Adán: el último hombre

Por mhazunaca

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Si tuvieras al último hombre sobre la tierra, ¿lo compartirías? Los hombres se extinguieron, hace milenios q... Más

Sinopsis
Prefacio
1: Colmena de abejas
2: Descubrir
3: Pruebas
4: Un nuevo mundo
5: Desastre con patas
6: Seamos amigos
7: Perdida
8: Aceptación
9: A tener cuidado
10: Descubrimientos
11: Un pasado preocupante
12: Una arriesgada salida
13: Mucho acercamiento
14: Piedra, papel o beso
15: De bailes e intimidades
16: Inquietud
17: Desviando la atencion
18: Ruptura
19: Recuerdos frente al mar
20: Atrapada
21: Un poco de pasado
22: Como a un animal
23: Juicio
24: Plan
26: Una razón para vivir
27: Dejando ir lo pasado
28: Correr y correr
29: Los que se van nunca nos dejan
30: Entrega
31: Investigaciones
32: Preparación
33: Los temores que envenenan
34: A la trampa
35: Tratando de aclarar las cosas
36: Solo amo una vez
37: Quien puede eliminar debe ser eliminado
38: No seguiré sin ti
39: Eres eterno para mí
40: Un año después
Epílogo
EVA el proyecto
Fan Arts & Edits

25: Peligrosas tentaciones

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Por mhazunaca

Carla miraba temerosa cómo su Helen estaba siendo amenazada con una de esas armas.

—Al más mínimo movimiento le disparo —dijo Adrián entre dientes—. ¡Ah! —Miró a DELy que alistaba su láser—. Alto ahí, te estoy vigilando. No llamen más drones o ya sabrán lo que pasará.

DOPy se puso entre ambos y sacó un arma láser pequeña que antes no había tenido. Teresa quedó más conmocionada. ¿En qué momento? Recordó entonces cuando había vuelto aquella vez y lo encontró observando a su dron abierto sobre la mesa del salón. Había tenido tiempo de sobra para hacerle lo que quisiera al aparato.

No. No podía ser, ese no era su Adrián, él no era malo, no entendía qué pasaba. Pero al palpar más la realidad, su fría mirada y sus amenazas tan serias, el mundo se le empezaba a querer desmoronar.

Helen forcejeó todo lo que pudo pero él la detuvo amenazando con el cañón del arma contra su sien. No tenía puesto uno de los trajes para exteriores, así que no botaba electricidad ni la hacía más fuerte.

—Yo te ayudé —murmuró temblorosa.

—Sí, lo sé —dijo él fingiendo lástima—, gracias, en verdad.

La chica cerró los ojos y tragó saliva, sintiéndose perdida porque ya se iba dando cuenta de que sí tenía fuerza, no podía zafarse de sus brazos, y esa arma era antigua, los textos nunca dijeron nada bueno de ningún arma.

La peor creación de la humanidad, hecha para acabarse los unos a los otros, sin verdadera razón.

—Van a dejarme ir —avisó él—, pero a ellas me las llevo, son mías, ¿entendido?

Carla dio un paso atrás.

—Te voy a buscar, no lo dudes —amenazó.

Adrián sonrió de lado y les ordenó a las otras que subieran al floter. Retrocedió con Helen todavía en sus brazos. Entraron rápido y él subió al último tirando de la chica.

El aparato partió veloz.

Adrián soltó a reír, dejando a Helen y a Clara más que perplejas, a Teresa congelada, y a Olga suspirando con alivio.

—Creí que tu rápido guiño había sido mi imaginación —dijo recostándose contra el respaldo del asiento.

—¿Q-qué sucede? —cuestionó Teresa con un hilo de voz. Su cerebro se hizo un lío.

—Estaba fingiendo, Tesa, ¿acaso no te diste cuenta? —Le dio un toque en su nariz.

La chica parpadeó varias veces, recuperando aliento.

—Qué... —Tensó los labios tratando de contener el picor en los ojos que indicaban lágrimas queriendo salir. Le dio un empujón—. ¡No vuelvas a hacer eso!

—¿Desconfiaste de mí?

—¡No es mi culpa, ni siquiera sabía que tenías un arma! —reclamó sacudiéndolo de los hombros de atrás hacia adelante haciéndolo reír suave—. ¡No vuelvas a hacerlo, Adrián, no vuelvas a hacer algo como eso! —reclamó con la voz quebrada.

Helen los vio abrazarse con fuerza, lo vio calmándola con ternura, brindándole caricias e incluso un rápido beso que la dejó más conmocionada. El floter se detuvo.

—Eh, tú —le habló Olga. La miró—. Baja.

—¿Qué?

—Eres la nueva amante de Carla, ¿no? —La puerta del aparato se abrió alzándose—. Vete, ha de estar histérica. Vuelve con ella.

La chica, todavía confundida y sorprendida, salió.

—Disculpa si fui brusco —le dijo Adrián.

—Anda, dile a Carla que no moleste —insistió Olga.

La puerta descendió y el floter se alejó en segundos. La mujer quedó con la boca abierta.


Olga puso ruta en el floter y se cruzó de brazos.

—Creo que ya sé por qué tanto rollo con ellas —le susurró Adrián a Teresa en el oído.

—Cómo...

—Quizá Olga estuvo con Carla alguna vez, ya sabes, una relación sentimental.

La pelinegra arqueó las cejas.

—Dejen de andas de cotillas —renegó la mujer.

—Eso me recuerda —lo apartó Teresa sin hacerle mucho caso a Olga—, Helen te besó.

Adrián abrió la boca, sorprendido.

—No sé dónde viste eso pero no fue así.

—Jah. —Cerró los ojos girándose y cruzando los brazos también con fastidio.

—Tesa...

—Y bien que te dejaste.

Él rio de forma suave.

—Me pasó energizante, no sé por qué así, pero asumo que quiso distraer a la líder.

La pelinegra no podía con sus celos. Adrián suspiró.

—¿A dónde vamos? —preguntó Clara.

—A una de mis viviendas. No esperen que Carla entienda de buenas maneras, los va a seguir buscando hasta que no se quede en algo concreto. Si gustan vamos por algunas de sus cosas.

—Rita —dijo Teresa con preocupación.

El floter se detuvo afuera de la casa y la chica bajó de prisa siendo seguida por Adrián.

—No es necesario que me cuides —reclamó—, todavía no me explicas cómo es que DOPy también tiene un arma ni lo demás. ¡Rita!

—Quiero cuidarte.

—No sé si tu costumbre de tu época era cuidar a alguien dándole un arma, pero te aseguro que ahora no es así. Y ya te repito que no necesito que me cuides.

—No es eso...

Rita salió feliz de un rincón y fue recibida por su dueña, moviendo la cola sin parar y lloriqueando. Volteó e hizo lo mismo con el joven, queriendo lamerle la cara.

—Incluso ella quiere besarte —renegó la pelinegra haciéndolo reír.

—Y yo solo quiero besarte a ti.

—Incluso Olga anda exigiendo su noche contigo.

Él la abrazó y le dio un beso en la frente.

—Es curioso que me quieran aunque sea por una noche, cuando yo ya las tengo apartadas solo para ti. —Guiñó un ojo—. Junto con mis días, por supuesto. —Ella sintió sus latidos acelerarse—. Vamos, Rita.

Salieron de prisa luego de guardar más cosas, como ropa, en una maleta y continuaron el camino.


El floter entró a una especie de edificación semi-subterránea cerca de las afueras de la ciudad. Olga bajó a los másculos que seguían en sus raras incubadoras y los llevó a una habitación especial. Quedaron en un salón grande, con la cocina a un lado, en donde una máquina de insumos ya estaba preparando comida.

—Muy bien, siéntanse como en casa —anunció Olga—, es tardísimo, quiero dormir, luego veremos qué hacer.

Se fue seguida de su dron casi minúsculo. Rita fue a buscar comida en donde el sistema de la vivienda le mostraba, ella ya conocía los tipos de señales y olores que indicaban lugar para comer.

Lo primero que hicieron fue correr a la cocina también.

------

Helen soportaba los reclamos de Carla.

—¡No puedo creer que se haya atrevido a amenazarte y que al mismo tiempo haya sido una burla!

—Al menos deberías agradecer que fuera falso.

—No me lo creo. —Negó caminando de un lado a otro—. No. No lo creo, apuesto a que también fue actuación.

—Ya estás divagando. Pero tú tienes algo importante qué explicar. Dijiste que él estaba vivo por un error humano. ¿Acaso M.P tuvo que ver con el incendio?

—Pasó hace milenios, ¿cómo habría de saberlo? —renegó la líder.

—Pero tú sabes de más información que ninguna otra.

—¿Estás cuestionando a M.P?

La chica dio un paso adelante.

—Sí.

—Ya estás loca. —Se dirigió a su escritorio.

DELy desplegó el holograma de un mapa de la ciudad y empezó a intentar buscarlos. Debió suponer que Olga haría algo, desde que estuvieron mostró especial interés por la tecnología, aparte de su ya sabido gusto por los másculos. Debió esperarse algo como eso.

Helen se aclaró la garganta.

—Me botó de su floter diciendo que yo era tu nueva amante. —Puso las manos a la cintura—. ¿Qué significa? ¿Has estado con ella?

Carla alzó la vista queriendo hacerla callar con la mirada. Soltó un suspiro de pronto y se puso de pie.

—Perdóname, no soporto estar molesta contigo —pidió extendiendo los brazos mientras iba a ella—, estoy tan desconcertada con todo lo que pasa —agregó abrazándola con fuerza—. No tienes idea de cuánto te quiero, te quiero.

Helen correspondió el abrazo con su pulso acelerado, despejando los celos que había sentido todo el tiempo, desde que la vio queriendo tener algo con el hombre, y cuando la mujer rara confesó haber sido su ex amante.

--------

Teresa juntó algunas mantas para dormir en uno de los sofás que se convertían en camas, vio a Olga revisando algo en su escritorio táctil.

—Conoces a Carla —comentó. Ella sacó un cigarrillo y lo encendió. Ese no era falso como los modernos, ese apestaba de forma horrorosa—. ¿Qué rayos es eso? —reclamó espantando el humo.

—Una antigüedad. Me gusta incursionar en lugares sepultados en las afueras de la ciudad, ¿algo más?

Teresa tosió un par de veces.

—¿No me vas a responder?

Olga suspiró y puso los antebrazos sobre el escritorio.

—Bueno, creo que es obvio, estuve con ella, además era mi clienta, aunque no lo creas. —La pelinegra se espantó al ver a un másculo acercarse e ir a que la mujer le acariciara la cabeza, tenía un pequeño pantalón puesto, era el de mechón blanco al que había vacunado—. Ya están despertando.

—¿T-tu clienta? ¿Cómo?

—Con mis pequeños, claro. Hasta que pasó a ser líder de M.P y optó por hacerse la correcta y pulcra, la que desprecia y censura el sexo con másculos como todas.

Teresa estaba pasmada.

—Ay, por todos los mares —susurró.

—Dices eso porque al parecer tener a un hombre contigo no te ha llamado a curiosear. Te estás perdiendo de algo bueno. —Le dio un par de palmadas al raro ser—. Cada una debería tener por lo menos dos de estos, pero prefieren hacerse las inmaculadas.

—Deja el palabreo —intervino Teresa, incómoda—. Ese hombre que está ahí afuera no es una cosa, tiene pensamientos sobre el instinto, para que sepas, no puedo ir a decirle que quiero curiosear porque no se deja...

—Aaah, así que ya has intentado.

La chica se ruborizó.

—¡No!

—Mira, solo algo sé, sigue siendo un macho —se encogió de hombros—, di lo que quieras pero yo creo que él siempre va a querer sexo. —La vio arrugar el rostro—. Y no me vengas a decir que soy asquerosa al hablar así, las cosas son como son, es natural. Anda tú, sigue creyendo que él no te quiere ni tocar.

Teresa soltó un largo suspiro y se alejó.

Acomodó sus mantas en la cama. Sacó su ropa de la maleta y fue a buscar la ducha.

Cuando entró a la que se suponía era para la casa, se encontró con que era bastante distinta, algo desactualizada, tenía su tablero de mando táctil pero estaba ahí perenne. Entraron un par de másculos asustándola, haciéndola dar un brinco y alejarse. Otra puerta se abrió de forma automática dándole pase en su huida y dio otro corto grito al toparse con Adrián.

Desnudo. Abrió los ojos de par en par y los dirigió a su parte baja al tiempo en el que él se cubría con las manos.

Reaccionó y sacudió la cabeza.

—¡Perdón! —dijo roja como tomate—. No sabía...

El muchacho arqueó una ceja con diversión, ¿primero lo miraba de forma encantadoramente descarada y luego pedía perdón?

Los másculos entraron jugando con una manta, uno tirando de cada lado, la chica no tuvo tiempo de reclamar que era la suya porque los enredaron a ambos con ella. Quedaron cuerpo a cuerpo, las gotas de agua sobre su piel pasaban por la ropa de ella.

—No sé si creer que eres tú queriendo siempre verme desnudo o es pura casualidad que nos encontremos en la ducha. Aunque esta parece ser para mis futuros abuelos que están por ahí correteando.

—Disculpa —murmuró nerviosa intentando aflojar la tela. Alzó la vista y pudo ver sus labios masculinos entreabiertos un segundo antes de que cubrieran los suyos.

Su corazón dio un «bum». Le correspondió, derritiéndose ante su suavidad caliente y su firmeza, se había deshecho de la barba. Le dio una suave mordida, le sintió deslizar los brazos entre ambos y tomarla de la cintura, cosa que indicaba que se había descubierto, aflojando así la manta a su alrededor y provocando que cayera.

¡Por la santa madre de la tierra!

Se preguntó si solo los hombres tenían instintos bajos, si al final Olga había dicho cómo ellas usaban a los másculos, y sus ganas en ese momento de explorar a ese hombre que la tenía contra su piel, disfrutando de un suave e intenso beso, la estaban consumiendo. Le tocó el pecho húmedo y deslizó sus manos hacia abajo pero fue apretada contra él.

—Ah, qué graciosa —reclamó sonriente haciéndola reír avergonzada—, aprovechas al mínimo descuido.

—No es eso... —Él volvió a inclinarse curvándola hacia atrás un poco al tenerla rodeada y deslizó su nariz por su cuello, provocándole más que simples cosquillas—. Solo te tocaba un poco y ya. —Jadeó al sentir sus tibios besos en la piel, sentía además todas sus formas. Rio y lo apartó—. Ya, voy a darme un baño pero necesito que salgas.

—Yo ya estaba aquí.

—Pero ya terminabas.

—Bueno, saldré si prometes darte la vuelta y no verme, porque recuerda que estoy tal y como nací.

—Bien, bien —aceptó entre risas. ¿Cómo no recordar ese detalle?

Volteó cerrando los ojos. Adrián tomó una toalla del costado. La vio mecerse en sus pies mientras esperaba, sonrió queriendo tomarla y volverla loca con besos y caricias, pero algo le detenía, el simple hecho de que ella parecía seguirle temiendo a los bajos instintos que él pudiera tener. No quería eso, quería que confiara más.

Aunque si seguía quedando en situaciones tan comprometedoras y sensuales con ella, no sabía en qué iba a terminar. Debía invocar a su autocontrol.

—¿Ya?

—Casi. No hagas trampa. —Se puso un pantalón de dormir y la rodeó dándole un fugaz beso, sorprendiéndola—. Te veo luego.

—Revisa que no entren esos másculos, por favor.

—Por supuesto.

Salió y la puerta se cerró. Se encontró con varios másculos observándolo. Olga los miraba de reojo desde su escritorio en una oficina.

—Cuidado, ellos pueden saber si has hecho algo ahí adentro.

Él frunció el ceño y se cruzó de brazos, enrojeciendo apenas por el comentario. Sin embargo, no negó, no tenía por qué explicar nada. Se puso la camiseta al notar que la mujer seguía con su vista plantada en su cuerpo y se fue hacia el salón tras asegurarse de que los másculos se alejaban también.

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