Adán: el último hombre

By mhazunaca

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Si tuvieras al último hombre sobre la tierra, ¿lo compartirías? Los hombres se extinguieron, hace milenios q... More

Sinopsis
Prefacio
1: Colmena de abejas
2: Descubrir
3: Pruebas
4: Un nuevo mundo
5: Desastre con patas
6: Seamos amigos
7: Perdida
8: Aceptación
9: A tener cuidado
10: Descubrimientos
11: Un pasado preocupante
12: Una arriesgada salida
13: Mucho acercamiento
14: Piedra, papel o beso
15: De bailes e intimidades
16: Inquietud
17: Desviando la atencion
18: Ruptura
19: Recuerdos frente al mar
20: Atrapada
21: Un poco de pasado
22: Como a un animal
23: Juicio
24: Plan
25: Peligrosas tentaciones
26: Una razón para vivir
27: Dejando ir lo pasado
28: Correr y correr
29: Los que se van nunca nos dejan
30: Entrega
32: Preparación
33: Los temores que envenenan
34: A la trampa
35: Tratando de aclarar las cosas
36: Solo amo una vez
37: Quien puede eliminar debe ser eliminado
38: No seguiré sin ti
39: Eres eterno para mí
40: Un año después
Epílogo
EVA el proyecto
Fan Arts & Edits

31: Investigaciones

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By mhazunaca

Contempló al joven durmiendo a su lado, con su cuerpo todavía latiendo por él, con los recuerdos, sintiéndose todavía invadida de esa forma tan intensa. Poco a poco su mente alargaba la lista de las cosas que había vivido en la noche. La había tocado tanto, ¡por todos los mares, la tocó tanto y de tantas formas!

Su pulso se aceleraba. La había visto desnuda, y un nuevo sentimiento de pudor se le instalaba. «Qué atrevida resultaste», le recriminó su consciencia. Él había pedido perdón porque ella no llegó al clímax, cosa que desconocía, y no le importó, ya que lo que había sentido le había bastado y sobrado. Había sido hermoso, dejando de lado que lo calificaran como algo primitivo y animal, entregarse a él había sido hermoso en muchas formas.

Quedaron en descansar y seguir para que ella lograra llegar a su máximo, sin embargo la cama desplegó su manta sobre ellos, las luces bajaron y terminaron dormidos. Seguía sin importarle, seguía sintiéndose satisfecha, inmensamente feliz.

Pero nuevamente el pudor ahí recalcándole que se habían visto desnudos, y seguía impactada por lo que hicieron, por cómo se besaron y tocaron. Ahora le parecía irreal, y hasta lo hubiera dudado, si su cuerpo no siguiera sintiendo los reflejos de sus caricias y besos, ni su invasión. Todo latía con fuerza en ella.

Repasó cada detalle de su rostro semienterrado en la almohada, sus cejas oscuras que todavía en su memoria estaban fruncidas, así como a sus labios los recordaba jadeantes. Él abrió sus celestes ojos y el rubor volvió a su rostro de golpe.

Sonrió y llevó su mano a acariciar el rostro pecoso de su chica, cuyos labios estaban bien rojos. Despejó un mechón de su cabello negro y se acercó a darle un beso. La vio sonreír llena de felicidad y la rodeó en brazos para luego recorrerla con las manos, haciéndola reír en silencio.

—Qué haces —preguntó sonriente.

—Te doy mis buenos días.

—Ya se han de haber despertado y estarán tomando desayudo...

—Mmm —giró con ella todavía en brazos, posicionándola sobre su cuerpo—, yo quiero quedarme.

—Adrián... —Sintió su palma en su trasero y dio un respingo—. Oye —reclamó riendo de nuevo.

La besó. Ella pensó durante un fugaz segundo que ahora tenía más libertad, de hecho, toda la libertad de tocarla, alguna especie de barrera se había roto entre ambos y ya eran como uno solo, lo más cercano que podían estar dos personas.

Se apartó ruborizada, disculpándose con la sonrisa, pues el pudor seguía en cierta forma ahí, a pesar de que ese hombre ya era tan suyo que no tenía que avergonzarse, estaba sobre él, sintiendo todo su cuerpo, y obviamente él el de ella.

El pudor tomó fuerza. Seguían desnudos. Se dispuso a recostarse a su lado, llevando parte de la manta consigo para cubrirse los senos.

—¿Estás bien? —quiso saber al notarla así.

—S-sí...

—Dime —insistió rodeándola en brazos de nuevo—, por favor.

Ella se dejó acariciar, ahora se culpaba por preocuparlo, en vez de seguir con el momento feliz. ¿Tenía que ser todo tan complicado?

—Solo... sentí vergüenza.

—¿Por qué?

—Es que me has visto... Ahora ya nos conocemos así... Imagino que me pensarás así...

—¿Eh?

—Perdón, estoy arruinando todo.

—No, no. —Le dio un beso en la frente afianzando su abrazo—. Hey, no sientas vergüenza conmigo, soy yo, solo yo, y soy tuyo. Eres preciosa, no tienes que ocultarte, además también me viste, y recuerda que yo soy el raro aquí.

Dio una suave risa sintiéndose más calmada.

—No eres raro. Me gusta tu cuerpo —confesó paseando sus dedos por su pecho.

—Y a mí me fascina el tuyo... Y tranquila, no te pensaré desnuda a partir de ahora... porque ya lo hago desde antes.

La chica se apartó, alzó la vista mirándolo con los ojos bien abiertos mientras su rostro enrojecía por completo. Adrián soltó una carcajada.

—¡Oye, pero si... ! —reclamó.

—Es broma —se defendió entre risas.

—Ya no sé si creerte... —Se acomodó y cruzó los brazos fingiendo molestia—. También traté de imaginarte, además traté de espiarte. —Él quedó en silencio observándola con sorpresa así que le retiró la vista.

—Ven aquí. —Se lanzó a ella.

—¡Ah! —Soltó a reír al ser abrazada y luego cubierta por su cuerpo.

—Te salvas de que no te atrape aquí porque empieza a darme hambre. —Le mordió el labio.

—A mí también.

Se retiró volviendo a recostarse a su lado y esperó a que ella se fuera a alistar primero. Teresa sonrió con timidez, reincorporándose. La manta con la que trataba de cubrirse se enredó y terminó chasqueando los dientes y apartándola, quedando desnuda y más ruborizada, pero iba deshaciéndose del pudor ante él, que la contemplaba como a la criatura más bella, haciéndola sentir así.

Se movió quedando sentada al borde de la cama y se quejó bajo sin querer.

—¿Estás muy adolorida?

Ella tensó los labios. Sí le dolía, ardía como si estuviera herida. No quería hacer drama ni parecer exagerada, pero tampoco quería mentirle. Tal vez no estaba hecha para él, quizá su tamaño, tal vez lo hizo mal.

—Sí... Me duele, no sé por qué.

—Eso porque fue tu primera vez —el dato regresó a la mente de la chica, ya les habían dicho algo así pero como eran máquinas las que fecundaban, no existía dolor—, en la próxima gozarás, me encargaré de ello. —Sonrió de forma traviesa y caliente—. Todavía debo contar tus pecas.

Se sorprendió. Habría una próxima vez. ¿Lo seguirían haciendo? Su pulso se aceleró.

—¿Cuándo?

—Cuando tú desees.

-------

Olga dejó su plato vacío en la barra y esta lo trasladó a lavar, lo mismo hicieron los másculos. Clara todavía se sorprendía por su comportamiento.

—¿Mechoncito está mejor? —Aunque al verlo ahí, su pregunta era respondida—. Es bueno que siga bien, ahora que sabemos que viven más de lo que nos habían dicho.

—Aunque vivan más, siguen siendo efímeros... Ese hombre que tienen, si lo cuidan, sé que va a durar tanto como nosotras.

—Uhm, eso sí...

—Han dormido juntos, me parece.

—No sería la primera vez. Se acompañan.

—Ja, eres ingenua, no se acompañan, apuesto a que tienen relaciones sexuales.

—No digas eso —refutó con molestia—, no hay momento ni intensión, yo los he visto.

—En ese caso, los ingenuos son ellos —se burló.

Clara resopló. La mujer parecía tener una fijación con eso. Y aunque lo hubieran hecho, no era su asunto, sin embargo, pensar en eso le produjo algo raro. ¿No sería peligroso para Teresa? Suspiró al darse cuenta de que en realidad no sabía sobre el tema.

Olga apoyó una mano a su lado y con la otra le acarició el cabello rizado.

—Y tú, ¿alguna vez lo hiciste con otra mujer?

—Ese es mi problema.

—Deja a mi mamá —reclamó Teresa acercándose.

Clara la vio con Adrián y les sonrió. Ambos estaban ya listos para empezar el día. Olga sonrió de lado y se alejó.

La chica al sentarse no pudo evitar tensar los labios por el dolor ahí abajo. Mostró una fugaz sonrisa ya que eso le recordaba una y otra vez la noche, el rubor volvía a sus mejillas, hasta que temió estar siendo tan obvia. Temió que incluso sin decir nada se le notara que había hecho algo con Adrián. Él por su parte parecía normal, intercambiando algunas palabras con Clara. La miró de reojo al sentir que lo observaba y le brindó su dulce sonrisa.

Olga volvió a irrumpir con sorna.

—Ustedes rozan la fantasía, en serio.

—¿Por qué dices eso?

—Estás enamorado de ella —dijo como si su pregunta hubiera sido ilógica.

—¿Y eso qué?

—Que eres el único hombre, tarde o temprano alguien más va a querer probarte —Teresa fue atacada por los celos—, o vas a ser usado para reproducirnos.

—No —intervino la pelinegra con enojo—, es mío, y no voy a dejar que lo toquen.

La mujer resopló.

—Hay que ver. No puedes ser egoísta en este mundo, estando como está, nadie te obligó a enamorarte.

—No, y no me importa, yo ya dije.

—¿Puedes creerlo? —se quejó con él.

Adrián suspiró.

—Estoy de acuerdo con ella. No quiero ser usado como máquina productora de esperma, no voy a hacerlo, es así de simple. —La mujer quedó perpleja.

—Qué clase de macho eres —susurró sin poder creerlo.

Él mostró una sonrisa no de felicidad, sino de molestia.

—Ok. Tal parece que no puedo ser hombre y negarme a hacer de semental al mismo tiempo. O simplemente no soy considerado humano.

Bueeeno, bueno, solo decía —se disculpó levantando las manos—, entiende que yo también crecí con todas esas ideas sobre ustedes. Solo ando curiosa.

—Muy distinto es poder y querer ayudar de algún modo, y otra cosa es que piensen en mí como algo que debe hacer lo que ustedes manden. Como sus drones.

Olga analizó la situación. Nuevamente estaba olvidando que también era una persona, como sus másculos, pero ellos acataban órdenes, y eran básicos, el hombre que tenía en frente era más extrañamente complejo de lo que alguna vez creyó de ese género ya extinto. Además había salvado a su hijo, debía tratar de reconsiderar ciertas cosas.

-------

Carla, impaciente, sabiendo que estaba cerrado el Edén, y mientras observaba a la mujer del noticiero hacer especulaciones exageradas como siempre, resopló en silencio aguantando las miradas de acusación de su concejo.

Muchísimas estaban quedando sin ser atendidas en el centro de fecundidad. Se preguntaban qué estaba pasando, y obviamente las teorías de lo que ocultaban empezaban a surgir. ¿Un másculo mutante? ¿Una enfermedad les afectó?

—Bueno, no sé qué vas a hacer pero por ahora lo has arruinado todo —le recriminó Marine—. No puedo creer que dejaras escapar esa bestia.

Anabela, la más joven trataba de disimular su alivio.

—Quizá eso les sirva para darse cuenta de que, como cualquiera de nosotras, él quiere vivir libre.

—Tú calla, nuestra sociedad va a morir.

—Estuve investigando sobre ellos y no creo que sean un problema si se les mantiene controlados.

—¿Insinúas hacer que se reproduzca?

—No toquen otra vez ese tema —renegó Carla—, ya hemos quedado en que moriría, y eso es lo que haré, lo encontraré y lo mataré ahí mismo. Ya basta de estar con esas confrontaciones sin sentido, es solo un bicho más.

—Los másculos pueden serlo, pero él no —insistió Anabela, cruzando los brazos.

—Suficiente —intervino la mayor—. Carla, soluciona esto, y hazlo pronto, o tendremos que cambiar de líder.

La comunicación se cortó. La líder quedó tan frustrada que soltó un gruñido y se puso de pie. Estaba sola en el Edén así que llamó a DELy, necesitaba calmarse.

—Tráeme a uno.

Dicho eso, el dron obedeció y se fue. La mujer revisó todas las tomas de las cámaras, empezó a ver las antiguas, imágenes de cuando tuvo a Adrián ahí encerrado, la parte en la que ella se le ofreció de forma tan gentil y él la rechazó.

¿Cómo se había atrevido? No iba a olvidar eso. No tenía por qué negarse siendo hombre, solo para eso servía, como todos. Iba a encontrarlo, sí, y le haría aprender cuál era su lugar.

DELy ingresó arrastrando a un másculo con su magnetismo, los brazaletes lo tenían prisionero como a todos, el pequeño se resistía pero al verla a ella dejó de hacerlo para acceder a acercarse más, queriendo tenerla como su instinto se lo pedía. La reacción que esperaba, como siempre, y que también esperó de aquel hombre. Recordarlo otra vez la hizo resoplar.

La puerta de su habitación se deslizó al costado. El dron soltó a la criatura pero este siguió con duda sin dar paso adelante, en algún rincón de su interior sabía que estaba un tanto débil, si se apareaba iba a morir.

—Muévete, ¿qué esperas? —DELy lo empujó con brusquedad y el másculo avanzó de prisa—. Avanza, que no tengo todo el día.

Sonrió de lado y empezó a desnudarse.

-------

Teresa se mantenía dibujando a los másculos que jugaban por ahí, alzó la vista y buscó a Adrián pero no estaba. Había estado por ahí leyendo sobre genética, y también lo había dibujado. Guardó su lámina en su maleta y salió.

Olga había dicho que era seguro, que el área confundía a los drones del Edén, pero que por si acaso, no estuvieran afuera por mucho tiempo. Salió por la parte posterior, que era por detrás de la montaña.

Lo vio lanzando una rama, Rita corriendo a traerla, y dos másculos persiguiéndola. Notó esa seriedad en su mirada, pensaba en algo, tal vez en lo que dijo Olga. Entendía cómo podría estarse sintiendo al ser visto como objeto para muchas.

Sus ojos se encontraron y le ofreció su encantadora sonrisa para luego recibirle la rama a la perra y volver a lanzarla. Teresa recorrió su cuerpo con la mirada, pensó en la noche, en lo que hicieron, todavía latían los recuerdos en ella. Su aroma, su piel caliente, incluso su sabor, su peso, esos suaves movimientos de sus estrechas caderas, que fueron como una danza que la llevó a lo alto.

Seguía sin importarle no haber llegado al clímax, sentía que sí lo logró aunque en realidad no, no lo conocía, pero verlo a él, rememorar sus jadeos y gemidos, era mucho mejor.

Las ganas de ir y abrazarlo la inundaron, y como él había logrado animarla antes, ella quería hacer lo mismo, quería verlo feliz. Recordó que nunca le había dicho lo que pensaba sobre si era atractivo o no, lo era, pero había estado decidida a no decirle. Negó en silencio, qué tonta, ¿por qué no decirle? Él lo hacía sin problemas, le había dicho que era hermosa, bonita, se lo susurró al oído mientras se amaban, haciéndola volar y caer de nuevo a causa de los besos en su cuerpo.

Su corazón latía de prisa cada vez que pensaba en todo eso, cada respiración que dio contra su piel seguía acelerando su pulso. Se le acercó.

—¿En qué piensas, guapo? —dijo quedando a su lado.

Adrián la miró con sorpresa, sonrió con cierta timidez, presentando su leve y adorable rubor al no saber cómo reaccionar ante un piropo, y de su Tesa, más razón para que su corazón brincara de alegría.

Su sonrisa se ensanchó, tomó el rostro de la chica, inclinándose, y la besó. Teresa le rodeó el cuello con los brazos, devorándose su labio inferior, su obsesión, y así él pasó a apretarla contra sí. Sus cuerpos latieron el uno por el otro, esas sensaciones tampoco se iban del joven, todo lo que sintió al recorrerla con la boca, al comerla, tocarla, lamerla, sentirla toda desnuda contra él, y enterrarse en su calidez, volar y arder.

Ella se apartó un centímetro, sonriendo porque su beso la dejaba sin aliento y estaba usando esa misma fuerza que le había dejado los labios palpitando y quizá levemente hinchados como en la primera vez que se besaron, y por supuesto, su primera noche de amor.

—No deberíamos estar mucho tiempo aquí —susurró.

—Lo sé, aunque este quiso que viniera —dijo refiriéndose al másculo de mechón blanco. El pequeño sacó una flor de su bolsillo y se la dio a Teresa—. ¡Hey! —La chica rio y agradeció—. ¿Está queriendo conquistarte o qué? ¡Le salvé la vida...!

Ella lo miró.

—¿Celoso, mi Adrián?

Cruzó los brazos.

—Ah, ¿del enano? Como si fuera competencia —se burló. Sin embargo terminó suspirando—. Sí —renegó retirando la vista.

Teresa volvió a reír y lo abrazó dándole un sonoro beso en la mejilla, haciéndolo sonreír.

Mechoncito regresó a querer jalar a Teresa pero él lo impidió renegando y empujándolo de la frente, el másculo gruñó y le dio una rápida mordida en la mano para salir corriendo, Adrián ahogó un quejido y quedó pasmado.

—¡Mal agradecido, te salvé! —reclamó mientras Teresa reía—. ¿Viste eso? Me mordió. —La chica se tapó la boca para parar de reír—. Oh no —se quejó mirando su mano—, oh no, oh no...

—¿Qué pasa? —preguntó la pelinegra tornándose preocupada de repente.

—El virus del másculo me posee. ¡Me convierto! ¡Ven aquí! —La abrazó gruñendo arrancándole carcajadas.

Algunos truenos les llamó la atención y vieron al cielo, una gran nube cargada se movía rápido por el firmamento, oscureciendo más la tarde y dejando caer la lluvia.

Le tomó la mano queriendo regresar al extraño fuerte en donde estaban, pero él la retuvo rogándole con la mirada.

—Me gusta la lluvia. ¿Quisieras acompañarme?

Ella sintió que no podía negarse a esos ojos de celeste oscuro como esa nube que se aproximaba. De todas formas, ¿qué de malo tendría mojarse? Pero ni bien pensó, la nube descargó su abundante lluvia y la hizo pegar un corto grito de sorpresa, dando un brinco y siendo rodeada por él, que soltaba su varonil risa. Giró teniéndola contra su cuerpo.

Rita ladraba, cubriéndose bajo el umbral de la entrada posterior bajo la abertura de la montaña, junto a los másculos. Adrián se percató de un detalle.

—Hey, no estoy mojado —dijo con sorpresa.

—Esta ropa repele el agua...

—¡Wow! —Volvió a reír.

La lluvia les caía al cabello y piel descubierta pero se resbalaba de la tela.

—Empieza a hacer frío —se quejó ella sintiendo el viento que se colaba.

—Qué más da, vamos a tener que calentarnos —ronroneó él empezando a besarle el cuello.

La chica sonrió y mordió su labio inferior.

—Teresa... —la llamó Clara desde la puerta, cosa que la hizo brincar lejos de su novio y quedar estática, enrojeciendo de golpe.

—¡Mamá! Qué...

—Eh... Hay algo que deben ver.

Se preocuparon y fueron a paso ligero al interior del lugar. Olga veía a Helen que trataba de estabilizar la señal.

—Bueno, este es el asunto —continuó hablando la castaña—, despreocúpate, que tu ubicación sigue siendo desconocida, por si no lo sabes, ni siquiera a mí me aparece.

—Entonces bien, sigue hablando.

—Te mostraré, mejor.

Pasó un texto cuyo contenido tomó por sorpresa a los presentes, excepto quizá a Olga, que se mantenía con el ceño fruncido.

«Mujeres al poder, el movimiento secreto que cree en el poder femenino sobre lo demás, tal y como la naturaleza, comunicamos a nuestras compañeras lo siguiente: que en vista de que el mundo está siendo dominado por ciertas familias poderosas, nuestra lucha por la libertad se ve constantemente amenazada por ellos y por los hombres en general, que ya están siendo manipulados.

Hemos encontrado la forma de deshacernos de ellos. No me extenderé en este comunicado con datos inentendibles. Nuestros estudios indican que están empezando a nacer en menores cantidades, cada año observamos en silencio, tras las sombras, cómo la naturaleza empieza a querer decirnos algo, darnos la oportunidad de cambiar al mundo. Nadie parece darse cuenta todavía de ese detalle, será cuestión de tiempo.

Nuestras ingenieras en genética han encontrado la forma de modificar los genes, de tal modo que en vez de avanzar, se retrocederá. Así como en un ave, el gen de su cola de dinosaurio sigue existiendo pero está inactivo, puede revertirse eso y resucitar su cola, lo mismo podremos hacer con el hombre, hacerlo retroceder y hasta cambiarle lo que queramos.

La nueva era está por comenzar, solo queda tener paciencia, pronto habrá tan pocos de esos seres inservibles que podremos hacernos con ellos y acabarlos de una vez por todas.»

—Y eso no es todo —agregó Helen—. Encontré los datos de esos experimentos genéticos. Los másculos no son resultado de involución natural, es artificial. Ellas les fueron cambiando los genes y así los hijos de esos hijos nacían cada vez más inferiores. No eran feministas verdaderas, eran un grupo extremista, no les importó ni siquiera matar a otras mujeres en secreto, todo para conseguir el cambio del hombre y extinguirlo.

Teresa estaba sorprendida, Adrián también, ya había sospechado que el proceso había sido muy rápido, incluso para la naturaleza que todo lo podía.

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