La verdad que aquella mujer no me daba buena espina.
Estuvo bastante tiempo hablando con Harry, y él no parecía tener ningún tipo de noción del tiempo; mi mente comenzó a crear pensamientos de que quizás... a él le gustara esa chica.
Pero rápidamente los deseché, no quise torturarme con eso.
-Stacy, voy a buscar algo de comer junto con Connor, ¿nos esperas? -Sonrió Kimey al verme algo decaída tal vez.
Le dediqué una leve sonrisa a la par que iba asintiendo con la cabeza.- Claro... no se preocupen, los esperaré.
Y los dos se fueron a la mesa de bocadillos, mientras que yo me mantuve de pie cerca de la entrada al salón de fiestas observando a los dos ojiverdes hablar animadamente.
Mi cuerpo se tensó al notar que Harry me señalaba, y la tal Serena esbozó una sonrisa aparentemente agradable en mi dirección, pero sentí temor al ver que ella se acercaba junto con el rubio hacia donde me encontraba.
-Stacy, esta es Serena Blackmount, es una amiga y hermana en Cristo originaria de España. -Sonrió señalando a la mencionada para presentarnos.- Serana, ella es Stacy Powell amiga y hermana en Cristo.
-Un placer y Dios te bendiga. -Tomó mi mano para estrecharla amistosamente, pero sentí que la apretó demasiado.
Sonreí algo forzada cuando soltamos nuestras manos.- Amén, igual a ti.
La mujer de rostro inmaculado miró al muchacho sonriendo con simpatía.
-Harry, ¿podrías traerme más jugo? Estoy sedienta. -Llevó su mano a su cuello simulando que estaba muy sedienta, sin dejar esa gran sonrisa.
-Claro, ya regreso.
Se fue dejándonos a ella y a mí solas, Serena lo miró irse con una sonrisa pero al girar su cabeza hacia a mí... esta se borró de inmediato dando paso a una expresión de desagrado total.
-Escucha niña, no sé cuáles sean tus intenciones con él pero vete olvidando de ellas. Harry Hamilton ha sido escogido para mí, una niña como tú no podría llenar sus expectativas. -Espetó mirándome con el ceño fruncido, y con total veneno en sus palabras.
Mis párpados se abrieron más de la cuenta, aquello no me lo esperaba.
-¿Disculpa? -Solté genuinamente ofendida, ¿quién se creía ella para hablarme así?
Sonrió con suficiencia, mirando sus manicuradas uñas.- Tal como escuchaste, querida.
Estaba indignada, aunque ya fuera hija del Padre no me merecía un trato así y menos de parte de ella que no me conocía en lo absoluto.
Harry volvió con el jugo que Serena pidió, y aproveché ése momento para irme del salón.
No quería soportar más humillaciones de parte de esa mujer.
-¡Stacy, espera! -Oí la voz del rubio, pero igualmente no me detuve.
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Ya la mañana había transcurrido, y había llamado a Lewis para que viniera por mí; agradecí de que Harry no viniera a buscarme ni nada por el estilo, quería asimilar las ideas.
El Camaro se detuvo frente a mí, por lo que dando un largo suspiro me subí en el asiento del copiloto sin decir nada a mi chófer.
-Señorita, disculpe que me meta... pero se le nota alicaída. -Murmuró comenzando a conducir en dirección a mi casa.
Lo miré de reojo y suspiré, apretando el bolso de fiesta en mis manos.
-Lewis... tú eres cristiano, ¿no? -Murmuré con la vista perdida en la carretera.- ¿qué haces cuando alguien te trata mal sin ni siquiera conocerte?
No respondió en el moment hasta que transcurrieron unos segundos.
-Jesucristo nos pide amar a nuestros enemigos y orar por ellos, ya que también murió por ellos en la cruz. Si alguien desea nuestro mal, lo bendecimos y oramos para que Dios le tenga misericordia. -Decía mientras manejaba relajadamente hacia la mansión.- Dios no desea que tengamos rencor por nadie, ya que eso nos impide relacionarnos con Él.
Lo escuchaba con atención, sus palabras irradiaban sabiduría.
-No se turbe su corazón, señorita, quien venga a lastimarla recuerde que usted ahora es una hija de Dios y esas personas lidiarán con Él mismo.
Y sonreí, sintiéndome tranquila por sus sabios consejos. Lewis era parecido a un padre, y nunca me di cuenta de ello.
-Lewis... perdóname por haber sido grosera en el pasado... quiero cambiar cada aspecto de mi vida ahora que sigo a Jesús. -Dije determinada, quería ser agradable para Él.
Lewis solamente me sonrió estacionándose frente a la mansión.
-Ya la he perdonado desde la primera vez, señorita.
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¡Dios les bendiga!