Pottens I: El Secreto de los...

By NMAlonzo

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Todo inició en el momento en el que el corazón del hombre nació la necesidad de sublevar a otro, provocando q... More

Sobre La Portada
Prologo
PARTE I
I (Editado)
III (Editado)
IV (Editado)
V (Editado)
VI (Editado)
VII (Editado)
Pausa

II (Editado)

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By NMAlonzo

El comportamiento de Andrés la había dejado inquieta, esa forma en la que afirmaba las cosas o evitaba sus preguntas. Como simplemente movía sus hombros de arriba hacia abajo cada vez que ella le preguntaba algo. No lo conocía por lo que no sabía si aquel era su comportamiento usual, pero algo le decía que Andrés sabía de más. Por ejemplo, la forma en la que supo que ella estaba asustada o como afirmó lo que ella estaba pensando sobre él. Aunque aquello podría tener explicación, bien podrían ser intuición. Aun así, no se quedaba tranquila. Suponiendo que allá sido su intuición, aquello tenía una de explicación. Pero lo del padre de Diego no la tenía a simple vista, eso la tomó desprevenida. Pocas personas sabían sobre el padre de Diego, de hecho, ella lo sabía porque estaba directamente involucrada.

Pensó en diferentes posibilidades, pero ninguna resultaba convincente. Ellos, Diego y Andrés, no eran amigos, nunca lo habían sido. La idea de Diego diciendo algo no le hacía sentido pues el tampoco era de andar contando sobre cosas que le avergonzaran o lo dejaran en desventaja. Lorenzo y Casey nunca dirían algo, ellos sabían hasta que punto hablar o callar. Además, eso había quedado en el pasado, Lisa recordaba esa conversación como si hubiese sucedido el día anterior pero ya habían pasado tres años y, si sus cálculos eran correctos, Andrés no tenía ese tiempo en la escuela.

Una idea llegó a su cabeza, y no paraba de dar vueltas en ella. Si Andrés era igual que ellos... No, no podía ser, ella no lo sentía como... pero quizá si, ella no era una experta para identificar cuando una persona era o no lo que era ella, pero sentía el poder de Diego, sentía cuando Lorenzo estaba cerca y se había acostumbrado al de Casey, aunque este último rara vez se manifestaba. De todas formas, dentro de todas las posibilidades aquella sonaba más lógica que las demás.

En su momento defenderlo había sonado como una buena idea e incluso seguía sintiéndose bien por haberlo hecho. Aunque esa sensación desaparecía, si Andrés sabía lo del padre de Diego probablemente sabía lo de ella y si sabía sobre ella, su tía podría hacer algo. Tenía temor de lo que le pudiera pasar a su familia, recordaba las palabras de Miriam, recordaba todas las veces que le había llamado fenómeno y recordaba perfectamente lo que le pasaría a su familia si alguien se enteraba de lo que ella era.

Ø

La semana pasaba con rapidez. Lisa seguía su vida lo más normal posible, seguía sentándose con Casey durante las clases, durante el almuerzo, aunque ahora siendo evitada directamente por Diego. O quizás ella evitaba a Diego. Ambos pasaban del otro, a veces solía sentir sus ojos sobre ella, pero lo ignoraba. Lo que solía hacer era escuchar con atención las conversaciones de él, pues a veces solía hablar sobre su poder. Pero no entendía a nada, preguntarle a Casey no servía de nada porque ella quería saber cuál era el poder suyo y ella no debía de soltar esa información. Por otro lado, no confiaba del todo en Casey y no estaba preparada para hablar con el tema con ella. Decirlo en voz alta sería admitir que era un fenómeno, cosa que ella quería creer no ser.

Por otro lado, Andrés Soler parecía estar en todos lados. En cada pasillo que se movía, a cada aula en la que entraba, cuando llegaba o cuando se iba estaba allí. Probablemente siempre lo estuvo, pero ahora algo hacía que ella lo notara. Lo primero era sus sospechas y luego estaba lo que había pasado el lunes, era como si algo, alguna conexión invisible los atara. Él había sido golpeado, ella lo había defendido. Y ambos estaban en amenaza, él por lo menos de un enemigo declarado y ella de, sin poder evitarlo río en voz alta, era gracioso, pero no había una palabra para definir lo que ella tenía con Diego.

— ¿De que ríes? —preguntó Casey, Lisa negó con la cabeza sonriendo.

— Nada importante —Casey observó a la profesora, luego se inclinó en dirección a Lisa.

— ¿Aceptas la invitación? —ella la miro confundía, resignada Casey comprendió que Lisa lo había olvidado, suspiró—. Te dije el lunes que si te apetece ir con nosotros a la villa de la casa de Diego.

— ¡Oh, eso! —no iría allí ni loca—. No, no iré. —Casey no dijo nada, miro enfurecida en dirección a la pizarra. Estaba particularmente casada de aquello, estar rogando y rogando para que Lisa Daza se dignara a sentarse con ella, para que almorzará con ella o para que hiciera algo que Diego quería. Como ir a esa maldita villa.

Ella no se merecía seguir insistiendo e insistiendo tanto a una persona que con claridad ha demostrado no estar interesada en lo más mínimo. Solo lo hacía por Diego, porque su primo insistía aún más que ella que necesitaba saber lo de Lisa. Cuando la clase terminó vio a todos levantarse para dirigirse a casa, observó a Lisa tomar todas sus cosas con tranquilidad.

— ¿Se puede saber por qué me miras así? —preguntó.

— Estoy intentando encontrar una buena razón para seguir siendo tu amiga —Lisa meditó en aquello, observó a Casey con determinación para luego subir la mirada en dirección a la ventana.

— Porque ambas nos necesitamos, después de Diego soy la única persona que te escucha sin aburrirse —aquello tomó a Casey de sorpresa–, aunque probablemente yo sea la única que lo haga.

— Entonces no entiendo porque me mantienes alejada, solo me dejas entrar en tu vida un poquito y se supone que soy tu amiga —apreciaba a Lisa, en serio lo hacía, pero debía de cumplir con su cometido.

— Casey, tú me conoces mejor que nadie.

— Pero no te conozco del todo —dijo sonando un poco más insistente de lo que debería, y por la mirada que Lisa le mostró, supo que aquello no le había gustado.

— A veces pienso que solo quieres saber eso de mí —luego se marchó.

No obstante, ella no dejaría a pasar la oportunidad. Estaba cansada de insistir, cansada de rogarle a Lisa, como si fuera una diosa y ella fuera un devoto pidiendo clemencia. Siguió a Lisa hasta el estacionamiento, la tomó del brazo para hacerla girar bruscamente.

— No me está gustando para nada tu actitud —dijo Lisa con tranquilidad, intentó zafarse del agarre, pero Casey era fuerte y apretó el brazo de Lisa un poco más—. Suéltame, Casey.

— Estoy cansada, Lisa —dijo enojada— llevó tres años intentando por las buenas acercarme a ti, intentando descubrir qué pasa contigo, pero tú no me dejas ayudarte.

— ¿Te he dicho yo que quiero o necesito tu ayuda?

— Tú tía no estará feliz cuando sepa la forma en la que me tratas —Lisa río con amargura.

— Entonces tú también me amenazas, claro eso suena como lo que haría una amiga, ¿no? —zafó su brazo y miró fijamente a los ojos de Casey—. ¿Por que te interesa tanto? ¿Por qué no me dices el tuyo primero?

Casey observó cabizbaja a Lisa. Aquella tecla era difícil de procesar sin sentir tristeza. Su poder era débil, muy débil, prácticamente inexistente.

— Eso creí —dijo Lisa caminando en dirección al auto de su madre que acababa de entrar en el estacionamiento.

Ø

Helena observó como el espejo retrovisor empezó a temblar con la presencia de su hija dentro del auto. Evitó prestarle atención aquello. Últimamente no había forma de acercarse a Lisa, terminaban peleadas o tristes. Intuía que algo no andaba bien entre ella y Casey por la forma en la que se miraron la una a la otra con enojo. Sin embargo, no quería intervenir porque aquello probablemente era alguna estupidez de adolescentes.

El retrovisor seguía temblando. La radio empezó a hacer cosas raras, como cambiarse de estación, subir y bajar el volumen. Observó a Lisa por el rabillo del ojo, estaba mirando en dirección a sus manos, intentando encontrar una forma de acabar con todo aquello

— Mi amor... —dijo Helena dulcemente—. Nos estacionaremos mientras te calmas un rato, ¿esta bien? —Lisa asintió, mientras limpiaba una lagrima de su rostro. Permanecieron un momento en silencio, la respiración de su hija empezaba hacerse regular y Helena notó como la descarga de poder iba disminuyendo, automáticamente el temblor del retrovisor seso y la radio se apago—. ¿Quieres hablar? —Lisa asintió—. ¿Pasa algo con Casey?

— Mi importa poco lo que pase con Casey —dijo Lisa limpiando las lágrimas que empezaron a caer—. ¡Lo que me preocupa es esto! ¡Lo que soy!

— A su tiempo, cariño, todo a su tiempo.

— Es lo que escucho desde que tengo 10 años, mamá —dijo con enojo—, tú y mi tía solo me dicen que a su tiempo sabré todo, pero ha pasado mucho tiempo esperando que llegue el indicado y las cosas, las cosas se están saliendo de control.

— ¿A que te refieres? —preguntó Helena preocupada.

— No puedo dormir tranquila, no puedo enojarme o sentirme feliz, no puedo estar triste o emocionada —no podía contener más las lágrimas, el auto empezó a temblar nueva vez—. Tengo miedo de sentir o dormir, me aterra la idea de que todo se salga de control y ustedes les importa en lo más mínimo.

— ¿Desde cuando te está pasando esto? —Helena observaba a su hija con preocupación. Sabía a la perfección lo que sentía, ella había pasado por lo mismo y debía de cuidar que a Lisa de que no le pasará lo mismo que a ella—. Escúchame, Lisa. Necesito que te calmes, respira, vamos eso es. Respira, cariño —nueva vez quedaron sumidas en silencio, mientras el auto regresaba a estar estático—, eso es. Necesito que me prestes mucha atención, ¿de acuerdo?

— De acuerdo.

— Hay ciertas cosas que aún no podemos hablar, sabes por quién —Lisa asintió—. Pero no quiero verte sufriendo, mi amor. Miriam no entenderá lo que te pasa porque ella no entiende en lo más mínimo lo que nos pasa.

— No entiendo —Helena miró alrededor preocupada, como si sintiera que en cualquier momento alguien aparecería.

— No puedo explicarte todos los detalles, Lisa —respiró profundo mientras tomaba la mano de su hija—. Pero escúchame con atención, no le digas a esos chicos lo que puedes hacer, ellos al igual que Miriam no te entenderán. No comprenden lo que no conocen, sienten curiosidad porque te sienten diferente, pero si le llegas a decir lo qué haces no van a comprender.

— ¿Por que debo seguir fingiendo que son mis amigos?

— Miriam...

— Miriam, Miriam, Miriam, solo dices su nombre —dijo Lisa molesta—. ¿Por cuánto tiempo tengo que seguir soportando hacer lo que ella diga? Ellos no me hacen bien, mamá.

— ¿Te maltratan? —preguntó preocupada.

— No, pero —pensó en Andrés, pensó en su labio roto y su ojo morado—, veo como maltratan a otros, y quedarme de brazos cruzados me hace cómplice del maltrato. No me parece justo que abusen de los demás.

— Yo entiendo tu punto, cariño, créeme que lo hago. Pero Miriam, no querrá que tú te alejes de ellos. Hablaré con ella, intentaré que lleguemos a un acuerdo —Lisa asintió a pesar de que sabía que aquello era en vano.

Ø

Miriam no acepto. Sermoneo a Helena por ser una fácil de manipular, sermoneo a Lisa por ser tan ingenua. Se pasó todo aquel fin de semana hablando de lo importante que era para la familia que Lisa permaneciera siendo amiga de Diego Robles, le pidió a Lisa o mejor dicho le ordenó que buscará la forma de encajar en el grupo. Le aconsejo que riera de todos los chistes de Diego, que asistiera a todas las reuniones que hacían y que no volviera a intervenir cuando viera una situación de "maltrato".

Cuando el lunes Lisa bajo del auto de su madre sintió automáticamente aquella extraña presencia sobre ella. Aquellos ojos parecían seguirla a todos lados. Miró todo su alrededor en busca del causante, pero no tuvo éxito alguno para encontrar a alguien.

Aquel día había llegado temprano, se sentó a un su lugar habitual y espero a que Casey llegara con la esperanza de solucionar las cosas. Pero cuando Casey por fin llegó pasó su mirada de Lisa, sonrió a alguien en la parte de atrás del salón y continuó caminando en esa dirección. Con preocupación Lisa observó el asiento vacío al lado suyo, suspiró resignada y continuó dibujando sobre su cuaderno de garabatos.

Cuando los primeros periodos terminaron, Lisa prácticamente corrió en dirección al comedor donde estaba segura encontraría a Casey. Una vez allí la busco con la mirada, pero no tuvo éxito en encontrarla. Resignada miró la mesa de Diego, tomó todo el aire posible y comenzó a caminar en esa dirección. Sin embargo, justo antes de llegar vio a Andrés sentado en una esquina. Se encontraba solo, comía con tranquilidad mientras oprimía los botones de su celular, al sentirse observado levantó la vista y se encontró con los ojos de ella puesto sobre él. Sonrío, ambos sonrieron. Entonces ella cambio de ruta y se sentó junto a él.

— Hola —dijo ella, él miró un punto detrás de ella antes de responder.

— Hola —respondió él con una sonrisa, percibía la tristeza y preocupación. Ella tenía ojeras debajo de los ojos, y estos se veían inexpresivo, como si no sintiera nada—. Estaba viendo un video interesante, es sobre un tipo que investiga la forma de vida de las creaturas marinas.

Lisa comprendió en aquel momento que Andrés era del tipo de persona que buscaba hacer sentir bien a los demás, hacerlos sentir importante. Hablaba de los temas que le interesaban con cierta pasión, luego escuchaba con sumo interés. Por primera vez en su vida Lisa se sintió escuchada, hablando banalidades, pero a fin de cuentas escuchada porque aquel muchacho, Andrés Soler, le prestaba atención. Andrés por su parte lo hizo en un principio porque sabía lo que ella necesitaba, pero luego se sorprendió a sí mismo escuchándola con interés. Ella era una muchacha inteligente, capaz de seguir el hilo de las conversaciones y opinar con buenos argumentos.

— No creía que sería tan sencillo hablar contigo —le dijo él cuando caminaban de vuelta a clase.

— ¿Por qué?

— Es lo que proyectas, no pareces tan abierta a conversar.

—No lo soy realmente...

— ¿O no te dejan? —ella se detuvo frente a su aula, miró directamente a sus ojos sin saber que responder—. No dejes que apaguen tu voz, Lisa Daza, tienes una mente brillante y mereces ser escuchada.

Ø

Nunca alguien le había dicho algo parecido. Al principio la tomó desprevenida pero luego de meditarlo un poco notó un sentimiento poco común brotando en su pecho. Felicidad. Ella merecía ser escuchada. Nunca lo había pensado de esa forma, toda su vida había cuidado de pasar sus pensamientos por un filtro antes de proyectarlos porque toda su vida su forma de ver las cosas habían sido diferente a la de su familia. Particularmente diferente a las ideas de su tía, mientras Lisa miraba las cosas bajo una gama de colores abundante, Miriam solo observaba negro y blanco y a veces gris.

Se preguntó por cuánto tiempo debía de vivir así. En unos meses ella sería mayor, terminaría la escuela y tenía planes. Quería estudiar artes, pero sabía que esos no eran los planes de Miriam. ¿Que haría en ese momento? ¿Se quedaría de brazos cruzados viendo cómo sus sueños se evaporaban? ¿Se iría de su casa? ¿Se alejaría de su familia? ¿Iría en busca de su padre?

— ¡Hola, Lisa! —miró confundida a Casey, que tomaba su lugar habitual en clase.

— Hola —respondió—. Te estuve buscando toda la mañana.

— ¿En serio? Estuve sentada en el mismo lugar durante el almuerzo, iba detrás de ti cuando te vi sentándote junto a ese muchacho raro, ¿cuál es su nombre?

— Andrés —Lisa estaba confundida. Primero Casey la ignoraba, luego se desaparecía y ahora volvía con si nada hubiese pasado.

— ¿Qué con él? —preguntó curiosa. Lisa iba a responder cuando la profesora les llamo atención. Guardaron silencio. La pregunta danzaba en su cabeza, y aunque quisiera darle largas al asunto la realidad era que no había nada mas que un sentimiento de curiosidad. Aunque si se tomaba unos minutos para pensarlo, se sentía bien ser escuchada. Era una necesidad humana sentirse escuchado, y cómo ser humano anhelaba esa sensación. Nunca había hablado tanto con alguien, era la primera vez que alguien se detenía a prestarle realmente atención.

Cuando terminaron las clases, Casey le tomó del brazo con suavidad, le dijo que esperase unos minutos. Necesitaban hablar, aclarar algunas cosas. Lisa aceptó, recordaba la advertencia de Miriam, si bien sus deseos de acabar con aquello eran fuertes su temor era un poco más fuerte. Casey espero que el aula estuviera vacía, camino en dirección a la puerta, le hizo una señal a alguien de afuera. Diego entró dentro del aula, seguido de Lorenzo y tras ellos Casey cerró la puerta.

Todos se esparcieron por diferentes lugares de la habitación. Diego estaba sentado sobre el escritorio del profesor, Casey estaba frente a la puerta y Lorenzo se sentó en una de las sillas del centro, justo al lado de Lisa. Estaba atrapada, sintió miedo. Su corazón comenzó a latir con fuerza, fuera una rama chocaba con la ventana produciendo un sonido casi armonioso y sincronizado. Así como los latidos de su corazón, iban en aumento el movimiento de la ramita por igual. Se obligó a tranquilizarse para no quedar en evidencia.

— ¿Qué significa esto? —preguntó, agradeciendo para sus adentro que la rama había cesado de moverse.

— Llamémosle intervención —respondió Diego.

— No, no entiendo, ¿a que te refieres? —Diego le sonrió con superioridad.

— Sabes a lo que me refiero —se puso de pie, se acercó a paso lento donde ella estaba y justo cuando la tenía al frente continúo hablando—. Intentamos protegerte, Lisa.

— Es gracioso que me quieras proteger cuando casi me golpeas.

— Admito que eso fue un error, lo siento —Lisa se encontró sorprendida, pero rápidamente recapacito, ella mejor que nadie sabía que tan astuto podía llegar hacer Diego cuando quería conseguir algo.

— Déjate de falsas, Diego —habló sacando valor—. ¿Que significa esto?

— Siempre has sido del tipo de persona que no entiende por las buenas. Sueles lucir como si no te importara nada, pero esa cabeza tuya siempre esta analizando todo y siempre tienes ese aire de superioridad. Te crees mejor que nosotros, Lisa. Nosotros te hacemos un favor. Te tolero para mantener a tu tía y a mi padre feliz, pero tu nunca entiendes por las buenas —tomó su barbilla entre su mano, apretó un poco fuerte—. Aléjate de Andrés Soler.

— ¿Por qué? —preguntó—. Porque se atreve a llevarte la contraria, porque se atreve a desafiarte.

— No seas ridícula, Lisa —su agarre se hizo más fuerte, un sonido de dolor salió de la boca de ella. Él rio, se acercó más a ella. Sus respiraciones se mezclaban, la de Diego tranquila, pero la de Lisa empezaba a ser irregular. Tuvo miedo de que algo se saliera de control, la rama empezó a chocar en contra de la ventana nueva vez—. Apuesto que has notado la forma en la que parece saber mucho más de lo que debería. El solamente lanza una frase con apariencia de ser inofensiva pero luego lo piensas, y lo piensas una segunda vez y te das cuenta de que no hay forma del que tipo sepa ese tipo de mierda.

— ¡Diego me lastimas! —intentó gritar, pero él no soltó, si no que la tomó con más fuerza. Recordó las palabras de su madre, sabía que debía controlarse si no que quería que ellos se enteraran de lo que ella podía hacer. Respiró profundamente, intentó controlar los latidos de su corazón. La rama dejo de temblar—. Suéltame —dijo con tranquilidad, Diego notó con asombro como los ojos asustados de Lisa cambiaron con rapidez a unos llenos de determinación. Fue soltando el agarre sosteniéndole la mirada, se alejó un poco de ella.

— Tienes que alejarte de Andrés Soler, Lisa —dijo.

— Estás paranoico —ella respondió mientras tomaba sus cosas para salir del salón, pero Casey le bloqueaba la salida.

— Escucha a mi primo, Lisa —dijo medio sonriendo—. Lo hacemos porque estamos preocupados por ti.

— Muévete, Casey.

— No es normal —dijo Diego, observando por las ventanas—. Sabes muy bien que él no es normal —una risa brotó de los labios de Lisa, una risa que dejó a todos perturbados.

— ¿Eres tú normal? —preguntó entre risa—. ¿Acaso alguno de nosotros lo es?

— Haz lo que quieras, Lisa —la miró con indiferencia—. No me importa, te he puesto las dos opciones y le has escogido. Delante los ojos de ustedes dos —dijo señalando a Lorenzo y Casey—, ambos han visto que ella ha escogido darnos la espalda. Nadie podrá reclamarme que uno de nosotros se echará a perder —Lisa estaba realmente confundida, pensaba que Diego estaba exagerando con todo aquello.

— Diego, permite hablar con ella —dijo Casey—. Le haré entrar en razón. Vamos, Lisa.

Mientras más pensaba en las últimas palabras de Diego menos sentido le encontraba a todo aquello. Lisa se sentía tan ignorante, ella era consciente de que había miles de cosas que le mantenían oculta y probablemente sí supiera el 10 por ciento tuviera otra actitud. Le quedaban claras algunas cosas sobre Andrés Soler, por algún motivo desconocido el parecía saber más de lo que debería y además de eso era considerado una amenaza por parte de Diego. Sin embargo, ella veía en él un posible amigo, la escuchó y ella admiraba eso, pocas personas se había dignado antes a escucharla. Pero aún sentía curiosidad, si bien era una persona amable eso no explicaba que supiera lo del padre de Diego y eso era mas preocupante que reconfortante. ¿Quién era Andrés? ¿Qué era él? ¿Porque Diego le ve como una amenaza tan grande?

— Puedes esperarme, por Dios —Casey caminaba unos pasos detrás, a toda velocidad pues Lisa trataba de mantenerse alejada—. ¡Lisa, por favor, escúchame!

— No tengo nada que hablar contigo, Casey.

— No puedo creer que tomes esta actitud por alguien que no conoces —dijo Casey con rabia—. ¡Escúchame! ¡Intentó ayudarte! —. Lisa se detuvo y la miró directo a los ojos—. Olvídate de todo lo que te acaba de decir Diego, piensa en el primer día en que nos conocimos y empecemos todo de nuevo.

— No creo que eso funciones, Casey —dijo riendo—. Tu primo no fue muy háblame conmigo ese día tampoco. ¿Te gustaría que piense en algún momento que me sentí bien con ustedes? —Casey asintió viendo un poco de esperanza, pero luego Lisa chasqueo la lengua y continuó con aire pensativo—. No hay ninguno. También he tratado de pensar en alguno nuestro, pero luego recuerdo que suelen terminar contigo hostigando por saber lo que puedo hacer. ¿Podrías ser sincera conmigo?

— Lisa esto es estúpido...

— Por favor, Casey —una lagrima escapó de los ojos de Lisa, algo en el corazón de Casey dolió—. Te lo ruego, te pido por lo que más quieras que contestes con toda sinceridad. Si en algún momento me has considerado tu amiga.

— Esta bien —Casey sentía como un nudo se instalaba en su garganta, ella sabía lo que era soledad, ella sabía lo que sentía Lisa, ella deseaba poder ser su amiga de verdad. Lo deseaba, pero a veces uno tiene que hacer lo que tiene que hacer porque ese es su deber. Lisa no podía comprender aquello porque ella no sabía nada sobre los clanes, pero si supiera comprendería qué hay cosas más importantes que la amistad.

— ¿Te acercas a mí por obligación o alguna vez lo has hecho por qué realmente desearas hablar conmigo?

— Lisa, esto es estúpido —Casey no pudo controlar las lágrimas. Las limpió con rapidez, se dijo que se tranquilizara. Lisa Daza solo era una misión, nada más, solo una misión—, no puedo, comprende, por favor.

— Contesta, por favor, solo dime la verdad por lo menos una vez.

— Siempre ha sido —podía continuar con la mentira o podía decir la verdad, pagaría por contar la verdad. Pero era cierto lo que decía Lisa, ella era la única que la escuchaba. Todas sus locuras, todas sus payasadas, cuando era la verdadera Casey era la única que la aceptaba. Incluso teniendo la habilidad que tenía—, Lisa, yo si te he visto como una amiga, tu no me juzgas por lo que soy, solo estás allí siempre aceptando lo poco que puedo ser. Pero yo no te he tratado justamente. Siempre ha sido una falsa, me caes bien y te aprecio de verdad pero siempre he ido detrás de saber lo que me escondes. 

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