un tonto. Eres igual que todas. Quieres la aventura con el profesor, eh. —se burla sin piedad, acercándose más a mí...y sigo impactada.

—Usted...usted está equivocado. No quiero nada y no me conoce para dar por hecho tal cosa.

Él niega riendo por lo bajo, pero luego su rostro se pone serio cuando declara: —Llevo casi diez meses conociéndote...y notándote, Evenin.

Su susurrada confesión me tiene al punto del desmayo junto con el tono que usó para decir mi nombre. ¿El profesor ya instaló las cámaras de seguridad y esto es una broma para las redes sociales? Debe serlo porque lo que estoy oyendo es imposible, increíble e inimaginable. Sí, ¡con todas las malditas "ies"!

—No —susurro sacudiendo mi cabeza.

—¿Sigues en negación, Evenin? —cuestiona, su voz baja—. ¿Crees que no vi como esos bonitos ojos grises tuyos se dilataron ante mi presencia? Trataste de esconderlo, pero lo vi todo. El pulso acelerado en tu delicado cuello, las puntas de tus pechos y tu respiración pesada. Estabas enojada...y muy excitada. Nunca había visto algo tan hermosamente deseable, pero tan malditamente prohibido.

Oh, por Dios.

Abro la boca para responderle, pero en estos momentos no puedo decir nada coherente, así que la cierro...porque él tiene razón. Su fuerza y autoridad me enojaron, pero también me excitaron. Oh, no.

El profesor Grullón me mira achicando los ojos y diciendo: —¿Sabes? Pensé que eras más inteligente y perspicaz que las demás, pero me equivoqué —se encoge de hombros y antes de darse la vuelta, concede—: Que esto no vuelva a repetirse. Puedes irte.

Él regresa a su escritorio y poco a poco soy consciente de lo que acaba de pasar. A todas luces, soy atractiva para el profesor Grullón.

Él me desea.

Debería estar espantada ante tal admisión, pero no lo estoy, y algo se remueve en mi interior otra vez, pero lo ignoro y me cierro. Es extraño. Mientras que todas mis compañeras y hasta las profesoras, matarían por estar en mi lugar ahora mismo, yo no tuve que hacer absolutamente nada para estar en esta situación.

Pero entonces...

Por pura curiosidad, le pregunto: —¿Por qué pensó que era más inteligente y más perspicaz que las demás y por qué dice que se equivocó, profesor?

Él alza su cabeza y con su intensa mirada azul en mí, confiesa: —Porque, dulce Evenin, por si no lo notaste, tuve que cubrirme con los papeles del examen, porque yo también estaba dolorosamente excitado.

Continue Reading

You'll Also Like

5.6M 10.6K 36
A veces los cambios suceden para brindarnos un mejor futuro. Mudarme de Boston fue seguramente lo mejor que pudo haberme sucedido en mucho tiempo por...
60K 5.3K 19
Él quería un novio, yo estaba haciendo mi propio nombre, persiguiendo esa fama...
32.1K 2.9K 57
En un pueblo tranquilo, vive Denise, una chica que está harta de su entorno y cotidianidad. Trabaja en una librería reconocida, pero ella desea salir...
63.7K 3.3K 36
Desde pequeño tuvo una mejor amiga, años despues se fue de este mundo, pero no contó que se volverian a encontrar y ser mas que mejores amigo Tal vez...