Sweet Hell II [Camren]

camilatopsss द्वारा

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Segunda parte de la bilogía Sweet Hell. Cuando Camila Cabello creyó que su vida no podría ser más complicada... अधिक

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
NOTA
Capítulo 4 (Maratón 1/3)
Capítulo 5 (Maratón 2/3)
Capítulo 6 (Maratón 3/3)
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18 (2/2)
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24 (1/2)
Capítulo 25 (2/2)
Capítulo 26
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
Capítulo 27
Capítulo 28
NOTA ACLARACIÓN
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
NO ES UN CAPÍTULO
Capítulo 33
Capítulo 34
IMPORTANTE
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
NOTA: LEAN POR FAVOR
Capítulo 41
Capítulo 42 (Doble capítulo 1/2)
Capítulo 43 (Doble capítulo 2/2)
Capítulo 44
Capítulo 45 (Penúltimo)
Cuestionario Pre-final
Capítulo 46 (ÚLTIMO)
Epílogo
NUEVA HISTORIA CAMREN
HOLA DE NUEVO

Capítulo 17 (1/2)

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camilatopsss द्वारा

Hoooola lindxs, ¿Cómo están? ¡Espero que bien! Hoy es su día de suerte, porque por ser domingo he decidido regalarles dos capítulos... me siento generosa e inspirada. Así que, subiré este ahora y el otro en el horario que siempre suelo

Oye, quiero aprovechar para dirigirme a todxs esos lectorxs fantasma que pasan por aquí sin dejar huella 👀 No es por presionar ni nada, pero me encantaría saber qué opináis, me motiva mucho leerles y saber que os gusta. Al resto, darles MIL GRACIAS como siempre por todo el apoyo que me mostráis y las lindas palabras que me dedicáis. Me dais la vida❤ Además, este capítulo va dedicado a @PoetaLoca ¡Espero que te guste! 😊

1/2 La cosa se va a poner intensa. Sin más dilación... ¡¡DISFRUTEN Y COMENTEN MUUUUCHO!! Les adoro 🌹🌹🌹

Narrador omnisciente durante toda la historia

Podía sentir los rayos de sol colarse por el hueco de las cortinas, azotándole el rostro con delicadeza y obligándola a desperezarse. Comenzó a abrir los párpados lentamente, provocando que sus pupilas se acostumbrasen de nuevo a la claridad y le permitiesen observar alrededor. Sintió de pronto un peso sobre su cuerpo, y desvió la mirada hacia abajo para encontrarse con su novia durmiendo plácidamente sobre su regazo, con la boca entreabierta y la respiración tranquila. Sonrió. Trató de removerse muy lentamente, obteniendo un débil gruñido por parte de la otra, lo que le hizo querer estrujarla más entre sus brazos y no despertar jamás. Sin embargo, tenía una reunión importante aquella mañana, y de seguro si llegaba tarde, Camila se encargaría de echarla a patadas de la empresa. Así que, tras armarse de valor, Dinah acarició con delicadeza las mejillas de Normani y le susurró un dulce:

- Amor, despierta.

Normani se removió, cambiando de posición y dándole la espalda mientras se tapaba con la sábana evitando que el sol le quemase la piel. Dinah volvió a sonreír, se acercó a ella por detrás y depositó un suave beso en su mejilla derecha, recibiendo un gemido de placer.

- Venga... no seas dormilona - añadió con la voz ronca - tengo que ir a trabajar.

- Yo no.

- Anoche dijiste que quedaste con Lauren temprano.

Y de pronto, como si de un muelle se tratase, la morena pegó un salto que acabó con su cabeza emitiendo un sonoro golpe contra el cabezal de la cama. Jadeó por el impacto y se llevó la mano a la coronilla, casi sollozando:

- Normani - susurró la otra preocupada - ¿Qué mosca te ha picado?

La abogada negó para sí misma tras paliar el ardor del golpe y salió disparada de la cama con intención de preparase. Dinah la observaba con el ceño fruncido aún envuelta entre almohadas, y en cuanto la otra se dio cuenta del puchero que su novia le dedicaba, gateó nuevamente sobre las sábanas para posar sus labios sobre los de ella:

- Buenos días - dijo - lo siento, es que había olvidado lo de Lauren.

- Ajá...

Rápidamente volvió a incorporarse y comenzó a buscar ropa entre el armario:

- Puedes desayunar tranquilamente - añadió sin voltear hacia detrás - sabes que puedes sentirte como en casa.

- Yo también tengo prisa - respondió la rubia desprendiéndose por fin de las mantas - ¿Puedo saber a qué se debe tanto alboroto?

- ¿A qué te refieres?

Dinah se acercó a ella por la espalda, la abrazó por la cintura y enterró el rostro en su cuello. Normani soltó un suspiro largo, dejó lo que hacía y agarró los brazos de su novia para que se aferrasen a su estómago. Permanecieron así durante unos segundos, disfrutando del calor que emanaban sus respectivos cuerpos latiendo al unísono.

- Dinah... de veras tengo que prepararme.

- ¿No piensas responderme?

Normani suspiró, y tras alejarse de ella sin ser brusca, por fin escogió un vestido de lo más elegante y se dio media vuelta para enfrentarla:

- Solo son negocios - añadió quitándole hierro al asunto - ¿Qué más podría ser?

- ¿Qué negocios? - y arqueó ambas cejas - Ya no trabajas para Lauren.

La abogaba se pasó una mano por el cabello, nerviosa. Ella bien sabía que su novia no se tragaba una mierda de aquellas dos actuando a hurtadillas, sin embargo, le prometió a Lauren que no contaría nada hasta que llegase el momento oportuno. ¿Y ahora debía elegir entre serle fiel a Dinah o a su mejor amiga? Estaba jodida.

- Dinah... ella solo quiere saber algunos temas legales, no lo entenderías.

- Claro - y se alejó de ella caminando hacia el baño.

Normani bufó en alto, y trató de seguirla:

- No te enfades - suplicó - ¿Por qué te importa tanto?

- Perdona si quiero saber en qué cojones está metida mi novia - susurró sin mirarle, lavándose las manos - teniendo en cuenta nuestro pasado, ¿No es normal que me preocupe?

La abogada comprendió entonces de lo que se trataba, así que envolvió a su novia con ambos brazos y trató de darle la vuelta para que la mirase:

- Cariño - susurró - no estamos metidas en nada turbio.

- Y una mierda - escupió, cabreada - no soy estúpida, sé que tramáis algo. Sabes que no me gusta que me mientan, Normani. ¿Recuerdas cuál fue nuestra primera regla?

Dinah la penetraba intensamente con sus pupilas, y la otra sentía que perdería la cabeza en cualquier instante. Sin lugar a duda la rubia dejó bien claro lo que deseaba y no deseaba en aquella relación previo a que todo se tornase un tanto más serio. Después de su pasado junto al gilipollas de Marcos, su corazón se encontraba nada más y nada menos que pisoteado, y no estaba dispuesta a aguantar otra etapa repleta de secretos y traiciones. Muchísimo menos después de ver cómo acabó todo entre Camila y Lauren, si algo había aprendido, era a establecer comunicación ante todo. Normani, por su parte, tampoco ansiaba crear desconfianza, no después de que su marido le pusiese los cuernos con su mejor amiga, y además, se lo restregasen en la cara. Ambas era un manojo de cristales rotos cuando se encontraron, y ya fue suficiente asumir el hecho de que ninguna de las dos había sentido atracción por una chica previamente. Tras asumir lo que les estaba ocurriendo, pues era inevitable no prestar atención a las mariposas revoloteando en sus respectivos estómagos cada vez que conectaban sus miradas, estuvieron de acuerdo en que nunca, absolutamente nunca, se mentirían la una a la otra.

- No puedes utilizar eso para hacer que hable.

- Oh - añadió, burlona - créeme que puedo. Normani - hizo una pausa, dándole seriedad al momento - juro que o me cuentas ahora mismo en qué estás metida, o me voy por esa puerta - la señaló - y no volverás a verme.

En ese mismo momento, a unos veinte minutos de allí...

Camila daba golpecitos con el pie en el suelo, exhalaba pequeñas respiraciones y jugueteaba con un anillo entre los dedos. Ya no alcanzaba a decidir cuál de sus famosos tics nerviosos estaba tomando la palabra, porque, de hecho, había perdido la cuenta. El caso es que llevaba más de media hora esperando a sus dos amigas en las escaleras principales, con su aspecto impoluto y los temblores a flor de piel. Por fin, tras casi dos meses de espera, iban a poder echarle un vistazo a las obras que se disputaban en el gran edifico central que había escogido para levantar su imperio de la moda. No habían podido ni siquiera conocer el transcurro de los acontecimientos, y todo porque a la estúpida de Amelie se le ocurrió la ingeniosa idea de que llevarse una sorpresa le añadiría una pizca de misterio. ¡Claro que no! Camila alias la perfeccionista estaba que se subía por las paredes. ¿Y si no estaba quedando como ellas querían? ¿Y si habían pintado las paredes de rosado pálido porque los obreros eran unos borrachos incapaces de realizar bien su trabajo? ¿Y si no había vuelta atrás? Y si... comenzó a hiperventilar, se dio cuenta en el instante en que su respiración se aceleró y se llevó una mano al pecho para paliar sus latidos. "Estás como una jodida regadera, Camila" se dijo a sí misma. Al menos era consciente. No como otras...

- ¡Divina! - se oyó desde abajo - ¡Simplemente divina!

Amelie la escaneaba con su mirada juguetona y dos envases de café que emanaban humo descansando en cada mano. La joven de los Jauregui lucía un vestido de la marca Armani que le quedaba algo suelto, de color beige y acompañado de unos tacones de infarto. Su rostro decorado por una fina capa de maquillaje y labios rojos como el maldito fuego. Camila aún no se acostumbraba a ver a su amiga exhibiendo ropa de marca y emanando elegancia por todos sus poros, más bien recordaba los artículos de revista dedicados a su rebeldía hasta para hacer la compra. Vaya, qué de vueltas da la vida.

- ¿Te pones así de guapa solo para visitar nuestra futura compañía?

- Cállate - añadió ya asciendo - habla la princesa del pueblo. ¿Has visto tu vestido? Si Lauren estuviese aquí ya tendría que haber limpiado su asqueroso charco de babas.

Camila soltó una carcajada sincera y le dio un ligero golpe en el hombro. Su amiga le ofreció uno de los cafés y ambas dieron un largo sorbo sintiendo cómo el líquido ardiente deslizaba por sus gargantas. Gimieron al unísono. Se declaraban fans incondicionales del maldito café.

- ¿Y Dinah? - añadió la latina observando el reloj - sabía que llegaría tarde.

- Déjala - y la cogió por el brazo, tirando de ella - vayamos entrando.

La otra se dio por vencida, y emprendieron un camino hacia dentro del edificio. En cuantos sus pupilas enfocaron el ambiente alrededor, desencajaron las mandíbulas acto seguido y casi tuvieron que agarrar sus envases con fuerza para no lanzarlos al suelo. ¡Madre mía! Aquello era perfecto. Era jodidamente perfecto. La entrada principal se encontraba casi terminada, con un mostrador de lo más moderno y suelo de parqué claro bajo sus pies. Las paredes blancas como las perlas, y los enormes ventanales permitiendo unas ideales vistas del centro de la ciudad afuera. Camila tuvo que tragarse sus anteriores acusaciones, habían hecho un trabajo de diez, por el amor de dios.

- ¡Mis chicas! - se oyó de pronto - Qué guapas estáis.

Ambas desviaron las miradas hacia el tono de aquella voz, y un chico joven, con apariencia extravagante y un cabello moreno perfectamente peinado, avanzaba hacia ellas a pasos alegres. Hizo un gesto con las manos y les propinó un sonoro beso a cada una en las mejillas, para luego gritar:

- ¡Vais a amar esto! - casi parecía que le importaba más que a ellas - Os juro que es mi mejor trabajo.

Amelie sonrió, echando otro vistazo al lugar:

- Es asombroso Liam - susurró - no dudé ni un segundo en que lo conseguirías.

- ¿Y acaso alguien dudaba querida?

Liam era el mejor diseñador de interiores de todo el puñetero país. Estilista en sus ratos libres, peluquero y amante de la moda. Es decir, todos los estereotipos gays bailando la conga en el interior de un solo cuerpo: el de aquel joven frente a ellas.

- Pues esta señorita - añadió la menor abriendo la vereda - tenía sus dudas.

- ¡Oh por dios! - chilló el chico, haciendo que Camila se llevara la mano al oído - ¿Cómo puede ser eso señorita Cabello? Me ofende.

La latina fulminó a su amiga con las pupilas, y esta soltó una risita juguetona antes de encogerse de hombros despreocupada. Camila carraspeó y observó a Liam:

- Lo siento - confesó de pronto - soy bastante perfeccionista y controladora... me cuesta ceder el trabajo a otros.

- No te preocupes cariño - añadió con una mueca graciosa - te perdono. En cuanto veas el resto de pisos tendrás que arrodillarte ante mí - y le guiñó el ojo.

De hecho, no mentía. A medida que avanzaban en su visita, las pupilas de ambas socias de negocios se agrandaban por minutos. Era tal y como lo imaginaban. Con sus áreas increíblemente delimitadas, lugares espaciosos, luminoso y repleto de exquisiteces. Llegaron entonces hasta el último piso, donde se encontraban nada más y nada menos que los tres despachos de las futuras directoras de todo aquello. Ambas sonrieron y pudieron percibir el poder acomodarse entre sus vértebras al observarlo. Casi gimieron al proyectarlo en su mente.

- Es magnífico Liam - susurró Amelie sin salir de su asombro - wow... de veras que no tengo palabras.

- Lo sabía - añadió, orgulloso - ahora podemos entrar a la que será la sala de juntas y os enseño los modelos para la decoración.

- ¿Cuándo podrán incorporar los muebles? - preguntó Camila aun observando alrededor.

- Al final de esta semana querida - posó una mano sobre su hombro - os falta muy poco para convertiros en reinas.

Amelie y Camila sonrieron, conectaron sus pupilas y asintieron juntas. Había llegado la hora. Por fin, después de tanto tiempo, incertidumbre, miedo, trabajo, y dinero, mucho dinero, al fin podrían sentar sus lindos traseros detrás de aquellos escritorios y dar pie a la guerra que esperaban. Ambas estaban seguras del riesgo que corrían, pero a aquellas alturas de la historia, ¿qué más opciones les quedaban? Michael Jauregui estaba desaparecido, nadie conocía su paradero, y la única forma de provocarle salir de su madriguera, era darle donde más le dolía: su prestigio. Daban por sentado que el padre de Amelie entraría en cólera, que no podría tolerar aquel levantamiento real, y armaría sus tropas para derribarles. Solo que... bueno, ya Michael no contaba con un jodido peón al que remover. O al menos eso querían pensar ellas.

Sin darse cuenta, las horas transcurrieron exageradamente rápido. Entre elecciones de decoración, muebles, números, ingresos... casi no fueron conscientes de en qué momento se encontraban deslizando sus cuerpos sobre las sillas de aquel pub y suspirando al mismo tiempo. Por las cristaleras podría apreciarse el atardecer, pronto caería la noche y ellas juraban que todas las neuronas de su cerebro estaban muertas. Por dios... qué cansancio.

- Dos tequilas - oyó de pronto.

Camila sacudió físicamente la cabeza despertando de sus pensamientos, y antes de que pudiera recriminar algo, el camarero se esfumó con su pedido. Pidió a su amiga explicaciones con la mirada:

- ¿Dos tequilas? - repitió - Amelie... estoy muerta.

- ¿Y qué? - sonrió, burlona - no vayas ahora de chica seria. Te mueres por una pizca de alcohol, asúmelo.

La latina suspiró y se dio por vencida. ¿A quién pretendía engañar? Nada como terminar aquel ajetreado día con un brindis repleto de tequila complaciente.

- Aun no entiendo cómo Dinah ni ha aparecido - gruñó, cruzándose de brazos.

- Alguna explicación debe tener - añadió su amiga despreocupada.

- ¿Explicación? - preguntó ofendida - Esto es algo muy serio, Amelie. No es como si se escapase de su clase de matemáticas, es un negocio, y si no está preparada para lidiar con algo así debería dar un paso atrás.

Amelie fue a decir algo, pero en ese momento reapareció el camarero con sus dos chupitos ya preparados. La menor de los Jauregui lo elevó en alto, sonrió, y dijo:

- Por nosotras - hizo una pausa - por el futuro de Cabello's Industry.

Camila no pudo evitar sonreír ante aquella frase. Lo repitió mentalmente en su cabeza, saboreando el sonido de Cabello's Industry en sus carnosos labios. ¿No querían que Michael perdiera la paciencia? Pues armad una empresa de moda que sea tan malditamente genial, que hunda su nombre, y luego, para colmo, ponedle en apellido de su mayor enemigo. Pan comido.

- Por nosotras - dijo por fin elevando el vaso.

Ambas estaban a punto de llevárselo a la boca, cuando el ajetreo rápido de la puerta del establecimiento les hizo desviar la mirada. Dinah hizo su aparición jadeando y apoyándose sobre sus propias rodillas. Buscó alrededor con la mirada y cuando por fin las divisó, suspiró aliviada y caminó a pasos agigantados hacia ellas. Ni siquiera se sentó, tan solo las observaba en silencio:

- A buenas horas - se atrevió la latina un tanto acusativa - ¿Acaso no sabías que teníamos un día de trabajo?

- Camila...

- No Dinah, de veras tienes que...

- ¡Camila! - aquel llamamiento la hizo sobresaltarse, su amiga rubia miró alrededor para cerciorarse que no les prestaban demasiada atención y se relamió los labios - es importante.

Ambas le hicieron un gesto con los brazos para que continuara. Dinah cogió aire, y lo escupió sin más:

- Es Chris - el silencio se hizo presente - va a escaparse de la cárcel.

Lo siguiente que se oyó, fue el estruendoso sonido de los cristales rotos del vaso que Camila acababa de dejar caer sobre la mesa. Apretó el puño tan fuerte, que de seguro ya contaba con un par de gotas de sangre en su mano. Gruñó, y tragó saliva:

- ¿Qué cojones dices?

- Lo está haciendo justo ahora - miró el reloj - ese hijo de puta se va a ir de rositas.

Amelie agarró su propio chupito y se lo bebió de una sentada. Lo iba a necesitar.

En ese mismo momento, en las afueras de la ciudad...

Corría sin mirar atrás. Lo único que podía sentir era el sonido de su propio latido bombeando fuertemente contra su pecho, los jadeos exhalados en el aire gélido y sus piernas temblando a causa del esfuerzo físico. Se suponía que todo estaba planeado. Chris lo supo en el instante en que un aparente guardia ingresó en su celda en mitad de la noche y lo aventó fuera sin decir una sola palabra. Las cámaras de los lugares por los que avanzaban se encontraban apagadas, en ese mismo momento se planteó que existía más de una persona involucrada. A fin de cuentas, su padre era un hombre poderoso. ¿Acaso alguien dudó un segundo en que se saldría con la suya?

Tampoco lo meditó mucho más, porque ya se encontraba corriendo por los almacenes cercanos de la cárcel, tratando de alejarse lo más rápido posible antes de que se percataran de su ausencia. A pesar de que le ayudaron, tampoco podrían hacer mucho más cuando ya se encontraba solo ante el peligro. Así que Chris miraba de vez en cuando hacia detrás, adquiriendo toda la fuerza suficiente para centrarse en llegar al punto acordado lo más fugazmente posible. En cuanto pudo observar los alrededores de la cárcel desde fuera, sonrió. El muy cabrón se paró a coger aire y comenzó a reír como un desquiciado. Se llevó la mano a la frente para limpiar el sudor y meditó sus próximos movimientos. Echó un vistazo alrededor, y tras apoyarse sobre una pared, cogió aire profundamente, se preparó y cuando estaba dispuesto a salir corriendo... boom, chocó fuertemente contra alguien.

En ese momento, en otro lugar del mundo...

- ¡Maldita sea! - gritaba, fuera de control - ¿Dónde cojones se ha metido? ¿Por qué no ha salido todavía?

El otro joven tartamudeaba nervioso, mirando el reloj en su muñeca y tecleando sin parar en el teléfono. No sabía qué estaba pasando, y tampoco contaban con los medios suficientes para enterarse sin ponerse en riesgo. Michael se bebió su copa de whisky de un trago, avanzó a pasos firmes hacia él, y lo elevó en el aire empujándolo contra la pared por el cuello de su camiseta:

- Escúchame pedazo de mierda - escupió en su cara - o mi hijo está aquí en menos de dos horas, o eres hombre muerto.

De vuelta a los alrededores de la cárcel...

Chris cayó hacia detrás dándose un golpe en la cabeza contra el suelo. Gimió a causa del impacto y se restregó aquella zona dándose cuenta de que tenía un poco de sangre en los dedos. Volvió a gemir, y elevó la vista esperando encontrarse con lo que le habían prometido. Sin embargo, sintió todas las fibras de su organismo tensarse al mismo tiempo, la adrenalina que había conseguido reunir se escondió en algún lugar recóndito de su cuerpo, e incluso dio un par de pasos hacia detrás arrastrándose como una serpiente.

- Qué ¿qué es todo esto? - formuló en alto.

Lo siguiente que oyó fueron unas sutiles carcajadas impregnar el ambiente. A los lados, se encontraban dos policías vestidos de negro apuntándole con un arma cada uno en su dirección. Detrás de ellos, innumerables vehículos con luces de color azul y rojo decorando el cielo, y pudo observar incluso, diferentes personas moviéndose de un lado a otro, con rapidez. Supongamos que controlando el perímetro. Chris tragó saliva.

- Las manos en alto - añadieron de pronto.

El chico no salía de su asombro. ¿Qué cojones estaba pasando? Se suponía que todo estaba hablado. Que su padre contaba con un plan jodidamente perfecto y que sería libre en cuestión de minutos. ¿Y ahora? Ahora tan solo podía sentir cómo su cuerpo se tensaba al imaginar volver a aquel infierno. Por fin, reunió el valor suficiente para elevar la vista y toparse con la persona con quien había chocado de frente. Le recibieron con una sonrisa de lo más autosuficiente en los labios, y las pupilas inyectadas en prepotencia. Chris apretó los puños instintivamente al verle:

- Tú... - susurró con asco.

- ¿Esperabas a papaíto? - escupió con la voz ronca.

Chris trató de levantarse, sin embargo, la persona en cuestión presionó su pierna con fuerza justo en el centro de nervios del joven, quien gimió por el contacto. Al mayor de los Jauregui aquello le recordó a su escena unos meses atrás con Camila. Cuando interrumpió en su despacho para advertirle que estaba a punto de perder lo más preciado que tenía el ser humano: su libertad. Aquellas palabras quedaron tatuadas en su mente, sin embargo, en aquella ocasión no se trataba de Camila. No, aquello era mucho peor...

- La Lauren - escupió apretando los dientes.

- Un gusto vol volver a verte hermanito - y sonrió, destensando por fin la presión en su centro de nervios - qué pena... - y se relamió los labios con arrogancia - otra vez se será.

Hizo un gesto autoritario con la mano y los policías se acercaron a él para esposarlo. Lauren se dio media vuelta y encendió un cigarro entre sus dientes mientras observaba cómo las lágrimas de su hermano mayor eran derramadas por sus mejillas:

- ¡Zorra! - gritó mientras se lo llevaban - ¡Maldita zorra! ¡Me las pagarás!

- Que te jodan Chris.

Y así es como le demostró a su padre, una noche cualquiera de febrero, que ella siempre iría un paso por delante de él. Ya se encontraba en posición de ataque. Y zas. Lauren 1, Michael 0.

No olviden votar, comentar o seguirme si os ha gustado.

¿Y bien? ¿Os ha gustado? En un rato subo otro capítulo, cargadito de intensidad también. Kisses, Julia💜

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